«La ciencia» tiene que servir muchos propósitos en nuestros tiempos. Anteriormente, «ciencia» significaba la búsqueda de la verdad. En el caso de divergencias, ésas se resolvían mediante discusiones abiertas e imparciales, a base de observaciones y experimentos.
Hoy en día ya no existe la discusión abierta; y ya no se da mucha importancia a los criterios objetivos (observaciones y experimentos). En su lugar, «la ciencia» tiene que servir los intereses políticos y comerciales. Las personas que definen esos intereses, ya definieron también de antemano lo que debe decir «la ciencia»; y cualquier científico que llega a conclusiones opuestas, debe ser censurado.
«Ciencia» al servicio de fines políticos
Eso se puede observar con la mayor claridad en torno a cierta intervención médica que los gobiernos de este mundo quieren forzar sobre toda la población, diciendo que sólo así serían protegidos contra cierta enfermedad. Ya que éste es el interés, se sumprime toda evidencia científica de que esa intervención podría ser menos eficaz de lo que sus proponentes dicen; que podría ser más peligrosa de lo que dicen; o que podrían existir alternativas. Así la ciencia deja de preocuparse por la verdad. «La ciencia» es ahora un instrumento de dominio en las manos de los poderosos de este mundo.
Hace poco, el Colegio Médico del Perú inició un proceso disciplinario contra un médico. ¿Cuál fue su crimen? – Había dicho públicamente que las intervenciones mencionadas habían causado ya más de 50’000 muertes.
Algunos países donde hay todavía un poco más de transparencia que en el Perú, tienen sistemas informáticos donde se pueden reportar los efectos adversos de tratamientos médicos. (En realidad, en el Perú también existe un sistema similar; pero los políticos y los médicos no quieren que nadie se entere de ello, mucho menos que uno lo use.) Tan solamente en los países de la UE, hasta el 20 de noviembre de este año se habían reportado 31’014 muertes en relación con dicha intervención. El sistema de los EEUU registra 19’532 muertes hasta el 26 de noviembre (de los cuales 8986 sucedieron dentro de los EEUU). Eso ya da un total de más de 50’000, solamente en esta selección relativamente pequeña de los países del mundo.
(Para detalles acerca de la interpretación de los datos registrados, vea la nota al final.)*
Entonces, la declaración del médico era completamente científica, basada en datos estadísticos oficiales. Sin embargo, el Colegio Médico la censuró como «desinformación». Bajo el pretexto de defender la ciencia, suprimen la publicación de informaciones científicas políticamente indeseadas.
Si el Colegio Médico cree que los datos presentados por ese médico son falsos, ¿por qué no presentan su propia evidencia? ¿Por qué no se enfrentan a una discusión abierta, imparcial y sin amenazas, para buscar la verdad de una manera realmente científica?
Sólo los dictadores pretenden definir ellos mismos lo que es la verdad científica, suprimiendo la expresión libre. Ellos suelen hacer eso cuando saben que no pueden ganar en un debate abierto y libre con argumentos racionales. Esta actitud autoritaria mata el pensamiento científico, mata la libertad, y a veces incluso mata gente.
¿En el interés de quién?
Debemos preguntarnos en este punto: ¿Los intereses de quiénes representa el Colegio Médico?
Esta pregunta suele estar relacionada con la pregunta: ¿De dónde viene el dinero? «El que paga, decide la música.»
Busqué en la página web del Colegio Médico, pero no encontré ningún dato acerca de su financiamiento. No existe transparencia en este respecto.
Por el otro lado, es un hecho conocido que esta clase de instituciones, en todos los países, reciben sumas grandes de parte de las empresas farmacéuticas. Aquí unas cuantas citas relevantes:
«Las grandes empresas innovadoras financian a los expertos (que ha convertido en «líderes clave de opinión») [8], financian a las instituciones de salud pública (como los CDC y la FDA) y financian a las asociaciones médicas profesionales.«
(Adam C Urato, «Vaccine hesitancy: Don’t blame the public», Indian Journal of Medical Ethics, 9 de agosto de 2021)
«La industria farmacéutica domina la agenda de formación de los médicos, domina la agenda de la investigación y domina la agenda pública en Sanidad. La mayoría de los actos, medios de comunicación especializados, etcétera, están financiados por ellos.»
(Ildefonso Hernández, ex Director General de Salud Pública español; en el documental «¿Sobremedicados?», La Sexta, abril de 2013)«Me decía un dirigente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria que los demás [sociedades médicas] dependen mucho de la industria y ellos ¡sólo en un 80%! ¡Y es una de las más independientes!»
(Dr. Joan Ramón Laporte, Director de la Fundació Institut Catalá de Farmacología y miembro del cuadro de expertos de la OMS; loc.cit.)
«Un nuevo estudio revela que los hospitales no informan a los pacientes cuando los médicos responsables de elegir sus medicamentos han recibido miles de libras de compañías farmacéuticas. (…)
Pero los médicos pueden recibir pagos por una variedad de razones, tales como dar conferencias o asistir a conferencias y eventos de capacitación, que generalmente se reflejan en pagos de hoteles y restaurantes de lujo.
En 2017, la industria farmacéutica informó haber gastado 116 millones de libras [tan sólo en Gran Bretaña] en dicha actividad.»
(Henry Bodkin, «Patients not told about doctors’ big pharma conflicts of interest – new study», Diario «The Telegraph», 26 de marzo de 2018)«En este estudio observacional se analizó la información disponible públicamente sobre las contribuciones a las campañas políticas y los gastos en «lobbying» (tráfico de influencias) en EEUU entre 1999 y 2018, y se encontró que la industria farmacéutica y de productos para la salud gastó US$ 4’700 millones, un promedio de US$ 233 millones al año, en «lobbying» al gobierno federal de EEUU; US$ 414 millones en contribuciones de campaña a candidatos presidenciales y miembros del Congreso (…); y US$ 877 millones en contribuciones a candidatos y comités estatales. Las contribuciones fueron principalmente para los congresistas de alto nivel, involucrados en la redacción de leyes de salud, y para los miembros de los comités estatales que se opusieron o apoyaron referéndums importantes sobre precios y regulación de medicamentos.»
(Olivier J.Wouters, «Lobbying expenditures and campaign contributions by the pharmaceutical and health product industry in the United States, 1999-2018», Revista JAMA-Medicina Interna, 3 de marzo de 2020)
Alguien debería investigar eso a fondo. En el «Caso Odebrecht» se descubrió que muchos políticos y partidos políticos habían sido financiados por Odebrecht, con la intención de que posteriormente iban a dar un trato preferencial a esa empresa. Eso se llama corrupción, y muchos de los implicados están ahora en la cárcel. ¿Cómo debemos llamarlo entonces, si ciertos gremios médicos y autoridades del «sistema de salud» son financiados por grandes empresas farmacéuticas, con miras de que entonces promuevan los productos de éstas, y supriman informaciones que podrían exponerlas?
Pero no podemos esperar que la prensa investigue eso, ya que participan en la misma trama, y por supuesto que no se van a investigar a sí mismos. Necesitamos investigadores independientes, quienes se nieguen a recibir dinero que los puede corromper; y esa clase de personas es difícil de encontrar en un país como el Perú. Es por eso que estamos nuevamente al punto de perder la independencia, y de ser colonizados por las empresas internacionales. Es que la independencia requiere la integridad de decir No a las influencias indebidas.
Enseñemos a nuestros niños a resistirse contra la corrupción, y a no recibir regalos que vienen con un anzuelo.
Prohibido que haya cura
A este mismo capítulo pertenece la guerra sucia que se está librando contra ciertos medicamentos que ya han salvado las vidas de miles de personas. Esos medicamentos tienen las siguientes características en común:
- Ya están en uso desde hace décadas; o sea son medicamentos con una larga historia de éxito en el tratamiento de otras enfermedades; y también son conocidas sus posibles reacciones adversas (si es que existen).
- Ya no están protegidos por patentes, de manera que pueden producirse de manera libre y económica en cualquier país del mundo.
- Por tanto, son fácilmente accesibles para la población del mundo entero.
- Y por la misma razón, no proveen ganancias a las grandes empresas farmacéuticas.
¡Eso último es obviamente una gran razón para hacerles la guerra! No se puede permitir que todo el mundo se cure a bajo costo, sin beneficio alguno para los monopolistas.
Y además, no les conviene que exista una cura; porque así su intervención forzada pierde credibilidad. Tienen que mantener a todo costo la creencia de que esa intervención sería la única solución, y que no existiría otra.
– Existe una medicación particular que cumple con las mismas características, pero que no pueden desacreditar de la misma manera como las otras, porque nadie les creería. Me refiero al oxígeno medicinal. En este caso, obviamente, no se atreven a decir que el oxígeno sea ineficaz o que sea dañino. Pero me llama la atención la frecuencia con la que se escucha que en algún lugar una planta de oxígeno dejó de funcionar – mayormente dicen que por fallas técnicas -, o que otra no puede ni siquiera comenzar a funcionar por trabas burocráticas. Al parecer, existen diversas maneras de combatir los tratamientos accesibles y eficaces …
Y en su lugar, se promueven otras intervenciones y tratamientos con características como las siguientes:
- Son nuevos y experimentales, de manera que no existen datos confiables acerca de su eficacia, y acerca de sus posibles riesgos y efectos adversos.
- Son producidos exclusivamente por la empresa que tiene la patente.
- Por tanto, en la mayor parte del mundo tienen que importarse desde el extranjero y cuestan caro.
- Y por tanto, proveen millonarias ganancias a las grandes empresas.
Ahí tenemos una explicación lógica de por qué ciertos tratamientos e intervenciones se propagan con tanta vehemencia, mientras que otros son satanizados. Volvamos a razonar y a analizar, no sigamos ciegamente a lo que dicen los medios de comunicación.
* Nota acerca de los efectos adversos:
Los partidistas de los gigantes farmacéuticos suelen negar esos datos, diciendo que no se ha comprobado una relación causal entre la intervención médica y las muertes registradas. Pero si los preguntamos qué datos tienen ellos para demostrar que no existe tal relación, no pueden mostrar nada. Es que el asunto ni siquiera se investiga; los gobiernos del mundo no están interesados en saber la respuesta.
Sólo unos cuantos investigadores más independientes se ocuparon de este asunto. Por ejemplo el Dr.Peter Schirmacher, director del Instituto Patológico de la Universidad de Heidelberg (Alemania), investigó las historias clínicas e hizo autopsias a más de 40 personas fallecidas después de la intervención. Como resultado, él estima que en el 30 a 40% de los casos, la intervención médica fue la causa directa de la muerte.
Otra investigación sistemática, hecha en EEUU, concluyó que hasta el 86% de las muertes reportadas deben haber sido causadas por la intervención médica.
Pero adicionalmente hay que tomar en cuenta que solamente una muy pequeña fracción de los sucesos adversos siquiera se reporta. Respecto al sistema estadounidense, ya en 2009 una investigación concluyó que menos que el 1% de los efectos adversos se reportan. O sea, las cifras verdaderas serían ¡más que 100 veces las reportadas! Otras investigaciones cuentan con un factor menor, pero todavía en el rango de 30 a 40 veces.
Entonces, aun tomando los valores mínimos de los que se proponen (sólo el 30% de las muertes causadas por la intervención, y el número de casos 30 veces lo reportado), aun así, habrían muerto por causa de la intervención médica por lo menos 9 veces el número de personas que aparecen en los registros.