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Los españoles nos muestran cómo defender a la familia

España está en huelga. No la España oficial, por supuesto. Tampoco estoy hablando de los sindicatos; ésos no defienden la verdadera educación. Me refiero mas bien a los padres españoles, que decidieron entrar en huelga para defender los intereses de sus hijos y su vida familiar. ¿De qué se trata?

«Miles de padres en España anunciaron el viernes un boicot a las tareas escolares durante los fines de semana de noviembre porque consideran que les quitan tiempo en familia.
La Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), que agrupa a 12.000 asociaciones de padres, dice que la campaña «No a los deberes» es para que los padres pasen más tiempo con sus hijos. También alega que el sistema de tareas es obsoleto y no mejora el aprendizaje.
Los niños y adolescentes de España reciben seis horas y media de tareas a la semana, casi una hora y media más que el promedio semanal de unos 40 países analizados, de acuerdo con estudio PISA 2012 de la Organización para el Desarrollo y Cooperación Económicos (OCDE).»
(Agencia de noticias AP, 4 de noviembre del 2016)

O sea, los padres españoles defienden uno de los derechos más fundamentales que cada sociedad debería respetar: el derecho de los padres e hijos de pasar tiempo juntos. Un derecho que, según parece, a las familias latinoamericanas les importa poco o nada. Y los niños son quienes sufren las consecuencias.

En nuestro trabajo de refuerzo escolar nos hemos encontrado con incontables niños que nos dicen: «Mis papás no tienen tiempo para mí.» – «Cuando llego de la escuela, no hay nadie en casa.» – «En mi casa siempre tengo que comer solo; nunca comemos juntos.» – «Vengo acá porque no tengo ningún otro lugar donde jugar.» – Hubo niños que venían a nuestra casa por varias semanas sin que a sus padres les hubiera interesado siquiera saber dónde estaban sus hijos en ese tiempo.
Hemos intentado sensibilizar a los padres por las necesidades de sus hijos, pero sin resultado. Sugerimos a los padres (a los pocos que siquiera respondían a nuestras invitaciones), que tomasen más tiempo para jugar con sus hijos, para comer juntos, o por lo menos hablar con sus hijos acerca de algo que les interesa a ellos. Casi siempre fue su respuesta: «¿Para qué? Mis hijos tienen que estudiar.»

¿Qué sucederá con esos niños que todo el tiempo «tienen que estudiar», pero que nunca experimentan el amor y el cariño de unos padres que se interesan genuinamente por su bienestar emocional? ¿que nunca experimentan una relación personal de confianza con sus padres? – Numerosas investigaciones han demostrado que la ausencia de una relación personal significativa con los padres produce trastornos emocionales y mentales, y una alta incidencia de delincuencia juvenil. Además, que el factor más importante para el rendimiento académico es la calidad de las relaciones personales en el hogar. Si los padres no toman tiempo para edificar una buena relación con sus hijos, bajo el pretexto de que «ellos tienen que estudiar», entonces destruyen aun la meta que supuestamente quieren alcanzar: impiden que sus hijos progresen intelectualmente.

¿Y qué de las tareas escolares? – Los niños españoles tienen, en promedio, seis horas y media de tareas por semana. El promedio de los países analizados por PISA, según el artículo citado, es de cinco horas por semana. (Esos son en su mayoría países desarrollados, «avanzados», cuyo sistema escolar tiene buena reputación.) En países como Finlandia o Suiza, existen leyes que prohíben a los profesores dar tareas durante los fines de semana y durante las vacaciones. O sea, los padres españoles luchan por algo que en otros países avanzados ya está garantizado: los fines de semana libres de tareas escolares.

Pero según nuestras observaciones, los niños peruanos pasan de veinte a treinta horas semanales haciendo tareas escolares en casa – y eso desde la primaria. No tienen ni fines de semana libres, ni vacaciones, porque «tienen que estudiar». Conocí a niños de nueve años que a menudo se quedan despiertos hasta medianoche haciendo tareas. Son tratados como esclavos; aun las profesoras los pegan si no han completado sus tareas, según los testimonios de muchos niños. Y a menudo son los mismos padres que lo quieren así: Si un profesor da una cantidad razonable de tareas, ya vienen unos padres a quejarse: «Usted está dando muy pocas tareas a mi hijo.»

Se suma a eso, que la mayor parte de esas tareas no tienen ningún valor pedagógico: Hacer malabares con palabras desconocidas que aun los adultos nunca usan. Memorizar definiciones abstractas sin comprenderlas. Resolver ejercicios matemáticos que están tan por encima del nivel de comprensión del niño, que no le queda otra salida que copiar las respuestas de alguien mayor que sabe. Las tareas no ayudan a los niños a aprender; al contrario, los confunden.

Como si eso fuera poco, padres y escuelas ocupan aun el escaso tiempo libre de los niños con «academias» y cursos adicionales. ¿Para qué, si eso es solamente más de lo mismo que ya están haciendo todo el tiempo? – «Para que estén ocupados», respondió una madre a esta pregunta. – Eso parece ser el objetivo de muchos padres y profesores: No les importa si estas muchas actividades y tareas realmente contribuyen a algún aprendizaje; con tal que los alumnos estén ocupados.

¿Qué tal si los padres se «ocuparían» ellos mismos por algunas horas juntos con sus hijos, haciendo alguna actividad deportiva o manual, yendo de paseo juntos, participando en alguna actividad que corresponde a los intereses de los hijos, o simplemente tomando la ocasión de conocerlos como personas humanas y relacionarse con ellos como tales?
– No todo lo que viene de España es bueno. Pero en este caso opino que los padres peruanos podrían aprender un poco de sensatez de los padres españoles.

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¿Los profesores peruanos no saben del desarrollo del niño? – Una mirada desde el exterior

Durante los últimos meses tuve tres oportunidades para compartir unas ideas y experiencias con distintos profesores suizos, y para hablarles un poco de las escuelas peruanas. En los tres casos, esta fue su reacción:«¿Entonces los profesores peruanos no saben nada acerca del desarrollo del niño?»

Fueron los siguientes puntos en particular, que provocaron esta reacción:

1. El hecho de que muchos profesores peruanos (y especialmente en las escuelas que son consideradas «mejores») prohíben a los niños jugar, y que algunos incluso creen que jugar es dañino para el desarrollo y el progreso académico de un niño.

2. El hecho de que se obliga a niños de cuatro años a aprender a leer, escribir y calcular; y que muchas escuelas primarias (especialmente las que son consideradas «mejores») exigen que los niños ya sepan leer al entrar al primer grado.

3. El hecho de que la mayoría de los profesores (y nuevamente, especialmente en las escuelas que son consideradas «mejores») dan a sus alumnos tareas que no pueden entender, y en cantidades exageradas; y como colmo, después castigan al alumno cuando no las puede terminar, en vez de que el profesor se esfuerce por dar tareas más adecuadas y explicarlas mejor.

Estas tres prácticas (y varias otras) revelan una profunda ignorancia en cuanto a la psicología del niño. Solo esta ignorancia puede explicar por qué en el Perú, para supuestamente «mejorar» el sistema escolar, se propone siempre reforzar exactamente estas tres prácticas erróneas: Más horas de clase (lo que significa menos tiempo de juego para los niños); contenidos más avanzados a edades cada vez más tempranas; y más tareas escolares para la casa. (Una excepción notable es la publicación «Rutas de aprendizaje» por el ministerio de educación (2013); pero por desgracia, todo lo demás en la política escolar contradice las buenas ideas que hay en esa publicación, de manera que nadie les hace caso.)

En comparación, ¿cómo maneja el sistema escolar suizo estos tres puntos?

1. Según pude entender, los profesores suizos atribuyen al juego un alto valor pedagógico. Por tanto, muchos contenidos se enseñan en forma de juegos y mediante la manipulación de materiales concretos (rompecabezas de madera, letras y palabras de diversos materiales, ábacos, etc.) En particular, el uso de las regletas Cuisenaire y de materiales Base 10 para la matemática tiene ya una tradición de por lo menos cincuenta años en Suiza. Eso es probablemente debido a la herencia del psicólogo suizo Jean Piaget, quien demostró que los niños en edad de primaria necesitan la manipulación de objetos concretos para poder razonar lógicamente.
Además, se sobreentiende que una de las actividades más importantes de los niños en su tiempo libre es jugar. Por tanto, ningún profesor suizo aconsejaría a los padres que ocupen todo el tiempo libre de sus hijos con ejercicios escolares en libros y cuadernos.

2. En el sistema escolar suizo por lo general se entiende (eso también en base a las investigaciones de Piaget) que el niño necesita primero alcanzar cierto grado de madurez mental para poder dominar con éxito las habilidades de leer, escribir y calcular; y que no tiene sentido hacer intentos artificiales para «apurar» esta maduración del cerebro. Así por ejemplo escribió Piaget:

«Sabemos que durante la primera infancia sólo los primeros números son accesibles al sujeto porque son números intuitivos que corresponden a figuras perceptibles. La serie indefinida de los números y, sobre todo, las operaciones de suma (y su inversa, la resta) y de multiplicación (con su inversión, la división) no son, en cambio, accesibles por término medio hasta después de los siete años.«

En los últimos años parece que incluso el sistema escolar estatal en Suiza se está dando cuenta de que existen grandes variaciones en el desarrollo individual de los niños, y que es dañino intentar «nivelar» estas variaciones artificalmente. Por tanto, un número considerable de escuelas suizas están comenzando a abandonar el currículo rígido por grados, por lo menos en los grados inferiores, y en su lugar han introducido lo que llaman el «nivel básico» o «ciclo básico». Éste consiste en una combinación flexible del jardín de infancia con el primer y segundo grado de primaria, y recoge también algunas ideas que María Montessori propuso ya hace casi un siglo.
Niños desde 4 ó 5 años hasta 8 años se unen en un solo grupo, pero tienen dos (o hasta tres) profesores(as), y tienen dos aulas a su disposición. Una de las aulas es ambientada como «jardín», con materiales para trabajos manuales, rompecabezas, juegos de construcción, caja de arena, rincón de cocina, etc. – pero todavía nada de lectura, escritura o números. La otra aula es ambientada como «escuela», con materiales y juegos (¡!) para aprender a leer, escribir y calcular. Ahora, la palabra clave es «flexible». La transición de los niños del «jardín» a la «escuela» se maneja de una manera sumamente flexible; no hay ningún límite rígido de edad. Si un niño precoz de cuatro años y medio demuestra el interés y la capacidad de aprender a leer, nadie se lo va a impedir: este niño está libre para pasarse al aula de «escuela» y participar allí en las actividades de lectura y escritura (mientras para otras actividades puede volver al aula de «jardín»). Si por el otro lado, un niño de desarrollo lento demora hasta los ocho años antes que despierten estas capacidades en él, este niño tiene la libertad de permanecer en el «jardín» el tiempo que necesite. Así se empieza a cumplir el postulado enunciado por muchos grandes educadores, que debemos adaptar la enseñanza al nivel de comprensión del niño (individual), en vez de forzar al niño bajo una forma de enseñanza que todavía no puede comprender.

3. En cuanto a las tareas escolares en casa, los reglamentos suizos limitan la cantidad y el nivel académico de las tareas que un profesor puede dar, porque se entiende que un exceso de tareas hace daño a los niños. Así dice por ejemplo el currículo oficial del cantón de Berna:

«Las tareas en casa deben ser adecuadas según la capacidad de aprendizaje y de trabajo del alumno. Tienen que ser posibles de resolver sin la ayuda de padres u otros adultos.
(…) Las tareas deben explicarse claramente; los alumnos tienen el derecho de saber en qué contexto se deben entender las tareas.
(…) No se pueden dar tareas durante los fines de semana, los feriados y las vacaciones.
Las tareas en casa no pueden sobrepasar los siguientes límites de tiempo:
1./2. grado: 1½ horas por semana (¡!)
3./4. grado: 2 horas por semana
5./6. grado: 3 horas por semana
7.-9. grado: 4 horas por semana.»

(Nota: Esto es a base de un horario que prevé entre 23 (1er grado) a 32 (secundaria) horas de clase por semana, durante 38 semanas al año; la «hora» a 50 minutos.)

Por supuesto que el sistema suizo tampoco es perfecto. Pero por lo menos da resultados mucho mejores que el peruano – y eso es porque Suiza hace lo contrario de lo que quiere hacer el Perú para (supuestamente) «mejorar» su sistema. Esta diferencia la hace – en gran medida – el entendimiento de la psicología del niño.

 

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Maltrato de niños en las escuelas

En años pasados ya habíamos sido confrontados con algunos casos de niños que habían sido golpeados por sus profesores (resp. profesorAs; descubrimos que son más mujeres que hombres que se hacen culpables de esto). Normalmente avisamos a los padres y ellos iban a la escuela a hablar con la profesora, y así algunos casos mejoraron. En un caso tuvimos que ir nosotros mismos a hablar con la profesora, y aunque ella se negó, después ya no volvió a pegar a la niña afectada.

Pero últimamente aumentaron y se agravaron estos casos – o quizás mejor dicho, los niños tienen más confianza para hablar de ello, y posiblemente nuestra sensibilidad al problema ha aumentado. Empezamos a preguntar a los niños, y CADA UNO de ellos dijo que su profesor(a) pega a los niños; no solamente por razones disciplinarias, sino también cuando no habían terminado sus tareas en casa, o cuando sacaron una mala nota en un examen. Los niños escolares están siendo pegados con reglas, con palos y con ortigas (!), son jalados del cabello y de las pestañas (!); algunos profesores(as) hasta tienen la costumbre de bajar a los niños los pantalones ante toda la clase para darles nalgadas. Y lo más increíble: los padres lo saben, y en la mayoría de los casos, ¡lo aprueban!

Alguien me dijo que estas actitudes reflejan quizás la mentalidad de la zona donde vivimos (la sierra peruana), y que en otras zonas geográficas el problema podría ser menor … que los lectores me informen si esto es cierto.

Parece que muchos padres y profesores se imaginan que con estas presiones y estos maltratos, los niños aprendan más. Pero lo contrario es el caso: Muchos niños tienen horrendos miedos ante los exámenes, porque saben que serán castigados si sacan una mala nota. De esto resulta toda clase de fobias y neurosis. Entonces el miedo les hace olvidar todo, y rinden aun menos de lo que podrían.

Hemos dedicado una buena parte de una reunión de padres a esta problemática, y les dijimos que ellos como padres estaban en la obligación de defender a sus hijos contra el maltrato.
El resultado fue, que varios padres retiraron a sus hijos de nuestro refuerzo escolar, obviamente porque no quieren que alguien interfiera con su filosofía de «educar» a los niños maltratándolos. Algunos otros, en conversaciones posteriores, dijeron que estaban de acuerdo con nosotros, pero que no se atrevían a hacer nada en defensa de sus hijos, porque tenían miedo a las represalias de parte de los profesores y de la escuela.
Otros incluso dijeron que sí se habían quejado contra una profesora que maltrataba a los niños, pero que el director de la escuela había defendido a la profesora: «Ella es nuestra mejor profesora.» Además les habían dicho: «Si no les gusta, llévese pues a su hijo a otra escuela.» Pero esto no lo quieren hacer los padres porque «es muy difícil conseguir un cupo en otra escuela; y además no hay otra escuela buena por aquí.»

Una madre incluso fue obligada por una profesora a dar nalgadas a su hija de nueve años, en presencia de la profesora, porque la niña no había entendido una parte de su tarea. Como dijo la madre (y espero poder creerle), esa fue la única vez que ella pegó a su hija, y fue hace varios años; sin embargo, fue suficiente para dejar traumada a la niña de por vida. Ella es una niña inteligente, pero es una de las que más tiene miedo a las exámenes. Cuando le explicamos algo, normalmente lo entiende y lo puede hacer; pero cuando le damos la misma tarea y decimos «Es un examen», su mente se queda en blanco y no puede resolver nada. Después la pregunté a qué tenía miedo, y ella dijo: «A que mi mamá me pegue cuando me saco una mala nota.»

Estamos horrorizados de que una madre se deje inducir a maltratar a su hija de esta manera, y que aun después de esto no esté dispuesta a sacarla de este colegio o por lo menos cambiar de profesora. Estamos horrorizados de que un colegio que permite y promueve tales maltratos, tenga la reputación del «mejor colegio de la ciudad» y de «colegio emblemático». Estamos horrorizados de que esta situación se considere tan «normal», que hasta ahora no hemos encontrado ninguna excepción entre los niños que atendemos. Estamos horrorizados de que después de 191 años de independencia del Perú, los niños de la nación entera todavía estén siendo educados en condiciones de esclavitud, y que el lema colonial «La letra con sangre entra» todavía está en plena vigencia.

Y por supuesto, me pregunto una vez más: ¿Dónde están los que se llaman cristianos? ¿Qué hacen las iglesias evangélicas?

Habiendo trabajado anteriormente quince años en el ámbito de las iglesias evangélicas del Perú, con un gran número de maestros de Escuela Dominical y líderes de iglesias, ni una sola vez se mencionó este problema. ¿Por qué tuve que salir primero fuera de las iglesias, para enterarme del calvario que sufren los niños peruanos diariamente? ¿Están los líderes evangélicos, inclusive los maestros de Escuela Dominical, tan ajenos al sufrimiento de los niños? ¿O acaso creen ellos también que esto es normal y bueno?

¿Nunca han leído lo que dice el Señor Jesús?

«Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. (…) Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.»
(Mateo 18:6.10)

Por lo menos ya no somos los únicos indignados. La conocida psicóloga Lupe Maestre, en su programa radial «Confidencias» (Radio RPP), hizo un llamado expresivo a los padres y profesores, a que paren este maltrato de los niños en las escuelas, después de que una niña de once años llamó a la radio para decir que su profesor la pega con un palo cuando no tiene las tareas hechas, y que su madre no hace nada para defenderla.

Pero nos entristece que al parecer no hay cristianos que se interesen en hacer algo a favor de los niños. Nos vuelve a suceder lo mismo como ya en otros asuntos: Nos vemos obligados a entrar en una alianza con no cristianos si queremos alcanzar una meta que debería interesar a los cristianos; o en caso contrario, nos quedamos solos y no podemos hacer mucho.

Deseo aclarar que este maltrato de los niños en las escuelas no tiene nada que ver con la «vara» mencionada en el libro de Proverbios. Primero, el poder de la «vara» está entregado única y exclusivamente a los padres, y ninguna otra persona tiene derecho a ello, ni a obligar a un padre a que haga uso de ello (como lo hizo la mencionada profesora).
Además, el uso de la «vara» se limita exclusivamente a los casos de desobediencia premeditada, rebelde y obstinada, o sea, cuando un niño decide conscientemente y por principio oponerse a la autoridad de sus padres y a sus demandas justificadas y razonables. Estos casos ocurren con poca frecuencia.
(El conocido psicólogo cristiano Dr. James Dobson dice que aun en estos casos, el castigo físico ya no debería ser necesario, o en muy raros casos, después de los seis años de edad.)

Nada de lo mencionado se aplica a los casos descritos aquí. Cuando un niño no comprende sus tareas escolares o saca una mala nota en un examen, esto no es ninguna culpa ni desobediencia. Al contrario, si alguien tiene culpa aquí, es el profesor o la profesora, porque es responsabilidad del profesor, explicar las tareas de tal manera que los niños lo entiendan.

¿Alguien conoce alguna persona, organización o iniciativa (especialmente cristianos, y especialmente en el Perú) que se dedique a la defensa de los niños contra los maltratos y abusos de parte de sus profesores?
¿Y qué hace usted mismo(a) al respecto?

He enviado este llamado dos veces a todos los integrantes de nuestra lista de correos electrónicos, y recibí una sola respuesta (de un misionero extranjero que no tenía información al respecto). Esto es aun más triste: aun los amigos de nuestra obra, personas que desean estar informados sobre los avances de la obra con niños y de la obra de Dios en general, parecen estar totalmente indiferentes ante el sufrimiento de los niños escolares.

«Libra a los que son llevados a la muerte;
salva a los que están en peligro de muerte.
Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos,
¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? … »
(Proverbios 24:11-12)

Al propósito, aumentan también los casos donde los niños son cargados con tareas excesivas, demasiado difíciles y sin sentido. Últimamente tuvimos a un buen número de alumnos que no podían terminar sus tareas dentro de las tres horas que están con nosotros; y ni siquiera pudimos explicarles algo acerca de los temas que no entendían, porque dijeron: «Tengo que avanzar mi tarea, tengo que terminar», y ni siquiera pudieron escuchar. Tampoco quisieron salir a jugar en el recreo: «La profesora nos va a pegar si se entera de que hemos jugado en el refuerzo escolar.» – Una madre nos comentó que su hijo de tan solo nueve años a veces se queda haciendo tareas hasta medianoche.

Esto de por sí ya es un abuso, como dijo acertadamente John Holt:

«Niños de 12 años tienen días escolares muy largos, y además dos, tres o más horas de tareas en casa, y aun más durante los fines de semana. Aun antes de llegar a la secundaria, la escuela sujeta a muchos niños a una semana de trabajo de 70 horas o más. Desde los días brutales de la Revolución Industrial, los niños nunca fueron obligados a trabajar tantas horas hasta hoy.»

(La Constitución Política del Perú prohíbe someter a alguien a una semana de trabajo de más de 48 horas; pero como parece, ¿esto no se aplica a los niños escolares?)

No solo la cantidad, también el contenido de las tareas es completamente inapropiado para la edad de los niños. Los libros escolares que comúnmente se usan, están en sus exigencias entre dos a cinco (!) años adelantados al desarrollo mental promedio de los niños que tienen que usarlos.
Ya sabíamos acerca de los posibles daños que estas exigencias irrazonables pueden causar en el desarrollo de los niños, por las investigaciones de Raymond y Dorothy Moore ( http://www.altisimo.net/escolar/moore.htm ), y los hallazgos de Jean Piaget acerca del desarrollo de la inteligencia (los que cada profesor debería conocer, pero al parecer los profesores y los planificadores escolares del Perú no los conocen; o si los conocen, no entienden su significado.)
– Pero hace poco encontré unos datos adicionales, según los cuales los daños son aun más graves de lo que supuse, y especialmente en cuanto al desarrollo del cerebro. Si un niño es obligado a aprender conceptos demasiado abstractos, sin estar mentalmente listo para ello, su cerebro se organiza de una manera deficiente, y esto obstaculiza su aprendizaje posterior. De manera que esta forma de «acelerar» a los niños puede, en el peor de los casos, estropear toda su carrera futura. (Vea «Esas neuronas mal conectadas».)

¿Hay alguien a quien le importa todo eso?

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