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Gremios médicos: Combatiendo la ciencia en nombre de la ciencia

«La ciencia» tiene que servir muchos propósitos en nuestros tiempos. Anteriormente, «ciencia» significaba la búsqueda de la verdad. En el caso de divergencias, ésas se resolvían mediante discusiones abiertas e imparciales, a base de observaciones y experimentos.

Hoy en día ya no existe la discusión abierta; y ya no se da mucha importancia a los criterios objetivos (observaciones y experimentos). En su lugar, «la ciencia» tiene que servir los intereses políticos y comerciales. Las personas que definen esos intereses, ya definieron también de antemano lo que debe decir «la ciencia»; y cualquier científico que llega a conclusiones opuestas, debe ser censurado.

«Ciencia» al servicio de fines políticos

Eso se puede observar con la mayor claridad en torno a cierta intervención médica que los gobiernos de este mundo quieren forzar sobre toda la población, diciendo que sólo así serían protegidos contra cierta enfermedad. Ya que éste es el interés, se sumprime toda evidencia científica de que esa intervención podría ser menos eficaz de lo que sus proponentes dicen; que podría ser más peligrosa de lo que dicen; o que podrían existir alternativas. Así la ciencia deja de preocuparse por la verdad. «La ciencia» es ahora un instrumento de dominio en las manos de los poderosos de este mundo.

Hace poco, el Colegio Médico del Perú inició un proceso disciplinario contra un médico. ¿Cuál fue su crimen? – Había dicho públicamente que las intervenciones mencionadas habían causado ya más de 50’000 muertes.
Algunos países donde hay todavía un poco más de transparencia que en el Perú, tienen sistemas informáticos donde se pueden reportar los efectos adversos de tratamientos médicos. (En realidad, en el Perú también existe un sistema similar; pero los políticos y los médicos no quieren que nadie se entere de ello, mucho menos que uno lo use.) Tan solamente en los países de la UE, hasta el 20 de noviembre de este año se habían reportado 31’014 muertes en relación con dicha intervención. El sistema de los EEUU registra 19’532 muertes hasta el 26 de noviembre (de los cuales 8986 sucedieron dentro de los EEUU). Eso ya da un total de más de 50’000, solamente en esta selección relativamente pequeña de los países del mundo.
(Para detalles acerca de la interpretación de los datos registrados, vea la nota al final.)*

Entonces, la declaración del médico era completamente científica, basada en datos estadísticos oficiales. Sin embargo, el Colegio Médico la censuró como «desinformación». Bajo el pretexto de defender la ciencia, suprimen la publicación de informaciones científicas políticamente indeseadas.

Si el Colegio Médico cree que los datos presentados por ese médico son falsos, ¿por qué no presentan su propia evidencia? ¿Por qué no se enfrentan a una discusión abierta, imparcial y sin amenazas, para buscar la verdad de una manera realmente científica?
Sólo los dictadores pretenden definir ellos mismos lo que es la verdad científica, suprimiendo la expresión libre. Ellos suelen hacer eso cuando saben que no pueden ganar en un debate abierto y libre con argumentos racionales. Esta actitud autoritaria mata el pensamiento científico, mata la libertad, y a veces incluso mata gente.

¿En el interés de quién?

Debemos preguntarnos en este punto: ¿Los intereses de quiénes representa el Colegio Médico?
Esta pregunta suele estar relacionada con la pregunta: ¿De dónde viene el dinero? «El que paga, decide la música.»

Busqué en la página web del Colegio Médico, pero no encontré ningún dato acerca de su financiamiento. No existe transparencia en este respecto.
Por el otro lado, es un hecho conocido que esta clase de instituciones, en todos los países, reciben sumas grandes de parte de las empresas farmacéuticas. Aquí unas cuantas citas relevantes:

«Las grandes empresas innovadoras financian a los expertos (que ha convertido en «líderes clave de opinión») [8], financian a las instituciones de salud pública (como los CDC y la FDA) y financian a las asociaciones médicas profesionales.«
(Adam C Urato, «Vaccine hesitancy: Don’t blame the public», Indian Journal of Medical Ethics, 9 de agosto de 2021)

«La industria farmacéutica domina la agenda de formación de los médicos, domina la agenda de la investigación y domina la agenda pública en Sanidad. La mayoría de los actos, medios de comunicación especializados, etcétera, están financiados por ellos.»
(Ildefonso Hernández, ex Director General de Salud Pública español; en el documental «¿Sobremedicados?», La Sexta, abril de 2013)

«Me decía un dirigente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria que los demás [sociedades médicas] dependen mucho de la industria y ellos ¡sólo en un 80%! ¡Y es una de las más independientes!»
(Dr. Joan Ramón Laporte, Director de la Fundació Institut Catalá de Farmacología y miembro del cuadro de expertos de la OMS; loc.cit.)

«Un nuevo estudio revela que los hospitales no informan a los pacientes cuando los médicos responsables de elegir sus medicamentos han recibido miles de libras de compañías farmacéuticas. (…)
Pero los médicos pueden recibir pagos por una variedad de razones, tales como dar conferencias o asistir a conferencias y eventos de capacitación, que generalmente se reflejan en pagos de hoteles y restaurantes de lujo.
En 2017,
la industria farmacéutica informó haber gastado 116 millones de libras [tan sólo en Gran Bretaña] en dicha actividad.»
(Henry Bodkin, «Patients not told about doctors’ big pharma conflicts of interest – new study», Diario «The Telegraph», 26 de marzo de 2018)

«En este estudio observacional se analizó la información disponible públicamente sobre las contribuciones a las campañas políticas y los gastos en «lobbying» (tráfico de influencias) en EEUU entre 1999 y 2018, y se encontró que la industria farmacéutica y de productos para la salud gastó US$ 4’700 millones, un promedio de US$ 233 millones al año, en «lobbying» al gobierno federal de EEUU; US$ 414 millones en contribuciones de campaña a candidatos presidenciales y miembros del Congreso (…); y US$ 877 millones en contribuciones a candidatos y comités estatales. Las contribuciones fueron principalmente para los congresistas de alto nivel, involucrados en la redacción de leyes de salud, y para los miembros de los comités estatales que se opusieron o apoyaron referéndums importantes sobre precios y regulación de medicamentos.»
(Olivier J.Wouters, «Lobbying expenditures and campaign contributions by the pharmaceutical and health product industry in the United States, 1999-2018», Revista JAMA-Medicina Interna, 3 de marzo de 2020)

Alguien debería investigar eso a fondo. En el «Caso Odebrecht» se descubrió que muchos políticos y partidos políticos habían sido financiados por Odebrecht, con la intención de que posteriormente iban a dar un trato preferencial a esa empresa. Eso se llama corrupción, y muchos de los implicados están ahora en la cárcel. ¿Cómo debemos llamarlo entonces, si ciertos gremios médicos y autoridades del «sistema de salud» son financiados por grandes empresas farmacéuticas, con miras de que entonces promuevan los productos de éstas, y supriman informaciones que podrían exponerlas?

Pero no podemos esperar que la prensa investigue eso, ya que participan en la misma trama, y por supuesto que no se van a investigar a sí mismos. Necesitamos investigadores independientes, quienes se nieguen a recibir dinero que los puede corromper; y esa clase de personas es difícil de encontrar en un país como el Perú. Es por eso que estamos nuevamente al punto de perder la independencia, y de ser colonizados por las empresas internacionales. Es que la independencia requiere la integridad de decir No a las influencias indebidas.

Enseñemos a nuestros niños a resistirse contra la corrupción, y a no recibir regalos que vienen con un anzuelo.

Prohibido que haya cura

A este mismo capítulo pertenece la guerra sucia que se está librando contra ciertos medicamentos que ya han salvado las vidas de miles de personas. Esos medicamentos tienen las siguientes características en común:

  • Ya están en uso desde hace décadas; o sea son medicamentos con una larga historia de éxito en el tratamiento de otras enfermedades; y también son conocidas sus posibles reacciones adversas (si es que existen).
  • Ya no están protegidos por patentes, de manera que pueden producirse de manera libre y económica en cualquier país del mundo.
  • Por tanto, son fácilmente accesibles para la población del mundo entero.
  • Y por la misma razón, no proveen ganancias a las grandes empresas farmacéuticas.

¡Eso último es obviamente una gran razón para hacerles la guerra! No se puede permitir que todo el mundo se cure a bajo costo, sin beneficio alguno para los monopolistas.
Y además, no les conviene que exista una cura; porque así su intervención forzada pierde credibilidad. Tienen que mantener a todo costo la creencia de que esa intervención sería la única solución, y que no existiría otra.

– Existe una medicación particular que cumple con las mismas características, pero que no pueden desacreditar de la misma manera como las otras, porque nadie les creería. Me refiero al oxígeno medicinal. En este caso, obviamente, no se atreven a decir que el oxígeno sea ineficaz o que sea dañino. Pero me llama la atención la frecuencia con la que se escucha que en algún lugar una planta de oxígeno dejó de funcionar – mayormente dicen que por fallas técnicas -, o que otra no puede ni siquiera comenzar a funcionar por trabas burocráticas. Al parecer, existen diversas maneras de combatir los tratamientos accesibles y eficaces …

Y en su lugar, se promueven otras intervenciones y tratamientos con características como las siguientes:

  • Son nuevos y experimentales, de manera que no existen datos confiables acerca de su eficacia, y acerca de sus posibles riesgos y efectos adversos.
  • Son producidos exclusivamente por la empresa que tiene la patente.
  • Por tanto, en la mayor parte del mundo tienen que importarse desde el extranjero y cuestan caro.
  • Y por tanto, proveen millonarias ganancias a las grandes empresas.

Ahí tenemos una explicación lógica de por qué ciertos tratamientos e intervenciones se propagan con tanta vehemencia, mientras que otros son satanizados. Volvamos a razonar y a analizar, no sigamos ciegamente a lo que dicen los medios de comunicación.


* Nota acerca de los efectos adversos:

Los partidistas de los gigantes farmacéuticos suelen negar esos datos, diciendo que no se ha comprobado una relación causal entre la intervención médica y las muertes registradas. Pero si los preguntamos qué datos tienen ellos para demostrar que no existe tal relación, no pueden mostrar nada. Es que el asunto ni siquiera se investiga; los gobiernos del mundo no están interesados en saber la respuesta.
Sólo unos cuantos investigadores más independientes se ocuparon de este asunto. Por ejemplo el Dr.Peter Schirmacher, director del Instituto Patológico de la Universidad de Heidelberg (Alemania), investigó las historias clínicas e hizo autopsias a más de 40 personas fallecidas después de la intervención. Como resultado, él estima que en el 30 a 40% de los casos, la intervención médica fue la causa directa de la muerte.
Otra investigación sistemática, hecha en EEUU, concluyó que hasta el 86% de las muertes reportadas deben haber sido causadas por la intervención médica.

Pero adicionalmente hay que tomar en cuenta que solamente una muy pequeña fracción de los sucesos adversos siquiera se reporta. Respecto al sistema estadounidense, ya en 2009 una investigación concluyó que menos que el 1% de los efectos adversos se reportan. O sea, las cifras verdaderas serían ¡más que 100 veces las reportadas! Otras investigaciones cuentan con un factor menor, pero todavía en el rango de 30 a 40 veces.
Entonces, aun tomando los valores mínimos de los que se proponen (sólo el 30% de las muertes causadas por la intervención, y el número de casos 30 veces lo reportado), aun así, habrían muerto por causa de la intervención médica por lo menos 9 veces el número de personas que aparecen en los registros.

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Se busca: Ladrón optimista

Hace poco, al ordenar papeles viejos, me topé con una infografía titulada «Perfil del profesional competitivo» (Diario «La República», Lima, 4 de diciembre de 2014). Aunque tiene más de cinco años de antigüedad, supongo que diversos aspectos de aquella infografía siguen vigentes. Se trata, aparentemente, de los resultados de encuestas entre empresas, acerca de las cualidades que ellas más valoran en sus empleados profesionales.

Algunos puntos dan lugar a esperanza. Por ejemplo, en el aspecto académico, las empresas (según la infografía) valoran «Especialización y actualización» por encima de «Doctorado, maestría o diplomado». Así que, quizás, un genio comercial como Bill Gates o Soichiro Honda, quienes abandonaron sus estudios por fundar sus empresas, podría tener alguna oportunidad de éxito aun en la sociedad peruana.

Por el otro lado, en ningún lugar de la infografía aparece la capacidad para el estudio independiente y la investigación como una cualidad deseable. Aparentemente, a las empresas peruanas tampoco les interesa si sus profesionales han demostrado sus capacidades de alguna manera práctica. Por ejemplo, si alguna vez han fundado una empresa propia o una asociación para el bien común, si han hecho algún invento, escrito algún libro, o si alguna vez han destacado por alguna acción original o novedosa a favor del desarrollo económico o social. Estas son capacidades altamente valoradas en países que lideran el avance tecnológico y científico. Recordemos que la infografía se refiere específicamente a profesionales, no a simples obreros. Pero las empresas peruanas, según parece, siguen teniendo su horizonte limitado a los papeles y diplomas que certifican que un candidato ha pasado una detereminada cantidad de horas de su vida sentado en las aulas de alguna institución académica. Si en todas esas horas desarrollaron también alguna capacidad de utilidad práctica o no – eso parece interesarlos menos.

En una lista de «cualidades», por lo menos aparece «Innovación y creatividad«; pero en el último lugar de la lista, apenas visible.

Y ahora la cosa se vuelve realmente preocupante: En una lista de «valores» deseables, en el primer lugar figura «Optimismo» (33%). «Honestidad» ocupa el último lugar (6%). En la mayoría de las concepciones éticas y morales (quizás con excepción del pragmatismo), «optimismo» ni siquiera es un «valor». Se caracterizaría más acertadamente como una «disposición psicológica», o un aspecto del temperamento personal, pero no un «valor». Un «valor» es una calidad ética; pero el optimismo es una calidad psicológica. – Sin embargo, las empresas peruanas lo califican como el «valor» más deseable. Preferirán a un ladrón, un estafador, un mentiroso, en vez de un colaborador honesto – con tal que sea optimista.

¿Por qué la honestidad tiene tan poca demanda? – ¿Será porque muchos empresarios y empleadores tampoco son honestos? Si un empresario corrupto contrata a un profesional honesto, corre el peligro de que ese profesional honesto lo descubra y lo denuncie. Entonces preferirá contratar a profesionales deshonestos.

Pero eso tiene consecuencias desastrosas para la sociedad y la economía. Donde no hay honestidad, se destruye la confianza. Efectivamente, unas investigaciones señalaron que el Perú es uno de los países donde la gente menos confía unos en otros.
Pero la confianza es uno de los ingredientes más importantes de una buena economía. Donde no hay confianza, se rompen los contratos, causando perjuicios a una de las partes o a ambas. Donde no hay confianza, se invierten millones en trabajos que no son productivos, o que incluso reducen la productividad de los demás: Mecanismos de vigilancia y control; burocracia estatal; corrupción y otras actividades delictivas. El Perú es también uno de los países que más trabas impone contra la creación de una empresa propia. Una economía de desconfianza no puede ser exitosa.

Todo eso está estrechamente relacionado con la educación y el sistema escolar. Una gran parte del sistema escolar se basa en la «pedagogía de la socialización». Ésa dice que es tarea de la escuela, formar la clase de personas que la sociedad exige. O sea, formar a personas adaptadas a la sociedad; personas que «siguen la corriente». Y aquellos alumnos que no se conforman, tienen que ser corregidos, reeducados, «nivelados», humillados … hasta que ellos se conforman también.
Ahora, si el miembro mejor adaptado a la sociedad es el ladrón optimista, ¿será entonces la meta educativa del sistema escolar, formar ladrones optimistas? – De hecho, la muy propagada «educación para la competitividad» apunta exactamente a éso. Se premia al que vence a sus competidores, sin importar si sus métodos son honestos o no.

Ahora podríamos hacer la pregunta acerca de la gallina y el huevo: ¿Cuál fue primero? ¿Fue primero un sistema escolar que incentiva la corrupción y la deshonestidad, y entonces los egresados formaron empresas según ese mismo molde? ¿O fueron primero las empresas deshonestas, y entonces el sistema escolar se adaptó para formar a la clase de gente que esas empresas requieren?

Pero más útil será preguntar cómo podemos romper ese círculo vicioso. Empecemos con lo más cercano: nuestros propios hijos. Eduque a sus hijos en la honestidad, dando usted mismo(a) el ejemplo. Y sáquelos de un sistema escolar deshonesto y corrupto. Existen alternativas; este blog presenta varias de ellas. Si tiene preguntas o consultas prácticas, envíelas mediante el formulario de comentarios.

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Educación para la irresponsabilidad

En el artículo anterior mencioné que el maltrato produce irresponsabilidad. Pero el maltrato no es el único factor en esta forma de educar, que produce una entera sociedad irresponsable. Mencionaré tres otros ingredientes que observo con frecuencia en la educación peruana, tanto en el sistema escolar como en las familias:

Imprevisibilidad y arbitrariedad

Muchas familias no mantienen ningún orden previsible en sus actividades, en sus reglas de conducta, y en las responsabilidades de cada miembro de la familia. Aunque los padres esperan de sus hijos que les ayuden en los quehaceres de la casa, pero no les asignan ninguna responsabilidad definida. En cambio, pueden llamarlos en cualquier momento del día, de manera completamente imprevisible: «¡Ven a pelar las papas!» – «¡Anda a comprarme unos clavos, los necesito ahora!» – «¡Ven a barrer el piso!»

De manera similar, en muchos hogares no existe orden en el horario diario. No existe hora para levantarse; los niños tienen que levantarse cuando su mamá los hace despertar. Un día, eso puede ser a las cinco y media de la mañana; otro día a las cuarto para las ocho, cinco minutos antes de que tengan que irse a la escuela. – Cuando regresan de la escuela, los niños no pueden saber si habrá almuerzo en la casa: quizás hay un almuerzo listo; quizás tienen que esperar una hora hasta que esté listo; quizás no hay nadie en casa, y los niños tienen que prepararse algo ellos mismos, o tienen que ir al restaurante.

El problema no está en que los niños tengan que ayudar en la casa. El problema consiste en que no se les da ninguna oportunidad de comprometerse con un deber regular, constante, y de cumplirlo con responsabilidad. ¿Para qué sentirme responsable, si lo que hoy fue mi deber, mañana ya no lo es? ¿Para qué disciplinarme para levantarme a la hora, si «la hora» no existe, y nunca puedo saber a qué hora me harán levantar el día siguiente?

Aun en las escuelas, a menudo reina la misma clase de arbitrariedad. Exámenes anunciados se suspenden de un día al otro, o los temas se cambian arbitrariamente. Entonces, ¿para qué prepararse? – Profesores asignan trabajos individuales o grupales, y en medio del trabajo cambian arbitrariamente las condiciones; y después de la entrega, los califican según criterios otra vez distintos de los anunciados. Entonces, ¿para qué esforzarse?
Todas estas prácticas destruyen la motivación de los alumnos, y les enseñan que es mejor ser irresponsable, en vez de ser diligente y cumplido.

El micromanejo

Este punto está de cierta manera relacionado con el anterior. Algunos padres quieren «manejar» y controlar cada detalle en la vida de sus hijos: cómo deben vestirse, qué jugetes deben tener, con quiénes jugar, con qué colores pintar, cuál comida debe gustarles y cuál no, etc. No me refiero con eso al tener ciertas reglas fijas en la casa. Me refiero a que en cualquier momento, los padres dicen arbitrariamente cosas como: «Anda a tu cuarto y juega con tu hermano.» – «Ponte la camisa amarilla.» – «No uses este color al pintar.» – «Deja de jugar con esa muñeca.» – Etc.
O sea, los padres se creen los encargados de prescribir a sus hijos minuciosamente, en cada momento, lo que deben hacer o no deben hacer. Con eso impiden que los niños aprendan a hacer decisiones, a manejar ellos mismos su vida, a asumir compromisos y cumplirlos.

¡Y cuánto más la escuela! Tantos profesores creen que se va a «perder la disciplina» si no mantienen un control estricto y minucioso sobre la manera cómo se sientan los alumnos, los colores que usan al escribir en sus cuadernos, en cuál cuadrícula colocar el título y cómo subrayarlo, etc. etc. No extraña que esos alumnos, tan pronto como escapan de ese ambiente de micromanejo, exhiban un comportamiento de lo más indisciplinado. Observe a unos grupos de alumnos en la calle, inmediatamente después de la salida de su escuela, y sabrá a qué me refiero.

Exigencias irrazonables

Los niños escolares son sometidos a unas exigencias completamente inapropiadas a su edad y su nivel de comprensión. Es irrazonable, exponer a niños de primaria a textos escolares escritos en un lenguaje tan técnico y abstracto que no lo pueden entender. Es irrazonable, exigir que los niños de nueve años aprendan a resolver ecuaciones. Es irrazonable, exigir que un niño después de siete horas en la escuela pase todavía otras cinco horas haciendo tareas en casa. (No es una exageración. He conocido a niños de diez años, que regularmente fueron obligados a quedarse hasta la medianoche haciendo tareas.)

En este respecto, veo en las publicaciones del ministerio de educación, que por lo menos unas cuantas personas se han dado cuenta del problema, y están intentando contrarrestarlo. Dicen por ejemplo, que en los jardines de infancia no se deben trabajar la lectura y escritura formal, ni operaciones matemáticas. Y que el juego y el movimiento al aire libre son importantes para el desarrollo del niño. Pero la alianza de padres y profesores demasiado ambiciosos, y funcionarios locales ignorantes de una buena educación, impiden que se cumplan estas buenas intenciones.

La Biblia dice: «Padres, no provoquen a sus hijos, para que no se desanimen.» (Colosenses 3:21) Las exigencias irrazonables son provocaciones que conducen al desánimo. Nadie se va a esforzar seriamente por una meta que desde el principio es inalcanzable.

Salidas ilícitas

¿Qué hacen los profesores, cuando sus alumnos no pueden cumplir con esas exigencias irrazonables? – Les proveen una salida para cumplir «según la apariencia», aunque no en realidad. Los alumnos pueden llorar y pedir clemencia, y entonces el profesor «les hace un favor» y les aumenta su nota. O pueden sobornar al profesor, y de esta manera «comprarse» una nota mejor. O pueden copiar los resultados de los muy pocos alumnos que sí son capaces de cumplir con las exigencias. O si es un trabajo en casa, pueden buscar las respuestas en internet.
Conocí a una alumna que tenía muchas dificultades en matemática. Cada día, su profesora le daba la misma tarea: Copiar a su libro de trabajo las soluciones desde la clave de respuestas. Así, la niña tenía todo resuelto «según la apariencia» – pero por supuesto que no aprendió nada de matemática.

Lo mismo sucede en la sociedad «en lo grande». Cuando las exigencias son imposibles de cumplir, es necesario proveer alguna otra salida. ¿Qué haría una universidad, si ninguno de sus estudiantes logra aprobar los exámenes? ¿Qué haría una ciudad sin empresas, porque nadie puede cumplir los requisitos de los trámites para la constitución de una empresa? ¿o sin choferes, ya que nadie logra aprobar el examen de manejo? En estas situaciones, la sociedad no podría sobrevivir sin esas salidas ilícitas que permiten cumplir «según la apariencia»: el tráfico de influencias, los sobornos, los engaños y las falsificaciones; o para quienes no tienen esas posibilidades, la informalidad y la clandestinidad.

Esta es la mezcla tóxica que engendra la irresponsabilidad y la corrupción: las exigencias irrazonables, y la oferta de salidas ilícitas. Es una plaga que afecta a la sociedad entera. Pero todo comienza en el sistema escolar, donde se acostumbra a los niños desde una edad temprana a que la sociedad «funciona» así.

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El síndrome de Estocolmo y la educación peruana

Hace poco, la siguiente noticia me llamó la atención:

«Con pancartas en mano y arengas, un grupo de personas se reunió en la puerta del local de la Ugel Sur (autoridad local del sistema escolar peruano), en el distrito de José Luis Bustamante y Rivero en Arequipa, exigiendo “justicia” para el docente Ernesto Murillo Laura. Este último es investigado por la Fiscalía por golpear a sus estudiantes por no hacer la tarea.

Según contaron 18 alumnos de la institución educativa Santa María de la Paz, su profesor de matemática, Murillo Laura, los agredió con un palo, provocando que algunos de ellos terminen llorando o quejándose por el dolor.
De acuerdo a las investigaciones de la Fiscalía Provincial Civil y Familia de Paucarpata, los alumnos presentaban hematomas en los brazos y piernas, así como en la cabeza. Los exámenes médicos determinaron que un grupo de los estudiantes requeriría hasta tres días para sanar.

Enterados de las denuncias, la mañana de este viernes, un grupo integrado por padres de familia y exalumnos del colegio Santa María de la Paz, realizaron una manifestación exigiendo que el docente Ernesto Murillo sea repuesto en su trabajo. Esto debido a que las autoridades de la Gerencia Regional de Educación de Arequipa lo suspendieron hasta que culminen las investigaciones.

Una de las madres asistente defendió al profesor asegurando que ella inclusive autorizaba al docente para corregir a su hijo si no cumplía sus tareas o llegaba tarde a clases. «Si lo tiene que rajar, rájelo”, le había dicho la mujer a Ernesto Murillo.

En tanto, un grupo de exalumnos de la promoción 2017 de la I.E. Santa María de la Paz mostró su respaldo al docente asegurando que siempre les prestó apoyo cuando lo necesitaron y que incluso es un profesor ejemplo. Uno de los jóvenes, le dirigió unas palabras al maestro agradeciendo las reprimendas.»

(Diario «La República», Lima, 17 de mayo de 2019)

Maltrato inexcusable

Ahora, éste es un caso claro de maltrato; incluso bordea a tortura. Aun los más ardientes defensores de castigar físicamente a los niños, ¡no podrán sostener que eso implique infligirles «hematomas que demoran tres días en sanar»! Y si uno quisiera argumentar con la Biblia (como es apropiado en un blog sobre educación cristiana), es cierto que hay algunos pasajes que se podrían interpretar en el sentido de un castigo físico (¡aunque no hasta el punto del maltrato!). Pero ésos se refieren exclusivamente al trato de los padres con sus hijos; no dan derecho a nadie a castigar a los hijos de otra gente. Y se refieren únicamente a lo que la Biblia llama «necedad»; o sea la obstinación deliberada, cuando alguien permanece en una actitud claramente pecaminosa, negándose a escuchar y a cambiar. Además, en el entorno hebreo, la responsabilidad disciplinaria de los padres por sus hijos terminaba cuando éste celebraba su «Bar Mitzwa», o sea, a los trece años de edad.

Nada de eso se puede aplicar a la situación referida. No se trataba de una situación entre padres e hijos. Y no se trataba de una actitud obstinada de parte de los alumnos. A lo máximo se trataba de simples negligencias, tales como olvidar sus tareas. Y según los testimonios que escucho de los alumnos del sistema escolar, sé que muy a menudo son castigados por cosas que ni siquiera son culpa de ellos: por no entender un tema (y en consecuencia no poder hacer su tarea); por tener una nota baja en un examen (a pesar de sus mejores esfuerzos); o incluso por asistir a la escuela sin uniforme (aunque la ley dice que a nadie se le puede obligar a usar el uniforme escolar). Nada de eso es una «maldad» por parte del alumno, y por tanto no merece ningún castigo. Pero en el sistema peruano está todavía demasiado arraigada la idea de que toda dificultad académica sea la culpa del alumno; se le grita «¡¿Por qué no estudias?!»; y padres y profesores no se detienen para considerar que quizás le están imponiendo unas exigencias completamente irrazonables. Este sistema castiga al pez porque no logra trepar un árbol, y al mono porque no logra nadar.

Además, la noticia se refiere a alumnos de secundaria, o sea adolescentes, ya no niños. Todo buen pedagogo sabe que con alumnos de esa edad, un buen educador fundamenta sus decisiones, llega a conclusiones dialogando, y no aplica medidas de fuerza bruta. Lo cual es confirmado también por la sabiduría del pueblo hebreo con su institución de «Bar Mitzwa».

Lo que causa el síndrome de Estocolmo en las víctimas

¿Por qué entonces unos exalumnos y padres se ponen a defender a la persona que cometió tales maltratos, y que ahora tiene que sufrir las consecuencias justas de sus actos? ¿Significa eso que el maltrato no era tan malo; que no hizo daño a las personas afectadas? – Al contrario. El daño fue aun más grande de lo que ellos se imaginan. El maltrato no solamente dañó su cuerpo; además indujo en ellos un trastorno psicológico poco frecuente, que es conocido bajo el nombre de «Síndrome de Estocolmo».

Este síndrome fue investigado por primera vez en 1973, en la ciudad sueca de Estocolmo. Los asaltantes de un banco habían mantenido como rehenes a cuatro personas durante seis días, y los amenazaban de muerte. Cuando llegó la policía para liberarlos, los rehenes se pusieron del lado de los asaltantes, y los defendieron contra la policía. También en el juicio contra los asaltantes, los rehenes testificaron a favor de ellos.

Se llegaron a conocer otros casos, donde las víctimas de extrema violencia tomaron partido a favor de los agresores. El síndrome de Estocolmo se ha observado, entre otros, en víctimas de secuestros, prisioneros de guerra, miembros de sectas, y frecuentemente en víctimas de violencia doméstica.
Psicológicamente, se explica como un mecanismo de negación o de disociación cognitiva, para poder soportar una situación extremamente dolorosa que la víctima no puede controlar ni evitar. Trágicamente, este síndrome persiste aun después de que la situación de violencia ya pasó. Así lo demuestra el caso de los rehenes de Estocolmo, y también el caso de los exalumnos mencionados en la noticia arriba. Aun años después de los maltratos, los afectados por el síndrome de Estocolmo salen en defensa del agresor que los victimizó.

El fin no justifica los medios

Quizás alguien me dirá que no se puede comparar un profesor con un asaltante. «El profesor hace un bien a sus alumnos, porque les imparte educación.» – Pero el asaltante que toma rehenes, también les hace bien: por ejemplo, los alimenta, y les provee un lugar donde dormir. ¿Acaso justifica eso el mal que les hace? Igualmente tenemos que preguntar: ¿El «bien» de impartir educación, acaso justifica torturar a los alumnos? ¿Acaso no existen otras maneras de educar?

No conozco al profesor mencionado en la noticia, así que no puedo opinar acerca de su motivación. Pueden existir unos profesores tan mal orientados que sinceramente creen que al maltratar a sus alumnos les hacen un bien. Pero aun si eso fuera el caso: ¿acaso los golpes duelen menos cuando son «bien intencionados», o cuando proceden de ignorancia pedagógica? Y si los alumnos necesitan una corrección cuando no tienen sus tareas hechas, ¿acaso no necesita también un tal profesor una corrección, cuando maltrata a sus alumnos?

Y existen también profesores cuya motivación es menos buena. Algunos «imparten educación», no porque fueran personas buenas; lo hacen simplemente porque tienen que hacer algo para ganarse la vida. Otros lo hacen porque disfrutan de ejercer control sobre otros y dominar sobre ellos.

Y no hay que subestimar las rivalidades que existen entre profesores, y entre escuelas – a menudo incentivadas por un sistema de calificaciones que es tan injusto con los profesores, como lo es con los alumnos. De diversas maneras, profesores y escuelas son premiados cuando sus alumnos muestran un «rendimiento» alto, y son castigados cuando el «rendimiento» es bajo. Eso hace que muchos profesores se preocupen más por su propia reputación y la de su escuela, en vez del bienestar de sus alumnos. Los alumnos se convierten en esclavos que tienen que trabajar para que el profesor avance en su carrera.
Otra consecuencia triste es que muy pocos profesores se disponen voluntariamente a trabajar con alumnos que tienen dificultades de aprendizaje, porque el sistema no los premia por este esfuerzo. Así que justo aquellos alumnos que necesitarían el mayor apoyo, son aun más marginados y maltratados.

¿Hay que ser agradecido por el maltrato?

Un día mi esposa me preguntó: «¿Qué podemos responder a las personas que dicen que son agradecidas por el maltrato que sufrieron en su niñez, porque dicen que gracias a eso han tenido éxito en la vida, han llegado a ser profesionales, etc?» Parece que esos casos son bastante frecuente. Me contó también de otro caso, de una persona que había estudiado tres carreras, pero no concluyó ninguna y sigue hasta hoy sin profesión, y que dijo: «Si mis padres hubieran sido más duros conmigo, yo hubiera terminado mi carrera, y tendría una mejor vida ahora.»

Yo preguntaría a una persona así: «Qué piensas, ¿qué dice eso acerca de tu propio carácter?» – A la edad de abandonar una carrera, uno ya es adulto(a). Tiene una edad donde se espera que una persona sea capaz de gestionar su propia vida, y de responsabilizarse de sus propias decisiones y actos. Si alguien manifiesta que a esa edad necesita todavía un papá, una mamá, o un profesor corriendo tras ella con un palo para que cumpla sus deberes, esa persona testifica que tiene un carácter irresponsable, y que deliberadamente ha escogido seguir siendo irresponsable. Porque las personas responsables asumen ellas mismas la responsabilidad por sus decisiones; no buscan culpar a sus padres o a otras personas.

El maltrato no produce un carácter responsable. En algunos produce un carácter muy sumiso, dependiente, e inmaduro. En otros produce un carácter rebelde y vengativo. Pero no puede producir responsabilidad; porque el maltrato aniquila la voluntad propia, y sofoca la capacidad de hacer decisiones y de responsabilizarse de ellas.
Sin duda, ésa es una de las razones por qué el Perú tiene una cantidad tan grande de profesionales irresponsables. Ingenieros cuyas construcciones se derrumban; médicos que matan a sus pacientes; fiscales y jueces corruptos; profesores que no entienden los temas que deben enseñar … la lista es interminable. Muchos de esos profesionales no escogieron su profesión por voluntad propia: Fueron obligados a ella con golpes, y siguen ejerciéndola solamente porque en su subconsciente siguen sintiendo el palo de sus padres o de sus profesores a sus espaldas. Otros escogieron una carrera, no porque les interesara o les gustase, sino solamente como un medio fácil de ganar plata – y esa motivación también, a menudo es inducida por las presiones de padres o profesores. No sorprende que existan tantos profesionales sin verdadera vocación.

Y ahora, como demuestra la noticia citada al inicio, la gente irresponsable, producto de un sistema de maltrato, sale a las calles para exigir que se cometa otra irresponsabillidad: que un maltratador sea librado de las consecuencias justas de sus actos. Así es como una educación torcida prepara el camino para todo lo que viene después: la irresponsabilidad en el ejercicio de la profesión; las maniobras de encubrimiento para que los errores y defectos no salgan a la luz; el tráfico de influencias para que los menos aptos ocupen los puestos más importantes; la corrupción en el gobierno y el blindaje a los mafiosos. Todo eso está relacionado con esa mentalidad torcida que elogia a los agresores y culpa a las víctimas.

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