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Gremios médicos: Combatiendo la ciencia en nombre de la ciencia

«La ciencia» tiene que servir muchos propósitos en nuestros tiempos. Anteriormente, «ciencia» significaba la búsqueda de la verdad. En el caso de divergencias, ésas se resolvían mediante discusiones abiertas e imparciales, a base de observaciones y experimentos.

Hoy en día ya no existe la discusión abierta; y ya no se da mucha importancia a los criterios objetivos (observaciones y experimentos). En su lugar, «la ciencia» tiene que servir los intereses políticos y comerciales. Las personas que definen esos intereses, ya definieron también de antemano lo que debe decir «la ciencia»; y cualquier científico que llega a conclusiones opuestas, debe ser censurado.

«Ciencia» al servicio de fines políticos

Eso se puede observar con la mayor claridad en torno a cierta intervención médica que los gobiernos de este mundo quieren forzar sobre toda la población, diciendo que sólo así serían protegidos contra cierta enfermedad. Ya que éste es el interés, se sumprime toda evidencia científica de que esa intervención podría ser menos eficaz de lo que sus proponentes dicen; que podría ser más peligrosa de lo que dicen; o que podrían existir alternativas. Así la ciencia deja de preocuparse por la verdad. «La ciencia» es ahora un instrumento de dominio en las manos de los poderosos de este mundo.

Hace poco, el Colegio Médico del Perú inició un proceso disciplinario contra un médico. ¿Cuál fue su crimen? – Había dicho públicamente que las intervenciones mencionadas habían causado ya más de 50’000 muertes.
Algunos países donde hay todavía un poco más de transparencia que en el Perú, tienen sistemas informáticos donde se pueden reportar los efectos adversos de tratamientos médicos. (En realidad, en el Perú también existe un sistema similar; pero los políticos y los médicos no quieren que nadie se entere de ello, mucho menos que uno lo use.) Tan solamente en los países de la UE, hasta el 20 de noviembre de este año se habían reportado 31’014 muertes en relación con dicha intervención. El sistema de los EEUU registra 19’532 muertes hasta el 26 de noviembre (de los cuales 8986 sucedieron dentro de los EEUU). Eso ya da un total de más de 50’000, solamente en esta selección relativamente pequeña de los países del mundo.
(Para detalles acerca de la interpretación de los datos registrados, vea la nota al final.)*

Entonces, la declaración del médico era completamente científica, basada en datos estadísticos oficiales. Sin embargo, el Colegio Médico la censuró como «desinformación». Bajo el pretexto de defender la ciencia, suprimen la publicación de informaciones científicas políticamente indeseadas.

Si el Colegio Médico cree que los datos presentados por ese médico son falsos, ¿por qué no presentan su propia evidencia? ¿Por qué no se enfrentan a una discusión abierta, imparcial y sin amenazas, para buscar la verdad de una manera realmente científica?
Sólo los dictadores pretenden definir ellos mismos lo que es la verdad científica, suprimiendo la expresión libre. Ellos suelen hacer eso cuando saben que no pueden ganar en un debate abierto y libre con argumentos racionales. Esta actitud autoritaria mata el pensamiento científico, mata la libertad, y a veces incluso mata gente.

¿En el interés de quién?

Debemos preguntarnos en este punto: ¿Los intereses de quiénes representa el Colegio Médico?
Esta pregunta suele estar relacionada con la pregunta: ¿De dónde viene el dinero? «El que paga, decide la música.»

Busqué en la página web del Colegio Médico, pero no encontré ningún dato acerca de su financiamiento. No existe transparencia en este respecto.
Por el otro lado, es un hecho conocido que esta clase de instituciones, en todos los países, reciben sumas grandes de parte de las empresas farmacéuticas. Aquí unas cuantas citas relevantes:

«Las grandes empresas innovadoras financian a los expertos (que ha convertido en «líderes clave de opinión») [8], financian a las instituciones de salud pública (como los CDC y la FDA) y financian a las asociaciones médicas profesionales.«
(Adam C Urato, «Vaccine hesitancy: Don’t blame the public», Indian Journal of Medical Ethics, 9 de agosto de 2021)

«La industria farmacéutica domina la agenda de formación de los médicos, domina la agenda de la investigación y domina la agenda pública en Sanidad. La mayoría de los actos, medios de comunicación especializados, etcétera, están financiados por ellos.»
(Ildefonso Hernández, ex Director General de Salud Pública español; en el documental «¿Sobremedicados?», La Sexta, abril de 2013)

«Me decía un dirigente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria que los demás [sociedades médicas] dependen mucho de la industria y ellos ¡sólo en un 80%! ¡Y es una de las más independientes!»
(Dr. Joan Ramón Laporte, Director de la Fundació Institut Catalá de Farmacología y miembro del cuadro de expertos de la OMS; loc.cit.)

«Un nuevo estudio revela que los hospitales no informan a los pacientes cuando los médicos responsables de elegir sus medicamentos han recibido miles de libras de compañías farmacéuticas. (…)
Pero los médicos pueden recibir pagos por una variedad de razones, tales como dar conferencias o asistir a conferencias y eventos de capacitación, que generalmente se reflejan en pagos de hoteles y restaurantes de lujo.
En 2017,
la industria farmacéutica informó haber gastado 116 millones de libras [tan sólo en Gran Bretaña] en dicha actividad.»
(Henry Bodkin, «Patients not told about doctors’ big pharma conflicts of interest – new study», Diario «The Telegraph», 26 de marzo de 2018)

«En este estudio observacional se analizó la información disponible públicamente sobre las contribuciones a las campañas políticas y los gastos en «lobbying» (tráfico de influencias) en EEUU entre 1999 y 2018, y se encontró que la industria farmacéutica y de productos para la salud gastó US$ 4’700 millones, un promedio de US$ 233 millones al año, en «lobbying» al gobierno federal de EEUU; US$ 414 millones en contribuciones de campaña a candidatos presidenciales y miembros del Congreso (…); y US$ 877 millones en contribuciones a candidatos y comités estatales. Las contribuciones fueron principalmente para los congresistas de alto nivel, involucrados en la redacción de leyes de salud, y para los miembros de los comités estatales que se opusieron o apoyaron referéndums importantes sobre precios y regulación de medicamentos.»
(Olivier J.Wouters, «Lobbying expenditures and campaign contributions by the pharmaceutical and health product industry in the United States, 1999-2018», Revista JAMA-Medicina Interna, 3 de marzo de 2020)

Alguien debería investigar eso a fondo. En el «Caso Odebrecht» se descubrió que muchos políticos y partidos políticos habían sido financiados por Odebrecht, con la intención de que posteriormente iban a dar un trato preferencial a esa empresa. Eso se llama corrupción, y muchos de los implicados están ahora en la cárcel. ¿Cómo debemos llamarlo entonces, si ciertos gremios médicos y autoridades del «sistema de salud» son financiados por grandes empresas farmacéuticas, con miras de que entonces promuevan los productos de éstas, y supriman informaciones que podrían exponerlas?

Pero no podemos esperar que la prensa investigue eso, ya que participan en la misma trama, y por supuesto que no se van a investigar a sí mismos. Necesitamos investigadores independientes, quienes se nieguen a recibir dinero que los puede corromper; y esa clase de personas es difícil de encontrar en un país como el Perú. Es por eso que estamos nuevamente al punto de perder la independencia, y de ser colonizados por las empresas internacionales. Es que la independencia requiere la integridad de decir No a las influencias indebidas.

Enseñemos a nuestros niños a resistirse contra la corrupción, y a no recibir regalos que vienen con un anzuelo.

Prohibido que haya cura

A este mismo capítulo pertenece la guerra sucia que se está librando contra ciertos medicamentos que ya han salvado las vidas de miles de personas. Esos medicamentos tienen las siguientes características en común:

  • Ya están en uso desde hace décadas; o sea son medicamentos con una larga historia de éxito en el tratamiento de otras enfermedades; y también son conocidas sus posibles reacciones adversas (si es que existen).
  • Ya no están protegidos por patentes, de manera que pueden producirse de manera libre y económica en cualquier país del mundo.
  • Por tanto, son fácilmente accesibles para la población del mundo entero.
  • Y por la misma razón, no proveen ganancias a las grandes empresas farmacéuticas.

¡Eso último es obviamente una gran razón para hacerles la guerra! No se puede permitir que todo el mundo se cure a bajo costo, sin beneficio alguno para los monopolistas.
Y además, no les conviene que exista una cura; porque así su intervención forzada pierde credibilidad. Tienen que mantener a todo costo la creencia de que esa intervención sería la única solución, y que no existiría otra.

– Existe una medicación particular que cumple con las mismas características, pero que no pueden desacreditar de la misma manera como las otras, porque nadie les creería. Me refiero al oxígeno medicinal. En este caso, obviamente, no se atreven a decir que el oxígeno sea ineficaz o que sea dañino. Pero me llama la atención la frecuencia con la que se escucha que en algún lugar una planta de oxígeno dejó de funcionar – mayormente dicen que por fallas técnicas -, o que otra no puede ni siquiera comenzar a funcionar por trabas burocráticas. Al parecer, existen diversas maneras de combatir los tratamientos accesibles y eficaces …

Y en su lugar, se promueven otras intervenciones y tratamientos con características como las siguientes:

  • Son nuevos y experimentales, de manera que no existen datos confiables acerca de su eficacia, y acerca de sus posibles riesgos y efectos adversos.
  • Son producidos exclusivamente por la empresa que tiene la patente.
  • Por tanto, en la mayor parte del mundo tienen que importarse desde el extranjero y cuestan caro.
  • Y por tanto, proveen millonarias ganancias a las grandes empresas.

Ahí tenemos una explicación lógica de por qué ciertos tratamientos e intervenciones se propagan con tanta vehemencia, mientras que otros son satanizados. Volvamos a razonar y a analizar, no sigamos ciegamente a lo que dicen los medios de comunicación.


* Nota acerca de los efectos adversos:

Los partidistas de los gigantes farmacéuticos suelen negar esos datos, diciendo que no se ha comprobado una relación causal entre la intervención médica y las muertes registradas. Pero si los preguntamos qué datos tienen ellos para demostrar que no existe tal relación, no pueden mostrar nada. Es que el asunto ni siquiera se investiga; los gobiernos del mundo no están interesados en saber la respuesta.
Sólo unos cuantos investigadores más independientes se ocuparon de este asunto. Por ejemplo el Dr.Peter Schirmacher, director del Instituto Patológico de la Universidad de Heidelberg (Alemania), investigó las historias clínicas e hizo autopsias a más de 40 personas fallecidas después de la intervención. Como resultado, él estima que en el 30 a 40% de los casos, la intervención médica fue la causa directa de la muerte.
Otra investigación sistemática, hecha en EEUU, concluyó que hasta el 86% de las muertes reportadas deben haber sido causadas por la intervención médica.

Pero adicionalmente hay que tomar en cuenta que solamente una muy pequeña fracción de los sucesos adversos siquiera se reporta. Respecto al sistema estadounidense, ya en 2009 una investigación concluyó que menos que el 1% de los efectos adversos se reportan. O sea, las cifras verdaderas serían ¡más que 100 veces las reportadas! Otras investigaciones cuentan con un factor menor, pero todavía en el rango de 30 a 40 veces.
Entonces, aun tomando los valores mínimos de los que se proponen (sólo el 30% de las muertes causadas por la intervención, y el número de casos 30 veces lo reportado), aun así, habrían muerto por causa de la intervención médica por lo menos 9 veces el número de personas que aparecen en los registros.

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Cómo detectar si te están lavando el cerebro

Hace poco leí el testimonio de alguien que había viajado a Corea del Norte. Entre otras cosas, relató lo siguiente:
«Los oficiales de inmigración están muy diligentemente tipeando en sus computadoras. Pero las computadoras están inoperativas; no hay electricidad.
En las calles de Pyongyang (la capital), uno puede ver policías que están dirigiendo el tránsito. Pero no hay tránsito; no hay carros circulando en las calles.»

Parece de verdad un mundo irreal. Solamente después de un lavado de cerebro, una población entera se somete a tales prácticas irrazonables. – Pero ¿cuán diferentes somos nosotros?
Escuché de una universidad peruana – una bastante prestigiosa – que está incluyendo en sus currículos de pregrado unos cursos tan avanzados que los mismos profesores no son capaces de comprenderlos, ni mucho menos enseñarlos. Los estudiantes no tienen ningún beneficio de esos cursos. Entonces, ¿para qué están en el currículo? – Es solamente para dar la apariencia de que la universidad tiene un «alto nivel académico». Así se espera conseguir alguna acreditación internacional. ¿Acaso es eso menos «irreal» que las actuaciones de los oficiales norcoreanos?

Y eso ya empieza con los niños pequeños. En la actual «educación» a distancia – no es verdadera educación, eso ya es otra actuación irreal -, en la actual escolarización a distancia, bajo el lema engañoso de «Aprendo en casa», los profesores dan a los niños unas tareas tan difíciles que los niños no pueden entenderlas; y en cantidades tan excesivas que los niños no tienen tiempo ni fuerzas para resolverlas, ni siquiera trasnochándose. Es solamente para dar la apariencia de que los profesores estén «avanzando». Pero los niños no están en las condiciones de resolver sus tareas; entonces sus padres tienen que hacerlas, para dar la apariencia de que los niños han aprendido algo.
Y para añadir otra contradiccón: Las disposiciones del gobierno (por lo menos aquí en el Perú) dicen exactamente lo contrario. Dicen que las tareas deben adaptarse a la capacidad y el nivel de comprensión de los niños. Pero las escuelas y los profesores no permiten que se haga así. Exigen tareas excesivas, y hechas a la perfección – hechas por los padres, por supuesto.
Es difícil imaginarse una «educación» más irreal que eso.

¿Y qué decimos de la actual mania de ponerse mascarillas? Se han hecho comparaciones entre el tamaño de un virus, y el tamaño de las pequeñas aperturas en las mascarillas comunes que la gente suele usar. La conclusión fue, que el querer defenderse contra un virus con una mascarilla común, es como usar una malla de pescar en lugar de mosquitero. Pregunte a la gente que se infectó. La mayoría dirán que estaban usando mascarilla – pero igual se infectaron. ¿Por qué entonces la insistencia en esa actuación irreal, hasta el punto de imponer multas a quienes no cumplen?

Cada vez que vemos a la gente aceptar tales «irrealidades» como si fueran la realidad, tenemos que concluir que sufrieron un lavado de cerebro.

Antiguamente, los «lavados de cerebro» se hacían con métodos brutales: campamentos de concentración y de reeducación; exposición forzada a la propaganda las 24 horas al día; golpes y torturas. Eso todavía existe – y todo señala a que eso se volverá a introducir, aun en los países que hasta ahora disfrutaron de relativa libertad.
Pero por mientras, se han inventado métodos mucho más sutiles de lavar los cerebros de la entera población simultáneamente.

Después de la caída de la Unión Soviética, un ruso visitó los Estados Unidos. Le preguntaron: «¿Qué cosas le impresionan en el Occidente?» – El ruso respondió: «La propaganda política. En la Unión Soviética, la propaganda estatal era tan torpe y obvia, que la gente ya no la tomaba en serio. Pero vuestros gobiernos difunden su propaganda de una manera tan sutil que la gente ni siquiera se da cuenta de que es propaganda.»

La propaganda se da la apariencia de ser información. Pero es información seleccionada y editada de manera calculada, para inducir en nosotros ciertos cambios en nuestra percepción, en nuestra manera de pensar y de actuar. Y ahora ya no son solamente las instancias del gobierno que emiten su propaganda. Se han unido los medios de comunicación, y las grandes empresas internacionales que manejan la mayor parte de la internet, para inundarnos constantemente con propaganda.

He aquí unas señales para reconocer la propaganda:

Se mezcla información con opinión.

Antiguamente, el ideal periodístico era la objetividad. Cuando se reportaban hechos y sucesos, los periodistas se esforzaban por representarlos de manera imparcial. Si el periodista deseaba adicionalmente comunicar su propia opinión, lo hacía en un comentario aparte o en una columna de opinión. De esta manera se distinguía claramente entre información y opinión.
Pero durante las últimas décadas nos hemos acostumbrado a que nos sirvan cada información junta con su valoración oficial. En las secciones de noticias, ciertas personas y acciones reciben calificativos como «famoso», «reconocido», «respetado», «heroico», etc. Mientras que otros son tildados de «cuestionable», «controvertido», «irresponsable», «temerario», etc. Ahora los medios de comunicación nos dictan cómo debemos pensar, y cómo debemos sentirnos, respecto a las personas y sus actos. Ya no se nos permite evaluar los hechos por nosotros mismos.
Cuando leas tales noticias, reflexiona: «¿Cómo quieren que yo me sienta acerca de eso? ¿De verdad quiero sentirme así? ¿Existen puntos de vista alternativos para calificar este hecho?»

Todos los medios de comunicación dicen lo mismo.

Antiguamente, existía libertad de la prensa y de la opinión. Cada medio de comunicación podía representar los hechos desde su propia perspectiva. Existían medios «derechistas» e «izquierdistas»; medios que defendían la libertad, y otros que defendían el autoritarismo; medios favorables al cristianismo, y otros que se le oponían; medios dedicados a la política, otros dedicados a la cultura y el arte; etc. Cierto, se ejercía cierta «censura» dentro de cada medio, rechazando ciertas opiniones que se alejaban demasiado de la línea de la redacción. Pero si un periodista no estaba conforme con eso, podía irse a otro medio que tenía una línea distinta. O podía fundar su propio medio.
Ahora, en cambio, ya no se puede distinguir entre un diario y otro, entre un canal de televisión y otro. Todos tratan los mismos temas, desde la misma perspectiva y con la misma opinión. Y todos omiten los mismos temas. (¿Cuándo fue la última vez que Ud. vio o leyó una noticia acerca de la persecución de los cristianos en China? ¿O acerca del juicio contra Julian Assange? ¿O acerca de la corrupción entre los periodistas?)
Ya no existe ninguna discusión abierta entre opiniones divergentes. Aun las «redes (a)sociales» en internet restringen más y más los contenidos que contradicen el narrativo oficial. Con todo eso, es obvio que se está ejerciendo un control y una censura global. La prensa ya no está para informar; está para dirigirnos en la dirección trazada por los poderes en las sombras.
(Nota: En este sitio se encuentran informaciones médicas y estadísticas bien documentadas, que no suelen reportarse en los medios oficiales de comuncación.)

Se censuran y se desacreditan fuentes alternativas de información.

Una forma de censura consiste en limitar las fuentes de información a las «oficialmente aprobadas». En los tiempos de la Unión Soviética, eso se lograba de manera cruda: Simplemente se prohibía todo medio de comunicación que no estaba autorizado por el gobierno. Hoy en día se usan métodos más sutiles para asegurar que los periodistas colaboren con el narrativo oficial. Además, las «redes (a)sociales» han asumido prácticamente una función de gobierno sobre las comunicaciones personales. La censura directa en esos medios todavía no es tan fuerte, pero aumenta diariamente. Además, nos dicen que no confiemos en fuentes de información que no sean «oficiales» – o sea, del gobierno o de los medios de comunicación «respetados», lo que significa asociados con el gobierno. Como si los políticos fueran de la clase de personas conocidas por decir siempre la verdad…

Ya que últimamente bastantes personas se volvieron alertas al hecho de que los medios de comunicación no siempre dicen la verdad, se están propagando ahora los «verificadores» o «fact checkers», que supuestamente detectan noticias falsas. Pero esos «verificadores» a menudo son periodistas asociados al conjunto de medios que son los mismos culpables de difundir noticias falsas y propagandísticas. Seguramente ellos no van a destapar las mentiras de su propia tribu. Revisando esas supuestas «verificaciones», encontramos mayormente afirmaciones sin fundamento. Citan una noticia y dicen: «Esta noticia es falsa», pero no hacen referencia a ninguna fuente original que demostraría la falsedad de la noticia. Tengo que creer al verificador, por el mero hecho de que él mismo se atribuyó la función de «verificador».
– O refutan algún punto marginal de una noticia, sin siquiera hacer referencia al punto principal. «Una noticia pretende que 52 alumnos educados en casa, que participaron en una evaluación oficial de matemática, alcanzaron un promedio 17 puntos porcentuales por encima de los alumnos de las escuelas estatales. Esta noticia es falsa. La evaluación fue en aritmética, no en matemática.» – Este es un ejemplo ficticio, pero ilustra los métodos que se usan para desacreditar noticias políticamente incómodas.
Tenemos que verificar críticamente a los verificadores.

Mensajes sumamente emocionales.

Las emociones fuertes anulan la capacidad de analizar racionalmente. Por eso, la propaganda se esfuerza por incitar emociones:
– El pánico ante un peligro (sea real o imaginario). Se muestran las imágenes más horrorosas; se inflan desproporcionadamente unos casos anecdóticos de personas que sucumbieron a algún riesgo; se insinúa que todos vamos a morir (o sufrir un grave daño) si no nos sometemos bajo las órdenes que recibimos, no importa cuan irrazonables sean.
– El odio hacia un grupo que se percibe como enemigo. Una vez que se ha decidido desacreditar a cierto grupo de personas, los medios culpan a esas personas de todo mal. Se esfuerzan por encontrar casos de tales personas que cometieron crímenes, causaron la propagación de enfermedades, participaron en la corrupción, etc; y entonces dan mucha prominencia a las noticias acerca de esos casos. (Un ejemplo reciente es la manera como los medios de comunicación están pintando las iglesias y las familias como «focos infecciosos» – mientras que, por ejemplo, nadie se tomó la molestia de investigar cuántas personas se infectaron en hospitales.)
– Una adulación religiosa hacia aquellas personas o grupos que son claves en difundir el narrativo oficial y cumplir el plan oficial. Hasta se instituyen ritos de «adoración» hacia tales personas – como en algunos países recientemente el aplauso ritual para los médicos. (Pero obviamente, si un médico se atreve a publicar su experiencia clínica que contradice el narrativo oficial, inmediatamente cae en desgracia y pierde su trabajo. Los sacerdotes de la nueva religión médica no toleran a disidentes en sus filas.)

Un claro ejemplo histórico de estos mecanismos fue la propaganda nazi en la década de los 1930. Primero, los nazis se enfocaron en la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, y evocaron el miedo de que los países europeos estarían planeando una nueva destrucción de Alemania. Después difundieron supuestas evidencias de que los judíos estarían detrás de una tal conspiración internacional contra Alemania; y así incitaron el odio contra los judíos. Y se presentaron a sí mismos, el partido nazi, como el «salvador» que iba a liberar a Alemania de esos peligros. Instituyeron rituales de aclamación pública al «Fuhrer». Con todo eso lograron que los alemanes rindiesen voluntariamente todas sus libertades, y que aun el parlamento otorgase poderes dictatoriales al gobierno nazi. No hubo necesidad de ninguna revolución; la propaganda fue suficiente. Pero sabemos también que, apenas que ellos tuvieron el poder, comenzó el terror.

Uso de «palabras cargadas».

La propaganda repite ciertas palabras claves que comunican una obligación de cumplir con ciertas órdenes, o que sirven para desacreditar públicamente a los oponentes. Eso se logra, «cargando» la palabra con significados adicionales, más allá de su significado original.
Una de esas palabras es, por ejemplo, «salud pública». ¿Quién no querrá que el «público» esté sano? Y con eso, el «público» acepta muchos mensajes adicionales: Que la salud no sería un asunto personal, que sería un asunto de la política del estado. Que te pueden culpar por el estado de salud de tu vecino o de tus clientes. Que el estado tendría el derecho de discriminarte y hasta castigarte, en base a tu estado de salud. Que el estado tendría el derecho de imponer ciertos tratamientos médicos como obligatorios, y de prohibir otros. (En una sociedad libre, cada uno es libre de escoger de quién solicitar tratamiento médico; y el paciente y su médico deciden en mutuo acuerdo acerca del tratamiento. Incluso se sugiere que en caso de duda, el paciente busque una segunda opinión de otro médico. Pero en un país que aceptó el narrativo de la «salud pública», el estado decide sobre tu cuerpo.)
Últimamente surgieron algunas nuevas palabras cargadas para reforzar este narrativo, tales como «buena ciudadanía» y «bioseguridad». Dejo al lector la tarea de investigar cuál fue el significado original de esas palabras, y cuáles son las «cargas» que recientemente se han impuesto sobre ellas.

No importan los hechos, el narrativo oficial siempre gana.

Con un poco de retórica, casi cualquier noticia se puede interpretar a favor del narrativo oficial.

Si los niños aprenden algo en la actual educación a distancia, por supuesto que es porque el programa del gobierno funciona. (No puede ser el mérito de los padres que llevaron toda la carga…)
Si los niños no aprenden nada, es porque los padres no colaboraron lo suficiente.

Si el número de nuevos infectados se reduce, es porque las medidas represivas del gobierno tienen éxito; hay que continuar así.
Si el número de nuevos infectados aumenta, es por culpa de quienes desobedecen las medidas del gobierno; entonces hay que imponer aun más represión.

Nadie se detiene para analizar por qué es que el Perú, uno de los primeros países en imponer las más drásticas restricciones y castigos, recientemente saltó al puesto mundial número 1 en muertes, relativo a la población. No se permite que los hechos hablen; así o así se tiene que sostener el narrativo oficial.

Cambios repentinos del narrativo.

Hasta hace poco, los defensores de la escolarización total hablaban mucho de la «socialización.» «Los niños tienen que ir a la escuela para que se socialicen.» – «Los niños educados en familia crecen en una burbuja.»
¿Dónde están ahora todas esas voces? Se quedaron calladas. Al contrario, ahora exigen que los niños sean educados en una especie de burbuja tan extrema como ninguna familia educadora jamás lo propuso: aislados aun de sus amigos, vecinos y familiares más cercanos, sin conocer nada del mundo que los rodea, excepto lo que les llega de manera filtrada a través de un canal de internet o de televisión controlado por el gobierno. Los niños son ahora condenados a crecer en un mundo completamente virtual, irreal, que es cada vez menos coherente con el mundo real.

Hasta hace poco, hubo una gran histeria acerca del uso del plástico. «El plástico destruye el ecosistema»; «el plástico nos está envenenando». Se impusieron prohibiciones y nuevos impuestos sobre las bolsas de plástico.
Ahora, al contrario, la humanidad produce miles de toneladas de basura de mascarillas y guantes desechables, hechos de materiales dañinos para el medio ambiente, y por supuesto con sus bolsas de plástico correspondientes. Y las multitudes que antes vociferaban y entraban en pánico por la contaminación con el plástico, ahora al contrario propagan el uso de esos productos.

Parece que la mayor parte de la humanidad acepta sin cuestionar esos cambios irrazonables en los comunicados oficiales, y en los mensajes que transmiten los medios de comunicación. Mucha gente está ahora dispuesta a aceptar dichos tan irrazonables como este lema de un gobierno regional de Australia: «Staying apart keeps us together» («Distanciarnos nos mantiene juntos»). Eso es otro síntoma de que somos víctimas de una operación de propaganda de la máxima escala.

No aceptemos cualquier información que nos llega por los medios de comunicación, los políticos, o los currículos escolares. Investiguemos por cuenta propia. Apliquemos el principio bíblico: «Examinen todo, retengan lo bueno.» Gente que no razona, que no analiza, quedará reducida a esclavitud.

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Ya no somos libres

En estos días se conmemora la independencia del Perú, y por todas partes se escucha el himno nacional: «Somos libres …» Pocos se dan cuenta de lo absurdo que es cantar este himno en la coyuntura actual. Ya no existe libertad para trabajar; ya no existe libertad para viajar; ya no existe libertad para reunirse. Ni siquiera existe la libertad de celebrar la supuesta «libertad» con los desfiles acostumbrados. Entonces ¿cómo vamos a cantar «Somos libres»? Es completamente incoherente.

– «Estamos en una emergencia», me dirán. Pero como he señalado en un artículo anterior, esa clase de emergencias siempre ha existido, y nunca se usó como pretexto para quitarnos nuestras libertades más fundamentales. Por ejemplo la tuberculosis cobra 1’600’000 (un millón seiscientas) víctimas mortales cada año (confirmadas, no sólo «sospechadas»). Pero siempre se consideraba, de manera razonable, que es responsabilidad de cada uno cómo protegerse contra los riesgos del contagio.

– Otros quizás señalarán que «ya estamos en una reactivación económica», que «ya se puede trabajar y viajar, cumpliendo ciertos protocolos de seguridad». Sí, así dice la propaganda del gobierno y de los diarios y noticieros. Pero muchos podrán testificar de que esa no es la realidad. No es suficiente cumplir con los protocolos: también necesitas un permiso oficial donde el gobierno acredita que estás cumpliendo los protocolos. Si ya es complicado cumplir con los protocolos, conseguir ese papel de la burocracia estatal es todavía mucho más complicado. Así que, aun lo que supuestamente es permitido, en la práctica no lo es.

Otro aspecto es que la libertad nunca les importaba realmente a la mayoría de los peruanos.
La historia de la emancipación del Perú comienza con la rebelión de Túpac Amaru II en la sierra sur. Él se levantó contra los gobiernos coloniales locales; después juntó un ejército y marchó contra Cusco para tomar la ciudad. ¿Qué sucedió? Los cusqueños se levantaron en armas contra Túpac Amaru, defendiendo a los españoles. Túpac Amaru tuvo que huir y esconderse, fue traicionado por uno de sus propios hombres, y cruelmente ejecutado por los españoles. Así acabó el primer intento peruano de conseguir la libertad.
Tuvieron que llegar unos extranjeros, el argentino José de San Martín y el venezolano Simón Bolívar, para luchar exitosamente por la independencia. No conozco a otro país fuera del Perú, que celebra como los héroes de su independencia a dos extranjeros. Y después de lograrlo, ¿qué hicieron los peruanos para expresar su nueva «libertad»? – Eligieron a Bolívar como dictador vitalicio. O sea, se negaron a asumir la responsabilidad por su nación recién liberada, y prefirieron continuar bajo una dictadura «desde afuera».
Así, cada página de la historia peruana testifica de ese extraño rechazo contra la libertad, y del deseo peruano de vivir sin asumir responsabilidad, pero también sin libertad. (Vea también acerca de este tema: «Las ovejas heridas del Perú».)

Hasta hace poco, se podía hacer una comparación con otros países, para darse cuenta de que la actitud peruana hacia la libertad está lejos de lo normal. Se podía señalar, por ejemplo, que en la Constitución estadounidense ni siquiera existe el «estado de emergencia». Eso es porque los fundadores de los EEUU estaban muy conscientes de los peligros: Si al gobierno se le dan facultades extraordinarias, ese gobierno se convertirá en una dictadura. Por más que las medidas parezcan justificadas por una emergencia nacional: Un país que valora su libertad, no concede facultades dictatoriales a su gobierno. – Se podía señalar también que en Suiza, los gobiernos no pueden hacer decisiones de mayor envergadura, sin que sean aprobadas en una votación popular. Y cuando el pueblo ha votado acerca de un proyecto de ley, la ley entra en vigor tal como se votó; no puede posteriormente ser alterada por el parlamento o por el ejecutivo. Este mecanismo opera tanto al nivel nacional como también al nivel regional y municipal.
Estos ejemplos sean suficientes para demostrar que los conceptos peruanos de «libertad», «democracia», y «estado de derecho» son insuficientes y mutilados, en comparación con países que establecieron estos conceptos en su forma original.

Así se podía argumentar hasta hace poco, dije. Pero ahora la situación se ha agravado, porque aun aquellos países que eran protagonistas de la libertad, del derecho y de la democracia, han cedido ante la presión mundial de instituir modelos dictatoriales. Una entera cultura de libertad y responsabilidad, que existía en el mundo occidental durante varios siglos, ha desaparecido. Ya no será posible, conocer ejemplos de esa cultura en vivo y directo. Ahora solamente se la puede encontrar en los libros de historia. Y es probable que pronto se tomarán medidas para borrarla también de allí.

Una de las características más resaltantes de una dictadura, es la censura de las informaciones y opiniones. El gobierno y los medios de comunicación presentan información sesgada, con el propósito de promover un narrativo específico en apoyo a las políticas del gobierno. O sea, lo que pasa por información, es en realidad propaganda. Y se hacen esfuerzos por impedir la publicación y el acceso a informaciones y opiniones divergentes.
De hecho, muchos ya no tienen ni siquiera la libertad de opinar. Diversos funcionarios estatales, médicos, periodistas, y otros personajes de la vida pública fueron despedidos, castigados, o difamados, por divulgar informaciones y opiniones contrarias a las políticas del gobierno.
Un estado libre y de derecho se fundamenta sobre la discusión abierta de todos los puntos de vista. Una sociedad que suprime esa discusión, ya no puede llamarse libre, ni «de derecho», ni democrática.

Ya no son solamente los gobiernos nacionales quienes nos quitan la libertad. Incluso, muchos gobernantes son ellos mismos víctimas de la propaganda. El verdadero «gobierno» incluye ahora a los organismos internacionales, a ONGs y a las poderosas empresas transnacionales, dirigidos por personas que no fueron elegidos por nadie. Así también la idea de la independencia y soberanía nacional se está convirtiendo más y más en una ficción: Los gobiernos nacionales están sujetos a presiones contra las cuales no pueden defenderse.

El Señor Jesús dijo: «Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad les liberará.» (Juan 8:31-32.) Aquí vemos que hay una estrecha conexión entre la libertad y la verdad. Jesús habla en primer lugar de la verdad acerca de Él mismo, y de conocer al Dios verdadero. Pero podemos extender el principio a todo lo que es verdadero: Las personas que conocen la verdad, no se dejan esclavizar tan fácilmente. Y viceversa: Una sociedad libre no impide a sus ciudadanos buscar y conocer la verdad. En particular, no les impide descubrir si su gobierno les está mintiendo. No hay libertad sin la verdad; y no se puede conocer la verdad donde no hay libertad.

Tenemos también la siguiente profecía respecto a la llegada del «hombre del pecado»: «[Llegará …] en todo engaño de la injusticia entre los que serán destruidos, porque no aceptaron el amor de la verdad para que fueran salvos. Y por esto Dios les enviará una energía engañosa para que ellos crean la mentira, para que sean juzgados todos los que no creyeron en la verdad, sino que les gustó la injusticia.» (2 Tesalonicenses 2:10-12.)
O sea, la dictadura mundial de los últimos tiempos será precedida por un tiempo en el cual la gente será engañada por muchas mentiras. ¿Y por qué creen en las mentiras? – Porque no amaron la verdad. Las personas que disfrutan de hablar y practicar mentiras, serán ellas mismas engañadas con mentiras. Eso incluye aun a muchos que se identifican como «cristianos». Un cristiano verdadero, nacido de nuevo, no ama ni practica la mentira. Pero aun dentro de las iglesias hay muchos que no nacieron de nuevo, y que siguen amando la mentira. Su participación en la iglesia no los protegerá contra el engaño. Es necesario nacer de nuevo.

Las mentiras para justificar un gobierno autocrático, también tienen una larga tradición histórica en el Perú. Los Incas se ganaron el corazón de los pueblos, diciéndoles que eran hijos del dios Sol, enviados por él para conquistarlos. De manera muy similar, los españoles justificaron la conquista, diciendo que habían venido por encargo del papa como representante de Dios. Y en tiempos recientes, ¿no han ganado muchos presidentes las elecciones con el cuento de combatir la corrupción, siendo ellos mismos los más implicados en la corrupción?

Con eso hemos vuelto al inicio de nuestras reflexiones. Cantar «Somos libres» cuando ya no lo somos, ¿acaso no sería otra mentira más? ¿No nos acostumbran tales actos a aceptar más y más mentiras, y a dejarnos dominar por cualquier poder mentiroso?

¿Por qué menciono todo eso en un blog sobre educación? – Nuestros hijos están expuestos a toda esa propaganda de los últimos tiempos. Aun si los educamos «fuera del sistema», igual escucharán lo que dicen los medios de comunicación. Y si están en un programa escolar convencional, mucho más serán adoctrinados con propaganda engañosa. Tenemos que enseñarles cómo evaluar las «informaciones» y noticias que reciben; cómo distinguir entre verdad y mentira, entre información y propaganda. Tenemos que enseñarles que la verdad y la integridad valen más que el «estar conformes».
El tiempo de las fiestas patrias es además una oportunidad para enseñar acerca del valor de la independencia y de la libertad. Y para aprender de la historia – aun si nuestros antepasados a menudo hicieron un papel poco favorable, por lo menos aprender de sus fallas, para no repetir sus errores.

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