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El síndrome de Estocolmo y la educación peruana

Hace poco, la siguiente noticia me llamó la atención:

«Con pancartas en mano y arengas, un grupo de personas se reunió en la puerta del local de la Ugel Sur (autoridad local del sistema escolar peruano), en el distrito de José Luis Bustamante y Rivero en Arequipa, exigiendo “justicia” para el docente Ernesto Murillo Laura. Este último es investigado por la Fiscalía por golpear a sus estudiantes por no hacer la tarea.

Según contaron 18 alumnos de la institución educativa Santa María de la Paz, su profesor de matemática, Murillo Laura, los agredió con un palo, provocando que algunos de ellos terminen llorando o quejándose por el dolor.
De acuerdo a las investigaciones de la Fiscalía Provincial Civil y Familia de Paucarpata, los alumnos presentaban hematomas en los brazos y piernas, así como en la cabeza. Los exámenes médicos determinaron que un grupo de los estudiantes requeriría hasta tres días para sanar.

Enterados de las denuncias, la mañana de este viernes, un grupo integrado por padres de familia y exalumnos del colegio Santa María de la Paz, realizaron una manifestación exigiendo que el docente Ernesto Murillo sea repuesto en su trabajo. Esto debido a que las autoridades de la Gerencia Regional de Educación de Arequipa lo suspendieron hasta que culminen las investigaciones.

Una de las madres asistente defendió al profesor asegurando que ella inclusive autorizaba al docente para corregir a su hijo si no cumplía sus tareas o llegaba tarde a clases. «Si lo tiene que rajar, rájelo”, le había dicho la mujer a Ernesto Murillo.

En tanto, un grupo de exalumnos de la promoción 2017 de la I.E. Santa María de la Paz mostró su respaldo al docente asegurando que siempre les prestó apoyo cuando lo necesitaron y que incluso es un profesor ejemplo. Uno de los jóvenes, le dirigió unas palabras al maestro agradeciendo las reprimendas.»

(Diario «La República», Lima, 17 de mayo de 2019)

Maltrato inexcusable

Ahora, éste es un caso claro de maltrato; incluso bordea a tortura. Aun los más ardientes defensores de castigar físicamente a los niños, ¡no podrán sostener que eso implique infligirles «hematomas que demoran tres días en sanar»! Y si uno quisiera argumentar con la Biblia (como es apropiado en un blog sobre educación cristiana), es cierto que hay algunos pasajes que se podrían interpretar en el sentido de un castigo físico (¡aunque no hasta el punto del maltrato!). Pero ésos se refieren exclusivamente al trato de los padres con sus hijos; no dan derecho a nadie a castigar a los hijos de otra gente. Y se refieren únicamente a lo que la Biblia llama «necedad»; o sea la obstinación deliberada, cuando alguien permanece en una actitud claramente pecaminosa, negándose a escuchar y a cambiar. Además, en el entorno hebreo, la responsabilidad disciplinaria de los padres por sus hijos terminaba cuando éste celebraba su «Bar Mitzwa», o sea, a los trece años de edad.

Nada de eso se puede aplicar a la situación referida. No se trataba de una situación entre padres e hijos. Y no se trataba de una actitud obstinada de parte de los alumnos. A lo máximo se trataba de simples negligencias, tales como olvidar sus tareas. Y según los testimonios que escucho de los alumnos del sistema escolar, sé que muy a menudo son castigados por cosas que ni siquiera son culpa de ellos: por no entender un tema (y en consecuencia no poder hacer su tarea); por tener una nota baja en un examen (a pesar de sus mejores esfuerzos); o incluso por asistir a la escuela sin uniforme (aunque la ley dice que a nadie se le puede obligar a usar el uniforme escolar). Nada de eso es una «maldad» por parte del alumno, y por tanto no merece ningún castigo. Pero en el sistema peruano está todavía demasiado arraigada la idea de que toda dificultad académica sea la culpa del alumno; se le grita «¡¿Por qué no estudias?!»; y padres y profesores no se detienen para considerar que quizás le están imponiendo unas exigencias completamente irrazonables. Este sistema castiga al pez porque no logra trepar un árbol, y al mono porque no logra nadar.

Además, la noticia se refiere a alumnos de secundaria, o sea adolescentes, ya no niños. Todo buen pedagogo sabe que con alumnos de esa edad, un buen educador fundamenta sus decisiones, llega a conclusiones dialogando, y no aplica medidas de fuerza bruta. Lo cual es confirmado también por la sabiduría del pueblo hebreo con su institución de «Bar Mitzwa».

Lo que causa el síndrome de Estocolmo en las víctimas

¿Por qué entonces unos exalumnos y padres se ponen a defender a la persona que cometió tales maltratos, y que ahora tiene que sufrir las consecuencias justas de sus actos? ¿Significa eso que el maltrato no era tan malo; que no hizo daño a las personas afectadas? – Al contrario. El daño fue aun más grande de lo que ellos se imaginan. El maltrato no solamente dañó su cuerpo; además indujo en ellos un trastorno psicológico poco frecuente, que es conocido bajo el nombre de «Síndrome de Estocolmo».

Este síndrome fue investigado por primera vez en 1973, en la ciudad sueca de Estocolmo. Los asaltantes de un banco habían mantenido como rehenes a cuatro personas durante seis días, y los amenazaban de muerte. Cuando llegó la policía para liberarlos, los rehenes se pusieron del lado de los asaltantes, y los defendieron contra la policía. También en el juicio contra los asaltantes, los rehenes testificaron a favor de ellos.

Se llegaron a conocer otros casos, donde las víctimas de extrema violencia tomaron partido a favor de los agresores. El síndrome de Estocolmo se ha observado, entre otros, en víctimas de secuestros, prisioneros de guerra, miembros de sectas, y frecuentemente en víctimas de violencia doméstica.
Psicológicamente, se explica como un mecanismo de negación o de disociación cognitiva, para poder soportar una situación extremamente dolorosa que la víctima no puede controlar ni evitar. Trágicamente, este síndrome persiste aun después de que la situación de violencia ya pasó. Así lo demuestra el caso de los rehenes de Estocolmo, y también el caso de los exalumnos mencionados en la noticia arriba. Aun años después de los maltratos, los afectados por el síndrome de Estocolmo salen en defensa del agresor que los victimizó.

El fin no justifica los medios

Quizás alguien me dirá que no se puede comparar un profesor con un asaltante. «El profesor hace un bien a sus alumnos, porque les imparte educación.» – Pero el asaltante que toma rehenes, también les hace bien: por ejemplo, los alimenta, y les provee un lugar donde dormir. ¿Acaso justifica eso el mal que les hace? Igualmente tenemos que preguntar: ¿El «bien» de impartir educación, acaso justifica torturar a los alumnos? ¿Acaso no existen otras maneras de educar?

No conozco al profesor mencionado en la noticia, así que no puedo opinar acerca de su motivación. Pueden existir unos profesores tan mal orientados que sinceramente creen que al maltratar a sus alumnos les hacen un bien. Pero aun si eso fuera el caso: ¿acaso los golpes duelen menos cuando son «bien intencionados», o cuando proceden de ignorancia pedagógica? Y si los alumnos necesitan una corrección cuando no tienen sus tareas hechas, ¿acaso no necesita también un tal profesor una corrección, cuando maltrata a sus alumnos?

Y existen también profesores cuya motivación es menos buena. Algunos «imparten educación», no porque fueran personas buenas; lo hacen simplemente porque tienen que hacer algo para ganarse la vida. Otros lo hacen porque disfrutan de ejercer control sobre otros y dominar sobre ellos.

Y no hay que subestimar las rivalidades que existen entre profesores, y entre escuelas – a menudo incentivadas por un sistema de calificaciones que es tan injusto con los profesores, como lo es con los alumnos. De diversas maneras, profesores y escuelas son premiados cuando sus alumnos muestran un «rendimiento» alto, y son castigados cuando el «rendimiento» es bajo. Eso hace que muchos profesores se preocupen más por su propia reputación y la de su escuela, en vez del bienestar de sus alumnos. Los alumnos se convierten en esclavos que tienen que trabajar para que el profesor avance en su carrera.
Otra consecuencia triste es que muy pocos profesores se disponen voluntariamente a trabajar con alumnos que tienen dificultades de aprendizaje, porque el sistema no los premia por este esfuerzo. Así que justo aquellos alumnos que necesitarían el mayor apoyo, son aun más marginados y maltratados.

¿Hay que ser agradecido por el maltrato?

Un día mi esposa me preguntó: «¿Qué podemos responder a las personas que dicen que son agradecidas por el maltrato que sufrieron en su niñez, porque dicen que gracias a eso han tenido éxito en la vida, han llegado a ser profesionales, etc?» Parece que esos casos son bastante frecuente. Me contó también de otro caso, de una persona que había estudiado tres carreras, pero no concluyó ninguna y sigue hasta hoy sin profesión, y que dijo: «Si mis padres hubieran sido más duros conmigo, yo hubiera terminado mi carrera, y tendría una mejor vida ahora.»

Yo preguntaría a una persona así: «Qué piensas, ¿qué dice eso acerca de tu propio carácter?» – A la edad de abandonar una carrera, uno ya es adulto(a). Tiene una edad donde se espera que una persona sea capaz de gestionar su propia vida, y de responsabilizarse de sus propias decisiones y actos. Si alguien manifiesta que a esa edad necesita todavía un papá, una mamá, o un profesor corriendo tras ella con un palo para que cumpla sus deberes, esa persona testifica que tiene un carácter irresponsable, y que deliberadamente ha escogido seguir siendo irresponsable. Porque las personas responsables asumen ellas mismas la responsabilidad por sus decisiones; no buscan culpar a sus padres o a otras personas.

El maltrato no produce un carácter responsable. En algunos produce un carácter muy sumiso, dependiente, e inmaduro. En otros produce un carácter rebelde y vengativo. Pero no puede producir responsabilidad; porque el maltrato aniquila la voluntad propia, y sofoca la capacidad de hacer decisiones y de responsabilizarse de ellas.
Sin duda, ésa es una de las razones por qué el Perú tiene una cantidad tan grande de profesionales irresponsables. Ingenieros cuyas construcciones se derrumban; médicos que matan a sus pacientes; fiscales y jueces corruptos; profesores que no entienden los temas que deben enseñar … la lista es interminable. Muchos de esos profesionales no escogieron su profesión por voluntad propia: Fueron obligados a ella con golpes, y siguen ejerciéndola solamente porque en su subconsciente siguen sintiendo el palo de sus padres o de sus profesores a sus espaldas. Otros escogieron una carrera, no porque les interesara o les gustase, sino solamente como un medio fácil de ganar plata – y esa motivación también, a menudo es inducida por las presiones de padres o profesores. No sorprende que existan tantos profesionales sin verdadera vocación.

Y ahora, como demuestra la noticia citada al inicio, la gente irresponsable, producto de un sistema de maltrato, sale a las calles para exigir que se cometa otra irresponsabillidad: que un maltratador sea librado de las consecuencias justas de sus actos. Así es como una educación torcida prepara el camino para todo lo que viene después: la irresponsabilidad en el ejercicio de la profesión; las maniobras de encubrimiento para que los errores y defectos no salgan a la luz; el tráfico de influencias para que los menos aptos ocupen los puestos más importantes; la corrupción en el gobierno y el blindaje a los mafiosos. Todo eso está relacionado con esa mentalidad torcida que elogia a los agresores y culpa a las víctimas.

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Como los centros de cuidado diurno («Casas-cuna») pueden destruir una nación

Apenas publiqué el artículo pasado sobre la importancia de la familia, y me topé con el artículo que reproduzco abajo. Fue escrito en Suecia hace más de veinte años, y demuestra lo que sucede cuando el estado asume el cuidado de los niños. Suecia es la cuna de las «casas-cuna» para niños menores de cinco años, y es el país con la más larga tradición de dichas instituciones. Como demuestra este artículo, el cuidado estatal de los niños pequeños afuera de sus hogares y familias resultó desastroso para la sociedad sueca. Por tanto, me extraña mucho que varios países latinoamericanos deseen ahora reproducir este experimento sueco. ¿Será por ignorancia o al propósito?
Y aun más me extraña el hecho de que la mayoría de los evangélicos, y sus líderes, sigan esta corriente sin cuestionar, y aun aplaudiéndola. Los evangélicos, quienes oficialmente se apoyan en la Biblia, deberían saber que la educación de los niños es tarea de la familia. También deberían saber que la unidad y la restauración de las familias es una de las prioridades más grandes en el plan de Dios. Sin embargo, la mayoría de ellos no solo apoyan modelos como el fracasado modelo sueco, sino incluso lo reproducen en sus propias iglesias. Da mucho que pensar.


Como los centros de cuidado diurno («Casas-cuna») pueden destruir una nación
Por Jan-Olaf Gustafsson, 1989

Antes de relatar mis experiencias con los centros de cuidado diurno en Suecia, deseo presentarme a mí mismo.

Soy ciudadano sueco, de 47 años, casado, y padre de dos hijas que ahora tienen 20 y 17 años. Mi esposa es educadora diplomada para casas-cuna y trabajó en su profesión hasta el nacimiento de nuestra primera hija.

Cuando ella estaba embarazada con nuestra primera hija, ella me dijo que no quería poner a nuestro bebé en una casa-cuna. En aquel tiempo, ella misma trabajaba en una casa-cuna. La pregunté por qué, y ella me respondió que desde su propia experiencia, ninguna persona ajena era capaz de dar a un niño el amor y la atención que corresponde a la unión amorosa entre padres e hijos.
Algunas noches ella regresaba de su trabajo y lloraba por sus pequeños «clientes» que fueron dejados por la mañana en la cuna como encomiendas vivas, y por la tarde recogidos por sus padres.
Le prometí que iba a hacer todo lo posible para asegurar los ingresos necesarios para nosotros, para que ella misma pudiera atender a nuestro bebé.

Nuestra hija mayor nació en 1969. Al inicio todo fue bien. Pero en 1971, el gobierno sueco promulgó una ley que lo hizo prácticamente imposible para una familia sueca promedia, vivir con un solo sueldo. Esta reforma tributaria fue uno de los hitos en el camino hacia la destrucción de la familia tradicional en nuestro país.

Nuestra segunda hija nació en 1972. Desde entonces hemos luchado por nuestra sobrevivencia frente a un sistema maligno de impuestos, el cual discrimina a miles de padres en nuestro país, solamente porque ellos desean educar a sus hijos ellos mismos en su propio hogar. Logramos mantenernos a duras penas. Hace unos años, mi esposa volvió a su trabajo anterior para dar un poco de amor a aquellos niños, que en ciertos libros de sociología son descritos como «objetos».

Con excepción de los países (entonces) comunistas de Europa Oriental, Suecia tiene la tradición más larga de cunas estatales para niños pequeños. Pero antes de describir la situación actual (de 1989), deseo resumir nuestra historia. Esto es importante, porque muchos países alrededor del mundo están copiando nuestro sistema de casas-cunas – aunque con la experiencia de 25 años aquí en Suecia, este sistema resultó ser el desastre social y económico más grande del siglo XX.

El concepto de los centros de cuidado diurno fue diseñado en la década de los 1930 por Alva Myrdal – sin considerar si los padres tenían alguna necesidad de ello o siquiera se interesaban en ello. Junto con su esposo Gunnar, ella describió estas ideas en varios libros. (Más tarde, ambos ganaron el Premio Nobel por otros logros.) Como muchos de su generación, ellos hablaban a menudo de «crear una nueva generación de hombres que encajarían mejor en un nuevo orden mundial». Al inicio de la década de los 1930, ellos cambiaron de partido y se hicieron miembros del partido gobernante en Suecia. Poco después fueron encargados con elaborar planes para la «familia moderna» y la sociedad del futuro.

Los Myrdal tenían opiniones chocantes acerca de la familia, y acerca de las amas de casa que se dedicaban a la educación de sus propios hijos. En su libro «Crisis en el asunto de la población», escribieron:
«Para individuos débiles, tontos, perezosos, sin ambiciones o menos inteligentes (con esto se refieren a las madres que se preocupan por sus hijos en casa, N.d.tr.), todavía es posible quedarse en el ambiente del hogar y vivir como amas de casas y sirvientas. Y al fin la prostitución, para la cual ellas como sirvientas se hacen siempre disponibles.»

El ex primer ministro Palme anunció la muerte del ama de casa. Su ministro de igualdad dijo que las amas de casa eran piezas de museo; y un diario grande declaró que las amas de casa eran «traidoras». Después de difamar de esta manera a las amas de casa y ensuciar su reputación, era más fácil quitarles sus derechos. Incontables mujeres de todas las edades perdieron su orgullo y su autoestima, y fueron atrapadas por el sistema.

Las mujeres son forzadas a trabajar. Esta es la realidad del «paraíso» sueco hoy. En el transcurso de cuarenta años llegamos a esta situación, porque al inicio nadie sabía donde iba a terminar. El proceso comenzó con la legislación. Hoy hemos llegado a un punto donde la palabra «familia» ya no existe en las leyes y fue sustituida por «hogar». ¿Pero qué significa «hogar»? Un «hogar» puede consistir en dos lesbianas o dos homosexuales que adoptaron hijos. Aun la Constitución no menciona ningún derecho de los padres.

Además, los impuestos sobre los ingresos fueron cambiados paulatinamente, de manera que una familia promedia con un solo sueldo ya no puede sobrevivir. ¡Tenemos hoy en Suecia la situación de que los matrimonios se divorcian para poder seguir viviendo juntos! Esto suena extraño; pero el sistema social apoya a los divorciados más que a los casados. Por tanto, muchos matrimonios están dispuestos a divorciarse jurídicamente, para mejorar su situación financiera. Por la misma razón, muchas parejas no se casan. Mientras son solteros, reciben dos subsidios y lo doble de todo.

El partido gobernante de Suecia publicó un libro que presenta el programa para el futuro de la sociedad. El libro es titulado «La familia del futuro: una política socialista para la familia.» – Este libro dice que los niños son «obstáculos para la emancipación de la mujer moderna». En un capítulo se exige que el desarrollo emocional, intelectual y material de los niños sea sometido al estado. A los jóvenes suecos hoy les parece completamente normal, aceptar estas directivas. Así viven según las convicciones que les fueron impuestos por la propaganda masiva y por el sistema tributario. Es muy triste ver a padres jóvenes, inteligentes y educados, con capacidades sobresalientes en diversas áreas de la vida, pero que al mismo tiempo carecen de toda confianza en sus propias capacidades como padres.

Usted se preguntará: ¿Cómo fue posible que esto sucediera en un país que se llama un país libre? – Los diseñadores de este sistema implementaron una combinación astuta de un principio que es a la vez permisivo y restrictivo. La mayoría de la gente concentra sus metas en el dinero y en la adquisición de cosas materiales, lo que llaman «nivel de vida». Suecia es un campo experimental del sistema bancario internacional y de los mega sistemas de registración y control de la población. El país tiene un territorio grande, pero solo ocho millones de habitantes. El sueco promedio fue formado por una tradición de 500 años, de aceptar los reglamentos y decretos gubernamentales sin cuestionar. A menudo observo que los extranjeros que vienen a Suecia, se dan cuenta fácilmente de la situación, mientras los mismos suecos no se dan cuenta de lo que pasa, porque no confían en sus propias opiniones y conclusiones.

Hace unos años, el parlamento sueco decretó que cada niño entre uno y cinco años tenga un cupo garantizado en una cuna estatal. Este «derecho legal del niño» garantiza a cada niño a partir de seis meses un lugar en un centro de cuidado diurno, según el programa político antes mencionado. El sistema sueco es totalitario; no deja alternativas a sus ciudadanos. Se invierten sumas enormes de dinero en las casas-cunas; pero aquellos padres que desean educar a sus propios hijos, no reciben nada. Al contrario, ellos tienen que pagar más impuestos que aquellos que se adaptan al sistema.

La situación social en la Suecia actual está en revuelta. Las escuelas son dominadas por la violencia; padres y profesores son amenazados y derribados a golpes. El metro subterráneo es contínuamente destruido por adolescentes. Ellos pintan los trenes con spray y cortan los asientos con cuchillos. Cada año se gastan cinco millones de dólares para arreglar estos daños. ¿Qué futuro le espera a un país donde los ancianos ni siquiera de día se atreven a salir a la calle?

Los problemas ocurren aun en los niños muy pequeños. Según las investigaciones médicas del Instituto para la investigación del estrés en Suecia, cada tercer niño de cuatro años sufre de trastornos psicológicos. No estamos hablando aquí de adolescentes, ¡se trata de pequeñitos de cuatro años!
Cada año, en Suecia se suicidan cien niños. Este es el mismo número como en Alemania, pero con la diferencia de que Alemania tiene 80 millones de habitantes y Suecia solamente ocho millones. Muchos de estos niños tienen tan solamente cuatro, cinco o seis años.

La educación escolar es otro problema. Un número creciente de alumnos concluyen sus nueve años de escolarización, sin saber leer ni escribir. Los profesores se quejan de que tienen que invertir mucho tiempo para enseñar un buen comportamiento a los pequeños, y cosas tan cotidianas como abotonar una camisa, amarrar los pasadores o comer con cuchillo y tenedor. La situación es realmente loca.
Otro ejemplo de la disposición sueca para experimentos, es la ley reciente sobre los «derechos básicos» de los animales en granjas. (…) Esta ley para «condiciones más humanas» para los chanchos, gallinas y vacas significa la bancarrota para miles de granjeros suecos, porque ya no pueden pagar la construcción de la clase de establos lujosos que las nuevas leyes exigen.

Aun el diario New York Times reportó sobre ello en 1988. ¿Qué debemos pensar de una nación que concede a sus animales más y mejores derechos que a sus niños humanos? ¿De verdad deberían otros países seguir el ejemplo de una nación que niega a los padres e hijos el derecho de vivir juntos durante sus primeros años de vida tan importantes, mientras concede a los chanchos y gallinas un «derecho a espacio suficiente y tratamiento apropiado para su especie»?

¿Qué pasará en el futuro? Por ejemplo, ¿qué sucederá cuando estos niños, que ahora crecen como «obstáculos» (desde el punto de vista de los padres), más tarde asumirán el gobierno de la nación? Ellos, que nunca experimentaron amor y sentimientos, ¿despreciarán la vieja generación de sus padres y los considerarán obstáculos para la nueva generación activa? Ya ahora podemos observar un aumento del egoismo, mientras están desapareciendo el amor, la ayuda mutua y la disposición de compartir la carga de los demás.

¿Quién se beneficiará de un sistema que después de 25 años en Suecia resultó ser un desastre social y económico? He vivido muchos años en este sistema. Mi familia y yo hemos sufrido bajo este sistema, económicamente y mentalmente, bajo las campañas estatales contra aquellos que defendieron su deber y derecho fundamental de cuidar de sus propios hijos. He examinado este sistema bajo todas las perspectivas posibles, y no encuentro a nadie quien se beneficiará de ello, excepto un estado secular que transforma a sus ciudadanos para que ellos acepten un sistema totalitario. Esta nueva clase de ciudadanos, sin confianza en sí mismos y dependientes de la ayuda social estatal, no se atreven a hacer cambios ni saben como. Si este mismo proceso se lleva a cabo en otro países, entonces desaparecerán las democracias de personas libres que desean vivir según los mandamientos de Dios. (…) ¿Quién ganará cuando las naciones son debilitadas en vez de ser fortalecidas?

La fuerza más importante de una nación son personas sanas y felices, que han crecido en familias sanas y contentas. Cada sociedad o nación depende de las condiciones de sus familias, porque la familia refleja la situación de la nación. Cuando la familia se debilita o se destruye, la nación entera será destruida dentro de poco. Es necesario detener este proceso de destrucción mientras todavía es posible.

Jan-Olaf Gustafsson es miembro de comité de la Fundación Sueca de Campaña Familiar.

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