Educación cristiana alternativa

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Recomendado: Simposios acerca de la educación en el hogar

Un grupo cristiano en Argentina ha organizado dos simposios acerca de la educación en el hogar, donde unas familias educadoras experimentadas compartieron su perspectiva, sus principios y sus testimonios. Publicaron las grabaciones de estos simposios (inclusive unos videos) en su página web http://haciendodiscipulos.com.ar/. ¡Muy interesante!

A continuación doy los enlaces directos a los archivos de audio, con una descripción abreviada tomada de su página web:

Había Una Vez Una Familia, Daniel Baker.
«Lo que hoy llamamos «familia» se ha transformado en un concepto indefinido, inpreciso, ya que en la historia reciente del mundo la familia dejó de ser lo que era. (…) Un llamado a volver nuestros corazones hacia nuestros hijos.»

Entendiendo Los Tiempos En Los Que Vivimos, Daniel Divano.
«(…) Daniel, partiendo de las Escrituras, coloca a la escuela en esta perspectiva, mostrándonos de qué manera se ha transformado en uno de las principales amenazas a la fe y moral, y hace un llamado a reflexionar y pensar «fuera de la caja» en medio de una sociedad que parece ir ciega hacia la perdición.»

El Tren Bala, Daniel Baker.
«Todas las mañanas de Lunes a Viernes, (…) desde que un niño cumple seis años (aunque ahora comienzan con unos pocos meses de vida), durante sus mejores 12 años, hasta que el niño se ha vuelto un joven de 18 años, por casa pasa un tren que viene a llevarse a nuestros hijos. No conocemos quién lo maneja, ni quienes van en él. (…) Tampoco sabemos adónde va, porque hemos confiado ciegamente en sus desconocidos conductores.»

El Currículum de Dios, Daniel Baker.
«(…) Dios nos dejó un mandato claro y preciso; un currículum y metas claras para la crianza de nuestros hijos, que, honestamente, hemos dejado en tercer plano. Si no cambiamos nuestra rutina no cambiará nuestro fruto, y Dios no tendrá en nuestros hijos lo que se propuso al crearlos.»

El Testimonio de la Familia Kerr, Cristian y Silvina Kerr.
«Pensar en un mundo y hogar sin escuela, es casi inconcebible. ¿Cómo se hace con el trabajo?, ¿Quién da las clases? ¿Cómo es la agenda de un hogar que no manda sus hijos a la la escuela? ¿Qué resultados académicos se obtienen? ¿Qué material de estudio se da? ¿Cuál es el plan de estudio? ¿Qué hacen los chicos todo el día? ¿Cómo se sociabilizan? Estas y muchas otras preguntas son respondidas con mucha claridad por un matrimonio que tiene 8 años de experiencia criando y educando en casa a sus 4 hijos, y que han realizado múltiples entrevistas en diarios y televisión.»

Volviendo Nuestros Corazones Hacia Nuestros Hijos, Daniel Baker
«Malaquías indica que el advenimiento del Nuevo Pacto traería una característica destacable: El corazón de los padres se volvería a sus hijos. Los hijos hoy tienen su corazón en otras cosas, y para que ellos se vuelvan a sus padres es necesario que primeramente nosotros nos volvamos a ellos.»

La Mujer y Sus Hijos, Daniel Divano.
«El hijo consentido avergonzará a su madre» dice Proverbios, pues la mujer, tradicionalmente, era la responsable del carácter y la enseñanza a sus hijos. Según era el comportamiento y fruto de los hijos, ella era alabada o avergonzada frente a otros. Hoy la mujer ha tercerizado su rol, y precisa volver a asumir de todo corazón su misión de madre.»

Preguntas y Respuestas, Matrimonios Kerr y Baker.

Nuestro Propósito y Nuestra Estrategia de Educación, Daniel Baker.
«Nuestro claro propósito y objetivos de formación para nuestros hijos nos exigen evaluar qué alternativas tenemos para enseñarles lo académico. (…) Educar a nuestros hijos implica mucho más que lo académico, pero el enfoque actual monopoliza la atención en esto solamente, inhibiendo la formación del carácter, lo cual es el factor determinante en el éxito o fracaso espiritual, moral y aun profesional.»

No Améis Al Mundo, Daniel Divano.
«La Iglesia y las familias de discípulos que la conforman, precisan comprender los efectos indelebles que la sociedad está dejando en nuestros hijos. (…) Mientras sea la sociedad, y no nuestros hogares, la mayor influencia que reciben nuestros hijos, estaremos renunciando a nuestro rol de padres ante Dios y dejando de lado la instrucción que Dios nos dejó. Un recorrido por las Escrituras que abrirá la mente de muchos.»

Consejos Prácticos Para Hogares Que Educan, Cristian y Silvina Kerr.
«(…) En continuación con su presentación  en el simposio anterior, esta vez se enfocaron más en la predisposición de la mujer que educa en casa. Dan mucha importancia a la actitud y fe de los padres a la hora de emprender la enseñanza en casa, poniendo las dificultades en el contexto de objetivos y esperanzas gloriosas.»

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Convenios entre colegios y familias educadoras: Cómo podrían funcionar – y cómo no.

Con el crecimiento actual de la educación en casa también en Latinoamérica, diversas familias se estarán planteando la pregunta de cómo acreditarán los estudios de sus hijos si los educan en casa. Puede parecer ventajoso que una escuela o un colegio esté dispuesto a matricular a sus hijos y a certificar sus aprendizajes. Especialmente en países donde existe un vacío legal en cuanto a la educación en casa, y por tanto las autoridades – o unas personas mal intencionadas – podrían cuestionar este modelo educativo.

Algunas familias optan por matricular a sus hijos directamente en un programa de educación a distancia. Así se ahorran el trabajo de preparar materiales y proyectos educativos para sus hijos. Pero al mismo tiempo renuncian al privilegio de dirigir el aprendizaje de sus hijos, o – lo que me parece aun más importante – de darles libertades en cuanto al qué, cómo y cuándo quieren aprender. Los programas de educación a distancia tienen normalmente currículos y cronogramas fijos, preprogramados, igual como las escuelas presenciales. Por eso, nosotros nunca los hemos considerado como una alternativa válida, por lo menos no para alumnos de primaria. Una de nuestras razones más importantes por educar a nuestros hijos en casa, es que los currículos escolares pasan por alto el desarrollo individual y las necesidades individuales del niño. En muchos casos exigen de los niños conocimientos y capacidades demasiado avanzados para su nivel de desarrollo. Entonces los niños, en vez de aprender algo, solamente se confunden. Deseamos que nuestros hijos tuvieran la libertad de aprender a su paso, de acuerdo a su nivel de comprensión, y motivados por sus propios intereses.
Leí también acerca de varias otras familias educadoras, que generalmente se inician usando algún material o currículo fijo, intentando llevar una «escuela» en su hogar; pero que con el tiempo se dan cuenta de que éste no es el método más apropiado para sus hijos, y entonces se atreven a usar métodos más flexibles, más libres y más prácticos.
Pero si una familia tiene efectivamente esta intención, de llevar una «escuela» en su casa igual como las escuelas existentes, entonces la inscripción en un programa a distancia es por supuesto el camino más lógico.

Cuando nuestro hijo mayor llegó a la edad de entrar al primer grado, y demostró también las habilidades intelectuales correspondientes, entramos en un acuerdo con una escuela privada, de que lo iban a matricular y tomarle exámenes dos veces al año para certificar sus conocimientos, mientras nosotros lo educábamos en casa. Este era un acuerdo un poco más flexible que un programa a distancia; pero aun así resultó no apropiado para nuestro hijo. La escuela, aunque era una escuela privada y cristiana, no se distinguía mucho de las escuelas estatales en sus políticas y métodos. Solamente que, como muchas escuelas privadas, tenían la ambición de ser «más avanzados», o sea, adelantaron en su primer grado muchos contenidos que corresponden a niveles posteriores. Esto nos impuso una carga demasiado pesada y a menudo desanimaba a nuestro hijo. En la primera mitad del año dio sus exámenes bien, y puesto que la escuela tenía clases pequeñas, disfrutaba también de los tiempos con los otros niños de la escuela. Pero después aumentaron los problemas: El siempre escribía con letras bastante grandes, porque su motricidad todavía no era lo suficientemente desarrollada para escribir letras pequeñas. Pero en la segunda mitad del año, la profesora dijo que ya no le iban a permitir eso, y que tenía que escribir con letras pequeñas. Después de eso, él se quejaba cada vez de que le dolía la mano al escribir, y quedó tan desanimado que durante dos meses ya no quiso escribir nada. Además, al fin del año lo calificaron desaprobado en matemática. No porque hubiera calculado mal; solamente porque había escrito los resultados afuera de los espacios provistos, y porque había resuelto algunos problemas según su propio procedimiento original, en vez de usar el procedimiento prescrito por la escuela. Por eso le exigieron asistir a clases de refuerzo en las vacaciones. (Cuando después nos afiliamos a la Fundación Moore, le atestiguaron una inteligencia matemática por encima del promedio.)

Concluimos entonces que esa escuela no era apropiada para la educación de nuestros hijos, y buscamos alternativas. Encontramos que la Fundación Moore – una organización que asesora a familias educadoras en los Estados Unidos – tenía un programa en español, y nos afiliamos allí. Aunque esto no nos brindó ningún reconocimiento oficial (a lo máximo nuestros hijos hubieron sido considerados como si hubieran cursado estudios en el extranjero), pero recibimos un asesoramiento muy valioso acerca de los mejores métodos de educación en casa, por una organización especializada en este tema. – Desafortunamente, este programa se cerró hace unos años, por falta de familias interesadas.
En particular, ellos nos animaron a no preocuparnos tanto por si nuestros hijos estaban «cumpliendo con el currículo», y a confiar más en su desarrollo natural y en su propia motivación para aprender. A lo largo, esto resultó ser un muy buen consejo. Dimos a nuestros hijos mucha libertad para aprender las cosas que a ellos les interesaban. Efectivamente, encontramos que necesitamos una sola «hora académica» al día para enseñanzas sistemáticas de matemática, ortografía, gramática, etc. El resto del tiempo, nuestros hijos se ocuparon por sí mismos con lecturas o proyectos prácticos, o los involucramos en nuestros propios trabajos dentro y fuera del hogar. Con esto, durante sus años de primaria probablemente hubieran sido considerados como «atrasados» si hubieran sido evaluados por una escuela tradicional según el currículo estatal. Pero lo que aprendieron, lo aprendieron a fondo y con motivación propia, porque los contenidos les interesaban y eran de acuerdo a su nivel de comprensión. Entonces, al entrar a la adolescencia, su aprendizaje literalmente se disparó, de manera que ahora están «adelantados» en la mayoría de las materias. Nuestro hijo mayor ya está ayudando a alumnos mayores que él con sus tareas de matemática.

Con eso ya no nos preocupamos mucho por certificados de estudios. Pudimos comprobar que nuestros hijos son capaces de adquirir cualquier conocimiento que necesitan. Entonces se les presentarán también oportunidades para demostrarlo. En los Estados Unidos, hace unas décadas, fue una gran novedad cuando unos estudiantes educados en casa se presentaron a la universidad. Aprobaron los exámenes de admisión sin problemas, pero no tenían certificados de estudios. Entonces sugirieron a los encargados del proceso de admisión, que en lugar de certificados podrían entregar un portafolio de sus trabajos realizados durante su educación en casa, como prueba de lo que habían estudiado: Trabajos escritos de investigación; resúmenes de libros que habían leído; composiciones y ensayos; obras de arte; etc. Varias universidades aceptaron esta propuesta, y con el tiempo se dieron cuenta de que los estudiantes educados en casa generalmente demostraron mejores cualidades de aprendizaje que los estudiantes que venían de una escuela. En consecuencia, la mayoría de las universidades en los Estados Unidos introdujeron la «admisión por portafolio» como una alternativa oficial para estudiantes que no tienen certificados de estudios previos.

Por mientras nos enteramos de que en el Perú existen dos caminos oficiales como un alumno que nunca asistió a la escuela, puede obtener un certificado de estudio:
1. Para sus últimos años escolares puede matricularse en un colegio no escolarizado o a distancia. Se le aplica una «prueba de ubicación», y entonces puede comenzar sus estudios en el grado que corresponde a sus conocimientos. (Ley General de Educación, Art.26 y 37; Directiva No.004-VMGP-2005, Art.5.15.)
2. Puede solicitar la convalidación de estudios independientes; entonces dará un examen en un colegio autorizado para este tipo de evaluación, y tiene derecho a un certificado de estudios de acuerdo a sus conocimientos. (Ley General de Educación, Art.26.a; Directiva No.004-VMGP-2005, Art.5.13.)

En Colombia existe esta misma posibilidad del examen de validación, lo cual significa un reconocimiento oficial de la educación en casa, como declaró una representante del ministerio de educación colombiano:

«… La alternativa de una educación sin escuela, no corresponde a una opción de mayorías tanto en Colombia, como en el mundo; y por ello no está legislada por el MEN de manera explícita; y esto es entendible, porque las políticas públicas por su misma naturaleza, están diseñadas y tienden a ocuparse de las mayorías.
No obstante, como las leyes claramente responsabilizan de manera primaria a los padres de la educación de sus hijos, y en la autonomía que tienen éstos para velar y proteger los derechos de éstos, pueden escoger si envían o no a sus hijos a las instituciones educativas, la educación sin escuela puede ser una opción posible, siempre y cuando los papás garanticen al Estado que los niños están recibiendo una educación de calidad.
¿Y a través de qué mecanismos pueden llevarse a cabo estas opciones?, mediante los exámenes de validación que los niños y jóvenes pueden realizar. La normatividad (exactamente el decreto 2832 de 2005) contempla que cualquier niño o joven puede demostrar que ha logrado los conocimientos, habilidades y destrezas en cada una de las áreas obligatorias y fundamentales establecidas para los grados de la educación básica y media académica, validando sus estudios mediante evaluaciones o actividades académicas de manera gratuita, en establecimientos educativos que cumplan con los requisitos legales (…)»
(Heublyn Castro Valderrama, Subdirectora de Referentes y Evaluación de la Calidad Educativa, Ministerio de Educación Nacional de Colombia.
Ponencia en el congreso «Educación sin Escuela (ESE), Autoaprendizaje Colaborativo (AC) y Educación en
Familia (EF)», 2009-2010, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Los textos completos de dicho congreso están publicados en http://www.slideshare.net/educacionsinescuela/un-mundo-por-aprender.)

Nos enteramos también de que existe un pequeño puñado de escuelas alternativas que no imponen un currículo rígido, sino que permiten a los alumnos avanzar a su paso individual, y les dan también ciertas libertades al escoger proyectos según sus propios intereses, de una manera parecida a lo que sugieren los Moore. Algunas de estas escuelas alternativas pueden estar en la disposición de matricular también a niños educados en casa. Si una familia educadora desea entrar en un convenio con una escuela para que reconozca los estudios de sus hijos, opino que una tal escuela alternativa sería una mejor opción que una escuela tradicional. Aunque desde nuestra perspectiva cristiana estamos un poco incómodos con las tendencias hacia el esoterismo que existen en muchas de estas escuelas (Montessori, Waldorf, etc); pero en lo pedagógico son las más afines a una buena educación en casa. Estas escuelas alternativas, por lo general, comprenden mejor el desarrollo del niño y sus necesidades educativas, inclusive la necesidad de libertad en cuanto al «currículo personal» de cada niño. Y si se trata solamente de avalar los estudios de niños educados en casa, donde los padres siguen siendo los responsables de la educación, pienso que un convenio es posible aun teniendo convicciones religiosas distintas. Nos agradaría si existiera alguna escuela cristiana que tuviera esta misma comprensión, pero desafortunadamente hasta ahora todavía no encontramos a ninguna.

Aun mejor sería si una escuela podría oficialmente ofrecer cobertura y asesoramiento para la educación en casa, como lo hace la «Fundación Moore». Pero como asesores deberían fungir padres educadores con suficiente experiencia en la educación de sus propios hijos. Un profesor de una escuela, que conoce este modelo educativo solamente en la teoría, no va a poder brindar un asesoramiento y una evaluación adecuados. Los Moore cuentan que en su experiencia, los profesores de profesión son normalmente los que más dificultan en comprender e implementar la educación en casa: «¡Ellos necesitan desaprender tantas cosas!»

Parece que las escuelas alternativas hacen la misma experiencia, de que los profesores profesionales tienen poco entendimiento de lo que es una educación de acuerdo al desarrollo natural y las necesidades del niño. Por eso, algunas de estas escuelas prefieren contratar a profesores que no tienen título de profesor, pero que tienen experiencia educativa práctica y comprensión por los niños. A lo largo de mis propias investigaciones descubrí que muchos elementos del sistema escolar, tales como la separación de los niños por grados, los currículos normados, y las calificaciones con exámenes y notas, no se fundamentan en ningún principio pedagógico. Se fundamentan únicamente en la necesidad burocrática de «administrar» de manera eficaz a un gran número de niños en instituciones masificadas. Pero como familias no tenemos estas necesidades administrativas, y por tanto podemos prescindir de métodos que solamente sirven a estas necesidades.

Por tanto pienso que un convenio entre una escuela y una familia educadora no puede funcionar bien si la escuela se basa en un modelo tradicional, y si sus profesores creen que ellos son «los expertos» en educación. Como mínimo, los profesores tendrían que reconocer que ellos son expertos solamente en la educación escolarizada, pero que la educación en casa es un modelo muy distinto, igualmente válido, y donde los profesores no son expertos. Para que esto pueda suceder, hará falta mucho diálogo. – Por el otro lado, las escuelas alternativas tendrán probablemente menos dificultades en comprender la educación en casa. Y quien sabe, si quizás podrían también asumir un rol de «mediadores» en el diálogo entre familias educadoras y escuelas tradicionales.

Otra alternativa que podría ser interesante en el futuro, son los cursos por internet. Plataformas como «Coursera» o «Udacity» están actualmente experimentando con cursos masivos que ofrecen el mismo nivel académico como los cursos presenciales en las universidades respectivas. La mayoría de estos cursos todavía no tienen reconocimiento oficial, y están limitados al nivel de la educación superior. Pero es bien posible que en el futuro, tales cursos podrían remplazar gran parte de los estudios presenciales. Y para familias educadoras que cultivan en sus hijos el aprendizaje activo e independiente, lo mismo podría funcionar al nivel de la educación media (secundaria). Esta no es una «educación a distiancia» con currículos y cronogramas rígidos, porque el estudiante puede escoger los cursos que desea llevar, según sus intereses y necesidades, según su nivel de comprensión, y según el tiempo que dispone. Entonces, un estudiante educado en casa podría fácilmente seguir estudiando de la manera acostumbrada desde niño, haciendo uso de estas oportunidades por internet.

 

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Niños educados en casa se convierten en aprendedores independientes

Esta es hasta ahora la experiencia más grata en la educación de nuestros hijos: Al entrar a la adolescencia, ellos se volvieron cada día más independientes en su aprendizaje. Raras veces necesitan que papá o mamá les den libros acerca de los temas que estudian, o que les demos tareas específicas a cumplir. Ellos ahora ya saben encontrar las informaciones por sí mismos, y poco a poco están aprendiendo también a trazarse sus propias metas, y a ser responsables en cumplirlas. En breve: Están creciendo en su capacidad de gestionar su aprendizaje ellos mismos.

En el mundo del futuro cercano, esta capacidad de auto-aprendizaje tendrá una importancia creciente. Muchas instituciones de educación superior están actualmente experimentando con diversas formas de aprendizaje virtual por internet. Se ha reconocido que este nuevo modelo podrá facilitar una buena educación superior a muchas personas que hasta ahora no tenían acceso a ella por razones económicas o geográficas, por lo cual no pueden asistir a una universidad. Ahora se está desarrollando la posibilidad de llevar cursos a un nivel universitario por internet, sin tener que asistir físicamente a una universidad. Hay solamente un problema: Para participar exitosamente en un tal curso, uno tiene que estar acostumbrado a aprender de manera activa e independiente. Y esta es una cualidad que no se fomenta en el sistema escolar dominante.

Uno de los pioneros de las nuevas formas de aprendizaje virtual, el matemático Keith Devlin de la universidad de Stanford, escribe al respecto en su blog:

«Parece que muchos perciben la educación como algo que otras personas les hacen a ellos; otras personas que tienen control sobre ellos. Esto es completamente equivocado, y es lo contrario de lo que uno encontrará en una buena universidad. (…) ‘Aprender’ es un verbo activo. El enfoque debe estar en crear un ambiente donde el estudiante puede aprender, quiere aprender, y puede obtener el apoyo que necesita para ello. No existe otro camino; y cualquiera que pretende poder hacer algo más que ayudarte a aprender, está solamente intentando sacar dinero de ti.

Segundo, hay una idea común de que la educación consista más que todo en conseguir buenas notas en los exámenes – generalmente mediante los medios más eficaces (lo que significa obviar el verdadero aprendizaje). (…)

El ingrediente esencial para beneficiarse de la gran oportunidad que ofrecen los cursos por internet, es saber cómo aprender. Esta debería ser la capacidad más importante que los estudiantes adquieren en su educación básica. Desafortunadamente, con el sistema actual que gira alrededor del «ser enseñado» y «ser examinado», solamente muy pocos estudiantes emergen con esta capacidad tan importante; y los pocos que la adquieren, normalmente dicen que lo lograron a pesar de su educación escolar.»

(Keith Devlin en http://mooctalk.org.)

Las grandes tendencias en la educación – sobre todo en la educación superior – van claramente hacia el aprendizaje autogestionado, activo e independiente. Y la educación en casa brinda las mejores posibilidades para adquirir estas capacidades.

Efectivamente, este año nuestro hijo mayor ha completado exitosamente su primer MOOC (curso abierto masivo por internet) – en inglés. Fue acerca de un tema del cual nosotros como padres sabemos muy poco, así que no pudimos ayudarle mucho. Y nuestro hijo tenía solamente dos años de aprender inglés; pero en esos dos años había aprendido más de lo que los alumnos de secundaria aprenden en cinco años de colegio. Es que él lo hizo por interés propio. Su deseo de aprender inglés despertó cuando él empezó a usar unos programas de computadora cuya documentación existía solamente en inglés. Entonces empezó a aprender para poder comprender los manuales. Cuando empezamos a darle unas clases formales, nos dimos con la sorpresa de que él ya conocía casi todas las palabras; solamente le faltaba aprender la pronunciación y mejorar su gramática.

Ahora, esta capacidad del auto-aprendizaje no cae así no más del cielo. Es el fruto de un método educativo que desde el inicio valora la actividad propia del niño, y sus propios intereses, en vez de imponerle lecciones y contenidos. Un niño que es sometido bajo un currículo rígido y exámenes normados, se vuelve dependiente. Pierde su creatividad y su curiosidad natural; ya no le interesa aprender; solamente le interesa pasar los exámenes. No averigua nada por sí mismo, porque está acostumbrado a absorber pasivamente los trozos de conocimiento que el profesor le pone delante.

No es entonces simplemente la educación «en casa» la que produce aprendedores independientes. Una familia que educa a sus hijos según un currículo inflexible, preprogramado, aunque sea «en casa», reproducirá en su propio hogar muchos de los problemas del sistema escolar. En cambio, los modelos educativos que nos inspiran (más notablemente la «Fórmula Moore» y la «escuela activa»), permiten al niño avanzar a su propio paso y según sus propios intereses. Esto podría realizarse incluso en una escuela (alternativa), con tal que la escuela encuentre una forma de permitir a cada niño que avance según su propio «currículo individual».

Por ejemplo, nunca hemos obligado a nuestros hijos a aprender a leer «porque a su edad deberían aprenderlo». En cambio, hemos observado atentamente su desarrollo; y cuando notamos las señales de que el cerebro de un niño había alcanzado la madurez necesaria para aprender a leer, entonces se lo enseñamos. Cuando se espera pacientemente hasta ese momento – que en algunos niños puede llegar recién a los ocho años o aun más tarde – , entonces los niños aprenden a leer sin dificultad dentro de dos a tres meses.
El resultado fue, en el caso de nuestros hijos, que se alegraron tanto de su nueva capacidad de leer, que enseguida leyeron todos los libros aptos para su edad que pudieron encontrar en nuestra casa, y pidieron más libros. Encontes buscamos y compramos más: Libros de cuentos; una Biblia infantil más amplia de la que ya tenían; libros sobre experimentos, trabajos manuales, plantas, animales, etc. Ya en la edad de primaria, nuestros hijos nos sorprendieron con conocimientos acerca de algunos temas (por ejemplo animales) que nosotros mismos no sabíamos, pero ellos lo habían aprendido de sus libros.
En triste contraste, observamos en los niños escolares que atendemos, que para ellos el leer es un deber impuesto que solamente les causa molestias; y casi nunca sacan un libro de la biblioteca por interés propio.

En la edad de primaria, como padres todavía nos tocó tomar la iniciativa en muchos proyectos educativos. Por ejemplo, animamos a nuestros hijos a observar la luna y las estrellas – lo que los incentivó a leer libros sobre astronomía. O después de un viaje, los animamos a buscar en el mapa los lugares por donde habíamos pasado, y a medir las distancias. Pero ellos pronto comenzaron a encontrar y sugerir sus propios proyectos. Por ejemplo, alrededor de los once años dijeron que querían hacer experimentos químicos. Entonces empezamos a leer sobre el tema, conseguimos unos tubos de ensayo, un mechero, unos guantes y lentes de protección, y unas sustancias químicas. Hicimos experimentos y anotamos nuestras experiencias. En el transcurso de este proyecto (que duró varios meses), nuestros hijos aprendieron la mitad de los conceptos químicos que los alumnos de secundaria aprenden varios años más tarde.
El lector atento se habrá dado cuenta de que nosotros mismos, los padres, también tuvimos que aprender mucho en estos proyectos. Si queremos que nuestros hijos sean aprendedores, nosotros mismos también tenemos que ser aprendedores. Como en todas las áreas de la vida, nuestro propio ejemplo es decisivo.

Entonces, nuestro currículo no está definido por lo que unos funcionarios piensan que se debería aprender a una edad determinada. Es que cada niño es diferente, tiene intereses distintos y un ritmo de desarrollo distinto. Por eso, nuestro currículo está definido por los intereses y el desarrollo individual de cada niño. Esto significa que en algunas áreas de su interés están muy «adelantados» en comparación con el currículo escolar, mientras en otras áreas están «atrasados» – o sea, simplemente no invirtieron mucho tiempo en aprenderlas porque no les interesaba. ¿Es eso una desventaja? No lo creo. No es posible saber «todo». Cada persona tiene que elegir entre todos los saberes posibles, aquellos que quiere aprender. Si quiere ser ingeniero, ¿para qué pasar tantos años estudiando historia? – Si quiere ser historiador, ¿para qué llenarse de trigonometría o de termodinámica? – Una característica importante del aprendedor independiente es que él sabe decidir cuáles conocimientos necesita adquirir para alcanzar sus metas. Y esta capacidad de decisión no se adquiere cuando todo el tiempo alguien decide por ti lo que debes aprender.

Uno podría objetar aquí que entonces un aprendedor independiente tendrá un conocimiento «incompleto». Pero lo mismo es cierto para los alumnos del sistema escolar. Pregunte a cualquier alumno promedio acerca de un tema que estudió hace medio año. Si no es un tema que le interesa mucho, recordará poco o nada. Pero a diferencia del aprendedor independiente, perdió mucho más tiempo estudiando esos temas, solamente para volver a olvidarlos después del examen.

La gran ventaja del aprendedor independiente es esta: Cuando tiene necesidad de ciertos conocimientos nuevos, los puede adquirir por sí mismo, con poca ayuda y en poco tiempo. Y esta capacidad tendrá cada vez más importancia en un mundo que avanza y cambia rápidamente.

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John Taylor Gatto: El principio de la pulga atrapada

Extracto de: «Weapons of Mass Instruction» (2009)

¿A qué se debe la extraña, inhumana pasividad de los niños escolares, especialmente hacia asuntos que el mundo adulto siempre consideró importantes? ¿Y la indiferencia aun más extraña de los niños pobres hacia su futuro ominoso que se acerca rápidamente?

Yo tuve varias teorías sobre esto mientras trabajé como profesor, pero ninguna de ellas era convincente, hasta que un día me explicó un niño inmigrante taiwanés de once años, Andrew Hsu, como se quebranta el espíritu de las pulgas para domarlas. Su explicación fue publicada en una breve autobiografía que él escribió para una ceremonia donde él y yo recibimos el mismo premio; pero mucho más importante que este reconocimiento fue para mí lo que aprendí de Andrew en aquel día.

El acababa de ganar la feria de ciencia e ingeniería del estado de Washington, por haber descifrado un gen que el hombre tiene en común con el ratón: COL201A. A sus once años, Andrew era un campeón en natación y había ganado muchos trofeos. El hablaba perfectamente chino, francés e inglés. En su tiempo libre trabajaba como asistente para películas documentales profesionales. Y nunca había asistido a una escuela; sus padres lo habían educado en casa.

Cuando le pidieron describir la lección más importante de su vida, la que más influenciaba sus decisiones, él dijo que era algo que su padre le contó acerca de los métodos para entrenar pulgas, para que columpiasen en trapecios, jalasen pequeños cochecitos, y todas esas cosas que antiguamente se enseñaban a las pulgas para divertir a los reyes y sus cortes.
La historia que le contó su padre fue así:
Si pones a unas pulgas en un contenedor bajo, se escapan saltando. Pero si pones una tapa sobre el contenedor por un tiempo corto, las pulgas se chocan con la tapa cuando intentan escapar, y pronto aprenden a ya no saltar tan alto. Ellas abandonan su búsqueda de la libertad. Si después quitas la tapa, las pulgas quedan prisioneros de las restricciones impuestas por ellas mismas. Así es también nuestra vida. Muchos de nosotros permitimos que nuestros propios temores, o las imposiciones de los demás, nos mantengan presos en un mundo de expectativas bajas.

Cuando leí esto, mi entera vida de profesor pasó por delante de mis ojos. Yo había sido contratado para ser la tapa encima de la placa de Petri, contra la cual los niños iban a chocar sus cabezas en sus intentos de seguir su camino, hasta que algún día estarían agotados y abandonarían sus intentos. Y en este punto serían súbditos aptos para ser domados.

Artículo relacionado: «¿La libertad no les interesa?»

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Nuestro programa vacacional 2013

Como todos los años, hemos ofrecido durante los meses de enero y febrero un programa vacacional para los niños del vecindario.

Hoy en día, a muchos niños ya no se les permite tener vacaciones. Sus profesores, padres y compañeros los presionan para que lleven clases de refuerzo o que asistan a una de las muchas «academias» – o sea, que durante sus vacaciones tengan el mismo programa aburrido como ya lo tenían durante todo el año escolar. Si esta clase de enseñanza no les ha ayudado a entender las cosas durante el año escolar, entonces – asi razonan equivocadamente los padres y los profesores – lo entenderán si durante las vacaciones reciben «más de lo mismo». Y eso con que incluso algunas personas dentro del mismo ministerio de educación ya han entendido que esto no funciona así.

Por tanto, muchos padres tienen expectativas erróneas acerca de nuestro programa. Se preocupan de que su hijo o hija podría «quedarse atrás» en materias escolares, y quieren que «siga estudiando» durante las vacaciones. Con esto quieren decir que siga ocupándose todo el tiempo copiando en cuadernos y resolviendo tareas teóricas – cosas que en realidad no ayudan mucho al desarrollo de la inteligencia infantil. (Vea «Cuando el cerebro no tiene manos».
Para que un niño se desarrolle de manera sana y equilibrada, necesita también tiempos de descansar, de jugar, y de trabajar con sus manos. Ya hemos invertido muchas horas y mucho esfuerzo para explicar a los padres este hecho sencillo. Unos cuantos están empezando a entender, después de varios años. Otros, cuando escuchan esto, simplemente deciden enviar a sus hijos a otro lugar donde no se les permite jugar. No les gusta que nuestro programa sea tan «poco académico».
A pesar de esto, según nuestra experiencia, los participantes de nuestros programas no sufrieron ninguna desventaja escolar. Al contrario, varios de ellos incluso entendieron después las materias escolares mejor que sus compañeros que habían pasado sus vacaciones enteras en «academias».

También hay varios padres que simplemente buscan a alguien que «cuide a sus hijos» durante las vacaciones. Parece que los padres de hoy ya no creen en su propia capacidad y responsabilidad de educar a sus hijos. Como dijo acertadamente el pediatra Carlos González:

«Parece que los padres piensan que criar a un hijo es una actividad profesional. Es decir, que yo para criar a mi propio hijo debería estudiar, debería esforzarme, y como al fin y al cabo probablemente no lo acabo de hacer bien, por mucho que me esfuerce, pues lo mejor es que directamente deje al niño a un profesional, a un pedagogo, un pediatra, un psicólogo, que ellos sí saben de cuidar hijos. Y no es así. Los únicos que pueden criar bien a los hijos, son los padres.»
(En la película documental «La educación prohibida»)

Es claro que educar niños no es fácil. Es necesario informarse al respecto y prepararse recibiendo buenos consejos de padres experimentados. Pero ciertamente no sirve para este fin la clase de «preparación» que reciben los profesores en su formación profesional.

Volvamos al programa vacacional. Somos entonces no solamente «proveedores de un programa». Para varios niños tenemos que ser verdaderos padres sustitutos. Esto incluye, por ejemplo, que ellos de vez en cuando almuerzan con nosotros, o que están en nuestra casa aun durante las tardes, cuando «oficialmente» no tenemos programa.

Ahora que ya tenemos varios años de experiencia con tales programas, podemos observar un patrón de comportamiento parecido en la mayoría de los niños. Al acostumbrarse poco a poco a un entorno más familiar y menos escolarizado, muchos de ellos pasan por las mismas etapas.

La fase de la inseguridad y pasividad.

Durante las primeras semanas, la mayoría de ellos se sienten bastante perdidos cuando se les ofrece la libertad de escoger ellos mismos una actividad, un material didáctico o un juego. (Especialmente los niños más grandes que ya están cargados con más años escolares.) Entonces se quedan parados allí no más y esperan que alguien les diga qué tienen que hacer. O se quedan pasivamente mirando a otros niños que ya encontraron una actividad interesante. Algunos traen tareas escolares de su casa y las resuelven – obviamente sin tener ganas de hacerlo. (En estos casos decimos a los padres que ya no manden tales tareas a sus hijos.)
En esta fase son a menudo nuestros propios hijos quienes toman la iniciativa para algún proyecto: un trabajo manual, un experimento, aprender un juego nuevo, etc. – y entonces los otros niños quieren también participar. – A veces doy algunas «lecciones» visuales acerca de un tema que presenta dificultades para muchos niños (mayormente en la matemática). Pero estas lecciones son cortas y la participación no es obligatoria. Después, los participantes reciben una actividad práctica o un desafío de investigación en relación con el tema.

La fase de jugar.

Después de aproximadamente dos semanas, la mayoría de los niños empiezan a sentirse más libres. Entonces descubren que tienen permiso para jugar, y se aprovechan de ello tanto como pueden. Así pasan la mayor parte del tiempo de actividades libres jugando, o sea, las primeras dos a tres horas de la mañana. Juegan toda clase de juegos de tablero, de cartas y de dados, y también juegos al aire libre. Con estos juegos aprenden más de lo que ellos mismos se dan cuenta. Juegos como damas, ajedrez, cuarteto, yatzy, etc, requieren una clase de pensamiento estratégico y matemático que no se cultiva en la enseñanza escolar.
En la mayoría de los niños, esta fase de jugar dura entre dos y cuatro semanas. – Este año tuvimos a dos participantes que fueron obligados por su escuela a asistir a clases de refuerzo de dos horas, en tres días de la semana, porque habían desaprobado un curso. Llama la atención que estos dos niños se quedaron en la fase de jugar hasta el fin de las vacaciones, y nunca llegaron a la siguiente fase. Las seis horas semanales de rutina escolar eran suficientes para atrasar de manera significativa el desarrollo mental, emocional y creativo de ellos.

La fase creativa.

Una vez satisfecha su necesidad de jugar, algunos de los niños entran en una fase creativa: Comienzan a hacer experimentos o incluso inventan experimentos propios; dibujan, pintan y hacen trabajos manuales; hojean los libros de la biblioteca en búsqueda de nuevas ideas; o inventan juegos propios. En esta fase observamos también en algunos lo que María Montessori llama la «normalización»: Son capaces de trabajar por tres horas seguidas de manera interesada y concentrada en un proyecto; necesitan muy poca instrucción o ayuda de parte de nosotros los adultos, y mantienen el orden por sí mismos, de manera que no hay prácticamente ninguna necesidad de «control disciplinario». En esta fase, algunos niños empiezan también por iniciativa propia y con verdadera motivación a trabajar con materiales más «escolares», tales como fichas con problemas, o materiales concretos para la práctica de operaciones matemáticas.

Para los niños escolarizados es un paso muy grande, expresar su creatividad al dibujar o construir algo «propio» y novedoso. Se han acostumbrado tanto a copiar mecánicamente lo que el profesor les presenta en sus libros o en la pizarra – y además, a que los otros niños y aun los profesores solamente critican o ridiculizan sus obras -, que apenas se atreven a realizar una idea propia. (Vea «Cuento triste de un niño pequeño».) Si un niño logra superar estos impedimentos durante el programa vacacional, lo considero un gran éxito pedagógico.

  Matemática concreta y activa: Multiplicación y división con tapas de botellas.

Esta alumna fabricó su propio juego de tablero, y después se sorprendió mucho cuando le dije que al hacer esto había practicado muchos conceptos de geometría.

Este es el momento cuando nos gustaría seguir trabajando con los niños de esta manera, y podrían aprender muchas cosas – inclusive «materias escolares», pero de una manera más motivadora y más práctica que en la escuela. Pero en la mayoría de los niños, esta fase comienza solamente hacia el fin de las vacaciones, y algunos nunca llegan a este punto – y después tienen que volver a la escuela. Esta es la frustración más grande de este trabajo: la escuela literalmente destruye el desarrollo de los niños. Por eso seguimos soñando y buscando a Dios por posibilidades de una educación sin escuela – por lo menos sin la forma de escuela tal como la gran mayoría de la gente la conoce. En realidad se necesitaría muy poco para eso, solamente unas familias valientes que aman a sus hijos. Pero parece que no hay muchas de esas…

Cursos electivos

En nuestro programa, la última parte de cada mañana es dedicada a los cursos electivos. Como el año pasado, también este año el curso favorito de los niños era el curso de cocina. Descubrimos que esto tiene una causa curiosa: no es que les gustaría tanto cocinar, pero les gusta mucho almorzar juntos. La mayoría de ellos ni siquiera conocen las comidas juntos en sus familias: En sus casas, cada uno come cuando quiere, o los padres no están en casa y dejan una comida para que los niños la calienten, o los mandan al restaurante. Así que les hace falta un elemento esencial de lo que constituye una verdadera familia. Nos entristece mucho observar esto, porque si las familias se están deshaciendo, dentro de poco se destruirá la sociedad entera.
En este contexto, mi hijo mencionó una noticia que había leído: En una encuesta en Estados Unidos, los adolescentes dijeron que lo que ellos más desearían acerca de su familia, era que comieran juntos.

El segundo curso más elegido era el de crear dibujos animados. Esta fue una buena oportunidad para desarrollar la creatividad. Primero los niños pudieron observar diversas formas de crear dibujos animados: con dibujos en papel; armando figuras cortadas de papel, cartón, y otros materiales; con figuras de plastilina; o diseñándolas en la computadora. El material «plastilina» les gustó más. Ellos produjeron varios dibujos animados «mini» (de pocos segundos), y dos un poco más largos, incluso con sonido. Aquí se puede descargar uno de los que tienen sonido. Y aquí unas muestras de nuestro estudio – claro que no son hechos de manera profesional, pero demuestran la creatividad y el esmero de los niños:

arbol

pelota

puente

También pudimos hacer unos paseos interesantes. Algunas veces fuimos al campo para coleccionar flores, observar insectos, o practicar la orientación con mapa y brújula. Otros paseos nos llevaron a lugares de trabajo interesantes: una fábrica de textiles, y el taller de un peletero.

La indiferencia espiritual es preocupante.

Desafortunadamente observamos en los participantes de este año muy poca apertura para la fe cristiana. No que estuvieran rechazando directamente a Dios – simplemente eran indiferentes. A la mayoría les gusta escuchar historias bíblicas, y «teoréticamente» están de acuerdo con los mandamientos de Dios y con la necesidad de la salvación por medio de Jesucristo. Solamente parece que no ven ninguna necesidad de aplicar estas cosas a su propia vida. Tuvimos este año muy pocas conversaciones personales acerca de asuntos de la fe.
En nuestra sala se encuentra todo el tiempo un «buzón de preguntas» donde los alumnos pueden colocar de manera anónima las preguntas que no se atreven a hacer ante todos: preguntas acerca de problemas personales o familiares, acerca de la fe, acerca de la vida en general … Pero a diferencia de los años anteriores, este año el buzón se quedó vacío durante las vacaciones enteras.

Aun los adolescentes – se esperaría que en su etapa de vida se estuvieran ocupando de preguntas acerca del futuro, del sentido de la vida, de los valores, de sus metas personales, etc; pero ahora parece que lo único que les preocupa es poder pasar al siguiente grado escolar y más tarde poder estudiar una carrera académica – cualquier carrera, no importa cual, con tal que reciban un diploma al concluir.

(De paso sea dicho, observo esta misma actitud y esta misma indiferencia también dentro de las iglesias evangélicas.)

Esta situación me hace recordar fuertemente el análisis de Francis Schaeffer acerca de la sociedad estadounidense en los años setenta. Estas palabras me parecen hoy aun más acertadas que entonces, y también aquí en el Perú:

«Demasiado a menudo sucedía en los tempranos años sesenta, cuando un estudiante preguntaba a sus padres para qué debía estudiar, que los padres respondieron – no siempre explícitamente, pero siempre de manera clara -: «Porque en el promedio estadístico, un profesional universitario tiene un mayor sueldo.» – Y si el estudiante preguntaba para qué debía aspirar a un mayor sueldo, la respuesta era: «Para que más adelante puedas enviar a tus hijos a la universidad.» – Con esta clase de respuestas, ni el hombre ni el estudio tenía sentido alguno.
(…) Después de los tumultos de los años sesenta, mucha gente pensaba al inicio de los años setenta que los tiempos habían mejorado, porque las universidades se habían tranquilizado. Pero a mí me dio ganas de llorar. Aunque los jóvenes (los rebeldes de 1968) propusieron soluciones equivocadas, su análisis había sido correcto. Las cosas empeoraron mucho, ahora que muchos de ellos perdieron la esperanza y simplemente adoptaron los valores de sus padres: la paz personal y el bienestar personal. (…) En la revolución contra sus padres, los jóvenes habían caminado en círculo y habían regresado a su punto de partida, solamente en un nivel más bajo, pero con los mismos valores mediocres: su propia paz personal y su propio bienestar personal.»
(De: Francis Schaeffer, «¿Cómo viviremos entonces?»)

Schaeffer predice también las consecuencias sociales de una tal actitud: Se perderá la libertad. De hecho, esta predicción ya se ha cumplido en gran medida, aunque la mayoría de la gente ni siquiera se ha dado cuenta de ello:

«Estoy convencido de que la ‘mayoría silenciosa’, tanto jóvenes como ancianos, aceptarán la pérdida de sus libertades sin protestar, con tal que su estilo de vida personal no esté amenazado. A la mayoría les importa solamente su paz personal y su bienestar personal. Y los políticos saben que solamente tienen que prometer estas cosas para salir elegidos. Hoy en día, la política ya no trata de ideales. Los hombres y mujeres ya no se conmueven por los valores de la libertad y de la verdad. En cambio, los políticos intentan asegurarse de los votos de la gente, prometiéndoles el «postre» de «paz personal y bienestar personal». (En otras palabras, el «estado niñera» que se encarga de educar a todos, de cuidar la salud de todos, de proveer trabajo para todos, y de controlar todo, de manera que nadie necesita asumir responsabilidad por sí mismo.) Los políticos saben que no se levantará ninguna protesta contra ellos, mientras que la gente tenga estos valores, o por lo menos una ficción de ellos o una esperanza de alcanzarlos.»
(Schaeffer, op.cit.)

En nuestros programas vacacionales queremos mostrar a los niños que la vida no tiene por qué consistir en ser nada más que un «engranaje en la máquina». Queremos ayudarles a hacer decisiones correctas ante Dios (este era el tema general del «tiempo bíblico» durante las vacaciones de este año), y a no seguir la corriente de los tiempos sin cuestionar. Pero puede que pronto aun esto se considere «subversivo» o por lo menos «políticamente incorrecto» …

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James Dobson: Un padre mira atrás (Parte 2)

Esta es la continuación de una charla del Dr.James Dobson acerca de la paternidad, la crisis de la mitad de la vida, y el sentido de la vida.


Y quiero decirles algo muy personal. Con esto tal vez les diré más acerca de mí mismo de lo quiero que ustedes sepan. Pero si no les permito ver quién soy en verdad, no les podré ayudar: Tampoco estoy seguro si quiero dejar muchos bienes a mis hijos; porque uno necesita tener una mano muy segura para sostener una copa llena. No hay una mejor manera para destruir a los hijos que privarlos de esta necesidad de disciplinarse y ahorrar y crecer y dedicarse a una tarea. Hoy en día estamos tan ocupados con dar a nuestros hijos lo que nosotros no teníamos cuando éramos niños, que nos olvidamos de darles lo que sí teníamos.

Esto me lleva a la segunda conclusión que saqué durante mis reflexiones, y es la más importante: que nada en la vida importa, fuera del amor por Dios y Su hijo Jesucristo, y del amor por la humanidad, empezando con mi propia familia. Esta es la razón por qué pasé los siete años pasados en casa. Los años pasan tan rápidamente, y yo quise estar allí para tener influencia sobre mis hijos y para verlos crecer y edificar en ellos los valores que son importantes para mí. Danae está ahora en el college, Brian en la secundaria, y los años han pasado tan rápidamente. Los patines se quedan abandonados en un rincón de la cochera, las llantas de la bicicleta están bajas, y el columpio ya ha desaparecido. Yo acepto esto, no voy a tratar de retener a mis hijos; yo quiero que ellos crezcan y sean independientes y vivan sus propias vidas. Pero cuando nuestros hijos habrán salido de la casa, algo precioso habrá salido de mi vida, porque yo valoraba tanto aquellos años con mis hijos.

Estando en casa durante siete años, tengo la niñez de mis hijos como grabada en mi mente. Puedo prender este «video» mental y veo a un niño de cinco años que se me acerca. Estoy sentado en la sala, mirando un partido de fútbol. Este niño se me acerca y dice: «Voy a subir a tus rodillas.» Yo digo: «De ninguna manera.» El dice: «Pero voy a venir.» Yo digo: «Es que tengo que ser prudente y vigilar a quién dejo sentarse en mis rodillas.» – «¿Y quién puede subir a tus rodillas?» – «Tú no lo vas a conocer.» – «¡Sí lo conoceré!» – «Bueno, es un niño con cabello rubio.» – «¡Yo tengo el cabello rubio!» – «Yo sé, pero es un niño con cabello rubio y ojos celestes.» – «¡Yo tengo ojos celestes!» – «Sí, yo sé, pero es un niño con cabello rubio y ojos celestes y que se llama Brian.» – «¡Este es mi nombre!» – «Sí, pero tú no comprendes. Tú no conoces a ese niño. Ese niño con cabello rubio y ojos celestes y que se llama Brian, es mi hijo. Mi único hijo que jamás tenía. El es el único niño en el mundo que tiene permiso de subir a mis rodillas en cualquier momento que quiera y sin pedir permiso.» – «¡Yo tengo cabello rubio y ojos celestes y me llamo Brian y soy tu hijo y tú me amas, y de toda manera voy a subir!» – Durante cuatro años solíamos jugar este juego, quinientas veces, y a él le gustaba. Por eso también les cuento a ustedes. Este juego le dijo a Brian que él era muy especial para mí. Y yo lo tengo bien grabado en mi mente.

Prendo otro «video» y veo a una niña de seis años, regresando de la escuela. Su cabello tiene colitas por ambos lados de su cabeza, pero ya están bien desordenadas. Su vestido está arrugado, y una de sus medias se ha bajado alrededor de su zapato. Entra a la casa y es tan feliz de vernos que abraza a su mamá y me abraza a mí, y se sienta a la mesa, y Shirley le trae unos panes y leche, y ella come y yo la estoy mirando sin que ella lo sepa. Ella todavía no sabe realmente cuánto la amo. Tal vez algún día lo comprenderá, pero a los seis años no lo comprende todavía. Es solamente un pequeño momento pasajero de la vida, pero lo tengo grabado aquí y nadie me lo puede quitar. Lo tengo grabado porque estaba en casa para verlo, y por eso estoy agradecido.

Permítanme contarles algo más acerca de Danae. Ella amaba mucho su niñez. Pero, tristemente, un día cumplió trece años. Entró a su dormitorio, cerró la puerta y apiló todos sus discos y sus juguetes atesorados encima, y los cargó a la otra puerta y los dejó delante del dormitorio de Brian donde él estaba durmiendo, y puso una nota encima que dijo: «Querido Brian: Esto es tuyo ahora. Cuídalo bien como yo lo hice. Con amor, Danae.» – Shirley encontró la nota y me la mostró (yo estaba en mi oficina), y nos sentamos y la leímos, y ambos lloramos porque escuchamos en aquella nota que la puerta a la niñez se había suavemente cerrado. Y una vez que esta puerta se cierra, ningún poder del mundo la puede abrir de nuevo. Y otra vez, agradezco al Señor que yo estaba en casa para ser testigo de este proceso.

Pero no soy un padre perfecto, no tengo hijos perfectos, Shirley tampoco es una madre perfecta. Luchamos en la misma manera como ustedes. Estábamos luchando para encontrar cosas que pudiéramos hacer juntos como familia. ¿Conocen ustedes este problema? Intentamos de todo. Claro que cada uno podía encontrar recreo en lo que le gustaba hacer individualmente. Pero estábamos buscando algo que pudiéramos disfrutar juntos como familia. Por fin, después de muchos intentos, encontramos que esquiar era nuestra cosa. Usted no puede imaginar cuánto lo disfrutamos, pasar por los cerros juntos con el viento en nuestras caras, el paisaje maravilloso que Dios creó, eran nuestros mejores momentos.

Pero en el primer día, si usted tiene niños pequeños, esquiar puede ser la frustración más grande de la vida. Adivine quién tiene que cargar los esquís, abrochar las botas de todos, comprar los boletos del teleski, hacer tres viajes de regreso a la casa para recoger cosas olvidadas, llevar a los niños al baño… es una tarea enorme, y en aquel día en particular, mis hijos me hicieron volver loco. Les dio un ataque repentino de irresponsabilidad infantil: estaban perdiendo esquís, hicieron caer cosas, se olvidaron sus guantes, y yo estaba tras ellos continuamente. Quiero decir que les estaba gritando y empujándoles y que pasé por alto todo lo que escribo en mis libros.
Finalmente los llevé al restaurante y los dejé allí con Shirley, dije: «Tengan un buen tiempo», cerré la puerta con un golpe y manejé nuestro carro hacia abajo para estacionarlo. En todo el camino estaba hablando al Señor: «¿Qué voy a hacer con esos niños que me diste?» ¿Alguna vez usted le hizo esta pregunta? Yo solamente estaba un poco irritado porque El me había dado estos hijos. El no dijo nada. A veces El me deja hablar de esta manera (yo no le estaba faltando el respeto). Estacioné el carro, salí y me fui a un paradero donde viene un pequeño camión para recoger a la gente y llevarlos arriba. Había unas diez personas allí, entre ellos una chica de 17 años aproximadamente, que hablaba cosas raras sin sentido. Especialmente repetía la palabra «Quienquiera… Quienquiera…», vez tras vez. Pensé que estaba bajo influencia de drogas o algo parecido, y la gente se había alejado de ella, de manera que ella estaba parada sola allí repitiendo esas palabras. Después me miró y reconocí en sus ojos la mirada característica del retraso mental. En este momento llegó el camión, todos subimos y ella se paró en el medio del carro y miró cerro arriba mientras continuaba diciendo: «Quienquiera…» Había un rechazo visible de parte de la otra gente, mayormente jóvenes, que la miraban con una risa irónica como si quisieran decir: «¿Quién es esa loca?» Después realicé que el hombre alto que estaba parado a su lado era su padre. El hizo algo que nunca olvidaré. Hizo unos tres pasos adelante, como para proteger a su hija, la abrazó, y empezó a repetir con ella: «Quienquiera… quienquiera…» No habló a ella, sino a nosotros. El había notado las mismas risas que yo había visto. El dijo: «Sí, es verdad, ella es retrasada. No podemos esconderlo; no hubiera sentido en tratar de esconderlo. Yo sé que ella nunca va a escribir un libro, nunca va a cantar canciones bonitas, tal vez no va a lograr mucho. Ya no asiste a la escuela; hicimos lo mejor que pudimos. Pero quiero decirles algo: Ella es mi hija, y yo la amo, y no me da vergüenza ser identificado con ella. Sí, hija, quienquiera…» El amor de este padre por su hija retrasada fluía de su alma y llenó la mía, y de allí a mis hijos, y yo dije: «Sí, Señor, comprendo el mensaje.»

Dos semanas después fui entrevistado en la televisión nacional, y me dieron cuatro minutos y medio para responder tales preguntas como: «¿Cómo entró la familia en todos esos problemas del pecado, y cómo podemos salir de ellos?» No podría haber respondido la pregunta ni en cuatro semanas y media, pero esto les puedo decir: Conozco la respuesta. Tiene algo que ver con lo que ese padre sentía por su hija retrasada en aquel día. Esto va a sanar los hogares; va a salvar las relaciones entre padres e hijos; e incluso ayudará a superar la tragedia del retraso mental.

Padres que están aquí, no dejen que pasen estos años, no dejen que la niñez de sus hijos pase desapercibida. Al otro extremo de la vida, mirando atrás, no habrá ninguna compensación. A los que se están esforzando para alcanzar metas grandes, yo no quiero insultarles. Usted trabaja duro y tiene éxito por causa de su autodisciplina. Pero a cierta medida, yo hice lo mismo. Y durante estos siete años se repetía una pregunta en mi mente: «¿Pero ahora qué? Porque ‘el viento pasó por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más.’ » El hombre más sabio que jamás vivió (aparte de Jesucristo), el rey Salomón, tenía todo. Tenía dinero, reputación, poder… todo lo que uno podría desear. Al final de su vida lo resumió todo, en el libro de Eclesiastés. ¿Cómo lo llamó? «Vanidad». «Todo es vanidad, no hay nada más que vanidad.» Esto desvalora todo lo que es temporal. Vanidad.
En l970 publiqué mi primer libro, «Atrévete a disciplinar», con mi nombre en la carátula, mi foto en atrás, con un diseño hermoso – un buen éxito para un joven de 33 años. Hace pocos días, Danae se me acercó y dijo: «¡Realmente has llegado!» – «¿Qué quieres decir con esto?» – «Encontré un ejemplar de ‘Atrévete a disciplinar’ en un remate de segunda mano, a 35 céntimos.» Esto es adónde llega todo.

Bueno, en cierto sentido les he engañado un poco. Hice aparentar que estaba hablando sobre la crisis de la mitad de la vida, pero esta no es mi meta verdadera. Estoy hablando acerca de algo mucho más importante: la vida en sí. Esto es importante para todos; no importa si usted es un cristiano o un ateo o un agnóstico, usted siempre tiene que tratar con las preguntas que mencioné, como: ¿Quién soy? ¿Adónde voy? ¿Cuál es el sentido de la vida? Y en especial: ¿En qué invertiré los años de mi vida que me quedan?
La experiencia de los siete años pasados me dijo: Regresa a tus raíces, a tu fe, y en esta fe encuentro sentido y propósito y dignidad y autoestima, autodisciplina, identidad. Sé quién soy porque sé de quién soy. En esta etapa de mi vida llego a solamente dos objetivos para lo que queda: Lo primero es servir a mis prójimos, empezando con mi propia familia, y lo segundo es ser aceptable para el Dios que me creó, y poder escuchar esas palabras que tanto anhelo escuchar: «Bien hecho, buen siervo fiel.» Y nada más resistirá la prueba del tiempo.

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James Dobson: Un padre mira atrás

Lo siguiente es una charla del psicólogo cristiano Dr.James Dobson, que fue difundida hace años en su programa radial «Enfoque a la familia». Sus pensamientos me parecen importantes, y por tanto deseo compartirlos también con los lectores de este blog.


Hace 7 años, mi esposa y yo estábamos involucrados en una serie de películas acerca de la familia. Entonces yo intenté hacer una decisión en el conflicto entre el ministerio de llevar un mensaje al mundo, y la necesidad de estar en casa con mi familia. Yo hice muchas diferentes cosas durante mi vida, pero creo que lo más sabio que jamás hice era quedarme en casa y ver cómo mis hijos crecieron. El día de hoy es como una celebración de esa decisión. Durante esos 7 años, no solamente tuve la oportunidad de pasar mucho tiempo con mis hijos, sino también tuve tiempo para reflexionar. Esta noche quisiera compartir con ustedes algunas de esas reflexiones que hice mientras yo pasaba por mis propios años de la mitad de la vida.

Tengo 48 años ahora. (Tendría 49, pero un año estuve enfermo. 🙂 ) Entonces tengo todo derecho de pasar por una crisis de la mitad de la vida. Un hombre en esta crisis se viste con una camisa de seda – no sé por qué, pero lo hace -, la desabrocha hasta su ombligo, y muestra mucho vello canoso que lo ha secado con secadora. También maneja carros rápidos. Esto ayuda en alguna manera, no sé por qué, pero necesita hacerlo. Probablemente está peleando con su esposa porque la edad de ella le hace recordar la suya, y esto le molesta. Dicen que una noche un hombre entró al dormitorio y vio como su esposa se frotaba la cara con una crema y la preguntó: «¿Para qué es esto?» – «Para las arrugas.» – «Parece que funciona, ya tienes un montón de ellas.» 🙂

Parte del síndrome es también que el hombre se escapa con su secretaria. Tengo aquí un artículo del «Los Angeles Time» que dice: Un hombre encontró un aviso en el diario donde se ofrecía un carro Mercedes a 57 dólares. Llamó al teléfono indicado, convencido que el precio debía ser un error. Le respondió una señora: «No, el precio es correcto.» – «¿Está el carro malogrado?» – «No, está en condiciones perfectas.» – «Entonces ¿por qué lo vende en un precio tan ridículo?» – «Bueno, mi esposo me llamó desde Las Vegas. El está allí con su secretaria, me dijo que me está abandonando y que está en quiebra por haber jugado al azar, y me pidió vender el carro y enviarle la mitad de lo que me paguen.» 🙂

Bueno, yo no estoy pasando por este tipo de crisis. Shirley y yo tenemos 24 años de casados, somos muy felices, y tampoco tengo camisas de seda. Entonces este no es mi problema. Pero les contaré dónde me encuentro en este momento, y esto es muy en serio. Durante los últimos 7 años, y especialmente los últimos tres, yo pasé por un tiempo de reevaluación. Estaba pensando acerca del sentido de la vida y sus preguntas más importantes, como: ¿Quién soy realmente? ¿Y qué estoy haciendo aquí realmente? ¿Y adónde estoy yendo realmente? ¿Qué voy a hacer con el resto de mi vida aquí en la tierra? Hay algo en los años 40 que parece gritarte constantemente estas preguntas. Parece que estás obligado a luchar con estas preguntas porque ves como la arena en la ampolleta se está acabando. Pasé por esto y saqué dos conclusiones al final. No son muy profundas, pero hicieron un impacto sobre mi vida.

La primera tiene que ver con la rapidez con la cual pasa el tiempo. Hace pocos años recibí el golpe de mi vida. Estaba escribiendo un libro y necesitaba terminarlo en poco tiempo. Entonces me fuy a un hotel en Dallas, Texas, y estaba escribiendo allí unos 10 días hasta terminar el libro. Solía despertarme temprano, tener mi devocional y después escribir todo el día hasta las 4 p.m. cuando me sentía agotado y nesecitaba unos ejercicios. Me gusta jugar basket, aunque realicé que un hombre de 48 años no tiene nada que ver en una cancha de basket. Pero me gusta el juego. Entonces caminé media cuadra hasta el YMCA para jugar. Obviamente no había nadie de mi edad allí, solamente unos chicos de 16 ó 18 años que me miraban como si yo tuviera 105. Les pregunté si podía jugar un partido con ellos, y por fin dijeron que sí. Había un chico negro con una habilidad tremenda que me estaba cubriendo constantemente. La presión de esta competencia y de todos los chicos alrededor que me miraban como a un abuelo me hizo regresar veinte años, me acordé de unos trucos y movimientos, me esforcé e hice tres canastas seguidos. Entonces ese chico me miró, hizo un paso atrás y dijo: «Hombre, ¡usted tiene que ser algo en su orgullo!» – Yo lloraba todo el camino a casa. Desafortunadamente yo no era nada en mi orgullo, lo que hizo el asunto aun peor.

Muchos escritores han escrito acerca del pasar del tiempo, pero me parece que la persona que lo comprende mejor que todos los filósofos es una pequeña mujer llamada Erma Bombeck. Ella nos hace reir con sus cuentos acerca del envejecerse, pero a veces ella nos hace llorar. En su pieza «Cuando la madre se convierte en la hija y la hija en la madre», ella describe los cambios en la relación entre ella y su madre, y el estrés que resultó de ello. Dice que su madre siempre estaba tan fuerte, tan estable, tan independiente; la persona que ella admiraba y que era el ejemplo para su vida. Pero poco a poco cambiaba esta relación hasta que la madre se convirtió en la hija, y Erma se convirtió en la madre. Dice que empezó cuando Erma estaba manejando un carro y su madre estaba sentada a su lado. De repente había una congestión del tráfico, y Erma tuvo que frenar bruscamente para no chocarse con el carro en su delante, e instintivamente estiró el brazo para agarrar a su madre para que no se choque con las parabrisas – en vez de que su madre la hubiera agarrado a ella para que no se choque con el volante. Se miraron un momento y realizaron que algo había cambiado en su relación.
Vino la navidad cuando Erma preparó el pavo y su madre puso la mesa; y los momentos cuando Erma dijo a su madre: ¿Me acompañas a hacer compras? o: ¡De verdad te ves linda en este vestido! – como su madre había dicho a ella miles de veces antes. Y más y más la madre se convierte en la hija y la hija en la madre, y es difícil para Erma y ella dice: «¡No lo quiero! No quiero ver como mi madre se vuelve dependiente de mí.» Pero el tiempo avanza irresistiblemente, y cuando su madre llega a la vejez, es Erma quien dice: «Mamá, ¿me harías el favor de ya no hablar de «haber visto a papá anoche»? Tú sabes que él se fue hace diez años.» Y la madre es la hija y la hija es la madre.
Poco después, Erma estaba sentada en el carro al lado de su propia hija que estaba manejando. De repente hubo una congestión del tráfico y su hija frenó bruscamente, e instintivamente estiró el brazo para proteger a Erma para que no se choque con las parabrisas. Y en la última línea dice: «Dios mío, ¿tan rápidamente …?»

Yo estoy ahora en ese punto. Mi madre se está convirtiendo en mi hija y yo me estoy convirtiendo en su padre. Mi padre murió en l977, y mis padres eran verdaderos amigos. Eran «una sola carne» en el sentido bíblico, y cuando murió mi padre, fue como si mi madre hubiera sido partida en dos. Ella nunca será la misma. Hace unos años ella tuvo que pasar por unos exámenes abdominales, y siempre cuando una mujer en sus 70 tiene problemas intestinales, hay una pequeña palabra de 6 letras en la cual todos piensan. Doy gracias a Dios que las pruebas salieron negativas, y me fui a su casa para darle la noticia y conversar con ella. Dije: «Mamá, ¿no es una buena noticia? No tienes cáncer, vas a estar bien.» Ella sonrió, diciendo: «Oh sí… estoy agradecido y también agradezco al Señor.» Pero después añadió: «¿Puedo ser sincera acerca de una cosa? … ¿Comprenderías si yo te dijera que yo pensaba que posiblemente iba a ver a papá pronto? y que estoy solamente un poquito decepcionada.»

Si usted quiere ver cómo pasa el tiempo, mire a las personas más cercanas, en su propia familia. No mire a la gente afuera. Mire cómo cambia su relación con sus propios hijos. Mire a sus hermanos, sus tíos, sus padres. Pienso que esta es una de las causas de la crisis de la mitad de la vida. Cuando un hombre llega a sus años 40, no es unusual que puede perder a su padre, y esto hace un impacto emocional. Le hace pensar acerca de la vida y cuán corta es.

Les dije que Shirley y yo somos casados por 24 años, y faltan solamente 18 años hasta que yo tenga la edad en la cual mi padre falleció. Diciéndolo de otra manera: Hace dos meses hice un pequeño cálculo: Si yo alcanzaré la edad que alcanzó mi padre, entonces ya he vivido 72% de mi vida. ¡Hace nueve años yo estaba todavía en mis 30! ¿Comprende lo que es la «crisis de la mitad de la vida»? En primer lugar, el término es equivocado. ¡La mitad de la vida es en los años 30! Si usted está en sus 30 y se considera joven, después de pasar la próxima esquina le quedan solamente 28% de su vida.

Algunas personas podrían pensar: ¡Qué pensamiento mórbido! Pero no es así. Es un concepto muy importante y bíblico. El rey David escribió acerca de ello: «El hombre, como la hierba son sus días, florece como la flor del campo. Que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más.» (Sal.103:15-16). Es un concepto importante porque pone todo lo demás en su perspectiva correspondiente. El materialismo se vuelve vacío y sin sentido desde esta perspectiva, por lo menos como una razón para vivir. Tiene que haber algo más importante que esto.

Cuando nos casamos, no teníamos absolutamente nada – y parecía que nos íbamos a quedar con esto durante los próximos diez años. No teníamos problemas financieros porque no teníamos finanzas. Pero por fin mejoramos y pude pagar los gastos enormes de la escuela y entrar al colegio médico de los EE.UU. y empezar a escribir libros etc, y las cosas empezaron a cambiar. Pero una parte del análisis durante los años 40 tiene que ver con el sentido de la vida, y las cosas materiales no tienen mucho que ver con ello.

El Señor tuvo unos caminos interesantes para transmitirme este mensaje – incluso un juego de monopolio. Cuando yo era niño, me gustaba mucho este juego. Pero durante 30 años no lo había jugado, hasta que un día mi hija adolescente llegó a casa y dijo: «¡Papá, salió un nuevo juego! Se llama monopolio. Seguramente te gustará.» Yo dije: «¿Por qué no?» Entonces nos sentamos para jugar mi primer juego de monopolio después de 30 años, y regresaron los patrones antiguos. Yo empecé a ganar, y adquirí todos los lugares bonitos, y empecé a plantar casitas verdes por todas partes, y pronto se convirtieron en los grandes hoteles rojos, y gané dinero como loco, lo guardé en mi bolsillo y debajo de la tabla del juego y tenía billetes de $500 en mis zapatos, y mi familia se estaba retorciendo y a mí me gustaba. La avaricia había regresado. Pero de repente todo terminó, mi esposa y mi hija tiraron los dados contra mis hoteles que se cayeron en fila, pan, pan, pan, y ellas salieron para acostarse porque yo había ganado, y me dejaron a mí guardar el juego solo. Entonces yo estaba sentado allí, a medianoche, guardando el juego, y empecé a sentirme muy vacío.
Después el Señor me habló. No con una voz audible, pero usted sabe cuando es El que habla. Me dijo: «James, presta atención, porque te voy a dar una lección. Esto no es solamente un juego de monopolio que estás jugando. Esto es el juego de la vida. Tú sudas y te esfuerzas y ahorras y construyes y creces y tienes una cuenta bancaria y tienes propiedades y un seguro de pensiones y todo eso … y después haces un movimiento equivocado, volteas tu carro en la pista de alta velocidad donde no deberías hacerlo, pan, pan, pan, y todo se regresa a la caja de juguetes. Hasta el último centavo, todo tiene que volver a la caja, cada noche. El carro fúnebre no tiene detrás un remolque con una caja fuerte. No puedes llevar nada contigo.»

(Continuará)

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Cuando el cerebro no tiene manos

Una de nuestras alumnas debería entrar a la escuela secundaria el año que viene. Pero hace un año todavía no podía distinguir claramente entre su mano derecha y su mano izquierda. También dificulta mucho en orientarse en la ciudad: Desde un lugar que no se encuentra directamente en su camino a la escuela, no puede encontrar sola el camino a casa. Igualmente dificulta en orientarse en la matemática: Si sus tareas le salen correctas, es porque adivinó correctamente; pero casi no puede llegar a una solución mediante un razonamiento lógico.
Durante todo este tiempo, la niña asistía a la escuela. Obviamente, la escuela no contribuyó en nada a desarrollar su inteligencia. Enseguida veremos por qué no.

Por supuesto que existe una relación directa entre la dificultad de orientarse en la ciudad, y la dificultad de orientarse en la matemática. En conversaciones con la familia nos enteramos de una raíz importante del problema: Desde su niñez temprana hasta la edad de aproximadamente ocho años, esa niña no tenía permiso para jugar. Ella creció sobreprotegida físicamente. Especialmente los juegos al aire libre eran prohibidos, por miedo a que podría sufrir un accidente. Pero aun los juegos en casa eran muy restringidos, según una falsa creencia muy extendida aquí, la cual dice que el jugar produce pereza e impide el aprendizaje.
La niña carece también de otras experiencias importantes afuera de su casa. Por ejemplo, aun a sus once años todavía no puede ir sola a hacer compras. Ella pasó casi toda su niñez con lo que la escuela llama «aprender» – o sea, estudiando con libros y cuadernos.

¿Por qué no se desarrolló su inteligencia con todo este «aprender»? – Se sabe ya desde hace algún tiempo, que el desarrollo del cuerpo y el desarrollo del cerebro son estrechamente relacionados entre sí. El desarrollo del cerebro es estimulado particularmente por el procesamiento de las más variadas impresiones sensoriales, y por la adquisición de destrezas manuales al jugar o al hacer trabajos manuales. Por ejemplo, Jane McGeehan describe los siguientes resultados de investigación:

«Marian Diamond desarrolló estudios en su laboratorio de la Universidad de California en Barkeley para comprender el impacto del supuesto ambiente enriquecido en el cerebro de ratas bebés. Ella puso un grupo de tres madres y nueve cachorros en una jaula grande sin juguetes (grupo testigo) y otro grupo en una jaula grande con juguetes (grupo enriquecido). Después ella comparó ambos grupos con una familia de ratas alojadas en una caja pequeña sin cosas para jugar. En un período de tan sólo 8 días, los jóvenes enriquecidos desarrollaron cortezas que eran de 7 – 11 por ciento más gruesas las de los otros infantes.
Los investigadores Scheibel y Simonds de la Universidad de California en Los Ángeles analizaron los cerebros de niños que murieron entre las edades de 13 meses y seis años. Ellos observaron que las ramificaciones de las dendritas incrementaron inmediatamente después del nacimiento a medida que experiencias sensoriales y motoras llegaron como torrentes al ambiente de los bebés.
(…)
Experiencias que proveen una ganancia sensorial enriquecida, más allá de la capacidad de un libro o papel de trabajo, tienen mayor oportunidad de disparar un crecimiento dendrítico e incrementar las conexiones sinápticas. Experiencias de primera mano en el mundo fuera de la escuela y con objetos reales dentro de la escuela evocan una rica entrada sensorial para el cerebro. Visitar el charco, inspeccionar el gusano de tierra de cerca, observar la semilla que se transforma en planta, son las experiencias que desarrollan redes nerviosas. »
(Jane McGeehan, «Aprendizaje cerebro-compatible»)

Y Raymond y Dorothy Moore dicen:

«El juego es un medio vital de aprendizaje para un niño. En cierto sentido, el juego es su trabajo. Jugar y trabajar le gusta por igual, hasta que alguien lo desilusione con una actitud negativa hacia el trabajo. El niño aprende a jugar tan pronto como puede ver algo o alguien con quien jugar. Y así descubre conocimientos para sí mismo que no se pueden enseñar fácilmente de otra manera. A través de sus sentidos, y su manipulación de objetos ordinarios, descubre ciertas cualidades de las cosas: pesos, texturas, tamaños, formas, colores – la base del aprendizaje académico. A través de la interacción con otros, y la observación e imitación de las personas en su alrededor, aprende acerca de la vida – las habilidades sociales. A través de las sencillas actividades y experiencias cotidianas, desarrolla poco a poco los conceptos básicos del tiempo, de los números y del espacio. Esto continúa durante los primeros nueve o diez años de su vida.»
(Raymond und Dorothy Moore, «Home Grown Kids»)

Dicho de otra manera: El cerebro necesita las manos – y los movimientos y las impresiones del cuerpo entero -, para hacerse una «imagen» de su entorno y para poder desarrollarse. Las manos del niño hacen estas experiencias mayormente al jugar, y en los trabajos diarios en la casa y otros trabajos manuales.
Obviamente, nuestra alumna tuvo muy pocas oportunidades de hacer tales experiencias. Su «aprendizaje» consistía casi exclusivamente en materiales escolares como libros de texto, fichas de trabajo, juegos abstractos de preguntas y respuestas, etc. Efectivamente, sus primeros ocho años de vida eran un experimento involuntario acerca del desarrollo de un cerebro al cual no se le permite usar las manos. La ausencia de tales experiencias concretas causó en ella una dificultad generalizada al orientarse – especialmente en cuanto a la orientación en el espacio, y el pensamiento lógico.

En este caso, no solamente el cerebro sufre de la escasez de «experiencias manuales». También las manos por su lado – y el cuerpo entero – sufren de una falta de coordinación por el cerebro. Manejar una bicicleta, jugar a la pelota, aprender a nadar, hacer trabajos manuales como dibujar, pegar cartón, o tejer – todo esto presenta para ella mayores dificultades que para otros niños.

Su desarrollo empezó a normalizarse un poco después de que su madre la llevó a una psicóloga, alrededor de la edad de ocho años. Ella le dijo, entre otras cosas, que diera a su hija la oportunidad de jugar afuera y de moverse más libremente. Unos meses después vino por primera vez a nuestro refuerzo escolar; y al conversar con su madre solamente pudimos confirmar lo que había dicho la psicóloga. Los padres entendieron que este era un camino mejor; y con el tiempo vieron también como su hija se volvió más feliz y más segura al tener más oportunidades de jugar.
Solamente que la escuela no era ninguna ayuda para ella: Asiste a una de las escuelas más exigentes de la ciudad, la cual llena todo su tiempo libre con tareas. Por eso no fue posible hasta ahora que recuperase su atraso escolar. Estas tareas abstractas nunca pueden sustituir las experiencias concretas que le hacen falta.

¿La moraleja de la historia? – Los programas usuales de «refuerzo escolar» o «recuperación escolar» apuntan en la dirección equivocada. Si los alumnos no entienden las enseñanzas, no es porque las horas de clase fueran pocas. En la mayoría de los casos hoy en día, los alumnos no pueden comprender porque sufren de un exceso de horas académicas y tareas. Esta sobrecarga académica evita que los niños hagan las experiencias concretas que necesitan para su desarrollo. En consecuencia, les falta el fundamento más importante para poder comprender materias académicas. Para ellos, estos programas de horas escolares adicionales no son ningún remedio, al contrario: refuerzan la enfermedad.
Una verdadera recuperación sucede cuando a estos niños les permitimos ser niños otra vez, moverse libremente, usar sus manos para jugar o para trabajos útiles. En casos más graves, incluso será indicado que se les dé un año libre de escuela. Con más actividades prácticas y manuales durante este tiempo, su cerebro podrá volver a reconciliarse con sus manos para que trabajen juntos.

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¿Cómo aprenden a leer?

Para muchos niños sometidos al sistema escolar, el aprender a leer es una tortura. No importa qué método emplean los profesores, la mayoría de los niños parecen no entender, ni con explicaciones ni con amenazas. Aun después de dos o tres años en la escuela todavía no leen de manera fluida, confunden letras y palabras, y no comprenden lo que leen. Y lo peor de todo: Cuando por fin parece que lo han aprendido, han perdido todo deseo de leer algo. Leer es para ellos un deber molesto que tratan de evitar a todo costo.

Todos estos problemas son completamente innecesarios.

Según mis experiencias con mis propios hijos, y con alumnos con problemas escolares, cada niño puede aprender a leer sin ningún estrés dentro de un período de aproximadamente dos meses, si es que se cumplen dos condiciones:

1) Los niños crecen en un ambiente de confianza, donde el leer y escribir es una parte natural de la vida diaria; y

2) No son obligados a leer hasta que ellos mismos alcancen la madurez necesaria en su desarrollo físico y mental.

En cuanto al punto 1), esto depende de la actitud y del estilo de vida de los padres. Es más difícil para padres que han perdido el gozo de leer en su propia niñez por causa de las presiones escolares. Pero el Señor puede restaurar el gozo de leer, con Su mano sanadora, y al descubrir los tesoros escondidos en las Sagradas Escrituras (lo que nos animará a leer más y descubrir más tesoros).

  • Si los padres leen a sus hijos historias bíblicas (por ejemplo de una Biblia ilustrada para niños), y otras historias interesantes, en algún momento el niño deseará por sí mismo aprender a leer.
  • Cuando los niños hacen preguntas y los padres no pueden dar una respuesta completa, se puede buscar en un diccionario o en una enciclopedia. Así los niños se dan cuenta que leyendo se pueden descubrir muchas cosas que de otro modo uno no podría saber.
  • Algunas familias tienen la costumbre de llevar un diario acerca de los sucesos más importantes o interesantes de la familia; o de coleccionar en un álbum las fotos de la familia y escribir leyendas explicativas acerca de las fotos. Así los niños entienden que el saber escribir ayuda a preservar los recuerdos de los momentos que uno no desea olvidar.
  • Una familia que lee, tendrá una buena biblioteca familiar. Vale la pena buscar unos libros con historias para niños que tengan una enseñanza cristiana: Ejemplos de la vida de cristianos famosos; cuentos infantiles que ilustran principios bíblicos; historias bíblicas ilustradas. No deben faltar los diccionarios, enciclopedias, y obras de referencia acerca de los más variados campos del saber. También es bueno tener biografías históricas, mapas, libros con ideas para experimentos científicos y trabajos manuales, etc, y un diccionario bíblico para encontrar informaciones acerca del trasfondo de las historias bíblicas. Si los padres usan estos libros y muestran interés en ellos, los niños pronto desarrollarán también un interés por la lectura.

En un ambiente como este, los niños aprenderán a leer en su tiempo, casi automáticamente. Lo he visto en mis propios hijos: ellos no necesitaban casi ninguna instrucción para aprender a leer. Aunque en aquel tiempo yo estaba elaborando unas hojas de trabajo para enseñar a leer a los principiantes; pero ¡mis hijos aprendieron a leer más rápidamente de lo que yo pude escribir las hojas de trabajo!
En este proceso, el «método» que usamos para enseñarles a leer, no tiene casi ninguna importancia. Si se cumplen las dos condiciones mencionadas, los niños aprenden a leer con casi cualquier método, o aun en la ausencia de un método – con la misma naturalidad con la que aprendieron a caminar y a hablar.

La siguiente anécdota ilustra cuánto se esfuerza el sistema escolar por ocultar esta simple verdad:

Quizás un buen ejemplo, de lo que hace la escuela con estos saberes que tienen que ver con la enseñanza de destrezas, sea una anécdota que le escuché al poeta Fernando Charry Lara. Las autoridades educativas de la época encargaron al padre del poeta la elaboración de una cartilla gracias a la cual los niños aprendieran a leer. El señor Charry cumplió con su labor (la famosa cartilla Charry con la que mi generación aprendió el goce infinito de la lectura) pero los burócratas de la época le preguntaron por el tiempo en el que consideraba que un niño aprendería a leer. «Tres meses», calculó el maestro. “No, no, ¡alárguela para que sea en un año!”, respondieron.
(Gabriel Restrepo, Colombia: «Citando a la escuela». En: «Un mundo por aprender», Acción en Educación sin Escuela (ESE), Autoaprendizaje Colaborativo (AC) y Educación en Familia (EF). Congresos Internacionales Realizados en la Universidad Nacional de Colombia, los años 2009 y 2010.)

En cuanto al punto 2), el momento apropiado de aprender a leer es decisivo. Es allí donde la mayoría de los padres y profesores se equivocan; y es allí donde surgen casi todos los problemas de aprendizaje en el campo de la lectura y escritura. La gran mayoría de los niños alcanzan la madurez necesaria varios años después de que el sistema escolar les exige que lean. El Dr. Raymond Moore describe en «Mejor tarde que temprano» como tanto el cerebro, como también la vista y el oído, tienen que alcanzar sus respectivos niveles de madurez, hasta que el aprendizaje de la lectura es posible sin causarle un estrés excesivo al niño. ¡Y muchos niños alcanzan este «nivel de madurez integrada» no antes de los ocho años de edad!

En este aspecto de la maduración, existen grandes diferencias entre un niño y otro. Unos cuantos niños alcanzan esta madurez ya a los cuatro años o aun antes; otros demoran hasta los diez años o aun más. Pero esto no significa que los que demoran más, estuvieran «retrasados» o «discapacitados». Una vez que llegan a su nivel de madurez, pronto leerán igual o mejor que los otros niños de su edad. Estos niños de «desarrollo lento» pueden incluso tener una inteligencia superior, como demuestran los siguientes dos ejemplos:

Woodrow Wilson tenía más de diez años cuando aprendió a leer. A los 23 años se graduó de la universidad de Princeton y llegó a ser presidente de la universidad. Más tarde fue elegido presidente de los Estados Unidos.
Albert Einstein no habló ni una palabra antes de cumplir cuatro años, y tenía problemas del habla hasta la edad de nueve años. De adulto fue uno de los científicos más destacados del siglo XX. Una vez dijo que probablemente era exactamente esta lentitud, la cual lo capacitó para reflexionar más profundamente sobre los problemas que las demás personas.

A veces son también los problemas personales de los niños, que les impiden a aprender. Estos problemas se originan a menudo en una familia disfuncional, o en la misma escuela. En este último caso, la escuela resulta contraproducente: El niño es rechazado o maltratado por sus compañeros o profesores, y con esto se retrasa su aprendizaje. Así no cumple las exigencias de la escuela; como resultado es aun más rechazado y maltratado; esto a su vez dificulta aun más su aprendizaje, etc.

Una niña de nueve años vivía con nuestra familia durante medio año, por causa de unos problemas en su familia. Ella había asistido a la escuela durante tres años, pero no había aprendido a leer. Ella asistía a una escuela nocturna, de manera que la presión no era tan grande, y ella podía pasar casi todo el día con nosotros. Entonces lo primero era ganar la confianza de ella, y tratar los diversos problemas psicológicos que ella sufría, con la ayuda del Señor. Una vez que logramos esto, ella aprendió con nosotros a leer dentro de menos de dos meses.
Otra niña llegó a nuestro refuerzo escolar con nueve años de edad; ella estaba por tercera vez en segundo grado porque no sabía leer. En su caso notábamos que todavía no estaba lista, así que decidimos tener paciencia con ella. (Puesto que ella tenía que cumplir con las exigencias de la escuela, ella nos dictaba sus respuestas a sus tareas, nosotros las escribíamos en una hoja, y de allí ella las copiaba en su cuaderno. Pero no le exigíamos que leyera o que entendiera lo escrito.) – Un año más tarde notamos que ella llegó al nivel de madurez necesario, y también estaba motivada para aprender a leer. Pero su carga de tareas escolares impidió que pudiésemos hacer este trabajo con ella; así que fue necesario hacer un acuerdo con su profesora: Los días viernes la niña fue exonerada de ir a la escuela, y en este tiempo nosotros trabajamos con ella. De esta manera, esta niña también aprendió a leer dentro de dos meses y medio. (Hubiera sido mucho más fácil para ella si todavía no hubiera entrado a la escuela. Cuando vino a nosotros, ya tenía toda una historia de maltrato y marginación en la escuela.)

Entonces, cumplir con este punto 2) puede significar para muchos niños, postergar su entrada a la escuela o educarlos completamente en casa. Esto no es ninguna pérdida para ellos, al contrario: Así mantendrán su motivación para leer intacta, y lo aprenderán de una manera mucho más fácil y sin estrés. Además, comprenderán lo que leen.

Determinar exactamente el nivel de madurez mental de un niño, requeriría diversas evaluaciones y diagnósticos. Pero podemos saber por lo menos aproximadamente si un niño está listo para aprender a leer, mediante esta prueba sencilla: Un niño está listo para aprender a leer, cuando desarrolla la capacidad de juntar letras y sílabas de manera sensata.
La mayoría de los niños saben el significado de varias letras, mucho antes de que aprenden a leer. Muchos niños pueden aprender las letras tan temprano como a los cuatro o incluso los tres años; pero ¡esto todavía no significa que puedan leer! Quizás saben leer una «L» y una «O»; pero todavía no pueden sin ayuda juntar la «L» con la «O» y entender que significan «LO», y que en orden inverso significan «OL». O si están aprendiendo a reconocer sílabas, pueden quizás reconocer la sílaba «pa» y la sílaba «la»; pero todavía no pueden entender sin ayuda que las dos sílabas juntas forman la palabra «pala». Cuando empiecen a crear estas uniones de letras o sílabas, sin que alguien se lo «sople», entonces ha llegado el momento en que podrán aprender a leer de manera natural.

Para los niños que se desarrollan rápidamente, este momento puede llegar cuando reciben sus primeras clases de lectura, o aun antes. Pero los niños de desarrollo promedio y lento se verán forzados por el sistema escolar a «aprender a leer» mucho antes de llegar a este punto. Entonces sus profesores, compañeros o padres tienen que «soplarles» el significado de las sílabas y de las palabras. Así el niño no aprende a leer; solamente aprende a «adivinar» lo que podría significar. Más tarde es muy difícil cambiar este mal hábito y aprender a leer de verdad, en vez de «adivinar». Por eso, para estos niños, la escuela es más un estorbo que una ayuda para aprender a leer.
Esto es confirmado por la siguiente estadística. El nivel educativo de los Estados Unidos, en cuanto a la lectura, bajó después de introducir la escolarización obligatoria:

«Antes de la introducción de la escolarización obligatoria (alrededor de 1850), 98% de los habitantes del estado de Massachusetts sabían leer y escribir. Después, la tasa de alfabetización bajó a menos de 91% y permaneció en este nivel hasta hoy (1990).»
(Citado por John Taylor Gatto en su famoso discurso «Por qué las escuelas no educan».)

Antes de 1850, la mayoría de los norteamericanos aprendían a leer de manera natural en sus propias familias, como lo describimos más arriba. Esto explica por qué antes de esa fecha prácticamente no existían analfabetas en aquel país.

– En cuanto al método, ya mencioné que no tiene mucha importancia. Las muchas discusiones de expertos acerca del «método correcto de enseñar a leer», son bastante superfluas, si consideramos solamente los dos puntos sencillos mencionados arriba.
Una sola pauta metódica me parece digna de mencionar porque es realmente importante: Las letras deben introducirse según el sonido que producen (p.ej. «L»), no según su «nombre» en el abecedario (p.ej. «ELE»). Los niños se confunden cuando les decimos «Esta es una ELE», porque cuando ven las letras «LO», leerán «ELE-O». Entenderán mucho mejor cuando les decimos: «Esta letra suena: LLLLL…, y si la juntamos con la O, suena LO.» – Más tarde, cuando sepan leer bien, habrá todavía suficiente tiempo para enseñarles el abecedario con su orden y sus nombres.

 

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El primer experimento en estimulación temprana; o: Como se provoca un «burnout» a una edad temprana.

Por el Dr. Raymond Moore

Al inicio del siglo XX, el docente de psicología de la universidad de Harvard, Boris Sidis, se obsesionó con la idea de producir «súper-bebés». El iba a hacerse famoso con el experimento, y su primera «muestra de exposición» iba a ser su propio hijo, el recién nacido William. Diariamente, él colgó letras y números sobre la cuna del bebé, y dijo sus nombres en voz alta. Efectivamente, a los seis a ocho meses, el pequeño niñito pudo reconocer algunos de ellos. A la edad de dos años sabía leer libros escolares. A los cuatro años escribió artículos en inglés y francés; y a los cinco años escribió sobre anatomía.
Pero cuando tenía ocho años, William empezó a desarrollar una risa histérica cuando se sentía estresado. Con esto dio más la impresión de un demente que de un genio. A la edad de catorce años, su padre insistió en que él diera su primera conferencia en la universidad de Harvard. Allí, el muchacho recibió un aplauso resonante – solamente para bajar del podio con una risa histérica e incontrolable. Su padre avergonzado lo despachó rápidamente a un sanatorio. Allí lo buscaron los periodistas; y William les dijo que su único deseo era poder vivir como una persona normal. Hizo un llamado a su padre a que terminase este experimento.
Pero cuando se había graduado en la universidad de Harvard y comenzó a trabajar en el instituto Rice en Texas, un instituto de la élite, él descubrió que no podía llevarse bien con otras personas.

Mientras él intentaba establecerse con sus colegas y sus estudiantes en este instituto, él fue convicto de haber incitado un disturbio, y fue suspendido como docente. William desapareció; y más tarde fue visto como trabajaba atendiendo en una tienda común. Una vez, por la insistencia de un amigo, aceptó una invitación a exponer sobre la probabilidad de la existencia de vida en Marte. Pero su mente sin juicio lo llevó, en lugar de esto, a hablar durante una hora sobre transferencias de carros.
América era demasiado ocupada con la guerra en el año 1944, para tomar nota de la muerte de William Sidis. El murió a la edad de 46 años en un hostal en Brookline, Massachusetts. Hasta su muerte se había negado a tener algún contacto con su padre, e incluso había rechazado su sustancial herencia.

Alrededor de 1960 se inició un programa notable en la ciudad afluente de Grosse Point, Michigan, una ciudad conocida por su alto porcentaje de ejecutivos brillantes. (…) El director de las escuelas estatales, Paul Mawhinney, empezó a experimentar con la escolarización temprana de los niños, admitiéndolos a la escuela a partir de los cuatro años de edad. El, y otros psicólogos, esperaban que se producirían jóvenes bien adaptados y que aprenderían más y mejor.
El proyecto debía durar catorce años. Pero después de tan solamente cuatro o cinco años, el Dr.Mawhinney y sus psicólogos se quedaron decepcionados. De los niños que habían comenzado la escuela a los cuatro años, resultó que un tercio de ellos tenian problemas con la adaptación social. Tres cuartas partes de ellos estaban deficientes en cuanto a las cualidades de liderazgo. Y solamente uno de cada veinte calificaba como un líder destacado – un porcentaje muy por debajo del promedio. Y se disparó el número de los fracasos escolares.
El comité declaró que el programa había sido un fracaso. Y no solamente esto: Fue un fracaso personal para la mayoría de los niños que participaban, porque destruyó su autoestima. Ellos concluyeron que si se hubiera permitido a los niños desarrollarse normalmente, muy probablemente hubieran destacado en todas las áreas. Sin embargo, los padres estaban tan obsesionados con la idea del «súper-bebé», que obligaron a los directores escolares a continuar con este experimento, ya fracasado, durante nueve años más.

(Raymond y Dorothy Moore, «The Successful Homeschool Family Handbook», 1994)

Mi comentario:

Estos experimentos (y varios otros parecidos) se hicieron hace mucho tiempo, y sus resultados negativos son conocidos. ¿Por qué entonces tantos países, tantos gobiernos y tantos padres de familia insisten en repetir estos mismos experimentos fracasados con sus propios hijos?

– Artículo relacionado: «Como las casas-cuna pueden destruir una nación»

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