Educación cristiana alternativa

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Convenios entre colegios y familias educadoras: Cómo podrían funcionar – y cómo no.

Con el crecimiento actual de la educación en casa también en Latinoamérica, diversas familias se estarán planteando la pregunta de cómo acreditarán los estudios de sus hijos si los educan en casa. Puede parecer ventajoso que una escuela o un colegio esté dispuesto a matricular a sus hijos y a certificar sus aprendizajes. Especialmente en países donde existe un vacío legal en cuanto a la educación en casa, y por tanto las autoridades – o unas personas mal intencionadas – podrían cuestionar este modelo educativo.

Algunas familias optan por matricular a sus hijos directamente en un programa de educación a distancia. Así se ahorran el trabajo de preparar materiales y proyectos educativos para sus hijos. Pero al mismo tiempo renuncian al privilegio de dirigir el aprendizaje de sus hijos, o – lo que me parece aun más importante – de darles libertades en cuanto al qué, cómo y cuándo quieren aprender. Los programas de educación a distancia tienen normalmente currículos y cronogramas fijos, preprogramados, igual como las escuelas presenciales. Por eso, nosotros nunca los hemos considerado como una alternativa válida, por lo menos no para alumnos de primaria. Una de nuestras razones más importantes por educar a nuestros hijos en casa, es que los currículos escolares pasan por alto el desarrollo individual y las necesidades individuales del niño. En muchos casos exigen de los niños conocimientos y capacidades demasiado avanzados para su nivel de desarrollo. Entonces los niños, en vez de aprender algo, solamente se confunden. Deseamos que nuestros hijos tuvieran la libertad de aprender a su paso, de acuerdo a su nivel de comprensión, y motivados por sus propios intereses.
Leí también acerca de varias otras familias educadoras, que generalmente se inician usando algún material o currículo fijo, intentando llevar una «escuela» en su hogar; pero que con el tiempo se dan cuenta de que éste no es el método más apropiado para sus hijos, y entonces se atreven a usar métodos más flexibles, más libres y más prácticos.
Pero si una familia tiene efectivamente esta intención, de llevar una «escuela» en su casa igual como las escuelas existentes, entonces la inscripción en un programa a distancia es por supuesto el camino más lógico.

Cuando nuestro hijo mayor llegó a la edad de entrar al primer grado, y demostró también las habilidades intelectuales correspondientes, entramos en un acuerdo con una escuela privada, de que lo iban a matricular y tomarle exámenes dos veces al año para certificar sus conocimientos, mientras nosotros lo educábamos en casa. Este era un acuerdo un poco más flexible que un programa a distancia; pero aun así resultó no apropiado para nuestro hijo. La escuela, aunque era una escuela privada y cristiana, no se distinguía mucho de las escuelas estatales en sus políticas y métodos. Solamente que, como muchas escuelas privadas, tenían la ambición de ser «más avanzados», o sea, adelantaron en su primer grado muchos contenidos que corresponden a niveles posteriores. Esto nos impuso una carga demasiado pesada y a menudo desanimaba a nuestro hijo. En la primera mitad del año dio sus exámenes bien, y puesto que la escuela tenía clases pequeñas, disfrutaba también de los tiempos con los otros niños de la escuela. Pero después aumentaron los problemas: El siempre escribía con letras bastante grandes, porque su motricidad todavía no era lo suficientemente desarrollada para escribir letras pequeñas. Pero en la segunda mitad del año, la profesora dijo que ya no le iban a permitir eso, y que tenía que escribir con letras pequeñas. Después de eso, él se quejaba cada vez de que le dolía la mano al escribir, y quedó tan desanimado que durante dos meses ya no quiso escribir nada. Además, al fin del año lo calificaron desaprobado en matemática. No porque hubiera calculado mal; solamente porque había escrito los resultados afuera de los espacios provistos, y porque había resuelto algunos problemas según su propio procedimiento original, en vez de usar el procedimiento prescrito por la escuela. Por eso le exigieron asistir a clases de refuerzo en las vacaciones. (Cuando después nos afiliamos a la Fundación Moore, le atestiguaron una inteligencia matemática por encima del promedio.)

Concluimos entonces que esa escuela no era apropiada para la educación de nuestros hijos, y buscamos alternativas. Encontramos que la Fundación Moore – una organización que asesora a familias educadoras en los Estados Unidos – tenía un programa en español, y nos afiliamos allí. Aunque esto no nos brindó ningún reconocimiento oficial (a lo máximo nuestros hijos hubieron sido considerados como si hubieran cursado estudios en el extranjero), pero recibimos un asesoramiento muy valioso acerca de los mejores métodos de educación en casa, por una organización especializada en este tema. – Desafortunamente, este programa se cerró hace unos años, por falta de familias interesadas.
En particular, ellos nos animaron a no preocuparnos tanto por si nuestros hijos estaban «cumpliendo con el currículo», y a confiar más en su desarrollo natural y en su propia motivación para aprender. A lo largo, esto resultó ser un muy buen consejo. Dimos a nuestros hijos mucha libertad para aprender las cosas que a ellos les interesaban. Efectivamente, encontramos que necesitamos una sola «hora académica» al día para enseñanzas sistemáticas de matemática, ortografía, gramática, etc. El resto del tiempo, nuestros hijos se ocuparon por sí mismos con lecturas o proyectos prácticos, o los involucramos en nuestros propios trabajos dentro y fuera del hogar. Con esto, durante sus años de primaria probablemente hubieran sido considerados como «atrasados» si hubieran sido evaluados por una escuela tradicional según el currículo estatal. Pero lo que aprendieron, lo aprendieron a fondo y con motivación propia, porque los contenidos les interesaban y eran de acuerdo a su nivel de comprensión. Entonces, al entrar a la adolescencia, su aprendizaje literalmente se disparó, de manera que ahora están «adelantados» en la mayoría de las materias. Nuestro hijo mayor ya está ayudando a alumnos mayores que él con sus tareas de matemática.

Con eso ya no nos preocupamos mucho por certificados de estudios. Pudimos comprobar que nuestros hijos son capaces de adquirir cualquier conocimiento que necesitan. Entonces se les presentarán también oportunidades para demostrarlo. En los Estados Unidos, hace unas décadas, fue una gran novedad cuando unos estudiantes educados en casa se presentaron a la universidad. Aprobaron los exámenes de admisión sin problemas, pero no tenían certificados de estudios. Entonces sugirieron a los encargados del proceso de admisión, que en lugar de certificados podrían entregar un portafolio de sus trabajos realizados durante su educación en casa, como prueba de lo que habían estudiado: Trabajos escritos de investigación; resúmenes de libros que habían leído; composiciones y ensayos; obras de arte; etc. Varias universidades aceptaron esta propuesta, y con el tiempo se dieron cuenta de que los estudiantes educados en casa generalmente demostraron mejores cualidades de aprendizaje que los estudiantes que venían de una escuela. En consecuencia, la mayoría de las universidades en los Estados Unidos introdujeron la «admisión por portafolio» como una alternativa oficial para estudiantes que no tienen certificados de estudios previos.

Por mientras nos enteramos de que en el Perú existen dos caminos oficiales como un alumno que nunca asistió a la escuela, puede obtener un certificado de estudio:
1. Para sus últimos años escolares puede matricularse en un colegio no escolarizado o a distancia. Se le aplica una «prueba de ubicación», y entonces puede comenzar sus estudios en el grado que corresponde a sus conocimientos. (Ley General de Educación, Art.26 y 37; Directiva No.004-VMGP-2005, Art.5.15.)
2. Puede solicitar la convalidación de estudios independientes; entonces dará un examen en un colegio autorizado para este tipo de evaluación, y tiene derecho a un certificado de estudios de acuerdo a sus conocimientos. (Ley General de Educación, Art.26.a; Directiva No.004-VMGP-2005, Art.5.13.)

En Colombia existe esta misma posibilidad del examen de validación, lo cual significa un reconocimiento oficial de la educación en casa, como declaró una representante del ministerio de educación colombiano:

«… La alternativa de una educación sin escuela, no corresponde a una opción de mayorías tanto en Colombia, como en el mundo; y por ello no está legislada por el MEN de manera explícita; y esto es entendible, porque las políticas públicas por su misma naturaleza, están diseñadas y tienden a ocuparse de las mayorías.
No obstante, como las leyes claramente responsabilizan de manera primaria a los padres de la educación de sus hijos, y en la autonomía que tienen éstos para velar y proteger los derechos de éstos, pueden escoger si envían o no a sus hijos a las instituciones educativas, la educación sin escuela puede ser una opción posible, siempre y cuando los papás garanticen al Estado que los niños están recibiendo una educación de calidad.
¿Y a través de qué mecanismos pueden llevarse a cabo estas opciones?, mediante los exámenes de validación que los niños y jóvenes pueden realizar. La normatividad (exactamente el decreto 2832 de 2005) contempla que cualquier niño o joven puede demostrar que ha logrado los conocimientos, habilidades y destrezas en cada una de las áreas obligatorias y fundamentales establecidas para los grados de la educación básica y media académica, validando sus estudios mediante evaluaciones o actividades académicas de manera gratuita, en establecimientos educativos que cumplan con los requisitos legales (…)»
(Heublyn Castro Valderrama, Subdirectora de Referentes y Evaluación de la Calidad Educativa, Ministerio de Educación Nacional de Colombia.
Ponencia en el congreso «Educación sin Escuela (ESE), Autoaprendizaje Colaborativo (AC) y Educación en
Familia (EF)», 2009-2010, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Los textos completos de dicho congreso están publicados en http://www.slideshare.net/educacionsinescuela/un-mundo-por-aprender.)

Nos enteramos también de que existe un pequeño puñado de escuelas alternativas que no imponen un currículo rígido, sino que permiten a los alumnos avanzar a su paso individual, y les dan también ciertas libertades al escoger proyectos según sus propios intereses, de una manera parecida a lo que sugieren los Moore. Algunas de estas escuelas alternativas pueden estar en la disposición de matricular también a niños educados en casa. Si una familia educadora desea entrar en un convenio con una escuela para que reconozca los estudios de sus hijos, opino que una tal escuela alternativa sería una mejor opción que una escuela tradicional. Aunque desde nuestra perspectiva cristiana estamos un poco incómodos con las tendencias hacia el esoterismo que existen en muchas de estas escuelas (Montessori, Waldorf, etc); pero en lo pedagógico son las más afines a una buena educación en casa. Estas escuelas alternativas, por lo general, comprenden mejor el desarrollo del niño y sus necesidades educativas, inclusive la necesidad de libertad en cuanto al «currículo personal» de cada niño. Y si se trata solamente de avalar los estudios de niños educados en casa, donde los padres siguen siendo los responsables de la educación, pienso que un convenio es posible aun teniendo convicciones religiosas distintas. Nos agradaría si existiera alguna escuela cristiana que tuviera esta misma comprensión, pero desafortunadamente hasta ahora todavía no encontramos a ninguna.

Aun mejor sería si una escuela podría oficialmente ofrecer cobertura y asesoramiento para la educación en casa, como lo hace la «Fundación Moore». Pero como asesores deberían fungir padres educadores con suficiente experiencia en la educación de sus propios hijos. Un profesor de una escuela, que conoce este modelo educativo solamente en la teoría, no va a poder brindar un asesoramiento y una evaluación adecuados. Los Moore cuentan que en su experiencia, los profesores de profesión son normalmente los que más dificultan en comprender e implementar la educación en casa: «¡Ellos necesitan desaprender tantas cosas!»

Parece que las escuelas alternativas hacen la misma experiencia, de que los profesores profesionales tienen poco entendimiento de lo que es una educación de acuerdo al desarrollo natural y las necesidades del niño. Por eso, algunas de estas escuelas prefieren contratar a profesores que no tienen título de profesor, pero que tienen experiencia educativa práctica y comprensión por los niños. A lo largo de mis propias investigaciones descubrí que muchos elementos del sistema escolar, tales como la separación de los niños por grados, los currículos normados, y las calificaciones con exámenes y notas, no se fundamentan en ningún principio pedagógico. Se fundamentan únicamente en la necesidad burocrática de «administrar» de manera eficaz a un gran número de niños en instituciones masificadas. Pero como familias no tenemos estas necesidades administrativas, y por tanto podemos prescindir de métodos que solamente sirven a estas necesidades.

Por tanto pienso que un convenio entre una escuela y una familia educadora no puede funcionar bien si la escuela se basa en un modelo tradicional, y si sus profesores creen que ellos son «los expertos» en educación. Como mínimo, los profesores tendrían que reconocer que ellos son expertos solamente en la educación escolarizada, pero que la educación en casa es un modelo muy distinto, igualmente válido, y donde los profesores no son expertos. Para que esto pueda suceder, hará falta mucho diálogo. – Por el otro lado, las escuelas alternativas tendrán probablemente menos dificultades en comprender la educación en casa. Y quien sabe, si quizás podrían también asumir un rol de «mediadores» en el diálogo entre familias educadoras y escuelas tradicionales.

Otra alternativa que podría ser interesante en el futuro, son los cursos por internet. Plataformas como «Coursera» o «Udacity» están actualmente experimentando con cursos masivos que ofrecen el mismo nivel académico como los cursos presenciales en las universidades respectivas. La mayoría de estos cursos todavía no tienen reconocimiento oficial, y están limitados al nivel de la educación superior. Pero es bien posible que en el futuro, tales cursos podrían remplazar gran parte de los estudios presenciales. Y para familias educadoras que cultivan en sus hijos el aprendizaje activo e independiente, lo mismo podría funcionar al nivel de la educación media (secundaria). Esta no es una «educación a distiancia» con currículos y cronogramas rígidos, porque el estudiante puede escoger los cursos que desea llevar, según sus intereses y necesidades, según su nivel de comprensión, y según el tiempo que dispone. Entonces, un estudiante educado en casa podría fácilmente seguir estudiando de la manera acostumbrada desde niño, haciendo uso de estas oportunidades por internet.

 

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Olimpiadas de matemática: No solo Einstein …

Hace algún tiempo mencioné que Albert Einstein probablemente no hubiera ganado ninguna olimpiada de matemática. Su pensamiento era demasiado lento – pero tanto más profundo. Einstein no es el único ejemplo de ello. De hecho, tengo que suponer que la mayoría de los matemáticos realmente buenos se sentirían muy incómodos con la manera como se llevan a cabo las «olimpiadas de matemática» contemporáneas. Y los ganadores de estas olimpiadas muy probablemente no serán los mejores matemáticos. Aquí tenemos más evidencia de ello:

«Muchos pensadores matemáticos fuertes y profundos sienten repulsión ante la matemática (escolar), a causa de su énfasis en la velocidad. En mi experiencia, los matemáticos están entre las personas más lentas que conocí. Esto no lo digo como un insulto contra los matemáticos; al contrario: A menudo ellos son lentos en pensar porque su pensamiento es muy profundo.
Lauren Schwartz es una de las matemáticos más grandes de Francia; ella ganó la Medalla Field, que es algo como el Premio Nobel en matemáticas. Ella dice acerca de su tiempo escolar:
‘Siempre me sentía muy insegura acerca de mi propia capacidad intelectual. Pensé que yo no era inteligente. Y es cierto que yo era bastante lenta, y todavía lo soy. Necesito tiempo para captar las cosas, porque siempre necesito comprenderlas completamente. Incluso cuando alguna vez logré ser la primera en responder una pregunta de la profesora, era solamente porque eran preguntas cuya respuesta yo ya sabía. Cuando surgía una pregunta nueva, otros alumnos siempre respondían antes que yo. En mis últimos años escolares, yo pensaba dentro de mí que yo era estúpida, y esto me preocupaba por mucho tiempo. Nunca lo dije a nadie, pero siempre estaba segura de que algún día me descubrirían como una impostora. El mundo entero vería que en realidad yo no era inteligente. Ahora, esto nunca sucedió. Aparentemente nadie nunca se dio cuenta, y sigo siendo tan lenta como siempre. Al terminar la secundaria, finalmente llegué a la conclusión de que la rapidez no está relacionada con la inteligencia. Lo que importa es entender las cosas profundamente, y entender como se relacionan entre sí. Allí está la inteligencia. No es relevante si alguien es rápido o lento. – Claro que te ayuda si eres rápido, como también te ayuda tener una buena memoria. Pero no es necesario ni suficiente para tener éxito intelectual.'»
(Jo Boaler, educadora en matemática, Universidad de Stanford)

¿Por qué entonces los exámenes de matemática en las escuelas dan tanta importancia a la rapidez? Se exige que se resuelvan dentro de un límite fijo de tiempo; y a menudo son preparados de tal manera que solamente uno o dos alumnos de toda la clase logran resolver todos los ejercicios dentro de este tiempo. Entonces, muchos alumnos sacan malas notas no porque se hubieran equivocado, sino simplemente porque no se les dio suficiente tiempo para resolver el examen. Y según lo que dicen los matemáticos profesionales, ¿dónde tendríamos que buscar a los futuros matemáticos buenos, a los pensadores profundos? – ¡Exactamente entre estos alumnos «lentos» que no logran resolver todos los ejercicios dentro del tiempo!

Esto es no solamente injusto; es trágico. No solamente para los perdedores. Es trágico también para los ganadores. Imaginémonos a ese ganador de una olimpiada de matemática, que ahora orgullosamente piensa que él es «el mejor». Elige una carrera matemática o científica porque piensa que eso le sería fácil. Y solamente cuando ya está bastante avanzado en sus estudios universitarios, recién se dará cuenta de que en realidad él no es tan buen pensador. Lo que le ayudó para ganar la olimpiada de matemática, eran mayormente fórmulas memorizadas, «trucos» para resolver ciertos tipos de problemas de manera muy rápida (pero sin entenderlos verdaderamente), y la rutina de haber resuelto muchos ejercicios similiares. Pero todo eso no es pensamiento matemático. La capacidad de pensar profundamente, de llegar «al fondo» de un asunto, no se cultiva en olimpiadas de matemática ni en exámenes escolares. Pero esta sería exactamente la capacidad más necesaria para un buen matemático o científico.

Escuchemos otra vez a Jo Boaler acerca del daño que hacen los límites de tiempo en los exámenes:

«Uno de los mensajes más importantes que nos dan las neurociencias, es que la matemática nunca se debería asociar con rapidez. Se hicieron numerosas investigaciones en los últimos años, demostrando que los ejercicios y exámenes con límite de tiempo causan la fobia ante la matemática a temprana edad. Yo pienso que los exámenes con límite de tiempo son algo de lo más dañino en el sistema escolar.
Sian Beilock y sus colegas hicieron escaneos del cerebro para estudiar como el temor afecta a los estudiantes cuando calculan con datos matemáticos en exámenes con límite de tiempo. Los cálculos requieren recobrar información almacenada en la memoria funcional del estudiante. Cuanto más memoria funcional tiene una persona, más potencial tiene para el éxito académico. Ahora, Beilock y sus colegas encontraron que el estrés bloquea la memoria funcional. Así que los estudiantes no pueden recordar los datos que les son conocidos. Ud. tal vez reconoce esta situación de cualquier situación en público donde Ud. tuvo que usar algo de matemática que le era conocido – tal como calcular el cambio en un restaurante -, y Ud. miró los números y sintió que su mente quedó en blanco. Este es el impacto del estrés que bloquea la memoria funcional. – Ellos encontraron que la fobia ante la matemática impacta más a las personas con mayor cantidad de memoria funcional; o sea, exactamente a aquellos estudiantes que tendrían el potencial de llegar a un nivel alto en la matemática.»

Reitero por tanto mi llamado a cambiar la forma de las olimpiadas de matemática. En vez de exámenes con límite de tiempo, se deberían dar tareas de investigación que invitan a analizar un problema de manera profunda, y con suficiente tiempo para resolverlo. (Vea en este artículo.)

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