Educación cristiana alternativa

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¿En qué consiste una educación cristiana?

Seguiremos con principios fundamentales de una educación cristiana. En el artículo anterior hemos visto que «educación cristiana» no significa simplemente enviar a los niños a un programa infantil de alguna iglesia. Tampoco es educación cristiana, enseñar a los niños la palabra de Dios, mientras al mismo tiempo los enviamos a una escuela secular y a un profesor incrédulo.

Una educación cristiana abarca todas las áreas de la vida y del conocimiento.

Dios es el Señor absoluto sobre el mundo y sobre la humanidad. El juzgará todas nuestras acciones, y aun todos nuestros pensamientos, con absoluta justicia. Esta es una de las convicciones fundamentales del cristianismo. Por tanto, un verdadero cristiano vive su vida entera en obediencia hacia el Señor, y evalúa todo según los criterios de la palabra de Dios. No es como dicen muchos de esos líderes evangélicos o católicos semi-cristianos, que «la Biblia es un libro religioso, pero no es un libro científico»; o que «la religión no tiene que ver con la pedagogía, con la política, con el periodismo (o con lo que sea)». Sí, DIOS tiene que ver con todo eso; y El va a juzgar sobre todo eso. Por eso no es «educación cristiana» la que hace compromisos con los principios de este mundo.

En lo institucional, una educación cristiana reconocerá que la familia es la institución educativa instituida por Dios; y que ninguna otra «institución educativa» tiene el derecho de pasar por alto la soberanía de la familia sobre la educación de sus hijos. (Vea ¿A quiénes puso Dios para educar a los niños?)

– En lo moral y ético, una educación cristiana se basa en los principios y mandamientos de Dios. El primer requisito para todo educador cristiano es que haya nacido de nuevo y obedezca a Dios en todo; que cumpla con los estándares bíblicos de honestidad y veracidad, de pureza y temor a Dios, de justicia y equidad, de abnegación y amor a Dios y al prójimo. Y un padre cristiano no encargará la educación de sus hijos a nadie que no cumpla con este requisito.
Un padre cristiano dará primeramente con su propia vida el ejemplo de esta obediencia hacia Dios, y enseñará lo mismo a sus hijos. Gobernará su casa según los principios de Dios, y no expondrá a sus hijos a influencias que contradicen estos principios – por lo menos no mientras son niños y todavía no pueden evaluar las cosas por sí mismos.

– En lo espiritual, una educación cristiana pondrá al alcance de los niños todo lo que ellos necesitan para poder convertirse y nacer de nuevo, y para crecer en la nueva vida en Cristo. Padres cristianos enseñarán a sus hijos el Evangelio completo y no adulterado; orarán por su conversión; les darán el ejemplo de una relación personal viva con el Señor; tratarán de juntarlos con otros cristianos que también sean un buen ejemplo para ellos. Un conocimiento intelectual de la Biblia no es suficiente; deben ver la fe cristiana en la práctica, y deben experimentar la convicción del Espíritu Santo en sus propias vidas.

– En lo intelectual, una educación cristiana evalúa todas las enseñanzas si son conformes a la palabra de Dios. Un educador cristiano investigará los principios de Dios acerca de la matemática, las ciencias, la comunicación, la historia, la geografía, etc. etc. Y enseñará a sus hijos (y alumnos) de acuerdo a estos principios. Si Dios es el Señor sobre todos los aspectos de la vida, entonces tenemos que investigar y enseñar lo que El dice acerca de todos estos aspectos. Esta es la tarea principal de toda educación intelectual cristiana, sea en casa o en una escuela.

«Del Señor es la tierra y todo lo que la llena,
el mundo, y los que en él habitan.» (Salmo 24:1)

«Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.» (Romanos 12:1-2)

Esta «renovación del entendimiento» de la cual habla Romanos 12, sucede cuando investigamos y aplicamos los principios de Dios en cuanto a todos los aspectos de la vida y del conocimiento. Encontraremos que muchos conceptos que hemos sido enseñados, son equivocados a la luz de la palabra de Dios.
Por ejemplo, ya no creeremos que la historia es el producto de la casualidad o de las acciones de ciertos gobernantes poderosos. Descubriremos que Dios es Señor sobre los eventos históricos.
Ya no creeremos que trabajamos solamente para ganar plata. Descubriremos que Dios tiene un llamado a cumplir para cada uno de nosotros, y que nuestra provisión viene de El, mientras a nosotros corresponde «buscar primero el reino de Dios y Su justicia», o sea, ocuparnos de Su llamado para nosotros.
Ya no creeremos que los gobiernos de este mundo son encargados de educar niños o de cuidar enfermos o de redistribuir riquezas. Descubriremos que Dios instituyó los gobiernos para hacer justicia, para velar por el cumplimiento de los mandamientos de Dios en el mundo, para castigar a los malos y premiar a los buenos, y para proteger la soberanía e independencia de su nación hacia afuera – y nada más. Las otras tareas mencionadas, Dios las ha encargado a otras instituciones y personas.
Descubriremos también que el orden del universo, y las leyes naturales, reflejan el orden de Dios que El impuso a Su creación mediante Su ordenanza. (Esta fue la convicción que impulsó a los fundadores de las ciencias modernas como Kepler, Newton y Pascal, a investigar hasta que pudieron descifrar estas leyes de Dios que rigen Su creación física.)

Así cambiará poco a poco nuestra manera de ver el mundo, nuestra cosmovisión, y adoptaremos una cosmovisión que es más de acuerdo con la palabra de Dios. Entonces enseñaremos a nuestros hijos desde un principio según esta cosmovisión cristiana, bíblica. De esta manera, ellos serán administradores sabios de esta creación que Dios puso en nuestras manos, y personas conscientes de su responsabilidad hacia Dios y de su dependencia de El.

– En lo pedagógico, un educador cristiano se dejará guiar siempre y en primer lugar por el amor a Dios y el amor hacia los niños que educa. Estará siempre consciente de que tendrá que rendir cuentas a Dios por los niños que están a su cargo, y que es Dios, no el educador, quien define el llamado y el propósito personal para la vida de cada niño.
Por tanto, un educador cristiano no intentará realizar sus propios planes o deseos para los niños. Ni mucho menos se dejará guiar por «autoridades» en el campo de la pedagogía o psicología, o por progamas estatales de «educación». Escuchará atentamente lo que dicen tales personas, pero lo evaluará todo según los criterios de la palabra de Dios. «Examinadlo todo, retened lo bueno» (1 Tes.5:21).
Entonces, buscará diligentemente a Dios en cuanto a Sus propósitos para la vida de cada niño; y guiará al niño para que éste también empiece a buscar a Dios por sí mismo. Incentivará toda investigación de la palabra de Dios y de la creación de Dios, no imponiendo nada excepto el cumplimiento de los mandamientos de Dios. O sea, dicho de manera figurativa, colocará al niño en un jardín amplio con mucha libertad y muchos incentivos para hacer descubrimientos y ser creativo, pero cercado por un cerco firme que consiste en los mandamientos de Dios. Dentro de este jardín, guiará la mirada del niño para que descubra como todo lo que hay en su alrededor, contiene el reflejo de su Creador.
Respetar el llamado de Dios individual para cada niño, nos protege contra los errores de una pedagogía demasiado humanista (que cree que el hombre solamente es bueno, niega el pecado, y por tanto quiere dar al niño una libertad absoluta), como también contra los errores de la pedagogía conductista (la cual quiere manipular y moldear al niño según los deseos del educador, o de sus superiores, para lograr un control completo de la sociedad).

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