Educación cristiana alternativa

Just another Homeschool Perú site

Aprendizaje en casa en la etapa de la secundaria

Aprendizaje en casa en la etapa de la secundaria

Al pasar a la etapa de la educación secundaria, varias cosas están cambiando, tanto en las características de los alumnos como en las exigencias académicas. Eso a su vez va a requerir unos cambios en la forma de educar en casa.

Tengamos siempre presente que cada niña y niño tiene su propio ritmo de desarrollo. Entonces no podemos decir: «Ahora mi hijo(a) ha alcanzado la edad de la secundaria, ahora es tiempo para esos cambios.» Los métodos que son apropiados para un alumno, pueden no serlo para otro. Observe el desarrollo de sus hijos; observe cómo cambia su manera de aprender, y provea un entorno adecuado a sus características personales. Algunos alumnos demoran hasta los 14 ó 15 años, hasta que muestren algunas de las características que se describen a continuación. Otros pueden mostrarlos tan temprano como a los 11 ó 12 años. Algunos otros se desarrollan de una manera tan distinta que nunca pasan por una adolescencia «típica», o solamente en la edad adulta.


Crece el deseo de independencia personal.

Los adolescentes suelen tener un deseo de hacer sus decisiones propias en áreas cada vez más amplias de su vida personal: cómo vestirse y peinarse; cómo adornar su habitación; cómo pasar su tiempo libre; a qué hora acostarse y levantarse; tener cierto monto de dinero a su disposición libre; etc.
Eso puede causar conflictos con los padres. Pero los deseos de mayor autonomía son una parte normal y necesaria de la preparación para una vida adulta responsable. Como padres sabios, no vamos a suprimir esos deseos, imponiendo nuestra voluntad. Con eso solamente impediríamos la maduración de nuestros hijos. – Pero tampoco vamos a dejar que hagan todo lo que quieren, porque todavía no tienen la madurez de adultos. Tenemos que acompañarlos como «mentores», con una actitud positiva, durante esta transición difícil de la niñez a la edad adulta.

En este camino será muy importante, practicar constantemente el diálogo respetuoso. Recordemos que el respeto verdadero es mutuo: Solamente si yo doy el ejemplo, y me dirijo a mis hijos de una manera respetuosa, puedo exigir que ellos muestren el mismo respeto hacia mi persona. Entonces, las «leyes de la casa» tendrán que establecerse en acuerdo mutuo – excepto donde se trata de reglas absolutas definidas por los mandamientos de Dios, tales como la honestidad, la veracidad, etc.
Si vemos la necesidad de imponer alguna regla más allá de eso, tenemos que fundamentarlo bien. Por ejemplo, si lo vemos necesario imponer una hora cuando tienen que estar en casa después de salir por la noche, podemos fundamentarlo 1) que es para su propia seguridad, ya que existen riesgos que ellos todavía no pueden reconocer plenamente; y 2) que ellos todavía están dependientes de nosotros, viviendo en nuestra casa, y por tanto tenemos el derecho de imponer ciertas condiciones a las personas que tienen el privilegio de vivir en nuestra casa.

Como regla general, las libertades y la independencia deben crecer en la misma medida como crece la capacidad de asumir responsabilidades. Por ejemplo respecto al dinero, es recomendable no darles propinas, pero que puedan disponer libremente del dinero que ganan con su propio trabajo. Si un adolescente gana dinero con su trabajo, es una muestra de responsabilidad y capacidad, y por tanto merece su medida correspondiente de independencia. Es también un principio bíblico que «el trabajador merece su sueldo».

Respecto al aprendizaje, debe crecer la libertad de los alumnos de elegir ellos mismos los contenidos que desean estudiar, sus métodos de estudio, y las metas que desean alcanzar.

Todo eso funcionará mejor si se ha practicado ya durante la primaria. Si se ha forjado una buena relación de confianza entre padres e hijos, si se ha involucrado a los niños en las decisiones que toma la familia (respecto a la vida diaria y también respecto a los aprendizajes), si se han acostumbrado a asumir sus pequeñas responsabilidades en la casa durante la niñez, entonces la transición hacia responsabilidades mayores no debería ser demasiado problemática.


Crece la capacidad para el aprendizaje independiente.

Este es el lado positivo: A medida que los adolescentes se vuelven más independientes, necesitarán menos de nuestra ayuda y supervisión para aprender. Eso es también la solución para aquellos padres que temen no poder continuar con la educación en casa durante la secundaria, porque les faltan los conocimientos académicos: No es necesario que nosotros sepamos todo lo que nuestros hijos van a aprender. Ellos mismos pueden encontrar las informaciones que necesitan, y estudiarlas por su cuenta. Hoy en día, con la internet, ¡la información está por todas partes! Como ejemplo, uno de mis hijos comenzó a los 15 años a aprender el idioma japonés, con materiales que encontró en internet. Ahora traduce libros japoneses. Nadie en nuestra familia ni en nuestro entorno habla japonés; él lo hizo sin ninguna ayuda «presencial».
Por si en algún tema especializado persistirían unas dificultades, siempre se puede buscar contacto con algun(a) amigo(a) mayor que entiende el tema, o un(a) profesor(a) particular.

Entonces, algunas de las siguientes opciones tendrán mayor importancia a partir de la adolescencia:

Aprendizaje autogestionado: Los alumnos buscan y procesan por sí mismos las informaciones que necesitan para entender un tema. Deciden ellos mismos acerca de los contenidos que desean estudiar, y diseñan sus propios proyectos de aprendizaje, de investigación, o de práctica. Hasta pueden ellos mismos ver unas formas de presentar sus aprendizajes: sea en forma de una pequeña exposición en familia; una exposición ante un grupo mayor de interesados; una publicación en internet (blog, foro de discusión, video, etc); la participación en algún concurso público; etc.

Participación en grupos de interés: En la adolescencia es normal que ciertos campos de interés adquieran una mayor intensidad. Entonces, según ese interés, un adolescente puede beneficiar por ejemplo de participar en un club de ajedrez, un equipo deportivo, un grupo de computación o robótica, un círculo de lectura, un grupo de scouts, de experimentación científica, de excursiones geográficas y botánicas, etc. Si en su entorno no existe ningún grupo que corresponde a su interés, aun puede tomar la iniciativa de fundar uno. – En el caso de no tener ninguna de esas posibilidades, se pueden también buscar grupos virtuales por internet. Pero si existen oportunidades para la experiencia vivencial, normalmente eso es mejor que el mundo virtual.

Educación a distancia: Ésta puede ser formal (matricularse y participar en el programa de una escuela a distancia), o informal (participación en cursos a distancia que se ofrecen por internet). Se diferencia del aprendizaje autogestionado en que la secuencia del aprendizaje, y los métodos a usar, son preprogramados por la entidad que ofrece los materiales de estudio.

La primera variante, la escuela a distancia, es en realidad una educación dentro del sistema escolar, solamente que éste se traslada a la casa. Por tanto, no recomiendo esa opción: No respeta los procesos naturales de aprendizaje. La mayoría de esos programas, igual como el sistema escolar, sobrecargan a los alumnos con un montón de tareas repetitivas que ahogan la creatividad, y con conocimientos innecesarios y alejados de la vida real. Además socavan la idea fundamental de la educación en casa, que es la autonomía de cada familia; porque no dejan a las familias en la libertad de diseñar su propio programa educativo. El asunto sería diferente si existieran escuelas a distancia que ofrezcan a las familias participantes esa libertad. Pero hasta la fecha todavía no tengo conocimiento de una tal escuela oficialmente reconocida en el mundo hispanohablante.

Por el otro lado, pueden ser muy útiles los cursos a distancia que un(a) alumno(a) elige por interés propio. Hoy en día se ofrece una amplia gama de tales cursos, muchos de ellos incluso gratuitos. Solamente que allí también habrá que fijarse en la metodología que usan. Un curso que solamente presenta contenidos para memorizar, y exámenes para reproducir lo memorizado, no es de mucha utilidad educativa. Un buen curso a distancia involucra elementos como los siguientes:

  • Tareas que requieren formular ideas propias y presentarlas en forma de ensayo, presentación digital, video, etc; con la oportunidad de recibir retroalimentación de otros participantes y/o del instructor.
  • Proyectos prácticos que los participantes pueden realizar en su propio entorno.
  • Oportunidades para la interacción entre participantes del curso (p.ej. foro de discusión).

Deseo acotar aquí que para alumnos de primaria esas modalidades a distancia no me parecen aconsejables, porque generalmente requieren que los alumnos pasen muchas horas al día ante la pantalla, y eso es dañino para el desarrollo de su vista y de su cerebro. Por eso, mi curso de Matemática Activa se dirige en primer lugar a los padres, y les da ideas para proyectos prácticos que ellos pueden llevar a cabo con sus hijos.

– Incluso, algunos alumnos educados en casa podrían en la edad de la secundaria decidir que desean asistir a un colegio. Si ellos hacen esa decisión por cuenta propia, como expresión de su capacidad de decidir independientemente acerca de su educación, opino que a esa edad hay que respetarla. Solamente que en lo posible se deberá elegir un colegio que corresponde a los valores y convicciones de la familia.

El aprendizaje independiente provee el potencial de ser mucho mejor preparado para los desafíos cambiantes de la vida. El sistema escolar produce aprendedores dependientes: se acostumbran a aprender solamente lo que el profesor les pone delante, bajo obligación. Así también en la edad adulta, sabrán apoyarse solamente en lo que se les ha enseñado y mandado en la escuela; pero no sabrán pensar por sí mismos ni buscar recursos adecuados, cuando se encuentran ante una situación improvista. Es por eso que, por ejemplo, los profesores del sistema escolar dificultan tanto en adaptarse a los retos de una sociedad tecnologizada y digitalizada; porque ese es un campo donde los cambios y las innovaciones suceden muy rápidamente.
Un aprendedor independiente, en cambio, sabe que siempre puede seguir aprendiendo, aun si nadie le enseña. Así encontrará por sí mismo las informaciones y las soluciones que necesita en una situación nueva.

Por el otro lado, estemos conscientes que el aprendizaje independiente no es la última meta. Alcanzamos nuestro potencial completo cuando somos aprendedores dependientes de Dios. Acostumbremos a nuestros hijos a preguntar a Dios: ¿Cuál es tu plan para mi vida? ¿Cuáles son los dones y talentos particulares que me has dado? ¿y cómo puedo con esos dones y talentos servirte a tí y a mis prójimos? ¿Qué cosas necesito aprender para poder cumplir ese plan de mi vida? Es la seguridad en Dios la que nos hace independientes frente a los hombres, sus opiniones y sus críticas.

Aquí también aplica: Estas capacidades se desarrollarán mejor, si los alumnos ya en la edad de la primaria se han encontrado ante el desafío de buscar ellos mismos una información que necesitan; de decidir entre varios aprendizajes posibles; o de expresar razonamientos y opiniones propias.


Las fases de aprendizaje se vuelven más irregulares.

Ya en la primaria, el aprendizaje de los niños no sucede de manera constante. Hay períodos de unas horas, días, o incluso semanas, donde están entusiasmados y absorbidos en un tema que los interesa, y hacen progresos fenomenales. Y hay otros períodos donde solamente quieren volver a jugar los mismos juegos como siempre, o «no hacer nada». Por eso no sirven los currículos cronogramados que exigen que los niños cumplan cada día su misma ración prescrita de lenguaje, de matemática, y de otros contenidos. El cerebro infantil no funciona de esta manera programada como si fuera una computadora.

En la adolescencia, esas fases pueden volverse aun más pronunciadas e irregulares. Eso es debido a los fuertes cambios físicos, hormonales y emocionales que suceden en esa etapa de la vida. Los adolescentes pueden por más tiempo sentirse sin fuerzas, apáticos, y con una mayor necesidad de descanso. Pero pueden también descubrir nuevos campos de interés que los incentivarán a aprender y producir a un ritmo más intenso que antes.

Es un reto para los padres, mantener un equilibrio sano en estas circunstancias. Por un lado, no podemos insistir en un horario demasiado rígido, porque los adolescentes realmente no podrán cumplirlo cuando están en una fase de apatía o depresión. Por el otro lado, ellos tendrán que aprender también a no dejarse vencer por las emociones cambiantes, y a desarrollar el dominio propio de cumplir con las cosas necesarias (quehaceres de la casa, horas de comida, etc.) aun en una fase depresiva. Este es otro tema que se debe tratar y resolver en el diálogo mutuo.


Despierta la capacidad del pensamiento abstracto.

Entre los 12 y los 15 años de edad, aproximadamente, la mayoría de los adolescentes empiezan a adquirir la capacidad de pensar de manera abstracta. Con eso se entiende la capacidad de razonar acerca de algo que uno solamente se imagina en la mente, sin haberlo visto o experimentado antes, y sin que esté relacionado con algún objeto concreto del mundo real. Por ejemplo, los siguientes temas requieren razonamiento abstracto: Gramática; álgebra; lógica; filosofía; programación de computadoras; y otros.

La adolescencia es entonces la etapa donde tiene sentido, confrontar a los alumnos con temas como éstos. Como en las etapas anteriores, es necesario observarlos para entender cuándo están listos para el razonamiento abstracto; y no cargarlos con esos temas antes del tiempo. Muchas veces, los alumnos empezarán de manera natural interesarse por algunos de esos temas cuando llega su tiempo.

En general, la secundaria es la etapa donde podemos empezar a introducir «teoría», mientras que en la primaria debería predominar la experiencia práctica. Por ejemplo, en la primaria se pueden hacer diversos experimentos de física y de química, y los niños disfrutarán de observar los resultados, y se asombrarán de resultados inesperados. Pero la teoría subyacente, p.ej. los principios relacionados con fuerzas y energías, o con átomos y elementos químicos, no la podrán entender hasta que su pensamiento abstracto haya despertado. – Por el otro lado, si en la primaria tuvieron la oportunidad de hacer las experiencias prácticas, ésas les ayudarán a entender mejor la teoría cuando estén en la secundaria.


La necesidad de una orientación vocacional.

Los últimos años de la secundaria son también la etapa de decidir acerca de la ocupación o vocación futura. Para poder decidir bien, un joven necesita sobre todo dos cosas:

  • Conocer de manera realista sus dones, talentos y capacidades.
  • Experiencia práctica en aquellos campos ocupacionales que le interesan.

Por tanto es importante que los jóvenes tengan suficientes oportunidades de «experimentar» con diversos dones y talentos, para llegar a una evaluación realista de sí mismos. Necesitan experimentar cuáles son las cosas que saben hacer bien, y las que no saben hacer bien. Entre éstos deben figurar no solamente temas «académicos», sino también capacidades artísticas, manuales y prácticas (dibujar; tejer; cocinar; hacer trabajos de carpintería o de mecánica; etc), y de relaciones interpersonales (tener comprensión por otros; trabajar en equipo; liderar; dar ánimo; solucionar conflictos; etc.)
El sistema escolar exige que los alumnos pasen mucho tiempo «reforzando» aquellas áreas que no saben bien; quiere «nivelarlos» para que todos estén «al mismo nivel». Pero esa no es una buena preparación para la vida, porque en la vida real no se necesita mucha gente que sabe todo «al mismo nivel». Mas bien se necesitan personas que saben hacer bien lo que es su especialidad. Por tanto, es mucho mejor que los adolescentes descubran cuáles pueden ser sus «especialidades», y que inviertan tiempo en reforzar esas habilidades que saben hacer bien.

También es importante el contacto con el mundo adulto del trabajo. En algunos países es usual que los alumnos de los últimos años de secundaria hagan varias prácticas o voluntariados, de dos a tres semanas, en empresas o instituciones de acuerdo a sus intereses. Eso es una muy buena preparación para esa decisión tan importante: los jóvenes pueden hacer su decisión, sabiendo ya cómo es la realidad de su futuro trabajo.
Esa clase de orientación no debe limitarse a las carreras universitarias. Hoy en día mucha gente desprecia los trabajos no universitarios. Pero el trabajo de un panadero, un chofer, un mecánico, merece el mismo aprecio y la misma preparación cuidadosa como el trabajo de un ingeniero, un abogado, o un administrador de empresas. En realidad, la sociedad no podría funcionar si la mayoría de la gente ejercería una carrera universitaria.


Desescolarización en la secundaria

Algunas familias empiezan a interesarse por la educación en casa recién cuando sus hijos ya están en la edad de la secundaria. (O se ven obligadas a ocuparse del tema por causa de las circunstancias, ahora que en muchos países se han cerrado las escuelas.)

Para algunos alumnos puede ser beneficioso, salir de la escuela. Algunos, al finalizar la primaria ya están tan agotados que difícilmente aguantarían más años escolares sin sufrir unos daños serios en su salud emocional y física. Algunos, desde el inicio no encajaron bien en el sistema escolar, y necesitan urgentemente una forma diferente de aprender. Eso aplica sobre todo a aquellos que se alejan mucho del promedio – o sea, los alumnos con problemas de aprendizaje por un lado, y los superdotados por el otro lado.

El problema es, que después de tantos años de haberse acostumbrado al sistema escolar convencional, puede ser difícil acostumbrarse a métodos diferentes. Eso vale tanto para los alumnos como para los padres. En esta situación es aun más importante, «desescolarizarnos» a nosotros mismos primero. Sobre todo si queremos realmente ofrecer a nuestros hijos la forma de educación que necesitan, y no solamente trasladar la escuela a la casa.

Primeramente, se plantearán unos asuntos prácticos:

Cambios en la rutina diaria: Será un alivio, ya no tener que estresarse en las mañanas para estar listos a tiempo para ir a la escuela. Pero en su lugar, habrá que dar otra estructura a nuestra vida diaria. Una estructura que no sea tan rígida como el horario de una escuela, pero que sí defina unos hitos importantes: Horas de comer; tiempos de estudiar, de hacer los trabajos de la casa, de realizar proyectos prácticos, tiempos libres, etc.

Cambios en la estructura social: Con los niños que anteriormente asistieron a una escuela, cuando se comienza a educar en casa, un problema frecuente es que dicen que extrañan a sus amigos de la escuela. Allí tendremos que hacerles ver en qué consiste una verdadera amistad. No es que simplemente nos metan juntos en un salón de clases, y por eso ahora somos «amigos». La amistad se basa en que he elegido ser amigo(a) de alguien. Esa elección no depende de si estamos juntos en un salón de clases o no. Entonces si alguien es realmente mi amigo(a), seguiremos comunicándonos, visitándonos, haciendo cosas juntos, aunque no estemos en la misma escuela durante las mañanas. Si después de salir de la escuela, la otra persona ya no está interesada en tener contacto conmigo, entonces no fue una verdadera amistad.
Por el otro lado, estamos libres de hacer amistad con personas de cualquier edad y de cualquier trasfondo. La escuela nos limita a «amistades» entre personas de exactamente la misma edad, y a menudo también de la misma clase social. Enseñemos a nuestros hijos a no rechazar la amistad de nadie, solamente porque es una persona mayor, o menor, o de circunstancias de vida diferentes.
También tendrán que aprender que hacer amistad requiere cierto esfuerzo. Por ejemplo, hay que ir a tocar la puerta de alguien y preguntar: «¿Quieres jugar conmigo?» – O también: «¿Necesitas alguna ayuda?»
Seguramente habrá unos cambios en las amistades de nuestros hijos. Pero esperamos que sus contactos sociales se vuelvan más variados y más interesantes.

Cambios en el aprendizaje: Los alumnos tendrán que acostumbrarse a métodos como los antes descritos. (A menos que quieran seguir un programa completamente escolarizado a distancia.) Para lograr eso, primero tendrán que «desaprender» ciertos hábitos de estudio que adquirieron en el sistema escolar, y que no ayudan realmente a aprender. Al mismo tiempo, habrá que adquirir unas destrezas nuevas. Lo siguiente son algunas destrezas importantes para el aprendizaje, pero que raras veces se adquieren en la escuela:

Plantear preguntas propias. La escuela nos acostumbra a que el profesor es quien hace las preguntas, y quien dicta también las respuestas. Pero para un aprendizaje activo y exitoso es necesario hacer nuestras propias preguntas. Estas preguntas señalarán la ruta de nuestro aprendizaje.
Una forma de practicar eso es la siguiente: Estudien juntos la Biblia (o alguna otra lectura) con el siguiente método: Todos leen juntos el mismo pasaje. Después, cada uno hace una pregunta acerca de lo que leyeron, y algunos de los demás responden. Si son pocas personas, pueden hacerlo todos juntos; si son muchas, repártanse en grupos de a tres o cuatro. – No se limiten a meras preguntas de comprensión; hagan preguntas que incentivan a razonar y opinar: ¿Qué opinan de lo que hizo …? – ¿Qué hubiera pasado si …? – ¿Por qué … dijo eso? – ¿Qué hubieras hecho tú en esa situación? – Etc. – O preguntas que incentivan a averiguar algo que todavía no sabían, y entonces investiguen juntos. Por ejemplo: ¿Dónde queda Macedonia? – ¿Cuál es la causa de la lepra? – ¿Cuánta gente vivía en Jerusalén en aquel tiempo? – Etc.

Curiosidad investigadora. Los niños por naturaleza son curiosos y desean saber muchas cosas. Pero si han pasado muchos años en el sistema escolar, es probable que esa curiosidad se haya apagado. Hay que despertarla de nuevo.
Por ejemplo: Descubra cuáles son los temas que más interesan a sus hijos. Busque unos datos sorprendentes o extraordinarios acerca de esos temas, o unos experimentos con resultados inesperados. Confronte a sus hijos con esos datos, y anímelos a hacer sus propias averiguaciones.

Creatividad. Una buena manera de practicar creatividad es con un proyecto de arte abierto, o sea sin esperar un resultado predeterminado. Si los niños han perdido su creatividad, no funcionará decir: «Dibuja cualquier cosa.» Pero podemos imponer unas limitaciones, y sin embargo plantear un desafío abierto. Por ejemplo, podemos darles un poco de lana y una hoja de un periódico, y decir: «Fabrica un animal con esto.»
(Vea también esta serie de artículos.)

Aprendizaje colaborativo. El sistema escolar acostumbra a los niños a hacerse la competencia todos contra todos, en vez de ayudarse unos a otros. Necesitamos crear un ambiente donde ellos se sienten en la seguridad de que nadie se va a reír de ellos si cometen un error; que están en la libertad de pedir ayuda si la necesitan; que sus ideas y opiniones son bienvenidas y valoradas. Eso lo tenemos que demostrar primero nosotros mismos en nuestro trato con ellos; y entonces ellos también lo practicarán entre ellos.

Razonar. Muchos alumnos del sistema escolar se acostumbran a que aprueban los exámenes si han memorizado las respuestas correctas, entendiendo o no. Eso es particularmente dañino en aquellas áreas que requieren razonar, como matemática, ciencias, composición literaria, etc. A eso se suma el problema de que muchos alumnos se ven obligados a aprender contenidos mucho antes de que son capaces de entenderlos. En consecuencia, muchos de ellos terminan la primaria con un cerebro mal organizado, incapaces de razonar lógicamente.
Esta es una situación muy difícil de arreglar. Algunos de esos alumnos no logran acostumbrarse a aprender activamente, y quieren ser alimentados con cucharita por el resto de su vida. Otros, con los cambios que trae la adolescencia, pueden todavía lograr una recuperación parcial.

Un tiempo de desintoxicación

Con todo, la desescolarización todavía es posible en los primeros años de la secundaria, si tanto padres como hijos están de acuerdo con ello, y saben adónde quieren llegar. Se recomienda comenzar con un tiempo de «desintoxicación», durante el cual no exigimos ninguna actividad «escolar» de nuestros hijos, excepto lo que ellos desean hacer por iniciativa propia. Como regla general, se dice que se necesita aproximadamente un mes de «desintoxicación» por cada año que uno pasó dentro de un sistema tóxico. Por tanto, los alumnos que pasaron toda su primaria en el sistema convencional, pueden necesitar más de medio año hasta que puedan asimilar los métodos de un aprendizaje activo en casa. (Y nosotros los adultos … ¡más de un año!)
Los alumnos pueden aprovechar este tiempo para hacer cosas que les gustan y que en el sistema convencional no se valoran mucho, tales como trabajos manuales y artísticos, deportes, aprender nuevos juegos, actividades que fomentan el compañerismo con otros jóvenes, hacer viajes, acompañar a personas adultas en sus trabajos, etc. Así recuperarán su desarrollo en algunas áreas que se descuidaron anteriormente. También pueden durante ese tiempo comenzar a descubrir cuáles son sus verdaderos talentos e intereses. Después podrán poco a poco comenzar a estudiar de una manera más activa y más independiente, tomando en cuenta sus campos de interés.
En cuanto a los contenidos académicos, probablemente tendrán que volver a varios temas que ya aprendieron (supuestamente) en la primaria, pero sin entenderlos. Lo ideal es si eso puede suceder en el marco del estudio de un tema de su interés. De otro modo, también puede ayudar si estudian esos temas con métodos diferentes de los convencionales. Por ejemplo, muchos alumnos lograron entender temas de matemática que antes no entendieron, cuando los experimentaron de nuevo con métodos de la matemática activa, manejando objetos concretos y haciendo investigaciones propias.

– Todo eso puede dar buenos resultados, si sucede al inicio de la secundaria. Pero cuando faltan solamente uno o dos años para terminar, ya no es aconsejable hacer todos esos cambios de sistema. El tiempo de transición será más largo y más difícil, y los cambios requeridos pueden interferir con una buena conclusión de la etapa escolar. Por eso, opino que en los últimos años de la secundaria, una desescolarización es indicada solamente en casos graves, donde la salud emocional y/o física del alumno corre peligro por una situación insoportable en la escuela (estrés excesivo, bullying, pandillaje, etc.); o si el alumno mismo está desesperado por salir del ambiente escolar, y suficientemente motivado para emprender un aprendizaje independiente.

2 Comments »

La autoridad de los padres

En los dos artículos anteriores hemos hablado del concepto de la «obediencia» de los niños, y del autoritarismo en ciertos círculos cristianos. Para completar el tema, deseo ahora compartir unas ideas acerca de la autoridad de las padres, y las formas de ejercer la autoridad paterna.

Estoy convencido de que como padres, tenemos el derecho y el deber de ejercer autoridad; de «tomar la delantera» en la familia. Los padres tenemos mayores conocimientos, mayor experiencia y madurez que los niños, y por tanto las mayores capacidades para hacer decisiones acertadas y sensatas. Esta diferencia de capacidades es muy obvia mientras que los niños son pequeños, y sigue vigente por lo menos hasta la adolescencia.
Por eso no estoy a favor de una educación anti-autoritaria que permite hacer a los niños todo lo que quieren, o que les da igual voz y voto como a los padres en todas las decisiones de la familia. Hay buenas razones para dar a la opinión de los padres un peso mayor que a la opinión de los niños, cuando se trata de decisiones que afectan a la familia entera.

Por el otro lado, es una pregunta muy diferente cómo se debe ejercer esta autoridad paterna. Hay todavía una gran diferencia entre «ejercer autoridad» y «ser autoritario». En el artículo acerca de la obediencia mencioné cierta corriente de libros sobre educación, de autores con trasfondo cristiano, que promueven un concepto extremista de la autoridad y de la obediencia.

Por ejemplo, un autor de esta corriente instruye a los padres a «entrenar» a sus niños, desde la edad de gatear, a obedecer órdenes arbitrarias; y que los padres castiguen físicamente a los pequeñitos si no hacen caso inmediatamente. Relata como él llama repetidamente a su pequeñita: «Ven donde papá.» Inicialmente, eso es un juego. Pero después, deliberadamente la llama mientras ella está muy concentrada con su juguete favorito; y la castiga si no viene inmediatamente. Dice literalmente: «Sé que algunas personas piensan que fui cruel al haberlo hecho.»
– Sí, eso pienso yo también. La Biblia dice: «Padres, no provoquen a sus niños, para que no se desanimen» (Colosenses 3:21). Lo que hizo ese padre, fue provocar a sus hijos. Y el concepto bíblico de «obediencia» no es uno de obediencia incondicional. Esa clase de obediencia «inmediata» y «sin cuestionar», la debemos únicamente a Dios, porque sólo él es infalible y digno de nuestra confianza ilimitada. Y aun Dios mismo no exige «obediencia» en algo de lo que no somos capaces.

En libros de esa corriente podemos frecuentemente encontrar comparaciones entre la educación de niños y el entrenamiento de un animal doméstico, por ejemplo un perro o un buey. Con eso delatan la influencia de ideas no bíblicas. La Biblia no dice en ninguna parte que habría que tratar a los niños como animales. Quien dice eso, es la psicología y pedagogía conductista. El conductismo efectivamente se basa en experimentos con animales; y desde allí enseña que igual como a los animales, se pueda y deba también «acondicionar» a los niños para que hagan lo que uno quiere, «reforzando» el comportamiento deseado con incentivos positivos y recompensas, y «extinguiendo» el comportamiento no deseado con castigos.
Pero ¡los niños no son animales! Los niños tienen la capacidad de razonar, de hacer decisiones, de ser creativos y de tener ideas propias. Y quien reclama un trasfondo cristiano, debería reconocer que cada niño tiene su dignidad propia, por ser creado en la imagen de Dios. Jesús dijo una de sus palabras más fuertes, no contra los niños desobedientes, pero contra los adultos que hacen daño a los niños: «Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.» (Mateo 18:6)
(Nota aparte: La pedagogía de la confianza también hace comparaciones con animales. Pero lo hace desde una perspectiva completamente diferente: toma como ejemplos el trato de unos animales con sus propias crías; o sea dentro de su misma especie. Esa comparación es más apropiada para el trato de padres humanos con sus hijos. Solamente habría que tomar en cuenta que la naturaleza es «caída», que tiene ahora también su parte en comportamientos crueles, y que por tanto no todo lo que observamos en la naturaleza, puede ser una medida de lo que es «bueno».)

Algunos de estos libros se esfuerzan por equilibrar estas nociones autoritarias con el concepto del amor, y enfatizan que nuestra relación con los hijos debe ser fundamentalmente una relación de amor. Esto es bueno y correcto; pero no enmienda el problema de una autoridad excesiva. Es que en las ocasiones donde el niño no hace caso a las exigencias arbitrarias de los padres, se imponen «acciones disciplinarias» que contradicen el amor. Así se transmite un concepto de «amor condicional» – quizás no en palabras, pero con los hechos: «Te amo … si haces todo lo que yo quiero.» Así, el amor paterno ya no es un regalo; ya no es un compromiso firme; ya no es un fundamento seguro de confianza. Los hijos se quedan en una inseguridad constante de si realmente han hecho lo suficiente para «merecer» el amor de sus padres.
Si tomamos en cuenta que según el diseño de Dios, los padres son «reflejos de Dios» ante sus hijos, ¿qué imagen de Dios transmite un tal amor condicional? Un «Dios» que es difícil de satisfacer; un «Dios» cuyo amor nos falla justo en el momento cuando más lo necesitamos. Para un niño educado de esta manera, será muy difícil más adelante confiar en el Dios verdadero quien se sacrificó a Sí mismo para salvarnos. Será difícil que llegue a una experiencia de la gracia de Dios, y una seguridad de su salvación.

Al examinar las enseñanzas del autoritarismo, hemos distinguido entre autoridad posicional y autoridad relacional. ¿De cuál de estas clases es la autoridad paterna?
Ciertamente no es una autoridad posicional. No existe ninguna instancia superior en la sociedad que tuviera que «autorizar» o «delegar» a los padres para que tengan autoridad sobre sus hijos. Tampoco existe algún procedimiento institucional que pudiera «promover» a ciertas personas a una «posición» de padres, y negar esta posición a otros.
(Algunas ideologías modernas sostienen que el gobierno estatal otorga autoridad a los padres. Pero al seguir esas ideas, efectivamente se destruirán las familias. Ningún gobierno tiene el poder de crear familias. Entonces, si el estado promulga leyes acerca de la autoridad paterna, no se trata de algo que el estado pudiera «otorgar» a los padres. La legislación simplemente reconoce un hecho – la familia – que existe ya antes de toda legislación.)
En una familia sana, los padres tienen autoridad relacional resp. moral, por su ejemplo y su buen trato con los niños, de manera que los niños reconocen esta autoridad. Es de desear que todas las familias funcionen de esta manera.
Pero aun en familias donde eso no es el caso, la autoridad paterna no está completamente anulada. Por tanto, propongo introducir un tercer concepto de autoridad: la autoridad natural. La familia no es una quot;institución» en el sentido de que tenga que regirse por organigramas y estatutos, y que uno pueda afiliarse y desafiliarse de ella. Mas bien, la familia es un organismo natural. Es el ambiente al que pertenece cada ser humano por naturaleza, por nacimiento. Por tanto, los padres tienen autoridad sobre sus hijos por naturaleza, porque los hijos nacieron de ellos y son dependientes de ellos. Y los niños por naturaleza están conscientes de ello. Un niño no necesita legislaciones ni medidas de fuerza, para saber que sus padres tienen autoridad sobre él. (En un artículo posterior trataremos de las situaciones donde los niños parecen cuestionar la autoridad de sus padres.)

Una consecuencia de lo dicho es que un niño no necesita ningún entrenamiento para «reconocer la autoridad de sus padres». Los niños pueden necesitar «entrenamiento» para muchas cosas, en preparación para la vida: para ser responsables en sus quehaceres en la casa; para evitar peligros; para resolver conflictos; para estar dispuestos a compartir con otros y ayudar a otros; para sujetarse a un horario y cumplir compromisos; etc. Pero no necesitan ningún entrenamiento de obedecer a órdenes arbitrarias, con el único fin de demostrar «sumisión» bajo la autoridad de sus padres. Al contrario, una tal clase de entrenamiento destruye la personalidad de los niños. Además es contraproducente: Muchos de estos niños «provocados» y «desanimados», más tarde tienden a rebelarse contra la autoridad y las convicciones de sus padres.


Hablando ahora de cómo ejercer la autoridad paterna en la práctica, eso es tema de muchos libros, y existen muchas opiniones diferentes. Me limitaré a unas pocas ideas:

– Recomiendo estructurar nuestras exigencias en forma de reglas fijas o «leyes de la casa». Los niños son «provocados» o «desanimados» cuando les exigimos hacer caso a órdenes arbitrarias, caprichosas e impredecibles. En lugar de eso, fijemos unas reglas claras acerca de las responsabilidades de cada uno en los quehaceres de la casa; acerca de la conducta unos con otros; acerca de lo que sucederá si alguien rompe las reglas; etc. Eso da a los niños un marco seguro donde pueden saber qué es lo que esperamos de ellos.
Con eso seguimos el ejemplo de Dios quien dio a su pueblo unos mandamientos y leyes claramente definidos. Dios no es caprichoso en las órdenes que él nos da.
Entonces apliquemos la norma que rige también en la justicia secular: «Nadie puede ser castigado por algo que la ley no prohíbe.» – Y por supuesto que las reglas de conducta valen para los padres también.

– Por otro lado, las «leyes de la casa» no son mandamientos inconmovibles. Mientras que los niños son pequeños, los padres tendrán que establecer las reglas. Pero a medida que crecen, los niños deben ser involucrados en establecer o modificar las reglas. No nos neguemos a dialogar con ellos y a tomar en cuenta sus opiniones. Y si decidimos insistir en una regla determinada, estemos siempre dispuestos a explicar nuestras razones. Si no tenemos buenas razones para establecer una regla, probablemente la regla es innecesaria.

– No debemos prohibir expresiones legítimas de emociones, tales como llorar, gritar de dolor, o reírse a voz alta si algo es chistoso. Las emociones son importantes como indicadores y reguladores de nuestra salud psicológica; y reprimirlas nos hace daño. Lea por ejemplo cómo la gente en los tiempos bíblicos
expresaba su tristeza: No era suficiente con llorar; «rasgaron sus vestidos», o «se sentaron en cilicio y ceniza», o se quedaron ayunando varios días.
Lo que sí hay que enseñar a los niños, es distinguir entre expresiones apropiadas y no apropiadas de emociones. Por ejemplo, protestar o zapatear pueden ser expresiones legítimas de la ira. Pero el agredir a otras personas, o destruir cosas de otras personas, serían expresiones inapropiadas.

– Se debe dar lugar a las diferencias individuales entre los niños. «Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijera el pie: «Porque no soy mano, no pertenezco al cuerpo», ¿acaso por eso no pertenece al cuerpo? Y si dijera el oído: «Porque no soy ojo, no pertenezco al cuerpo», ¿acaso por eso no pertenece al cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si el entero fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero ahora Dios puso [para él] los miembros, cada uno de ellos en el cuerpo como quiso.» (1 Corintios 12:14-18) Ayudemos a cada niño a descubrir y desarrollar sus inclinaciones y talentos particulares. Ayudemos a cada uno a manejar los puntos fuertes y las debilidades de su carácter particular.
Al revisar algunos de los libros sobre educación que actualmente están de moda entre evangélicos conservadores, me llamó la atención que ninguno de ellos menciona la individualidad de cada niño, y el trato individual de Dios con cada niño. No hablan de animar a los niños a que busquen a Dios personalmente. No hablan de ayudarles a evaluar bíblicamente lo que uno les enseña, o de ejercer alguna otra forma de discernimiento. No hablan de ayudarles a formarse una opinión propia de un asunto, y defenderla. No hablan de ayudarles a desarrollar sus dones y talentos personales. No hablan de ayudarles a descubrir el llamado personal de Dios para sus vidas. Pero todo eso son aspectos importantes de un ejercicio sano de la autoridad que Dios nos ha dado, «para edificación y no para destrucción» (2 Corintios 10:8, 13:10). Ejercer autoridad buena significa contribuir a la edificación personal de cada uno, no presionar a todos dentro de un mismo molde.

– Al inicio hemos mencionado que los aspectos obvios de la autoridad paterna siguen vigentes «por lo menos hasta la adolescencia». Hay que entender que con la adolescencia ocurre un cambio fundamental en las relaciones entre padres e hijos. La adolescencia es una transición hacia la independencia. Las ventajas «naturales» de los padres disminuyen y empiezan a desaparecer. Tanto más importante es que los padres de hijos adolescentes tengan autoridad relacional y moral: una relación de confianza; integridad personal; sabiduría auténtica; etc.
Por eso, diversas culturas conocen ciertos ritos de transición al inicio de la adolescencia. En la cultura judía, eso se expresa en la ceremonia del «Bar Mitzwa» (a los 13 años para los muchachos, y a los 12 para las muchachas). La Biblia no la menciona explícitamente, pero se practicaba ya en los tiempos de Jesús. (Es el trasfondo para entender la historia de Jesús en el templo a sus 12 años, Lucas 2:41-52.) En esta ceremonia, el muchacho tiene que demostrar su conocimiento de los mandamientos de Dios, en una especie de examen. Después se le declara que a partir de ese momento, él mismo (y ya no sus padres) es plenamente responsable ante Dios por sus decisiones y actos. A partir de ahora, en muchos aspectos se le considera como mayor de edad.
Con eso viene también un cambio en la manera cómo se entiende la autoridad de los padres. Cuando los hijos llegan a la adolescencia, los padres dejan de ser sus guías absolutos, y pasan a ser consejeros y amigos mayores, respetados (cuando las cosas andan bien), pero ya no en la posición de demandar obediencia en cada caso.
Es por eso que por ejemplo el conocido psicólogo cristiano Dr.James Dobson – ¡a pesar de sus propias inclinaciones hacia el conductismo! – opina que el hijo pródigo en la parábola (Lucas 15:11-24) debe haber sido un adolescente; y que el padre hizo lo correcto en dejarlo ir. El hijo adolescente tenía el derecho de hacer sus propias decisiones y llevarlas a cabo; pero tenía también el deber de asumir las consecuencias de una decisión errada.

No Comments »

Niños educados en casa se convierten en aprendedores independientes

Esta es hasta ahora la experiencia más grata en la educación de nuestros hijos: Al entrar a la adolescencia, ellos se volvieron cada día más independientes en su aprendizaje. Raras veces necesitan que papá o mamá les den libros acerca de los temas que estudian, o que les demos tareas específicas a cumplir. Ellos ahora ya saben encontrar las informaciones por sí mismos, y poco a poco están aprendiendo también a trazarse sus propias metas, y a ser responsables en cumplirlas. En breve: Están creciendo en su capacidad de gestionar su aprendizaje ellos mismos.

En el mundo del futuro cercano, esta capacidad de auto-aprendizaje tendrá una importancia creciente. Muchas instituciones de educación superior están actualmente experimentando con diversas formas de aprendizaje virtual por internet. Se ha reconocido que este nuevo modelo podrá facilitar una buena educación superior a muchas personas que hasta ahora no tenían acceso a ella por razones económicas o geográficas, por lo cual no pueden asistir a una universidad. Ahora se está desarrollando la posibilidad de llevar cursos a un nivel universitario por internet, sin tener que asistir físicamente a una universidad. Hay solamente un problema: Para participar exitosamente en un tal curso, uno tiene que estar acostumbrado a aprender de manera activa e independiente. Y esta es una cualidad que no se fomenta en el sistema escolar dominante.

Uno de los pioneros de las nuevas formas de aprendizaje virtual, el matemático Keith Devlin de la universidad de Stanford, escribe al respecto en su blog:

«Parece que muchos perciben la educación como algo que otras personas les hacen a ellos; otras personas que tienen control sobre ellos. Esto es completamente equivocado, y es lo contrario de lo que uno encontrará en una buena universidad. (…) ‘Aprender’ es un verbo activo. El enfoque debe estar en crear un ambiente donde el estudiante puede aprender, quiere aprender, y puede obtener el apoyo que necesita para ello. No existe otro camino; y cualquiera que pretende poder hacer algo más que ayudarte a aprender, está solamente intentando sacar dinero de ti.

Segundo, hay una idea común de que la educación consista más que todo en conseguir buenas notas en los exámenes – generalmente mediante los medios más eficaces (lo que significa obviar el verdadero aprendizaje). (…)

El ingrediente esencial para beneficiarse de la gran oportunidad que ofrecen los cursos por internet, es saber cómo aprender. Esta debería ser la capacidad más importante que los estudiantes adquieren en su educación básica. Desafortunadamente, con el sistema actual que gira alrededor del «ser enseñado» y «ser examinado», solamente muy pocos estudiantes emergen con esta capacidad tan importante; y los pocos que la adquieren, normalmente dicen que lo lograron a pesar de su educación escolar.»

(Keith Devlin en http://mooctalk.org.)

Las grandes tendencias en la educación – sobre todo en la educación superior – van claramente hacia el aprendizaje autogestionado, activo e independiente. Y la educación en casa brinda las mejores posibilidades para adquirir estas capacidades.

Efectivamente, este año nuestro hijo mayor ha completado exitosamente su primer MOOC (curso abierto masivo por internet) – en inglés. Fue acerca de un tema del cual nosotros como padres sabemos muy poco, así que no pudimos ayudarle mucho. Y nuestro hijo tenía solamente dos años de aprender inglés; pero en esos dos años había aprendido más de lo que los alumnos de secundaria aprenden en cinco años de colegio. Es que él lo hizo por interés propio. Su deseo de aprender inglés despertó cuando él empezó a usar unos programas de computadora cuya documentación existía solamente en inglés. Entonces empezó a aprender para poder comprender los manuales. Cuando empezamos a darle unas clases formales, nos dimos con la sorpresa de que él ya conocía casi todas las palabras; solamente le faltaba aprender la pronunciación y mejorar su gramática.

Ahora, esta capacidad del auto-aprendizaje no cae así no más del cielo. Es el fruto de un método educativo que desde el inicio valora la actividad propia del niño, y sus propios intereses, en vez de imponerle lecciones y contenidos. Un niño que es sometido bajo un currículo rígido y exámenes normados, se vuelve dependiente. Pierde su creatividad y su curiosidad natural; ya no le interesa aprender; solamente le interesa pasar los exámenes. No averigua nada por sí mismo, porque está acostumbrado a absorber pasivamente los trozos de conocimiento que el profesor le pone delante.

No es entonces simplemente la educación «en casa» la que produce aprendedores independientes. Una familia que educa a sus hijos según un currículo inflexible, preprogramado, aunque sea «en casa», reproducirá en su propio hogar muchos de los problemas del sistema escolar. En cambio, los modelos educativos que nos inspiran (más notablemente la «Fórmula Moore» y la «escuela activa»), permiten al niño avanzar a su propio paso y según sus propios intereses. Esto podría realizarse incluso en una escuela (alternativa), con tal que la escuela encuentre una forma de permitir a cada niño que avance según su propio «currículo individual».

Por ejemplo, nunca hemos obligado a nuestros hijos a aprender a leer «porque a su edad deberían aprenderlo». En cambio, hemos observado atentamente su desarrollo; y cuando notamos las señales de que el cerebro de un niño había alcanzado la madurez necesaria para aprender a leer, entonces se lo enseñamos. Cuando se espera pacientemente hasta ese momento – que en algunos niños puede llegar recién a los ocho años o aun más tarde – , entonces los niños aprenden a leer sin dificultad dentro de dos a tres meses.
El resultado fue, en el caso de nuestros hijos, que se alegraron tanto de su nueva capacidad de leer, que enseguida leyeron todos los libros aptos para su edad que pudieron encontrar en nuestra casa, y pidieron más libros. Encontes buscamos y compramos más: Libros de cuentos; una Biblia infantil más amplia de la que ya tenían; libros sobre experimentos, trabajos manuales, plantas, animales, etc. Ya en la edad de primaria, nuestros hijos nos sorprendieron con conocimientos acerca de algunos temas (por ejemplo animales) que nosotros mismos no sabíamos, pero ellos lo habían aprendido de sus libros.
En triste contraste, observamos en los niños escolares que atendemos, que para ellos el leer es un deber impuesto que solamente les causa molestias; y casi nunca sacan un libro de la biblioteca por interés propio.

En la edad de primaria, como padres todavía nos tocó tomar la iniciativa en muchos proyectos educativos. Por ejemplo, animamos a nuestros hijos a observar la luna y las estrellas – lo que los incentivó a leer libros sobre astronomía. O después de un viaje, los animamos a buscar en el mapa los lugares por donde habíamos pasado, y a medir las distancias. Pero ellos pronto comenzaron a encontrar y sugerir sus propios proyectos. Por ejemplo, alrededor de los once años dijeron que querían hacer experimentos químicos. Entonces empezamos a leer sobre el tema, conseguimos unos tubos de ensayo, un mechero, unos guantes y lentes de protección, y unas sustancias químicas. Hicimos experimentos y anotamos nuestras experiencias. En el transcurso de este proyecto (que duró varios meses), nuestros hijos aprendieron la mitad de los conceptos químicos que los alumnos de secundaria aprenden varios años más tarde.
El lector atento se habrá dado cuenta de que nosotros mismos, los padres, también tuvimos que aprender mucho en estos proyectos. Si queremos que nuestros hijos sean aprendedores, nosotros mismos también tenemos que ser aprendedores. Como en todas las áreas de la vida, nuestro propio ejemplo es decisivo.

Entonces, nuestro currículo no está definido por lo que unos funcionarios piensan que se debería aprender a una edad determinada. Es que cada niño es diferente, tiene intereses distintos y un ritmo de desarrollo distinto. Por eso, nuestro currículo está definido por los intereses y el desarrollo individual de cada niño. Esto significa que en algunas áreas de su interés están muy «adelantados» en comparación con el currículo escolar, mientras en otras áreas están «atrasados» – o sea, simplemente no invirtieron mucho tiempo en aprenderlas porque no les interesaba. ¿Es eso una desventaja? No lo creo. No es posible saber «todo». Cada persona tiene que elegir entre todos los saberes posibles, aquellos que quiere aprender. Si quiere ser ingeniero, ¿para qué pasar tantos años estudiando historia? – Si quiere ser historiador, ¿para qué llenarse de trigonometría o de termodinámica? – Una característica importante del aprendedor independiente es que él sabe decidir cuáles conocimientos necesita adquirir para alcanzar sus metas. Y esta capacidad de decisión no se adquiere cuando todo el tiempo alguien decide por ti lo que debes aprender.

Uno podría objetar aquí que entonces un aprendedor independiente tendrá un conocimiento «incompleto». Pero lo mismo es cierto para los alumnos del sistema escolar. Pregunte a cualquier alumno promedio acerca de un tema que estudió hace medio año. Si no es un tema que le interesa mucho, recordará poco o nada. Pero a diferencia del aprendedor independiente, perdió mucho más tiempo estudiando esos temas, solamente para volver a olvidarlos después del examen.

La gran ventaja del aprendedor independiente es esta: Cuando tiene necesidad de ciertos conocimientos nuevos, los puede adquirir por sí mismo, con poca ayuda y en poco tiempo. Y esta capacidad tendrá cada vez más importancia en un mundo que avanza y cambia rápidamente.

No Comments »