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Razonemos: Noticias engañosas

La Biblia dice que debemos examinar todo lo que escuchamos, vemos, o leemos; para no ser engañados por enseñanzas equivocadas. Eso vale especialmente para las noticias que aparecen en los medios de comunicación. Muchas veces, esas noticias son sesgadas para influenciarnos hacia una determinada ideología o política.

Imágenes engañosas

Mi primer encuentro con esa manipulación noticiosa sucedió hace muchos años. Entre amigos estábamos mirando noticias en la televisión. Hablaron acerca de cierto país africano donde, según dijeron, había una guerra civil, y uno de los partidos había cometido una matanza masiva. Mostraron imágenes de una plaza amplia en una ciudad, donde muchas personas estaban tiradas en el suelo.
Uno de mis amigos había estado en aquel mismo país, y había regresado hace poco. Él se enojó mucho cuando vio esas imágenes: «¡Qué engaño! Yo conozco esa plaza. Muchas veces he caminado por allí y he visto a la gente tirada allí. ¡Esos no son muertos! Solamente tienen la costumbre de dormir su siesta allí.»

Esa es una técnica de manipulación muy frecuente. Las imágenes nos impactan emocionalmente: pueden causar asombro, risa, o miedo. Nos pueden dar la impresión de que cierta noticia es especialmente «grande» o «impactante». Pero muchas veces, las imágenes que se muestran con las noticias, no tienen nada que ver con lo que dice la noticia. Si recibiéramos la noticia sin las imágenes, o con las imágenes auténticas, nuestra reacción sería diferente.

El periodista alemán Udo Ulfkotte causó gran revuelo cuando reveló cómo los periodistas de los medios importantes son habitualmente sobornados por gobiernos, empresas, y otros actores interesados. Eso concierne sobre todo a aquellos periodistas que reportan acerca de la política nacional e internacional.

En una exposición pública, Ulfkotte relató el siguiente ejemplo de lo que sucede diariamente en los medios noticiosos:

«Durante la primera guerra entre Irak e Irán (1980-1986) fui enviado por primera vez a Irak para hacer un reportaje de guerra. Sin ninguna preparación me metieron en un bus del ejército, junto con muchos reporteros de guerra experimentados, de medios de renombre como la BBC y otros.
Lo primero que vi, fue que todos ellos llevaban un bidón de gasolina. Tuve mala conciencia y pensé: Hombre, si el bus se queda sin gasolina en el camino, todos tendremos que aportar.
Avanzamos por horas por el desierto. Unos 20 a 30 kilómetros antes de la frontera, en un lugar donde no había nada – en particular, no había ninguna guerra -, vimos unos tanques de guerra quemados en el desierto. Allí bajamos del bus, y los periodistas echaron la gasolina de sus bidones sobre esos tanques. Nos acompañaban unos soldados irakíes con sus ametralladoras y en sus uniformes. Imagínese, ahora hacen arder esos tanques que se habían quemado ya hace tiempo, suben humaredas, y los periodistas arman allí sus cámaras.
Entonces – eso fue mi primera experiencia con los reportajes de los medios masivos – ellos todos empiezan a hablar en sus micrófonos, en muchos idiomas: «Estamos reportando aquí directamente del frente de guerra entre Irak e Irán …», etc, y en el fondo se ven las llamas de fuego y el humo, y los irakíes corrían continuamente con sus ametralladoras de un lado al otro, dentro del enfoque de las cámaras. (…) Un colega me explicó que después se iba a añadir el ruido de ametralladoras a las imágenes grabadas, para que el efecto fuera más realista.

(…) De regreso a Bagdad, en el hotel, intenté llamar por teléfono a alguien en Alemania. La única persona con quien logré contactarme fue mi madre. Iba a decirle que no sabía qué reportar a mi diario, que no había visto ninguna guerra, y que necesitaba un consejo; pero ella grita: «¡Hijo, estás vivo!» – Yo pienso, ¿por qué? – «Hijo, hemos pensado que tú …» – «Pero mamá, ¿qué pasa?» – «Lo hemos visto en la tele, alrededor de ti disparaban por todas partes …» – Las emisoras ya habían difundido unos reportajes sensacionalistas. Intenté explicar a mi mamá: «No, eso en realidad no era así.» – Pero ella pensaba que su hijo había perdido la razón por causa de la guerra. «¡Pero yo lo he visto en la tele!»

Ulfkotte relata también cómo los gobiernos, los servicios de inteligencia, y las grandes empresas ejercen influencia sobre los medios de comunicación, para que las noticias se publiquen de la manera como ellos quieren.

Al inicio del año 2020, por todo el mundo se difundieron videos de China donde unas personas repentinamente cayeron muertos en la calle, supuestamente por el «nuevo virus». Esos videos sirvieron para crear un pánico anticipado ante esa enfermedad, aun antes que se extendiera a otros países. Después se descubrió que esos videos no tenían nada que ver con esa enfermedad, que eso no sucede, y que eran sólo actuaciones. Pero aun sabiendo eso, era difícil borrar de la mente el impacto emocional que esas imágenes habían creado.

Omisión de noticias no deseadas

En el transcurso de los años 2021 y 2022 sucedió que efectivamente un número considerable de personas murieron repentinamente; entre ellos muchos jóvenes previamente sanos. En particular, muchos deportistas profesionales sufrieron ataques cardiacos; algunos colapsaron repentinamente durante su entrenamiento o incluso en pleno partido. Durante el año pasado se reportaron 317 de esos casos en deportistas profesionales; 178 murieron. Nunca antes se ha visto una tal acumulación de tales casos tan excepcionales. ¡Los jóvenes no suelen tener ataques al corazón! Los médicos no ofrecen ninguna explicación. El único factor que todas estas muertes tienen en común, y que no existía antes de 2021, es que esos deportistas se sometieron a cierta intervención médica que supuestamente los protegería del virus. Por tanto, la única explicación lógica es que se trata de los efectos no deseados de esa intervención.
Pero los medios de comunicación no muestran imágenes sensacionalistas de esos casos. Por lo general, ni siquiera reportan esta absoluta novedad. En el caso de estas noticias, se quiere evitar todo impacto emocional.

Esta es otra técnica de manipulación: Las noticias que contradicen la ideología dominante, simplemente se callan, se censuran, se omiten. Por eso no es suficiente, razonar acerca de lo que reportan los medios de comunicación. También es necesario buscar otros canales de información, donde podemos encontrar aquellos datos que los medios omiten.

Otro ejemplo: En 2020, el gobierno peruano comunicó que supuestamente algo como 180 niños habrían muerto por el nuevo virus. Pero revisando las noticias de aquel período, se encuentra que en el mismo período el diario «Perú 21» reportó una disminución de la neumonía en 59%, en niños menores de 5 años. Es conocido que en la sierra peruana, durante los meses de invierno, cada año mueren varios cientos de niños por neumonía. ¿Sería sensato creer que en 2020, como por arte de magia, la neumonía hubiera desaparecido repentinamente? ¿No es más razonable suponer que esos casos habituales de neumonía se renombraron ahora como «casos del nuevo virus»?

A veces, una noticia o su contexto permite entrever que se omitieron datos importantes. Por ejemplo, este año apareció una noticia acerca de un niño de 8 años, previamente sano, que murió repentinamente, poco después de entrar a su escuela. La noticia dijo que los familiares insisten en saber la causa de la muerte, y «están esperando los resultados de la autopsia». Sin embargo, nunca apareció una noticia de seguimiento que nos hubiera informado acerca de esos resultados. Aparentemente, no era políticamente oportuno mencionarlo; por tanto los medios de comunicación optaron por simplemente no darle seguimiento a ese caso.

Titulares engañosos

En septiembre de 2020, se podía leer en las noticias que «un niño de tres años que falleció en Kimbiri, tenía coronavirus». Pero algunos medios noticiosos informaron con más exactitud. Por ejemplo en el diario «La República» se podían leer las circunstancias verdaderas de esa muerte:

«Si bien el pequeño padecía el virus, no falleció por esta causa. De acuerdo al reporte de Diresa, su deceso fue causado por quemaduras.
“Este niño, como todos los pacientes que salen positivos para coronavirus, así fallezca con otra enfermedad, va a figurar como que falleció de COVID-19. Es un menor que se quemó y falleció básicamente por las quemaduras”, indicó el director regional de Salud, Juan Alberto Spelucín, en declaraciones a los medios locales.»

Esta noticia revela cómo se fabricaron las estadísticas infladas que crearon pánico en todo el mundo: Se contaron como «muertos por COVID» a todas las personas que en algún momento anterior a su muerte salieron «positivos» en una prueba de laboratorio; aun si murieron por una causa completamente diferente, y aun si ni siquiera se enfermaron por el virus.

Pero el lector superficial se queda con la impresión de que «un niño de tres años murió por el virus». Ya que la mayoría de la gente no se detiene para leer todos los detalles de una noticia, se quedan con la primera impresión que causa el titular. Por eso, esta forma de manipulación es muy eficaz.

Otro ejemplo, que apareció en varios medios noticiosos a inicios del año 2022: «Villa Panamericana – Casos de niños internados por COVID-19 se duplicaron», o también: «195 niños internados por COVID-19». Otro titular diseñado para sembrar pánico acerca de los niños, como si ellos estuvieran en gran peligro por esa enfermedad. Había que buscar bastante para encontrar la verdad. En un informe más completo se puede leer que los niños se encuentran allí «aislados con sus familias», y que «la mayoría de ellos llegan al establecimiento de salud porque sus padres dieron positivo a las pruebas de descarte de la COVID-19.» (Fuente) Entonces, la mayoría de los niños no estaban allí porque estuvieran enfermos. Estaban allí solamente porque sus padres estaban internados. Otro ejemplo de un titular que da una impresión completamente falsa, contraria al verdadero contenido de la noticia.

– Como «práctica», pueden ustedes revisar algunos artículos noticiosos. Investiguen si los titulares coinciden con lo que se detalla en el artículo, o no. Investiguen también si el contenido del artículo es coherente en sí, o si quizás ciertas partes contradicen a otras.

Noticias directamente falsas

A veces nos encontramos con «noticias» descaradamente falsas. En estos casos puede ser difícil detectarlo. Tenemos que contar con que siempre cierto porcentaje de las noticias que recibimos son falsas, y que a veces no estamos en la capacidad de detectarlo. Podemos verificar una noticia:
– si podemos comunicarnos con personas que fueron testigos de los hechos;
– o si tenemos acceso a una fuente independiente que presenta un punto de vista distinto;
– o si encontramos contradicciones internas dentro de la misma noticia (lo cual indicaría que es falsa).

Un ejemplo: Durante este año 2022, el gobierno peruano comunicó repetidamente que «el 90% de los hospitalizados» no se habrían sometido al tratamiento experimental que actualmente se propaga en todo el país. No encontré ningún medio de comunicación que hubiera cuestionado ese dato. Sin embargo, si uno dispone de unas herramientas de análisis de datos, puede verificarlo mediante los datos oficiales que el mismo gobierno publica en su sitio web. Y resulta que el dato es falso. El siguiente gráfico muestra las proporciones verdaderas:

Porcentaje de los hospitalizados por COVID-19 según estado de vacunación, evolución semanal desde agosto de 2021 al julio 2022. Fuente de los datos: https://www.datosabiertos.gob.pe/dataset/hospitalizados-vacunados-y-fallecidos-por-covid-19
Se nota que en julio de este año, aproximadamente la mitad de los hospitalizados (50%) tenían tres dosis o más. Solamente entre el 20 y 30% no tenían ninguna dosis.

Este análisis supone que los datos del sitio web del gobierno son verdaderos. No tenemos posibilidades para verificar si ese es realmente el caso o no. Si alguien quisiera indagar esta pregunta más a fondo, tendría que hacer una encuesta representativa entre los pacientes de los hospitales. Eso sería una tarea de periodismo investigativo independiente, y ya no está al alcance de la mayoría de nosotros, hacer esta clase de esfuerzo. Pero vemos en este ejemplo que existe una verdadera necesidad de personas que se dediquen a esta tarea, de investigar por su cuenta sin ser influenciados por los intereses y presiones de los gobiernos, de las grandes empresas, de las organizaciones internacionales, etc. Mientras que no se haga periodismo investigativo independiente, nuestras posibilidades de enterarnos de la verdad serán muy limitadas.

Podría ser un proyecto familiar interesante, hacer alguna investigación propia. Pero es recomendable que no empiecen con un tema demasiado ambicioso. Algo más sencillo sería, por ejemplo, hacer una encuesta entre los vecinos, preguntándoles cuántos de sus familiares murieron o fueron hospitalizados por causa del virus, y cuántos en consecuencia de una intervención médica.

Calificativos manipulativos

Nos dejamos manipular fácilmente por el uso de ciertos calificativos, a ver los hechos desde un ángulo determinado. El truco aquí consiste en mencionar hechos, pero describirlos con palabras que insinúan una valoración claramente positiva o negativa, para que los oyentes o lectores asuman inconscientemente el punto de vista del periodista. Por ejemplo, durante el año 2020 salieron piezas periodísticas similares a lo siguiente:

«Mientras nuestros médicos y enfermeras heoricos ponen diariamente sus vidas en juego para combatir la enfermedad, algunas personas irresponsables siguen saliendo a vender en los mercados y las calles, a pesar de la prohibición, poniendo así en riesgo la salud pública.»

El sesgo se hace obvio en los calificativos que se usan: Los médicos son «heroicos», mientras que los vendedores son «irresponsables». Podemos ver aun más claramente la manipulación, si consideramos que los mismos hechos podrían describirse también así:

«Mientras que los hospitales se están convirtiendo en focos de contagio, poniendo en riesgo la salud de los pacientes y del personal, algunas vendedoras heroicas ponen diariamente sus vidas en juego, saliendo a los mercados y a las calles a vender, para poder alimentar a sus familias.»

Otro ejemplo, ya de varios años atrás – lo cito de la memoría, porque ya no tengo la noticia original:

«¡Los niños tienen derechos! Desde ahora, con su DNI los niños tendrán el derecho de ser atendidos en los establecimientos estatales de salud. Por tanto, consiga hoy mismo el DNI para sus hijos.»

Este aviso lo hace parecer como si los niños tuvieran ahora más derechos. Lo que no se dice, es que los niños siempre fueron atendidos en los establecimientos estatales de salud – aun sin DNI. En realidad se trató de una restricción de los derechos: A partir de ese momento, los niños sin DNI ya no iban a recibir atención.

Este ejemplo es muy similar al que relata George Orwell en su novela «1984»: Un día, el gobierno anuncia por todo el país: «¡La ración permitida de chocolate se aumentó a 20 gramos!» No se dijo que anteriormente, la ración había sido de 30 gramos – o sea, en realidad, no había aumentado, había disminuida.
(La novela de Orwell describe un gobierno totalitario que controla a la población mediante vigilancia permanente y mediante una comunicación engañosa. Es muy instructiva respecto a los métodos de los gobiernos actuales.)

Como ejercicio, busquen algunos breves artículos periodísticos, y analicen:
– ¿Qué palabras descriptivas o calificativas se usan?
– Esas palabras, ¿en qué sentido influencian nuestra opinión o nuestro punto de vista?
– ¿Cómo se describirían los mismos hechos desde un punto de vista opuesto?

¿Cuál es el propósito?

Esta es otra buena pregunta que podemos hacer acerca de las noticias. ¿Para qué se difunde esta noticia? ¿Qué quieren lograr sus autores?

Por ejemplo, muchas noticias quieren inducir en nosotros una opinión específica acerca de algún asunto, como hemos visto en la sección anterior acerca de los calificativos. De la misma manera se puede lograr también un efecto emocional: hay noticias que son diseñadas para infundirnos miedo, odio, y otras emociones.

Algunas noticias son propaganda directa a favor de ciertas instituciones. En esta categoría caen todas las noticias que resaltan los logros del gobierno en cuanto al desarrollo social, la educación, la salud, etc: «Gobierno invierte 12 milliones en mejorar la infraestructura educativa», etc. Se quiere que digamos: «¡Cuán generoso y eficiente es nuestro gobierno!» (Respecto a la generosidad: por supuesto que esas noticias no nos hacen pensar de dónde tiene el gobierno ese dinero: la verdad es que lo sacó de los bolsillos de nosotros todos.) – Se quiere hacernos creer que sin las intervenciones del gobierno no podríamos sostener a los necesitados, ni educarnos a nosotros y a nuestros hijos, ni cuidar nuestra salud. En breve, la meta final es endiosar al gobierno.
De manera similar hay noticias que son propaganda a favor de ciertas ONGs y organizaciones internacionales, a favor de ciertas grandes empresas, etc.

Y por el lado opuesto, hay noticias que son diseñadas para difamar a ciertas personas o grupos de personas, y para que sintamos odio hacia ellos. Eso es más notorio en los reportajes de guerra. Sabemos que en toda guerra se cometen actos horribles, y que mucha gente sufre. Pero a menudo los medios de comunicación resaltan las atrocidades de uno de los partidos de la guerra, y los sufrimientos del otro partido. El propósito es obviamente, representar a uno de los bandos como «los malos» y al otro bando como «los buenos». Eso raramente corresponde a la realidad.

Otras noticias quieren inducirnos a ciertas acciones o comportamientos. Por ejemplo, ¿qué harías si encontraras la siguiente noticia (y la tomaras en serio)? «Investigación científica encuentra que las personas que hablan a sus amigos por teléfono, tienen una expectativa de vida 9 años mayor que los que se encuentran con sus amigos en persona.» – Obvio: dejarías de visitar a tus amigos y les hablarías solamente por teléfono. La intención de tal noticia es clara: quiere incentivar el uso del teléfono y así beneficiar a las empresas de telefonía.
Así también es clara la intención de la mayoría de las noticias recientes sobre salud y enfermedad: quieren aumentar las ventas de cierto producto farmacéutico, incentivando su uso, y así aumentando las ganancias de sus productores.

Esta es otra pregunta que nos puede guiar en el análisis de los mensajes de los medios de comunicación. Analicen algunas noticias de la prensa, de la radio o de la tele según este criterio:
– ¿Con qué propósito se difunde esta noticia?
– ¿En qué sentido quiere el autor influenciar mi opinión acerca de los asuntos?
– ¿Qué desea el autor que yo haga, en consecuencia de su noticia?
– ¿Quiénes se benefician, si yo actúo en el sentido de esta noticia?
– ¿Qué otros datos puedo averiguar, que podrían dirigir mi opinión y mis acciones en un sentido diferente?

Conclusión

En los tiempos actuales, el papel de los medios de comunicación consiste más en manipular que informar. Tenemos que estar al tanto de eso, y no creer ciegamente lo que nos dicen. Enseñemos también a nuestros hijos, a analizar críticamente lo que ven, escuchan y leen.

Recapitularé algunas de las pautas y preguntas que nos ayudarán en esos análisis.

– Lean y escuchen detenidamente, razonen y cuestionen: ¿Es verdad lo que dice el periodista (o el político)? ¿Por qué debo creer lo que dice? ¿En qué fuentes se basa? ¿Cuán confiables son esas fuentes?

– Si el artículo contiene imágenes, o se trata de un video o un programa televisivo:
¿Están las imágenes relacionadas con el contenido de la noticia, o no? ¿Qué reacción emocional provocan en mí? ¿Tuviera yo la misma reacción, si la noticia no tuviera imágenes? ¿Qué datos adicionales estoy asumiendo a base de las imágenes, sin que esos datos aparezcan en la noticia misma? ¿Qué otra imagen podríamos asociar con esta noticia, para que cause una impresión distinta?

– Y para todas las noticias:
¿Qué datos adicionales deberíamos saber, que no se mencionan en la noticia, pero que serían necesarios para verla en su contexto? ¿Dónde puedo encontrar esos datos adicionales?

Fuentes de información alternativas:

No existen muchos medios de comunicación realmente independientes en el idioma español. Abajo enumeraré a algunos que pueden ayudarnos a equilibrar la perspectiva.

OJO: Eso no significa que esos medios siempre digan la verdad. Tienen también sus sesgos y sus inclinaciones particulares. Pero esas inclinaciones son distintas de los medios convencionales (los que son financiados por los gobiernos y por las grandes empresas, y por tanto reportan según el dictado de sus financiadores). Leer reportajes con inclinaciones distintas, nos ayuda a neutralizar las impresiones falsas que nos dejan los medios convencionales.

Fuente 1

Fuente 2

Fuente 3

Fuente 4

Fuente 5

Fuente 6 (buscar dónde se puede cambiar el idioma a español)

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La importancia de las letras sin imágenes

El mundo de la educación – y especialmente de la educación escolar – está lleno de creencias muy difundidas, pero sin comprobar. Una de estas creencias dice que un libro para niños tiene que ser lleno de imágenes. Tengo varias razones pedagógicas, prácticas, y bíblicas, para desafiar esta creencia.

Es cierto que a los niños les gustan las imágenes; y muchos niños contemporáneos no agarrarían voluntariamente ningún libro que no tenga imágenes. (Y muchos adultos tampoco.) Pero una pregunta muy distinta es: ¿Las imágenes realmente ayudan a los niños a leer? ¿o quizás, mas bien, incentivan malas costumbres de lectura, y es por causa de estas malas costumbres que mucha gente hoy en día ya no puede leer libros sin imágenes?

Estas son dos páginas de un libro que mis hijos disfrutaron de leer, por cuenta propia, cuando tenían nueve años: (Julio Verne, «La vuelta al mundo en ochenta días»)

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El libro tiene 80 páginas, y contiene un total de solamente siete ilustraciones. Eso no fue ningún impedimento para mis hijos. Poco después comenzaron a leer en la Biblia – no una Biblia ilustrada para niños, sino una «verdadera», sin dibujos en absoluto. Aquí tenemos entonces el ejemplo práctico, de que los niños no tienen ninguna necesidad de imágenes en los libros.

Y no es que mis hijos hayan sido unos lectores especialmente precoces. Uno de ellos aprendió a leer a los cinco años y medio, y el otro a los seis años y medio. Pero apenas entendieron cómo formar palabras de las letras escritas, procedieron a la lectura fluida y con plena comprensión. Así sucede con prácticamente todos los niños a quienes se les permite aprender a leer de manera natural, esperando pacientemente el momento cuando alcancen la madurez cerebral correspondiente para ello. (Vea «¿Cómo aprenden a leer?»)
Muy a diferencia de los niños que son apresurados a la lectura a una edad demasiado temprana: éstos a menudo permanecen en la etapa del «deletrear» y del «descifrar sin entender» hasta que tienen diez, once o hasta doce años.

Más allá de estas experiencias, propongo considerar las siguientes razones:

1. Las letras sin imágenes obligan a los niños a leer de verdad, en vez de adivinar.

Cuando los niños aprenden a leer con libros llenos de imágenes, se acostumbran a «leer» las imágenes en vez de leer las letras. Ven un dibujo de un oso y ya suponen que la palabra debajo debe decir «oso», sin siquiera mirar las letras. Así aprenden a adivinar en vez de leer.

Algunos libros escolares apoyan intencionalmente esta tendencia a «adivinar». Dicen por ejemplo: «Después de ver las ilustraciones (o: «después de leer el título»), compartan vuestras hipótesis de lo que podría ocurrir en el relato.» Así acostumbran a los niños a adivinar, a conjeturar sin base, y en consecuencia, a acercarse al texto de manera prejuiciada, en vez de leer lo que está realmente escrito.

Un libro que vi, contenía incluso unos ejercicios para «leer» palabras escritas solamente a base de su silueta exterior. Por ejemplo, ¿qué palabra es ésta? forma-palabra (Podría ser «lago», «topo», «fuga», o alguna otra…)

Métodos como estos dan a los niños la impresión de que el leer es algo como un juego al azar: Si tienes suerte, aciertas; si tienes mala suerte, fallas. Qué pena para aquellos que siempre tienen mala suerte.

En cambio, si los niños aprenden con letras sin muletas adicionales, ellos entienden que el significado está en las mismas letras, no en algún otro elemento adicional, ni mucho menos en una difusa nube de conjeturas. Así aprenden la manera correcta de descifrar las palabras, y adquieren la seguridad de que ellos mismos pueden entender lo que está escrito – aun sin un profesor por delante que constantemente les dice «Equivocado» o «Correcto».

2. Las letras sin imágenes contribuyen a la adquisición de vocabulario nuevo.

Cuando los niños aprenden a leer con métodos de «adivinar», sus conjeturas se limitan necesariamente a palabras que les son conocidas. Así leen por ejemplo «caballero» en vez de «cabellera»; «recitar» (o incluso «ensuciar») en vez de «resucitar»; o «recogió» en vez de «regocijo», porque solamente pueden «ver» palabras que ya están dentro de su vocabulario.

Un niño que aprendió a leer de acuerdo a las letras, en cambio, va a leer las palabras desconocidas correctamente. Entonces se da cuenta de que es una palabra nueva, intenta deducir su significado desde el contexto, o pregunta a alguien que se la puede explicar. Así aumenta continuamente su vocabulario mientras lee.

En este aspecto es cierto que una imagen instructiva puede aclarar el significado de una palabra nueva. Por ejemplo, mediante dibujos se pueden introducir los nombres de plantas o animales nuevos. Pero de esto se pueden beneficiar solamente aquellos niños que antes ya aprendieron a leer fijándose en las letras y no en las imágenes. Un niño que depende de la guía de las imágenes, cuando ve una imagen de un objeto desconocido, inmediatamente concluye que si no sabe como se llama el objeto, tampoco va a poder leer la palabra correspondiente. O sea, los niños acostumbrados a las imágenes, esperan con cada nueva palabra que alguien tenga que decirle cómo se lee y qué significa.

3. Las letras sin imágenes incentivan la creación de imágenes mentales propias del niño, y con esto el razonamiento y la creatividad en general.

Los niños tienen por naturaleza una gran capacidad de crear imágenes mentales interiores de lo que escuchan o leen. Este su «mundo interior imaginario» es importante para el desarrollo de su capacidad de razonar, y de su creatividad. Pero cuando todos los relatos ya vienen con imágenes prefabricadas, se corta la necesidad del niño de crear sus propias imágenes interiores. Esto sucede con los libros excesivamente ilustrados; y aun más con las películas, los dibujos animados, y las imágenes de los juegos de computadora, donde a menudo las imágenes tienen un papel tan dominante que el «relato» contiene apenas unas cuantas palabras. Si los niños se alimentan únicamente de esta clase de contenidos, su mundo mental interior se empobrece. Ellos necesitan también letras sin imágenes.

Jane Healy, una investigadora en pedagogía y neurología, dice al respecto:

«El invento de la escritura cambió también la manera de pensar. Muchos eruditos piensan que la precisión necesaria para expresar pensamientos sobre papel, hizo que las capacidades lógicas se refinaron, y que la cultura se volvió capaz de razonar acerca de sus propias complejidades.
Neil Postman (…) opina que el uso de imágenes inmediatas en vez de la palabra escrita, puede destruir la capacidad de nuestra sociedad de razonar inteligentemente. ‘En una cultura dominada por la letra impresa’, señala, ‘el discurso público se caracterizaba por un arreglo coherente, ordenado, de datos e ideas.’ (…) Hoy en día, sin embargo, la mayor parte del discurso público consiste en ‘un sinsentido peligroso’.
(…) En una investigación larga en Gran Bretaña, haciendo un seguimiento de un grupo de niños desde el jardín y a través de toda la primaria, el Dr.Wells y sus colegas descubrieron que el dato más fuertemente correlacionado con el rendimiento escolar posterior, era la cantidad de tiempo que los niños pequeños escuchaban cuentos interesantes. Wells cree que estas experiencias enseñan a los niños (…) a comprender que las palabras por sí solas son la fuente principal del significado. Ya que escuchan las palabras sin ver imágenes, los niños tienen que captar ‘el potencial simbólico del lenguaje’.
Las experiencias que involucran imágenes – incluso viendo imágenes juntas a un texto – no tienen el mismo valor, según Wells; porque no enseñan al niño a ir más allá del nombrar cosas que puede ver. El concluye:
Al escuchar cuentos (…) los niños descubren el poder que tiene el lenguaje, de crear y explorar posibles mundos alternativos con su propia coherencia interna y lógica. Así alcanzan la actitud imaginativa, hipotética, que es necesaria en muchas actividades intelectuales y en la resolución de toda clase de problemas.»
Jane Healy, «Endangered Minds» (Nueva York, 1990), Capítulo 4

(Nota: Otras investigaciones señalan no el escuchar cuentos, pero las conversaciones personales con los padres, como el factor más importante para el desarrollo de la inteligencia de los niños. Al igual como el escuchar cuentos, se trata de una experiencia de palabras sin imágenes, y sucede en el marco de una relación personal significativa.)

Healy dice también:

«Una de las críticas más importantes contra el mirar televisión en general, es que les quita a los niños la oportunidad de crear imágenes en sus propias mentes. Esta habilidad es fundamental para leer bien, porque mantiene al lector conectado con el texto, y le ayuda a recordar lo leído. Uno de los problemas más grandes de los lectores débiles es que, al leer o escuchar palabras, no pueden proyectar nada sobre la ‘pantalla’ de su imaginación.
Hace poco visité una clase avanzada de lenguaje en una escuela secundaria. Como preparación para esta clase, los alumnos habían tenido la tarea de leer el primer acto de Macbeth. Al iniciar la clase, la profesora les dijo que describieran lo que habían ‘visto’ al leer el texto. Puesto que la mayoría eran buenos lectores, produjeron unos relatos vivos y dramáticos. Pero para algunos alumnos, esta tarea fue muy frustrante.
‘Lo leo y lo leo otra vez, pero simplemente no veo nada cuando leo’, lamentó una alumna. (…)
Más tarde, la profesora me comentó que aquellos alumnos que no podían ‘ver imágenes’ al leer, eran los que tenían las mayores dificultades con la comprensión.
(…) Cuanto más tiempo los niños se acostumbran a un formato visual exigente (mirando televisión), más pierden la capacidad de crear imágenes y escenarios propios.»
Op.cit, capítulo 11

4. Las letras sin imágenes son la forma como Dios decidió comunicarnos Su revelación.

Pienso que hay una lección importante en el hecho de que Dios decidió darnos Su revelación en forma de la palabra escrita, no en forma de imágenes. Y eso a pesar de que cierto «contenido multimedia» podría bien haber contribuido a aclarar ciertos pasajes de la Biblia.

¿Por qué José no hizo dibujos de sus sueños, o Daniel de sus visiones, en vez de describirlos solo con palabras? ¿Por qué Ezequiel no diseñó un plano del nuevo templo, en vez de llenar tres capítulos enteros de su libro con una descripción que exige la máxima atención del lector para entenderla? ¿Por qué David nos transmitió solamente la letra de sus Salmos, y no la música también? ¿Por qué el libro de Apocalipsis no contiene un cuadro a todo color de la Nueva Jerusalén?
– ¿Será que Dios pasó por alto unos aspectos importantes de la comunicación cuando inspiró a los escritores bíblicos? ¿O no será mas bien, que nuestra cultura multimedia actual pasa por alto unos aspectos importantes de la sabiduría divina?

Esta elección de la palabra escrita como medio de comunicar la revelación de Dios, es complementada por el mandamiento: «No te harás imagen …» (Exodo 20:4). Muchos ven en este pasaje únicamente una prohibición de la idolatría. Pero el mandamiento es más amplio. Así como una imagen tiene el poder de aclarar un asunto, también tiene el poder de distorsionarlo y de manipularnos.

Pensemos tan solamente en las muchas imágenes de Jesús que fueron pintadas por pintores europeos según modelos de su propia raza. Se olvidaron de que Jesús, como israelita, debe haber tenido cabello negro, no rubio; y como judío fiel no se rasuraba (Levítico 19:27), entonces debe haber sido barbudo. Y ejerciendo el oficio de un carpintero, seguramente no era un tipo afeminado y debilucho. Así, una imagen puede introducir encubiertamente falsedades que no están presentes en la palabra escrita.

Pensemos también en los avisos comerciales. ¿Lograrían despertar en nosotros los mismos deseos innecesarios, si no tuvieran imágenes de personas atractivas y felices, melodías y ritmos populares, y voces seductoras? – Desde un punto de vista cristiano, una imagen puede ser dañina no solamente porque se convierta en un ídolo, sino también por su poder de alterar la verdad de manera inadvertida y sutil.

5. En vez de aumentar la comprensión de los niños, el exceso de imágenes rebaja la comprensión de los adultos a un nivel infantil.

Hace algún tiempo un querido hermano me felicitó por mi «Manifiesto pedagógico»; pero al mismo tiempo expresó su preocupación de que probablemente no muchas personas estén dispuestas a leer siquiera la versión corta de 56 páginas. Puede que tenga razón; pero ¿deberíamos conformarnos con esta situación? Particularmente en el ámbito cristiano – no olvidemos que Dios tiene unas expectativas más altas de nosotros. El espera que cada cristiano lea por sí mismo la Biblia entera, ¡un libro de más de mil páginas de puro texto, sin una sola ilustración!

Ante este trasfondo, me preocupa la tendencia creciente de llenar aun los textos para adultos con imágenes innecesarias. No me refiero a imágenes instructivas; pero imágenes que sirven únicamente para «llamar la atención» (tales como un profesor o un doctor señalando hacia lo que está escrito); o imágenes que vuelven a relatar lo que ya dice el texto, y así incitan al lector a «leer» solamente las imágenes y a sacar conjeturas (posiblemente falsas), en vez de leer lo que está escrito en el texto. Es como si los autores de tales textos quisieran publicar a los cuatro vientos que no creen que un adulto sea capaz de leer y comprender un texto por sí mismo.

He observado eso particularmente en algunas publicaciones del ministerio de educación dirigidas a los profesores. Son producidas en el mismo estilo como los libros escolares para niños: El contenido es repartido en pequeños trozos de conceptos insignificantes, pero inflados con términos técnicos y definiciones innecesarias. Cada vez en cuando se encuentra algún enunciado común dividido en palabras sueltas, las cuales son ubicadas de manera incoherente en un supuesto «mapa conceptual». Todo esto es amenizado con una gran cantidad de ilustraciones infantiles, de manera que algunas páginas contienen más dibujos que texto. La obra entera parece diseñada a partir de la idea de que el profesor promedio de todos modos no va a entender lo que está escrito, ni va a querer leerlo; así que se le incentiva a mirar por lo menos los dibujos y a sacar unas conjeturas.

O sea, mediante tales publicaciones las autoridades escolares tratan a los profesores de la misma manera condescendiente como éstos tratan a sus alumnos. Hablando psicológicamente: se expresan desde su «yo paterno», para evocar en los profesores una respuesta sumisa desde su «yo infantil», en vez de llevar un diálogo entre pares donde ambos lados podrían participar con su «yo adulto». Quizás creen que esta sea una forma didáctica de «hacer comprender». Pero el resultado efectivo es una infantilización de los profesores; o mejor dicho su degeneración intelectual; y esta degeneración es a su vez transmitida a los alumnos. Un sistema escolar que populariza la idea de que ni siquiera los profesores sean capaces de comprender un texto sin imágenes, seguramente no tiene confianza en lo que los niños podrían lograr al respecto. No nos debe extrañar entonces que los resultados de este sistema en cuanto a la lectura sean tan pésimos.

En conclusión …

No pensemos entonces que un material sea más «educativo», cuanto más imágenes contiene. Al contrario, incentivemos la capacidad de los niños de crear sus propias imágenes interiores. Desde el momento cuando aprenden a leer, démosles oportunidades de extraer el significado de las letras y palabras, sin la muleta de una imagen que anticipa lo que dice el texto. Al inicio pueden ser letras grandes movibles de madera o plástico, que los niños pueden manipular con sus manos y jugar con ellas; pero que sean letras en las que basan su lectura. Seamos sabios en discernir cuándo una imagen es realmente una ayuda, y cuándo es innecesaria o incluso contraproducente.

¡Y no nos hagamos nosotros mismos dependientes de las imágenes! Si queremos que nuestros hijos aprendan buenos hábitos de lectura, tenemos que demostrarlos primero con nuestro propio ejemplo.

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