Educación cristiana alternativa

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Por qué renunció a su fe ese mega-pastor de fama internacional

Esta es la historia triste de un joven muy sumiso. Su padre es un promotor de la educación en casa, pero, desafortunadamente, de la corriente autoritaria extrema que describí en este artículo. Así creció nuestro joven en la creencia de que nunca se puede cuestionar a los padres o a los líderes religiosos; que ellos pueden castigar arbitrariamente a sus «súbditos» y siempre tienen la razón; y que sus enseñanzas y prácticas tienen la misma autoridad como los mandamientos de Dios mismo.

Nadie le dijo que era malo
lo que le habían hecho.

Cuando de niño fue abusado sexualmente, nadie lo defendió; nadie le dijo que eso se llamaba «abuso sexual»; nadie le dijo que era malo lo que le habían hecho, y que él no tenía la culpa. Quizás le dijeron incluso que examinase su propio corazón, si él mismo había actuado de alguna forma indecente; o si había en él alguna actitud de rebeldía, lo cual habría causado que él estuviera afuera de la «cobertura de protección» de Dios. Es que así lo enseñan Bill Gothard, el gran gurú del autoritarismo, y sus seguidores.

Por el otro lado, nuestro joven era muy hábil en expresarse verbalmente y en convencer a la gente. Al mismo tiempo era muy fiel y obediente hacia todo lo que sus padres y líderes exigían de él. Por eso, desde su adolescencia lo pusieron en puestos prominentes en su entorno religioso, y pronto llegó a ser muy conocido dentro de su rama particular del evangelicalismo.

Su padre es también un líder conocido, pero a la vez controvertido. Recibió un testimonio devastador de parte de su primer empleador, el Dr.Raymond Moore, quien fue el pionero del moderno movimiento de la educación en casa (junto con John Holt). Moore lo describe como el hombre quien le engañó, aprovechándose de los buenos contactos que Moore tenía con los líderes de la educación en casa, para levantar y promover su propia organización. Moore lo señala también como el hombre que dividió el movimiento de la educación en casa por todos los Estados Unidos.

Pero aun más conocido es ese hombre, Gregg Harris, como el padre del famoso Joshua Harris, autor del libro «I Kissed Dating Goodbye» («Dije adiós a las citas amorosas»). En ese libro dice que un joven no puede salir a solas con una joven, a menos que los dos se hayan formalmente comprometido a casarse. Y que no pueden besarse antes del matrimonio. La única manera aprobada por Dios de comenzar una relación amorosa, consistiría en que el joven se presente a los padres de la joven y pida permiso de ellos para «cortejar» a la joven, y que eso conduzca lo más pronto posible a un compromiso formal. En el fondo está además la idea muy difundida en aquellos círculos, de que los adultos solteros (y más todavía las solteras) tengan que seguir viviendo con sus padres, sometiéndose a ellos como si fueran todavía niños, hasta el momento de casarse.
(Varios pasajes bíblicos contradicen esa última idea. Por ejemplo el hecho de que Jesús llamó a jóvenes, en su mayoría solteros, a seguirle como discípulos, sin pedir permiso de sus padres. En un caso concreto, ni siquiera le permitió despedirse de su familia, Luc.9:61-62. En aquel tiempo, los jóvenes judíos alcanzaban la mayoría de edad a los 13 años, con la ceremonia de Bar Mitzwa.)

El libro – según lo que el autor mismo admitió más tarde – es principalmente fundamentado en el miedo. El miedo de que los jóvenes podrían caer en pecado sexual. El miedo de que podrían «hacer quedar mal» a su familia y su iglesia. O sea, promueve una desconfianza hacia los jóvenes cristianos, como si todo el tiempo estuvieran pensando solamente en cometer pecados sexuales. Eso es en última consecuencia una desconfianza hacia Dios mismo: como si Él no fuera capaz de cuidar a los suyos; como si Él no fuera capaz de darnos un corazon fiel a Él.

Pero volvamos a Joshua Harris. Por ser siempre sumiso y obediente, era el discípulo ideal de C.J.Mahaney, el fundador de una nueva denominación independiente. A los 30 años ya fue hecho pastor principal de una mega-iglesia con varios miles de miembros. Durante muchos años, todo parecía andar bien.

El primer choque llegó cuando se hizo público que en aquella denominación sucedían muchos casos de abuso sexual, y los líderes colaboraban para encubrir esos casos, en vez de reportarlos a las autoridades como exige la ley en los EEUU. Ya que los líderes importantes de la denominación no estaban dispuestos a enmendar esa situación, Harris comenzó a distanciarse de ellos. En ese contexto también hizo público que él mismo había sido una víctima.

Unos años más tarde comenzó a tener las primeras dudas respecto al valor de su libro (que entretanto ya había vendido más de un millón de ejemplares). Empezó a encontrarse con personas que testificaron que ese libro, en lugar de ayudarles, les había hecho daño: les había impedido cultivar amistades normales con el sexo opuesto; y les había causado problemas sexuales, matrimoniales, y espirituales. Se enteró de matrimonios que habían comenzado su relación, siguiendo sus consejos al pie de la letra, y habían terminado en divorcio. Alguien le escribió: «Tu libro fue usado como un arma en mi contra.»

Entonces, Joshua dio un paso muy valiente: Invitó públicamente por internet a los lectores de su libro a que compartiesen con él sus experiencias. Y señaló que estaba particularmente interesado en dialogar con aquellos lectores que habían hecho experiencias malas, porque él se encontraba en un proceso de reevaluar sus enseñanzas. Producto de esos diálogos es la película documental «I survived ‘I Kissed Dating Goodbye’ «, en la cual Joshua Harris pide perdón, se retracta públicamente de sus enseñanzas, y las reconoce como dañinas. Él da ahora la razón a sus críticos quienes dijeron que él básicamente predicaba un «evangelio de la prosperidad sexual»: Su libro da la impresión de que solamente hay que seguir sus consejos al pie de la letra, y entonces uno tendría la garantía de un matrimonio feliz y de una vida sexual fantástica. Igual como el «evangelio de la prosperidad» material, tiene una base legalista, y se enfoca principalmente en las recompensas de esta vida terrenal. Y como aquél, en muchos casos sus promesas no se cumplen.

«A los 21 años, yo pensaba tener todas las respuestas.
Ahora sé que no las tengo.»

De hecho, en las iglesias que adoptaron sus enseñanzas como «política oficial», se observaron dos efectos:
1. que el número de casamientos disminuyó drásticamente; y
2. que las parejas se casaron sin haber tenido la oportunidad de realmente conocerse y edificar una relación personal, lo cual produjo matrimonios frágiles y conflictivos.

En el documental, él también admite que sus escritos contribuyeron a crear «una cultura donde no se permitía tener una opinión diferente, y de luchar uno mismo con la Biblia … si no estabas de acuerdo, [se asumía que] habías rechazado a Dios.» – En una conversación habla acerca de los fariseos y Jesús. Su interlocutora le pregunta: «Piensas que tú mismo eres uno de los líderes religiosos con quienes Jesús estaba enojado?» – Joshua: «Sí.»

– No por último, hay que señalar que Harris escribió su libro cuando tenía 21 años. No es de esperar que a esa edad uno tenga suficiente experiencia para dar consejos respecto al matrimonio. Él simplemente había reproducido, sin reflexionar, lo que le habían enseñado sus padres y otros líderes. Dice en el documental: «A los 21 años, yo pensaba tener todas las respuestas. Ahora sé que no las tengo.» – Y también: «Yo simplifiqué las cosas demasiado … pero eso es lo que la gente quiere.»

Me hubiera gustado terminar la historia en este punto con un final feliz. Las iglesias y familias que siguieron las enseñanzas de Joshua Harris, tienen ahora la oportunidad de recapacitar, y de volver a actitudes más sanas respecto a la vida de los jóvenes, y la preparación para el matrimonio.

«No soy un cristiano,
según todos los criterios que tengo para definir lo que es un cristiano.»

Pero desafortunadamente, la historia no termina aquí. Harris renunció a su pastorado, aparentemente porque se dio cuenta de que en realidad no estaba calificado para ello. Y este año (2019) escandalizó al mundo evangélico con tres anuncios sucesivos: que se había divorciado de su esposa; que él no era cristiano «según todos los criterios que tengo para definir lo que es un cristiano»; y que su participación en una marcha de «orgullo gay» había sido «una experiencia emocionante».

¿Cómo llegó hasta este punto? – Sus comunicados no son claros respecto a lo que motivó sus decisiones. Según todo lo que leí acerca de su historia, me imagino lo siguiente:

– Ese hombre, a sus 44 años, recién está comenzando a hacer lo que debería haber hecho en su adolescencia o juventud: Reflexionar acerca de sus creencias y convicciones, abandonar la posición de «Creo en eso porque así me enseñaron», y llegar a «Creo en eso porque lo evalué y soy convencido de ello». Pero en su tiempo, ni su entorno ni él mismo le permitieron hacer eso.

– Él pasó toda su vida en un entorno socialmente aislado que identifica su interpretación particular de la Biblia como «la fe cristiana». Ahora que llegó a entender que esa forma de enseñar y de vivir es errónea y dañina, aparentemente no puede ver que «cristianismo» podría significar algo diferente. En este encierro mental le queda una única salida: abandonar el cristianismo por completo, y asumir que lo contrario del cristianismo es la verdad. En este contexto, es significativo este pasaje en su declaración pública: «Mucha gente me dice que existen otras maneras de practicar la fe, y quisiera permanecer abierto hacia eso, pero no estoy allí ahora.»

– Habiendo crecido en un ambiente autoritario y opresivo, Harris debe tener diversos recuerdos negativos reprimidos, que nunca se le permitió verbalizarlos ni sentirlos. Ya que ese ambiente tenía la etiqueta de «cristiano», esos recuerdos deben en su mente estar asociados con el «cristianismo». No sorprende mucho si eso en algún momento repercute en un rechazo emocional contra todo lo que tiene el nombre de «cristiano».

– Es posible que intervenga también su reconocimiento de que él mismo no es capaz de vivir según sus propios estándares. No pudo cumplir sus propias expectativas respecto al pastorado, ni respecto al matrimonio. Su declaración «No soy un cristiano …» suena no tanto como una decisión consciente de abandonar la fe, sino más como un diagnóstico sobrio de su estado actual. «Según todos los criterios que tengo para definir lo que es un cristiano» – ¿quizás Harris debería preguntarse si los criterios que le enseñaron son equivocados? ¿o si las expectativas que él impuso a sí mismo y a otros eran equivocadas? ¿Le enseñaron a vivir una imitación de una vida cristiana, de apariencia no más y en sus propias fuerzas, sin realmente conocer la gracia y el poder renovador de Dios? Eso es lo que efectivamente sucede en muchas iglesias evangélicas. Se aplaude al que mejor sabe dar la apariencia de un cristiano exitoso; y se menosprecia al que es honesto y transparente respecto a sus debilidades y luchas.
Si este es el caso de Harris, quién sabe si a Dios le agrada más su rebeldía honesta actual, que su cristianismo «de pantalla» de sus años pasados. Si él es realmente honesto ahora (no puedo juzgar sobre eso), entonces yo creo que tiene todavía la posibilidad de volver, y de llegar a un reconocimiento de Dios tal como Él es en verdad, después de desechar los falsos conceptos que le enseñaron. Pero queda también la triste posibilidad de que él se convierta en un enemigo completo de Cristo, y en un dolor de cabeza para los cristianos, no solamente los falsos sino también los verdaderos.

¿Cuántos otros pastores
están vacíos por dentro?

¿Qué concluimos? – Las formas aberrantes del cristianismo hacen más daño a la reputación de Dios, que la oposición directa. «Por causa de ustedes es blasfemado el nombre de Dios entre las naciones», dice Pablo (Rom.2:24), no a los ateos ni a los paganos, sino a los judíos que no viven según lo que predican. Lo mismo vale para aquellos cristianos que definen su fe según la conformidad exterior con las exigencias de unos líderes autoritarios. Aun más, si usan eso como pretexto para cometer y encubrir crímenes tales como el abuso sexual. ¿Cuántos otros pastores están todavía muy activos en sus púlpitos, pero vacíos por dentro? ¿Cuántos de ellos, si fueran sinceros, también tendrían que decir: «No soy un cristiano»?

No demos a nuestros hijos la impresión de que la vida cristiana consista en el cumplimiento de reglas externas, o en la obediencia ciega hacia algún líder. En cambio, animémoslos a buscar a Dios mismo, y la relación personal con Él, quien es capaz de renovarnos desde adentro.

Y alejémonos de las corrientes autoritarias en las iglesias.

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Aprendizaje por proyectos

Como familia educadora, hemos conocido el método del aprendizaje por proyectos, por recomendación de la Fundación Moore (Raymond y Dorothy Moore); ellos lo llaman «estudio por unidades temáticas». La idea consiste en no fragmentar el aprendizaje en «materias escolares» como «comunicación», «matemática», «ciencias», etc. En su lugar, el aprendizaje gira alrededor de un tema central; por ejemplo «astronautas»; «dinosaurios»; «La vida de Abraham»; etc. Se ofrecen diversas actividades relacionadas con el tema; y esas actividades abarcarán contenidos y habilidades de todas o muchas de las «materias escolares».

Para que el método sea realmente exitoso, se deberán tomar en cuenta los siguientes puntos:

  • El tema debe corresponder a un interés de los niños.
  • Las actividades deben ser mayormente prácticas, movidas y creativas.
  • Se debe ofrecer una variedad de actividades o temas, entre los que los niños pueden elegir.

Si el tema les interesa a los niños, estarán desde el inicio motivados a colaborar. Las actividades prácticas y manuales, o al aire libre, corresponden mejor a las necesidades de los niños de moverse físicamente, y de aprender de manera informal, «haciendo cosas», más que estar sentados con libros y cuadernos. Y al ofrecer oportunidades de elegir entre varias opciones, los niños aprenden a hacer decisiones, y tenemos una mayor probabilidad de que cada niño encuentre una actividad de acuerdo a sus necesidades y su nivel de comprensión.

En el ambiente de la familia, es recomendable que la familia entera se ocupe juntos de un mismo tema; pero cada niño con actividades que corresponden a su nivel personal. Una unidad temática puede durar tanto tiempo como dure el interés de los niños – desde unos cuantos días hasta varias semanas o meses. Después, la familia conversa juntos para decidir acerca del siguiente tema.

En una escuela con un mayor número de alumnos y educadores, se pueden ofrecer varios temas para elegir, y los alumnos forman grupos de trabajo de acuerdo al tema que eligieron.

Los temas pueden surgir de los sucesos de la vida diaria, o de las sugerencias de los niños, o de una información interesante que alguien encuentra, etc. Por ejemplo, los niños escuchan la noticia de que se está planeando enviar una nave tripulada a Marte. Entonces empiezan a hacer preguntas: «¿Cuánto tiempo dura un viaje a Marte?» – «¿Qué comerán durante el viaje?» – «¿Qué combustible usa una nave espacial?» – etc. Esta sería una buena ocasión para comenzar con una unidad temática acerca de la astronáutica y el sistema solar.
Se puede buscar información acerca de todo lo que los niños preguntan y escribir un reporte sobre ello. (Si los niños ya son un poco mayores, ellos mismos pueden buscar la información.)
Se pueden averiguar los tamaños y las distancias de los planetas del sistema solar y hacer un dibujo, o incluso construir un modelo a escala. (Los niños se impresionarán con lo grande que son las distancias entre los planetas, en comparación con su tamaño.)
Se puede averiguar qué dice la Biblia acerca del sol, la luna, los planetas y las estrellas.
Se puede leer sobre la historia de la astronáutica, y sobre las vidas de los primeros astronautas.
Con un juego de construcción se puede construir un modelo de una nave espacial.
Se pueden averiguar las posiciones actuales de los planetas en el cielo nocturno (p.ej. con la ayuda de un software de astronomía), buscarlos, y observar sus movimientos durante unas semanas.
Quizás se da la posibilidad de visitar un planetario o un observatorio astronómico.

De esta manera se unen conceptos de las «materias» de lenguaje, historia, astronomía, Biblia, física, matemática, computación, arte, y otros más, centrados en un tema que interesa a los niños, y (en lo posible) visto desde una perspectiva cristiana. El propio interés de los niños los motiva a estudiar; y ellos adquieren los conocimientos de manera integrada, relacionados unos con otros, no separados en «materias» aisladas.

Esta forma de estudios es más apropiada para familias que están libres de las presiones de un plan de enseñanza predefinido y de un horario rígido. Una escuela alternativa que quisiera adoptar este método, tendrá que renunciar a un plan de enseñanza fijo, y en su lugar tener la flexibilidad de responder a las oportunidades y necesidades mientras éstas se presentan. También tendrá que renunciar al sistema de enseñanza colectiva que obliga a la clase entera a hacer lo mismo al mismo tiempo, y en su lugar tendrá que permitir que varios grupos de interés desarrollen paralelamente proyectos distintos, porque será imposible entusiasmar a la clase entera por un mismo tema. Si una escuela está dispuesta a renunciar a los métodos tradicionales y a embarcarse en este camino, podrá exitosamente usar el estudio por unidades (o proyectos) temáticas. (De hecho, ya existen unas escuelas alternativas que hacen esto; solamente – según mi conocimiento – todavía ninguna cristiana.)

«¿Y no recibirán los alumnos un conocimiento muy incompleto, si estudian solamente lo que es de su interés y no reciben una enseñanza sistemática?»

– Respuesta: Primeramente, hemos visto que una unidad temática puede abarcar conocimientos y capacidades de un rango muy amplio de «materias». Es responsabilidad de los padres (resp. educadores) usar su creatividad para ampliar este rango más allá de los intereses momentáneos de los niños. (Por ejemplo, un niño puede primero interesarse solamente por la técnica de la astronáutica, pero desde allí puede llegar a interesarse también en su historia, o en los fundamentos de la astronomía.) Estos conocimientos se grabarán en la memoria del niño de una manera mucho más duradera que lo que se aprende solamente de libros escolares, porque están unidos a un tema concreto que impacta al niño de manera positiva.

Es cierto que algunas habilidades deben aprenderse de manera sistemática. Por ejemplo, las habilidades matemáticas necesitan un entrenamiento sistemático (y en cuanto se trata de ejercicios escritos, tiene sentido realizarlos en un cuaderno destinado específicamente para este propósito). Lo mismo se puede decir de la ortografía (pero tomando los ejemplos de los propios escritos del alumno, para que no tenga que aprender palabras aisladas fuera de su contexto). Sin embargo, un padre o maestro creativo encontrará maneras como incorporar aun este entrenamiento sistemático en una unidad temática.

En segundo lugar, tenemos que preguntar si ¿los alumnos del sistema escolar tradicional realmente adquieren un tal «conocimiento completo»? Haga la prueba y pregunte a unos alumnos acerca de unos temas, no de lo que están aprendiendo para el siguiente examen, pero de lo que estudiaron para el examen de hace tres meses. Encontrará que recuerdan muy poco. El alumno puede haber estudiado «todo» alguna vez y puede haber dado examen acerca de ello alguna vez (o incluso dos, tres o cuatro veces) – pero esto todavía no garantiza que realmente haya «adquirido el conocimiento». Al contrario: No existe probablemente ningún alumno que pueda demostrar el «conocimiento completo» que la enseñanza escolar sistemática supuestamente provee.

En la experiencia con nuestros hijos, cuando ellos estuvieron en la edad de secundaria, vimos que sus actividades realizadas hasta entonces cubrían efectivamente la mayor parte del currículo escolar oficial. A los 15 años de edad, ellos estaban al mismo nivel de conocimientos como los alumnos del sistema escolar de su misma edad, en la mayoría de las materias. Tenían unas deficiencias en unos temas que no les interesaban mucho, como historia y geografía. Pero nunca estaba en sus planes, estudiar o ejercer una carrera relacionada con estos temas; así que eso no fue ninguna desventaja académica para ellos. Por el otro lado, en temas que sí les interesaban, como matemática, ciencias, y computación, sus conocimientos eran sobresalientes. Y fue lógico que decidieran estudiar una carrera relacionada con esos temas – mientras que muchos alumnos del sistema escolar, al acabar el colegio, todavía no tienen ninguna idea de cuáles son sus verdaderos intereses profesionales.

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¿»Escuela en casa» o educación en familia?

Después de muchos años como pioneros solitarios en cuanto a la educación en casa en el Perú, pudimos en los últimos años conocer a diversas familias peruanas que también se están iniciando en esta aventura. Encontramos que un buen número de estas familias tienen sus hijos matriculados en alguna escuela o colegio a distancia.

Eso tiene sus ventajas, sin duda. La escuela provee todos los materiales de estudio ya preparados; entonces los padres no necesitan invertir tiempo ni ideas propias para buscar o fabricar materiales educativos. Además, la certificación oficial de los estudios está asegurada desde el principio. Y en el caso de familias cristianas, podrían incluso encontrar una escuela cristiana que incluye puntos de vista cristianos en sus materiales; entonces dejan también esa preocupación en las manos de la escuela.

A pesar de estas ventajas, nosotros nunca consideramos eso como una opción para nuestros hijos. He aquí nuestras razones:

Toda escuela a distancia se basa en los principios y métodos del sistema escolar. Una familia que sigue el programa de una tal escuela, está prácticamente trayendo el sistema escolar a su casa. Pero para nosotros, una de las razones más importantes para no enviar a nuestros hijos a la escuela, fueron precisamente las fallas pedagógicas de este sistema.

Por ejemplo, el sistema escolar no toma en cuenta la manera como los niños piensan y aprenden. Su fundamento no es la pedagogía ni la comprensión por los niños; su fundamento es la administración masiva de los niños. Por eso, este sistema somete a los niños a un currículo rígido, preprogramado, que no es adecuado para la mayoría de los niños. Y los enseña de manera rutinaria, repetitiva, sin dejar lugar para el razonamiento propio ni para la creatividad. También, la enseñanza abstracta los confunde y los acostumbra a repetir mecánicamente unos procedimientos cuyo sentido no entienden. No los incentiva a pensar por sí mismos, ni les ofrece oportunidades para elegir y decidir. En consecuencia, los alumnos de este sistema no aprenden a razonar, evaluar y hacer decisiones; y no desarrollan su creatividad. Solamente aprenden a repetir lo que dice el profesor, o lo que dice el libro de la escuela a distancia.

«Si traemos el sistema escolar a nuestra casa, traemos también todos sus problemas a nuestra casa.»
También, los conocimientos que exige el sistema escolar a menudo son demasiado avanzados para el nivel de comprensión de los niños. Eso es reforzado todavía por las ambiciones de muchos padres que desean jactarse de que «mi hijo tiene cinco años y ya sabe leer»; «mi hija tiene seis años y ya sabe multiplicar»; etc. Tal vez creen que si apresuran y presionan a sus hijos de esta manera, serán también «más avanzados» en los años posteriores. Pero ya hace años, esta falsa creencia fue refutada por Raymond y Dorothy Moore en su libro «Mejor tarde que temprano«; y las investigaciones más recientes solamente confirman sus hallazgos: Esos niños «apurados» en sus años tempranos, sufren estrés y agotamiento en los años posteriores, de manera que su desarrollo intelectual se estanca y se quedan por detrás de aquellos niños que iniciaron su formación académica más tarde.

Si traemos este sistema a nuestra casa, traemos también todos sus problemas a nuestra casa. Efectivamente he conocido a algunos niños y jóvenes educados en casa que sufrieron del mismo agotamiento y «entumecimiento mental» como los alumnos del sistema escolar, porque fueron sometidos a un programa escolarizado.

Estoy convencido de que nuestros hijos merecen algo mejor. Si ya tenemos la oportunidad de educarlos en casa, usemos esta libertad para ofrecerles una mejor manera de aprender, tomando en cuenta su nivel de desarrollo individual, su manera particular de aprender, y sus campos de interés. Sé que eso requiere una mayor flexibilidad y creatividad de parte de nosotros como padres, y por tanto entiendo que muchos padres educadores prefieren la comodidad de un programa donde todos los materiales ya están preparados. En nuestro caso también fue un paso de fe, comenzar con un método más libre, más flexible y más creativo, y mi esposa y yo nos dimos cuenta en ese camino de cuan «escolarizadas» estaban todavía nuestras propias mentes.

Pero mirando atrás vemos que fue una experiencia muy gratificante. Nuestros hijos, en sus años de primaria, tuvieron muy poca necesidad de «hacer tareas» abstractas con libros y cuadernos. Aprendieron mucho más mediante las experiencias de la vida diaria, los trabajos prácticos y manuales, los juegos, y el ejercicio de sus propios intereses y talentos. Pasamos unas aventuras increíbles como familia; y encontramos que este método fue mucho más eficaz: Al fin de cuentas, nuestros hijos habían aprendido lo mismo como los niños escolares, pero con mucho menos estrés y con una sola «hora académica» al día; y además habían hecho muchas experiencias prácticas que los niños escolares nunca hacen, y recordaron muchas cosas de manera más intensa por haber vivido lo que los niños escolares solamente leen en sus libros. Por eso prefiero esta forma de aprender por encima de todo material pre-programado.

La esencia de la educación en casa consiste en que nosotros, los padres, asumimos la responsabilidad por la educación de nuestros hijos. Entonces, ¿por qué entregar esta responsabilidad nuevamente en las manos de una escuela, aunque sea «a distancia»? Los profesores de estas escuelas, y los autores de sus materiales, en su gran mayoría fueron formados en los caminos del sistema escolar, no en la educación en casa. Son capaces de trasladar el aula escolar a la casa, eso sí. Pero no pueden realmente comprender lo que es la educación en casa, ni mucho menos asesorar a padres educadores – a menos que ellos mismos se hayan desprendido radicalmente de los principios, caminos y métodos del sistema escolar. Y quienes dificultan más con eso, son precisamente los profesores profesionales. (Vea también: «Desescolarizar nuestra mente».)

Raymond Moore, uno de los grandes pioneros de la educación en casa en los Estados Unidos, en un momento se vio obligado a pronunciar la siguiente advertencia a los padres educadores:

«Los líderes del movimiento de educación en casa, al igual como los líderes de movimientos anti-aborto, anti-pornografía, etc, caen en dos categorías:
1) Laicos y profesionales desinteresados que sacrifican dinero y tiempo para elevar la educación en casa a nuevas alturas, y
2) Algunos que no tienen trasfondo o ética profesional (o ambos), que apresuran a los padres no precavidos para que compren materiales educativos estresantes y caros; en consecuencia los padres sufren un quebrantamiento y odian la educación en casa. – Algunos de ellos combatieron la educación en casa hasta la década de los ’80.
Algunos autores, editores y expositores saben poco de investigación, y de manera persuasiva abusan de las Escrituras para transmitir una imagen de un Cristo santurrón a sus amigos seculares. Ellos son la influencia más divisiva en el movimiento de la educación en casa. Por el bien de usted y de sus amigos, estudie para conocer la diferencia.»

Este comentario se refiere a los Estados Unidos. Sin embargo, veo que lo mismo ya está empezando a suceder también aquí en América Latina. Tan pronto como el movimiento de la educación en casa está adquiriendo cierta fuerza, surgen también aquellos productores, editores, y directores de escuelas que ofrecen a las familias educadoras sus materiales y programas en venta – pero a menudo estos programas se basan en los mismos métodos que ya han fracasado en el sistema escolar.
¡Cuidado con los materiales de estudio estresantes y caros!

De todos modos, si usted considera usar un programa a distancia que se dirige explícitamente a familias que educan en casa, recomiendo como mínimo averiguar de antemano en qué experiencias y en qué pedagogía y métodos se basa. Por ejemplo:

  • ¿En qué modelo pedagógico se basa este programa? ¿y qué investigaciones y resultados apoyan este modelo?
  • ¿Existen diferencias significativas y sustanciales entre los métodos empleados por este programa, y los métodos del sistema escolar?
  • Por ejemplo, ¿se deja a los padres y alumnos en la libertad de elegir temas, contenidos, materiales, y actividades a realizar, según el nivel de comprensión, los intereses, y el estilo de aprendizaje individual de cada alumno? ¿O es un programa secuenciado y preprogramado igual como en la escuela?
  • ¿El programa anima a los padres a usar como sus principales oportunidades educativas las experiencias de la vida diaria, trabajos manuales y prácticos, juegos, material manipulable, y otras experiencias que concuerdan con las características de los niños? ¿O se basa mayormente en el trabajo abstracto con libros y cuadernos – o material de instrucción por internet – como el sistema escolar?

Desafortunadamente, todavía no encontré a ninguna «escuela a distancia» o «escuela para familias educadoras» que satisface estos criterios. Todas, de las que encontré información, se basan en los métodos del sistema escolar, y así echan a perder las mejores posibilidades de una educación en casa. Por eso, en vez de apoyarme en uno de estos programas, prefiero hacerlo yo mismo. Requiere más trabajo, más iniciativa, más flexibilidad y más creatividad; pero los resultados serán mucho mejores. No sólo para los niños; también para nosotros como padres.

Por supuesto que existen también escuelas a distancia que no se dirigen explícitamente a familias educadoras; en esos casos no podemos exigir que tengan conocimiento de una pedagogía distinta del sistema escolar. Pero en este caso habrá que estar consciente de que se trata de una extensión del sistema escolar; y la pregunta sería en este caso, cuánta libertad nos deja esa escuela para modificar sus programas y adaptarlos a las necesidades de nuestra familia y a la pedagogía que consideramos la mejor para nuestros hijos. Yo haría uso de una escuela a distancia solamente si existe esta libertad.

En el idioma inglés se estableció la palabra «homeschooling» («escuela en casa») para hablar de la educación en casa. Así que yo también he usado ocasionalmente esta expresión; pero pensándolo bien, ya no me parece tan buena. Una buena educación en casa es algo diferente, y algo mucho mejor, que traer el aula escolar a casa. Como padres educadores tenemos la oportunidad de establecer una alternativa, de liberar a nuestros hijos para que desarrollen los talentos únicos que Dios les dio, de incentivarlos a ser creativos, investigativos, pensadores… Si hemos sacado a nuestros hijos del enjaulamiento de una escuela tradicional, ¡no les construyamos una nueva jaula en casa!

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¿Cuántas horas académicas necesita un niño?

Este año tuve la experiencia grata de que mi hijo de 16 años pudo empezar a estudiar la carrera universitaria que él mismo había elegido. Aprobó el examen de admisión en el primer intento, en una universidad que tiene la reputación de ser una de las más exigentes en cuanto a su examen de admisión.

Ahora, las personas que no conocen nuestros métodos educativos, asumen que seguramente él tuvo que «chancar» día y noche, quizás durante años, para lograr este éxito. ¡Al contrario! A base de las investigaciones existentes acerca del desarrollo del niño, sabemos que su éxito se debe precisamente al hecho de que hemos limitado sus horas académicas, sobre todo durante sus años de primaria.
(Para entender las bases científicas y metodológicas de esta afirmación, lea el resumen de «Mejor tarde que temprano», y «La Fórmula Moore», por Raymond y Dorothy Moore.)

Durante toda la niñez de nuestros hijos, o sea hasta la edad de 13 años, no recuerdo que alguna vez hayamos tenido más que una sola «hora académica» por día con ellos. Lo llamábamos «el tiempo de hacer tareas con papá (o mamá)». (Para los lectores no familiarizados con nuestros métodos: Nuestros hijos recibieron toda su educación primaria en casa, y también la mayor parte de su educación secundaria.)
En estos tiempos solíamos introducir algún tema nuevo de la matemática, del lenguaje, de la Biblia, de las ciencias, u otro; o resolvíamos unos ejercicios que nuestros hijos no podían hacer sin nuestra ayuda. Todo el resto del tiempo estaba dedicado a trabajos y proyectos prácticos, la exploración libre, o juegos, tomando muy en cuenta los intereses propios de los niños.

  • Muchos juegos tienen un gran valor educativo. (Vea p.ej. «La matemática de los juegos y los juegos de matemática», y los artículos siguientes.)
  • La «exploración libre» incluía tanto expediciones al campo y experimentos científicos, como mucha lectura independiente por parte de los niños. A ellos les gustaba mucho leer, así que constantemente buscaban nuevos libros sobre temas que les interesaban. Y esta motivación por la lectura se debe a que nunca presionamos a nuestros hijos a leer. Los niños escolares están desmotivados porque fueron obligados a leer, mucho antes de que su cerebro alcanzó la madurez necesaria para ello, y con métodos que se parecen más a un entrenamiento de loros o a un arrear de esclavos. ¡No extraña que ellos no puedan encontrar nada placentero en la experiencia de leer! (Vea también «¿Cómo aprenden a leer?»)
  • Los proyectos prácticos son mucho más adecuados a las necesidades de un niño que el estudio con libros y cuadernos; porque los niños son esencialmente aprendedores concretos. Ellos necesitan ver, tocar, manipular, probar, armar y desarmar, para aprender.

En la adolescencia comienza a desarrollarse el razonamiento abstracto, y la capacidad de analizar sistemáticamente las reglas de la gramática, las leyes científicas, etc. Para tener éxito en este análisis sistemático, el adolescente necesita poder referirse constantemente a un gran tesoro de experiencias prácticas que acumuló anteriormente, en su niñez.

Por eso, lo que el niño en edad de primaria más necesita, es la exploración libre y los trabajos prácticos. Si un niño tuvo muchas oportunidades de divertirse con agua y arena, de hacer experimentos con pelotas y palancas, o de armar y desarmar sus propias máquinas, entonces no le será difícil entender las leyes de la física cuando sea adolescente. Si encontró placer en leer libros por su cuenta, y tuvo un contacto natural con diversas formas del lenguaje, entonces no dificultará con las reglas de la gramática cuando sea adolescente. Pero no le aprovecha si le obligamos a memorizar los resultados de tales sistematizaciones antes del tiempo.

Es una observación psicológica que un niño o adolescente no puede «saltar» ninguna etapa en su desarrollo. Y si lo intenta (o si es obligado a hacerlo), más tarde sentirá la necesidad de «recuperar» la etapa perdida. Permitamos a los niños ser niños; y entonces actuarán también en la adolescencia y en la edad adulta de acuerdo a su edad. Pero si obligamos a los niños a ser pequeños adultos (estudiando conceptos demasiado abstractos), de adultos sentirán una necesidad irresistible de comportarse de manera infantil. ¿No podemos observarlo ya en la actual generación de jóvenes adultos?

Ante este trasfondo es realmente deprimente ver lo que hace el sistema escolar. Si el rendimiento de los alumnos es «bajo», los profesores y funcionarios escolares siempre tienen la misma respuesta: ¡Más horas académicas! (Vea también: «Más cárcel para los niños».)

horasAcademicas

Desde la experiencia de muchos años, ofreciendo ayuda y refuerzo para niños escolares, sé que en realidad este «remedio» es la enfermedad. Muchos niños sufren de problemas de aprendizaje porque tienen demasiadas horas académicas. Están estresados, nerviosos y agotados por la sobrecarga escolar. Como demuestran las evaluaciones de los alumnos de secundaria (como el conocido estudio PISA), este sistema no tiene ningún provecho académico. Miles de profesores y millones de alumnos desperdician su valioso tiempo (y el dinero de nuestros impuestos) en miles de horas académicas mal concebidas y superfluas, que no producen ningún verdadero aprendizaje. ¿Será que alguna vez algún planificador escolar se ponga a reflexionar sobre los efectos negativos que este sistema tiene sobre la economía?

Pero yo prefiero considerar el asunto desde el punto de vista del bienestar del niño. Es una forma de maltrato infantil, someter a un niño a esta sobrecarga de horas de clase improductivos, y todavía a tantas horas más de tareas en casa. En vez de maltratarlos con aun más clases y tareas, deberíamos darles un descanso y permitirles aprender de acuerdo a sus necesidades. La experiencia de nuestros hijos ha demostrado que un niño puede rendir más, con mucho menos esfuerzo y menos estrés, si tan solamente le permitimos ser niño, le ofrecemos actividades prácticas, y no lo sobrecargamos ni con horas académicas ni con contenidos demasiado abstractos. Un niño necesita mucho menos horas académicas de lo que usted piensa.

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Aprender a educar en casa es como aprender a patinar

Aprenda a relajarse

(…) Para los padres principiantes, la educación en casa es como aprender a patinar sobre hielo, después de que usted estuvo acostumbrado a solamente caminar durante quince, veinte o treinta años. Usted intenta «caminar» sobre el hielo, en vez de deslizarse. La mayoría de los padres educadores necesitan desaprender más de lo que necesitan aprender. Esto se aplica particularmente a los que son profesores de profesión, puesto que fueron entrenados a enseñar según el modelo de producción masiva. Nosotros conocemos eso – ¡nosotros los entrenábamos! Ellos saben poco acerca del mentoreo informal; y muchos tienen miedo ante la responsabilidad de educar a sus propios hijos donde no hay otros profesores alrededor con quienes podrían compartir la culpa si algo resulta mal.

Desafortunadamente, muchos empresarios oportunistas vendedores de currículos para el estudio en casa saben aun menos. Ellos causan daño con sus «paquetes» convencionales, creados según el modelo del aula escolar, que imponen técnicas del aula sobre un programa de mentoreo. Eso es como insistir en que los fabricantes del Rolls Royce usen tecnología Yugo (carros de calidad muy inferior que fueron construidos en la antigua Yugoslavia). Estos programas exigen varias horas diarias de rutina aburrida, con pocas oportunidades para exploraciones propias y para realizar ideas creativas. De esta manera, los padres y los hijos se agotan pronto. (…)

No se preocupe tanto por el nivel educativo que usted mismo tiene. Preocúpese más por su actitud hacia sus hijos. Casi todos los padres educadores exitosos dejaron atrás el trajín formal y lograron deslizarse de manera informal. Esto no significa que hayan desechado toda estructura y toda prudencia; pero que dejaron de ser pedagogos rígidos, y se convirtieron en proveedores de recursos que animan a sus hijos. Si usted tiene una educación básica decente y un corazón atento y lleno de amor, ¡usted puede ser un buen padre educador!

La mayoría de los padres educadores comienzan más o menos de la misma manera. Al inicio, usted se siente cómodo solamente en los caminos viejos, las maneras como usted mismo fue enseñado. Excepto si usted es una persona completamente inconvencional, le parecerá difícil imaginarse alguna otra manera. Usted sabe como caminar, pero no entiende como deslizarse, hasta que usted vea a alguna otra persona hacerlo, o hasta que alguien le explique como lo hizo. Mientras usted no logre soltarse de las garras de la costumbre, de la tradición y de las convenciones, usted reproducirá solamente una escuela institucional en su hogar. (…)

Un caso concreto

Esta es la historia real de Cristina, una ama de casa de Colorado que fue una de nuestras madres educadoras. Su hija Yésica tenía siete años y su hijo Jordan cinco. Después de tres años de escuela convencional, Yésica estaba bien académicamente, pero no emocionalmente. Cristina la sacó de la escuela y comenzó con «escuela en casa». Ella esperaba una «continuidad del aprendizaje», pero descubrió que esa no es la manera como sucede. Ella describe la media vuelta que Yésica dio en el transcurso de dos meses, y sus efectos sobre el hermanito pequeño y la familia:

«Descubrí que tengo que adaptar mis expectativas cada semana, ¡por lo menos! Yésica se opone fuertemente contra cualquier trabajo que uno le ‘asigna’. Sin embargo, trabaja por horas en proyectos que ella misma diseña. Cuando vi eso, me di cuenta de que tenía dos opciones: O me pongo dura y le permito jugar solamente después de completar su ‘trabajo escolar’, o simplemente le sigo la corriente. Puesto que la comunicación con Yésica había sido penosamente deficiente, la semana pasada decidí no imponerle nada en absoluto: No le di tareas, ni siquiera sugerencias, acerca de trabajos escolares. No le enseñé nada, y no le exigí nada. ¡Los resultados fueron asombrosos!

Durante esa semana, ella diseñó y construyó un bonito puesto de venta para dulces y lo llamó ‘El equipo del piloto’. Su padre le ayudó con la construcción, pero ella misma lo lijó y lo pintó. Lo tenía abierto por tres días, vendiendo galletas a los niños que salían de la escuela, e hizo una ganancia de ocho dólares. Fue una alegría verlo – ella había adaptado una idea de otra familia educadora que conocemos, y la llevó a cabo con energía y felicidad. El proyecto incorporó mucho de matemática, arte, carpintería, repostería, consideraciones de salud, mercadeo y ventas, planificación y organización – la lista sigue y sigue.

Además, en sus momentos libres ella escogió varias lecciones que estudió por su propia cuenta, mejoró su relación con su hermanito en un 100%, descubrió a media docena de nuevos amigos, y demuestra una confianza en sí misma como no la hemos visto en ella desde hace más de un año. En el momento en que escribo esto, ella está jugando a la escuela con Jordan y ya limpió su habitación antes de bajar. ¡El comportamiento de su hermanito está ahora mejorando también!

(…) Ahora que estoy empezando a superar mi ansiedad por el rendimiento, puedo ver al escribir esto cuánto progresó ella dentro de muy poco tiempo. Estoy muy agradecida por esta oportunidad de comenzar de nuevo con mis hijos.»

Traducido de: Raymond y Dorothy Moore, «The Sucessful Homeschool Family Handbook», Thomas Nelson Publishers 1994

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Educación en casa: ¿Cómo comenzamos?

Comenzar algo nuevo no es fácil. Sobre todo cuando se trata de algo tan importante como la educación de nuestros hijos – y de algo todavía tan mal comprendido en nuestra sociedad como el educarlos en casa, en familia. Si usted ha hecho esta decisión valiente, le felicito: Usted tiene espíritu pionero. Y a la vez, usted está volviendo al modelo educativo que fue fundamental para los comienzos de toda cultura grande, inclusive la nuestra.

Para el beneficio de las familias que se están encaminando en esta aventura por primera vez, decidí rebuscar mis memorias para recordarme de nuestros propios inicios, muchos años atrás, cuando nuestros hijos eran todavía pequeños. Y estoy intentando poner unas pautas en un orden más o menos sistemático, para que puedan ser de ayuda para otros.

Para iniciarnos bien, pienso que primero tenemos que tener muy claro el por qué queremos educar a nuestros hijos en casa.

En nuestro caso, el primer impulso vino por la lectura del libro «Mejor tarde que temprano» por Raymond y Dorothy Moore. Este libro no aboga directamente por la educación en casa, pero demuestra a partir de muchas investigaciones que el desarrollo mental, emocional y social de los niños se favorece mucho cuando se espera con mandarlos a la escuela hasta que tengan por lo menos ocho a diez años. (Si usted no cree eso, lea el resumen del libro en el enlace indicado.)
Esta lectura evocó enseguida mis recuerdos del jardín de infancia (que no eran nada buenas). Conversando con mi esposa, concluimos que deseábamos ahorrar a nuestros hijos unos sufrimientos innecesarios, y decidimos no enviarlos al jardín, porque deseábamos que se desarrollaran de una manera sana y natural. Todavía pensábamos que en algún momento posterior íbamos a enviar a nuestros hijos a una escuela, «como todo el mundo», y confiábamos en que el propio desarrollo de los niños nos iba a indicar el momento adecuado. Pero eso ya es otra historia…
Más adelante, se añadió a eso nuestra fe que exige que eduquemos a nuestros hijos de una manera cristiana – y tuvimos que enterarnos de que eso es difícil o casi imposible de conseguir en una escuela, incluso en una escuela que se llama «cristiana».

Otras familias pueden tener razones distintas. El librito «Educación en casa …» menciona una amplia gama de razones posibles. Lo importante es que usted esté consciente de sus propias razones y haga una decisión fundamentada. Un paso importante es entonces:

Formule su propia filosofía educativa.

Es recomendable hacerlo por escrito. Este documento servirá de fundamento para su proyecto educativo familiar. En momentos de duda, de inseguridades o dificultades, usted puede volver a su filosofía educativa y decir: «Es por eso que nos hemos decidido por este camino. Eso es lo que queremos alcanzar y realizar. Sigamos haciéndolo.» También si tiene que enfrentarse a críticas (que seguramente vendrán) de parte de familiares, amigos, vecinos o profesores, el documento le ayudará a recordar sus razones.
Una tal filosofía educativa incluirá puntos como los siguientes:

¿Por qué queremos educar a nuestros hijos en casa? ¿Cuáles son nuestras razones?

¿Qué expectativas tenemos acerca de este modelo educativo? ¿Qué queremos lograr con ello?

¿Cómo percibimos nuestro propio rol como padres? ¿Cuál es nuestra propia «misión»?

¿Qué métodos vamos a aplicar? ¿Cuál de las distintas formas de educación nos parece la más adecuada para lograr nuestros objetivos?

Todos estos aspectos los tenemos que decidir según nuestra propia situación, preferencias individuales, etc. No podemos copiar la filosofía educativa de otra familia, porque cada familia es única. Es una de las grandes ventajas de la educación en casa, que no nos impone un único modelo uniformado, sino que tenemos la libertad de escoger un estilo de educación adecuado para nuestras propias necesidades individuales.

Sin embargo, deseo mencionar algunos puntos donde opino que debemos ser cautelosos y evaluar también nuestros propios motivos:

En cuanto a los motivos y expectativas, me parece importante que pongamos primero el amor a los niños y el bien de ellos. Que los niños se desarrollen de una manera sana; que crezcan en un ambiente de amor, comprensión y estabilidad emocional; que no sean sometidos a presiones indebidas; que tengan la oportunidad de desarrollar sus talentos; que puedan hacer experiencias prácticas que no tienen lugar en la escuela; que tengan mejores valores; todos estos me parecen motivos buenos y sanos.

Menos sano me parece el siguiente motivo, como me escribió alguien:
«… el propósito de esta modalidad es obtener mejores resultados que la educación escolarizada.»
Por un lado, es cierto que la educación en casa produce generalmente mejores resultados académicos. (Vea por ejemplo «Educación en casa: De lo extremo a lo corriente».) Pero si hacemos de eso el objetivo de nuestra educación, estamos poniendo el carro delante del caballo. Aun peor es cuando creemos que estamos en una competencia por «ser los mejores», y que tenemos que ganar una «carrera» contra otros modelos educativos. (Vea «¿Educación para la competitividad?») Con una tal actitud estaríamos instrumentalizando a los niños para lograr nuestras propias ambiciones, y con eso es casi seguro que les haremos daño. Una buena educación consiste en equipar a los niños para sus propios proyectos de vida, no querer realizar nuestro proyecto de vida por medio de ellos.
– También pienso que tenemos que deshacernos de la tendencia dañina de ligar nuestra propia autoestima a los logros de nuestros hijos. En el mundo escolar, eso asume formas muy feas en la manera como profesores y escuelas compiten entre sí, usando toda clase de presiones y manipulaciones para que «sus» alumnos rindan mejor, porque implícitamente se asume que entonces «yo soy mejor profesor». Sin su consentimiento, los alumnos se ven así obligados a ser los soldados en una guerra entre profesores y entre escuelas. Si como padres tenemos esta misma actitud, entonces traeremos toda esta competencia malsana a nuestros propios hogares, y eso no contribuye a un desarrollo sano de los niños. Pongamos primero el amor y el bien de los niños; y los logros académicos vendrán por sí solos.

En cuanto a los métodos, y nuestro rol como padres, también existe una amplia gama de modelos posibles. Algunas familias optan por una «escuela en casa» donde los padres asumen el rol de profesores, y trabajan con un currículo predefinido, con libros escolares, y «dictando clases», como las escuelas tradicionales. (Personalmente no recomiendo eso.) Otras elaboran su propio plan de enseñanza, realizan más proyectos prácticos, toman en cuenta los intereses y deseos individuales de los niños, y hasta producen sus propios materiales de enseñanza. Otras optan por una «desescolarización» completa, donde todo el aprendizaje sucede en el contexto de las actividades de la vida diaria, del trabajo práctico, y de «aventuras» como viajes, desafíos deportivos, etc. Y hay muchas formas intermedias entre las mencionadas.
Muchas familias educadoras comienzan con un modelo más formal, más organizado y tradicional; y a medida que adquieren experiencia, se mueven hacia un modelo más libre, flexible, y más adecuado a las características de los niños.

Nuestra filosofía educativa no tiene por qué mantenerse igual a través del tiempo. Ganamos nuevas experiencias; aprendemos cosas nuevas; quizás cambiamos nuestra opinión en algún punto. Entonces puede ser necesario revisar nuestra filosofía educativa de vez en cuando y hacer los cambios apropiados.

Ordene su vida diaria.

Este es un paso importante al lanzarnos a la práctica. Aunque no queremos someternos a la rigidez del mundo escolar, es una gran ayuda tener cierto orden en cuanto a nuestras actividades, responsabilidades y horarios. En nuestro caso, siempre hemos tenido un «plan» acerca de los siguientes puntos:

Responsabilidades en cuanto a los trabajos de la casa. Definimos por ejemplo quién barre el piso, quién lava los platos, quién alimenta las gallinas, quién bota la basura, etc. Estas responsabilidades se mantienen fijas por un tiempo prolongado (por ejemplo dos semanas), después pueden cambiar.

Horarios para ciertos «puntos claves» en el transcurso del día. Como mínimo, siempre hemos tenido una hora definida para levantarnos, y para las comidas en familia. Durante la mayor parte del tiempo hemos definido también horas para el tiempo devocional familiar, para horas de estudio, y a veces también para actividades deportivas (por ejemplo ir a correr los martes y viernes antes del desayuno) y otras. Por supuesto que el horario de trabajo de los padres influencia mucho en el horario familiar. Estar organizados en este aspecto, nos ayudará mucho a equilibrar nuestra vida entre familia y trabajo. A veces somos nosotros los padres quienes tenemos que disciplinarnos, dando igual prioridad al horario familiar como al horario de trabajo.
Según la situación de la familia, puede ser necesario también limitar ciertas actividades de los niños. Por ejemplo, en nuestra familia a menudo era necesario establecer ciertas horas exclusivas en las que se permite mirar televisión o usar la computadora.
Los horarios no son para esclavizarnos, pero para estructurar nuestra vida de una manera que es buena para todos. Puesto que somos nosotros mismos quienes establecemos el horario, nosotros también podemos cambiarlo cuando resulta inconveniente. Cuanto mayores son los niños, más tomaremos en cuenta sus opiniones al establecer el horario.

Un espacio para cada cosa. Especialmente los niños menores se sienten más seguros cuando saben dónde se hace esto o aquello: dónde pueden jugar, dónde pueden leer, dónde pueden escuchar música, dónde pueden hacer trabajos manuales, etc. Por ejemplo, nuestros hijos sabían que podían jugar en su habitación y en la sala común, pero que no se les permitía invadir el dormitorio de papá y mamá con sus juguetes, ni tampoco la cocina. – Es lógico que cada cosa se guarda en el lugar donde se utiliza: los juguetes en el espacio de juego; los libros en el lugar donde se lee; etc.
Por el otro lado, tampoco hay que ser demasiado rígido. Por ejemplo, yo no insistiría en que los niños tengan que leer en una mesa. Si un niño se siente más cómodo leyendo sobre su cama, ¿por qué no permitírselo?

Consiga unos materiales.

Mientras los niños son pequeños, eso no es una gran preocupación, porque los niños generalmente tienen mucha imaginación y no necesitan materiales sofisticados para inventar actividades interesantes. En particular, los niños preescolares no tienen ninguna necesidad de materiales para «aprender los números» o para «aprender a leer»; eso corresponde a una etapa de desarrollo posterior. Cuando el interés por las letras o los números despierte, los niños ya los encontrarán por sí mismos: en los rótulos de los envases de alimentos; en los libros y periódicos de papá y mamá; en los letreros en la calle; en las placas de los automóviles; etc. En ese momento habrá todavía suficiente tiempo para preocuparse por materiales adicionales con letras o números. Mucho más que eso, los niños necesitan oportunidades para actividades manuales, experiencias prácticas, e impresiones sensoriales. Estos son los medios principales por los que se desarrolla la inteligencia del niño.

Mientras nuestros hijos eran pequeños, simplemente los involucramos en nuestra vida diaria, les hablamos de lo que hacíamos y respondimos a sus preguntas; les enseñábamos a amarrar los zapatos, a doblar y guardar la ropa, a barrer el piso, a regar las flores, a alimentar las gallinas y cuyes, a comprar pan en la tienda, etc. Ibamos con ellos al parque, al mercado, a la heladería, al zapatero, donde los abuelos, al campo, al río, y a otros lugares. Les contábamos cuentos y les leíamos de libros ilustrados, mostrando los dibujos. A menudo no había necesidad de darles ideas porque ellos estaban llenos de ideas propias. Por ejemplo, un día metieron una mezcla de barro con piedritas en latas vacías (como moldes), lo hicieron secar en el sol y dijeron que esos eran sus «panetones». O hicieron «teatro» con sus muñecos y peluches. Según nuestras experiencias, los niños preescolares no necesitan más que eso. ¡Sobre todo necesitan nuestra presencia como padres!

Entonces, ¿qué materiales pueden ayudar a los niños preescolares a desarrollar su creatividad e inteligencia? – He aquí unas ideas:

Unos sencillos juegos de construcción, por ejemplo un juego de bloques de madera. También existen juegos de piezas de plástico que encajan unas con otras, que son aptos para niños pequeños.

Material para trabajos manuales: Papel, cartulina, pintura, crayolas, tijeras, goma, retazos de tela, restos de lana, alambres, plastilina, arcilla, etc. – Muchos trabajos manuales se pueden hacer con material reciclado como rollos de papel higiénico, cajas de fósforos o de pasta dental, palitos de helados, etc.

Colecciones de diversos objetos para contar, clasificar, comparar, etc: Pepas y semillas de diversas frutas y verduras; alimentos con diversos sabores y olores; frascos y latas con diferentes tamaños, formas y volúmenes; piedras de distintos colores y formas; etc. – Los niños ya comenzarán a hacer sus propias colecciones de objetos que les gustan.

Ropas viejas, mantas, pañuelos, etc. para disfrazarse. – Eso se vuelve más interesante si conseguimos unas prendas particularmente «curiosas», tales como: Un sombrero de copa (se puede fabricar de una lata vacía); una corbata de colores vivos; un armazón de lentes (sin los cristales); una corona de princesa; una barba que se puede amarrar o pegar en la cara; un bastón; una peluca de cabello largo; una peluca de payaso; etc.

Unas muñecas; y con unas cajas de cartón se puede fabricar una sencilla casa de muñecas.

Una cocina de juguete, mientras los niños todavía no tienen edad suficiente para poder ayudar en la cocina verdadera.

Unos instrumentos musicales sencillos: maracas (o una lata cerrada con piedritas dentro); tambor o bombo; xilófono; flauta dulce; un teclado sencillo; etc.

Una caja de arena limpia, para jugar con arena y agua. De preferencia en el patio; si es dentro de la casa no habrá la misma libertad para jugar.

Unos libros que los papás pueden leer a los niños: Biblia ilustrada; cuentos para niños; libros sobre animales, plantas, etc.

Una mesita y sillas adecuadas para el tamaño de los niños. Tal vez no está por demás mencionarlo. Nos ahorramos problemas y evitamos accidentes, si compramos unas sillas del tamaño que permite a los niños parar los pies en el piso mientras están sentados, y una mesa de altura correspondiente.

Adicionalmente puede ser de ayuda, buscar unos libros con ideas divertidas para trabajos manuales. Y como padres, ¡ejerzamos nuestra propia creatividad!

Prepárese para documentar las actividades y progresos de sus hijos.

Una tal documentación cumple varios propósitos:
Para usted mismo, es un recuerdo de sus hijos y un registro de sus progresos.
Para sus hijos, también puede ser interesante más adelante mirar atrás y recordarse de lo que han aprendido, o de lo que hacían «cuando eran pequeños».
En el caso de que sus hijos no están matriculados en una escuela a distancia, ni siendo evaluados y certificados en alguna otra escuela, esta documentación puede también servir como prueba de la educación de sus hijos ante las autoridades, y en el caso de que posteriormente deseen insertarse al sistema escolar.

Entonces, anote las actividades significativas de sus hijos: qué trabajos manuales hicieron; qué descubrimientos hicieron jugando o experimentando; qué nuevas destrezas adquirieron; qué otras experiencias hicieron (p.ej. visitas, viajes, etc.). Recuerde: «Educativo» no es solamente lo que se hace sentado a la mesa en una «hora de estudio». Puede ser igual de educativo (o aun más) ir al campo y observar unas vacas pasteando, o aprender a usar el subibaja, o descubrir cómo construir túneles en la arena. Podemos anotar tales experiencias bajo los rubros «Geografía», «Zoología», «Educación física», «Mecánica», «Experimentos científicos», y otros más.

Saque fotos de momentos importantes. Aunque no hemos sido muy sistemáticos en nuestra documentación durante los primeros años, todavía atesoramos las fotos de nuestro hijo logrando por primera vez manejar una bicicleta, de nuestro otro hijo preparando su primera torta, y de un «zoológico» de animales que los niños fabricaron de palitos de madera. También hicimos grabaciones de sus primeras lecturas, y de sus progresos al tocar el piano. Además de sustentar la documentación de sus progresos, estas fotos y grabaciones forman una parte importante de nuestra historia familiar.

Archive los trabajos de sus hijos. Sus propias obras de arte, trabajos manuales, y más adelante trabajos escritos y digitales, testifican de sus habilidades, progresos y aprendizajes.

Decida cuan detallada será su documentación. ¿Quiere anotar minuciosamente las actividades de cada día, o solamente hacer un resumen al fin de cada mes? ¿Va a guardar cada trabajo de sus hijos, o solamente un «portafolio» de los más importantes y mejores? – Sea cual sea la forma por la cual usted decida, de alguna manera tenemos que preservar los recuerdos de la trayectoría de nuestros hijos.

Comience sin temor.

¡Con seguridad usted va a cometer muchos errores en la educación de sus hijos! – No se atemorice por ello. Los educadores «profesionales» también se equivocan. Pero a diferencia de ellos, usted conoce a sus hijos desde su nacimiento. Usted conoce el carácter y el temperamento de cada uno, y está en las mejores condiciones para comprender sus necesidades. Y, supongo, usted los ama con el amor de un padre, de una madre. Por eso, ¡usted es el(la) mejor experto(a) en la educación de sus hijos!

Si comete errores, serán oportunidades para aprender algo nuevo. Como padres, tenemos que estar dispuestos a seguir aprendiendo constantemente. Pero no nos dejemos desanimar por esta necesidad de aprender. Sigamos adelante. Los niños normalmente no son tan exigentes que quisieran tener unos padres perfectos. Solamente desean pasar tiempo con los padres que tienen. Démosles este tiempo.

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¿No recibirán los niños un conocimiento incompleto si les permitimos estudiar según sus propios intereses?

He tratado de este tema en otros lugares, pero me parece que se merece un artículo propio en este blog. La Fórmula Moore, y en cierta medida también la pedagogía de la Escuela Activa, pone mucho énfasis en los propios intereses de los niños como su motivación más fuerte para aprender. Esto es muy distinto del modelo curricular de la escuela convencional, donde todos los niños tienen que aprender los mismos contenidos prescritos. (Dicho sea de paso, este modelo del currículo normado no existe «desde siempre»; no tiene mucho más que cien años de antigüedad.) Entonces, de parte de padres y profesores acostumbrados al sistema convencional, surge naturalmente la pregunta: «¿Y cómo podrán adquirir los niños un conocimiento completo, si les permitimos estudiar solamente lo que les interesa?» – O: «¿Cómo puede ser posible que un niño se interese por todo lo que debe aprender?»

La respuesta corta es: No, ningún niño se va a interesar por todo lo que se puede aprender. Pero eso no hace daño.

Voy a elaborar más sobre eso:

Los intereses de los niños dan lugar para una amplia variedad de actividades y conocimientos.

Cuando se aplica el método de los proyectos o unidades temáticas, cada interés del niño puede dar lugar a actividades de lectura y escritura, de matemática, de arte, de ciencias, de historia, etc. Así, las habilidades fundamentales pueden desarrollarse con muy poca necesidad de enseñanza «sistemática»: El niño lee, escribe, calcula, investiga y razona acerca de aquellas cosas que le interesan.
Es responsabilidad de los educadores usar su creatividad para ampliar este rango más allá de los intereses momentáneos de los niños. (Por ejemplo, un niño puede primero interesarse solamente por la técnica de la astronáutica, pero desde allí puede llegar a interesarse también en su historia, o en los fundamentos de la astronomía.) Estos conocimientos se grabarán en la memoria del niño de una manera mucho más duradera que lo que se aprende solamente de libros escolares, porque están unidos a un tema concreto que impacta al niño de manera positiva.
Es cierto que algunas habilidades deben aprenderse de manera sistemática. Por ejemplo, las habilidades matemáticas necesitan un entrenamiento sistemático (y en cuanto se trata de ejercicios escritos, tiene sentido realizarlos en un cuaderno destinado específicamente para este propósito). Lo mismo se puede decir de la ortografía (pero tomando los ejemplos de los propios escritos del alumno, para que no tenga que aprender palabras aisladas fuera de su contexto). Sin embargo, un educador creativo encontrará maneras como incorporar aun este entrenamiento sistemático en un tema de estudio según los intereses del niño.

A medida que pasa el tiempo, los niños descubren intereses nuevos.

Ahora que nuestros hijos están en su adolescencia, mirando atrás a su desarrollo puedo ver que en el transcurso del tiempo, ellos se interesaron por una buena parte de lo que se aprende en la escuela, y además por diversos campos que casi no se consideran en la escuela: plantas, animales, lectura (mayormente historias de aventura), problemas matemáticos, experimentos químicos, música, construcciones geométricas (al fabricar carros y aviones de cartulina), comunicación por internet, diseño gráfico computarizado, y otros más.
Pero ellos no se interesaron por todas estas cosas al mismo tiempo. Tenían por ejemplo una «fase de jardinería», durante la cual sembraron toda clase de semillas, cuidaron sus plantas y observaron su crecimiento. Después pasó ese interés, y quisieron hacer experimentos químicos. En otros tiempos quedaron fascinados por ciertos tipos de problemas y «rompecabezas» matemáticos.
La adolescencia en particular es un tiempo donde suceden grandes cambios en los intereses de los niños. Se olvidan de muchos de sus intereses anteriores y empiezan a explorar campos nuevos. Entonces, aunque no hayan aprendido nada acerca de un tema determinado durante sus años de primaria, eso se puede recuperar fácilmente durante la adolescencia.

Con todo eso, los intereses de nuestros hijos no coincidían con la secuencia del currículo escolar, el cual exige determinados conocimientos según determinadas edades. Por ejemplo, su interés por la química despertó entre los diez y once años, mucho antes de lo provisto en el currículo; y aprendieron durante ese tiempo la mitad del contenido escolar en química. Además, su aprendizaje fue facilitado por las experiencias prácticas que tuvieron. A diferencia de muchos alumnos escolares, ellos sabían como se ve y huele el azufre, el cloro, el amoniaco, y otras sustancias; y vieron cómo reacciona el vinagre con la caliza, o el hidrógeno con el oxígeno, antes de aprender toda la teoría relacionada. Por eso, su aprendizaje fue más profundo y duradero, aun con mucho menos horas de teoría. – Por el otro lado, durante todos sus años de primaria nunca se interesaron por la historia. Este interés despertó solamente en su adolescencia cuando alguien les regaló el juego de computadora «Age of Empires». Allí leyeron con interés todos los relatos históricos que el juego contiene; y eso fueron (casi) sus únicas «clases de historia» hasta hoy.
Pero al final y sumándolo todo, vemos que sus intereses han cubierto una porción sorprendentemente grande del currículo escolar. Y ellos adquirieron la mayor parte de sus conocimientos en el contexto de experiencias prácticas. Por eso saben lo que significa, a diferencia de muchos alumnos de las escuelas que saben solamente repetir unas definiciones teóricas sin conocer su significado. (Por ejemplo, en la escuela memorizan que el símbolo «Na» quiere decir «sodio», pero no tienen ninguna idea de lo que es el sodio o dónde se encuentra. Mientras nuestros hijos un día se divirtieron yendo de tienda en tienda, preguntando: «Por favor, ¿tal vez tiene cloruro de sodio?» – y se rieron cuando en todas las tiendas les dijeron que no …)

Durante la edad de primaria, ningún conocimiento es realmente «necesario».

Esto sorprenderá a muchos lectores, y particularmente a quienes son profesores profesionales o planificadores escolares. El sistema escolar es tan obsesionado con sus currículos normados y con su afán de apretar la mayor cantidad de «conocimientos» dentro de las cabezas de los niños pequeños, que sus planificadores ni siquiera toman en cuenta los resultados de las investigaciones pedagógicas y psicológicas. El Dr.Raymond Moore relata los siguientes datos:

«El doctor James T.Fisher, más tarde considerado como el ‘decano’ de los psiquiatras americanos, comenzó la escuela a los trece años de edad, cuando todavía no sabía ni leer ni escribir. A los dieciséis años se graduó de una escuela secundaria en Boston. (O sea, completó el equivalente de doce años escolares dentro de tres años.) En ese entonces, él pensaba que él tenía que ser un genio. Pero más tarde, durante sus estudios de psicología, descubrió que cada niño ‘normal’ podría hacer lo mismo. El añadió: ‘Si podríamos asegurar que cada niño tenga una vida familiar sana y un desarrollo físico apropiado, eso podría proveer la solución al problema de … la escasez de profesores calificados.’ (James T.Fisher y Lowell S.Hawley, ‘A Few Buttons Missing’, 1951)
(…) (El psicólogo William D.) Rohwer basa sus conclusiones parcialmente en las investigaciones conducidas por el sueco Torsten Husen en doce países: (…)
Todo el aprendizaje necesario para tener éxito en la escuela secundaria puede adquirirse en solamente dos o tres años de estudio formal. Si postergáramos la instrucción obligatoria en las destrezas básicas hasta los primeros años de la secundaria, podríamos lograr el éxito académico para millones de niños escolares que están condenados al fracaso bajo el sistema escolar tradicional.’ »
(Dr.Raymond y Dorothy Moore, «The Successful Homeschool Family Handbook», 1994)

Lo mismo es corroborado por Rebeca Wild, una pionera educativa en Ecuador:

«Un niño que es enseñado en el momento adecuado y de la forma adecuada, en un período que puede oscilar entre los cuatro y los siete meses, puede aprender sin dificultades toda la materia que se imparte en seis años de escuela primaria. Por lo tanto, no hay ningún motivo para respetar el plan de estudios oficial y perder la oportunidad de encontrar una alternativa.»
(Rebeca Wild, «Educar para ser», 1999)

Entonces no hay por qué preocuparse si un niño aprende poco del currículo oficial durante sus años de primaria. Un niño normal, que no fue desanimado por exigencias académicas inadecuadas, tendrá una gran curiosidad natural y un deseo innato de investigar, descubrir y crear cosas nuevas. Así aprenderá muchas cosas casi por sí mismo – aunque tal vez no sean exactamente las cosas que figuran en el currículo oficial. Si el leer, escribir y realizar operaciones matemáticas es una parte normal de la vida diaria en su entorno familiar, entonces el niño aprenderá también estas cosas de manera natural, aun sin instrucción formal. (Vea ¿Cómo aprenden a leer?) – James T.Fisher fue una excepción en este respecto porque por razones familiares, él tuvo que criarse hasta sus trece años en un lugar remoto del campo, donde aparentemente la lectura y escritura no eran parte de la vida diaria.

Solamente habrá que tomar en cuenta los siguientes puntos:
– Una vida familiar sana es esencial. El niño debe crecer cerca de sus padres y tener la certeza de que ellos le aman y le apoyan.
– Los niños en edad de primaria se encuentran en la etapa de las «operaciones concretas» (según Piaget); o sea, ellos necesitan manipular objetos con sus manos y hacer experiencias prácticas para poder entender y razonar. Por tanto, se les debe ofrecer muchas oportunidades para hacer trabajos manuales, ser creativos, experimentar con diversos objetos y materiales concretos, etc.
– Cuando el niño manifiesta interés por un tema determinado, hay que ofrecerle oportunidades para hacer experiencias prácticas en este campo de interés, y proveerle informaciones adicionales (libros especializados; informaciones sacadas de internet; etc.)

La adolescencia es el tiempo cuando despierta la capacidad del pensamiento abstracto. Solo entonces, el aprendizaje teórico de definiciones y conceptos empieza a adquirir sentido. Y el alumno de secundaria entenderá las definiciones y los conceptos tanto mejor, cuanto más experiencias prácticas y concretas hizo durante sus años de primaria. (Vea también: «Cuando el cerebro no tiene manos».)

La idea del «conocimiento completo» es una ilusión.

Realmente no tiene sentido exigir que un niño adquiera un «conocimiento completo»; porque tal conocimiento completo no existe. Nadie puede saber «todo». Aun el currículo escolar, necesariamente selecciona entre todos los saberes posibles, aquellos que los planificadores escolares consideran importantes. Preguntamos:
– ¿Es esta selección de saberes la mejor para nuestros hijos?
– ¿Tiene que ser la misma selección de saberes para todos los alumnos?

Cada persona es diferente, tiene inclinaciones y talentos diferentes, y un proyecto de vida diferente. Los adultos tampoco nos interesamos por «todo» ni sabemos «todo», entonces ¿por qué exigirlo de un niño? Yo digo: El conocimiento de una persona es lo suficientemente «completo» cuando sabe lo que necesita para cumplir el llamado de Dios para su vida. Y esto difiere mucho de una persona a otra.

Por el otro lado, los alumnos del sistema escolar tampoco adquieren el «conocimiento completo» que la enseñanza sistemática supuestamente provee. Mencioné arriba que mis hijos saben poco de historia, porque es un tema que nunca les interesó mucho. Pero descubrí que la mayoría de los niños escolares ¡no saben más que ellos! Por ejemplo, me sorprendí al darme cuenta de que muchos alumnos peruanos al terminar el sexto grado de primaria no saben decir quién proclamó la independencia del Perú. Es que los alumnos del sistema escolar tampoco aprenden lo que no les interesa, por más que el profesor intente enseñárselo. Haga la prueba y pregunte a unos alumnos acerca de unos temas, no de lo que están aprendiendo para el siguiente examen, pero de lo que estudiaron para el examen de hace tres meses. Encontrará que recuerdan muy poco, si no es por casualidad un tema que les interesa mucho.
Los alumnos del sistema escolar tienen la desventaja de que tienen que desperdiciar muchas horas de su vida escuchando y memorizando estos temas que no les interesan y que en seguida vuelven a olvidar. En cambio, los niños que tienen la posibilidad de aprender según sus intereses, pueden invertir este tiempo en algo que les interesa, y en consecuencia, adquieren un conocimiento más duradero.

Aun si existiera un alumno que pueda demostrar un «conocimiento completo» en todas las áreas prescritas por el currículo, eso no comprobaría el éxito del sistema escolar. Al contrario, eso comprobaría que el alumno muy probablemente sufre de un déficit de carácter. Como dijo el pionero educativo Roger Shank:

«Los alumnos exitosos son siempre personas que saben adivinar lo que el profesor quiere, y eso es lo que le dan. Pero en la vida real no se trata de agradar al profesor, y entonces estos ‘coleccionistas de buenas notas’ a menudo se sienten perdidos. Cuando yo hacía las admisiones a los programas de grado, y un estudiante presentaba notas ‘A’ en todas las asignaturas de su programa pregrado, yo lo rechacé inmediatamente. Simplemente no es posible que un estudiante sea igualmente bueno, o igualmente interesado, en todo. (Excepto en agradar al profesor.) Como docente universitario, yo no tenía paciencia con estudiantes que pensaban que el éxito académico consiste en repetirme siempre lo que yo acababa de decir.»
(Roger Shank, «Why do we still have schools?»)

En la adolescencia, el descubrir los intereses propios es esencial para la elección de su profesión futura.

En la adolescencia, la orientación vocacional empieza a adquirir actualidad. Demasiados jóvenes se hacen infelices de por vida, porque al momento de elegir una carrera aplicaron criterios equivocados como: «¿En qué profesión se gana más plata?», o: «¿Cuál profesión tiene mayor prestigio?» – Después se quedan atrapados en una profesión que en el fondo de su alma aborrecen. Estarían mucho mejor si en su debido tiempo hubieran aprendido a hacer preguntas como: «¿Qué es lo que realmente me interesa?» – «¿Qué cosas sé hacer bien?» – «¿De qué manera puedo mejor servir a mis prójimos?» – «¿Qué quiere Dios de mí?» – «¿Qué me gustaría hacer con el resto de mi vida?»

Por naturaleza, en la adolescencia surgen normalmente los intereses que dominarán gran parte de la vida adulta. Esta es una buena razón para permitir al adolescente que se dedique a estos intereses con todas sus fuerzas. (Mientras no sean intereses dañinos o moralmente malos, por supuesto.) El adolescente necesita llegar a conocerse a sí mismo, a descubrir sus verdaderos intereses y talentos. Una buena elección vocacional será de acuerdo a estos intereses y talentos. Si el alumno tuvo anteriormente la libertad de aprender según sus intereses, entonces habrá avanzado en estos campos de su interés mucho más que los alumnos del sistema tradicional. Por tanto, estará mucho mejor preparado para su trabajo futuro. Y si no sabe mucho acerca de algunos temas que no son de su interés, eso no será ningún impedimento en el ejercicio de su profesión. Un ingeniero no necesita saber historia; y un psicólogo no necesita saber trigonometría.

Además, la mayoría de los conocimientos necesarios para ejercer una profesión no se adquieren durante los estudios (sean escolares, universitarios o vocacionales), sino durante el ejercicio práctico del trabajo mismo. Por tanto, los estudios previos no tienen tanto peso como la capacidad de seguir aprendiendo. Según encuestas, las quejas más frecuentes de los empleadores acerca de jóvenes graduados de la universidad, son que les falta iniciativa, les falta la capacidad de innovar, y la disposición de aprender. No hay nada peor que un joven graduado que piensa que ahora que tiene su título, él «sabe como se hace» y no necesita aprender nada más. Pero la capacidad de aprender no se adquiere al estar sometido a un programa de enseñanza forzosa. Se adquiere cuando uno tiene la oportunidad de trazar sus propias metas, y después se enfrenta con el desafío de buscar los conocimientos que necesita para alcanzar sus metas.

Vea también:
Manifiesto pedagógico cristiano alternativo, capítulo V.7. «Educación de acuerdo a las inclinaciones y los intereses propios de los niños» (p.127-133)
La educación intelectual en el hogar

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Convenios entre colegios y familias educadoras: Cómo podrían funcionar – y cómo no.

Con el crecimiento actual de la educación en casa también en Latinoamérica, diversas familias se estarán planteando la pregunta de cómo acreditarán los estudios de sus hijos si los educan en casa. Puede parecer ventajoso que una escuela o un colegio esté dispuesto a matricular a sus hijos y a certificar sus aprendizajes. Especialmente en países donde existe un vacío legal en cuanto a la educación en casa, y por tanto las autoridades – o unas personas mal intencionadas – podrían cuestionar este modelo educativo.

Algunas familias optan por matricular a sus hijos directamente en un programa de educación a distancia. Así se ahorran el trabajo de preparar materiales y proyectos educativos para sus hijos. Pero al mismo tiempo renuncian al privilegio de dirigir el aprendizaje de sus hijos, o – lo que me parece aun más importante – de darles libertades en cuanto al qué, cómo y cuándo quieren aprender. Los programas de educación a distancia tienen normalmente currículos y cronogramas fijos, preprogramados, igual como las escuelas presenciales. Por eso, nosotros nunca los hemos considerado como una alternativa válida, por lo menos no para alumnos de primaria. Una de nuestras razones más importantes por educar a nuestros hijos en casa, es que los currículos escolares pasan por alto el desarrollo individual y las necesidades individuales del niño. En muchos casos exigen de los niños conocimientos y capacidades demasiado avanzados para su nivel de desarrollo. Entonces los niños, en vez de aprender algo, solamente se confunden. Deseamos que nuestros hijos tuvieran la libertad de aprender a su paso, de acuerdo a su nivel de comprensión, y motivados por sus propios intereses.
Leí también acerca de varias otras familias educadoras, que generalmente se inician usando algún material o currículo fijo, intentando llevar una «escuela» en su hogar; pero que con el tiempo se dan cuenta de que éste no es el método más apropiado para sus hijos, y entonces se atreven a usar métodos más flexibles, más libres y más prácticos.
Pero si una familia tiene efectivamente esta intención, de llevar una «escuela» en su casa igual como las escuelas existentes, entonces la inscripción en un programa a distancia es por supuesto el camino más lógico.

Cuando nuestro hijo mayor llegó a la edad de entrar al primer grado, y demostró también las habilidades intelectuales correspondientes, entramos en un acuerdo con una escuela privada, de que lo iban a matricular y tomarle exámenes dos veces al año para certificar sus conocimientos, mientras nosotros lo educábamos en casa. Este era un acuerdo un poco más flexible que un programa a distancia; pero aun así resultó no apropiado para nuestro hijo. La escuela, aunque era una escuela privada y cristiana, no se distinguía mucho de las escuelas estatales en sus políticas y métodos. Solamente que, como muchas escuelas privadas, tenían la ambición de ser «más avanzados», o sea, adelantaron en su primer grado muchos contenidos que corresponden a niveles posteriores. Esto nos impuso una carga demasiado pesada y a menudo desanimaba a nuestro hijo. En la primera mitad del año dio sus exámenes bien, y puesto que la escuela tenía clases pequeñas, disfrutaba también de los tiempos con los otros niños de la escuela. Pero después aumentaron los problemas: El siempre escribía con letras bastante grandes, porque su motricidad todavía no era lo suficientemente desarrollada para escribir letras pequeñas. Pero en la segunda mitad del año, la profesora dijo que ya no le iban a permitir eso, y que tenía que escribir con letras pequeñas. Después de eso, él se quejaba cada vez de que le dolía la mano al escribir, y quedó tan desanimado que durante dos meses ya no quiso escribir nada. Además, al fin del año lo calificaron desaprobado en matemática. No porque hubiera calculado mal; solamente porque había escrito los resultados afuera de los espacios provistos, y porque había resuelto algunos problemas según su propio procedimiento original, en vez de usar el procedimiento prescrito por la escuela. Por eso le exigieron asistir a clases de refuerzo en las vacaciones. (Cuando después nos afiliamos a la Fundación Moore, le atestiguaron una inteligencia matemática por encima del promedio.)

Concluimos entonces que esa escuela no era apropiada para la educación de nuestros hijos, y buscamos alternativas. Encontramos que la Fundación Moore – una organización que asesora a familias educadoras en los Estados Unidos – tenía un programa en español, y nos afiliamos allí. Aunque esto no nos brindó ningún reconocimiento oficial (a lo máximo nuestros hijos hubieron sido considerados como si hubieran cursado estudios en el extranjero), pero recibimos un asesoramiento muy valioso acerca de los mejores métodos de educación en casa, por una organización especializada en este tema. – Desafortunamente, este programa se cerró hace unos años, por falta de familias interesadas.
En particular, ellos nos animaron a no preocuparnos tanto por si nuestros hijos estaban «cumpliendo con el currículo», y a confiar más en su desarrollo natural y en su propia motivación para aprender. A lo largo, esto resultó ser un muy buen consejo. Dimos a nuestros hijos mucha libertad para aprender las cosas que a ellos les interesaban. Efectivamente, encontramos que necesitamos una sola «hora académica» al día para enseñanzas sistemáticas de matemática, ortografía, gramática, etc. El resto del tiempo, nuestros hijos se ocuparon por sí mismos con lecturas o proyectos prácticos, o los involucramos en nuestros propios trabajos dentro y fuera del hogar. Con esto, durante sus años de primaria probablemente hubieran sido considerados como «atrasados» si hubieran sido evaluados por una escuela tradicional según el currículo estatal. Pero lo que aprendieron, lo aprendieron a fondo y con motivación propia, porque los contenidos les interesaban y eran de acuerdo a su nivel de comprensión. Entonces, al entrar a la adolescencia, su aprendizaje literalmente se disparó, de manera que ahora están «adelantados» en la mayoría de las materias. Nuestro hijo mayor ya está ayudando a alumnos mayores que él con sus tareas de matemática.

Con eso ya no nos preocupamos mucho por certificados de estudios. Pudimos comprobar que nuestros hijos son capaces de adquirir cualquier conocimiento que necesitan. Entonces se les presentarán también oportunidades para demostrarlo. En los Estados Unidos, hace unas décadas, fue una gran novedad cuando unos estudiantes educados en casa se presentaron a la universidad. Aprobaron los exámenes de admisión sin problemas, pero no tenían certificados de estudios. Entonces sugirieron a los encargados del proceso de admisión, que en lugar de certificados podrían entregar un portafolio de sus trabajos realizados durante su educación en casa, como prueba de lo que habían estudiado: Trabajos escritos de investigación; resúmenes de libros que habían leído; composiciones y ensayos; obras de arte; etc. Varias universidades aceptaron esta propuesta, y con el tiempo se dieron cuenta de que los estudiantes educados en casa generalmente demostraron mejores cualidades de aprendizaje que los estudiantes que venían de una escuela. En consecuencia, la mayoría de las universidades en los Estados Unidos introdujeron la «admisión por portafolio» como una alternativa oficial para estudiantes que no tienen certificados de estudios previos.

Por mientras nos enteramos de que en el Perú existen dos caminos oficiales como un alumno que nunca asistió a la escuela, puede obtener un certificado de estudio:
1. Para sus últimos años escolares puede matricularse en un colegio no escolarizado o a distancia. Se le aplica una «prueba de ubicación», y entonces puede comenzar sus estudios en el grado que corresponde a sus conocimientos. (Ley General de Educación, Art.26 y 37; Directiva No.004-VMGP-2005, Art.5.15.)
2. Puede solicitar la convalidación de estudios independientes; entonces dará un examen en un colegio autorizado para este tipo de evaluación, y tiene derecho a un certificado de estudios de acuerdo a sus conocimientos. (Ley General de Educación, Art.26.a; Directiva No.004-VMGP-2005, Art.5.13.)

En Colombia existe esta misma posibilidad del examen de validación, lo cual significa un reconocimiento oficial de la educación en casa, como declaró una representante del ministerio de educación colombiano:

«… La alternativa de una educación sin escuela, no corresponde a una opción de mayorías tanto en Colombia, como en el mundo; y por ello no está legislada por el MEN de manera explícita; y esto es entendible, porque las políticas públicas por su misma naturaleza, están diseñadas y tienden a ocuparse de las mayorías.
No obstante, como las leyes claramente responsabilizan de manera primaria a los padres de la educación de sus hijos, y en la autonomía que tienen éstos para velar y proteger los derechos de éstos, pueden escoger si envían o no a sus hijos a las instituciones educativas, la educación sin escuela puede ser una opción posible, siempre y cuando los papás garanticen al Estado que los niños están recibiendo una educación de calidad.
¿Y a través de qué mecanismos pueden llevarse a cabo estas opciones?, mediante los exámenes de validación que los niños y jóvenes pueden realizar. La normatividad (exactamente el decreto 2832 de 2005) contempla que cualquier niño o joven puede demostrar que ha logrado los conocimientos, habilidades y destrezas en cada una de las áreas obligatorias y fundamentales establecidas para los grados de la educación básica y media académica, validando sus estudios mediante evaluaciones o actividades académicas de manera gratuita, en establecimientos educativos que cumplan con los requisitos legales (…)»
(Heublyn Castro Valderrama, Subdirectora de Referentes y Evaluación de la Calidad Educativa, Ministerio de Educación Nacional de Colombia.
Ponencia en el congreso «Educación sin Escuela (ESE), Autoaprendizaje Colaborativo (AC) y Educación en
Familia (EF)», 2009-2010, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Los textos completos de dicho congreso están publicados en http://www.slideshare.net/educacionsinescuela/un-mundo-por-aprender.)

Nos enteramos también de que existe un pequeño puñado de escuelas alternativas que no imponen un currículo rígido, sino que permiten a los alumnos avanzar a su paso individual, y les dan también ciertas libertades al escoger proyectos según sus propios intereses, de una manera parecida a lo que sugieren los Moore. Algunas de estas escuelas alternativas pueden estar en la disposición de matricular también a niños educados en casa. Si una familia educadora desea entrar en un convenio con una escuela para que reconozca los estudios de sus hijos, opino que una tal escuela alternativa sería una mejor opción que una escuela tradicional. Aunque desde nuestra perspectiva cristiana estamos un poco incómodos con las tendencias hacia el esoterismo que existen en muchas de estas escuelas (Montessori, Waldorf, etc); pero en lo pedagógico son las más afines a una buena educación en casa. Estas escuelas alternativas, por lo general, comprenden mejor el desarrollo del niño y sus necesidades educativas, inclusive la necesidad de libertad en cuanto al «currículo personal» de cada niño. Y si se trata solamente de avalar los estudios de niños educados en casa, donde los padres siguen siendo los responsables de la educación, pienso que un convenio es posible aun teniendo convicciones religiosas distintas. Nos agradaría si existiera alguna escuela cristiana que tuviera esta misma comprensión, pero desafortunadamente hasta ahora todavía no encontramos a ninguna.

Aun mejor sería si una escuela podría oficialmente ofrecer cobertura y asesoramiento para la educación en casa, como lo hace la «Fundación Moore». Pero como asesores deberían fungir padres educadores con suficiente experiencia en la educación de sus propios hijos. Un profesor de una escuela, que conoce este modelo educativo solamente en la teoría, no va a poder brindar un asesoramiento y una evaluación adecuados. Los Moore cuentan que en su experiencia, los profesores de profesión son normalmente los que más dificultan en comprender e implementar la educación en casa: «¡Ellos necesitan desaprender tantas cosas!»

Parece que las escuelas alternativas hacen la misma experiencia, de que los profesores profesionales tienen poco entendimiento de lo que es una educación de acuerdo al desarrollo natural y las necesidades del niño. Por eso, algunas de estas escuelas prefieren contratar a profesores que no tienen título de profesor, pero que tienen experiencia educativa práctica y comprensión por los niños. A lo largo de mis propias investigaciones descubrí que muchos elementos del sistema escolar, tales como la separación de los niños por grados, los currículos normados, y las calificaciones con exámenes y notas, no se fundamentan en ningún principio pedagógico. Se fundamentan únicamente en la necesidad burocrática de «administrar» de manera eficaz a un gran número de niños en instituciones masificadas. Pero como familias no tenemos estas necesidades administrativas, y por tanto podemos prescindir de métodos que solamente sirven a estas necesidades.

Por tanto pienso que un convenio entre una escuela y una familia educadora no puede funcionar bien si la escuela se basa en un modelo tradicional, y si sus profesores creen que ellos son «los expertos» en educación. Como mínimo, los profesores tendrían que reconocer que ellos son expertos solamente en la educación escolarizada, pero que la educación en casa es un modelo muy distinto, igualmente válido, y donde los profesores no son expertos. Para que esto pueda suceder, hará falta mucho diálogo. – Por el otro lado, las escuelas alternativas tendrán probablemente menos dificultades en comprender la educación en casa. Y quien sabe, si quizás podrían también asumir un rol de «mediadores» en el diálogo entre familias educadoras y escuelas tradicionales.

Otra alternativa que podría ser interesante en el futuro, son los cursos por internet. Plataformas como «Coursera» o «Udacity» están actualmente experimentando con cursos masivos que ofrecen el mismo nivel académico como los cursos presenciales en las universidades respectivas. La mayoría de estos cursos todavía no tienen reconocimiento oficial, y están limitados al nivel de la educación superior. Pero es bien posible que en el futuro, tales cursos podrían remplazar gran parte de los estudios presenciales. Y para familias educadoras que cultivan en sus hijos el aprendizaje activo e independiente, lo mismo podría funcionar al nivel de la educación media (secundaria). Esta no es una «educación a distiancia» con currículos y cronogramas rígidos, porque el estudiante puede escoger los cursos que desea llevar, según sus intereses y necesidades, según su nivel de comprensión, y según el tiempo que dispone. Entonces, un estudiante educado en casa podría fácilmente seguir estudiando de la manera acostumbrada desde niño, haciendo uso de estas oportunidades por internet.

 

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Dr. James Dobson acerca de la educación en el hogar («homeschooling»)

Lo siguiente es un extracto de una entrevista radial con el psicólogo cristiano Dr.James Dobson, basada en su libro «Solid Answers» y difundida en su programa «Enfoque a la familia» hace muchos años. Lo reproduzco aquí porque la opinión del Dr.Dobson es de bastante peso en los círculos evangélicos.


– Pasaremos ahora al asunto de la educación escolar en casa («homeschooling»).

Dr.Dobson: Esta es un área donde mi opinión ha cambiado mucho últimamente. Había un tiempo cuando yo afirmaba que una educación formal en la niñez temprana era absolutamente esencial para el bienestar intelectual de un niño. Esto me enseñaban en la universidad, y casi todas las personas involucradas en educación lo creían en las décadas de los 60 y 70. Pero ya no acepto esta idea y estoy ahora a favor de que los padres enseñen a sus hijos en casa durante un tiempo prolongado. Era el Dr.Raymond Moore que tenía una gran influencia en mí; él era uno de los primeros invitados en «Focus on the Family». Vino por primera vez en 1979; él también tiene un doctorado en desarrollo infantil. Hablamos esa vez sobre su libro «School can wait» (La escuela puede esperar), donde él recomienda mantener a los niños fuera de las estructuras formales académicas hasta que tengan más madurez. El habla también sobre la educación escolar en casa y sus implicaciones. Era una idea que yo nunca antes había escuchado, aunque es algo que ya existe desde siglos; en los años pioneros de los Estados Unidos todos los niños fueron educados en casa y sin embargo el índice de alfabetización era más de 90%. Yo no estaba preparado para la avalancha de cartas que recibimos en respuesta. Las investigaciones que se hicieron desde entonces confirman las ideas del Dr.Moore. Si esperamos más tiempo hasta poner a los niños a la escuela, ellos no solamente se benefician emocionalmente por tener más tiempo para madurar, sino también su progreso académico es mayor. Si tomamos a un niño de 8, 9 ó 10 años que se quedó en casa, y lo ponemos dentro del sistema escolar con niños de la misma edad, ellos normalmente los alcanzan e incluso los sobrepasan académicamente dentro de pocos meses. Además tienen más seguridad interior y confianza en sí mismos.
Si mi esposa y yo pudiéramos empezar de nuevo, también enseñaríamos a nuestros hijos en casa. Shirley es profesora y entonces no hubiera problema, pero no es necesario ser profesor para ello.

– Los padres tienen muchas preocupaciones acerca de este concepto; una de ellas se encuentra en esta pregunta: ¿No piensa Ud. que la enseñanza en casa atrasa la socialización? Yo no quiero que mis niños se desarrollen para ser personas que no encajan en la sociedad.

Dr.Dobson: Esta pregunta se utiliza constantemente para abatir a los padres que enseñan a sus hijos en casa. Uno tiene la idea que la enseñanza en casa aísla al niño. Yo les digo que no hay ninguna razón para preocuparse. Primero, retirar a un niño del salón de clases no significa limitarlo a la casa. Fuera del cerco de la escuela, las posibilidades son ilimitadas. Existen grupos de apoyo para padres que enseñan en casa; estos grupos están surgiendo en comunidad tras comunidad. Algunos son bien organizados: ofrecen excursiones educativas y cooperación en la enseñanza y asesoramiento y actividades sociales y muchos otros recursos. Existen orquestas y clubes deportivos para niños que estudian en casa. Incluso si Ud. está obrando completamente por su propia cuenta, se puede llevar a los niños al museo, al parque, a granjas y fábricas y hospitales y organizaciones gubernamentales y a «Enfoque en la familia» (¿por qué no?). Pueden acompañar a papá a su oficina para conocer su trabajo, pueden participar en grupos de la iglesia, pueden invitar a sus amigos y familiares y organizar fiestas para niños. ¡No significa de ninguna manera encerrar a los niños entre cuatro paredes!

Otro aspecto es que la enseñanza en casa protege al niño contra el tipo equivocado de socialización. Cuando los niños se juntan en grupos grandes, muy rápidamente los más fuertes y más agresivos intimidan a los débiles y vulnerables. Estamos hablando de niños de seis o siete años. Cosas terribles suceden con niños que son inmaduros o que de alguna manera son diferentes de sus compañeros, si se encuentran de repente abandonados en medio de este mundo muy competitivo de otros niños. Si esto sucede en el jardín o primer grado, los niños aprenden a tener miedo a sus compañeros y se vuelven dependientes de ellos. Este comportamiento les perseguirá hasta la adolescencia. Imagínese a esa niñita tímida que no tiene ninguna idea acerca de la vida o de cómo enfrentarse con algo que hace miedo, echada a ese mundo donde la ley es: «Sepa nadar o húndete.» Estos niños se vuelven más vulnerables por los empujones y patadas constantes que reciben en una edad demasiado temprana. Las investigaciones muestran que se puede mantener a estos niños tiernos en casa durante algunos años más y así protegerlos contra este tipo de presión social inapropiada; y si uno hace esto, los niños se vuelven más fuertes, más independientes, y en muchos casos surgen como líderes tres o cuatro años más tarde.

Las estadísticas sobre las calificaciones de niños enseñados en casa son impresionantes. Todos alcanzaron una educación superior; se sabe de jóvenes de 16 años que ingresaron a la universidad y hacen un muy buen trabajo. Ninguna de las preocupaciones acerca de lo que podría suceder cuando estos niños entren a la secundaria se ha hecho verdad; al contrario. Tienen ventajas no solamente académicas sino también emocionales; sobre todo los niños vulnerables.

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Cuando el cerebro no tiene manos

Una de nuestras alumnas debería entrar a la escuela secundaria el año que viene. Pero hace un año todavía no podía distinguir claramente entre su mano derecha y su mano izquierda. También dificulta mucho en orientarse en la ciudad: Desde un lugar que no se encuentra directamente en su camino a la escuela, no puede encontrar sola el camino a casa. Igualmente dificulta en orientarse en la matemática: Si sus tareas le salen correctas, es porque adivinó correctamente; pero casi no puede llegar a una solución mediante un razonamiento lógico.
Durante todo este tiempo, la niña asistía a la escuela. Obviamente, la escuela no contribuyó en nada a desarrollar su inteligencia. Enseguida veremos por qué no.

Por supuesto que existe una relación directa entre la dificultad de orientarse en la ciudad, y la dificultad de orientarse en la matemática. En conversaciones con la familia nos enteramos de una raíz importante del problema: Desde su niñez temprana hasta la edad de aproximadamente ocho años, esa niña no tenía permiso para jugar. Ella creció sobreprotegida físicamente. Especialmente los juegos al aire libre eran prohibidos, por miedo a que podría sufrir un accidente. Pero aun los juegos en casa eran muy restringidos, según una falsa creencia muy extendida aquí, la cual dice que el jugar produce pereza e impide el aprendizaje.
La niña carece también de otras experiencias importantes afuera de su casa. Por ejemplo, aun a sus once años todavía no puede ir sola a hacer compras. Ella pasó casi toda su niñez con lo que la escuela llama «aprender» – o sea, estudiando con libros y cuadernos.

¿Por qué no se desarrolló su inteligencia con todo este «aprender»? – Se sabe ya desde hace algún tiempo, que el desarrollo del cuerpo y el desarrollo del cerebro son estrechamente relacionados entre sí. El desarrollo del cerebro es estimulado particularmente por el procesamiento de las más variadas impresiones sensoriales, y por la adquisición de destrezas manuales al jugar o al hacer trabajos manuales. Por ejemplo, Jane McGeehan describe los siguientes resultados de investigación:

«Marian Diamond desarrolló estudios en su laboratorio de la Universidad de California en Barkeley para comprender el impacto del supuesto ambiente enriquecido en el cerebro de ratas bebés. Ella puso un grupo de tres madres y nueve cachorros en una jaula grande sin juguetes (grupo testigo) y otro grupo en una jaula grande con juguetes (grupo enriquecido). Después ella comparó ambos grupos con una familia de ratas alojadas en una caja pequeña sin cosas para jugar. En un período de tan sólo 8 días, los jóvenes enriquecidos desarrollaron cortezas que eran de 7 – 11 por ciento más gruesas las de los otros infantes.
Los investigadores Scheibel y Simonds de la Universidad de California en Los Ángeles analizaron los cerebros de niños que murieron entre las edades de 13 meses y seis años. Ellos observaron que las ramificaciones de las dendritas incrementaron inmediatamente después del nacimiento a medida que experiencias sensoriales y motoras llegaron como torrentes al ambiente de los bebés.
(…)
Experiencias que proveen una ganancia sensorial enriquecida, más allá de la capacidad de un libro o papel de trabajo, tienen mayor oportunidad de disparar un crecimiento dendrítico e incrementar las conexiones sinápticas. Experiencias de primera mano en el mundo fuera de la escuela y con objetos reales dentro de la escuela evocan una rica entrada sensorial para el cerebro. Visitar el charco, inspeccionar el gusano de tierra de cerca, observar la semilla que se transforma en planta, son las experiencias que desarrollan redes nerviosas. »
(Jane McGeehan, «Aprendizaje cerebro-compatible»)

Y Raymond y Dorothy Moore dicen:

«El juego es un medio vital de aprendizaje para un niño. En cierto sentido, el juego es su trabajo. Jugar y trabajar le gusta por igual, hasta que alguien lo desilusione con una actitud negativa hacia el trabajo. El niño aprende a jugar tan pronto como puede ver algo o alguien con quien jugar. Y así descubre conocimientos para sí mismo que no se pueden enseñar fácilmente de otra manera. A través de sus sentidos, y su manipulación de objetos ordinarios, descubre ciertas cualidades de las cosas: pesos, texturas, tamaños, formas, colores – la base del aprendizaje académico. A través de la interacción con otros, y la observación e imitación de las personas en su alrededor, aprende acerca de la vida – las habilidades sociales. A través de las sencillas actividades y experiencias cotidianas, desarrolla poco a poco los conceptos básicos del tiempo, de los números y del espacio. Esto continúa durante los primeros nueve o diez años de su vida.»
(Raymond und Dorothy Moore, «Home Grown Kids»)

Dicho de otra manera: El cerebro necesita las manos – y los movimientos y las impresiones del cuerpo entero -, para hacerse una «imagen» de su entorno y para poder desarrollarse. Las manos del niño hacen estas experiencias mayormente al jugar, y en los trabajos diarios en la casa y otros trabajos manuales.
Obviamente, nuestra alumna tuvo muy pocas oportunidades de hacer tales experiencias. Su «aprendizaje» consistía casi exclusivamente en materiales escolares como libros de texto, fichas de trabajo, juegos abstractos de preguntas y respuestas, etc. Efectivamente, sus primeros ocho años de vida eran un experimento involuntario acerca del desarrollo de un cerebro al cual no se le permite usar las manos. La ausencia de tales experiencias concretas causó en ella una dificultad generalizada al orientarse – especialmente en cuanto a la orientación en el espacio, y el pensamiento lógico.

En este caso, no solamente el cerebro sufre de la escasez de «experiencias manuales». También las manos por su lado – y el cuerpo entero – sufren de una falta de coordinación por el cerebro. Manejar una bicicleta, jugar a la pelota, aprender a nadar, hacer trabajos manuales como dibujar, pegar cartón, o tejer – todo esto presenta para ella mayores dificultades que para otros niños.

Su desarrollo empezó a normalizarse un poco después de que su madre la llevó a una psicóloga, alrededor de la edad de ocho años. Ella le dijo, entre otras cosas, que diera a su hija la oportunidad de jugar afuera y de moverse más libremente. Unos meses después vino por primera vez a nuestro refuerzo escolar; y al conversar con su madre solamente pudimos confirmar lo que había dicho la psicóloga. Los padres entendieron que este era un camino mejor; y con el tiempo vieron también como su hija se volvió más feliz y más segura al tener más oportunidades de jugar.
Solamente que la escuela no era ninguna ayuda para ella: Asiste a una de las escuelas más exigentes de la ciudad, la cual llena todo su tiempo libre con tareas. Por eso no fue posible hasta ahora que recuperase su atraso escolar. Estas tareas abstractas nunca pueden sustituir las experiencias concretas que le hacen falta.

¿La moraleja de la historia? – Los programas usuales de «refuerzo escolar» o «recuperación escolar» apuntan en la dirección equivocada. Si los alumnos no entienden las enseñanzas, no es porque las horas de clase fueran pocas. En la mayoría de los casos hoy en día, los alumnos no pueden comprender porque sufren de un exceso de horas académicas y tareas. Esta sobrecarga académica evita que los niños hagan las experiencias concretas que necesitan para su desarrollo. En consecuencia, les falta el fundamento más importante para poder comprender materias académicas. Para ellos, estos programas de horas escolares adicionales no son ningún remedio, al contrario: refuerzan la enfermedad.
Una verdadera recuperación sucede cuando a estos niños les permitimos ser niños otra vez, moverse libremente, usar sus manos para jugar o para trabajos útiles. En casos más graves, incluso será indicado que se les dé un año libre de escuela. Con más actividades prácticas y manuales durante este tiempo, su cerebro podrá volver a reconciliarse con sus manos para que trabajen juntos.

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