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La salud es personal

En estos tiempos, que «la verdad tropezó en la plaza» (y más aun en los medios de comunicación), me parece muy importante dar a nuestros niños desde el inicio una perspectiva sana y cristiana acerca de los asuntos importantes de la vida.

Por ejemplo la salud. Desde hace décadas ya se nos lava el cerebro, diciéndonos que «la salud es asunto del gobierno». De manera que hoy en día, mucha gente cree que el gobierno es el encargado de decirles cómo cuidar su salud, y qué hacer cuando se enferman. La palabra mágica que induce esta creencia, es «salud pública«. Este es el mismo truco como cuando a las escuelas gubernamentales las llaman «escuelas públicas»: En realidad quieren decir «Escuelas controladas por el gobierno». Y así también «salud pública» significa en realidad: «la salud controlada por el gobierno». (Vea también «El estado no es Dios».)

De hecho, algo así como «salud pública» no existe. La salud es un asunto personal. Solamente una persona individual puede diagnosticarse como «sana» o «enferma» en el sentido médico; pero no el «público» en general. Hasta hace poco, en los países civilizados regía el secreto profesional de los médicos: No era permitido que un médico divulgase datos acerca de los pacientes que trató, y acerca de su estado de salud. Solamente en los últimos años, los gobiernos del mundo exigen de una manera cada vez más agresiva el acceso y el control sobre las historias clínicas de la población, y empiezan a emitir órdenes discriminatorias basadas en el estado de salud o en los tratamientos recibidos.

En los países que disfrutaron de mayores libertades, la libre elección del médico siempre se ha considerado un derecho fundamental. O sea, que nadie se vea obligado a hacerse tratar por un médico desconocido, o por uno en quien no tiene plena confianza.
Obviamente, este derecho no existe en los países latinoamericanos, los que están acostumbrados a gobiernos autoritarios y enfatizan la «salud pública». En estos países, solamente las personas muy adineradas pueden darse el lujo de tener un «médico de cabecera». El pueblo común se ve obligado a acudir a las instituciones estatales, donde son asignados arbitrariamente a ser tratados por personas desconocidas; donde los pacientes son tratados como súbditos, y los médicos se creen pequeños reyes.
Nos debe dar que pensar que aun en Estados Unidos, un país donde la medicina está bastante avanzada, la tercera causa más frecuente de muerte es el tratamiento médico. Eso incluye no solamente los casos de negligencia médica o mala práctica. Incluye también muchos casos donde los médicos actúan correctamente según los protocolos estándar, y sin embargo, el tratamiento administrado tiene consecuencias mortales. De verdad, en muchos casos el tratamiento es peor que la enfermedad. ¿Y cuánto más en un país donde los médicos son tan privilegiados que raras veces tienen que responsabilizarse por sus errores; trabajan de manera menos concienzuda; y la burocracia estatal interfiere constantemente con los derechos de los pacientes?

En realidad, una buena relación personal de confianza entre paciente y médico es esencial para un exitoso proceso de sanación. Un médico de confianza no aplicará rutinariamente un protocolo prescrito por el gobierno. Evaluará la situación individual del paciente, las circunstancias particulares de su enfermedad o lesión, y las reacciones particulares de su cuerpo a determinados tratamientos. Informará al paciente verídicamente acerca de las opciones disponibles, sus potenciales beneficios y riesgos. Respetará las decisiones del paciente respecto a los tratamientos a seguir. Así también el paciente se siente tranquilo, está psicológicamente mucho mejor, y eso a su vez favorece su recuperación.
Pero no sucede así en las instituciones de la «salud pública». Quienes trabajan allí, no son realmente «trabajadores de salud»; son funcionarios del gobierno. Trabajan para implementar las políticas del gobierno, no para mejorar la salud de los pacientes. No se dan tiempo para tratar de entender la situación individual de cada paciente; y no asumen responsabilidad por los efectos adversos de sus tratamientos. Y a menudo están bajo la presión de metas burocráticas impuestas desde el gobierno y desde las grandes empresas farmacéuticas: tienen que alcanzar un número determinado de enfermedades respiratorias tratadas, de mujeres esterilizadas, de niños vacunados; tienen que vender un número determinado de dosis de ciertos medicamentos; etc. En un ambiente así, los pacientes se deprimen, y eso a su vez empeora su estado de salud.
Sí, existen también clínicas privadas; pero ésas funcionan a menudo según el mismo modelo como las instituciones gubernamentales. Además, muchas de ellas basan sus decisiones en la maximización de ganancias, y no en las necesidades de los pacientes. De hecho, los problemas del supuesto «sistema de salud» tienen mucho en común con los problemas del sistema escolar, que hemos tratado repetidamente en este blog.

Un conocido epidemiólogo estadounidense dijo:

La comunidad de los trabajadores de salud es una estructura muy autoritaria. La mayoría de los médicos no se informan mediante investigaciones originales, ni razonan por sí mismos. Solamente escuchan a los representantes de las empresas farmacéuticas (…), y así tienen un montón de conflictos [de interés].»

A la mayoría de los niños no les gusta ir al médico, y le tienen miedo. Podemos distinguir allí dos componentes diferentes:

1. El miedo al dolor, al sufrimiento.
Este es un miedo que debemos ayudar al niño a superarlo poco a poco, con mucha paciencia y comprensión. El dolor y el sufrimiento son una parte normal de la vida, y a veces incluso son necesarios para alcanzar una meta. Un trabajo físicamente exigente, una caminata larga, un entrenamiento deportivo intenso, también causarán dolor, igual como un tratamiento médico puede causar dolor. En este aspecto, los niños necesitarán aprender a ser seguidores de Jesús, quien «por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz» (Hebreos 12:2).

2. El miedo a la invasión de la privacidad de su cuerpo.
Este es un miedo justificado, que no debemos pasar por alto ni tomarlo a la ligera. Es natural que no querramos que otras personas toquen nuestro cuerpo de una manera que nos parece desagradable. Es este mismo miedo que protege al niño contra el abuso físico y sexual, porque hace que el niño se sienta alarmado y se dé cuenta de que algo está mal, cuando alguien lo toca de una manera indebida. Si hacemos callar esta alarma, y si damos a entender al niño que está mal sentir este miedo (por ejemplo en ocasión de un examen médico), entonces hacemos que se vuelva vulnerable hacia el abuso.
Esta es una razón más por qué el médico debe ser una persona de confianza; alguien a quien elegimos libremente a base de una relación personal. No es sabio ni seguro, dejar que nuestros niños sean examinados y tratados por personas desconocidas en una institución estatal despersonalizada.
Aun nosotros como adultos necesitamos recuperar nuestra autoestima respecto a nuestro derecho de decidir nosotros mismos acerca de nuestro cuerpo y nuestra salud. El principio del consentimiento informado, reconocido internacionalmente, define que nadie puede ser sometido a un tratamiento médico sin su consentimiento voluntario. El consentimiento se considera inválido si fue obtenido mediante manipulación, coerción, o la influencia de personas en posición de autoridad; o si el paciente no fue informado de manera verídica y completa acerca de los posibles riesgos. (Resumido según el artículo correspondiente en Wikipedia.) Esto es de suma importancia hoy en día, donde por presión o manipulación de «personas en posición de autoridad» se inyectan sustancias potencialmente dañinas en millones de personas, sin informarlos adecuadamente de que existe el riesgo de discapacidad e incluso de la muerte. Muchos de nosotros los adultos también nos hemos acostumbrado, cuando se trata de asuntos médicos, a apagar nuestra alarma interna que nos dice: «Me molesta y me da miedo que hagan eso con mi cuerpo.»

Si la salud es personal, y si el «consentimiento informado» tiene algún significado, entonces ningún gobierno tiene el derecho de declarar ciertas intervenciones médicas como obligatorias, y de prohibir otras. Aunque a mucha gente les parezca extraño, pero no necesitamos ninguna ordenanza gubernamental para cepillar nuestros dientes, lavar nuestras manos, o alimentarnos de manera saludable. Cada persona tiene el derecho de decidir en responsabilidad propia cómo manejar asuntos como estos, si darles importancia o no, o cuidar su salud de alguna otra manera.

Sugiero entonces, para llegar a una perspectiva más sana acerca de los cuidados de la salud, que primero bajemos a la profesión médica de su pedestal. Un médico no es un dios; no es omnisciente; y tampoco es un gobernante con el derecho de darnos órdenes. Un médico es simplemente alguien que ha estudiado mucho acerca de la salud y la enfermedad; pero también es un ser humano con sus puntos fuertes y sus fallas. Si es un buen profesional, entonces aplicará sus conocimientos sabiamente para ayudarnos a sanar, dentro de sus posibilidades y limitaciones. (Desgraciadamente, algunos médicos ni siquiera son buenos profesionales.) Pero al fin de cuentas, no es el médico que nos sana. El tratamiento médico solamente ayuda a nuestro cuerpo a realizar mejor sus propias funciones de curación, creadas por Dios; como por ejemplo las funciones del sistema inmunológico, o los mecanismos de restauración de tejidos para la curación de heridas.

En segundo lugar, sugiero que en lo posible busquemos opciones de tratamiento médico que sean independientes del sistema estatal. Sé que eso requiere un esfuerzo de buscar a personas idóneas, y que existen limitaciones financieras. Pero no es que por naturaleza sea más caro hacerse atender por un médico independiente. Mas bien, el sistema está sesgado por la política financiera del gobierno. (Tenemos aquí otra paralela a la situación respecto a la educación.) Cuando haya más personas que conscientemente busquen independizarse en cuanto a los cuidados de salud, entonces se crearán más oportunidades de trabajo para médicos independientes, y la medicina independiente se volverá también más sostenible económicamente. Si la salud es un asunto personal, debe tratarse en el marco de una relación personal.
¿Qué cualidades buscaría yo en un médico, para encomendarle mi salud? – La siguiente lista seguramente es incompleta, pero es un inicio:
– Que sea una persona íntegra y honesta.
– Que me respete como persona, y que respete mis derechos de paciente.
– Que demuestre, en su práctica, capacidades adecuadas de diagnóstico y tratamiento.
– Que respete el secreto profesional, no compartiendo mis datos y asuntos personales con terceras personas.

Si Ud. me dice ahora que no puede encontrar un médico según estos criterios, entonces pregúntese por qué. ¿Será que el sistema de la «salud pública» desalienta el desarrollo de las cualidades humanas en los médicos? Seguramente, algo está muy mal si un médico puede perder su trabajo por discrepar con la política del gobierno, mientras que ningún médico pierde su trabajo por tratar mal a sus pacientes. Con tanto más razón hay que volver a incentivar el trabajo de los médicos independientes. Donde los pacientes eligen libremente a sus médicos, los médicos tienen un incentivo para tratar bien a sus pacientes. Donde los médicos son funcionarios del estado, tienden a convertirse en la misma clase de burócratas despiadados como los que manejan las otras áreas del gobierno.

Y tercero, pero no menos importante, que devolvamos a Dios el lugar que le corresponde. Nuestros cuerpos no son propiedad del estado; son creación de Dios. Él es Señor sobre la salud y la enfermedad. En la enfermedad, busquemos primero a Dios y sólo después al médico. En este respecto, mi hijo nos enseñó una gran lección cuando tenía sólo tres años de edad. Jugando, se había caído de un árbol y se había lesionado los pies. Toda la tarde, el dolor era tan fuerte que no podía caminar. Oramos juntos a Dios, pero el dolor no disminuyó. Le dijimos: «Ahora tenemos que llevarte al médico.» – Él respondió: «No, prefiero confiar en Dios.» – Nosotros no estábamos felices con su respuesta, pero cedimos. Pedimos otra vez con más insistencia a Dios que lo sanara. Después dijimos: «Pero si mañana tus pies no están mejor, iremos al médico.» – En la mañana siguiente, nuestro hijito se despertó sin dolor y caminó normalmente.
Y en las situaciones donde sí necesitamos un médico, preferimos que también el médico tenga temor a Dios. Añadamos esto a la lista de los criterios de un buen médico.
Confiar en Dios, en mi opinión, incluye también hacer uso de las propiedades curativas de las plantas y de otros elementos de Su creación. Así podemos disminuir grandemente la dependencia de los medicamentos sintéticos, los que a menudo tienen efectos secundarios no deseados.
Y finalmente, si reconocemos a Dios como Señor, reconocemos también que Él es quien determina el fin de nuestra vida. La vida no es el máximo valor. – «Porque mejor es tu misericordia que la vida» (Salmo 63:3). – «Ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo …» (Hechos 20:24). – No tiene sentido dejar de hacer lo que Dios nos ha mandado (p.ej. trabajar; ayudarnos mutuamente; reunirnos para animarnos mutuamente en la fe), en el afán de quizás añadir con eso unos cuantos años a nuestra vida o a las vidas de otras personas. Desde la perspectiva de Dios no importa si nuestra vida es larga o corta, con tal que la vivamos para Su gloria. Jesús vivió solamente 33 años en esta tierra; pero Su vida tuvo el máximo impacto para la gloria de Dios. Aprendamos entonces «de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmo 90:12); y enseñemos lo mismo a nuestros niños.

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Gerald Hüther: La domesticación disminuye el tamaño del cerebro

Gerald Hüther: La domesticación disminuye el tamaño del cerebro

Hace poco, el conocido neurólogo Gerald Hüther publicó una carta a todos los interesados en sus investigaciones. Un pequeño resumen:

El volumen de nuestros cerebros disminuye. Eso se debe, aparentemente, a nuestra vida cada vez más «domesticada», con más comodidades, pero también más restringida. Y una educación severa, causante de miedo, que limita a los niños a espacios y oportunidades muy reducidos, y así los hace perder su curiosidad y creatividad innatas.

Lo mismo sucede con las funciones de nuestro sistema inmunológico, en un ambiente donde somos artificialmente aislados de los patógenos, mediante innumerables protocolos sanitarios.

– Ante esta situación y ante la mucha manipulación y seducción a la que estamos expuestos, Hüther propone recuperar nuestra dignidad humana, libertad, y capacidad de amar. Además propone formar alianzas entre ciudadanos y profesores, con la meta de cambiar las escuelas para que los niños ya no pierdan su alegría de aprender y de vivir.

A continuación una traducción de la carta de Hüther:


Queridos interesados y acompañantes críticos, amigos y apoyantes de todo género,

estamos ante las elecciones (en Alemania), la siguiente ola de COVID-19 se vislumbra, las divisiones y polarizaciones de la sociedad aumentan, tenemos problemas imposibles de solucionar. Nunca antes he visto tanta inseguridad, tanto temor, impotencia y resignación, desorientación, tantas acusaciones ocultas y abiertas.

Obviamente estamos viviendo un cambio epocal. Todos entienden que las cosas no pueden continuar así. Muchos hacen buenas sugerencias; pero mientras que no estamos capaces y dispuestos a poneras en práctica, no saldremos de los problemas que hemos causado nosotros mismos.

Hace poco leí que el volumen del cerebro humano disminuyó constantemente durante los últimos diez mil años. La causa parece ser la «autodomesticación» cada vez más fuerte de nuestros antepasados. Lo mismo se puede observar en animales domésticos. Por ejemplo, el volumen del cerebro de asnos que viven en libertad, es aproximadamente en un tercio mayor que el de los asnos domésticos.

Eso coincide con el siguiente hallazgo que fue publicado recientemente en el «Journal of Development and Psychopathology»:

Una educación severa, y los miedos causados por ella, hace que disminuya el volumen cerebral de los niños. A veces pregunto a los participantes de mis conferencias si pueden recordar cuándo perdieron su curiosidad y creatividad innatas. Yo hubiera pensado que fue en la escuela. Pero aproximadamente dos tercios dicen que eso ya pasó en su infancia, en su familia de origen.

Todo eso es preocupante. Pero es también un argumento científico para incentivarnos a cambiar radicalmente nuestra idea de lo que es importante en la vida, nuestro estilo de vida, y la educación de nuestros niños.

De otro modo, nos espera un destino similar al de las tenias. Sus antepasados eran unos seres bien vivos que vivían en la tierra, y tenían un cerebro bien funcional. Algunos de esos gusanos fueron especialmente listos, y comenzaron a buscarse un hábitat donde siempre hay comida, donde el clima siempre es agradable, y donde ningún enemigo amenaza su vida: los intestinos de los mamíferos. (…)

Si miras dentro de la cabeza de una tenia, puedes ver por ti mismo(a) lo que queda de un cerebro que se usa solamente para proveerse de una vida cómoda sin preocupaciones. Los seres más exitosos en encontrar un hábitat ideal, tienen el cerebro más reducido.

Eso parece horroroso, pero nosotros todavía no estamos en ese punto. Quizás podemos todavía animar e inspirarnos unos a otros a volver a usar nuestros cerebros de manera que no sigan disminuyendo. (…) Para el inicio, podemos empezar a solas. Pero mejor es hacerlo juntos con otros que también están cansados de vivir como tenias.

Yo mismo disfruto mucho de acompañar a tales personas en su camino. (…) Lo intento junto con otros, en las actividades de nuestra academia para el desarrollo del potencial humano. (…) De allí resultaron unas iniciativas en Alemania, Austria y Suiza. Por ejemplo, personas que desean mantener su dignidad y ya no desean ser manipulados y seducidos, se han juntado en «grupos Brújula de Dignidad». También aumenta el número de personas que desean mostrar más amor a sí mismos(as) y a sus prójimos, y que están intercambiando sus experiencias con eso. (…) Un equipo incentiva a padres, profesores y otros interesados a obrar en las escuelas locales para volver a despertar el deseo de los alumnos a aprender. (…)

La alegría de aprender es una expresión de la alegría de vivir. La meta de nuestro equipo es: «Queremos que en nuestra escuela ningún niño vuelva a perder la alegría de aprender.» (…) Queremos que los niños mantengan lo más importante que ya tienen desde el inicio, y que impide que su cerebro disminuya: su alegría de descubrir cosas nuevas y de crear cosas nuevas juntos.

Sé que eso es un proyecto astuto. Si en muchos lugares se juntan los ciudadanos con los profesores en este sentido, se ejercerá bastante presión sobre las autoridades escolares. Muchas escuelas lograrán liberarse de sus enredos fatales, y se convertirán en lugares de vida y alegría para todos los involucrados.

Pero quizás veremos a muy pocos dispuestos a actuar activamente en este sentido. Entonces tendremos que reconocer que este camino no funciona. Pero queremos por lo menos intentarlo. (…)

En los medios digitales se pueden publicar no solamente noticias falsas o mensajes de odio. También se pueden publicar consejos e informaciones que nos animan y nos muestran nuevos caminos para resolver los problemas de nuestra sociedad de una manera más creativa. Por eso, junto con unas personas que me apoyan, he creado un canal propio de YouTube. (Cuidado Dr.Hüther: Youtube le va a censurar si sus ideas son demasiado buenas. N.d.tr.)
Casi ya no doy conferencias, y he dejado de viajar. No aguanto bien estar sentado en un tren con una mascarilla en la cara.

Soy vacunado, aunque no contra la COVID. Ya fui infectado con COVID, pero puesto que no me he enfermado seriamente, tampoco me consideran como «recuperado».
Observo con preocupación la situación en Israel. (El país que más avanzó con la «inmunización», es ahora el país más infectado. Sus certificados vencen seis meses después de la emisión, porque las autoridades consideran que ya no hay protección, y se les exige una tercera dosis. N.d.tr.) Obviamente, el virus no se puede vencer tan fácilmente como nos prometieron. Y parece que nuestro sistema inmunológico funciona de manera similar como nuestro cerebro: Se deteriora con las muchas medidas de higiene y protección. Esas medidas impiden que el sistema inmunológico aprenda bien a eliminar los patógenos.

Por ahora no puedo saber qué sucederá, espero escribir otra vez el próximo año. Entonces sabremos mejor hasta donde habrá avanzado la disminución del cerebro en nosotros, y qué habrá quedado todavía de nuestra capacidad inmunológica de antaño.

Hasta entonces les deseo que lo pasen bien, que mantengan su dignidad, aun cuando no es fácil, y que sean amorosos con ustedes y con todos los seres vivos.

Con un saludo cordial,

Gerald Hüther

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El sistema escolar – hasta sus últimas consecuencias

Los padres y madres peruanos siempre han demostrado un afán diligente de hacerse esclavos del sistema escolar. En el momento de escribir esto, el resultado de las recientes elecciones todavía no es oficial. Pero ya se sabe que aproximadamente la mitad de los electores llevaron ese afán por la escuela a su último consecuencia, eligiendo como presidente a un profesor de escuela. Muchos peruanos se habrán cumplido con esta elección su sueño secreto o inconsciente de niño(a): nunca tener que salir de debajo del mando severo de su profesor temido, y querido justo por eso. Y nunca tener que abandonar el mundo artificial de la escuela, tan alejado del mundo real; un mundo donde siempre alguien te ordena exactamente qué hacer y cómo hacerlo, y donde nunca tienes que asumir la responsabilidad por tu propia vida y tus propias decisiones. Un mundo donde puedes brillar por las apariencias, y donde nadie se interesa por quién eres en realidad.

En continuación lógica de esta particular idiosincrasia peruana, se puede especular que pronto será el máximo orgullo de todo peruano, vestirse cada mañana su uniforme de ciudadano, y formarse en filas ordenadas ante su Profesor de la República, para escuchar sus órdenes y amonestaciones, y después desplazarse obedientemente a sus celdas aulas. Y es posible que los psicólogos tendrán que diagnosticar entre la población adulta un número espectacular de casos de regresión a un comportamiento infantil.

Por supuesto que esta nación-escuela tendrá las mismas características del sistema escolar de siempre. No será un espacio donde cada uno desarrolla sus talentos, ni donde se puede opinar, ni donde se valora la creatividad y el razonamiento independiente. Mas bien, un lugar donde se debe obedecer sin cuestionar; y donde a nadie le preocupa si lo que se hace tiene sentido o no, con tal que todos hagan lo mismo, al mismo tiempo y de la misma manera. Un año de experiencia con clases virtuales ya ha demostrado que aun la tecnología del siglo 21 no logra que los padres y profesores peruanos superen sus costumbres del siglo 18. Así que estas costumbres tampoco cambiarán cuando la escuela se convierta en forma de gobierno. El pueblo ha declarado más claramente que nunca, que lo quiere así.

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Cómo detectar si te están lavando el cerebro

Hace poco leí el testimonio de alguien que había viajado a Corea del Norte. Entre otras cosas, relató lo siguiente:
«Los oficiales de inmigración están muy diligentemente tipeando en sus computadoras. Pero las computadoras están inoperativas; no hay electricidad.
En las calles de Pyongyang (la capital), uno puede ver policías que están dirigiendo el tránsito. Pero no hay tránsito; no hay carros circulando en las calles.»

Parece de verdad un mundo irreal. Solamente después de un lavado de cerebro, una población entera se somete a tales prácticas irrazonables. – Pero ¿cuán diferentes somos nosotros?
Escuché de una universidad peruana – una bastante prestigiosa – que está incluyendo en sus currículos de pregrado unos cursos tan avanzados que los mismos profesores no son capaces de comprenderlos, ni mucho menos enseñarlos. Los estudiantes no tienen ningún beneficio de esos cursos. Entonces, ¿para qué están en el currículo? – Es solamente para dar la apariencia de que la universidad tiene un «alto nivel académico». Así se espera conseguir alguna acreditación internacional. ¿Acaso es eso menos «irreal» que las actuaciones de los oficiales norcoreanos?

Y eso ya empieza con los niños pequeños. En la actual «educación» a distancia – no es verdadera educación, eso ya es otra actuación irreal -, en la actual escolarización a distancia, bajo el lema engañoso de «Aprendo en casa», los profesores dan a los niños unas tareas tan difíciles que los niños no pueden entenderlas; y en cantidades tan excesivas que los niños no tienen tiempo ni fuerzas para resolverlas, ni siquiera trasnochándose. Es solamente para dar la apariencia de que los profesores estén «avanzando». Pero los niños no están en las condiciones de resolver sus tareas; entonces sus padres tienen que hacerlas, para dar la apariencia de que los niños han aprendido algo.
Y para añadir otra contradiccón: Las disposiciones del gobierno (por lo menos aquí en el Perú) dicen exactamente lo contrario. Dicen que las tareas deben adaptarse a la capacidad y el nivel de comprensión de los niños. Pero las escuelas y los profesores no permiten que se haga así. Exigen tareas excesivas, y hechas a la perfección – hechas por los padres, por supuesto.
Es difícil imaginarse una «educación» más irreal que eso.

¿Y qué decimos de la actual mania de ponerse mascarillas? Se han hecho comparaciones entre el tamaño de un virus, y el tamaño de las pequeñas aperturas en las mascarillas comunes que la gente suele usar. La conclusión fue, que el querer defenderse contra un virus con una mascarilla común, es como usar una malla de pescar en lugar de mosquitero. Pregunte a la gente que se infectó. La mayoría dirán que estaban usando mascarilla – pero igual se infectaron. ¿Por qué entonces la insistencia en esa actuación irreal, hasta el punto de imponer multas a quienes no cumplen?

Cada vez que vemos a la gente aceptar tales «irrealidades» como si fueran la realidad, tenemos que concluir que sufrieron un lavado de cerebro.

Antiguamente, los «lavados de cerebro» se hacían con métodos brutales: campamentos de concentración y de reeducación; exposición forzada a la propaganda las 24 horas al día; golpes y torturas. Eso todavía existe – y todo señala a que eso se volverá a introducir, aun en los países que hasta ahora disfrutaron de relativa libertad.
Pero por mientras, se han inventado métodos mucho más sutiles de lavar los cerebros de la entera población simultáneamente.

Después de la caída de la Unión Soviética, un ruso visitó los Estados Unidos. Le preguntaron: «¿Qué cosas le impresionan en el Occidente?» – El ruso respondió: «La propaganda política. En la Unión Soviética, la propaganda estatal era tan torpe y obvia, que la gente ya no la tomaba en serio. Pero vuestros gobiernos difunden su propaganda de una manera tan sutil que la gente ni siquiera se da cuenta de que es propaganda.»

La propaganda se da la apariencia de ser información. Pero es información seleccionada y editada de manera calculada, para inducir en nosotros ciertos cambios en nuestra percepción, en nuestra manera de pensar y de actuar. Y ahora ya no son solamente las instancias del gobierno que emiten su propaganda. Se han unido los medios de comunicación, y las grandes empresas internacionales que manejan la mayor parte de la internet, para inundarnos constantemente con propaganda.

He aquí unas señales para reconocer la propaganda:

Se mezcla información con opinión.

Antiguamente, el ideal periodístico era la objetividad. Cuando se reportaban hechos y sucesos, los periodistas se esforzaban por representarlos de manera imparcial. Si el periodista deseaba adicionalmente comunicar su propia opinión, lo hacía en un comentario aparte o en una columna de opinión. De esta manera se distinguía claramente entre información y opinión.
Pero durante las últimas décadas nos hemos acostumbrado a que nos sirvan cada información junta con su valoración oficial. En las secciones de noticias, ciertas personas y acciones reciben calificativos como «famoso», «reconocido», «respetado», «heroico», etc. Mientras que otros son tildados de «cuestionable», «controvertido», «irresponsable», «temerario», etc. Ahora los medios de comunicación nos dictan cómo debemos pensar, y cómo debemos sentirnos, respecto a las personas y sus actos. Ya no se nos permite evaluar los hechos por nosotros mismos.
Cuando leas tales noticias, reflexiona: «¿Cómo quieren que yo me sienta acerca de eso? ¿De verdad quiero sentirme así? ¿Existen puntos de vista alternativos para calificar este hecho?»

Todos los medios de comunicación dicen lo mismo.

Antiguamente, existía libertad de la prensa y de la opinión. Cada medio de comunicación podía representar los hechos desde su propia perspectiva. Existían medios «derechistas» e «izquierdistas»; medios que defendían la libertad, y otros que defendían el autoritarismo; medios favorables al cristianismo, y otros que se le oponían; medios dedicados a la política, otros dedicados a la cultura y el arte; etc. Cierto, se ejercía cierta «censura» dentro de cada medio, rechazando ciertas opiniones que se alejaban demasiado de la línea de la redacción. Pero si un periodista no estaba conforme con eso, podía irse a otro medio que tenía una línea distinta. O podía fundar su propio medio.
Ahora, en cambio, ya no se puede distinguir entre un diario y otro, entre un canal de televisión y otro. Todos tratan los mismos temas, desde la misma perspectiva y con la misma opinión. Y todos omiten los mismos temas. (¿Cuándo fue la última vez que Ud. vio o leyó una noticia acerca de la persecución de los cristianos en China? ¿O acerca del juicio contra Julian Assange? ¿O acerca de la corrupción entre los periodistas?)
Ya no existe ninguna discusión abierta entre opiniones divergentes. Aun las «redes (a)sociales» en internet restringen más y más los contenidos que contradicen el narrativo oficial. Con todo eso, es obvio que se está ejerciendo un control y una censura global. La prensa ya no está para informar; está para dirigirnos en la dirección trazada por los poderes en las sombras.
(Nota: En este sitio se encuentran informaciones médicas y estadísticas bien documentadas, que no suelen reportarse en los medios oficiales de comuncación.)

Se censuran y se desacreditan fuentes alternativas de información.

Una forma de censura consiste en limitar las fuentes de información a las «oficialmente aprobadas». En los tiempos de la Unión Soviética, eso se lograba de manera cruda: Simplemente se prohibía todo medio de comunicación que no estaba autorizado por el gobierno. Hoy en día se usan métodos más sutiles para asegurar que los periodistas colaboren con el narrativo oficial. Además, las «redes (a)sociales» han asumido prácticamente una función de gobierno sobre las comunicaciones personales. La censura directa en esos medios todavía no es tan fuerte, pero aumenta diariamente. Además, nos dicen que no confiemos en fuentes de información que no sean «oficiales» – o sea, del gobierno o de los medios de comunicación «respetados», lo que significa asociados con el gobierno. Como si los políticos fueran de la clase de personas conocidas por decir siempre la verdad…

Ya que últimamente bastantes personas se volvieron alertas al hecho de que los medios de comunicación no siempre dicen la verdad, se están propagando ahora los «verificadores» o «fact checkers», que supuestamente detectan noticias falsas. Pero esos «verificadores» a menudo son periodistas asociados al conjunto de medios que son los mismos culpables de difundir noticias falsas y propagandísticas. Seguramente ellos no van a destapar las mentiras de su propia tribu. Revisando esas supuestas «verificaciones», encontramos mayormente afirmaciones sin fundamento. Citan una noticia y dicen: «Esta noticia es falsa», pero no hacen referencia a ninguna fuente original que demostraría la falsedad de la noticia. Tengo que creer al verificador, por el mero hecho de que él mismo se atribuyó la función de «verificador».
– O refutan algún punto marginal de una noticia, sin siquiera hacer referencia al punto principal. «Una noticia pretende que 52 alumnos educados en casa, que participaron en una evaluación oficial de matemática, alcanzaron un promedio 17 puntos porcentuales por encima de los alumnos de las escuelas estatales. Esta noticia es falsa. La evaluación fue en aritmética, no en matemática.» – Este es un ejemplo ficticio, pero ilustra los métodos que se usan para desacreditar noticias políticamente incómodas.
Tenemos que verificar críticamente a los verificadores.

Mensajes sumamente emocionales.

Las emociones fuertes anulan la capacidad de analizar racionalmente. Por eso, la propaganda se esfuerza por incitar emociones:
– El pánico ante un peligro (sea real o imaginario). Se muestran las imágenes más horrorosas; se inflan desproporcionadamente unos casos anecdóticos de personas que sucumbieron a algún riesgo; se insinúa que todos vamos a morir (o sufrir un grave daño) si no nos sometemos bajo las órdenes que recibimos, no importa cuan irrazonables sean.
– El odio hacia un grupo que se percibe como enemigo. Una vez que se ha decidido desacreditar a cierto grupo de personas, los medios culpan a esas personas de todo mal. Se esfuerzan por encontrar casos de tales personas que cometieron crímenes, causaron la propagación de enfermedades, participaron en la corrupción, etc; y entonces dan mucha prominencia a las noticias acerca de esos casos. (Un ejemplo reciente es la manera como los medios de comunicación están pintando las iglesias y las familias como «focos infecciosos» – mientras que, por ejemplo, nadie se tomó la molestia de investigar cuántas personas se infectaron en hospitales.)
– Una adulación religiosa hacia aquellas personas o grupos que son claves en difundir el narrativo oficial y cumplir el plan oficial. Hasta se instituyen ritos de «adoración» hacia tales personas – como en algunos países recientemente el aplauso ritual para los médicos. (Pero obviamente, si un médico se atreve a publicar su experiencia clínica que contradice el narrativo oficial, inmediatamente cae en desgracia y pierde su trabajo. Los sacerdotes de la nueva religión médica no toleran a disidentes en sus filas.)

Un claro ejemplo histórico de estos mecanismos fue la propaganda nazi en la década de los 1930. Primero, los nazis se enfocaron en la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, y evocaron el miedo de que los países europeos estarían planeando una nueva destrucción de Alemania. Después difundieron supuestas evidencias de que los judíos estarían detrás de una tal conspiración internacional contra Alemania; y así incitaron el odio contra los judíos. Y se presentaron a sí mismos, el partido nazi, como el «salvador» que iba a liberar a Alemania de esos peligros. Instituyeron rituales de aclamación pública al «Fuhrer». Con todo eso lograron que los alemanes rindiesen voluntariamente todas sus libertades, y que aun el parlamento otorgase poderes dictatoriales al gobierno nazi. No hubo necesidad de ninguna revolución; la propaganda fue suficiente. Pero sabemos también que, apenas que ellos tuvieron el poder, comenzó el terror.

Uso de «palabras cargadas».

La propaganda repite ciertas palabras claves que comunican una obligación de cumplir con ciertas órdenes, o que sirven para desacreditar públicamente a los oponentes. Eso se logra, «cargando» la palabra con significados adicionales, más allá de su significado original.
Una de esas palabras es, por ejemplo, «salud pública». ¿Quién no querrá que el «público» esté sano? Y con eso, el «público» acepta muchos mensajes adicionales: Que la salud no sería un asunto personal, que sería un asunto de la política del estado. Que te pueden culpar por el estado de salud de tu vecino o de tus clientes. Que el estado tendría el derecho de discriminarte y hasta castigarte, en base a tu estado de salud. Que el estado tendría el derecho de imponer ciertos tratamientos médicos como obligatorios, y de prohibir otros. (En una sociedad libre, cada uno es libre de escoger de quién solicitar tratamiento médico; y el paciente y su médico deciden en mutuo acuerdo acerca del tratamiento. Incluso se sugiere que en caso de duda, el paciente busque una segunda opinión de otro médico. Pero en un país que aceptó el narrativo de la «salud pública», el estado decide sobre tu cuerpo.)
Últimamente surgieron algunas nuevas palabras cargadas para reforzar este narrativo, tales como «buena ciudadanía» y «bioseguridad». Dejo al lector la tarea de investigar cuál fue el significado original de esas palabras, y cuáles son las «cargas» que recientemente se han impuesto sobre ellas.

No importan los hechos, el narrativo oficial siempre gana.

Con un poco de retórica, casi cualquier noticia se puede interpretar a favor del narrativo oficial.

Si los niños aprenden algo en la actual educación a distancia, por supuesto que es porque el programa del gobierno funciona. (No puede ser el mérito de los padres que llevaron toda la carga…)
Si los niños no aprenden nada, es porque los padres no colaboraron lo suficiente.

Si el número de nuevos infectados se reduce, es porque las medidas represivas del gobierno tienen éxito; hay que continuar así.
Si el número de nuevos infectados aumenta, es por culpa de quienes desobedecen las medidas del gobierno; entonces hay que imponer aun más represión.

Nadie se detiene para analizar por qué es que el Perú, uno de los primeros países en imponer las más drásticas restricciones y castigos, recientemente saltó al puesto mundial número 1 en muertes, relativo a la población. No se permite que los hechos hablen; así o así se tiene que sostener el narrativo oficial.

Cambios repentinos del narrativo.

Hasta hace poco, los defensores de la escolarización total hablaban mucho de la «socialización.» «Los niños tienen que ir a la escuela para que se socialicen.» – «Los niños educados en familia crecen en una burbuja.»
¿Dónde están ahora todas esas voces? Se quedaron calladas. Al contrario, ahora exigen que los niños sean educados en una especie de burbuja tan extrema como ninguna familia educadora jamás lo propuso: aislados aun de sus amigos, vecinos y familiares más cercanos, sin conocer nada del mundo que los rodea, excepto lo que les llega de manera filtrada a través de un canal de internet o de televisión controlado por el gobierno. Los niños son ahora condenados a crecer en un mundo completamente virtual, irreal, que es cada vez menos coherente con el mundo real.

Hasta hace poco, hubo una gran histeria acerca del uso del plástico. «El plástico destruye el ecosistema»; «el plástico nos está envenenando». Se impusieron prohibiciones y nuevos impuestos sobre las bolsas de plástico.
Ahora, al contrario, la humanidad produce miles de toneladas de basura de mascarillas y guantes desechables, hechos de materiales dañinos para el medio ambiente, y por supuesto con sus bolsas de plástico correspondientes. Y las multitudes que antes vociferaban y entraban en pánico por la contaminación con el plástico, ahora al contrario propagan el uso de esos productos.

Parece que la mayor parte de la humanidad acepta sin cuestionar esos cambios irrazonables en los comunicados oficiales, y en los mensajes que transmiten los medios de comunicación. Mucha gente está ahora dispuesta a aceptar dichos tan irrazonables como este lema de un gobierno regional de Australia: «Staying apart keeps us together» («Distanciarnos nos mantiene juntos»). Eso es otro síntoma de que somos víctimas de una operación de propaganda de la máxima escala.

No aceptemos cualquier información que nos llega por los medios de comunicación, los políticos, o los currículos escolares. Investiguemos por cuenta propia. Apliquemos el principio bíblico: «Examinen todo, retengan lo bueno.» Gente que no razona, que no analiza, quedará reducida a esclavitud.

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Se busca: Ladrón optimista

Hace poco, al ordenar papeles viejos, me topé con una infografía titulada «Perfil del profesional competitivo» (Diario «La República», Lima, 4 de diciembre de 2014). Aunque tiene más de cinco años de antigüedad, supongo que diversos aspectos de aquella infografía siguen vigentes. Se trata, aparentemente, de los resultados de encuestas entre empresas, acerca de las cualidades que ellas más valoran en sus empleados profesionales.

Algunos puntos dan lugar a esperanza. Por ejemplo, en el aspecto académico, las empresas (según la infografía) valoran «Especialización y actualización» por encima de «Doctorado, maestría o diplomado». Así que, quizás, un genio comercial como Bill Gates o Soichiro Honda, quienes abandonaron sus estudios por fundar sus empresas, podría tener alguna oportunidad de éxito aun en la sociedad peruana.

Por el otro lado, en ningún lugar de la infografía aparece la capacidad para el estudio independiente y la investigación como una cualidad deseable. Aparentemente, a las empresas peruanas tampoco les interesa si sus profesionales han demostrado sus capacidades de alguna manera práctica. Por ejemplo, si alguna vez han fundado una empresa propia o una asociación para el bien común, si han hecho algún invento, escrito algún libro, o si alguna vez han destacado por alguna acción original o novedosa a favor del desarrollo económico o social. Estas son capacidades altamente valoradas en países que lideran el avance tecnológico y científico. Recordemos que la infografía se refiere específicamente a profesionales, no a simples obreros. Pero las empresas peruanas, según parece, siguen teniendo su horizonte limitado a los papeles y diplomas que certifican que un candidato ha pasado una detereminada cantidad de horas de su vida sentado en las aulas de alguna institución académica. Si en todas esas horas desarrollaron también alguna capacidad de utilidad práctica o no – eso parece interesarlos menos.

En una lista de «cualidades», por lo menos aparece «Innovación y creatividad«; pero en el último lugar de la lista, apenas visible.

Y ahora la cosa se vuelve realmente preocupante: En una lista de «valores» deseables, en el primer lugar figura «Optimismo» (33%). «Honestidad» ocupa el último lugar (6%). En la mayoría de las concepciones éticas y morales (quizás con excepción del pragmatismo), «optimismo» ni siquiera es un «valor». Se caracterizaría más acertadamente como una «disposición psicológica», o un aspecto del temperamento personal, pero no un «valor». Un «valor» es una calidad ética; pero el optimismo es una calidad psicológica. – Sin embargo, las empresas peruanas lo califican como el «valor» más deseable. Preferirán a un ladrón, un estafador, un mentiroso, en vez de un colaborador honesto – con tal que sea optimista.

¿Por qué la honestidad tiene tan poca demanda? – ¿Será porque muchos empresarios y empleadores tampoco son honestos? Si un empresario corrupto contrata a un profesional honesto, corre el peligro de que ese profesional honesto lo descubra y lo denuncie. Entonces preferirá contratar a profesionales deshonestos.

Pero eso tiene consecuencias desastrosas para la sociedad y la economía. Donde no hay honestidad, se destruye la confianza. Efectivamente, unas investigaciones señalaron que el Perú es uno de los países donde la gente menos confía unos en otros.
Pero la confianza es uno de los ingredientes más importantes de una buena economía. Donde no hay confianza, se rompen los contratos, causando perjuicios a una de las partes o a ambas. Donde no hay confianza, se invierten millones en trabajos que no son productivos, o que incluso reducen la productividad de los demás: Mecanismos de vigilancia y control; burocracia estatal; corrupción y otras actividades delictivas. El Perú es también uno de los países que más trabas impone contra la creación de una empresa propia. Una economía de desconfianza no puede ser exitosa.

Todo eso está estrechamente relacionado con la educación y el sistema escolar. Una gran parte del sistema escolar se basa en la «pedagogía de la socialización». Ésa dice que es tarea de la escuela, formar la clase de personas que la sociedad exige. O sea, formar a personas adaptadas a la sociedad; personas que «siguen la corriente». Y aquellos alumnos que no se conforman, tienen que ser corregidos, reeducados, «nivelados», humillados … hasta que ellos se conforman también.
Ahora, si el miembro mejor adaptado a la sociedad es el ladrón optimista, ¿será entonces la meta educativa del sistema escolar, formar ladrones optimistas? – De hecho, la muy propagada «educación para la competitividad» apunta exactamente a éso. Se premia al que vence a sus competidores, sin importar si sus métodos son honestos o no.

Ahora podríamos hacer la pregunta acerca de la gallina y el huevo: ¿Cuál fue primero? ¿Fue primero un sistema escolar que incentiva la corrupción y la deshonestidad, y entonces los egresados formaron empresas según ese mismo molde? ¿O fueron primero las empresas deshonestas, y entonces el sistema escolar se adaptó para formar a la clase de gente que esas empresas requieren?

Pero más útil será preguntar cómo podemos romper ese círculo vicioso. Empecemos con lo más cercano: nuestros propios hijos. Eduque a sus hijos en la honestidad, dando usted mismo(a) el ejemplo. Y sáquelos de un sistema escolar deshonesto y corrupto. Existen alternativas; este blog presenta varias de ellas. Si tiene preguntas o consultas prácticas, envíelas mediante el formulario de comentarios.

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Acción «Comparte tu educación»

¿Aplicas en tu familia unos métodos educativos libres, activos, respetuosos de las necesidades y del desarrollo natural de tus hijos? ¿O eres parte de una institución educativa que usa tales métodos, y los comparte con las familias?

¿Hiciste experiencias positivas con ello? – ¿Hicieron tus hijos (o alumnos) unas experiencias de aprendizaje motivadoras, vivenciales, quizás incluso surgidas de su propia iniciativa y creatividad?

¿Por qué no lo compartes con otras familias?

En la situación actual, muchos padres y madres se ven obligados a acompañar los procesos de aprendizaje de sus hijos en casa. La mayoría de ellos, y la mayoría de los profesores, no conocen otra cosa que la rutina tediosa del sistema escolar convencional. Por eso, aplican los mismos métodos también en su educación a distancia. Pero en las familias se hace ahora más visible el sufrimiento de los niños bajo una sobrecarga de tareas rutinarias. Algunas familias empiezan a preguntarse si ese sistema es realmente adecuado para generar aprendizajes.

En esta situación, algunos padres y madres en tu alrededor podrían estar agradecidos por tu apoyo y amistad. Y sus hijos podrían estar agradecidos por la amistad de tus hijos.

Por tanto, te hago las siguientes sugerencias:

Comienza a preguntar a las familias en tu alrededor, acerca de sus experiencias en la educación de sus hijos. Señala tu interés en su situación, y tu disposición de ayudarles. Comparte unas experiencias positivas de tu propia familia. – Posiblemente escucharás de bastante frustración, sobrecarga, conflictos familiares… Trata de descubrir cuáles de esas familias estarían interesadas en probar una alternativa.

Recomiendo concentrarse en familias realmente cercanas: que viven en el mismo vecindario; parientes; colegas de trabajo, clientes, proveedores, … Así será posible mantener un contacto personal aun cuando hay restricciones de movilidad.

Cuando una o dos familias muestran mayor interés y disposición, considera «adoptarlas» para que les sirvas de mentor(a): Tengan contactos más seguidos; compartan experiencias; ayúdales a desprenderse de los hábitos acostumbrados del sistema escolar convencional. Aun mejor: invítales a tu casa para que presencien personalmente tu vida familiar y las actividades de tus hijos. Pero hazles entender también que no necesitan copiar «al pie de la letra» lo que tú haces. Se trata de que ellos encuentren su propio camino educativo, adaptado a las necesidades particulares de sus hijos.
Para eso no necesitas conocimientos especializados. Para el inicio, tus propias experiencias y el ejemplo de tu familia son suficientes. Más adelante, siempre puedes contactar tus familias «adoptadas» con otras familias o grupos que tienen mayor experiencia. Y puedes señalarles fuentes de información (en internet; libros) acerca de los métodos que tú aplicas.

Ayuda a tus familias «adoptadas» a introducir cambios en pasos pequeños. No pasarán de una educación convencional a una educación libre de un día al otro. (Recuerda tu propia historia. Si tú fuiste acostumbrado(a) al sistema convencional, ¿cuánto tiempo te tomó convencerte de una alternativa mejor?) Si las familias se encuentran actualmente en un programa a distancia del sistema convencional, lo siguiente ya puede ser de gran ayuda:

  • Limitar la cantidad de tareas que los niños tienen que hacer. Por ejemplo decirles: «Haremos tareas desde las 10 hasta las 12 de la mañana; después estás libre. Tú decide cuáles tareas quieres hacer en ese tiempo.»
  • Animar a los niños a que usen su tiempo libre para descubrir sus propios intereses y talentos. Eso puede ser cualquier cosa, desde practicar un deporte, jugar, o hacer trabajos manuales, hasta hacer experimentos científicos, cultivar un huerto, comenzar un pequeño negocio propio, o elaborar una documentación acerca de las naves espaciales.
  • Evaluar cuál es el verdadero nivel de comprensión de los niños en las diversas materias, y permitirles hacer tareas al nivel que les corresponde. Por ejemplo, un niño está en 5to grado, pero encontramos que su comprensión de matemática corresponde a lo que se hace en 3er grado, entonces permitirle que en matemática haga tareas del 3er grado.
  • Si el programa de la escuela contiene temas que aburren a los niños, permitirles que los sustituyan por otros que les interesan más.

En la situación actual, medidas como éstas son posibles sin salirse del sistema. Muchos de estos pasos permiten seguir usando los materiales que la escuela o el estado ofrece, pero adaptándolos a las necesidades de los niños. Eso es importante para familias que vienen desde el trasfondo del sistema convencional, y que todavía no se atreven a diseñar actividades o proyectos propios.

Igual de importante es ayudarles a cambiar la actitud hacia los niños: Despojarse de la idea de que «los niños no hacen nada si no los presionamos». Ayudarles a ver que los niños por naturaleza son activos y curiosos, deseosos de explorar y de saber. Que aprenderán mejor si comenzamos con estas inclinaciones naturales, y les ayudamos a encauzarlas hacia fines buenos y útiles. Ayudarles a ver que los niños no son nuestros enemigos; que padres e hijos estamos «jugando en el mismo equipo».

Una vez que una familia se siente cómoda con esta nueva flexibilidad y con tomar en serio las necesidades de sus hijos, podremos ayudarles a usar métodos más «alternativos»: Proyectos prácticos y manejo de objetos concretos en vez de tareas con libros y cuadernos; uso de medios creativos para presentar sus conocimientos; etc. – según lo que tú mismo(a) ya pudiste aplicar en tu propia familia.

Sigue manteniendo contactos esporádicos también con las otras familias que no «adoptaste». Quizás puedes ayudarles en algún problema momentáneo. Quizás más tarde despierte su interés en hacer cambios.

Si eres representante de una institución educativa que usa una pedagogía alternativa, puedes animar a las familias asociadas a tu institución, a que pongan en práctica las sugerencias arriba mencionadas.

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PS: El Ministerio de Educación del Perú incentiva el uso de métodos adaptados a las necesidades de los niños.

Vea el artículo anterior. La situación actual brinda una oportunidad única para que las familias puedan hacer experiencias con pedagogías alternativas durante este año, sin tener que sacar a sus hijos del sistema escolar, y de una manera completamente legal. Si un profesor objeta, es suficiente con señalarle las disposiciones de las resoluciones.

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A las familias peruanas: ¡El ministerio de educación no quiere que la escuela sobrecargue a sus hijos!

Estoy escuchando de familias peruanas cuyos hijos están todo el día encerrados con libros y cuadernos, o ante la pantalla de una computadora siguiendo los dictados de sus profesores. Veo que muchos profesores no saben hacer otra cosa que reproducir en video lo que suelen hacer en el aula: Exponer contenidos abstractos, exigir que los niños copien todo literalmente, y dar a todos las mismas tareas rutinarias. Me sorprendí al descubrir que nada de eso es la intención del ministerio de educación. Al contrario, las normas del ministerio de educación plantean una pedagogía bastante favorable a un desarrollo sano de los niños. Por ejemplo:

  • No se debe sobrecargar a los niños con tareas, ni con muchas horas ante la pantalla. Para la primaria, no más que dos horas al día.
  • Se debe fomentar el aprendizaje por proyectos (prácticos), más que con libros y cuadernos.
  • El programa debe adaptarse a las necesidades y los intereses de cada estudiante. O sea, no se debe exigir que todos hagan lo mismo. Los niños son diferentes, y aprenden de maneras diferentes.
  • El aprendizaje sucede también en los quehaceres cotidianos de la familia. (El ministerio de educación lo llama «transmisión intergeneracional de saberes».)

Es posible que en otros países exista una situación similar. Si usted tiene hijos en el sistema escolar, o si usted es profesor(a), averigüe lo que dice el gobierno acerca de una buena estrategia educativa.

Padres, madres, y profesores(as), que siempre deseaban explorar métodos educativos más adecuados a las necesidades de los niños, ¡ahora tienen una oportunidad única de hacerlo! Cuando hayan adquirido un poco de experiencia con ello, y vean los resultados, es probable que no querrán volver al sistema convencional.

Padres y madres, si sus hijos están sufriendo bajo un programa inadecuado o demasiado exigente de parte de su escuela, ¡libérenlos de ello! Las normas del ministerio de educación les darán la razón. (Más detalles abajo.)

Aquí hay una pequeña selección de artículos acerca de métodos alternativos de aprendizaje:

En detalle: Lo que dice el ministerio de educación

A continuación citaré unos detalles de la Resolución Viceministerial N° 00093-2020-MINEDU, del 25 de abril de 2020, con el título «ORIENTACIONES PEDAGÓGICAS PARA EL SERVICIO EDUCATIVO DE EDUCACIÓN BÁSICA DURANTE EL AÑO 2020 EN EL MARCO DE LA EMERGENCIA SANITARIA POR EL CORONAVIRUS». El documento completo se puede descargar desde la página web del ministerio de educación del Perú. – Enlace directo al documento 

5.2.1 EL SERVICIO EDUCATIVO EN LA EMERGENCIA SANITARIA

La atención educativa en el estado de emergencia sanitaria no puede adoptar la misma forma de los períodos regulares. (…) No se pretende reproducir los modos del trabajo educativo presencial. (…)

No se espera desarrollar todas las competencias previstas para el año, por lo cual es importante recordar la noción de ciclo que establece el currrículo nacional, lo que permite seguir desarrollando el año siguiente las competencias que este año no se hayan consolidado.
(…)
Las tareas y los horarios necesitan replantearse. No es saludable mantener a los estudiantes muchas horas frente a la computadora, viendo televisión o haciendo tareas. El horario de estudio se organiza en períodos más cortos, de acuerdo con las edades, garantizando que no se agobie a los estudiantes con muchas tareas.

6.2.2 PLANIFICACIÓN DE LAS ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

(…) Dado que el enfoque por competencias se desarrolla idealmente mediante proyectos, se promoverá el empleo de este tipo de metodologías, y otras coherentes con el enfoque (estudios de casos, ABP [Aprendizaje basado en proyectos]) para que los estudiantes integren, vinculen, movilicen diversas competencias.

6.2.3 MONITOREO, SEGUIMIENTO Y EVALUACIÓN

(…) Las actividades planteadas a los estudiantes deben ser retadoras pero posibles de realizar por ellos mismos sin sobrecargar a los estudiantes, considerando como prioridad su bienestar emocional.

Fomentar el uso de estrategias flexibles y personalizadas. Siempre hay diferencias individuales, pero en situaciones de crisis estas diferencias se profundizan aún más. Los docentes, junto con las familias, deben mostrar más que nunca flexibilidad y creatividad en las estrategias para llegar a cada uno de sus estudiantes de la mejor manera.

7.1.3 PLANIFICACIÓN DE LAS ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

(…) b. Alertas importantes
Considerar que durante las etapas de aislamiento social no se debe saturar a los estudiantes con tareas y obligaciones, ni planificar actividades en las que se les fuerce a desarrollar las acciones previstas para un año regular. (…) Los padres de familia deben acordar con sus hijos cómo realizarán las actividades, si lo harán siguiendo el orden propuesto u otro, de acuerdo a sus características, intereses y las posibilidades de la familia.
(…) Se debe considerar que el tiempo adecuado para un niño de inicial a 2º grado de primaria frente a la pantalla no debe ser mayor a 1 hora, para niños de 3º a 6º grado de primaria no más de 2 horas y, en secundaria (…) puede ser de 2 bloques de 2 horas cada uno.

(…) Tener en cuenta que la planificación que realicen debe ser considerada siempre como una hipótesis de trabajo y por tanto es flexible adaptándose a las necesidades de los estudiantes. El contexto actual exige considerar el impacto que genera la situación de aislamiento en todas las personas, en particular de nuestros estudiantes.

(…) c. Recomendaciones
(…) Fomentar que al interior de las familias se desarrollen actividades de transmisión intergeneracional de saberes de su cultura, costumbres, relatos y otros que construyan la identidad cultural de los estudiantes. En consecuencia, las acciones de aprendizaje deben desarrollarse también en otros espacios como la chacra, con una actividad como el tejido, la realización de cerámica, y todas aquellas que la comunidad posee.

7.1.4 MONITOREO, EVALUACIÓN Y RETROALIMENTACIÓN AL PROCESO DE APRENDIZAJE

Durante la modalidad a distancia, se espera que cada docente realice las siguientes acciones: (…)
– Fomentar entre los estudiantes el uso del portafolio como fuente de evidencia de sus aprendizajes. En el portafolio los estudiantes deben registrar actividades, guardar productos o trabajos, colocar ideas y todo aquello que les parezca importante para el aprendizaje. Ello será evidencia de los aprendizajes que luego se analizará con ellos en la etapa presencial y se retroalimentará. (…)
Escuchar, evaluar y retroalimentar de manera formativa a los estudiantes, garantizando el diálogo sobre sus avances y dificultades, para ajustar oportunamente las estrategias de apoyo y para que los estudiantes puedan reflexionar sobre sus aprendizajes.

7.3. ORIENTACIONES PARA ATENDER LA DIVERSIDAD (…)

Actualmente existen estudiantes que no logran desarrollar sus aprendizajes por la falta de una mirada de atención a la diversidad, por lo que se requiere de respuestas pedagógicas que provean oportunidades de aprendizaje diversas, pero de igual calidad para todos los estudiantes, independientemente de sus características personales, atendiendo a la variabilidad de talentos, necesidades especiales y ritmos de aprendizaje. (…)

9. ORIENTACIONES PARA LAS FAMILIAS

(…) Es importante respetar que cada uno de los estudiantes aprende de forma diferente.
(…)
5. El horario diario debe considerarse que para niños de educación inicial y primaria 2 horas diarias es un tiempo adecuado y en secundaria pueden ser 2 bloques diarios de 2 horas cada uno.
(…)
8. Animarlos, felicitarlos, abrazarlos y decirles que están orgullosos de ver cómo hacen sus trabajos.
9. Generar un buen clima para el aprendizaje, ayudarlos a resolver dudas y preguntas que podamos resolver. Evitar actitudes de maltrato como regaños, gritos, amenazas, palabras despectivas, entre otros.


Unas consideraciones adicionales para familias

Las normas del ministerio de educación se dirigen a los profesores. Pero algunos profesores, acostumbrados a la manera tradicional de «dictar clases», no serán capaces de ponerlas en práctica. En esos casos nos corresponde a nosotros como padres, crear en casa un ambiente de aprendizaje agradable.
Los padres somos los responsables por el bienestar y la educación de nuestros hijos. (Declaración Universal de los Derechos Humanos, Art.26.3; Constitución Política del Perú, Art.6 y 13.)
Entonces, también nos corresponde a los padres, proteger a nuestros hijos contra exigencias inadecuadas y exageradas.

Si un(a) docente o una escuela exige más horas de clases o de tareas que lo normado (2 horas para primaria), libere a sus hijos de la carga excesiva: «Ya has trabajado lo suficiente. Si estás cansado(a) de eso, puedes descansar o jugar.»

Si los contenidos son demasiado difíciles o demasiado fáciles para un(a) niño(a), permítale estudiar otros temas que corresponden a su nivel. Por ejemplo, puede escoger materiales de un grado anterior, resp. de uno más avanzado.

Si un(a) niño(a) se aburre con los contenidos, permítale estudiar en su lugar algún otro tema que lo interesa más. (Vea los puntos 7.1.3 y 7.3. en las citas arriba.)

Respecto al portafolio que los estudiantes elaboran, dice también en las «Orientaciones generales para docentes», en la página web del programa oficial «Aprendo en casa«: «Los productos revisados no se utilizarán para fines calificativos.» O sea, un(a) profesor(a) no puede rebajar notas a un(a) alumno(a) por entregar un portafolio con trabajos distintos a los que pidió el profesor. Los profesores deben respetar la diversidad de talentos, necesidades e intereses de los alumnos.

Lo mismo está estipulado en la Resolución Viceministerial 088-2020-MINEDU, en el Anexo 1, «Aprendo en casa – Orientaciones para profesores de educación básica», III. «Orientaciones para escenarios con conectividad».

Si los padres deben «evitar actitudes de maltrato como regaños, gritos, amenazas, palabras despectivas» (9.9), entonces hay que exigir lo mismo de los docentes. Si observamos «actitudes de maltrato» en un(a) docente, debemos defender a nuestros hijos.

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Aprendizaje en casa en la etapa de la secundaria

Aprendizaje en casa en la etapa de la secundaria

Al pasar a la etapa de la educación secundaria, varias cosas están cambiando, tanto en las características de los alumnos como en las exigencias académicas. Eso a su vez va a requerir unos cambios en la forma de educar en casa.

Tengamos siempre presente que cada niña y niño tiene su propio ritmo de desarrollo. Entonces no podemos decir: «Ahora mi hijo(a) ha alcanzado la edad de la secundaria, ahora es tiempo para esos cambios.» Los métodos que son apropiados para un alumno, pueden no serlo para otro. Observe el desarrollo de sus hijos; observe cómo cambia su manera de aprender, y provea un entorno adecuado a sus características personales. Algunos alumnos demoran hasta los 14 ó 15 años, hasta que muestren algunas de las características que se describen a continuación. Otros pueden mostrarlos tan temprano como a los 11 ó 12 años. Algunos otros se desarrollan de una manera tan distinta que nunca pasan por una adolescencia «típica», o solamente en la edad adulta.


Crece el deseo de independencia personal.

Los adolescentes suelen tener un deseo de hacer sus decisiones propias en áreas cada vez más amplias de su vida personal: cómo vestirse y peinarse; cómo adornar su habitación; cómo pasar su tiempo libre; a qué hora acostarse y levantarse; tener cierto monto de dinero a su disposición libre; etc.
Eso puede causar conflictos con los padres. Pero los deseos de mayor autonomía son una parte normal y necesaria de la preparación para una vida adulta responsable. Como padres sabios, no vamos a suprimir esos deseos, imponiendo nuestra voluntad. Con eso solamente impediríamos la maduración de nuestros hijos. – Pero tampoco vamos a dejar que hagan todo lo que quieren, porque todavía no tienen la madurez de adultos. Tenemos que acompañarlos como «mentores», con una actitud positiva, durante esta transición difícil de la niñez a la edad adulta.

En este camino será muy importante, practicar constantemente el diálogo respetuoso. Recordemos que el respeto verdadero es mutuo: Solamente si yo doy el ejemplo, y me dirijo a mis hijos de una manera respetuosa, puedo exigir que ellos muestren el mismo respeto hacia mi persona. Entonces, las «leyes de la casa» tendrán que establecerse en acuerdo mutuo – excepto donde se trata de reglas absolutas definidas por los mandamientos de Dios, tales como la honestidad, la veracidad, etc.
Si vemos la necesidad de imponer alguna regla más allá de eso, tenemos que fundamentarlo bien. Por ejemplo, si lo vemos necesario imponer una hora cuando tienen que estar en casa después de salir por la noche, podemos fundamentarlo 1) que es para su propia seguridad, ya que existen riesgos que ellos todavía no pueden reconocer plenamente; y 2) que ellos todavía están dependientes de nosotros, viviendo en nuestra casa, y por tanto tenemos el derecho de imponer ciertas condiciones a las personas que tienen el privilegio de vivir en nuestra casa.

Como regla general, las libertades y la independencia deben crecer en la misma medida como crece la capacidad de asumir responsabilidades. Por ejemplo respecto al dinero, es recomendable no darles propinas, pero que puedan disponer libremente del dinero que ganan con su propio trabajo. Si un adolescente gana dinero con su trabajo, es una muestra de responsabilidad y capacidad, y por tanto merece su medida correspondiente de independencia. Es también un principio bíblico que «el trabajador merece su sueldo».

Respecto al aprendizaje, debe crecer la libertad de los alumnos de elegir ellos mismos los contenidos que desean estudiar, sus métodos de estudio, y las metas que desean alcanzar.

Todo eso funcionará mejor si se ha practicado ya durante la primaria. Si se ha forjado una buena relación de confianza entre padres e hijos, si se ha involucrado a los niños en las decisiones que toma la familia (respecto a la vida diaria y también respecto a los aprendizajes), si se han acostumbrado a asumir sus pequeñas responsabilidades en la casa durante la niñez, entonces la transición hacia responsabilidades mayores no debería ser demasiado problemática.


Crece la capacidad para el aprendizaje independiente.

Este es el lado positivo: A medida que los adolescentes se vuelven más independientes, necesitarán menos de nuestra ayuda y supervisión para aprender. Eso es también la solución para aquellos padres que temen no poder continuar con la educación en casa durante la secundaria, porque les faltan los conocimientos académicos: No es necesario que nosotros sepamos todo lo que nuestros hijos van a aprender. Ellos mismos pueden encontrar las informaciones que necesitan, y estudiarlas por su cuenta. Hoy en día, con la internet, ¡la información está por todas partes! Como ejemplo, uno de mis hijos comenzó a los 15 años a aprender el idioma japonés, con materiales que encontró en internet. Ahora traduce libros japoneses. Nadie en nuestra familia ni en nuestro entorno habla japonés; él lo hizo sin ninguna ayuda «presencial».
Por si en algún tema especializado persistirían unas dificultades, siempre se puede buscar contacto con algun(a) amigo(a) mayor que entiende el tema, o un(a) profesor(a) particular.

Entonces, algunas de las siguientes opciones tendrán mayor importancia a partir de la adolescencia:

Aprendizaje autogestionado: Los alumnos buscan y procesan por sí mismos las informaciones que necesitan para entender un tema. Deciden ellos mismos acerca de los contenidos que desean estudiar, y diseñan sus propios proyectos de aprendizaje, de investigación, o de práctica. Hasta pueden ellos mismos ver unas formas de presentar sus aprendizajes: sea en forma de una pequeña exposición en familia; una exposición ante un grupo mayor de interesados; una publicación en internet (blog, foro de discusión, video, etc); la participación en algún concurso público; etc.

Participación en grupos de interés: En la adolescencia es normal que ciertos campos de interés adquieran una mayor intensidad. Entonces, según ese interés, un adolescente puede beneficiar por ejemplo de participar en un club de ajedrez, un equipo deportivo, un grupo de computación o robótica, un círculo de lectura, un grupo de scouts, de experimentación científica, de excursiones geográficas y botánicas, etc. Si en su entorno no existe ningún grupo que corresponde a su interés, aun puede tomar la iniciativa de fundar uno. – En el caso de no tener ninguna de esas posibilidades, se pueden también buscar grupos virtuales por internet. Pero si existen oportunidades para la experiencia vivencial, normalmente eso es mejor que el mundo virtual.

Educación a distancia: Ésta puede ser formal (matricularse y participar en el programa de una escuela a distancia), o informal (participación en cursos a distancia que se ofrecen por internet). Se diferencia del aprendizaje autogestionado en que la secuencia del aprendizaje, y los métodos a usar, son preprogramados por la entidad que ofrece los materiales de estudio.

La primera variante, la escuela a distancia, es en realidad una educación dentro del sistema escolar, solamente que éste se traslada a la casa. Por tanto, no recomiendo esa opción: No respeta los procesos naturales de aprendizaje. La mayoría de esos programas, igual como el sistema escolar, sobrecargan a los alumnos con un montón de tareas repetitivas que ahogan la creatividad, y con conocimientos innecesarios y alejados de la vida real. Además socavan la idea fundamental de la educación en casa, que es la autonomía de cada familia; porque no dejan a las familias en la libertad de diseñar su propio programa educativo. El asunto sería diferente si existieran escuelas a distancia que ofrezcan a las familias participantes esa libertad. Pero hasta la fecha todavía no tengo conocimiento de una tal escuela oficialmente reconocida en el mundo hispanohablante.

Por el otro lado, pueden ser muy útiles los cursos a distancia que un(a) alumno(a) elige por interés propio. Hoy en día se ofrece una amplia gama de tales cursos, muchos de ellos incluso gratuitos. Solamente que allí también habrá que fijarse en la metodología que usan. Un curso que solamente presenta contenidos para memorizar, y exámenes para reproducir lo memorizado, no es de mucha utilidad educativa. Un buen curso a distancia involucra elementos como los siguientes:

  • Tareas que requieren formular ideas propias y presentarlas en forma de ensayo, presentación digital, video, etc; con la oportunidad de recibir retroalimentación de otros participantes y/o del instructor.
  • Proyectos prácticos que los participantes pueden realizar en su propio entorno.
  • Oportunidades para la interacción entre participantes del curso (p.ej. foro de discusión).

Deseo acotar aquí que para alumnos de primaria esas modalidades a distancia no me parecen aconsejables, porque generalmente requieren que los alumnos pasen muchas horas al día ante la pantalla, y eso es dañino para el desarrollo de su vista y de su cerebro. Por eso, mi curso de Matemática Activa se dirige en primer lugar a los padres, y les da ideas para proyectos prácticos que ellos pueden llevar a cabo con sus hijos.

– Incluso, algunos alumnos educados en casa podrían en la edad de la secundaria decidir que desean asistir a un colegio. Si ellos hacen esa decisión por cuenta propia, como expresión de su capacidad de decidir independientemente acerca de su educación, opino que a esa edad hay que respetarla. Solamente que en lo posible se deberá elegir un colegio que corresponde a los valores y convicciones de la familia.

El aprendizaje independiente provee el potencial de ser mucho mejor preparado para los desafíos cambiantes de la vida. El sistema escolar produce aprendedores dependientes: se acostumbran a aprender solamente lo que el profesor les pone delante, bajo obligación. Así también en la edad adulta, sabrán apoyarse solamente en lo que se les ha enseñado y mandado en la escuela; pero no sabrán pensar por sí mismos ni buscar recursos adecuados, cuando se encuentran ante una situación improvista. Es por eso que, por ejemplo, los profesores del sistema escolar dificultan tanto en adaptarse a los retos de una sociedad tecnologizada y digitalizada; porque ese es un campo donde los cambios y las innovaciones suceden muy rápidamente.
Un aprendedor independiente, en cambio, sabe que siempre puede seguir aprendiendo, aun si nadie le enseña. Así encontrará por sí mismo las informaciones y las soluciones que necesita en una situación nueva.

Por el otro lado, estemos conscientes que el aprendizaje independiente no es la última meta. Alcanzamos nuestro potencial completo cuando somos aprendedores dependientes de Dios. Acostumbremos a nuestros hijos a preguntar a Dios: ¿Cuál es tu plan para mi vida? ¿Cuáles son los dones y talentos particulares que me has dado? ¿y cómo puedo con esos dones y talentos servirte a tí y a mis prójimos? ¿Qué cosas necesito aprender para poder cumplir ese plan de mi vida? Es la seguridad en Dios la que nos hace independientes frente a los hombres, sus opiniones y sus críticas.

Aquí también aplica: Estas capacidades se desarrollarán mejor, si los alumnos ya en la edad de la primaria se han encontrado ante el desafío de buscar ellos mismos una información que necesitan; de decidir entre varios aprendizajes posibles; o de expresar razonamientos y opiniones propias.


Las fases de aprendizaje se vuelven más irregulares.

Ya en la primaria, el aprendizaje de los niños no sucede de manera constante. Hay períodos de unas horas, días, o incluso semanas, donde están entusiasmados y absorbidos en un tema que los interesa, y hacen progresos fenomenales. Y hay otros períodos donde solamente quieren volver a jugar los mismos juegos como siempre, o «no hacer nada». Por eso no sirven los currículos cronogramados que exigen que los niños cumplan cada día su misma ración prescrita de lenguaje, de matemática, y de otros contenidos. El cerebro infantil no funciona de esta manera programada como si fuera una computadora.

En la adolescencia, esas fases pueden volverse aun más pronunciadas e irregulares. Eso es debido a los fuertes cambios físicos, hormonales y emocionales que suceden en esa etapa de la vida. Los adolescentes pueden por más tiempo sentirse sin fuerzas, apáticos, y con una mayor necesidad de descanso. Pero pueden también descubrir nuevos campos de interés que los incentivarán a aprender y producir a un ritmo más intenso que antes.

Es un reto para los padres, mantener un equilibrio sano en estas circunstancias. Por un lado, no podemos insistir en un horario demasiado rígido, porque los adolescentes realmente no podrán cumplirlo cuando están en una fase de apatía o depresión. Por el otro lado, ellos tendrán que aprender también a no dejarse vencer por las emociones cambiantes, y a desarrollar el dominio propio de cumplir con las cosas necesarias (quehaceres de la casa, horas de comida, etc.) aun en una fase depresiva. Este es otro tema que se debe tratar y resolver en el diálogo mutuo.


Despierta la capacidad del pensamiento abstracto.

Entre los 12 y los 15 años de edad, aproximadamente, la mayoría de los adolescentes empiezan a adquirir la capacidad de pensar de manera abstracta. Con eso se entiende la capacidad de razonar acerca de algo que uno solamente se imagina en la mente, sin haberlo visto o experimentado antes, y sin que esté relacionado con algún objeto concreto del mundo real. Por ejemplo, los siguientes temas requieren razonamiento abstracto: Gramática; álgebra; lógica; filosofía; programación de computadoras; y otros.

La adolescencia es entonces la etapa donde tiene sentido, confrontar a los alumnos con temas como éstos. Como en las etapas anteriores, es necesario observarlos para entender cuándo están listos para el razonamiento abstracto; y no cargarlos con esos temas antes del tiempo. Muchas veces, los alumnos empezarán de manera natural interesarse por algunos de esos temas cuando llega su tiempo.

En general, la secundaria es la etapa donde podemos empezar a introducir «teoría», mientras que en la primaria debería predominar la experiencia práctica. Por ejemplo, en la primaria se pueden hacer diversos experimentos de física y de química, y los niños disfrutarán de observar los resultados, y se asombrarán de resultados inesperados. Pero la teoría subyacente, p.ej. los principios relacionados con fuerzas y energías, o con átomos y elementos químicos, no la podrán entender hasta que su pensamiento abstracto haya despertado. – Por el otro lado, si en la primaria tuvieron la oportunidad de hacer las experiencias prácticas, ésas les ayudarán a entender mejor la teoría cuando estén en la secundaria.


La necesidad de una orientación vocacional.

Los últimos años de la secundaria son también la etapa de decidir acerca de la ocupación o vocación futura. Para poder decidir bien, un joven necesita sobre todo dos cosas:

  • Conocer de manera realista sus dones, talentos y capacidades.
  • Experiencia práctica en aquellos campos ocupacionales que le interesan.

Por tanto es importante que los jóvenes tengan suficientes oportunidades de «experimentar» con diversos dones y talentos, para llegar a una evaluación realista de sí mismos. Necesitan experimentar cuáles son las cosas que saben hacer bien, y las que no saben hacer bien. Entre éstos deben figurar no solamente temas «académicos», sino también capacidades artísticas, manuales y prácticas (dibujar; tejer; cocinar; hacer trabajos de carpintería o de mecánica; etc), y de relaciones interpersonales (tener comprensión por otros; trabajar en equipo; liderar; dar ánimo; solucionar conflictos; etc.)
El sistema escolar exige que los alumnos pasen mucho tiempo «reforzando» aquellas áreas que no saben bien; quiere «nivelarlos» para que todos estén «al mismo nivel». Pero esa no es una buena preparación para la vida, porque en la vida real no se necesita mucha gente que sabe todo «al mismo nivel». Mas bien se necesitan personas que saben hacer bien lo que es su especialidad. Por tanto, es mucho mejor que los adolescentes descubran cuáles pueden ser sus «especialidades», y que inviertan tiempo en reforzar esas habilidades que saben hacer bien.

También es importante el contacto con el mundo adulto del trabajo. En algunos países es usual que los alumnos de los últimos años de secundaria hagan varias prácticas o voluntariados, de dos a tres semanas, en empresas o instituciones de acuerdo a sus intereses. Eso es una muy buena preparación para esa decisión tan importante: los jóvenes pueden hacer su decisión, sabiendo ya cómo es la realidad de su futuro trabajo.
Esa clase de orientación no debe limitarse a las carreras universitarias. Hoy en día mucha gente desprecia los trabajos no universitarios. Pero el trabajo de un panadero, un chofer, un mecánico, merece el mismo aprecio y la misma preparación cuidadosa como el trabajo de un ingeniero, un abogado, o un administrador de empresas. En realidad, la sociedad no podría funcionar si la mayoría de la gente ejercería una carrera universitaria.


Desescolarización en la secundaria

Algunas familias empiezan a interesarse por la educación en casa recién cuando sus hijos ya están en la edad de la secundaria. (O se ven obligadas a ocuparse del tema por causa de las circunstancias, ahora que en muchos países se han cerrado las escuelas.)

Para algunos alumnos puede ser beneficioso, salir de la escuela. Algunos, al finalizar la primaria ya están tan agotados que difícilmente aguantarían más años escolares sin sufrir unos daños serios en su salud emocional y física. Algunos, desde el inicio no encajaron bien en el sistema escolar, y necesitan urgentemente una forma diferente de aprender. Eso aplica sobre todo a aquellos que se alejan mucho del promedio – o sea, los alumnos con problemas de aprendizaje por un lado, y los superdotados por el otro lado.

El problema es, que después de tantos años de haberse acostumbrado al sistema escolar convencional, puede ser difícil acostumbrarse a métodos diferentes. Eso vale tanto para los alumnos como para los padres. En esta situación es aun más importante, «desescolarizarnos» a nosotros mismos primero. Sobre todo si queremos realmente ofrecer a nuestros hijos la forma de educación que necesitan, y no solamente trasladar la escuela a la casa.

Primeramente, se plantearán unos asuntos prácticos:

Cambios en la rutina diaria: Será un alivio, ya no tener que estresarse en las mañanas para estar listos a tiempo para ir a la escuela. Pero en su lugar, habrá que dar otra estructura a nuestra vida diaria. Una estructura que no sea tan rígida como el horario de una escuela, pero que sí defina unos hitos importantes: Horas de comer; tiempos de estudiar, de hacer los trabajos de la casa, de realizar proyectos prácticos, tiempos libres, etc.

Cambios en la estructura social: Con los niños que anteriormente asistieron a una escuela, cuando se comienza a educar en casa, un problema frecuente es que dicen que extrañan a sus amigos de la escuela. Allí tendremos que hacerles ver en qué consiste una verdadera amistad. No es que simplemente nos metan juntos en un salón de clases, y por eso ahora somos «amigos». La amistad se basa en que he elegido ser amigo(a) de alguien. Esa elección no depende de si estamos juntos en un salón de clases o no. Entonces si alguien es realmente mi amigo(a), seguiremos comunicándonos, visitándonos, haciendo cosas juntos, aunque no estemos en la misma escuela durante las mañanas. Si después de salir de la escuela, la otra persona ya no está interesada en tener contacto conmigo, entonces no fue una verdadera amistad.
Por el otro lado, estamos libres de hacer amistad con personas de cualquier edad y de cualquier trasfondo. La escuela nos limita a «amistades» entre personas de exactamente la misma edad, y a menudo también de la misma clase social. Enseñemos a nuestros hijos a no rechazar la amistad de nadie, solamente porque es una persona mayor, o menor, o de circunstancias de vida diferentes.
También tendrán que aprender que hacer amistad requiere cierto esfuerzo. Por ejemplo, hay que ir a tocar la puerta de alguien y preguntar: «¿Quieres jugar conmigo?» – O también: «¿Necesitas alguna ayuda?»
Seguramente habrá unos cambios en las amistades de nuestros hijos. Pero esperamos que sus contactos sociales se vuelvan más variados y más interesantes.

Cambios en el aprendizaje: Los alumnos tendrán que acostumbrarse a métodos como los antes descritos. (A menos que quieran seguir un programa completamente escolarizado a distancia.) Para lograr eso, primero tendrán que «desaprender» ciertos hábitos de estudio que adquirieron en el sistema escolar, y que no ayudan realmente a aprender. Al mismo tiempo, habrá que adquirir unas destrezas nuevas. Lo siguiente son algunas destrezas importantes para el aprendizaje, pero que raras veces se adquieren en la escuela:

Plantear preguntas propias. La escuela nos acostumbra a que el profesor es quien hace las preguntas, y quien dicta también las respuestas. Pero para un aprendizaje activo y exitoso es necesario hacer nuestras propias preguntas. Estas preguntas señalarán la ruta de nuestro aprendizaje.
Una forma de practicar eso es la siguiente: Estudien juntos la Biblia (o alguna otra lectura) con el siguiente método: Todos leen juntos el mismo pasaje. Después, cada uno hace una pregunta acerca de lo que leyeron, y algunos de los demás responden. Si son pocas personas, pueden hacerlo todos juntos; si son muchas, repártanse en grupos de a tres o cuatro. – No se limiten a meras preguntas de comprensión; hagan preguntas que incentivan a razonar y opinar: ¿Qué opinan de lo que hizo …? – ¿Qué hubiera pasado si …? – ¿Por qué … dijo eso? – ¿Qué hubieras hecho tú en esa situación? – Etc. – O preguntas que incentivan a averiguar algo que todavía no sabían, y entonces investiguen juntos. Por ejemplo: ¿Dónde queda Macedonia? – ¿Cuál es la causa de la lepra? – ¿Cuánta gente vivía en Jerusalén en aquel tiempo? – Etc.

Curiosidad investigadora. Los niños por naturaleza son curiosos y desean saber muchas cosas. Pero si han pasado muchos años en el sistema escolar, es probable que esa curiosidad se haya apagado. Hay que despertarla de nuevo.
Por ejemplo: Descubra cuáles son los temas que más interesan a sus hijos. Busque unos datos sorprendentes o extraordinarios acerca de esos temas, o unos experimentos con resultados inesperados. Confronte a sus hijos con esos datos, y anímelos a hacer sus propias averiguaciones.

Creatividad. Una buena manera de practicar creatividad es con un proyecto de arte abierto, o sea sin esperar un resultado predeterminado. Si los niños han perdido su creatividad, no funcionará decir: «Dibuja cualquier cosa.» Pero podemos imponer unas limitaciones, y sin embargo plantear un desafío abierto. Por ejemplo, podemos darles un poco de lana y una hoja de un periódico, y decir: «Fabrica un animal con esto.»
(Vea también esta serie de artículos.)

Aprendizaje colaborativo. El sistema escolar acostumbra a los niños a hacerse la competencia todos contra todos, en vez de ayudarse unos a otros. Necesitamos crear un ambiente donde ellos se sienten en la seguridad de que nadie se va a reír de ellos si cometen un error; que están en la libertad de pedir ayuda si la necesitan; que sus ideas y opiniones son bienvenidas y valoradas. Eso lo tenemos que demostrar primero nosotros mismos en nuestro trato con ellos; y entonces ellos también lo practicarán entre ellos.

Razonar. Muchos alumnos del sistema escolar se acostumbran a que aprueban los exámenes si han memorizado las respuestas correctas, entendiendo o no. Eso es particularmente dañino en aquellas áreas que requieren razonar, como matemática, ciencias, composición literaria, etc. A eso se suma el problema de que muchos alumnos se ven obligados a aprender contenidos mucho antes de que son capaces de entenderlos. En consecuencia, muchos de ellos terminan la primaria con un cerebro mal organizado, incapaces de razonar lógicamente.
Esta es una situación muy difícil de arreglar. Algunos de esos alumnos no logran acostumbrarse a aprender activamente, y quieren ser alimentados con cucharita por el resto de su vida. Otros, con los cambios que trae la adolescencia, pueden todavía lograr una recuperación parcial.

Un tiempo de desintoxicación

Con todo, la desescolarización todavía es posible en los primeros años de la secundaria, si tanto padres como hijos están de acuerdo con ello, y saben adónde quieren llegar. Se recomienda comenzar con un tiempo de «desintoxicación», durante el cual no exigimos ninguna actividad «escolar» de nuestros hijos, excepto lo que ellos desean hacer por iniciativa propia. Como regla general, se dice que se necesita aproximadamente un mes de «desintoxicación» por cada año que uno pasó dentro de un sistema tóxico. Por tanto, los alumnos que pasaron toda su primaria en el sistema convencional, pueden necesitar más de medio año hasta que puedan asimilar los métodos de un aprendizaje activo en casa. (Y nosotros los adultos … ¡más de un año!)
Los alumnos pueden aprovechar este tiempo para hacer cosas que les gustan y que en el sistema convencional no se valoran mucho, tales como trabajos manuales y artísticos, deportes, aprender nuevos juegos, actividades que fomentan el compañerismo con otros jóvenes, hacer viajes, acompañar a personas adultas en sus trabajos, etc. Así recuperarán su desarrollo en algunas áreas que se descuidaron anteriormente. También pueden durante ese tiempo comenzar a descubrir cuáles son sus verdaderos talentos e intereses. Después podrán poco a poco comenzar a estudiar de una manera más activa y más independiente, tomando en cuenta sus campos de interés.
En cuanto a los contenidos académicos, probablemente tendrán que volver a varios temas que ya aprendieron (supuestamente) en la primaria, pero sin entenderlos. Lo ideal es si eso puede suceder en el marco del estudio de un tema de su interés. De otro modo, también puede ayudar si estudian esos temas con métodos diferentes de los convencionales. Por ejemplo, muchos alumnos lograron entender temas de matemática que antes no entendieron, cuando los experimentaron de nuevo con métodos de la matemática activa, manejando objetos concretos y haciendo investigaciones propias.

– Todo eso puede dar buenos resultados, si sucede al inicio de la secundaria. Pero cuando faltan solamente uno o dos años para terminar, ya no es aconsejable hacer todos esos cambios de sistema. El tiempo de transición será más largo y más difícil, y los cambios requeridos pueden interferir con una buena conclusión de la etapa escolar. Por eso, opino que en los últimos años de la secundaria, una desescolarización es indicada solamente en casos graves, donde la salud emocional y/o física del alumno corre peligro por una situación insoportable en la escuela (estrés excesivo, bullying, pandillaje, etc.); o si el alumno mismo está desesperado por salir del ambiente escolar, y suficientemente motivado para emprender un aprendizaje independiente.

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El déficit de atención que sufren todos los niños

Sigue en aumento el número de niños diagnosticados con TDAH (Trastorno de Déficit de atención y Hiperactividad). Tengo mis dudas acerca de este «trastorno». En un niño sano, lo normal es que quiere ser activo. Tiene necesidad de moverse, de hacer algo con sus manos, de hacer experiencias. Su cerebro necesita estas actividades, porque le proveen las impresiones sensoriales que estimulan su desarrollo.
Algunos niños necesitan una mayor cantidad de movimiento que otros, y tienen menos facilidad de ordenar y procesar los impulsos sensoriales. Pero ¿es justificado, llamar a eso un «trastorno»? ¿No será que estamos diagnosticando como «trastorno» algo que es completamente normal? ¿y que mas bien nuestro sistema escolar masificado exige de los niños que actúen en contra de su naturaleza?

Como dijo el pediatra Carlos González en el documental «La educación prohibida«:

«Una de dos: O los niños ahora son mucho más hiperactivos que antes – cosa que me cuesta creer, pero entonces tendríamos que preguntarnos cuál es la causa de este problema, y qué hemos hecho para que los niños estén así. O los niños son igual que antes, y entonces ¿qué hemos hecho para que ya no los aguantamos?»

En nuestro refuerzo escolar tuvimos a un niño de siete años, que había sido diagnosticado con TDAH. En los primeros días no pudo estar sentado tranquilamente en ningún lugar. Cada cinco minutos dijo: «Tengo que ir al baño», y corrió. Literalmente, cada cinco minutos.
Llegó el recreo, y él se quedó con su tarea. «¿No quieres salir a jugar?», le pregunté. – «No.» – «¿Por qué no?» – «Mi mamá podría verme. Me va a reñir si me ve jugando.» (Él vivía justo al frente de nuestra casa.)
Mi esposa y yo decidimos hacer una visita a su casa. Hablamos a su mamá acerca de las necesidades de los niños, y le aconsejamos permitir a su hijo que juegue al aire libre. Felizmente, esa madre fue comprensiva, y decidió seguir nuestro consejo. El niño empezó a jugar y correr feliz con los otros niños. Dentro de pocas semanas, los síntomas de «hiperactividad» habían desaparecido casi por completo.

La psicóloga Dr.Marilyn Wedge, en un artículo titulado «Why French Kids Don’t Have ADHD» («Por qué los niños franceses no tienen TDAH») en la revista «Psychology Today«, analizó el hecho sorprendente de que en los Estados Unidos, uno de cada 11 niños es diagnosticado con TDAH, mientras que en Francia es menos que uno en 200. Eso se debe a que en EEUU, se cree que la hiperactividad es síntoma de un trastorno biológico-neurológico innato. (Aunque eso nunca se ha demostrado científicamente.) Por tanto, todo niño que muestra signos de hiperactividad, se diagnostica con este «trastorno», y se trata con medicamentos. (Esos medicamentos proveen grandes ganancias a la industria farmacéutica, pero a menudo hacen más daño que bien a los niños.)
En Francia, en cambio, la causa de la hiperactividad se busca primero en el entorno social del niño (familia, escuela), y se tratan esos problemas con consejería familiar, psicoterapia, o intervenciones pedagógicas. En consecuencia, los síntomas desaparecen en la mayoría de los casos.

Marylin Wedge profundiza el tema en su libro «A Disease Called Childhood» («Una enfermedad llamada niñez»). Demuestra que en la gran mayoría de los casos, el diagnóstico de TDAH es injustificado.

Exigencias irrazonables a los niños

La definición tradicional del «déficit de atención» da por sentado que es el niño quien debe prestar atención. Nunca antes en la historia se exigía de los niños que estuviesen «atentos» durante cinco, seis, o incluso ocho horas seguidas cada día, con muy pocas oportunidades en el intermedio para recrearse. Aun la mayoría de los adultos no podemos «prestar atención» durante más de cuatro horas. Después de ese tiempo, empezamos a sufrir problemas de concentración; y empezamos a olvidar las informaciones que recibimos en las primeras cuatro horas, porque son desplazadas por las informaciones nuevas.

Solamente los niños «hiperpasivos» o «hiper-apáticos» pueden soportar tanto tiempo sentados tranquilamente. Y eso sí que es un trastorno serio, porque esos niños sufren un retraso preocupante en su desarrollo intelectual, emocional, y social. Pero eso no se diagnostica como «trastorno», porque esos niños no interrumpen el funcionamiento del sistema escolar.

El «otro» déficit de atención

Consideremos ahora que los niños, aparte de «prestar» atención, también necesitan recibir atención. Necesitan que alguien los escuche, los entienda, que alguien mire sus logros, que alguien les ayude a resolver sus dificultades. ¿Les estamos dando esa atención?

Las personas más indicadas para dar esa atención a los niños, son sus padres. Ellos son sus personas de contacto más cercanas, y son los encargados de su educación. Hoy en día, demasiados padres piensan que han cumplido con su responsabilidad, si mandan a sus hijos a una escuela para que otras personas los eduquen. Pero los niños necesitan la atención personal de sus padres. Si no la reciben, entonces sí sufren de un «déficit de atención». Y esta clase de déficit de atención sí puede causar trastornos psicológicos reales, desde una baja autoestima hasta depresiones, neurosis, y pensamientos de suicidio.

En el sistema escolar convencional, los profesores pueden dedicar muy poco tiempo a la interacción personal con sus alumnos – según unas observaciones hechas, solamente de cinco a diez minutos al día. Con treinta alumnos en un salón, eso significa que cada alumno(a) recibe diariamente no más de diez a veinte segundos de atención personal por parte de su profesor(a). A muchos profesores no les interesan realmente las vivencias, opiniones y emociones de los niños, más allá de lo que es necesario para alcanzar los objetivos del aprendizaje. ¡No nos sorprende que los alumnos sufran de un «déficit de atención»!

Los que más sufren, a menudo son los niños hiperpasivos. Los hiperactivos causan problemas, y así por lo menos reciben su porción de atención por parte de los adultos (aunque a menudo de forma negativa). Los hiperpasivos, en cambio, a menudo pasan desapercibidos. No opinan, no interrumpen, no causan problemas; entonces los adultos no tienen motivo de ocuparse con ellos. Pero esa falta de atención refuerza aun más la pasividad del niño.

Cuando un niño deja de contarnos lo que le causó risa, o alegría, o tristeza, o miedo; cuando deja de pedir nuestra ayuda para alcanzar una meta difícil; cuando deja de mostrarnos alegremente sus inventos y sus obras de arte (o las muestra solamente para obtener una calificación) – todo eso son señales de alarma. Indican que el niño se ha resignado a vivir con su «déficit de atención». Ya no cree que los adultos le darían la atención que necesita para desarrollarse de una manera saludable. Ya no cree que merece ser tomado en serio.

Prestemos más atención personal a los niños, y esforcémonos para comprenderlos. Entonces muchos otros problemas de la niñez disminuirán drásticamente.

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Educación para la responsabilidad

En el artículo anterior enumeré unos aspectos de la educación actual, que producen irresponsabilidad en los niños. ¿Qué podemos hacer entonces para educar a los niños a ser responsables?

Las primeras pautas son obvias: Hacer lo contrario de lo que describí en el artículo anterior.

  • No maltratar a los niños. Tratarlos con respeto, aun cuando tenemos que corregirlos.
  • Mantener un orden previsible en nuestras actividades y en nuestro ritmo de vida; tener reglas claras; cumplir con los acuerdos hechos.
  • No intente controlar cada detalle de la vida de los niños. Deles espacio para hacer decisiones propias y desarrollar preferencias propias.
  • No hacer exigencias irrazonables. Asegurarnos de que los niños sean plenamente capaces de cumplir lo que exigimos de ellos.
  • No permitir que un deber se cumpla solamente «según la apariencia». Demostrar con nuestro propio ejemplo, que lo que somos en realidad, es más importante que las apariencias exteriores.

Añadiré unos pensamientos adicionales:

El orden y las reglas de la casa

El orden que necesitamos para la vida familiar (y escolar), tiene varios aspectos. Algunos de ellos son:

Estructurar el tiempo; o sea, tener un horario. Como mínimo, deben fijarse la hora de levantarse, y las horas de las comidas, para que puedan servir como «puntos de encuentro» de la familia. Y entonces, si queremos que los niños aprendan a ser responsables, no vamos a ir a despertarlos cuando es la hora. Que aprendan a levantarse por sí mismos. Que decidan ellos mismos si podrán despertarse solos, o si necesitarán un despertador. Solamente tendrán que saber que si se levantan tarde, podrán sufrir unas consecuencias; por ejemplo que se pierdan el desayuno. – Con niños pequeños, puede ser necesario fijar también una hora de acostarse, para asegurar que tengan suficiente descanso. Con niños mayores es mejor que ellos mismos decidan a qué hora tendrán que ir a dormir, para poder levantarse a tiempo.
Puede ser bueno fijar también horas para hacer trabajos en la casa, para hacer deberes escolares, y para el tiempo libre, de juego, etc. Y si hemos fijado tales horas, entonces nosotros como padres también debemos cumplirlos. Por ejemplo, no podemos exigir que un niño nos ayude con un trabajo en la casa cuando es su tiempo libre. (El niño podrá decidir voluntariamente que lo hará, como un favor para nosotros; pero no podemos insistir en ello.)
Probablemente el horario para los fines de semana será distinto de los otros días: levantarse más tarde; más tiempo libre; etc.
Cuanto mayor sean los niños, más debemos involucrarlos a ellos y tomar en cuenta sus opiniones, al definir el horario familiar.

Estructurar los deberes y responsabilidades: Muchos trabajos del hogar se repiten con regularidad: Limpieza, cocina, hacer compras, el cuidado de las mascotas, etc. Entonces, cada miembro de la familia puede asumir uno o varios trabajos de esta categoría como su responsabilidad fija durante un tiempo prolongado, por ejemplo uno o dos meses. (Podría ser también por todo el año. Pero normalmente los niños prefieren cambiar después de cierto tiempo de hacer el mismo trabajo.)
Para dar a los niños una opción de elegir, se puede usar el siguiente método: Antes de distribuir las responsabilidades para el siguiente período, se preparan unas tiras de papel, y en cada papel se escribe uno de los trabajos que se van a repartir entre los niños. Entonces, cada niño puede escoger uno o varios papeles, según su preferencia. Quizás ya se distribuyen todos los trabajos de esta manera. Si no, los padres tendrán que distribuir los restantes.
Si un niño recibe un trabajo nuevo que todavía no sabe hacer bien, por supuesto que necesita un tiempo de entrenimiento. Pero después de eso, debe aprender a recordar su deber por sí mismo. Eso es responsabilidad: cuando hago lo que es mi deber, sin que alguien tenga que recordarme o controlarme.

Tener reglas de conducta: Eso es de acuerdo con el trato de Dios con nosotros: Él no nos da órdenes arbitrarias. Él nos ha dado unos criterios claros para distinguir entre el bien y el mal. Así también en la familia, debe ser claramente definido qué es lo que se permite y qué no.
Ciertas reglas son necesarias para mantener el orden exterior en la casa. Una regla de esta clase podría ser, por ejemplo: «No traer juguetes a la cocina.» – También necesitamos reglas para una convivencia pacífica. Reglas de esta clase podrían ser, por ejemplo: «No insultarse.» – O: «No quitar a nadie el juego con el cual está jugando.»
Aquí vale lo mismo como en los aspectos anteriores: Mientras que los niños son pequeños, los padres tendrán que establecer las reglas; pero a medida que crecen los niños, debemos involucrarlos y tomar en cuenta sus opiniones al establecer o cambiar las reglas.
Tengamos cuidado de no establecer demasiadas reglas. De otro modo crearemos una «jungla de leyes» que serán difíciles de recordar y cumplir.

Las reglas de la casa establecen lo que en la sociedad se llama «seguridad jurídica». Los niños pueden saber cuáles son las cosas que no deben hacer, si no quieren sufrir consecuencias. Y aun más importante: pueden tener la seguridad de que nadie puede culparlos ni hostigarlos, mientras que no quebrantan las reglas. De esta manera, los niños pueden responsabilizarse ellos mismos de cumplir las reglas (o pueden corregirse unos a otros), en vez de depender de órdenes arbitrarias de parte de sus educadores. Y como educadores necesitamos intervenir solamente en casos serios que los niños no pueden solucionar entre ellos.

Oportunidades de decidir y elegir

No existe responsabilidad sin libertad. Solamente la persona libre puede ejercer responsabilidad. Alguien que no es libre, aunque quizás haga lo correcto, no lo hace por responsabilidad: lo hace solamente porque no tiene otra opción.

Por tanto, si queremos que los niños aprendan responsabilidad, tenemos que darles oportunidades de elegir entre varias opciones. Con niños pequeños, podemos empezar presentándoles unas opciones que son igualmente buenas: «¿Quieres ponerte las medias rojas o las azules?» – «¿Quieres acompañarme al mercado, o quedarte en casa con tu hermana?» – «¿Quieres limpiar la mesa, o guardar los platos?»

Más tarde tendrán que aprender a distinguir entre opciones buenas, menos buenas, o incluso malas. Por ejemplo:
Lavar los platos ahora será una opción buena, porque la cocina estará limpia, y podré tranquilamente tener un tiempo libre.
Postergarlo hasta la tarde será una opción menos buena, porque los restos de comida se secarán, y el trabajo será más difícil.
No lavar los platos en absoluto será una opción mala, porque la cocina estará desordenada, nos faltarán platos para la cena, y los restos de comida atraerán las hormigas.

Como padres necesitamos sabiduría para distinguir dónde es mejor decidir por nuestros hijos, y dónde es mejor dejarles libertad y permitir que ellos mismos experimenten las consecuencias de sus decisiones.

Trabajos con valor real, y responsabilidades con consecuencias reales

La responsabilidad se aprende mejor cuando tiene una recompensa. Por eso, pioneros educativos como John Taylor Gatto o Raymond y Dorothy Moore recomiendan, en vez de dar propinas a los niños, que ellos empiecen ya en la edad de primaria a administrar un pequeño negocio propio, para poder disfrutar de sus ganancias. Cada niño o niña tiene alguna capacidad útil que puede ofrecer a sus prójimos: unos saben hacer galletas, otros saben tejer, otros pueden ofrecerse para hacer pasear al perro del vecino … Con un poco de creatividad se pueden encontrar incontables posibilidades. John Taylor Gatto escribe:

«[En el siglo 19,] los jóvenes de la misma edad como los que hoy en día encerramos en aulas escolares, convirtieron este continente de un desierto en tierra fértil, construyeron carreteras, canales y ciudades, vencieron al mayor poder militar de la tierra dos veces, vendieron hielo a la lejana India antes que existieran refrigeradoras, y produjeron tantas maravillas tecnológicas que los Estados Unidos asombraron al mundo entero con las capacidades de una creatividad libre. (…) A la edad de siete años, o añadías valor al mundo alrededor, o eras un parásito. Como toda gente saludable, los niños querían ser adultos lo más pronto posible – por eso las fotos antiguas muestran a niños y niñas que se ven como hombres y mujeres. Todo lo que necesitas es llevar tu parte de la carga, pasar unas aventuras, y ¡listo! Eres adulto. …Todavía en la primera mitad del siglo 20, un joven (hoy en día lo llamaríamos ‘niño’) como Andrew Carnegie pudo comenzar un negocio a los siete años, después de abandonar la escuela; y a los veinte años llegó a ser un socio del presidente de la Ferroviaria de Pennsylvania.

(…) ¡Imagínate cómo sería nuestra sociedad, si los 65 millones de niños escolares encerrados para aprender a ser consumidores, fueran liberados para soñar con una vida independiente y productiva, añadiendo valor a la comunidad, e imaginándose ellos mismos como productores, en vez de consumidores aburridos!

(…) Yo me preocuparía seriamente, si mi hijo se comportara de una manera notablemente infantil después de los siete años. Y si a los doce años no estás tratando con unos jóvenes ansiosos de asumir su turno, capaces de orientarse en una ciudad como Londres, de emprender un viaje de cien millas en bicicleta, y de añadir suficiente valor a su vecindario para tener un ingreso independiente, si no ves eso, entonces algo estás haciendo seriamente mal [en su educación].»

(John Taylor Gatto, «Weapons of Mass Instruction»)

Durante el siglo 19, los Estados Unidos llegaron a ser una de las primeras potencias mundiales, gracias a esa combinación de libertad, creatividad, y responsabilidad (además de una fuerte influencia cristiana bíblica) – valores que más tarde llegaron a perderse en ese mismo país. Reconstruir estos valores en un país donde no existieron por muchos siglos (como en el Perú), nos tomará más de una generación. ¡Pero hagamos un comienzo! Permitamos a nuestros niños que asuman unas responsabilidades con valor real; pero también con consecuencias reales cuando no cumplen.

Experiencias como éstas incentivan la responsabilidad:

  • Si mis productos son de buena calidad, la gente los comprará, y tendré un beneficio.
  • Si soy cumplido en el trabajo que hago para alguien, la persona va a estar contenta, va a pagarme de buena gana, y va a volver a contratarme.
  • Soy feliz, porque puedo ofrecer algo que la gente realmente valora.

Pero también las consecuencias de la irresponsabilidad son reales:

  • Si es mi responsabilidad pelar las papas, y no lo hago, no habrá almuerzo.
  • Si es mi responsabilidad cuidar y alimentar al conejo, y no lo hago, el conejo puede enfermarse o incluso morir.
  • Si tengo la oportunidad de ganarme una propina, cortando el césped de la vecina, y no lo hago, entonces no tendré propina. – O si lo hago, pero de manera descuidada y desordenada, la vecina no me va a volver a contratar.

El «trabajo escolar» nunca tiene ese mismo valor. Un cuaderno lleno de ejercicios escritos no es de valor real para nadie. Si un niño olvida sus tareas escolares, eso no tiene consecuencias reales para nadie – por más que los profesores hagan un gran drama de ello y hasta inflijan castigos al pobre niño. Ese castigo no es una consecuencia de la tarea olvidada; es una consecuencia de una distorsión en los valores del profesor. En el caso de un trabajo real, si está mal hecho, disminuye la calidad de vida de la persona que recibe el trabajo. Pero una tarea escolar olvidada no disminuye la calidad de vida de nadie. No es más que un simulacro; no es la vida real.

Imaginémonos a un niño que está jugando a una simulación computarizada, digamos de un aeropuerto donde tiene que controlar el tráfico aéreo. El niño sabe que los aviones en la pantalla no son reales, y que sus errores no afectarán a nadie en la realidad. Un niño poco sensible hasta podría disfrutar de ver colisionar a los aviones por causa de sus descuidos.
Imaginémonos ahora que la mamá del niño decide añadir un poco de seriedad a la simulación, y empieza a castigarlo cada vez que comete un error. ¿Enseñará eso al niño a ser responsable? – Difícilmente. Es más probable que empiece a sentir rencor contra su mamá quien le impide disfrutar del juego. Por fin, no es más que un simulacro; y el niño sabe que la mamá también lo sabe. Por tanto, no existe ninguna razón real para castigarlo.

Lo mismo aplica a las tareas escolares. Por más que los padres y profesores les añadan una seriedad artificial con sus castigos, y por más que los niños exteriormente asimilen esa actitud exagerada de los adultos – en el fondo saben que esas tareas no representan ningún valor real. No ayudan a mejorar la vida de nadie, no satisfacen las necesidades de nadie, ni tienen un valor comercial. Por eso, las presiones y los castigos asociados con esas tareas no producen responsabilidad. A lo máximo producen rencor; y destruyen la motivación del niño.

Las simulaciones tienen su lugar. Muchas destrezas se pueden entrenar con simulaciones computarizadas. Al nivel de los conocimientos y habilidades, una simulación puede ser útil – si es que el aprendiz es deseoso de aprender, y si ya es responsable. Pero al nivel de las actitudes, la simulación es inútil, porque el aprendiz sabe bien que no es el mundo real.
Así también las tareas y los ejercicios escolares, pueden ser útiles para alguien que ya está motivado para aprender, y que ya es responsable. Pero no sirven para «enseñar responsabilidad».

La situación sería muy distinta si nuestro niño tuviera una responsabilidad real en un aeropuerto real. No vamos a ponerlo todavía a controlar el tráfico aéreo, porque no estoy sugiriendo que encarguemos a los niños con responsabilidades que pueden afectar vidas humanas. Pero podríamos encargarlo, por ejemplo, con actualizar las pantallas de información que dicen a los pasajeros a qué puerta tienen que dirigirse para embarcar. Le explicamos que si se equivoca en un número, los pasajeros irán al lugar equivocado y podrían perder su vuelo, y entonces tendrá que ir a pedir disculpas a todos esos pasajeros enojados; y si sigue equivocándose, será despedido de su trabajo. Ahora es una situación real, y seguramente el niño se va a esforzar mucho más que en una simulación.

En los campos de concentración de los nazis en Alemania, y de los comunistas en la Unión Soviética, se usaron métodos como los siguientes para desmoralizar a los presos:
Los guardianes les mostraron un enorme montón de arena en un rincón del patio, y les ordenaron trasladar el montón entero al otro extremo del patio, lo más rápido posible. Se esforzaron todo el día para cumplir con el trabajo. El día siguiente los llevaron al mismo montón de arena, y les ordenaron trasladarlo de regreso adonde estaba antes.

Muchos «trabajos» escolares tienen el mismo efecto desmoralizador, porque exigen esfuerzo, pero no producen ningún producto que valdría la pena. Quizás se les dice a los niños que «tienes que aprender eso, porque más tarde lo necesitarás», o «para que más tarde tengas un buen trabajo». Pero – aparte del hecho de que muchos «trabajos» escolares ni siquiera producen aprendizaje – ese «más tarde» es tan lejano para el niño que no provee ninguna motivación verdadera; y en muchos casos nunca llega. Gran parte de lo que aprendemos en la escuela, no lo necesitaremos nunca después. Y actualmente tenemos miles de graduados universitarios desilusionados, porque no encuentran trabajo en su especialidad, y tuvieron que descubrir que el «buen trabajo» que se les prometió, no existe para ellos.

En un campamento vacacional para niños ofrecí a los participantes como actividad opcional, formar un grupo de periodismo y producir una revista acerca del campamento. Los integrantes del grupo trabajaron con mucho entusiasmo y responsabilidad, hicieron entrevistas, escribieron reportajes, los ilustraron con dibujos propios; y por supuesto que tuvieron que aprender bastante de ortografía y gramática. ¿De dónde vino su motivación? – De la expectativa del producto terminado, que después se iba a repartir a todos los participantes del campamento.

Por un tiempo, mis hijos tuvieron un negocio de fabricar cajitas decorativas de cartón para regalos, y las vendieron a unas tiendas de regalos. Eso requirió unas construcciones geométricas muy exactas, y mis hijos lo hicieron bien; ¿por qué? – Porque sabían que si las cajas salían deformadas, nadie las iba a comprar.

Proveamos más responsabilidades reales para nuestros niños, y menos simulacros.

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