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La falacia de la «pedagogía única» – Parte 5: El orgullo profesional de los «pedagogos únicos» no tiene fundamento

En la parte anterior ya hemos mencionado unos ejemplos de que la «pedagogía única» de los profesores profesionales generalmente no da buen fruto. Hemos visto también que esta «pedagogía única» pasa por alto el requisito más importante para educadores: el amor a los niños.

Pasamos ahora a los «datos duros» de una comparación entre profesores «profesionales» y profesores «no profesionales», en países donde una tal comparación es posible. Para las escuelas de élite en los Estados Unidos, un título en educación no vale nada:

«(…) Nuestras escuelas privadas más selectivas, más exigentes y más exitosas, no tienen entre sus profesores a practicamente ninguno que tenga un título en educación. (…) ¿Cómo sucede esto, que la gente más rica y más poderosa de nuestro país, aquellos que tienen las mayores posibilidades para elegir, eligen regularmente para sus hijos a profesores sin formación profesional en educación?»
(John Holt, «Teach Your Own»)

Los que deben saberlo mejor, son los directores de escuelas. Y sorprendentemente, ¡son exactamente los directores de escuelas estatales, quienes envían a sus propios hijos a tales escuelas privadas donde enseñan profesores sin título en educación!

«El Rev. Peder Bloom, director asistente de una escuela episcopal independiente, dice: ‘En la actualidad, el grupo ocupacional más grande de padres (de alumnos de escuelas privadas) son los directores de escuelas públicas. Antes eran los médicos, pero ahora ellos están en segundo lugar.»
(Holt, op.cit.)

Acerca del orgullo profesional de los profesores, dice Holt:

«(Los profesores con título profesional) casi siempre asumen que enseñar a los niños requiere un montón de habilidades misteriosas que se pueden aprender solamente en una carrera profesional de educación, y que éstas de hecho se enseñan allí; y que las personas que recibieron esta formación enseñan mucho mejor que los demás; y que las personas sin esta formación no son competentes para enseñar en absoluto.

Ninguna de estas suposiciones es cierta.

Los seres humanos han compartido informaciones y habilidades unos con otros, y con sus hijos, por miles de años. Durante este tiempo han construido unas sociedades muy complicadas y avanzadas. Durante todo este tiempo hubo muy pocos ‘profesores’ en el sentido de personas que trabajan únicamente en enseñar. Y hasta hace muy poco, no hubo ninguna ‘formación profesional de profesores’ en absoluto. La gente comprendía siempre que para enseñar algo, uno mismo tiene que saberlo primero. Pero solamente hace muy poco tiempo, la humanidad empezó a tener la extraña idea de que uno necesitaría recibir muchos años de enseñanza sobre «como enseñar», antes de poder enseñar lo que uno sabe.

Las verdaderas habilidades necesarias para enseñar, no son ningún misterio. Son asuntos del sentido común al tratar con gente, y aprendemos estas habilidades simplemente al vivir juntos. (…) Desde hace mucho tiempo, aquellas personas que eran buenas en compartir lo que sabían, entendieron cosas como estas:
1) Para ayudar a los demás a aprender, hay que entender primero qué es lo que ellos ya saben.
2) Mostrarles como se hace una cosa, es mejor que solamente decirlo; y dejarles hacerlo ellos mismos, es aun mejor.
3) No hay que decirles o mostrarles demasiadas cosas a la vez, porque la gente necesita tiempo para procesar ideas nuevas, y tienen que sentirse seguros con algo nuevo que aprendieron, antes que estén listos para progresar más.
4) Hay que dar a la gente tanto tiempo como ellos mismos desean y necesitan, para asimilar lo que les hemos mostrado o dicho.
5) En vez de hacerles preguntas para comprobar si han entendido, es mejor dejar que ellos hagan preguntas, y así demuestren cuanto han entendido.
6) No hay que ponerse impaciente o enojado cuando la gente no comprende.
7) Cuando la gente se siente asustada o amenazada, su aprendizaje se bloquea.
Etc.
No es necesario pasar tres años estudiando estos asuntos sencillos.
(N.d.tr: Actualmente en el Perú se cree que se necesitan hasta cinco años.)

Y de hecho, estas son tampoco las cosas que se enseñan en las carreras profesionales de educación. Estas formaciones prestan muy poca atención a la acción de enseñar en sí. Mucho más tiempo pasan preparando a los estudiantes a funcionar en el mundo extraño de las escuelas: como hablar el lenguaje escolar (usando palabras grandes para inflar ideas diminutas), como hacer todo lo que la escuela quiere que un profesor haga, como llenar sus interminables formularios y trámites (…) Y sobre todo, a los estudiantes de educación se le enseña a pensar que ellos saben cosas extremamente importantes, y que ellos son los únicos que las saben.»
(Holt, op.cit.)

Pero se ha demostrado en experimentos, que aun niños pueden enseñar mejor que profesores profesionales:

«Hace años, unas escuelas en zonas pobres hicieron el experimento de que los alumnos de quinto grado enseñaron a los alumnos de primer grado a leer. Los resultados fueron los siguientes:
Primero, que los alumnos de primer grado aprendieron más rápidamente que otros alumnos de primer grado que fueron enseñados por profesores profesionales.
Segundo, que los alumnos de quinto grado que enseñaron, mejoraron ellos mismos mucho en su lectura. (Muchos de ellos no habían sido buenos lectores.)
Parece que estas escuelas hicieron estos experimentos por desesperación (porque no pudieron conseguir profesores). Podemos ver fácilmente por qué estos experimentos no se repitieron en otros lugares: (…) Los profesores profesionales insisten en que no se permita enseñar a otras personas. Pero en programas de alfabetización en países pobres, se encontró que casi cualquier persona que sabe leer, puede enseñarlo a cualquiera que desea aprender.»
(Holt, op.cit.)

Si miramos al pasado, lejano o reciente, encontramos a muchos educadores temerosos de Dios que hicieron un trabajo excelente:
Moisés fue enseñado en los caminos de Dios por su madre, y esta educación prevaleció sobre toda la «sabiduría de los egipcios» que le enseñaron después en la corte de Faraón. Igualmente Daniel fue educado por sus padres judíos, y por eso no se dejó influenciar por las costumbres paganas que le enseñaron después en las escuelas de Babilonia. Salomón fue instruido por su padre, el rey David (Prov.4:3-5).
Si vamos al pasado más reciente, Juan Wesley fue educado por su madre Susana, junto con sus dieciocho(!) hermanos. Durante toda su vida, él estaba agradecido a su madre por haberle enseñado un estilo de vida cristiano y disciplinado. Jorge Muller de Bristol con sus colaboradores educó a miles de niños en sus orfanatorios. La misionera Gladys Aylward educó a más de cien huérfanos chinos. Ninguno de estos padres, madres y educadores era un «profesor profesional».

Aun muchos educadores valorados en la pedagogía secular, no eran profesores profesionales: Comenius, Pestalozzi, Rousseau, María Montessori, John Dewey, Jean Piaget – ninguno de ellos tuvo un título académico en «educación». (Montessori era doctora médica, Rousseau y Dewey eran filósofos, Piaget era psicólogo.)

Un gran número de genios destacados en los últimos tres siglos fueron educados en casa por sus padres que no eran profesores. Lea sobre la vida de algunos de ellos en «Los genios no surgen de la escuela».

El prestigioso Instituto Smithsonian investigó las vidas de veinte genios sobresalientes a nivel mundial. Ellos encontraron los siguientes factores comunes en su desarrollo:
«1) Padres (y otros adultos) calurosos, amables, y dispuestos a enseñar;
2) Escasa asociación afuera de la familia; y
3) Mucha libertad creativa bajo la dirección paternal, para explorar sus ideas, entrenándoles con repetición donde fuera necesario.»
(Según Raymond Moore, «La Fórmula Moore».)
Notamos que estos puntos resaltan el papel de los padres, mientras no aparecen profesores en el cuadro. Al contrario, el punto 2 («escasa asociación afuera de la familia») sugiere que la mayoría de estos genios no asistieron a la escuela, o por muy poco tiempo.

En los inicios del moderno movimiento de educación en casa en los Estados Unidos, en la década de los 1970, una familia educadora fue acusada por las autoridades escolares porque supuestamente no estaba brindando una «educación adecuada» a sus hijos. Entonces «una corte distrital en Kentucky desafió a la autoridad estatal de educación, que proveyera evidencias de que los profesores profesionales eran mejores que aquellos sin título en educación. Las autoridades escolares no podían presentar (en las palabras del juez) ‘ni una chispa de evidencia’. Lo mismo sucedió recientemente en una corte en Michigan. Es muy improbable que alguna autoridad estatal sea capaz de presentar tal evidencia.» (John Holt, «Teach Your Own»)

Desde entonces, el movimiento de educación en casa ha crecido a más de un millón de familias. Existen datos amplios acerca de su éxito, especialmente en los EE.UU. y en Canadá. Para nuestro tema nos interesan particularmente los siguientes resultados de investigación:

«Una investigación muy amplia de la educación en casa en América fue conducida por el prominente estadístico y experto en mediciones, Dr. Lawrence Rudner de la Universidad de Maryland en 1998. La investigación evaluó a 20’760 alumnos educados en casa en todos los 50 estados según la Prueba de Iowa de Aptitudes Básicas (Rudner, 1999). Rudner encontró que «los puntajes medianos para alumnos educados en casa están muy por encima de sus pares de escuelas públicas y privadas.» El puntaje promedio de los niños educados en casa estaba entre los 82 y 92 puntos (de 100) para la lectura, y en 85 puntos para matemáticas. En total, los puntajes para niños educados en casa estaban entre 75 y 85. Los alumnos de escuelas públicas alcanzaron 50 puntos, mientras los puntajes de alumnos de escuelas privadas estaban entre 65 y 75. Rudner concluyó que «aquellos padres que deciden comprometerse con la educación en casa, son capaces de proveer un ambiente académico muy exitoso.»
(…) «Interesantemente, el hecho de que uno de los padres tenga un título de profesor, parece no tener ningún efecto significativo sobre los niveles de rendimiento de alumnos educados en casa. Los puntajes de alumnos cuyos padres tenían un título de profesor, eran solamente 3% mayores que de aquellos cuyos padres no tenían tal título – 88 puntos versus 85.»
(Instituto Fraser: «Educación en casa – De lo extremo a lo corriente» )

Para interpretar correctamente esta estadística, hay que tomar en cuenta además lo siguiente: Aquellos profesores que lograron esta pequeña mejora de 3 puntos frente a los padres sin título de profesor, ¡no son profesores «comunes»! Son profesores que se decidieron ir en contra de la corriente de los tiempos, educando a sus propios hijos en casa. Con esto, ellos ya se apartaron radicalmente de la «pedagogía única» del establecimiento escolar. A los profesores «respetables», seguidores de la «pedagogía única», les corresponde el puntaje de los alumnos de las escuelas públicas – solamente 50, frente a los 85 puntos de los niños educados en casa.

No hay, por tanto, ninguna razón para asumir que un «profesor profesional» sea un mejor educador que alguien que no tenga tal título. Mucho más importante es el amor y la dedicación por los niños, la creatividad y la habilidad natural para enseñar, y el simple «sentido común».

(Continuará…)

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Los genios no surgen de la escuela – Parte 3

Genios famosos que no fueron a la escuela, o tenían problemas con ella – Parte 3

Esta es la última parte de una colección de datos biográficos acerca de unas personas mundialmente famosos, quienes desarrollaron su genialidad de manera independiente de la escuela. Sea porque no asistieron a la escuela en absoluto; o sea porque tenían problemas con la escuela y por tanto adquirieron sus conocimientos y habilidades más importantes de manera independiente.

La lista no es de ninguna manera completa; se podrían añadirle todavía muchos otros nombres.


Juan Wesley, Predicador de avivamiento

Susana, la madre de Juan, educó a todos sus diecinueve (!) hijos en casa. Lo hizo – a diferencia de varias otras familias presentadas aquí – en el estilo de una escuela muy disciplinada. Ella exigía mucho de sus hijos, en cuanto a la obediencia y en cuanto a su rendimiento académico. Y como parece, sus hijos eran capaces de cumplir las expectativas de ella. Por ejemplo, todos aprendieron a leer dentro de pocos días, a la edad de cinco años. – La enseñanza entera se basaba en principios cristianos; su libro de lectura era la Biblia.
Obviamente, Juan Wesley tenía en alta estima a su madre y sus métodos de educación. Cuando ya era adulto, una vez la pidió que formule por escrito sus principios y métodos educativos. El mismo Juan Wesley también era conocido por llevar una vida sumamente disciplinada hasta una edad muy avanzada.
En una prédica posterior («Acerca de la religión en familia»), Wesley habla extensamente sobre el deber de los padres de educar y enseñar a sus hijos; y los advierte que no enviasen a sus hijos a una escuela pública:
«¿Para qué fin envías a tus hijos a la escuela? – «Qué, para que sean preparados para vivir en el mundo.» – ¿De qué mundo hablas, de éste o del por venir? Quizás pensaste solo en este mundo, y te olvidaste de que hay un mundo de por venir; sí, ¡y uno que durará eternamente! Por favor considera mucho esto, y envía a tus hijos a tales maestros que mantengan este mundo venidero siempre delante de sus ojos. De otra manera, enviarlos a la escuela (permítanme hablar claramente) es poco mejor que enviarlos al diablo. De toda manera, entonces, envía a tus hijos, si tienes alguna consideración por sus almas, no a una de estas grandes escuelas públicas, (porque estas son cunas de toda clase de maldad), sino a una escuela privada, donde enseñe un hombre piadoso, quien se esfuerce a instruir a un número pequeño de niños en la religión y la enseñanza juntos.»
La actividad de Wesley inició un avivamiento que iba a impactar a toda Inglaterra profundamente y durante mucho tiempo. Muchas personas llegaron a la fe en Jesucristo, y cambiaron sus vidas radicalmente. Se ha dicho que si no hubiera sido por este avivamiento, Inglaterra hubiera sufrido una revolución igual a la Revolución Francesa.

Jonatán Edwards, predicador de avivamiento

Junto con Jorge Whitefield, Jonatán Edwards fue una de las personas claves en el «Primer Gran Despertar» en Norteamérica durante la primera mitad del siglo XVIII. También es conocido como el «teólogo de avivamiento» por excelencia.
En su niñez, Jonatán fue educado por su padre, mientras sus hermanas mayores investigaban sus respectivos campos de estudio de manera independiente. Su padre era un hombre erudito, y por tanto no tenía ninguna dificultad en impartir a sus hijos una educación superior. En este ambiente, Jonatán empezó a interesarse en muchas cosas, especialmente en la investigación de la naturaleza. Así adquirió conocimientos excepcionales para su edad. Un biógrafo dice:
«Bajo estas circunstancias, su educación era ciertamente menos sistemática, y menos sujeta a reglamentos, que normalmente en una escuela. Pero al mismo tiempo, esta clase de educación fue mucho más apropiada para formar en él un comportamiento más agradable, sentimientos más tiernos e inclinaciones más puras.»
A la edad de trece años, Edwards ingresó al Colegio (Escuela Superior) de Yale en New Haven.

Wolfgang Amadeus Mozart, músico y compositor

El padre de Mozart era un músico profesional y profesor de música. El enseñaba a su hijo en casa – no solamente música, sino también idiomas y todos los temas académicos. Mozart nunca fue a la escuela. A la edad de 14 años fue nombrado maestro de concierto en la corte del arzobispo de Salzburgo. El era uno de los compositores más famosos. Durante su corta vida creó más de 600 obras musicales.

Mark Twain, escritor humorístico

Mark Twain fue un escritor humorístico del siglo XIX. Escribió la conocida novela «Las aventuras de Tom Sawyer», y muchos otros libros. A la edad de 12 años comenzó un aprendizaje en una imprenta. Por las tardes acostumbraba ir a las bibliotecas públicas para educarse a sí mismo. No tenía educación formal y dijo acerca de la escuela: «Nunca permití que la escuela interfiriera con mi educación.»

Hans Christian Andersen, poeta y autor de cuentos infantiles

Autor de cuentos infantiles como «El patito feo», «Pulgarcito», «El inconmovible soldadito de hojalata», «La sirenita», y muchos otros. – Andersen no era un buen alumno en la escuela. Más tarde dijo que sus años escolares eran los años más oscuros y amargos de su vida. El tenía dificultad de leer, y sus profesores lo desanimaban en sus intentos de escribir. Sin embargo, él se convirtió en uno de los escritores más famosos de Dinamarca.

Agatha Christie, autora de novelas policiales

Agatha Christie, autora muy conocida de novelas policiales, nunca asistió a la escuela. Su padre le enseñaba matemáticas, y varios tutores le enseñaban otros temas en su casa. Como niña, ella era muy buena en crear sus propios juegos para ocuparse. Agatha era una niña muy tímida y no sabía expresarse bien al hablar. Por tanto, comenzó a expresar sus sentimientos por medio de la música, y más tarde escribiendo novelas. Durante su vida escribió ochenta libros y doce obras teatrales.

Sobre la escuela dijo:

«Supongo que es porque casi todos los niños hoy en día van a la escuela donde todo es programado para ellos, que al parecer son tan perdidamente incapaces de producir ideas propias.»

Christopher Paolini, autor de novelas de fantasía

Los padres de Christopher decidieron educarle en casa, junto con su hermana menor. Se mudaron a un lugar alejado en el campo para permitir a sus hijos «tener tiempo para observar las nubes, y tener espacio para pensar». Ellos adaptaron el contenido de los estudios a los intereses de los niños, y los llevaron a menudo a la biblioteca del pueblo. Christopher dice que leyó tres mil libros.

A la edad para la escuela secundaria, Christopher entró en un programa de estudios a distancia, y lo concluyó a la edad de 15 años, pero decidió postergar su educación superior. En lugar de ello comenzó a escribir una novela de fantasía, «Eragon», para entretenerse a sí mismo. En el transcurso de este proyecto, aun aprendió a fundir hierro para experimentar por él mismo como se hacen cuchillos, espadas y armaduras. También estudió los principios de escribir una novela. Cuando la novela fue terminada, toda la familia colaboraba en revisarla y editarla. Christopher mismo dibujó ilustraciones y mapas. En 2002, cuando Christopher tenía 18 años, el manuscrito era listo para ser imprimido. Como familia vendieron diez mil ejemplares. Después una editorial profesional lo reimprimió, y «Eragon» se volvió una de las novelas más vendidas en Estados Unidos.

Soichiro Honda, fabricante de motos

El fundador de la empresa de motores Honda aprendió a arreglar bicicletas en el taller de su padre. A la edad de 15 años, sin educación escolar formal, se fue a Tokyo a buscar trabajo. Allí trabajó durante seis años como mecánico de automóviles. Después fundó su propia empresa, la cual se desarrolló hasta producir las motos más vendidas del mundo.

Erik Demaine, científico de computadoras

Erik Demaine es un investigador y docente universitario en ciencias de computación. El dice acerca de su educación:

«Yo aprendí a leer a una edad temprana, pero no tuve mucho interés en ello. No leí libros escolares antes de entrar a la universidad. Mi padre, Martín Demaine, me educó en casa hasta que entré a la universidad. El estaba en contra de la escuela y quería involucrarse personalmente en mi educación. El viajaba mucho, entonces viajábamos mucho por Estados Unidos y Canadá. Vi muchas diferentes culturas y me encontré con muchas diferentes personas de diferentes trasfondos y diferentes edades.»

Su padre es un escultor y vidriero sin educación superior.

Erik estaba muy interesado en los juegos de computadora y después en programar. A la edad de siete años escribió su primer programa de computadora, un juego de aventura de texto. Cuando sus ambiciones fueron más allá de sus conocimientos, su padre lo inscribió en unos cursos de matemática e informática en la universidad de su ciudad, y el padre asistió a las clases junto con su hijo. Aunque Erik tenía solamente doce años, tuvo las mejores notas. El recuerda: «Tuve muy buenos compañeros de clase, y me trataban como a cualquier otro estudiante.»

A los 14 años obtuvo su bachillerato y prosiguió a la maestría y el doctorado. Entonces comenzó a trabajar como docente de informática en la conocida universidad MIT (Massachusetts Institute of Technology). Con solamente 20 años de edad, él era el docente más joven que alguna vez había trabajado en aquella universidad.

El Dr.Demaine es más conocido por su trabajo en algoritmos geométricos que combinan el arte, la ciencia y el juego. El fundó la especialidad del origami computacional. Esta especialidad tiene aplicaciones en campos tan diversos como la producción industrial (fabricación de hojas de metal) y la biología (investigando las formas de las proteínas).


Consideraciones finales

Debe llamar nuestra atención el solo hecho de que tantos personajes famosos no veían mucho sentido en la escuela, o ni siquiera asistían a ella. Incluso se podrían agregar muchos otros nombres más a esta lista. Puesto que los padres que educan a sus hijos en casa, son normalmente una minoría muy pequeña (quizás con la excepción de Norteamérica en el siglo XVIII y a inicios del siglo XIX), es un hecho realmente llamativo, que tantos genios reconocidos hayan surgido de esta pequeña minoría.

Al compilar las biografías de estas personas, me llamó la atención además el hecho de que en las vidas de muchos de ellos – especialmente de los americanos del siglo XVIII y XIX – los libros tenían un lugar prominente. Muchos de ellos escogieron inicialmente una ocupación relacionada con libros y documentos impresos: Impresor, vendedor de periódicos, encuadernador de libros, bibliotecario. A una edad temprana, ellos ya sabían proporcionarse ellos mismos las informaciones que necesitaban o que les interesaban. En otras palabras: Ellos habían aprendido a aprender (activamente); y por tanto eran capaces de instruirse ellos mismos. Muy a diferencia del niño escolar promedio, que no aprende a aprender, sino solamente a asimilar pasivamente unos trozos de conocimiento, para volver a escupirlos en los exámenes. (Además observo diariamente que a la mayoría de los niños escolares no les gusta leer en absoluto.)
Esta capacidad de aprender por sí mismos y decidir por sí mismos, es lo que hizo grandes a las personas descritas. Pero exactamente esta capacidad está siendo despreciada y reprimida en las escuelas.

Además me llamó la atención, que muchos de los personajes mencionados fueron preparados para su trabajo futuro, no por lo que aprendieron en la escuela, sino ¡por medio de lo que jugaban en casa! – María Montessori dijo: «El juego (¡no la escuela!) es el trabajo del niño.»
Miremos en nuestra imaginación al pequeño Edison, construyendo modelos de máquinas y haciendo experimentos químicos. Observemos a Orville y Wilbur Wright, inventando juguetes mecánicos. Pensemos en Jorge Washington, que mide campos y dibuja mapas como pasatiempo, y poco después recibe una oferta de trabajo serio, haciendo lo mismo. Imaginémonos a Churchill ensayando tácticas de guerra con sus soldados de juguete – y muchos años más tarde, ganando la Segunda Guerra Mundial con soldados verdaderos. Miremos al pequeño Erik Demaine, programando juegos de computadora, quizás sin imaginarse que algún día sería un especialista de computadoras famoso. En algunos de estos casos vemos incluso una transición inmediata del juego de niño al trabajo de adulto.
Por supuesto, en estos ejemplos no se trata de juegos de rutina repetitivos que matan el intelecto. Se trata de juegos que exigen iniciativa propia y reflexión. Esta forma de juego creativo es una preparación válida, quizás la mejor preparación, para un trabajo productivo.


Fuentes: Artículos en «Wikipedia»y biografías en www.knowledgehouse.info.
Además:
(Juan Wesley) John Telford, «The Life of John Wesley»; John Wesley, Prédicas.
(Jonatán Edwards) Timothy Dwight, «Memoirs of Jonathan Edwards»

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