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Acción «Comparte tu educación»

¿Aplicas en tu familia unos métodos educativos libres, activos, respetuosos de las necesidades y del desarrollo natural de tus hijos? ¿O eres parte de una institución educativa que usa tales métodos, y los comparte con las familias?

¿Hiciste experiencias positivas con ello? – ¿Hicieron tus hijos (o alumnos) unas experiencias de aprendizaje motivadoras, vivenciales, quizás incluso surgidas de su propia iniciativa y creatividad?

¿Por qué no lo compartes con otras familias?

En la situación actual, muchos padres y madres se ven obligados a acompañar los procesos de aprendizaje de sus hijos en casa. La mayoría de ellos, y la mayoría de los profesores, no conocen otra cosa que la rutina tediosa del sistema escolar convencional. Por eso, aplican los mismos métodos también en su educación a distancia. Pero en las familias se hace ahora más visible el sufrimiento de los niños bajo una sobrecarga de tareas rutinarias. Algunas familias empiezan a preguntarse si ese sistema es realmente adecuado para generar aprendizajes.

En esta situación, algunos padres y madres en tu alrededor podrían estar agradecidos por tu apoyo y amistad. Y sus hijos podrían estar agradecidos por la amistad de tus hijos.

Por tanto, te hago las siguientes sugerencias:

Comienza a preguntar a las familias en tu alrededor, acerca de sus experiencias en la educación de sus hijos. Señala tu interés en su situación, y tu disposición de ayudarles. Comparte unas experiencias positivas de tu propia familia. – Posiblemente escucharás de bastante frustración, sobrecarga, conflictos familiares… Trata de descubrir cuáles de esas familias estarían interesadas en probar una alternativa.

Recomiendo concentrarse en familias realmente cercanas: que viven en el mismo vecindario; parientes; colegas de trabajo, clientes, proveedores, … Así será posible mantener un contacto personal aun cuando hay restricciones de movilidad.

Cuando una o dos familias muestran mayor interés y disposición, considera «adoptarlas» para que les sirvas de mentor(a): Tengan contactos más seguidos; compartan experiencias; ayúdales a desprenderse de los hábitos acostumbrados del sistema escolar convencional. Aun mejor: invítales a tu casa para que presencien personalmente tu vida familiar y las actividades de tus hijos. Pero hazles entender también que no necesitan copiar «al pie de la letra» lo que tú haces. Se trata de que ellos encuentren su propio camino educativo, adaptado a las necesidades particulares de sus hijos.
Para eso no necesitas conocimientos especializados. Para el inicio, tus propias experiencias y el ejemplo de tu familia son suficientes. Más adelante, siempre puedes contactar tus familias «adoptadas» con otras familias o grupos que tienen mayor experiencia. Y puedes señalarles fuentes de información (en internet; libros) acerca de los métodos que tú aplicas.

Ayuda a tus familias «adoptadas» a introducir cambios en pasos pequeños. No pasarán de una educación convencional a una educación libre de un día al otro. (Recuerda tu propia historia. Si tú fuiste acostumbrado(a) al sistema convencional, ¿cuánto tiempo te tomó convencerte de una alternativa mejor?) Si las familias se encuentran actualmente en un programa a distancia del sistema convencional, lo siguiente ya puede ser de gran ayuda:

  • Limitar la cantidad de tareas que los niños tienen que hacer. Por ejemplo decirles: «Haremos tareas desde las 10 hasta las 12 de la mañana; después estás libre. Tú decide cuáles tareas quieres hacer en ese tiempo.»
  • Animar a los niños a que usen su tiempo libre para descubrir sus propios intereses y talentos. Eso puede ser cualquier cosa, desde practicar un deporte, jugar, o hacer trabajos manuales, hasta hacer experimentos científicos, cultivar un huerto, comenzar un pequeño negocio propio, o elaborar una documentación acerca de las naves espaciales.
  • Evaluar cuál es el verdadero nivel de comprensión de los niños en las diversas materias, y permitirles hacer tareas al nivel que les corresponde. Por ejemplo, un niño está en 5to grado, pero encontramos que su comprensión de matemática corresponde a lo que se hace en 3er grado, entonces permitirle que en matemática haga tareas del 3er grado.
  • Si el programa de la escuela contiene temas que aburren a los niños, permitirles que los sustituyan por otros que les interesan más.

En la situación actual, medidas como éstas son posibles sin salirse del sistema. Muchos de estos pasos permiten seguir usando los materiales que la escuela o el estado ofrece, pero adaptándolos a las necesidades de los niños. Eso es importante para familias que vienen desde el trasfondo del sistema convencional, y que todavía no se atreven a diseñar actividades o proyectos propios.

Igual de importante es ayudarles a cambiar la actitud hacia los niños: Despojarse de la idea de que «los niños no hacen nada si no los presionamos». Ayudarles a ver que los niños por naturaleza son activos y curiosos, deseosos de explorar y de saber. Que aprenderán mejor si comenzamos con estas inclinaciones naturales, y les ayudamos a encauzarlas hacia fines buenos y útiles. Ayudarles a ver que los niños no son nuestros enemigos; que padres e hijos estamos «jugando en el mismo equipo».

Una vez que una familia se siente cómoda con esta nueva flexibilidad y con tomar en serio las necesidades de sus hijos, podremos ayudarles a usar métodos más «alternativos»: Proyectos prácticos y manejo de objetos concretos en vez de tareas con libros y cuadernos; uso de medios creativos para presentar sus conocimientos; etc. – según lo que tú mismo(a) ya pudiste aplicar en tu propia familia.

Sigue manteniendo contactos esporádicos también con las otras familias que no «adoptaste». Quizás puedes ayudarles en algún problema momentáneo. Quizás más tarde despierte su interés en hacer cambios.

Si eres representante de una institución educativa que usa una pedagogía alternativa, puedes animar a las familias asociadas a tu institución, a que pongan en práctica las sugerencias arriba mencionadas.

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PS: El Ministerio de Educación del Perú incentiva el uso de métodos adaptados a las necesidades de los niños.

Vea el artículo anterior. La situación actual brinda una oportunidad única para que las familias puedan hacer experiencias con pedagogías alternativas durante este año, sin tener que sacar a sus hijos del sistema escolar, y de una manera completamente legal. Si un profesor objeta, es suficiente con señalarle las disposiciones de las resoluciones.

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Por qué no es buena pedagogía, juntar a niños de la misma edad

Este artículo es la continuación del anterior: «De la importancia de tener hermanos mayores y menores». Allí hemos visto la dinámica positiva que se desarrolla en una familia sana entre hermanos mayores y hermanos menores. Hemos visto que Dios en Su sabiduría diseñó la familia de esta manera, con niños de distintas edades que crecen juntos, aprendiendo unos de los otros, y aprendiendo a valorarse mutuamente.

Entonces, ¿qué consecuencias tiene este diseño sabio para el sistema escolar?

Gran parte del sistema escolar se fundamenta en la separación de los niños por edades: Cada niño es asignado a su grado estrictamente según su edad cronológica. A cada grado se asignan currículos, planes de enseñanza y objetivos de conocimientos y habilidades específicos. Las escuelas multigrado se consideran «antipedagógicas» y solamente se admiten como «soluciones de emergencia». Con excepción de unas pocas escuelas alternativas que han descubierto que una escuela multigrado es más cerca del modelo familiar, y por tanto más adecuada para el desarrollo de los niños.

La separación por edades se fundamenta con la idea de «juntar a niños del mismo nivel». Los defensores de esta separación desean poder enseñar a todos sus alumnos lo mismo, y con un mismo método para todos. Por eso desean que sus alumnos estén todos al mismo nivel de comprensión y conocimientos. Pero la realidad escolar demuestra diariamente que esto no funciona así. La madurez de los niños de una misma edad varía grandemente. En una determinada sección de tercer grado, por ejemplo, hay niños que pueden competir en matemáticas con niños de quinto grado, mientras otros niños de la misma edad están todavía en la etapa intuitiva y no pueden encontrar ningún sentido en los números que tienen que escribir en sus cuadernos. Además, los que están más maduros en su pensamiento matemático, no lo están necesariamente en su lenguaje o en sus habilidades manuales, y viceversa. Por tanto, la separación de los niños por edades no cumple con su supuesto objetivo, de juntar a niños de un mismo nivel.

En la pubertad, las diferencias individuales en el desarrollo se acentúan aun más:

«En 1959, Goodlad y Anderson publicaron evidencia irrefutable de que el sistema de aulas por grado (inventado en 1847 y adaptado de un sistema militar prusiano de 1536) está equivocado. La Investigación Medford de Crecimiento y Desarrollo del Niño, llevada a cabo durante doce años por la universidad de Oregon (1957-1969), demostró que entre los «alumnos de séptimo grado» existe una variación fisiológica de seis años: Algunos niños de una edad cronológica de 12 años, tienen fisiológicamente solo 9 ó 10 años, mientras otros tienen un desarrollo correspondiente a los 14 ó 15 años. (…) La variación «académica» entre los «alumnos de séptimo grado» refleja una gama de diez años en el rendimiento – desde puntajes correspondientes al tercer grado hasta el décimotercer grado según exámenes tradicionales estatales. No puede existir una clasificación de «séptimo grado» [basada en la edad cronológica], sin embargo, sigue persistiendo hasta hoy como si fuera un edicto de los dioses.»
(Don Glines: «Cien años de guerra contra el aprendizaje»)

Además, la separación de los niños por grados incentiva una mentalidad de competencia que es antisocial. Puesto que, en la teoría, todos deberían estar «del mismo nivel», un niño que se queda «atrás» se considera fracasado. Los niños compiten entre ellos por alcanzar o superar este «nivel» imaginario. Los pocos que están en la punta, desarrollan orgullo y egoísmo. Los muchos que se quedan «atrás», se desaniman, pierden su autoestima y su deseo natural de aprender. En su lugar adquieren una motivación no natural: Estudian para no ser ridiculizados, o para no tener que repetir el año; pero ya no por el deseo de saber y entender. En un sistema así, los alumnos son masificados: pierden su individualidad y su personalidad propia. Ya no valoran su propia manera de ser; ya no pueden entender que es normal que cada niño es diferente. En vez de ver la diversidad como un valor, la ven como un defecto. En vez de ayudarse mutuamente, compiten todos contra todos. A los niños no se les permiten los beneficios de tener hermanos mayores y menores. En cambio, son obligados a una forma de «socialización» que no es natural, y puede ser hasta cruel.

Es un viejo principio pedagógico que no se debe comparar a los niños entre sí: «Pedro es más inteligente que Arnaldo; Carla es más obediente que su hermana; Felipe es mejor deportista que Juan; Anita es más bonita que Fabiola …» Es que en estas comparaciones siempre hay uno que queda atrás, se siente mal y se desanima. También, estas comparaciones en su mayoría resaltan calidades que no son ningún mérito del niño. (A menudo los principios viejos son mejores que los modernos.) – Es mucho mejor comparar a cada niño solamente consigo mismo: «Ya estás entendiendo este tema mejor que ayer. – Parece que hoy tienes un día malo, yo sé que tú puedes comportarte mejor. – El año pasado todavía no podías dibujar vacas; ¡ahora ya puedes!» Así el niño se da cuenta de sus progresos y es animado a progresar más.

Pero el sistema escolar promueve exactamente aquella clase de comparaciones que es dañina para la autoestima y la motivación de los niños: la comparación de los niños entre sí. En cambio la familia (y en cierta medida también la escuela alternativa multigrado) incentiva mucho más la sana comparación de cada niño consigo mismo.

En una familia, es lógico que no se pueden evaluar a todos los niños con un mismo examen. Se entiende que cada uno está a un nivel diferente. Una buena pedagogía consiste en ayudar a cada uno para que avance desde el nivel actual en el cual se encuentra. Juzgar a todos los niños de una familia basado en un mismo examen, sería muy injusto. Pero raras veces los planificadores escolares se dan cuenta de que es igualmente injusto, juzgar a todos los niños de una determinada edad cronológica basado en un mismo examen. Entre estos niños existen tantas diferencias en su trasfondo familiar y cultural, su desarrollo individual, etc, que no podemos tratarlos como si «todos deberían estar en el mismo nivel».

El sistema escolar no premia a los niños más inteligentes o más esforzados. Simplemente premia a aquellos que están un poco adelantados en su desarrollo, o sea, a los niños precoces. Pero no existe ninguna evidencia de que los niños precoces sigan siendo «sobresalientes» cuando sean adultos – a menudo es lo contrario. La velocidad del desarrollo no dice nada acerca de su calidad. A veces, una inteligencia superior necesita más tiempo para desarrollarse adecuadamente. Por ejemplo, Albert Einstein y Woodrow Wilson eran tales inteligencias superiores que se desarrollaron lentamente. Wilson tenía más de diez años cuando aprendió a leer; pero se graduó de la universidad de Princeton a los 23 años, y más tarde fue presidente de la universidad. Einstein no hablaba ni una palabra hasta los cuatro años de edad, y tuvo dificultades de hablar hasta los nueve años. De adulto, fue uno de los científicos más destacados del siglo XX.

¿Por qué entonces las escuelas insisten en que los niños sean estrictamente separadas por edades?
– No puede ser para «juntar a niños del mismo nivel», porque la separación por edades no es apropiada para alcanzar esta meta. Eso es solamente un pretexto. ¿Cuál es la verdadera razón?
Obviamente, la separación por edades facilita la administración estatal de los niños. Es más fácil dictar leyes y reglamentos basados en el año de nacimiento de cada niño, en vez de preocuparse por conocer y atender a cada uno individualmente. No son razones pedagógicas ni científicas, son solamente razones burocráticas, las que exigen que cada niño sea metido en un cajón que corresponde a su edad. Un educador que realmente ama a los niños, no los someterá a este sistema inhumano.

Una comunidad de familias que educan a sus hijos en casa, o una escuela multigrado y activa, no impide que se formen grupos de niños «de un mismo nivel». Al contrario: estos grupos se forman de manera más natural y espontánea que en una escuela separada por edades. Por ejemplo, un niño escoge de la biblioteca un libro acerca de los países del mundo. Pronto este niño se ve rodeado por tres o cinco otros niños que comparten este mismo interés, y leen el libro juntos. Un padre o profesor puede acercarse a este grupo para incentivar sus investigaciones con preguntas y sugerencias adicionales. Se ha formado un grupo de interés que puede estudiar un mismo tema juntos, y lo hacen con más motivación y naturalidad que una clase de niños reunidos forzosamente. – Lo mismo sucede p.ej. con los materiales de matemática. Un material de fracciones será escogido solamente por aquellos niños que han madurado lo suficiente para poder entender estos conceptos. Los niños «del mismo nivel» se juntarán naturalmente alrededor de este material; mientras aquellos que todavía no están listos para aprender sobre fracciones, no lo encontrarán interesante y buscarán un material más fácil.

Entonces, la idea de juntar a niños «de un mismo nivel», no es ningún argumento a favor de una separación por edad cronológica. Al contrario, es un argumento a favor de la escuela alternativa multigrado, la cual permite avanzar a cada niño según su ritmo individual. Y es un argumento a favor de la familia, donde existen mejores posibilidades para educar a cada niño según su nivel efectivo. (Por supuesto, esto no se aplica a una escuela multigrado tradicional, la cual intenta mantener la separación artificial por grados dentro de sus aulas, imponiéndoles un currículo rígido. Solamente se aplica a escuelas que permiten a los alumnos escoger sus actividades, temas y materiales de acuerdo a su propio nivel de comprensión. Vea «Pedagogía de la escuela activa».)

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