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E-libro: Evaluación y documentación de aprendizajes en una educación desescolarizada

Este documento explora la situación de familias que educan a sus hijos en casa, con una pedagogía libre, sin someterlos a un currículo normado. ¿Cómo se pueden documentar esos aprendizajes? ¿Cómo pueden esas familias llegar a un acuerdo con una escuela que certifica los aprendizajes de sus hijos?

El documento explora cómo hacer un «puente» entre una educación desescolarizada, y las competencias y capacidades que el currículo oficial exige.

Más información aquí.

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Aprendizaje en casa en la etapa de la secundaria

Aprendizaje en casa en la etapa de la secundaria

Al pasar a la etapa de la educación secundaria, varias cosas están cambiando, tanto en las características de los alumnos como en las exigencias académicas. Eso a su vez va a requerir unos cambios en la forma de educar en casa.

Tengamos siempre presente que cada niña y niño tiene su propio ritmo de desarrollo. Entonces no podemos decir: «Ahora mi hijo(a) ha alcanzado la edad de la secundaria, ahora es tiempo para esos cambios.» Los métodos que son apropiados para un alumno, pueden no serlo para otro. Observe el desarrollo de sus hijos; observe cómo cambia su manera de aprender, y provea un entorno adecuado a sus características personales. Algunos alumnos demoran hasta los 14 ó 15 años, hasta que muestren algunas de las características que se describen a continuación. Otros pueden mostrarlos tan temprano como a los 11 ó 12 años. Algunos otros se desarrollan de una manera tan distinta que nunca pasan por una adolescencia «típica», o solamente en la edad adulta.


Crece el deseo de independencia personal.

Los adolescentes suelen tener un deseo de hacer sus decisiones propias en áreas cada vez más amplias de su vida personal: cómo vestirse y peinarse; cómo adornar su habitación; cómo pasar su tiempo libre; a qué hora acostarse y levantarse; tener cierto monto de dinero a su disposición libre; etc.
Eso puede causar conflictos con los padres. Pero los deseos de mayor autonomía son una parte normal y necesaria de la preparación para una vida adulta responsable. Como padres sabios, no vamos a suprimir esos deseos, imponiendo nuestra voluntad. Con eso solamente impediríamos la maduración de nuestros hijos. – Pero tampoco vamos a dejar que hagan todo lo que quieren, porque todavía no tienen la madurez de adultos. Tenemos que acompañarlos como «mentores», con una actitud positiva, durante esta transición difícil de la niñez a la edad adulta.

En este camino será muy importante, practicar constantemente el diálogo respetuoso. Recordemos que el respeto verdadero es mutuo: Solamente si yo doy el ejemplo, y me dirijo a mis hijos de una manera respetuosa, puedo exigir que ellos muestren el mismo respeto hacia mi persona. Entonces, las «leyes de la casa» tendrán que establecerse en acuerdo mutuo – excepto donde se trata de reglas absolutas definidas por los mandamientos de Dios, tales como la honestidad, la veracidad, etc.
Si vemos la necesidad de imponer alguna regla más allá de eso, tenemos que fundamentarlo bien. Por ejemplo, si lo vemos necesario imponer una hora cuando tienen que estar en casa después de salir por la noche, podemos fundamentarlo 1) que es para su propia seguridad, ya que existen riesgos que ellos todavía no pueden reconocer plenamente; y 2) que ellos todavía están dependientes de nosotros, viviendo en nuestra casa, y por tanto tenemos el derecho de imponer ciertas condiciones a las personas que tienen el privilegio de vivir en nuestra casa.

Como regla general, las libertades y la independencia deben crecer en la misma medida como crece la capacidad de asumir responsabilidades. Por ejemplo respecto al dinero, es recomendable no darles propinas, pero que puedan disponer libremente del dinero que ganan con su propio trabajo. Si un adolescente gana dinero con su trabajo, es una muestra de responsabilidad y capacidad, y por tanto merece su medida correspondiente de independencia. Es también un principio bíblico que «el trabajador merece su sueldo».

Respecto al aprendizaje, debe crecer la libertad de los alumnos de elegir ellos mismos los contenidos que desean estudiar, sus métodos de estudio, y las metas que desean alcanzar.

Todo eso funcionará mejor si se ha practicado ya durante la primaria. Si se ha forjado una buena relación de confianza entre padres e hijos, si se ha involucrado a los niños en las decisiones que toma la familia (respecto a la vida diaria y también respecto a los aprendizajes), si se han acostumbrado a asumir sus pequeñas responsabilidades en la casa durante la niñez, entonces la transición hacia responsabilidades mayores no debería ser demasiado problemática.


Crece la capacidad para el aprendizaje independiente.

Este es el lado positivo: A medida que los adolescentes se vuelven más independientes, necesitarán menos de nuestra ayuda y supervisión para aprender. Eso es también la solución para aquellos padres que temen no poder continuar con la educación en casa durante la secundaria, porque les faltan los conocimientos académicos: No es necesario que nosotros sepamos todo lo que nuestros hijos van a aprender. Ellos mismos pueden encontrar las informaciones que necesitan, y estudiarlas por su cuenta. Hoy en día, con la internet, ¡la información está por todas partes! Como ejemplo, uno de mis hijos comenzó a los 15 años a aprender el idioma japonés, con materiales que encontró en internet. Ahora traduce libros japoneses. Nadie en nuestra familia ni en nuestro entorno habla japonés; él lo hizo sin ninguna ayuda «presencial».
Por si en algún tema especializado persistirían unas dificultades, siempre se puede buscar contacto con algun(a) amigo(a) mayor que entiende el tema, o un(a) profesor(a) particular.

Entonces, algunas de las siguientes opciones tendrán mayor importancia a partir de la adolescencia:

Aprendizaje autogestionado: Los alumnos buscan y procesan por sí mismos las informaciones que necesitan para entender un tema. Deciden ellos mismos acerca de los contenidos que desean estudiar, y diseñan sus propios proyectos de aprendizaje, de investigación, o de práctica. Hasta pueden ellos mismos ver unas formas de presentar sus aprendizajes: sea en forma de una pequeña exposición en familia; una exposición ante un grupo mayor de interesados; una publicación en internet (blog, foro de discusión, video, etc); la participación en algún concurso público; etc.

Participación en grupos de interés: En la adolescencia es normal que ciertos campos de interés adquieran una mayor intensidad. Entonces, según ese interés, un adolescente puede beneficiar por ejemplo de participar en un club de ajedrez, un equipo deportivo, un grupo de computación o robótica, un círculo de lectura, un grupo de scouts, de experimentación científica, de excursiones geográficas y botánicas, etc. Si en su entorno no existe ningún grupo que corresponde a su interés, aun puede tomar la iniciativa de fundar uno. – En el caso de no tener ninguna de esas posibilidades, se pueden también buscar grupos virtuales por internet. Pero si existen oportunidades para la experiencia vivencial, normalmente eso es mejor que el mundo virtual.

Educación a distancia: Ésta puede ser formal (matricularse y participar en el programa de una escuela a distancia), o informal (participación en cursos a distancia que se ofrecen por internet). Se diferencia del aprendizaje autogestionado en que la secuencia del aprendizaje, y los métodos a usar, son preprogramados por la entidad que ofrece los materiales de estudio.

La primera variante, la escuela a distancia, es en realidad una educación dentro del sistema escolar, solamente que éste se traslada a la casa. Por tanto, no recomiendo esa opción: No respeta los procesos naturales de aprendizaje. La mayoría de esos programas, igual como el sistema escolar, sobrecargan a los alumnos con un montón de tareas repetitivas que ahogan la creatividad, y con conocimientos innecesarios y alejados de la vida real. Además socavan la idea fundamental de la educación en casa, que es la autonomía de cada familia; porque no dejan a las familias en la libertad de diseñar su propio programa educativo. El asunto sería diferente si existieran escuelas a distancia que ofrezcan a las familias participantes esa libertad. Pero hasta la fecha todavía no tengo conocimiento de una tal escuela oficialmente reconocida en el mundo hispanohablante.

Por el otro lado, pueden ser muy útiles los cursos a distancia que un(a) alumno(a) elige por interés propio. Hoy en día se ofrece una amplia gama de tales cursos, muchos de ellos incluso gratuitos. Solamente que allí también habrá que fijarse en la metodología que usan. Un curso que solamente presenta contenidos para memorizar, y exámenes para reproducir lo memorizado, no es de mucha utilidad educativa. Un buen curso a distancia involucra elementos como los siguientes:

  • Tareas que requieren formular ideas propias y presentarlas en forma de ensayo, presentación digital, video, etc; con la oportunidad de recibir retroalimentación de otros participantes y/o del instructor.
  • Proyectos prácticos que los participantes pueden realizar en su propio entorno.
  • Oportunidades para la interacción entre participantes del curso (p.ej. foro de discusión).

Deseo acotar aquí que para alumnos de primaria esas modalidades a distancia no me parecen aconsejables, porque generalmente requieren que los alumnos pasen muchas horas al día ante la pantalla, y eso es dañino para el desarrollo de su vista y de su cerebro. Por eso, mi curso de Matemática Activa se dirige en primer lugar a los padres, y les da ideas para proyectos prácticos que ellos pueden llevar a cabo con sus hijos.

– Incluso, algunos alumnos educados en casa podrían en la edad de la secundaria decidir que desean asistir a un colegio. Si ellos hacen esa decisión por cuenta propia, como expresión de su capacidad de decidir independientemente acerca de su educación, opino que a esa edad hay que respetarla. Solamente que en lo posible se deberá elegir un colegio que corresponde a los valores y convicciones de la familia.

El aprendizaje independiente provee el potencial de ser mucho mejor preparado para los desafíos cambiantes de la vida. El sistema escolar produce aprendedores dependientes: se acostumbran a aprender solamente lo que el profesor les pone delante, bajo obligación. Así también en la edad adulta, sabrán apoyarse solamente en lo que se les ha enseñado y mandado en la escuela; pero no sabrán pensar por sí mismos ni buscar recursos adecuados, cuando se encuentran ante una situación improvista. Es por eso que, por ejemplo, los profesores del sistema escolar dificultan tanto en adaptarse a los retos de una sociedad tecnologizada y digitalizada; porque ese es un campo donde los cambios y las innovaciones suceden muy rápidamente.
Un aprendedor independiente, en cambio, sabe que siempre puede seguir aprendiendo, aun si nadie le enseña. Así encontrará por sí mismo las informaciones y las soluciones que necesita en una situación nueva.

Por el otro lado, estemos conscientes que el aprendizaje independiente no es la última meta. Alcanzamos nuestro potencial completo cuando somos aprendedores dependientes de Dios. Acostumbremos a nuestros hijos a preguntar a Dios: ¿Cuál es tu plan para mi vida? ¿Cuáles son los dones y talentos particulares que me has dado? ¿y cómo puedo con esos dones y talentos servirte a tí y a mis prójimos? ¿Qué cosas necesito aprender para poder cumplir ese plan de mi vida? Es la seguridad en Dios la que nos hace independientes frente a los hombres, sus opiniones y sus críticas.

Aquí también aplica: Estas capacidades se desarrollarán mejor, si los alumnos ya en la edad de la primaria se han encontrado ante el desafío de buscar ellos mismos una información que necesitan; de decidir entre varios aprendizajes posibles; o de expresar razonamientos y opiniones propias.


Las fases de aprendizaje se vuelven más irregulares.

Ya en la primaria, el aprendizaje de los niños no sucede de manera constante. Hay períodos de unas horas, días, o incluso semanas, donde están entusiasmados y absorbidos en un tema que los interesa, y hacen progresos fenomenales. Y hay otros períodos donde solamente quieren volver a jugar los mismos juegos como siempre, o «no hacer nada». Por eso no sirven los currículos cronogramados que exigen que los niños cumplan cada día su misma ración prescrita de lenguaje, de matemática, y de otros contenidos. El cerebro infantil no funciona de esta manera programada como si fuera una computadora.

En la adolescencia, esas fases pueden volverse aun más pronunciadas e irregulares. Eso es debido a los fuertes cambios físicos, hormonales y emocionales que suceden en esa etapa de la vida. Los adolescentes pueden por más tiempo sentirse sin fuerzas, apáticos, y con una mayor necesidad de descanso. Pero pueden también descubrir nuevos campos de interés que los incentivarán a aprender y producir a un ritmo más intenso que antes.

Es un reto para los padres, mantener un equilibrio sano en estas circunstancias. Por un lado, no podemos insistir en un horario demasiado rígido, porque los adolescentes realmente no podrán cumplirlo cuando están en una fase de apatía o depresión. Por el otro lado, ellos tendrán que aprender también a no dejarse vencer por las emociones cambiantes, y a desarrollar el dominio propio de cumplir con las cosas necesarias (quehaceres de la casa, horas de comida, etc.) aun en una fase depresiva. Este es otro tema que se debe tratar y resolver en el diálogo mutuo.


Despierta la capacidad del pensamiento abstracto.

Entre los 12 y los 15 años de edad, aproximadamente, la mayoría de los adolescentes empiezan a adquirir la capacidad de pensar de manera abstracta. Con eso se entiende la capacidad de razonar acerca de algo que uno solamente se imagina en la mente, sin haberlo visto o experimentado antes, y sin que esté relacionado con algún objeto concreto del mundo real. Por ejemplo, los siguientes temas requieren razonamiento abstracto: Gramática; álgebra; lógica; filosofía; programación de computadoras; y otros.

La adolescencia es entonces la etapa donde tiene sentido, confrontar a los alumnos con temas como éstos. Como en las etapas anteriores, es necesario observarlos para entender cuándo están listos para el razonamiento abstracto; y no cargarlos con esos temas antes del tiempo. Muchas veces, los alumnos empezarán de manera natural interesarse por algunos de esos temas cuando llega su tiempo.

En general, la secundaria es la etapa donde podemos empezar a introducir «teoría», mientras que en la primaria debería predominar la experiencia práctica. Por ejemplo, en la primaria se pueden hacer diversos experimentos de física y de química, y los niños disfrutarán de observar los resultados, y se asombrarán de resultados inesperados. Pero la teoría subyacente, p.ej. los principios relacionados con fuerzas y energías, o con átomos y elementos químicos, no la podrán entender hasta que su pensamiento abstracto haya despertado. – Por el otro lado, si en la primaria tuvieron la oportunidad de hacer las experiencias prácticas, ésas les ayudarán a entender mejor la teoría cuando estén en la secundaria.


La necesidad de una orientación vocacional.

Los últimos años de la secundaria son también la etapa de decidir acerca de la ocupación o vocación futura. Para poder decidir bien, un joven necesita sobre todo dos cosas:

  • Conocer de manera realista sus dones, talentos y capacidades.
  • Experiencia práctica en aquellos campos ocupacionales que le interesan.

Por tanto es importante que los jóvenes tengan suficientes oportunidades de «experimentar» con diversos dones y talentos, para llegar a una evaluación realista de sí mismos. Necesitan experimentar cuáles son las cosas que saben hacer bien, y las que no saben hacer bien. Entre éstos deben figurar no solamente temas «académicos», sino también capacidades artísticas, manuales y prácticas (dibujar; tejer; cocinar; hacer trabajos de carpintería o de mecánica; etc), y de relaciones interpersonales (tener comprensión por otros; trabajar en equipo; liderar; dar ánimo; solucionar conflictos; etc.)
El sistema escolar exige que los alumnos pasen mucho tiempo «reforzando» aquellas áreas que no saben bien; quiere «nivelarlos» para que todos estén «al mismo nivel». Pero esa no es una buena preparación para la vida, porque en la vida real no se necesita mucha gente que sabe todo «al mismo nivel». Mas bien se necesitan personas que saben hacer bien lo que es su especialidad. Por tanto, es mucho mejor que los adolescentes descubran cuáles pueden ser sus «especialidades», y que inviertan tiempo en reforzar esas habilidades que saben hacer bien.

También es importante el contacto con el mundo adulto del trabajo. En algunos países es usual que los alumnos de los últimos años de secundaria hagan varias prácticas o voluntariados, de dos a tres semanas, en empresas o instituciones de acuerdo a sus intereses. Eso es una muy buena preparación para esa decisión tan importante: los jóvenes pueden hacer su decisión, sabiendo ya cómo es la realidad de su futuro trabajo.
Esa clase de orientación no debe limitarse a las carreras universitarias. Hoy en día mucha gente desprecia los trabajos no universitarios. Pero el trabajo de un panadero, un chofer, un mecánico, merece el mismo aprecio y la misma preparación cuidadosa como el trabajo de un ingeniero, un abogado, o un administrador de empresas. En realidad, la sociedad no podría funcionar si la mayoría de la gente ejercería una carrera universitaria.


Desescolarización en la secundaria

Algunas familias empiezan a interesarse por la educación en casa recién cuando sus hijos ya están en la edad de la secundaria. (O se ven obligadas a ocuparse del tema por causa de las circunstancias, ahora que en muchos países se han cerrado las escuelas.)

Para algunos alumnos puede ser beneficioso, salir de la escuela. Algunos, al finalizar la primaria ya están tan agotados que difícilmente aguantarían más años escolares sin sufrir unos daños serios en su salud emocional y física. Algunos, desde el inicio no encajaron bien en el sistema escolar, y necesitan urgentemente una forma diferente de aprender. Eso aplica sobre todo a aquellos que se alejan mucho del promedio – o sea, los alumnos con problemas de aprendizaje por un lado, y los superdotados por el otro lado.

El problema es, que después de tantos años de haberse acostumbrado al sistema escolar convencional, puede ser difícil acostumbrarse a métodos diferentes. Eso vale tanto para los alumnos como para los padres. En esta situación es aun más importante, «desescolarizarnos» a nosotros mismos primero. Sobre todo si queremos realmente ofrecer a nuestros hijos la forma de educación que necesitan, y no solamente trasladar la escuela a la casa.

Primeramente, se plantearán unos asuntos prácticos:

Cambios en la rutina diaria: Será un alivio, ya no tener que estresarse en las mañanas para estar listos a tiempo para ir a la escuela. Pero en su lugar, habrá que dar otra estructura a nuestra vida diaria. Una estructura que no sea tan rígida como el horario de una escuela, pero que sí defina unos hitos importantes: Horas de comer; tiempos de estudiar, de hacer los trabajos de la casa, de realizar proyectos prácticos, tiempos libres, etc.

Cambios en la estructura social: Con los niños que anteriormente asistieron a una escuela, cuando se comienza a educar en casa, un problema frecuente es que dicen que extrañan a sus amigos de la escuela. Allí tendremos que hacerles ver en qué consiste una verdadera amistad. No es que simplemente nos metan juntos en un salón de clases, y por eso ahora somos «amigos». La amistad se basa en que he elegido ser amigo(a) de alguien. Esa elección no depende de si estamos juntos en un salón de clases o no. Entonces si alguien es realmente mi amigo(a), seguiremos comunicándonos, visitándonos, haciendo cosas juntos, aunque no estemos en la misma escuela durante las mañanas. Si después de salir de la escuela, la otra persona ya no está interesada en tener contacto conmigo, entonces no fue una verdadera amistad.
Por el otro lado, estamos libres de hacer amistad con personas de cualquier edad y de cualquier trasfondo. La escuela nos limita a «amistades» entre personas de exactamente la misma edad, y a menudo también de la misma clase social. Enseñemos a nuestros hijos a no rechazar la amistad de nadie, solamente porque es una persona mayor, o menor, o de circunstancias de vida diferentes.
También tendrán que aprender que hacer amistad requiere cierto esfuerzo. Por ejemplo, hay que ir a tocar la puerta de alguien y preguntar: «¿Quieres jugar conmigo?» – O también: «¿Necesitas alguna ayuda?»
Seguramente habrá unos cambios en las amistades de nuestros hijos. Pero esperamos que sus contactos sociales se vuelvan más variados y más interesantes.

Cambios en el aprendizaje: Los alumnos tendrán que acostumbrarse a métodos como los antes descritos. (A menos que quieran seguir un programa completamente escolarizado a distancia.) Para lograr eso, primero tendrán que «desaprender» ciertos hábitos de estudio que adquirieron en el sistema escolar, y que no ayudan realmente a aprender. Al mismo tiempo, habrá que adquirir unas destrezas nuevas. Lo siguiente son algunas destrezas importantes para el aprendizaje, pero que raras veces se adquieren en la escuela:

Plantear preguntas propias. La escuela nos acostumbra a que el profesor es quien hace las preguntas, y quien dicta también las respuestas. Pero para un aprendizaje activo y exitoso es necesario hacer nuestras propias preguntas. Estas preguntas señalarán la ruta de nuestro aprendizaje.
Una forma de practicar eso es la siguiente: Estudien juntos la Biblia (o alguna otra lectura) con el siguiente método: Todos leen juntos el mismo pasaje. Después, cada uno hace una pregunta acerca de lo que leyeron, y algunos de los demás responden. Si son pocas personas, pueden hacerlo todos juntos; si son muchas, repártanse en grupos de a tres o cuatro. – No se limiten a meras preguntas de comprensión; hagan preguntas que incentivan a razonar y opinar: ¿Qué opinan de lo que hizo …? – ¿Qué hubiera pasado si …? – ¿Por qué … dijo eso? – ¿Qué hubieras hecho tú en esa situación? – Etc. – O preguntas que incentivan a averiguar algo que todavía no sabían, y entonces investiguen juntos. Por ejemplo: ¿Dónde queda Macedonia? – ¿Cuál es la causa de la lepra? – ¿Cuánta gente vivía en Jerusalén en aquel tiempo? – Etc.

Curiosidad investigadora. Los niños por naturaleza son curiosos y desean saber muchas cosas. Pero si han pasado muchos años en el sistema escolar, es probable que esa curiosidad se haya apagado. Hay que despertarla de nuevo.
Por ejemplo: Descubra cuáles son los temas que más interesan a sus hijos. Busque unos datos sorprendentes o extraordinarios acerca de esos temas, o unos experimentos con resultados inesperados. Confronte a sus hijos con esos datos, y anímelos a hacer sus propias averiguaciones.

Creatividad. Una buena manera de practicar creatividad es con un proyecto de arte abierto, o sea sin esperar un resultado predeterminado. Si los niños han perdido su creatividad, no funcionará decir: «Dibuja cualquier cosa.» Pero podemos imponer unas limitaciones, y sin embargo plantear un desafío abierto. Por ejemplo, podemos darles un poco de lana y una hoja de un periódico, y decir: «Fabrica un animal con esto.»
(Vea también esta serie de artículos.)

Aprendizaje colaborativo. El sistema escolar acostumbra a los niños a hacerse la competencia todos contra todos, en vez de ayudarse unos a otros. Necesitamos crear un ambiente donde ellos se sienten en la seguridad de que nadie se va a reír de ellos si cometen un error; que están en la libertad de pedir ayuda si la necesitan; que sus ideas y opiniones son bienvenidas y valoradas. Eso lo tenemos que demostrar primero nosotros mismos en nuestro trato con ellos; y entonces ellos también lo practicarán entre ellos.

Razonar. Muchos alumnos del sistema escolar se acostumbran a que aprueban los exámenes si han memorizado las respuestas correctas, entendiendo o no. Eso es particularmente dañino en aquellas áreas que requieren razonar, como matemática, ciencias, composición literaria, etc. A eso se suma el problema de que muchos alumnos se ven obligados a aprender contenidos mucho antes de que son capaces de entenderlos. En consecuencia, muchos de ellos terminan la primaria con un cerebro mal organizado, incapaces de razonar lógicamente.
Esta es una situación muy difícil de arreglar. Algunos de esos alumnos no logran acostumbrarse a aprender activamente, y quieren ser alimentados con cucharita por el resto de su vida. Otros, con los cambios que trae la adolescencia, pueden todavía lograr una recuperación parcial.

Un tiempo de desintoxicación

Con todo, la desescolarización todavía es posible en los primeros años de la secundaria, si tanto padres como hijos están de acuerdo con ello, y saben adónde quieren llegar. Se recomienda comenzar con un tiempo de «desintoxicación», durante el cual no exigimos ninguna actividad «escolar» de nuestros hijos, excepto lo que ellos desean hacer por iniciativa propia. Como regla general, se dice que se necesita aproximadamente un mes de «desintoxicación» por cada año que uno pasó dentro de un sistema tóxico. Por tanto, los alumnos que pasaron toda su primaria en el sistema convencional, pueden necesitar más de medio año hasta que puedan asimilar los métodos de un aprendizaje activo en casa. (Y nosotros los adultos … ¡más de un año!)
Los alumnos pueden aprovechar este tiempo para hacer cosas que les gustan y que en el sistema convencional no se valoran mucho, tales como trabajos manuales y artísticos, deportes, aprender nuevos juegos, actividades que fomentan el compañerismo con otros jóvenes, hacer viajes, acompañar a personas adultas en sus trabajos, etc. Así recuperarán su desarrollo en algunas áreas que se descuidaron anteriormente. También pueden durante ese tiempo comenzar a descubrir cuáles son sus verdaderos talentos e intereses. Después podrán poco a poco comenzar a estudiar de una manera más activa y más independiente, tomando en cuenta sus campos de interés.
En cuanto a los contenidos académicos, probablemente tendrán que volver a varios temas que ya aprendieron (supuestamente) en la primaria, pero sin entenderlos. Lo ideal es si eso puede suceder en el marco del estudio de un tema de su interés. De otro modo, también puede ayudar si estudian esos temas con métodos diferentes de los convencionales. Por ejemplo, muchos alumnos lograron entender temas de matemática que antes no entendieron, cuando los experimentaron de nuevo con métodos de la matemática activa, manejando objetos concretos y haciendo investigaciones propias.

– Todo eso puede dar buenos resultados, si sucede al inicio de la secundaria. Pero cuando faltan solamente uno o dos años para terminar, ya no es aconsejable hacer todos esos cambios de sistema. El tiempo de transición será más largo y más difícil, y los cambios requeridos pueden interferir con una buena conclusión de la etapa escolar. Por eso, opino que en los últimos años de la secundaria, una desescolarización es indicada solamente en casos graves, donde la salud emocional y/o física del alumno corre peligro por una situación insoportable en la escuela (estrés excesivo, bullying, pandillaje, etc.); o si el alumno mismo está desesperado por salir del ambiente escolar, y suficientemente motivado para emprender un aprendizaje independiente.

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Desescolarizar nuestra propia mente (Parte 2)

En la primera parte he escrito algo acerca de mi camino personal. Ahora deseo mencionar algunos elementos de una «mentalidad escolar», y contrastarlos con una posible salida desde una mente liberada para una educación verdadera (considerando también la perspectiva cristiana). La lista no es de ninguna manera completa; y creo que cada persona que está en este camino podría elaborar su propia lista. Pero aquí va, para hacer un comienzo:

La mentalidad escolarizada dice: Una alternativa educativa dice:
«Educación es igual a escuela.»
Casi todo el mundo cree esto, pero es muy equivocado. En varios artículos de este blog he escrito acerca de este tema.
La educación sucede primeramente en la convivencia diaria en familia.
Tenemos que recuperar nuestras familias como el lugar más natural, idóneo, y asignado por Dios, para la educación de nuestros hijos.
«Para aprender se necesita un profesor.»
Esta es una actitud que nos hace dependientes de por vida de una clase particular de personas, de los «profesores profesionales». Pero pensemos unos momentos: ¿Quién enseñó a Edison a fabricar un foco eléctrico? ¿o a los hermanos Wright a construir un avión? ¿Quién enseñó a Einstein la teoría de la relatividad?
Si todo nuestro aprendizaje dependiera de la enseñanza de un profesor, la humanidad nunca progresaría: no se harían nuevos descubrimientos, ni inventos, ni se formularían nuevas ideas.
¡Conviértete en un(a) aprendedor(a) activo(a)!
Este es el camino más eficaz para adquirir conocimientos. Busca informaciones, lee, pregunta, experimenta. Con las actuales tecnologías de información, esto es más fácil que nunca.
Si das este ejemplo a tus hijos, ellos lo harán también por sí mismos.
«Aprender es llenarse de contenidos.»
La escuela conoce una única manera de aprender: Sentarse pasivamente para llenar la mente de «contenidos». Sea escuchando lo que habla el profesor, o leyendo partes de un libro asignado por el profesor. Esta forma de aprendizaje sucede en un vacío: no está relacionado con ninguna actividad práctica o productiva.
Se aprende mucho más haciendo.
Con todas las actividades de la vida cotidiana se aprende algo; sea haciendo compras, cocinando, limpiando la casa; sea inventando un nuevo juego, fabricando una silla o arreglando un televisor; sea visitando a una vecina enferma o arreglando una disputa entre hermanos. Como padres, solamente tenemos que estar atentos al potencial educativo de todas estas situaciones. Ya vienen con muchos «contenidos» incluídos.
Desechemos la idea de que todo «aprendizaje» tenga que suceder estando sentado inmóvil delante de un cuaderno escolar.
«Solo los profesores profesionales saben educar.»
Ya hace muchos años, John Holt y otros demostraron la falacia de esta idea. Existen numerosos ejemplos, tanto de situaciones escolares como fuera de la escuela, donde los niños aprendieron mejor con personas que no eran profesores profesionales. En realidad, la formación profesional de los profesores no los prepara para educar; solamente los prepara para administrar escolarización según los reglamentos del estado.
Como padre o madre, ¡TÚ eres la persona que mejor conoce a tus hijos!
Creo que muchos padres y madres hoy en día necesitan primero recuperar su autoestima. Si tienes una relación personal, cercana, y de confianza con tus hijos, eso te califica para educarlos. (Si no tienes una tal relación con ellos, es claro que tienes que edificarla primero.) – Después es bueno que te informes también acerca de las necesidades de los niños, y unos principios de una buena educación; pero esta clase de consejos los recibes mejor de unos padres y madres experimentados y sabios, que de un profesor profesional que no ha educado a sus propios hijos.
«Para que un niño aprenda algo, hay que obligarlo.»
O también:
«Si algo es divertido, no puede ser educativo.»
Esta es solamente una versión un poco modernizada del viejo lema colonial: «La letra con sangre entra.» Se parte de la idea equivocada de que un niño por naturaleza no quiere aprender. A causa de esta idea, millones de niños están siendo maltratados en el nombre de una mal entendida «educación».
Los niños son por naturaleza curiosos y deseosos de saber cosas nuevas.
Entonces, no destruyamos su curiosidad y su motivación natural. Demos a los niños acceso a informaciones y materiales adecuados para alimentar su deseo de saber y de experimentar.
Un niño que se desarrolla de manera sana, puede disfrutar de leer, de hacer experimentos científicos, aun de resolver problemas relacionados con la matemática (que no necesariamente tienen que ser los del libro escolar).
Como padre o madre, ¡vuelve a descubrir tu propia curiosidad! ¿Qué temas te interesan y desearías saber más sobre ellos? ¿Qué experiencias nuevas te gustaría hacer? Comienza, infórmate, descubre. Empieza a disfrutar de tu propio aprendizaje, y tus hijos disfrutarán del suyo.
«Tenemos que cumplir con el currículo.»
¡Cuánta presión se ejerce sobre los profesores – presión que ellos a su vez trasladan a los niños – para cumplir los «objetivos educativos»! Objetivos que fueron fijados arbitrariamente por unos burócratas ajenos a las escuelas, ajenos a las familias, y ajenos a la vida real en general.
¿Cuánto de estos contenidos del currículo estás usando tú mismo en tu propia vida? – ¿Cuánto (o cuan poco) de ello será entonces necesario para tus hijos?
Los niños aprenden cuando están listos para ello.
Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo y de aprendizaje; tiene sus propios talentos e intereses; tiene su propia personalidad. No tiene sentido querer presionar a todos dentro de un mismo molde. Respetemos el ritmo individual de cada uno, entonces aprenderán con mucha facilidad. Respetemos sus talentos y sus intereses, entonces aprenderán aquellas cosas que ejercerán con entusiasmo, ahora y en su vida adulta.
Y liberémoslos de exigencias insensatas. Si un joven no va a estudiar medicina, ¿para qué tiene que saber el nombre de cada hueso del cuerpo humano? Si no va a ser ingeniero, ni científico, ni profesor de matemática, ¿para qué tiene que saber trigonometría o logaritmos? Si no va a especializarse en lingüística, ¿para qué maltratarlo con «morfemas» o con «fonemas linguoalveolares» o con «enunciados conativos»?
«El niño tiene que aprender todo eso ahora porque más tarde lo va a necesitar.»
Gran parte del currículo escolar se basa en la idea del aprendizaje anticipado: «Tienen que aprender ahora la gramática porque más adelante la van a necesitar para comprender textos complejos.» – «Tienen que aprender ahora los términos de la teoría de conjuntos, porque más adelante tendrán que aplicarlos al conjunto solución de una inecuación.» – «Tienen que memorizar ahora los nombres de todas las instituciones del gobierno, porque cuando sean adultos tendrán que tratar con estas instituciones.»
Esto es como decir: «Los niños de seis años tienen que memorizar todas las partes de un automóvil, porque cuando tengan dieciocho años tendrán que aprender a manejar.» – En realidad, uno llega a conocer las partes de un automóvil en el mismo proceso en que uno aprende a manejarlo. Memorizarlas sin tener acceso a un carro real, sería un ejercico artificial, ineficaz, y sin sentido. Entonces, liberemos a nuestros hijos de tales ejercicios escolares que se realizan en un vacío artificial. Esta clase de «aprendizaje anticipado» no funciona.
El aprendizaje sucede cuando lo necesitamos en la práctica.
Los niños aprenden a leer para que puedan leer ahora algo que les interesa, no para apreciar la literatura clásica cuando sean grandes. Aprenden a redactar cartas para que ahora puedan escribir a su abuela, no para escribir solicitudes institucionales cuando sean adultos.
También en la vida profesional, no se espera que un joven profesional venga ya con los conocimientos necesarios para enfrentar toda situación posible. Pero se espera que sea capaz de actualizarse constantemente y de adquirir nuevos conocimientos según las situaciones lo requieren. (Sobre todo en las profesiones altamente tecnologizadas: Es muy probable que un profesional tenga que trabajar con tecnologías que ni siquiera existían en el tiempo en que cursaba sus estudios universitarios.)
Volvamos entonces a conectar el aprendizaje con la vida real y con las situaciones presentes. Esto es mucho más eficaz que el querer «preparar» a los niños para posibles situaciones futuras que son irreales para ellos, y que quizás nunca serán realidad.
«Si no lo haces como dice el profesor, no es correcto.»
En otra oportunidad ya he relatado la historia del pequeño C.F.Gauss: Su profesor había dado a toda la clase la tarea de sumar todos los números del 1 al 100. Después de pocos momentos, Gauss entregó el resultado correcto: 5050. El profesor, asombrado, le preguntó: «¿Cómo lo hiciste tan rápido?» – Gauss respondió: «Fácil. Sumo 1+100, da 101. Sumo 2+99, también da 101. 3+98 también da 101. Sigo así hasta 50+51, son 50 parejas de números que suman 101, entonces 50×101=5050.»
Un profesor de nuestros días, seguramente hubiera rechazado la tarea de Gauss: «No, así no se hace. Tienes que sumar los números uno por uno.» – Y así hubiera truncado el desarrollo de un gran matemático en sus mismos comienzos. Esa mania de que «todos lo hagan de la manera como dice el profesor», destruye la creatividad, la iniciativa, y la estabilidad emocional de los niños.
Además, les acostumbra a confiarse en una fuente de autoridad equivocada. En realidad, la distinción entre «correcto» e «incorrecto» no se basa en lo que dice el profesor. Se basa en las leyes de la matemática, o en las reglas de la ortografía, o en los hechos verificables de la geografía, etc. – y en última consecuencia, en la verdad inmutable que viene de Dios. Pero el sistema escolar obliga a los niños a aceptar en su lugar la autoridad arbitraria y falible de un profesor.
Atrévete a hacer algo nuevo, y a ser creativo.
Normalmente hay un sinnúmero de maneras correctas cómo resolver un problema. Reconozcamos la capacidad de los niños de encontrar soluciones originales – y quizás aun mejores que las nuestras.
¡Y hay posibilidades aun más inmensas de plantearse problemas nuevos que ningún profesor conoce! No hay ninguna necesidad de que todos resuelvan los mismos problemas. Por ejemplo, un niño puede plantearse sus propios ejercicios de cálculo. Incluso puede escribir sus propios libros.
Y no por último, hay un sinnúmero de maneras correctas cómo educar niños, y cómo proveerles experiencias de aprendizaje. Una vez liberados de la camisa de fuerza escolar, descubrimos posibilidades con las que antes ni hubiéramos soñado. Puedo aprender de muchos otros educadores, unos más alternativos y otros más convencionales; pero no estoy obligado a seguir la «receta» de ninguno de ellos al pie de la letra.
«Estudiamos y trabajamos para obtener buenas notas.»
Desde sus inicios en el sistema escolar, los niños se acostumbran a preguntar: «¿Esto viene en el examen?» «¿Vamos a tener una nota de esto?» – Y si no viene en el examen, si no se califica con una nota, entonces se considera como algo innecesario, sin valor, se deja de un lado.
En la vida adulta, esto lleva a la siguiente actitud:
«Mientras nadie mira, no hay que cumplir; no hay que trabajar; no hay que ser honesto; …(etc.)»
O más brevemente:
«Lo único que importa es la apariencia.»Pienso que ésta es la costumbre más dañina que adquirimos en el sistema escolar. De allí tenemos una sociedad que no se interesa por hacer un buen trabajo, ni por ser honesto, ni por aprender bien una cosa; ya que el sistema nos ha enseñado que nada de eso importa. Lo único que importa es la «calificación» y el «cartón»; pero no importa la manera como se obtuvo – con conocimientos y habilidades reales, o por saber engañarle al sistema, o con sobornos – eso ya no importa después, porque eso «no se ve», lo único que contribuye a la apariencia es el diploma. Y a menudo, los exámenes que se requieren para obtener ese «cartón» tienen muy poco que ver con los conocimientos y habilidades reales que se requieren para ejercer una profesión.
Por eso tenemos ingenieros que construyen casas y puentes que se caen; tenemos abogados y jueces que tuercen el derecho; tenemos profesores que confunden y maltratan a sus alumnos; y tenemos médicos que matan a sus pacientes. Todo porque el sistema nunca les enseñó a hacer alguna cosa bien. Solamente les enseñó a actuar de tal manera que su superior les da una buena calificación, según criterios bastante arbitrarios. Y lo más importante generalmente no se califica: La verdadera calidad de su trabajo; o sea, si hace bien o mal a sus usuarios, clientes o pacientes. Ya que «no hay nota» para eso, el profesional promedio no le da importancia.
No aprendemos para el profesor. Aprendemos para Dios, para nuestros prójimos, y para nosotros mismos.
La desescolarización nos libera para ver el aprendizaje como algo que es independiente del entorno (o de la «institución») donde sucede. Los conocimientos y habilidades adquiridas tienen un valor en sí mismos, para enriquecer la vida del que aprende, y para capacitarlo a cumplir el propósito de su vida dado por Dios. Cuando niños y educadores descubren este valor del aprendizaje, ya no tienen necesidad de motivaciones artificiales, tales como calificaciones o castigos.En consecuencia también:
Un trabajo bien hecho tiene valor en sí mismo.

Este es un pilar importante de la «ética protestante del trabajo», la cual (según muchos historiadores) fue clave en el rápido desarrollo tecnológico y económico de Europa y Ameríca del Norte a partir del siglo 18. La Reforma nos hizo recordar nuevamente que el trabajo – aun el trabajo más «secular» – es uno de los medios principales por los cuales el hombre cumple su llamado individual dado por Dios.
(Efectivamente, las palabras «vocación» y «profesión» tienen ambas un origen religioso. Originalmente describieron el llamado de un sacerdote o monje. Los reformadores fueron los primeros que se atrevieron a aplicar estas palabras a un trabajo «secular».)
En consecuencia, el trabajo se hace en primer lugar para Dios, para que la calidad de nuestro trabajo sea agradable a El. (Vea por ejemplo Colosenses 3:17 a 4:1.) No se trata de dar una buena apariencia para obtener buenas calificaciones de un jefe terrenal (eso sería «servir al ojo»). Se trata de descubrir para qué nos ha preparado y llamado Dios, y hacer eso «como para Dios y no para los hombres». Esta perspectiva nos libera de la «mentalidad del empleado» (que se ve siempre dependiente de un jefe que le «da trabajo»), y nos provee una «mentalidad del emprendedor» (que crea su propio trabajo y desea hacerlo bien).

 

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Desescolarizar nuestra propia mente

Después de unos años de educar a nuestros hijos en casa, empecé a darme cuenta de que existían todavía unos bloqueos en algunas partes de mi mente, que me dificultaban ser para mis hijos el padre que yo deseaba ser. Entonces entendí que no era suficiente cambiar mis métodos de educación: yo necesitaba también ser liberado de ciertos rasgos de personalidad y mentalidad que eran consecuencias de mi propia escolarización. Con eso comenzó un proceso que todavía no está completamente concluido. Pero mirando atrás puedo decir: Educar a mis hijos en casa fue bueno no solamente para ellos; fue bueno también para mi propio desarrollo personal.

A continuación voy a compartir unas partes de un artículo que escribí para mis amigos personales cuando yo me encontraba todavía bastante al inicio de este proceso.

Quizás no vas a poder identificarte con lo que escribo. Cuestionar la institución de la escuela es tabú en nuestra sociedad. Los trastornos causados por la escuela son difíciles de diagnosticar, porque todo el mundo fue expuesto al mismo sistema, ha sufrido los mismos trastornos, y por tanto los considera normales. Quizás es necesario tener hijos que crecieron sin escuela, para que uno pueda darse cuenta de que el sistema escolar actual no es normal.

Por nuestro trabajo de refuerzo escolar para los niños del vecindario tuve más oportunidades de observar a los niños y de hacer comparaciones con nuestros hijos. Así entendí mejor lo que hace la escuela en la vida de un niño.

Cuando hago una pregunta a mis hijos, ellos me dicen lo que piensan o lo que saben; y si no saben responder, dicen: «No sé.»
Pero cuando hago una pregunta a los niños escolares, me responden con lo que piensan que yo quiero escuchar. Cuando no saben la respuesta correcta (o sea, la respuesta de la que piensan que yo quiero escucharla – tengamos presente que no todas las preguntas tienen una respuesta «correcta»), entonces intentan adivinarla. Por ejemplo dicen al azar una de las posibles respuestas, y después intentan leer en mi cara si la respuesta fue correcta. O repiten lo que dijo el primero de ellos, o lo que dijo el niño que siempre saca las mejores notas.

Cuando mis hijos hacen un dibujo, ellos inventan alguna situación original y la dibujan.
Cuando los niños escolares hacen un dibujo, ellos buscan algún dibujo ya hecho que pueden copiar. Después borran sus intentos cinco veces y comienzan de nuevo, porque algún detalle no está «bien» y porque algún otro niño podría reírse de su dibujo.
También en otras áreas observo que los niños escolares no muestran casi ninguna originalidad o creatividad. Casi siempre copian lo que alguna otra persona hace.

A mis hijos les gusta leer, y todo el tiempo buscan nuevos libros que pueden leer. A veces les gusta también resolver unos rompecabezas matemáticos.
Pero ¡nunca he visto a alguno de los niños escolares que nos visitan, leer un libro por iniciativa propia! – Durante nuestro último programa vacacional habíamos destinado la primera media hora de cada mañana a la lectura silenciosa. Los niños pudieron escoger de nuestra biblioteca cualquier libro que les interesaba, o traer uno de su casa. Todos cogían siempre aquellos libritos que tenían los dibujos más grandes y la menor cantidad de texto. Algunos empezaron a llegar media hora tarde para no estar en el tiempo de lectura.

Todas estas observaciones corroboraban lo que yo ya sabía en la teoría: que la escuela no es ningún lugar idóneo para aprender. Antes que todo, los niños aprenden en la escuela a aparentar algo que no son; y a tener miedo a la opinión del grupo y del profesor. O sea, aprenden el temor al hombre en vez del temor a Dios. (Vea Proverbios 15:33, 29:25.) En el camino se pierde la creatividad, la iniciativa, y el razonamiento independiente.

Pero entonces tuve que observarme también a mí mismo. A veces me pregunto si tal vez Dios había enviado a estos niños a nuestra casa, no solamente para que nosotros les ayudásemos, sino también para cambiarme a mí mismo.

Por ejemplo, ¿fue realmente una buena idea introducir esa «media hora de lectura»? Aunque los niños eran libres para escoger lo que querían leer, no les habíamos dejado la libertad de decidir si querían leer en absoluto o no. Con eso, parece que no habíamos cambiado mucho su actitud hacia la lectura. ¿No deberíamos en su lugar investigar las razones más profundas, por qué ellos perciben la lectura como un trajín, en vez de alegrarse de ella? ¿Y no estaba yo mismo todavía cautivo en la rutina de que «todos tienen que hacer lo mismo al mismo tiempo», en vez de ayudarles a descubrir su propio nivel y sus propios intereses? (Eso no es tan fácil. Tuve que descubrir, muy desilusionado, que varios niños no parecían estar interesados en nada.)

¿Y soy quizás aun para mis propios hijos todavía demasiado de un «profesor», y no lo suficiente de un padre? ¿Por qué, aun después de seis años de educar en casa, me parece todavía mucho más fácil dar una «lección» formal, en vez de poner en práctica los aspectos informales de nuestro método educativo?

Y así llegué a la conclusión:
Yo también soy una persona dañada por la escuela.
Yo también me he acostumbrado a «controlar» a los niños y a mí mismo, en vez de animarlos y de hacer descubrimientos y de permitir que ellos hagan sus descubrimientos.
Yo también he crecido con la idea de que aprender y enseñar sean actividades por sí mismas; actividades que se puedan ejercer en un vacío, sin conexión alguna con otras actividades sensatas o productivas, solamente con el objetivo de llenar la mente con determinados «contenidos».
Cuando pienso en hacer algo nuevo, creativo, ináudito, enseguida el «profesor interior» lanza una advertencia: «¡Tú no puedes hacer eso! ¡Tú no has aprendido eso (de manera formal)! ¿Y qué dirá la gente?»
Yo también necesito ser liberado de estas actitudes; y probablemente de otras más, de las que todavía no estoy consciente.

Lo que esto podría significar, lo encontré descrito en un blog de la siguiente manera:

«La desescolarización es una de las experiencias más intensas que uno puede hacer.
Es como una desintoxicación después de haber sido adicto a una droga.
La droga «escuela» actúa al nivel psicológico. Y es una droga aceptada y hasta alabada por la sociedad.
Entonces, no puedes conseguir ningún apoyo de la sociedad para tu propia desintoxicación. Tienes que hacerlo en contra del mundo entero. Y el mundo te dice: ‘La escuela no es ninguna droga. La escuela es buena para ti. Tómala, y serás uno de nosotros.’
(…) Y es más difícil cuánto mayor eres. Si ya has estudiado una carrera y recién te das cuenta de que no eres lo que quisieras ser. Eres un producto de las alabanzas y reprensiones, de los incentivos y castigos de la sociedad. Eres lo que los profesores dijeron que eras, y lo que sus calificaciones expresaban. Eres lo que los profesores buenos te enseñaron, y odias lo que los profesores malos intentaban enseñarte.
En breve, eres todo menos tú mismo…»

Todavía no puedo imaginar lo que tengo por delante. Solamente le pido a Dios que me libere de todo lo aprendido y acostumbrado que impide Sus propósitos en mi vida. Le pido que me cambie de tal manera que los niños (y otras personas) puedan ver en mí Su vida, y no solamente unos moldes escolares. ¿Puedes acompañarme?

Ya pasaron varios años desde que escribí eso. Algunas cosas han cambiado. Pero todavía estoy en el camino…

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Educación en casa: ¿Cómo comenzamos?

Comenzar algo nuevo no es fácil. Sobre todo cuando se trata de algo tan importante como la educación de nuestros hijos – y de algo todavía tan mal comprendido en nuestra sociedad como el educarlos en casa, en familia. Si usted ha hecho esta decisión valiente, le felicito: Usted tiene espíritu pionero. Y a la vez, usted está volviendo al modelo educativo que fue fundamental para los comienzos de toda cultura grande, inclusive la nuestra.

Para el beneficio de las familias que se están encaminando en esta aventura por primera vez, decidí rebuscar mis memorias para recordarme de nuestros propios inicios, muchos años atrás, cuando nuestros hijos eran todavía pequeños. Y estoy intentando poner unas pautas en un orden más o menos sistemático, para que puedan ser de ayuda para otros.

Para iniciarnos bien, pienso que primero tenemos que tener muy claro el por qué queremos educar a nuestros hijos en casa.

En nuestro caso, el primer impulso vino por la lectura del libro «Mejor tarde que temprano» por Raymond y Dorothy Moore. Este libro no aboga directamente por la educación en casa, pero demuestra a partir de muchas investigaciones que el desarrollo mental, emocional y social de los niños se favorece mucho cuando se espera con mandarlos a la escuela hasta que tengan por lo menos ocho a diez años. (Si usted no cree eso, lea el resumen del libro en el enlace indicado.)
Esta lectura evocó enseguida mis recuerdos del jardín de infancia (que no eran nada buenas). Conversando con mi esposa, concluimos que deseábamos ahorrar a nuestros hijos unos sufrimientos innecesarios, y decidimos no enviarlos al jardín, porque deseábamos que se desarrollaran de una manera sana y natural. Todavía pensábamos que en algún momento posterior íbamos a enviar a nuestros hijos a una escuela, «como todo el mundo», y confiábamos en que el propio desarrollo de los niños nos iba a indicar el momento adecuado. Pero eso ya es otra historia…
Más adelante, se añadió a eso nuestra fe que exige que eduquemos a nuestros hijos de una manera cristiana – y tuvimos que enterarnos de que eso es difícil o casi imposible de conseguir en una escuela, incluso en una escuela que se llama «cristiana».

Otras familias pueden tener razones distintas. El librito «Educación en casa …» menciona una amplia gama de razones posibles. Lo importante es que usted esté consciente de sus propias razones y haga una decisión fundamentada. Un paso importante es entonces:

Formule su propia filosofía educativa.

Es recomendable hacerlo por escrito. Este documento servirá de fundamento para su proyecto educativo familiar. En momentos de duda, de inseguridades o dificultades, usted puede volver a su filosofía educativa y decir: «Es por eso que nos hemos decidido por este camino. Eso es lo que queremos alcanzar y realizar. Sigamos haciéndolo.» También si tiene que enfrentarse a críticas (que seguramente vendrán) de parte de familiares, amigos, vecinos o profesores, el documento le ayudará a recordar sus razones.
Una tal filosofía educativa incluirá puntos como los siguientes:

¿Por qué queremos educar a nuestros hijos en casa? ¿Cuáles son nuestras razones?

¿Qué expectativas tenemos acerca de este modelo educativo? ¿Qué queremos lograr con ello?

¿Cómo percibimos nuestro propio rol como padres? ¿Cuál es nuestra propia «misión»?

¿Qué métodos vamos a aplicar? ¿Cuál de las distintas formas de educación nos parece la más adecuada para lograr nuestros objetivos?

Todos estos aspectos los tenemos que decidir según nuestra propia situación, preferencias individuales, etc. No podemos copiar la filosofía educativa de otra familia, porque cada familia es única. Es una de las grandes ventajas de la educación en casa, que no nos impone un único modelo uniformado, sino que tenemos la libertad de escoger un estilo de educación adecuado para nuestras propias necesidades individuales.

Sin embargo, deseo mencionar algunos puntos donde opino que debemos ser cautelosos y evaluar también nuestros propios motivos:

En cuanto a los motivos y expectativas, me parece importante que pongamos primero el amor a los niños y el bien de ellos. Que los niños se desarrollen de una manera sana; que crezcan en un ambiente de amor, comprensión y estabilidad emocional; que no sean sometidos a presiones indebidas; que tengan la oportunidad de desarrollar sus talentos; que puedan hacer experiencias prácticas que no tienen lugar en la escuela; que tengan mejores valores; todos estos me parecen motivos buenos y sanos.

Menos sano me parece el siguiente motivo, como me escribió alguien:
«… el propósito de esta modalidad es obtener mejores resultados que la educación escolarizada.»
Por un lado, es cierto que la educación en casa produce generalmente mejores resultados académicos. (Vea por ejemplo «Educación en casa: De lo extremo a lo corriente».) Pero si hacemos de eso el objetivo de nuestra educación, estamos poniendo el carro delante del caballo. Aun peor es cuando creemos que estamos en una competencia por «ser los mejores», y que tenemos que ganar una «carrera» contra otros modelos educativos. (Vea «¿Educación para la competitividad?») Con una tal actitud estaríamos instrumentalizando a los niños para lograr nuestras propias ambiciones, y con eso es casi seguro que les haremos daño. Una buena educación consiste en equipar a los niños para sus propios proyectos de vida, no querer realizar nuestro proyecto de vida por medio de ellos.
– También pienso que tenemos que deshacernos de la tendencia dañina de ligar nuestra propia autoestima a los logros de nuestros hijos. En el mundo escolar, eso asume formas muy feas en la manera como profesores y escuelas compiten entre sí, usando toda clase de presiones y manipulaciones para que «sus» alumnos rindan mejor, porque implícitamente se asume que entonces «yo soy mejor profesor». Sin su consentimiento, los alumnos se ven así obligados a ser los soldados en una guerra entre profesores y entre escuelas. Si como padres tenemos esta misma actitud, entonces traeremos toda esta competencia malsana a nuestros propios hogares, y eso no contribuye a un desarrollo sano de los niños. Pongamos primero el amor y el bien de los niños; y los logros académicos vendrán por sí solos.

En cuanto a los métodos, y nuestro rol como padres, también existe una amplia gama de modelos posibles. Algunas familias optan por una «escuela en casa» donde los padres asumen el rol de profesores, y trabajan con un currículo predefinido, con libros escolares, y «dictando clases», como las escuelas tradicionales. (Personalmente no recomiendo eso.) Otras elaboran su propio plan de enseñanza, realizan más proyectos prácticos, toman en cuenta los intereses y deseos individuales de los niños, y hasta producen sus propios materiales de enseñanza. Otras optan por una «desescolarización» completa, donde todo el aprendizaje sucede en el contexto de las actividades de la vida diaria, del trabajo práctico, y de «aventuras» como viajes, desafíos deportivos, etc. Y hay muchas formas intermedias entre las mencionadas.
Muchas familias educadoras comienzan con un modelo más formal, más organizado y tradicional; y a medida que adquieren experiencia, se mueven hacia un modelo más libre, flexible, y más adecuado a las características de los niños.

Nuestra filosofía educativa no tiene por qué mantenerse igual a través del tiempo. Ganamos nuevas experiencias; aprendemos cosas nuevas; quizás cambiamos nuestra opinión en algún punto. Entonces puede ser necesario revisar nuestra filosofía educativa de vez en cuando y hacer los cambios apropiados.

Ordene su vida diaria.

Este es un paso importante al lanzarnos a la práctica. Aunque no queremos someternos a la rigidez del mundo escolar, es una gran ayuda tener cierto orden en cuanto a nuestras actividades, responsabilidades y horarios. En nuestro caso, siempre hemos tenido un «plan» acerca de los siguientes puntos:

Responsabilidades en cuanto a los trabajos de la casa. Definimos por ejemplo quién barre el piso, quién lava los platos, quién alimenta las gallinas, quién bota la basura, etc. Estas responsabilidades se mantienen fijas por un tiempo prolongado (por ejemplo dos semanas), después pueden cambiar.

Horarios para ciertos «puntos claves» en el transcurso del día. Como mínimo, siempre hemos tenido una hora definida para levantarnos, y para las comidas en familia. Durante la mayor parte del tiempo hemos definido también horas para el tiempo devocional familiar, para horas de estudio, y a veces también para actividades deportivas (por ejemplo ir a correr los martes y viernes antes del desayuno) y otras. Por supuesto que el horario de trabajo de los padres influencia mucho en el horario familiar. Estar organizados en este aspecto, nos ayudará mucho a equilibrar nuestra vida entre familia y trabajo. A veces somos nosotros los padres quienes tenemos que disciplinarnos, dando igual prioridad al horario familiar como al horario de trabajo.
Según la situación de la familia, puede ser necesario también limitar ciertas actividades de los niños. Por ejemplo, en nuestra familia a menudo era necesario establecer ciertas horas exclusivas en las que se permite mirar televisión o usar la computadora.
Los horarios no son para esclavizarnos, pero para estructurar nuestra vida de una manera que es buena para todos. Puesto que somos nosotros mismos quienes establecemos el horario, nosotros también podemos cambiarlo cuando resulta inconveniente. Cuanto mayores son los niños, más tomaremos en cuenta sus opiniones al establecer el horario.

Un espacio para cada cosa. Especialmente los niños menores se sienten más seguros cuando saben dónde se hace esto o aquello: dónde pueden jugar, dónde pueden leer, dónde pueden escuchar música, dónde pueden hacer trabajos manuales, etc. Por ejemplo, nuestros hijos sabían que podían jugar en su habitación y en la sala común, pero que no se les permitía invadir el dormitorio de papá y mamá con sus juguetes, ni tampoco la cocina. – Es lógico que cada cosa se guarda en el lugar donde se utiliza: los juguetes en el espacio de juego; los libros en el lugar donde se lee; etc.
Por el otro lado, tampoco hay que ser demasiado rígido. Por ejemplo, yo no insistiría en que los niños tengan que leer en una mesa. Si un niño se siente más cómodo leyendo sobre su cama, ¿por qué no permitírselo?

Consiga unos materiales.

Mientras los niños son pequeños, eso no es una gran preocupación, porque los niños generalmente tienen mucha imaginación y no necesitan materiales sofisticados para inventar actividades interesantes. En particular, los niños preescolares no tienen ninguna necesidad de materiales para «aprender los números» o para «aprender a leer»; eso corresponde a una etapa de desarrollo posterior. Cuando el interés por las letras o los números despierte, los niños ya los encontrarán por sí mismos: en los rótulos de los envases de alimentos; en los libros y periódicos de papá y mamá; en los letreros en la calle; en las placas de los automóviles; etc. En ese momento habrá todavía suficiente tiempo para preocuparse por materiales adicionales con letras o números. Mucho más que eso, los niños necesitan oportunidades para actividades manuales, experiencias prácticas, e impresiones sensoriales. Estos son los medios principales por los que se desarrolla la inteligencia del niño.

Mientras nuestros hijos eran pequeños, simplemente los involucramos en nuestra vida diaria, les hablamos de lo que hacíamos y respondimos a sus preguntas; les enseñábamos a amarrar los zapatos, a doblar y guardar la ropa, a barrer el piso, a regar las flores, a alimentar las gallinas y cuyes, a comprar pan en la tienda, etc. Ibamos con ellos al parque, al mercado, a la heladería, al zapatero, donde los abuelos, al campo, al río, y a otros lugares. Les contábamos cuentos y les leíamos de libros ilustrados, mostrando los dibujos. A menudo no había necesidad de darles ideas porque ellos estaban llenos de ideas propias. Por ejemplo, un día metieron una mezcla de barro con piedritas en latas vacías (como moldes), lo hicieron secar en el sol y dijeron que esos eran sus «panetones». O hicieron «teatro» con sus muñecos y peluches. Según nuestras experiencias, los niños preescolares no necesitan más que eso. ¡Sobre todo necesitan nuestra presencia como padres!

Entonces, ¿qué materiales pueden ayudar a los niños preescolares a desarrollar su creatividad e inteligencia? – He aquí unas ideas:

Unos sencillos juegos de construcción, por ejemplo un juego de bloques de madera. También existen juegos de piezas de plástico que encajan unas con otras, que son aptos para niños pequeños.

Material para trabajos manuales: Papel, cartulina, pintura, crayolas, tijeras, goma, retazos de tela, restos de lana, alambres, plastilina, arcilla, etc. – Muchos trabajos manuales se pueden hacer con material reciclado como rollos de papel higiénico, cajas de fósforos o de pasta dental, palitos de helados, etc.

Colecciones de diversos objetos para contar, clasificar, comparar, etc: Pepas y semillas de diversas frutas y verduras; alimentos con diversos sabores y olores; frascos y latas con diferentes tamaños, formas y volúmenes; piedras de distintos colores y formas; etc. – Los niños ya comenzarán a hacer sus propias colecciones de objetos que les gustan.

Ropas viejas, mantas, pañuelos, etc. para disfrazarse. – Eso se vuelve más interesante si conseguimos unas prendas particularmente «curiosas», tales como: Un sombrero de copa (se puede fabricar de una lata vacía); una corbata de colores vivos; un armazón de lentes (sin los cristales); una corona de princesa; una barba que se puede amarrar o pegar en la cara; un bastón; una peluca de cabello largo; una peluca de payaso; etc.

Unas muñecas; y con unas cajas de cartón se puede fabricar una sencilla casa de muñecas.

Una cocina de juguete, mientras los niños todavía no tienen edad suficiente para poder ayudar en la cocina verdadera.

Unos instrumentos musicales sencillos: maracas (o una lata cerrada con piedritas dentro); tambor o bombo; xilófono; flauta dulce; un teclado sencillo; etc.

Una caja de arena limpia, para jugar con arena y agua. De preferencia en el patio; si es dentro de la casa no habrá la misma libertad para jugar.

Unos libros que los papás pueden leer a los niños: Biblia ilustrada; cuentos para niños; libros sobre animales, plantas, etc.

Una mesita y sillas adecuadas para el tamaño de los niños. Tal vez no está por demás mencionarlo. Nos ahorramos problemas y evitamos accidentes, si compramos unas sillas del tamaño que permite a los niños parar los pies en el piso mientras están sentados, y una mesa de altura correspondiente.

Adicionalmente puede ser de ayuda, buscar unos libros con ideas divertidas para trabajos manuales. Y como padres, ¡ejerzamos nuestra propia creatividad!

Prepárese para documentar las actividades y progresos de sus hijos.

Una tal documentación cumple varios propósitos:
Para usted mismo, es un recuerdo de sus hijos y un registro de sus progresos.
Para sus hijos, también puede ser interesante más adelante mirar atrás y recordarse de lo que han aprendido, o de lo que hacían «cuando eran pequeños».
En el caso de que sus hijos no están matriculados en una escuela a distancia, ni siendo evaluados y certificados en alguna otra escuela, esta documentación puede también servir como prueba de la educación de sus hijos ante las autoridades, y en el caso de que posteriormente deseen insertarse al sistema escolar.

Entonces, anote las actividades significativas de sus hijos: qué trabajos manuales hicieron; qué descubrimientos hicieron jugando o experimentando; qué nuevas destrezas adquirieron; qué otras experiencias hicieron (p.ej. visitas, viajes, etc.). Recuerde: «Educativo» no es solamente lo que se hace sentado a la mesa en una «hora de estudio». Puede ser igual de educativo (o aun más) ir al campo y observar unas vacas pasteando, o aprender a usar el subibaja, o descubrir cómo construir túneles en la arena. Podemos anotar tales experiencias bajo los rubros «Geografía», «Zoología», «Educación física», «Mecánica», «Experimentos científicos», y otros más.

Saque fotos de momentos importantes. Aunque no hemos sido muy sistemáticos en nuestra documentación durante los primeros años, todavía atesoramos las fotos de nuestro hijo logrando por primera vez manejar una bicicleta, de nuestro otro hijo preparando su primera torta, y de un «zoológico» de animales que los niños fabricaron de palitos de madera. También hicimos grabaciones de sus primeras lecturas, y de sus progresos al tocar el piano. Además de sustentar la documentación de sus progresos, estas fotos y grabaciones forman una parte importante de nuestra historia familiar.

Archive los trabajos de sus hijos. Sus propias obras de arte, trabajos manuales, y más adelante trabajos escritos y digitales, testifican de sus habilidades, progresos y aprendizajes.

Decida cuan detallada será su documentación. ¿Quiere anotar minuciosamente las actividades de cada día, o solamente hacer un resumen al fin de cada mes? ¿Va a guardar cada trabajo de sus hijos, o solamente un «portafolio» de los más importantes y mejores? – Sea cual sea la forma por la cual usted decida, de alguna manera tenemos que preservar los recuerdos de la trayectoría de nuestros hijos.

Comience sin temor.

¡Con seguridad usted va a cometer muchos errores en la educación de sus hijos! – No se atemorice por ello. Los educadores «profesionales» también se equivocan. Pero a diferencia de ellos, usted conoce a sus hijos desde su nacimiento. Usted conoce el carácter y el temperamento de cada uno, y está en las mejores condiciones para comprender sus necesidades. Y, supongo, usted los ama con el amor de un padre, de una madre. Por eso, ¡usted es el(la) mejor experto(a) en la educación de sus hijos!

Si comete errores, serán oportunidades para aprender algo nuevo. Como padres, tenemos que estar dispuestos a seguir aprendiendo constantemente. Pero no nos dejemos desanimar por esta necesidad de aprender. Sigamos adelante. Los niños normalmente no son tan exigentes que quisieran tener unos padres perfectos. Solamente desean pasar tiempo con los padres que tienen. Démosles este tiempo.

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