Educación cristiana alternativa

Just another Homeschool Perú site

El concepto católico romano y el concepto reformado acerca de la educación

Las citas que siguen a continuación son extraídas del libro «Cincuenta años en la iglesia de Roma» (publicado 1886), por Charles Chiniquy, un ex sacerdote canadiense. Provienen entonces de un entorno histórico y geográfico distinto del nuestro – y a algunos lectores quizás no les guste el tono polémico de Chiniquy. Pero al fijarnos en la esencia de lo que este autor quiere decir, encontramos un análisis sorprendentemente actual del sistema escolar del Perú, y probablemente de todos los países que alguna vez eran colonias españolas. Estos sistemas se remontan a las escuelas coloniales, auspiciadas y controladas por la iglesia católica romana.

A los lectores evangélicos les pido: No usen este escrito en primer lugar para criticar a la iglesia católica, sino para evaluar la clase de educación que ustedes mismos dan a sus hijos en sus familias y en sus escuelas. Ha sido mi triste observación que en muchas escuelas evangélicas reina el mismo espíritu de sumisión ciega y esclavitud, la misma supresión de la creatividad y del razonamiento propio, como en las escuelas católicas y estatales. Todavía no encontré a ninguna escuela evangélica en el Perú que hubiera mostrado las características positivas que Chiniquy resalta respecto a las escuelas reformadas que él encontró en Canadá y en los Estados Unidos. Claro, las escuelas evangélicas no enseñan sumisión ciega al papa; pero hasta donde he visto, se someten con la misma ceguera a la pedagogía oficial del estado, o a las tradiciones de su propia iglesia. El análisis de Chiniquy podría ayudar a los educadores evangélicos a evaluar si realmente fueron liberados por el evangelio, o si en el fondo están todavía influenciados por una mentalidad romanista.

He aquí lo que dice este autor sobre «Roma y la educación»:


La palabra «educación» es una palabra hermosa. Se deriva del latín «educare» que significa levantar, tomar de los grados más inferiores y llevar a las esferas más elevadas del conocimiento. El objetivo de la educación es entonces, alimentar, expandir, levantar, iluminar, y fortalecer la inteligencia.

Escuchamos a los sacerdotes católicos hacer uso de esta palabra hermosa, «educación», con la misma o más frecuencia que los protestantes. Pero la palabra «educación» tiene un significado muy diferente entre los seguidores del papa que entre los seguidores del Evangelio. Y esta diferencia, la cual ignoran los protestantes, es la causa de los errores extraños que cometen los protestantes cada vez que intentan legislar sobre este asunto aquí, como también en Inglaterra o Canadá.

El significado de la palabra «educación» entre los protestantes es tan distante del significado de la misma palabra entre católicos romanos, como lo es el polo sur del polo norte. Cuando un protestante habla de educación, usa y entiende la palabra en su sentido verdadero. Cuando envía a su hijo pequeño a una escuela protestante, él desea honestamente que su hijo sea levantado hacia las esferas del conocimiento, hasta donde le permita su inteligencia. Cuando este niño va a la escuela, pronto siente que ha sido levantado a cierta medida, y experimenta una alegría sincera, un orgullo noble, por este nuevo levantamiento, aunque muy modesto; y naturalmente entiende que este levantamiento nuevo es solamente una grada para pararse encima y levantarse a un grado más elevado de conocimiento, y rápidamente dará este segundo paso con un placer indecible. Cuando el hijo de un protestante ha adquirido un poco de conocimiento, quiere adquirir más. Cuando ha aprendido lo que significa esto, también quiere saber qué significa aquello. Como una pequeña águila, alista sus alas para un vuelo más alto, y levanta su cabeza para subir más en la atmósfera del conocimiento. Una ambición noble y misteriosa cogió repentinamente su alma joven. Entonces empieza a sentir algo de esta sed insaciable del conocimiento, que Dios mismo puso en el pecho de cada hijo de Adán; una sed de conocimiento, sin embargo, que nunca será perfectamente saciada excepto en el cielo.

El objetivo de la educación es entonces, capacitar al hombre para cumplir esta misión real de gobernar y sojuzgar la tierra, bajo los ojos de su Creador.

Recordemos que no es de sí mismo, ni de un ángel, sino de Dios mismo que el hombre recibió esta misión sublime. Sí, es Dios mismo quien implantó en el pecho de la humanidad el conocimiento y la aspiración de estas destinaciones espléndidas que pueden alcanzarse solamente por medio de la «educación».

¡Qué impulso glorioso es este, que toma en sus manos la mente recién despertada, y guía la inteligencia joven para subir más alto y penetrar las nubes que esconden de su mirada los esplendores de conocimiento que están encubiertos más allá de las sombras de esta esfera baja! Este impulso es una ambición noble; es parte de la humanidad que se asemeja a la imagen del gran Creador. Este impulso, el cual dirigir en su marcha adelante y hacia arriba es la misión de la educación, es una de las dádivas más preciosas de Dios para el hombre. Una vez más, es la misión gloriosa de la educación, fomentar esta sed de conocimiento y guiar al hombre a cumplir su alto destino.

Debería ser el deber tanto de los católicos romanos como de los protestantes, asistir al alumno en su vuelo hacia las regiones de la ciencia y del aprendizaje. ¿Pero es esto así? – No. Cuando ustedes, los protestantes, envían a sus hijos a la escuela, ustedes no imponen trabas a su inteligencia; ellos suben con las alas extendidas día tras día. Aunque su vuelo es al inicio lento y tímido, ¡cuán felices se sienten con cada nuevo aspecto de su horizonte intelectual! ¡Cómo laten sus corazones con gozo indecible cuando empiezan a escuchar voces de aplauso y ánimo de cada lado que les dicen: «¡Más alto, más alto, más alto!» – Cuando sacuden sus alas jóvenes para alzar un vuelo más alto, quién puede expresar su gozo cuando escuchan de nuevo las voces de una madre amada, un padre querido, un pastor venerable, que les aplauden y dicen: «¡Bien hecho! ¡Más alto todavía, mi hijo, más alto!»
Levantándose con más confianza en sus alas, entonces se levantan más alto todavía, en medio del concierto unánime de las voces de su nación entera que los anima al vuelo más alto. Es entonces cuando el joven siente que su fuerza intelectual se multiplica diez veces más. Se levanta sobre sus alas de águila, con una confianza y un poder renovados, y vuela todavía más alto, su corazón latiendo con un gozo noble y santo. De norte y sur, de este y oeste, el eco trae a sus oídos las voces de las multitudes: «¡Sube más alto, más alto todavía!»
El ha alcanzado ahora, lo que él pensaba primero que eran las regiones más elevadas del pensamiento y conocimiento; pero de nuevo oye los gritos estimulantes de abajo, que lo animan a volar más alto todavía hacia el dominio más elevado del conocimiento, hasta entrar en las regiones donde se encuentra la fuente de toda la verdad, y de la luz, y de la vida. Porque él también escuchó la voz de su Dios quien le habla a través de Su Hijo Jesucristo, llamando: «¡Ven a mí! ¡No temas! ¡Ven a mí! ¡Yo soy la luz, el camino! ¡Ven a esta región más elevada donde el Padre, con el Hijo y el Espíritu Santo, gobiernan en una luz infinita!»
De esta manera, el erudito protestante, haciendo uso de su inteligencia como el águila de sus alas, procede de debilidad a fuerza, del aleteo tímido al vuelo audaz y confiado, de una región de conocimiento a otra más alta, hasta que se pierde en este océano de luz y verdad que es Dios.
En las escuelas protestantes no se ponen trabas a las alas del joven águila; nada le hace parar en su progreso, ni paraliza sus movimientos y su vuelo hacia arriba. Al contrario, recibe toda clase de ánimo en su vuelo.
¡Es por eso que las únicas naciones realmente grandes en el mundo son protestantes! ¡Es por eso que las naciones realmente poderosas en el mundo son protestantes! ¡Es por eso que las únicas naciones libres en el mundo son protestantes! Las naciones protestantes son las únicas que cumplen su deber como hombres en el escenario de este mundo; solo las naciones protestantes marchan como gigantes a la cabeza del mundo civilizado. Por todas partes son ellas la vanguardia del progreso, de la ciencia y de la libertad, dejando muy atrás a las naciones desafortunadas cuyas manos están atadas por las cadenas de hierro del papado.

Después de haber visto al erudito protestante levantándose, en sus alas de águila, a las esferas más elevadas de la inteligencia, felicidad y luz, y marchando sin impedimento hacia sus destinaciones espléndidas, volvamos ahora nuestros ojos hacia el estudiante católico romano, y considerémosle y compadezcámonos de él en la degradación a la cual es sujeto.
Este joven estudiante católico romano ha nacido con la misma inteligencia brillante como el protestante; es provisto por su Creador con los mismos poderes de la mente como su vecino protestante; tiene los mismos impulsos, las mismas aspiraciones nobles implantadas por la mano de Dios en su pecho. Se lo envía a la escuela, aparentemente, como al niño protestante, para recibir lo que se llama «educación». Primero entiende esta palabra en su sentido verdadero; va a la escuela en la esperanza de ser levantado, tan alto como le permitirán su inteligencia y sus esfuerzos personales. Su corazón late de alegría, cuando de repente le tocan los primeros rayos de luz y conocimiento; siente un orgullo santo y noble con cada nuevo paso en su progreso; anhela aprender más, quiere subir más alto; también levanta sus alas, como el joven águila, y vuela más alto.
Pero aquí empiezan las desilusiones y tribulaciones del estudiante católico romano; porque se le permite levantarse, sí, pero cuando se haya levantado lo suficientemente alto para estar al nivel de los dedos gordos de los pies del papa, entonces escuchará gritos penetrantes, enojados, amenazantes de cada lado: «¡Alto! ¡detente! ¡No te levantes más alto que los dedos de los pies del Santo Papa! … Besa estos pies santos, y deja de volar más alto! ¡Recuerda que el Papa es la única fuente de ciencia, conocimiento y verdad! El conocimiento del Papa es el último límite del aprendizaje y de la luz que la humanidad puede alcanzar. No se te permite saber y creer lo que Su Santidad no sabe ni cree. ¡Detente! ¡detente! No subas ni una pulgada más alto que el horizonte intelectual del Pontífice Supremo de Roma, en quien solo está la plenitud de la verdadera ciencia que salvará el mundo.»

Algunos quizás me responderán aquí: «¿No ha producido Roma hombres grandes en cada departamento de las ciencias?» – Yo respondo, Sí; como dije antes. Roma puede mostrarnos una larga lista de nombres que brillan entre las luces más brillantes del firmamento de la ciencia y filosofía. Nos puede mostrar sus Copérnicos, sus Galileos, sus Pascales, sus Bossuets, sus Lamenais, etc. Pero fue a su propio riesgo y peligro que estos gigantes se han levantado a las regiones más altas de la ciencia y filosofía. Es a pesar de Roma que estas águilas han alzado vuelo por encima del horizonte oscuro donde el papa ofrece los dedos de sus pies para ser besados y adorados como el non plus ultra de la inteligencia humana; e invariablemente han sido castigados por su audacia.
El 22 de junio de 1663, Galileo fue obligado a postrarse de rodillas para escapar de la muerte cruel a la cual iba a ser sentenciado por la orden del papa; y firmó con su propia mano la siguiente retractación: «Yo abjuro, maldigo, y detesto el error y la herejía del movimiento de la tierra», etc. etc.
Este hombre erudito tuvo que degradarse a jurar una mentira inaudita, esto es, que la tierra no se mueve alrededor del sol. De esta manera, las alas de este águila gigante de Roma fueron cortadas con las tijeras del papa. Esta inteligencia poderosa fue quebrantada, atada, y hasta donde fue posible para la iglesia de Roma, degradada, silenciada, y matada. Pero Dios no iba a permitir que un intelecto tan gigante iba a ser completamente estrangulado por las manos de este enemigo implacable de la luz y de la verdad, el papa. Suficiente fuerza y vida permanecieron en Galileo para decir, al levantarse: «¡Esto no impedirá a la tierra seguir moviéndose!»
El decreto infalible del papa infalible, Urbano VIII, contra el movimiento de la tierra, es firmado por los cardenales Felia, Guido, Desiderio, Antonio, Bellingero, y Fabriccioi. Dice así:
«En el nombre y por la autoridad de Jesucristo, la plenitud del cual reside en Su Vicario, el Papa, que la proposición de que la tierra no es el centro del mundo, y que se mueve con un movimiento diario, es absurda, filosóficamente falsa, y errónea en fe.»
¡Qué cosa gloriosa para el papa de Roma ser infalible! ¡El sabe infaliblemente que la tierra no se mueve alrededor del sol! Y qué bendición para los católicos romanos ser gobernados y enseñados por un tal ser infalible. (…)

Si los Newtons, los Franklins, los Fultons, los Morses hubieran sido romanistas, sus nombres se hubieran perdido en la oscuridad que es la herencia natural de los esclavos de los papas. Habiendo escuchado desde su niñez que nadie tenía derecho de hacer uso de su «juicio privado», inteligencia y conciencia en la investigación de la verdad, ellos hubieran permanecido en silencio a los pies del terrible dios moderno de Roma, el papa. ¡Pero ellos eran protestantes! Este es el secreto de los descubrimientos maravillosos, con los cuales ellos habían leído un libro que les dijo que ellos eran creados en la imagen de Dios, y que este Dios grande había enviado a Su hijo eterno Jesucristo para hacerlos libres de las ataduras de los hombres. Ellos habían leído en este libro protestante (porque la Biblia es el libro más protestante en el mundo) que el hombre no solamente tiene una conciencia, sino también una inteligencia para guiarle; ellos habían aprendido que la inteligencia y la conciencia no tienen ningún dueño aparte de Dios, ningún otro guía aparte de Dios, ninguna otra luz aparte de Dios. En las paredes de sus escuelas protestantes, el Hijo de Dios había escrito las palabras maravillosas: «Vengan a mí; Yo soy la Luz, el Camino, y la Vida.»
Pero mientras las naciones protestantes marchan con pasos tan gigantes a la conquista del mundo, ¿por qué las naciones católicas romanas no solamente se estancan, sino que dan evidencia de una decadencia que aumenta cada día? Visite sus escuelas y preste un momento de atención a los principios que se siembran en las inteligencias jóvenes de sus esclavos desafortunados, y usted tendrá la clave de este misterio triste.

¿Cuál es no solamente la primera lección, sino la lección diaria que se enseña al alumno católico romano? ¿No es esta: que uno de los crímenes más grandes que un hombre puede cometer es el seguir su «juicio privado»? – lo que significa que tiene ojos pero no puede ver; oídos, pero no puede oír; e inteligencia, pero no puede utilizarla en la investigación de la verdad y de la luz y del conocimiento, sin el peligro de ser eternamente condenado. Sus superiores, o sea el sacerdote y el papa, tienen que ver por él, oír por él, y pensar por él. Sí, al católico romano se le dice constantemente en su escuela que el crimen más imperdonable y condenable es el hacer uso de su propia inteligencia y el seguir su propio juicio privado en la investigación de la verdad. Constantemente se le hace recordar que el juicio propio de un hombre es su enemigo más grande. Entonces, todos sus esfuerzos de la inteligencia y conciencia tienen que unirse para combatir, silenciar y matar su «juicio privado». Es por el juicio de sus superiores, el sacerdote, el obispo y el papa, que uno tiene que ser guiado.
Ahora, ¿qué es un hombre que no puede hacer uso de su «juicio personal privado»? ¿No es un esclavo, un idiota, un burro? ¿Y qué es una nación compuesta de hombres que no hacen uso de su juicio personal privado en la investigación de la verdad y de la felicidad, sino una nación de brutos, esclavos e idiotas despreciables?

Pero puesto que esto parecerá una exageración de mi parte, permítanme obligar a la iglesia de Roma a venir a hablar por ella misma. Por favor esté atento a lo que ella dice acerca de las facultades intelectuales del hombre. Estas son las mismas palabras de Ignacio de Loyola, el fundador de la Sociedad Jesuita:

«En cuanto a la obediencia santa, esta virtud tiene que ser perfecta en cada punto de su ejecución, en la voluntad, en el intelecto; lo cual debe hacerse con toda celeridad, gozo espiritual y perseverancia; persuadiéndonos que todo es justo, suprimiendo todo pensamiento repugnante y juicio propio en una obediencia cierta; y que cada uno se persuada a sí mismo, que el que vive bajo obediencia debe ser movido y dirigido, bajo la Providencia Divina, por su superior, tal como si fuera un cadáver que permite ser movido y guiado en cualquier dirección.«

Alguien me preguntará, ¿cuál puede ser el objetivo de los papas y sacerdotes de Roma al degradar a los católicos romanos de una manera tan extraña que los convierten en cadáveres morales? ¿Por qué no dejarlos vivir? – La respuesta es muy sencilla. El único y gran objetivo de los pensamientos y las obras del papa y de los sacerdotes es levantarse a sí mismos por encima del resto del mundo. Ellos quieren estar ¡alto!, alto por encima de las cabezas no solamente de la gente común, sino de los reyes y emperadores del mundo. Ellos quieren ser no solamente tan altos, sino más altos que Dios. Es hablando del papa cuando el Espíritu Santo dice: «…el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios …, haciéndose pasar por Dios.» (2 Tes. 2:4)
– Para alcanzar su objetivo, los sacerdotes persuadieron a sus millones y millones de esclavos que no son nada más que cadáveres; que no deben tener voluntad, ni conciencia, ni inteligencia propia, «como un cadáver que permite ser movido y guiado en cualquier dirección, sin resistencia». Una vez que esto se ha logrado, ellos construyen una pirámide de todos estos cadáveres inmóviles que es tan alta hasta los cielos, y poniéndose a sí mismos encima de esta pirámide maravillosa, los sacerdotes dicen al resto del mundo: «¿Quién de ustedes es tan alto como nosotros? ¿Quién ha sido levantado por Dios como sacerdote y papa? ¿Dónde están los reyes y emperadores cuyos tronos sean tan elevados como los nuestros? ¿No somos la verdadera cumbre de la humanidad?» ¡Sí! ¡sí! … ¡¡¡pero es un trono de cadáveres!!!

… Pero para que Ud. entienda mejor las tendencias degradantes de los principios que son la piedra fundamental de la educación moral e intelectual de Roma, déjeme exponer ante sus ojos otro extracto de la enseñanza jesuita, tomado de los «Ejercicios espirituales» por Ignacio de Loyola:

«Debemos siempre tener para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina.»

(…) Pero algunos pensarán que estos principios degradantes se enseñan solamente por los jesuitas; que no son las enseñanzas de la iglesia, y que yo estoy cometiendo una injusticia al presentar como una iniquidad general lo que es solamente la culpa de los jesuitas. Escuche las palabras de aquel papa infalible Gregorio XVI, en su célebre encíclica del 15 de agosto de 1832:

«Si la Santa Iglesia lo requiere, sacrifiquemos nuestras propias opiniones, nuestro conocimiento, nuestra inteligencia, los sueños espléndidos de nuestra imaginación, y los logros más sublimes del entendimiento humano.»

(…) Ahora, protestantes, ¿empiezan a ver la diferencia entre el objetivo de la educación entre una escuela protestante y una escuela católica? ¿Empiezan a entender que la distancia entre la palabra «educación» entre ustedes, y el significado de esta misma palabra en la iglesia de Roma, es tan grande como la distancia entre el polo norte y el polo sur? Para ustedes, «educación» significa levantar al hombre a la esfera más elevada de la hombría. Para Roma significa rebajarlo por debajo de los más brutos. Para ustedes, educar significa enseñar al hombre que él es un agente libre, que la libertad dentro de los límites de las leyes de Dios y de su nación es una dádiva asegurada para todos; ustedes quieren grabar en cada persona el pensamiento noble que es mejor morir como hombre libre que vivir como esclavo. Roma quiere enseñar que hay un solo hombre libre, el papa, y que todos los demás nacieron para ser sus esclavos entregados en pensamiento, voluntad y acción.

Ahora, para que Ud. entienda más todavía el abismo de degradación y corrupción moral al cual estos principios anti-cristianos y anti-sociales de Roma llevan a sus pobres esclavos ciegos, lea lo que dice Liguori (Teólogo moral católico reconocido del siglo XVIII) en su libro «La monja santificada»:

«El medio principal y más eficaz de practicar la obediencia debida a los superiores, y de hacerla meritoria ante Dios, consiste en considerar que al obedecer a ellos obedecemos a Dios mismo, y que al despreciar sus órdenes despreciamos la autoridad de nuestro Maestro Divino. Cuando, entonces, una religiosa recibe un precepto de su prelado, superior o confesor, debe ejecutarlo inmediatamente, no solamente para complacer a ellos, pero principalmente para complacer a Dios, cuya voluntad le es dada a conocer por medio de su orden. Al obedecer su orden, ella obedece más ciertamente la voluntad de Dios que si un ángel viniera del cielo para manifestarle Su voluntad. Tenga esto siempre en mente, que la obediencia que usted practica hacia su superior, es rendida a Dios mismo. Si entonces usted recibe una orden de alguien que ocupa el lugar de Dios, usted debe observarla con la misma diligencia como si viniera de Dios mismo. El bendito Egidio solía decir que es más meritorio obedecer a un hombre por el amor de Dios, que obedecer a Dios mismo. Se puede añadir que hay más certeza de hacer la voluntad de Dios al obedecer a nuestro superior, que al obedecer a Jesucristo en el caso que El apareciera en persona y diera sus órdenes. San Felipe de Neri solía decir que las religiosas pueden estar muy seguras de que no tendrán que rendir cuentas por las acciones hechas por obediencia; de estos actos solo los superiores que los ordenaron serán tenidos responsables. El Señor dijo una vez a Catalina de Siena: «Las religiosas no serán obligadas a rendirme cuentas por lo que hicieron por obediencia; de esto yo demandaré cuentas de parte del superior.» Esta doctrina se conforma a la Sagrada Escritura: ‘He aquí, dice el Señor, como es el barro en la mano del alfarero, así eres tú en mis manos, ¡O Israel!’ (Jeremías 18:6). Un hombre religioso tiene que estar en las manos de sus superiores para ser moldeado como ellos quieren. ¿Debe el barro decir a El que lo forma: Qué estás haciendo? El alfarero debe responder: ‘Cállate, no es tu negocio inquirir lo que yo hago, sino obedecer y recibir cualquier forma que me agrada darte.’ «

Yo les pregunto, protestantes americanos, ¿qué será de vuestro país hermoso si ustedes son lo suficientemente ciegos para permitir que la iglesia de Roma enseñe a los niños? ¿Qué clase de hombres y mujeres pueden salir de tales escuelas? ¿Qué futuro de vergüenza, degradación, y esclavitud preparan ustedes para su país si Roma tiene éxito en obligarles a apoyar tales escuelas? ¿Qué clase de mujeres saldrán de la escuela de monjas que les enseñan que la máxima perfección en una mujer es cuando obedece a su superior, el sacerdote, en todo lo que le ordena? ¿y que su hija nunca tendrá que rendir cuentas ante Dios por los actos que cometerá para complacer y obedecer a su superior, el sacerdote, el obispo, o el papa? ¿Que los asuntos de su conciencia se arreglarán entre Dios y este superior, y que a ella nunca se le preguntará por qué hizo esto o aquello, cuando será hecho para gratificar al superior y obedecer su mandamiento? Y otra vez, ¿qué clase de hombres y ciudadanos saldrán de las escuelas de estos jesuitas que creen y enseñan que un hombre ha alcanzado la perfección de la hombría solamente cuando es un cadáver espiritual perfecto ante su superior, cuando obedece al sacerdote con la perfección de un cadáver que no tiene vida ni voluntad dentro de sí?


Comentario:

Observo que esta misma enseñanza falsa de la «sumisión» está actualmente difundida en muchas iglesias evangélicas también; particularmente en América Latina. Muchos pastores evangélicos usan exactamente los mismos argumentos como el católico Liguori en la cita arriba, diciendo que «al pastor hay que obedecer, aun cuando esté equivocado.» Pero esta enseñanza contradice a la Palabra de Dios que dice: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29) – esto lo dijo Pedro exactamente a sus superiores religiosos a los cuales estaba desobedeciendo. Aquellas iglesias evangélicas que mantienen esa enseñanza de la «sumisión bajo los pastores», tienen en realidad una mentalidad católica romana y se han alejado de los principios de la Reforma y de la palabra de Dios. Por tanto, tampoco podrán educar a sus niños en la libertad del evangelio.

Y por supuesto, esta misma mentalidad esclavizante está todavía muy vigente en las escuelas estatales, aunque ya no se encuentran bajo la autoridad directa de la iglesia católica. Esta es, por ejemplo, una de las raíces profundas de por qué el Perú está tan atrasado en «comprensión de lectura»: El peruano promedio, desde su niñez, está siendo condicionado por esta mentalidad romana, a creer que no se puede ni se debe entender lo que uno lee; que hay que esperar a que la autoridad (eclesiástica o escolar) le dé a uno la interpretación «oficial» de lo que está escrito; y que entonces hay que creer esta interpretación oficial, por más que contradiga el sentido natural y obvio de las palabras. Esta misma mentalidad es la que sigue penetrando el sistema escolar desde la época colonial hasta hoy; y de ahí la gran dificultad que tiene mucha gente para poder entender por sí mismos lo que leen.

Por último, será importante entender que los países que eran «protestantes» (reformados) en los tiempos de Chiniquy, en la actualidad ya no lo son. Por eso, las escuelas estadounidenses hoy en día ya no son ningún ejemplo a seguir. Están ahora dominadas por el mismo espíritu esclavizante, aunque no en el nombre del catolicismo, pero en el nombre del gobierno secular, del «ateísmo científico», y de la industria y economía. Cómo sucedió esta transformación espantosa de las escuelas americanas durante el siglo pasado, lo describe con mucho detalle John Taylor Gatto en su obra monumental «Historia secreta de la educación americana«.

No Comments »

Educación de niños con síndrome de Asperger

Para información acerca de las características del síndrome del Asperger y el espectro autista, vea los artículos anteriores.

En este artículo me refiero principalmente al trato con autistas de «alto funcionamiento» (o síndrome de Asperger). Para autistas de «bajo funcionamiento» pueden aplicar pautas similares, pero mi experiencia personal se limita a personas con síndrome de Asperger, por lo cual prefiero no afirmar nada acerca de las otras manifestaciones del autismo.

Veamos primero qué posibilidades existen para que un autista mejore su condición y sus relaciones con otras personas.

Tenemos que estar conscientes de que el autismo y el síndrome de Asperger es una condición innata, de origen genético; por tanto es un rasgo inherente de la personalidad (más exactamente, de la estructura de su cerebro) y no puede ser «curado», ni con medicamentos ni con terapias. Reportes o sugerencias que hablan de una supuesta «sanidad» del autismo, carecen de fondo. Primeramente, esa idea presupone que el autismo es una enfermedad, lo que no es cierto. Es una forma distinta de cómo el cerebro procesa las impresiones y las ideas, la cual ciertamente trae sus problemas, pero tiene también sus ventajas, como hemos visto en «Otras características de las personas en el espectro autista«. Si un autista efectivamente perdiese sus características autistas, sufriría una alteración existencial de su personalidad entera; y además perdería también las capacidades intelectuales particulares que son características del autismo. Aun si un tal tratamiento existiera, habría que preguntarse entonces si eso realmente sería deseable.

No puede entonces ser una meta de la educación que un autista «deje de ser autista». Mas bien, el autista debe aprender a usar sus puntos fuertes para compensar sus debilidades.
Por ejemplo, nunca será capaz de entender señales no-verbales de la misma manera intuitiva como las personas neurotípicas. Pero donde le falla su intuición, puede en su lugar usar sus capacidades de análisis y sistematización. Puede aprender a analizar la comunicación no-verbal de las personas, comparando mentalmente situaciones anteriores que experimentó, dejarse explicar verbalmente lo que una persona quiere comunicar, etc. Como me dijo una educadora terapéutica: «Un autista tiene que memorizar el significado de las distintas expresiones faciales, de la misma manera como aprendemos un idioma extranjero memorizando el significado de sus palabras.»
Por supuesto que este proceso es mucho más lento y tedioso que la forma intuitiva como las personas neurotípicas comprenden la comunicación no-verbal al instante. Pero es el único camino que le queda al autista, y le ayuda cuando está consciente de que él debe emprender este aprendizaje. Más fácil es para los autistas de «alto funcionamiento» (síndrome de Asperger) por causa de sus capacidades intelectuales superiores, pero aun ellos generalmente tienen que llegar a los treinta años o más, hasta que pueden relacionarse con otras personas y moverse en la sociedad con suficiente facilidad.

De manera similar, un autista puede aprender a comprender las emociones y los puntos de vista de otras personas, no intuitivamente como una persona neurotípica, pero analizando intelectualmente: ¿Cómo me sentiría yo si estuviera en tal situación? o si yo hubiera experimentado esto o aquello?

En la práctica, un autista necesita sobre todo lo siguiente para poder relacionarse mejor con su entorno:

Comprensión de parte de su entorno.
Las personas que tratan con autistas, deben entender que su frecuente comportamiento inadecuado no es por motivos malignos. Si un autista interrumpe a los demás en la conversación, o expresa de manera muy directa, brusca y ofensiva lo que piensa, no es porque quiere ofender o provocar; es porque no puede expresarse de otra manera. Cuando un autista ignora o hiere los sentimientos de otras personas, no es porque quiere herir; es porque no puede percibir la existencia de estos sentimientos. Cuando un niño autista se descontrola en una situación estresante, es porque no puede tranquilizarse ante una sobrecarga de impresiones sensoriales. Cuando muestra una reacción excesiva al dolor o a un alimento nuevo, no es porque exagera; es porque efectivamente percibe estas impresiones de una manera mucho más intensa que una persona neurotípica.
Por tanto es algo de lo más dañino cuando a un niño autista se le reprocha constantemente que esté haciendo estas cosas por maldad, por «majadero», etc. Con eso se desanima, empieza a pensar que nunca puede satisfacer a sus educadores, y pierde la motivación por contribuir de su parte a una mejora de su situación.
(En este aspecto es bueno tomar en cuenta los principios de la pedagogía de la confianza.)

Los servicios de un(a) mediador(a) o «traductor(a)» en sus relaciones con otras personas.
Para un autista es de mucha ayuda cuando tiene cerca de sí una persona de confianza que le ayuda a orientarse en la «jungla» de las relaciones interpersonales, y que ayuda también a las otras personas a comprender mejor al autista. Durante la niñez, lo más lógico es que sus propios padres asuman esta tarea. Si asiste a una escuela, allí puede ser un(a) profesor(a) o psicólogo(a) entendido en los problemas del autismo.
Esta persona, cuando se da cuenta de posibles malentendidos o conflictos, puede por ejemplo explicar al autista: «Mira, fulano te ha dicho así y así, pero lo que quiso decirte en realidad fue …». O: «¿Te das cuenta cómo te está mirando la vecina? Se siente ofendida por lo que le has dicho.» – Y también puede explicar a los neurotípicos: «A … tienes que decirle las cosas como son; no va a entender tus indirectas.» O: «Saben, … tiene muchas ganas de jugar con ustedes, solamente que no sabe cómo decirlo.»
En una etapa posterior, se puede enseñar al autista a evaluar las situaciones y considerar alternativas a sus reacciones acostumbradas: «Vamos a pensar juntos cómo podrías decir eso de una manera que suene más amable.» – «Cuando te irrita la bulla que hace tu hermanito, ¿qué otra cosa podrías hacer en vez de pegarle?» – Etc.

Si se considera buscar ayuda psicológica profesional, lo más indicado sería una terapia cognitivo-conductual. Una tal terapia hace básicamente lo mismo como lo que acabo de describir, solamente con mayor profesionalismo: Ayuda al autista a analizar conscientemente las situaciones que enfrenta, su manera de pensar acerca de estas situaciones, y sus reacciones; y lo anima a buscar y practicar alternativas más adecuadas. En el caso ideal se involucran también las personas más cercanas al autista, para que ellos también puedan mejorar su manera de relacionarse con el autista.

Existe una razón adicional para involucrar a la familia entera y posiblemente a otros familiares: Ya que el autismo es una condición genética y hereditaria, existe una alta probabilidad de que otros familiares también tengan rasgos autistas. Los conocimientos acerca del síndrome de Asperger o autismo de «alto funcionamiento» comenzaron a difundirse ampliamente recién a partir de la década de los 90. Por eso deben existir todavía muchos adultos autistas que nunca fueron diagnosticados. El diagnóstico de un niño autista puede contribuir al descubrimiento del autismo de parientes adultos.

La comunicación entre autistas y neurotípicos es comparable a la comunicación entre personas de distintas culturas: Surgen muchos malentendidos porque las dos partes enfrentan la situación desde suposiciones y valores muy distintos. Por ejemplo, en la cultura peruana es muy importante saludar amablemente; mientras el llegar tarde a una reunión no se considera ninguna ofensa grave. En cambio, en muchos países europeos la puntualidad es sumamente importante, mientras al saludo no se le da mucha importancia. Entonces, si un peruano en Europa llega media hora tarde a una reunión y saluda muy amablemente a todos los presentes, se puede quedar sorprendido de que ellos califiquen su comportamiento como ofensivo y desvergonzado, si él (desde su propia perspectiva) se esforzó tanto por ser amable.
Los malentendidos y conflictos entre autistas y neurotípicos a menudo son de la misma naturaleza: Cada uno se esfuerza por hacer lo que le parece normal y correcto (desde su propia perspectiva), y no entiende que eso mismo es ofensivo en la perspectiva de la otra persona. De ahí la gran utilidad de un mediador o «traductor» que tiene conocimiento de ambas culturas.

Por el otro lado, algunos artículos en internet sugieren «terapias» inadecuadas. Particularmente dañinas me parecen los métodos conductistas, los cuales intentan acondicionar al autista mediante recompensas y castigos, para que se comporte de una manera no-autista. Así encontré p.ej. el consejo de premiar al niño cuando nos mira a los ojos y a ignorarlo cuando no lo hace, y cosas similares. Pero eso solamente causará que el niño asuma un comportamiento artificial, en contra de su naturaleza, y que constantemente se sienta culpable por algo que no es ninguna culpa. Tales métodos desprecian la dignidad humana del autista, y no ayudan para edificar relaciones honestas y de confianza.

Acerca de las «terapias» con medicamentos también hay que tener ciertas dudas. Ya que el autismo está relacionado con la estructura innata del cerebro, ningún medicamento puede realmente alterar o incluso «sanar» las características autistas. Algo que se puede lograr con medicamentos, es controlar ciertas condiciones que a veces se asocian con el autismo, tales como depresiones, ansiedad, estrés, o hiperactividad. Pero en estos casos no se trata entonces de un tratamiento del autismo en sí, sino de otras condiciones que están sólo indirectamente relacionadas con el autismo. Y aun en estos casos habría que preguntarse si los medicamentos son realmente la mejor opción, o si no sería mejor ocuparse de las causas de fondo (ambientales o psicológicas) que provocan estas condiciones.

– Algunos otros puntos que pueden ser de ayuda en la educación de niños autistas:

Acostumbrar al autista a que pregunte si no entiende algo o si tiene un problema; y responder sus preguntas con paciencia.
Muchos autistas no se atreven a hablar si no han entendido una cosa o si no saben cómo llevar a cabo un encargo. Prefieren fabricar sus propias hipótesis, e intentar resolver el problema a su propia manera (o no resolverlo en absoluto), en vez de pedir ayuda. Tienen que aprender que no es una vergüenza pedir ayuda; y en consecuencia no debemos hacerlos sentir mal cuando vienen con muchas preguntas o piden ayuda para asuntos que nos parecen triviales.
Por la misma razón, debemos animar mucho al autista a que nos hable cuando tiene un problema con otra persona, o cuando fue maltratado o ridiculizado de alguna forma; y no debemos defraudar su confianza cuando nos habla de sus problemas. Los autistas pueden a menudo convertirse en víctimas del maltrato, abuso o «bullying»; y dificultan más que los neurotípicos en hablar acerca de tales experiencias.

Proveer un ambiente ordenado y estructurado.
Ya que los autistas pueden dificultar mucho en estructurar su propio mundo, como educadores tenemos que proveerles esa estructura. Por ejemplo, el encargo «Ordena tu cuarto» puede ser difícil o imposible de cumplir para muchos niños autistas. Tenemos que asegurar primero que el niño sepa de cada cosa dónde es su lugar, para poder guardarlo donde corresponde.
De la misma manera hay que proveer una estructura fija para la rutina diaria: a qué hora levantarse, a qué hora comer, cuáles son las responsabilidades de cada miembro de la familia en los quehaceres de la casa, etc. En lo posible, cualquier cambio importante debe anunciarse con anticipación para que el niño autista tenga suficiente tiempo para adaptarse.
Por el otro lado, se puede acostumbrar al niño autista a adquirir poco a poco una mayor flexibilidad, introduciendo cambios pequeños no anunciados y así obligándolo a improvisar un poco, justo en la medida que está todavía dentro de sus capacidades. Así el niño aprende a desarrollar estrategias para tratar adecuadamente con situaciones imprevistas.

Comunicar de manera clara y directa, no asumir que algo «se entiende por sí mismo».
Un autista generalmente no entiende significados implícitos; tenemos que decirle todo explícitamente. Retomando un ejemplo del artículo anterior: No es suficiente decirle: «Fíjate si el agua está hirviendo»; tenemos que añadir: «… y si está hirviendo, apaga la hornilla» (o lo que sea necesario hacer en este caso).

Estructurar tareas y encargos complejos, mediante una secuencia de pasos sencillos.
Ya que los autistas generalmente se concentran completamente en una sola actividad, dificultan con encargos complejos que requieren considerar varios aspectos a la vez. Les facilitamos la vida si dividimos tales encargos en varios pasos sencillos que se pueden cumplir uno tras otro.

Estar dispuestos a dar explicaciones lógicas por lo que exigimos o decidimos.
Ya hemos visto que los autistas generalmente son personas muy «lógicas» y «sistemáticas». A veces se niegan a cumplir mandatos o reglas cuando éstas les parecen arbitrarias o no entienden su utilidad. Entonces hay que estar preparados para darles una razón lógica por qué se debe hacer esto o aquello. Y si no encontramos ninguna razón lógica, quizás tenemos que preguntarnos si realmente necesitamos exigirlo.

En cuanto al aprendizaje intelectual, los niños con síndrome de Asperger no necesitan ninguna ayuda especial; a menudo tienen mayores capacidades que los neurotípicos. Aun donde parecen tener problemas de aprendizaje o de comprensión, al analizar la situación a menudo resultará que en el fondo no se trata de problemas de aprendizaje, sino de problemas relacionales. Por ejemplo, un niño en la escuela es constantemente el blanco de las burlas de sus compañeros, y por tanto no puede concentrarse en lo que lee y escucha. O un niño no puede responder a las preguntas del profesor, no porque no supiera las respuestas, sino por sus características autistas. O un niño se niega a aceptar algún dato o contenido, no porque no lo comprendiera, sino porque le fue comunicado de una manera inadecuada para él (en desorden, o de una manera que transmitió rechazo personal), y por tanto el contenido le parece ilógico u ofensivo y lo rechaza.

Los «aspies» pueden hacer progresos enormes en el aprendizaje cuando tienen la posibilidad de estudiar algo que está relacionado con sus intereses especiales. Con un poco de experiencia y creatividad se pueden encontrar diversas actividades de lenguaje, matemática, artes, ciencias, etc, relacionadas con estos intereses especiales; y estas actividades a su vez pueden ayudar a ampliar estos intereses poco a poco. Se recomienda aquí el método de las unidades temáticas, individualizado para las necesidades del autista.

Para niños autistas, la educación en casa es una opción preferible si es que los padres son comprensivos y están dispuestos a invertir el tiempo necesario. Aunque algunos piensan que es mejor que asistan a la escuela «para que aprendan a socializar» – pero eso es como decir a un paralítico que se siente en una bicicleta «para que aprenda a pedalear y a mantener su equilibrio». Para aprender a relacionarse con otras personas, un autista necesita un ambiente de confianza, con unas pocas personas comprensivas, de preferencia una sola persona a la vez. A causa de sus intereses especiales y a menudo intelectualmente exigentes, muchos niños autistas prefieren la compañía de adultos en vez de otros niños de su edad. Pero en una escuela se ve confrontado con un grupo grande de niños de su edad, y donde reina un ambiente de competencia unos contra otros, envidia, y luchas por el poder – todo lo cual es muy desfavorable para el desarrollo de cualidades interpersonales en un autista. (Encuestas han revelado que aproximadamente la mitad de las personas con síndrome de Asperger consideraron seriamente suicidarse alguna vez durante su adolescencia. Eso es a menudo relacionado con el rechazo que sufren por parte de sus compañeros de escuela.)
Otra opción sería una escuela de educación especial; pero esas escuelas generalmente están diseñadas para las necesidades de niños con baja inteligencia y/o problemas de aprendizaje. Por tanto, los niños con síndrome de Asperger se sentirán aburridos y no recibirán los estímulos intelectuales necesarios en una tal escuela.

Educar a un niño con síndrome de Asperger puede ser difícil, pero tiene también su recompensa. Estos niños pueden sorprendernos con ideas y talentos insospechados. Y confiemos en que Dios no comete errores. Él creó a cada niño de manera única y especial, con un propósito a cumplir en este mundo. Si hay un niño «Asperger» en la familia, eso no es ningún desastre; este niño está aquí para un propósito especial.


Fuentes y recursos en internet:

Nota: La intención de esta serie de artículos es más práctica que científica. Por eso no he incluído referencias exactas a mis fuentes, solamente menciono a continuación las más importantes:

Ramón Cererols, «Descubrir el Asperger»
Autobiografía de un «aspie» adulto, con explicaciones detalladas acerca del síndrome de Asperger. El libro es un poco largo, pero es la mejor descripción que pude encontrar, y es escrito desde la óptica de alguien personalmente afectado. Contiene una extensa bibliografía al final.

http://espectroautista.info/
Un sitio con muchos artículos informativos y tests para evaluación.

«Un acercamiento al sindrome Asperger»
El punto fuerte de este libro es la descripción de las características (tanto positivas como negativas) y necesidades que los «aspies» tienen comúnmente durante las diferentes etapas de su vida. Solamente que la sección acerca de la niñez está escrita mayormente desde la perspectiva del ambiente escolar y no contempla la alternativa de una educación en casa (lo cual sería lo mejor en muchos casos).

– Para quienes prefieren un acercamiento un poco más «relajado» a la problemática del síndrome de Asperger, les recomiendo la película hindú «Mi nombre es Khan». Retrata la vida (ficticia) de un joven «aspie», con todas las dificultades que enfrenta al relacionarse con la sociedad neurotípica, pero también con las oportunidades de demostrar sus cualidades.

No Comments »

El «espectro autista» o «síndrome de Asperger» en las diferentes etapas de la vida

Describiré a continuación el desarrollo típico de una persona en el espectro autista a lo largo de su vida. Pero hay que tener presente que estas son generalizaciones; estas características «típicas» no necesariamente se muestran de la misma manera en cada caso individual.

Niñez

Algunos signos del autismo «clásico» o «de bajo funcionamiento» pueden manifestarse claramente desde la niñez temprana; tales como una incapacidad de relacionarse o comunicarse con otras personas. Bebés autistas pueden ser extremamente tranquilos; otros en cambio pueden ser muy llorones y difíciles de tranquilizar. También se pueden manifestar trastornos del sueño y/o de la alimentación y digestión.
Por el otro lado, los niños con síndrome de Asperger o autismo «de alto funcionamiento» muestran pocas particularidades durante la edad preescolar. Además, los signos del síndrome de Asperger pueden sobreponerse parcialmente con los síntomas de otras condiciones como el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad). Por tanto, un diagnóstico a esa edad tiene que tomarse todavía con mucho cuidado.

Unos signos tempranos del síndrome de Asperger pueden ser:
– El niño no señala o trae espontáneamente los objetos que llaman su atención.
– Su atención a objetos es marcadamente más fuerte que su atención a caras humanas.
– Un desarrollo precoz del lenguaje (mientras en el autismo clásico este desarrollo es retardado).
– Intercambio de pronombres: dice «tú» en vez de «yo», y vice versa.
– Hipersensibilidad hacia ciertas impresiones (luces, toques, sonidos …).
– También algunos intereses inusuales y muy intensos pueden manifestarse ya a temprana edad.
– Pueden dar la impresión de tener un carácter difícil. Pero como vimos en el artículo anterior, las «majaderías» del niño autista no son defectos del carácter, son consecuencias de ciertas incapacidades que tiene como autista.

Si se detecta autismo en un niño, es importante que los padres (u otros educadores) comiencen inmediatamente a ayudarle a que desarrolle estrategias adecuadas para tener contacto con otras personas, para pedir ayuda, y para reaccionar adecuadamente a cambios imprevistos en su entorno. (Vea en la siguiente parte, «Educación de niños con síndrome de Asperger«.)

Durante su niñez, los niños con síndrome de Asperger tienen todavía relativamente pocos problemas en la interacción con otros niños. Es que los niños neurotípicos tienen todavía muchas características en común con ellos: el pensamiento concreto y literal; una forma directa de expresarse sin fingir; despreocupación hacia las reglas sociales y de urbanidad.

Generalmente sus problemas interpersonales suelen aumentar cuando se acercan a la pubertad. Empiezan a perder el interés en la compañía de otros niños, o se retiran por causa del rechazo que sufren de los otros niños.

Adolescencia

La adolescencia suele ser una etapa sumamente difícil. A esta edad, los «códigos sociales» de las interacciones entre adolescentes neurotípicos ya son tan complicados que el autista se encuentra incapaz de relacionarse con ellos. Además, muchos adolescentes están absorbidos en sus propios problemas y no pueden o no quieren hacer el esfuerzo de comprender a un compañero que es «diferente». En muchos autistas despierta en esta etapa nuevamente un deseo de cultivar amistades, pero descubren que no lo logran. Por eso, generalmente tienen una inmensa necesidad de comprensión, apoyo emocional y ánimo por parte de sus padres u otros adultos de su confianza.

Puede ser muy frustrante para un adolescente o joven autista, descubrir que tiene por delante un proceso de aprendizaje muy largo y penoso, antes de que pueda nuevamente cultivar relaciones «normales» con otras personas. Pero cuanto mayor su motivación y esfuerzo para este proceso de aprendizaje, más éxito tendrá en su vida adulta.

Normalmente será un gran alivio emocional cuando se le permite pasar bastante tiempo cultivando sus intereses particulares; sobre todo cuando se le brinda la oportunidad de producir algo útil mediante estos intereses. Adolescentes con síndrome de Asperger ya pueden realizar trabajos como tipeos y diseños gráficos en computadora, programar juegos sencillos de computadora, arreglar artefactos eléctricos, traducir textos a otros idiomas, etc. – Si han adquirido cierta destreza en relacionarse con otras personas, pueden también dar clases individuales de matemática o ciencias a alumnos de su edad o menores.

Adolescentes en el espectro autista a menudo tienden a descuidar su persona en cuanto a higiene, vestimenta, ejercicio físico, etc. Necesitan un incentivo positivo en estas áreas.

Orientación vocacional y trabajo

Muchos «aspies» elegirán por sí mismos una ocupación que corresponde a sus intereses y capacidades particulares. Si tienen las capacidades intelectuales necesarias, pueden ser buenos ingenieros, programadores de computadoras, o científicos. De otro modo pueden elegir un trabajo de oficina que requiere exactitud y atención al detalle, pero poca interacción con otras personas: Contador; corrector ortográfico; bibliotecario; diseñador gráfico; etc.
– Autistas de «bajo funcionamiento» harán de preferencia un trabajo manual sencillo que se puede ejercer en un ambiente tranquilo sin interrupciones de afuera.
Sin embargo, unos pocos autistas «de alto funcionamiento» pueden también exitosamente ejercer profesiones que exigen relacionarse con personas, mientras tienen a la vez un fuerte componente científico: Psicólogo; profesor de matemática o de ciencias, etc.
Los peores trabajos para autistas son aquellos que exigen reaccionar de manera rápida y precisa a una gran multitud y variedad de estímulos sensoriales: Chofer o piloto; supervisor de tráfico aéreo; policía de tránsito; reportero; mozo en un restaurante grande; etc. Es bueno saber eso de antemano para no elegir un trabajo de este tipo.

Los problemas laborales de los autistas raramente están relacionados con la calidad de su trabajo. Con mucho más frecuencia sufren de conflictos y problemas de incomprensión, debido a sus dificultades generales al relacionarse con otras personas. La situación de un empleado autista frente a su empleador es comparable con la situación de un niño autista frente a sus padres: A menudo es culpado de desobediencia o de malas intenciones, cuando en realidad se trata de debilidades que no puede evitar debido a su autismo. Por causas como estas, en la actualidad muy pocos autistas adultos logran mantener un empleo estable, a pesar de sus buenas calificaciones profesionales. Esta situación podría mejorarse mucho si los empleadores fueran mejor informados acerca de los problemas y necesidades específicos de los autistas, y si estuvieran dispuestos a proveer a sus empleados autistas un entorno de trabajo adecuado a sus características especiales.

La edad adulta

Autistas de «bajo funcionamiento» generalmente siguen siendo personas dependientes durante toda su vida. Los «aspies» en cambio pueden esperar lograr un nivel satisfactorio de relaciones personales e integración en la sociedad para alrededor de los treinta años, si es que ponen de su parte para lograrlo. Su capacidad de compensar sus debilidades y de comprender la comunicación interpersonal aumenta.
Sin embargo, algunos problemas permanecerán durante toda la vida, ya que las características autistas nunca desaparecen. Son relativamente pocos «aspies» que llegan a casarse, y problemas matrimoniales son frecuentes. Se pueden minimizar si ambos cónyuges desde el inicio están conscientes de los problemas específicos del autismo, se ponen de acuerdo en cuanto a ciertas estrategias para solucionar conflictos, y buscan consejería matrimonial en casos de crisis.


Fuentes y recursos en internet:

Nota: La intención de esta serie de artículos es más práctica que científica. Por eso no he incluído referencias exactas a mis fuentes, solamente menciono a continuación las más importantes:

Ramón Cererols, «Descubrir el Asperger»
Autobiografía de un «aspie» adulto, con explicaciones detalladas acerca del síndrome de Asperger. El libro es un poco largo, pero es la mejor descripción que pude encontrar, y es escrito desde la óptica de alguien personalmente afectado. Contiene una extensa bibliografía al final.

http://espectroautista.info/
Un sitio con muchos artículos informativos y tests para evaluación.

«Un acercamiento al sindrome Asperger»
El punto fuerte de este libro es la descripción de las características (tanto positivas como negativas) y necesidades que los «aspies» tienen comúnmente durante las diferentes etapas de su vida. Solamente que la sección acerca de la niñez está escrita mayormente desde la perspectiva del ambiente escolar y no contempla la alternativa de una educación en casa (lo cual sería lo mejor en muchos casos).

– Para quienes prefieren un acercamiento un poco más «relajado» a la problemática del síndrome de Asperger, les recomiendo la película hindú «Mi nombre es Khan». Retrata la vida (ficticia) de un joven «aspie», con todas las dificultades que enfrenta al relacionarse con la sociedad neurotípica, pero también con las oportunidades de demostrar sus cualidades.

No Comments »

Otras características de personas en el espectro autista

En el artículo anterior describí las características principales que las personas en el espectro autista tienen en común, tanto los autistas de «bajo funcionamiento» como los de «alto funcionamiento» o con síndrome de Asperger: Grandes dificultades en la comunicación no-verbal, un déficit de empatía, e intereses muy específicos e intensos (asociados a una inflexibilidad mental).

A continuación mencionaré algunas otras características que están a menudo asociadas con el autismo, pero no en todos los casos. Como mencioné anteriormente, la expresión «espectro autista» significa que no existe una sola forma claramente definida de cómo se manifiesta el autismo, sino que eso puede variar mucho de una persona a otra. En estos artículos estoy usando la palabra «autista» indistintamente para todas las formas de autismo, lo que incluye el síndrome de Asperger.

Una manera muy concreta, literal, de pensar y de expresarse.

A raíz de sus dificultades con la comunicación no-verbal, el autista tiene que apoyarse casi únicamente en lo que se expresa con palabras, al relacionarse con otras personas. Por eso tiende a tomar de manera literal todo lo que alguien dice; dificulta en entender expresiones figurativas, de doble sentido, o indirectas.
Por ejemplo, la mamá dice al niño: «Anda a la cocina y mira si el agua para el té ya está hirviendo.» – El niño va a la cocina, regresa y dice: «Está hirviendo.» – La mamá: «¿Y apagaste la hornilla?» – El niño: «Pero no me has dicho que la apague, solamente me has dicho que mire.»
O el niño pregunta: «Mami, ¿dónde está mi cuaderno?» – La mamá: «Pero ¿no lo ves? Está justo delante de tu nariz.» – El niño se toca su nariz para ver si el cuaderno está allí.
Ahora, también niños neurotípicos pueden de vez en cuando reaccionar de esta manera, porque los niños en general piensan de manera concreta y no abstracta. Pero en un niño autista, esta característica es mucho más pronunciada.

Falta de comprensión por convenciones sociales y reglas de urbanidad.

La forma de pensar de un autista es directa y lógica. Pero muchas convenciones sociales (de cómo comportarse) y reglas de urbanidad no se pueden fundamentar con razones lógicas; se establecieron arbitrariamente «porque así se hace». Por tanto, el autista las percibe como ilógicas y no entiende por qué la sociedad espera de él que las cumpla. A veces actúa de manera contraria a las reglas, no por maldad, simplemente porque no ve sentido en las reglas.
Eso sucede particularmente con aquellas reglas que exigen fingir o disimular de alguna manera. Por ejemplo, cuando a alguien se le pregunta «¿Cómo estás?», un autista no entiende por qué la persona responde «Bien», aunque esté enferma o molesta. O cuando se le presenta a alguien, no entiende por qué debería decir «Encantado», aun si la otra persona le parece repugnante.

Hipersensibilidad hacia ciertas impresiones, pero falta de sensibilidad hacia otras.

Muchos autistas reaccionan fuertemente estresados o irritados ante ciertas impresiones sensoriales; pero la clase de impresiones que provocan esta reacción varía mucho de una persona a otra. Para unos pueden ser ciertas combinaciones de luces o colores; para otros son ciertos sonidos; o ciertas formas de ser tocados, o ciertas formas de dolor, o el olor o sabor de ciertos alimentos. (En este último caso, un niño se negará a comer estos alimentos porque le producen asco y hasta náuseas.) Particularmente estresantes son las situaciones donde tienen que procesar muchas impresiones distintas al mismo tiempo, por ejemplo al cruzar una avenida muy transitada.
Por el otro lado, cuando un autista está concentrado en alguna ocupación que le interesa, puede suceder que se «apagan» todos sus sentidos que no están dirigidos hacia su ocupación. No escucha cuando le llaman; no se da cuenta de que tiene hambre o sed o sueño; puede no percibir un dolor físico.
Todas estas reacciones tienen que ver con la manera distinta de como el cerebro del autista procesa las impresiones sensoriales. En una persona neurotípica, el cerebro «filtra» automáticamente las impresiones, de manera que la persona percibe lo que es «importante» y pasa por alto lo que no tiene importancia. En los autistas, parece que este «filtro» funciona de manera distinta: usa criterios distintos acerca de lo que es «importante»; en ciertas situaciones deja pasar demasiadas impresiones, en otras situaciones deja pasar muy pocas.

Prosopagnosia.

Con «prosopagnosia» se entiende la incapacidad de recordar o distinguir las caras de otras personas. Este es un fenómeno que puede ocurrir también en personas neurotípicas, pero es más frecuente en autistas. Si se encuentran en la calle con alguien que no han visto por bastante tiempo, no podrán decir con seguridad si es realmente esa persona, o si es otra persona que solamente se le parece. Cuando comen en un restaurante y su plato no llega, no saben a quién reclamar porque no recuerdan la cara del mozo que recibió su pedido. Cuando una amiga aparece con un peinado distinto o con el cabello teñido, probablemente ya no la reconoce. Esta debilidad puede causar muchas situaciones bochornosas para un autista.

Torpeza física.

Muchos autistas tienen dificultades de coordinar sus movimientos, sobre todo de los músculos gruesos. Por eso dificultan en actividades como juegos de pelota, gimnasia, danza, y similares, y prefieren evitar tales actividades. Por la misma razón – y por sus reacciones imprevisibles al tener que procesar un exceso de impresiones – se recomienda que los autistas no manejen automóviles, porque son más propensos a provocar accidentes. (En cambio, parecen no tener problemas con los movimientos finos, por ejemplo al escribir, dibujar, o tocar un instrumento musical.)
Muchos niños autistas son más propensos a caerse, a chocarse con otras personas o con las paredes, o a empujar y a hacer caer objetos. Es importante no reñirlos o castigarlos como si lo hicieran por maldad, sino ayudarles a tomar precauciones para evitar tales accidentes en lo posible.

Una mayor susceptibilidad a sufrir depresiones, ansiedad y estrés.

Esto se manifiesta sobre todo en la adolescencia y en la edad madura. Hasta donde pude informarme, no está claro si esta susceptibilidad es inherente a la condición autista, o si es mayormente causada por la incomprensión que el autista sufre de parte de la sociedad.

Puntos fuertes de los autistas

Hasta ahora he descrito mayormente características que el autista o la sociedad (o ambos) perciben como un problema o una discapacidad. Pero existen también áreas donde los autistas, particularmente los «de alto funcionamiento» (síndrome de Asperger), demuestran capacidades superiores a los neurotípicos. Si en algún contexto es apropiado cambiar la palabra «discapacitados» por la expresión «personas con capacidades especiales», es en el contexto del autismo y del síndrome de Asperger.

Altas capacidades analíticas y sistemáticas.

La mayoría de las personas con síndrome de Asperger destacan en los campos de la matemática, ciencia y tecnología. Se ha estimado que entre los ingenieros y los programadores de computadoras, el porcentaje de autistas es por lo menos el doble del promedio. Simón Baron-Cohen describió la «alta capacidad de sistematización» como una de las características distintivas del autismo.
A menudo los autistas tienen también una memoria excelente.

Mucha atención al detalle; perfeccionismo en el trabajo.

Autistas son particularmente aptos para trabajos que requieren mucha atención a los detalles, tales como encontrar errores ortográficos en un texto, encontrar y describir los errores en un programa de computadora, etc. Por eso, la empresa danesa «Specialisterne» decidió buscar y seleccionar específicamente a autistas para entrenar y emplearlos como programadores y evaluadores de software. (Por supuesto que necesitan tener las capacidades intelectuales correspondientes.)
Los autistas, cuando reciben un encargo que requiere sus conocimientos especiales, generalmente se esfuerzan por entregar un trabajo de alta calidad. Por el otro lado tienen que aprender a controlar y limitar su perfeccionismo, porque de otra manera demorarán exageradamente y no lograrán terminar su trabajo dentro del plazo.

La capacidad de la hiperconcentración.

Ya mencioné eso cuando hablé acerca de la reacción de los autistas hacia las impresiones sensoriales. Muchos autistas, cuando están concentrados en un trabajo, son capaces de «apagar» completamente las influencias del ambiente que podrían distraerlos. Durante esos tiempos de hiperconcentración pueden trabajar de manera muy eficaz. Solamente requieren para eso un ambiente relativamente tranquilo: no pueden alcanzar esta hiperconcentración cuando por ejemplo tienen que trabajar junto con otras personas en la misma oficina, o cuando al mismo tiempo tienen que atender al teléfono y a la puerta. (Generalmente un autista no puede prestar atención a más que una actividad a la vez.) Por eso, para un niño autista es importante que tenga su espacio propio y tranquilo para hacer sus tareas.

Sinceridad y fidelidad.

Por lo general, en los autistas se puede confiar. Dicen las cosas como son (o como ellos las perciben), sin fingir y sin tener intenciones secretas. Eso es a veces percibido como ofensivo, porque a menudo dicen de manera muy directa lo que piensan; pero en el fondo eso es una cualidad positiva, la sinceridad.
Por sus características particulares, los autistas no llegan a tener muchos amigos; pero generalmente son muy fieles en las pocas amistades que tienen.


Fuentes y recursos en internet:

Nota: La intención de esta serie de artículos es más práctica que científica. Por eso no he incluído referencias exactas a mis fuentes, solamente menciono a continuación las más importantes:

Ramón Cererols, «Descubrir el Asperger»
Autobiografía de un «aspie» adulto, con explicaciones detalladas acerca del síndrome de Asperger. El libro es un poco largo, pero es la mejor descripción que pude encontrar, y es escrito desde la óptica de alguien personalmente afectado. Contiene una extensa bibliografía al final.

http://espectroautista.info/
Un sitio con muchos artículos informativos y tests para evaluación.

«Un acercamiento al sindrome Asperger»
El punto fuerte de este libro es la descripción de las características (tanto positivas como negativas) y necesidades que los «aspies» tienen comúnmente durante las diferentes etapas de su vida. Solamente que la sección acerca de la niñez está escrita mayormente desde la perspectiva del ambiente escolar y no contempla la alternativa de una educación en casa (lo cual sería lo mejor en muchos casos).

– Para quienes prefieren un acercamiento un poco más «relajado» a la problemática del síndrome de Asperger, les recomiendo la película hindú «Mi nombre es Khan». Retrata la vida (ficticia) de un joven «aspie», con todas las dificultades que enfrenta al relacionarse con la sociedad neurotípica, pero también con las oportunidades de demostrar sus cualidades.

No Comments »

El «espectro autista» o «síndrome de Asperger»

Deseo comenzar con una pequeña reseña del descubrimiento de lo que actualmente se llama «espectro autista». Este descubrimiento se desarrolló por dos ramas separadas que no llegaron a unirse hasta hace relativamente poco tiempo.

Alrededor de la mitad del siglo pasado, el psiquiatra Leo Kanner describió un trastorno de la personalidad que llamó «autismo». Estas personas parecían vivir aislados en su propio mundo, incapaces de comunicar o de relacionarse con otras personas. También parecían tener capacidades intelectuales reducidas, de manera que era muy difícil educarlos. Generalmente estaban muy atrasados en el desarrollo del lenguaje.
Esta fue la idea que los psicólogos (y el público en general) tenían del «autismo» durante muchos años. Por eso, aun hoy en día hay personas que piensan que el autismo (toda forma de autismo) es una discapacidad severa. Pero no lo es en todos los casos.

Aproximadamente al mismo tiempo como Kanner, el pediatra austriaco Hans Asperger describió a un tipo distinto de niños que él había observado en su hogar de niños, y también los llamó «autistas». Esos niños eran bastante habladores, pero tenían la costumbre irritante de no preocuparse por si sus interlocutores estaban interesados en escucharlos o no. Seguían hablando así o así, y siempre acerca de sus temas favoritos. Tenían un vocabulario bastante «adulto» y mostraban también otros signos de un desarrollo intelectual precoz. Por el otro lado, raras veces expresaban emociones. Casi siempre hablaban como si estuvieran exponiendo acerca de algún tema o dictando clases. Por eso, Asperger los llamó «los pequeños profesores».

Los escritos de Asperger fueron largamente ignorados por la psicología profesional, hasta que Lorna Wing los redescubrió en la década de los 80. La sorpresa fue grande cuando Lorna Wing demostró que los síntomas descritos por Asperger, y el autismo observado por Kanner, estaban estrechamente relacionados entre sí. Y no solamente eso: Los autistas (en el sentido de Kanner) y los «pequeños profesores» de Asperger sufrían exactamente de las mismas deficiencias de fondo.

Entonces, en la actualidad se describe el autismo de una forma mucho más diferenciada. Se puede manifestar de maneras muy variadas. En un extremo está el «autismo de bajo funcionamiento» (también llamado «autismo clásico» o «autismo de Kanner»), donde los afectados generalmente siguen siendo dependientes de sus padres (u otras personas que los cuidan) durante toda su edad adulta, y raramente desarrollan capacidades profesionales o relaciones personales significativas.
En el otro extremo está el «autismo de alto funcionamiento» o «síndrome de Asperger», que a primera vista apenas se nota, y a menudo está asociado con una inteligencia por encima del promedio. (A base de detalles biográficos se ha especulado que los científicos Isaac Newton y Albert Einstein podrían haber sido «aspergers».) – Y entre estos extremos existen muchas formas intermedias.
Por eso se prefiere ya no hablar de «autismo» como de un trastorno claramente delimitado. En cambio, se habla de un «espectro» que abarca manifestaciones diversas, con transiciones difusas entre una forma y otra, y entre «autismo» y «normalidad». Sin embargo, las características de fondo son las mismas a través del espectro entero. Estas características se deben a que el cerebro del autista funciona de una manera diferente. El autismo no es entonces ninguna alteración psicológica; no es ninguna reacción a circunstancias adversas; tampoco es una enfermedad en el sentido médico. Es una condición neurobiológica innata, de origen genético, que causa que el cerebro del autista tenga una estructura diferente.

Ya que muchos autistas no sufren de ningún déficit de inteligencia, se ha cuestionado si es correcto definir la condición de la mayoría como «normal». ¿No sería más apropiado hablar de dos diferentes condiciones neurológicas, sin implicar que una de ellas sea «anormal»? – Por eso, las personas autistas y quienes trabajan con ellas prefieren llamar a los no-autistas «neurotípicos» (en vez de «normales»).

Tomando en cuenta el espectro entero, el autismo es más frecuente de lo que se pensaba anteriormente. Se estima que entre 0.5 y 2% de la población sufren de alguna forma de autismo.

Veamos entonces en qué consisten las características de fondo que diferencian a los autistas de los neurotípicos.

Grandes dificultades con la comunicación no-verbal.

Personas neurotípicas comunican una multitud de mensajes a través de canales no-verbales: Gestos, expresiones de la cara y de los ojos, la posición del cuerpo, el tono de la voz, etc. Hubo investigadores que incluso afirmaron que los mensajes no-verbales tienen por lo menos la misma importancia como los mensajes verbales en la comunicación entre personas neurotípicas.
Pero una persona autista no puede «leer» estos mensajes no-verbales. Dificulta mucho en entender lo que «significa» la mirada o el tono de voz de su interlocutor. Tampoco puede emitir tales señales de manera adecuada. Por eso, sus interlocutores a menudo se sienten confundidos y tienen la impresión de que la expresión de la cara del autista no corresponde con las palabras que dice.

Esta dificultad está en la raíz de la mayoría de los malentendidos y conflictos interpersonales que sufren los autistas, y causa una multitud de problemas en el trato diario con otras personas. Por ejemplo, a menudo no pueden distinguir si alguien habla en serio o en broma; y en consecuencia pueden ofenderse mucho por una broma que el neurotípico considera inofensiva. – Cuando varias personas hablan juntas, inconscientemente se ponen de acuerdo mediante señales no-verbales a quién le toca hablar, y en qué momento uno termina de hablar. Pero un autista no puede participar en esta comunicación no-verbal; por tanto nunca sabe cuando es su turno. Le quedan solamente dos posibilidades: O se queda callado durante la conversación entera; o habla en momentos inapropiados, «interrumpiendo» a los demás.

Los autistas generalmente no mantienen el contacto por los ojos cuando conversan con alguien. A menudo miran la boca de su interlocutor (ya que es de la boca donde salen sus palabras; mientras sus ojos no le «dicen» nada al autista), o miran hacia algún punto del ambiente alrededor. Por eso uno puede percibirlos como «ausentes» o como expresando indiferencia o rechazo, aunque eso no es su intención. – Algunos autistas miran a los ojos porque fueron educados a hacerlo, pero eso no tiene sentido para ellos; no comunican nada con los ojos.

Estos ejemplos ya demuestran que ambos lados tienen que esforzarse por comprenderse mutuamente. No es simplemente el problema del autista que «no sabe comunicarse»; es también el problema de los neurotípicos que no saben comprender a los autistas. Intervenciones psicológicas en familias han tenido mayor éxito cuando se enseñaba no solamente al miembro autista a comunicarse mejor, sino que al mismo tiempo se enseñaba a los miembros neurotípicos a comprender mejor al autista y a comunicarse de una manera que el autista puede comprender mejor.

Un déficit de empatía.

Este problema está estrechamente relacionado con el anterior: Un autista no puede intuitivamente percibir cómo se siente otra persona, o cómo se ven las cosas desde la perspectiva de otra persona. Por eso, los autistas a menudo dicen o hacen cosas sin estar conscientes del impacto emocional que pueden causar en otras personas. Por ejemplo:
– Un niño dice a su profesora en plena clase: «Tu cara se parece a un panqueque.» No lo dice con mala intención, simplemente expresa el descubrimiento de una similitud visual que acaba de hacer; pero no es capaz de medir las consecuencias que puede tener un comentario como este.
– Un padre murió joven y dejó a su esposa con varios hijos. La primera cosa que hizo el hijo menor al enterarse de esta noticia, fue sacar la bicicleta de su padre y decir: «Esta es ahora mía.» Este hijo había sufrido siempre del hecho de que todos sus hermanos mayores ya tenían sus propias bicicletas, pero él no. Entonces eso fue lo primero que le vino a la mente; y no pudo percibir que una tal acción podría herir el dolor de su madre y de sus hermanos por la muerte de su padre.

Así que las palabras y acciones de los autistas pueden a menudo parecer bruscos, torpes, desconsideradas y egoístas. Pero es importante entender que eso no es su intención. No lo hacen con la intención de herir, ofender, o ganarse una ventaja. Simplemente carecen de las herramientas emocionales que les permitirían comprender o prever las reacciones emocionales de las otras personas. Estadísticamente se encontró que los autistas cometen pocos delitos o actos de violencia; con mayor frecuencia se vuelven víctimas de tales actos.

Eso a diferencia de los psicópatas o sociópatas que exhiben tambien un comportamiento desconsiderado y egoísta, pero por razones distintas. El psicópata carece de la capacidad de sentir con sus prójimos; pero su capacidad de comunicación no-verbal y de interpretar el estado anímico y las intenciones de otras personas está intacta. El psicópata usa esta capacidad deliberadamente para manipular, ofender y humillar a sus prójimos, y a ganar una ventaja sobre ellos. Por eso, muchos psicópatas se convierten en delincuentes despiadados.

Simón Baron-Cohen, un investigador sobre autismo, usa en este contexto las expresiones «empatía positivamente cero» y «empatía negativamente cero». Los autistas tienen una «empatía positivamente cero»: Aunque no pueden percibir los sentimientos de sus prójimos, pero tienen un deseo de actuar de manera «correcta», y se esfuerzan por entender cómo funciona la sociedad, para poder comportarse de la manera «correcta» en ella. Si en algún caso llegan a darse cuenta de que han lastimado a alguien, normalmente se sienten muy afectados por ello. Por eso, los autistas a menudo tienen principios morales muy elevados.
Los psicópatas en cambio tienen una «empatía negativamente cero»: Los sentimientos de sus prójimos no les importan, aun si los perciben; y por eso pueden pueden actuar con extrema crueldad.

Junto con el déficit de empatía, los autistas a menudo sufren también de alexitimia, o sea una gran dificultad de expresar sus propias emociones y sentimientos. Muchos autistas tienen facilidad de hablar acerca de temas técnicos y científicos, temas que tienen que ver con «contenidos» y «datos»; pero dificultan mucho en hablar acerca de lo que sienten; o a veces ni siquiera perciben claramente cómo se sienten. Por eso, no solamente son los autistas que no saben interpretar correctamente el estado emocional de los neurotípicos; también los neurotípicos a menudo se equivocan al «leer» las emociones de un autista. Por ejemplo, puede parecer que la cara del autista expresa enojo; pero en realidad está solamente cansado o muy concentrado en una actividad. O al contrario, el autista se siente terriblemente frustrado, pero hacia afuera no se nota nada (y quizás ni el mismo autista lo nota), hasta que toda su frustración sale en una gran explosión.

En consecuencia de estas características, puede parecer que los autistas carecen de emociones. Pero eso no es cierto. Por dentro, un autista puede sentir las mismas emociones como un neurotípico (quizás algunas incluso de manera más intensa); solamente que hacia afuera no las puede expresar de la misma manera.

Los problemas en la comunicación no-verbal y emocional hacen que un autista no puede defenderse adecuadamente contra burlas, humillaciones, e intrusiones en su esfera privada. Por eso, los autistas con mucha frecuencia se vuelven víctimas del bullying y de todas las formas de abuso. Esta es una de las razones por qué los niños autistas son afectados todavía mucho más que los niños neurotípicos por los problemas del sistema escolar, y que la escuela no es un ambiente saludable para ellos.

Intereses muy específicos e intensos.

Los niños autistas a menudo se sienten aburridos en la compañía de otros niños de su edad, porque no se interesan por los pasatiempos de ellos como jugar fútbol, volei, a los tiros, con muñecas, etc. En cambio, tienen intereses especiales que raras veces llaman la atención de los niños neurotípicos.
En el caso de los autistas «de alto funcionamiento», estos intereses están a menudo relacionados con la matemática y la ciencia: números, computadoras, libros de ciencia o de ciencia-ficción, construcción de máquinas, etc. Pueden también interesarse por asuntos como los horarios y rutas de las líneas de transporte público; la numeración de páginas en los libros; las direcciones IP en relación con su ubicación geográfica, etc. Suelen ocuparse de sus intereses específicos con una intensidad inusual, coleccionando y memorizando una cantidad impresionante de datos acerca de estos campos de interés. Aun autistas «de bajo funcionamiento» pueden tener grandes capacidades memorísticas cuando se trata de los campos de su interés. Por el otro lado, es difícil motivarlos a ocuparse de alguna otra cosa que no corresponde a sus intereses particulares.
– Pueden también quedar fascinados por cosas tan triviales como las sombras proyectadas por una cortina que se mueve, o las superficies y texturas de ciertos juguetes, y pueden observar tales «fenómenos» por horas.

También, los autistas a menudo muestran poca flexibilidad mental; tienen una manera de pensar rígida y «de blanco y negro». Por eso sufren bastante estrés y pueden reaccionar de manera irritable ante cambios imprevistos en la rutina diaria, en el itinerario de un viaje, o en la ubicación de los muebles en la casa. «Funcionan» mejor en un ambiente bien planificado, organizado, y donde cada cosa tiene su lugar.
La inflexibilidad mental puede expresarse también en opiniones rígidas y extremas en cuanto a la moral, la política, y otros asuntos.

Estas son las características principales que definen el espectro autista: Las dificultades en la comunicación (sobre todo no-verbal), el déficit de empatía, y los intereses estrechamente delimitados, pero intensos.
Existen otras características que están presentes en muchos casos, pero no en todos. Y no todas las características autistas son «discapacidades» o «problemas». En algunas áreas, los autistas pueden tener capacidades superiores a los neurotípicos. Hablaremos de eso en otro artículo.


Fuentes y recursos en internet:

Nota: La intención de esta serie de artículos es más práctica que científica. Por eso no he incluído referencias exactas a mis fuentes, solamente menciono a continuación las más importantes:

Ramón Cererols, «Descubrir el Asperger»
Autobiografía de un «aspie» adulto, con explicaciones detalladas acerca del síndrome de Asperger. El libro es un poco largo, pero es la mejor descripción que pude encontrar, y es escrito desde la óptica de alguien personalmente afectado. Contiene una extensa bibliografía al final.

http://espectroautista.info/
Un sitio con muchos artículos informativos y tests para evaluación.

«Un acercamiento al sindrome Asperger»
El punto fuerte de este libro es la descripción de las características (tanto positivas como negativas) y necesidades que los «aspies» tienen comúnmente durante las diferentes etapas de su vida. Solamente que la sección acerca de la niñez está escrita mayormente desde la perspectiva del ambiente escolar y no contempla la alternativa de una educación en casa (lo cual sería lo mejor en muchos casos).

– Para quienes prefieren un acercamiento un poco más «relajado» a la problemática del síndrome de Asperger, les recomiendo la película hindú «Mi nombre es Khan». Retrata la vida (ficticia) de un joven «aspie», con todas las dificultades que enfrenta al relacionarse con la sociedad neurotípica, pero también con las oportunidades de demostrar sus cualidades.

4 Comments »

Se busca: Espíritu pionero

Buscar y aplicar alternativas educativas es un gran desafío. Es mucho más fácil hacer lo que hacen todos los demás.

Cuando una expedición camina por la jungla, por donde no hay camino, alguien tiene que caminar adelante con un machete y abrir paso para que los demás puedan seguir. Eso es un trabajo duro. A veces también tiene que espantar víboras y otros animales peligrosos. Los que siguen detrás lo tendrán más fácil.

Ser el primero que se aventura a una alternativa educativa, es como abrir un camino por la jungla. Sería más fácil seguir a alguien que ya hizo este trabajo. Pero si queremos que haya un camino nuevo, alguien tiene que ser el primero.

Con mi familia, durante muchos años nos hemos visto en el papel del pionero con el machete. No conocíamos a ninguna otra familia en el Perú que hubiera educado a sus hijos en casa. Recibimos bastantes críticas y ataques por causa del camino que habíamos elegido. Aun cuando nuestros hijos ya eran más grandes y todo el mundo podía ver sus progresos, no encontramos a nadie quien hubiera tenido comprensión por lo que es la educación en casa. Cuando hablábamos de ello, la gente nos miraba como si hubiéramos caído de la luna.

Tuvimos unos pocos contactos por e-mail con familias educadoras que vivían a miles de kilómetros de distancia; sobre todo con la Fundación Moore que nos animó y nos asesoró en cuanto a métodos educativos. Cuando nos enterábamos de alguna asociación de familias educadoras en México, en Chile, en Argentina, … siempre preguntábamos si tenían algún contacto en el Perú, y siempre la respuesta era que no. Así que tuvimos que encontrar nuestro camino a solas, sólo con un poco de apoyo a distancia.

Una de las pruebas de fe más fuertes fue en cuanto al permitir a los niños desarrollarse de manera natural. Habíamos leído de las muchas investigaciones que demostraban que no hay que apurar a los niños intelectualmente, que su cerebro necesita tiempo para madurar, que es mejor esperar con la lectura, la escritura y la matemática hasta que los niños están listos por sí mismos. (Vea «Mejor tarde que temprano» y «Esas neuronas mal conectadas«.) Así pasaron los años de primaria de nuestros hijos, felices para ellos porque tenían la libertad de jugar, de hacer muchas experiencias prácticas, de hacer sus propios experimentos, etc … a diferencia de los niños escolares. Pero siempre había momentos cuando nos acechaban las dudas: ¿No están «atrasados» académicamente en comparación con los otros niños de su edad? ¿No será eso una desventaja para ellos?

Entonces, ellos empezaron a entrar a su adolescencia, y se cumplió lo que Raymond Moore y otros investigadores afirmaban: En esa edad, donde muchos niños escolares ya están agotados y no tienen fuerzas ni ánimo para estudiar más, el aprendizaje de nuestros hijos literalmente se disparó, y comenzaron a cubrir en cada año el equivalente de dos años escolares. Ahora, ellos y nosotros estamos muy agradecidos por haberlos educado de esta manera. Pero tuvimos que pasar la prueba, a pesar de todas las voces en contra.

* * *

Creo que los tres ingredientes más importantes para proveer a nuestros hijos una alternativa educativa, son: La información correcta; amor por nuestros hijos; y un espíritu pionero.

La información es fácil de conseguir en nuestros tiempos de internet; solamente hay que saber evaluar si es confiable, y (para cristianos) si es de acuerdo a la palabra de Dios.

El amor a los hijos es algo natural, y doblemente así para cristianos que experimentaron el amor de Dios en sus vidas. Solamente que no caigamos en la trampa del amor propio disfrazado como amor a los hijos. Padres que dicen: «Yo quiero que mi hijo llegue a ser un gran profesional», probablemente hablan desde ese amor propio: «Quiero ser orgulloso de los logros de mi hijo». O sea, piensan en lo que les parece bueno para ellos mismos, y no tanto en lo que es bueno para los niños.

Pero tengo la impresión de que muchas familias que están bien en los primeros dos puntos, fallan en el tercero: el espíritu pionero. O con una palabra más «cristiana»: la fe. Se han informado acerca de alternativas educativas; quieren lo mejor para sus hijos; pero después no se atreven a hacerlo. En los últimos años (quizás debido al ejemplo de nuestros hijos) ya no escucho a casi nadie decir que «la educación en casa es mala para los niños». Con mucho más frecuencia escucho a padres decir: «Sí, sería interesante … pero no se puede.»

Hace unos años nos juntábamos con siete familias en el marco de un curso sobre alternativas educativas. Compartimos informaciones acerca del desarrollo del niño, las características y necesidades del niño, los problemas del sistema escolar, pedagogías alternativas – incluso visitamos una escuela alternativa con algunos de ellos -, educación en casa. Varios padres expresaban cómo sus hijos estaban sufriendo en sus escuelas y no aprendían mucho, y cuánto deseaban para ellos algo mejor. Considerábamos la fundación de una escuela alternativa, o de un servicio de asesoramiento para familias educadoras. Terminó el curso – y seis de las siete familias volvieron a mandar a sus hijos a las escuelas estatales. Una de las madres comentó: «Lo que ustedes hacen es todo tan lindo … pero salimos de vuestra casa y afuera es otra realidad.»
Esto es lo contrario de un espíritu pionero – es un espíritu de derrota y de incredulidad. Un espíritu pionero dice: «Somos llamados a forjar la realidad. Los desafíos son para emprenderlos; los problemas son para solucionarlos.» – Un espíritu de incredulidad dice: «Así es la realidad, no la podemos cambiar.» Y así he visto a diversas familias que nos admiraban con sus palabras, reconocieron la necesidad de sus hijos, pero nunca se atrevieron a intentarlo ellos mismos. ¿Dónde están las familias con espíritu pionero?

* * *

Como cristiano me quedo avergonzado al ver cuántas familias no cristianas demostraron espíritu pionero. En el Perú ya existe un número considerable de escuelas alternativas que desafían toda pedagogía tradicional y estatal. Todas – hasta donde sé – fundadas por personas no cristianas; y varias por padres que deseaban en primer lugar proveer una mejor alternativa para sus propios hijos. Los cristianos, en cambio, hacen solamente copias de las escuelas estatales …

En una oportunidad, Jesús dijo a un paralítico: «Levántate y camina.» – Ponte en la situación del paralítico. ¿Cuál hubiera sido su reacción más natural? – «Pero Jesús, ¿no ves que soy paralítico? No puedo levantarme y caminar. Me es imposible cumplir tu mandamiento.»
Esta es efectivamente la reacción de la mayoría de los evangélicos actuales frente a algunos mandamientos importantes del Señor. Cuando el Señor les dice que deben dar a sus hijos una educación conforme a la palabra de Dios, ellos responden: «Pero Señor, esto es imposible. ¿No ves que todo el mundo manda a sus hijos a las escuelas que siguen los métodos estatales? No tengo suficiente dinero. No he estudiado educación. Me es imposible cumplir tu mandamiento.»
Pero la palabra de Dios dice: «Sus mandamientos no son pesados.» (1 Juan 5:3). Dios no nos da mandamientos imposibles. Aunque desde la perspectiva humana pueden parecer imposibles – tan imposibles como mandar a un paralítico que camine. Pero cuando es DIOS quien lo manda, ¡nada es imposible! De hecho, el paralítico se levantó y caminó.

Entonces, un cristiano verdadero tendría posibilidades mucho mayores para desarrollar un espíritu pionero. Un cristiano verdadero es un seguidor del Dios «quien hace vivos a los muertos, y llama a lo que no es, para que sea.» (Romanos 4:17). Un cristiano verdadero no está sujeto a los «rudimentos de este mundo». Un cristiano verdadero vive por fe, no según lo que sus ojos ven (2 Corintios 4:18, 5:7). Entonces, ¡cuánto mayores serían las posibilidades de un cristiano verdadero, para crear una alternativa educativa que todavía no existe! ¿Dónde están los cristianos con espíritu pionero?

* * *

Aun dentro del movimiento de la educación en casa, hay caminos «pioneros» y caminos «fáciles». El camino más fácil – elegido por un buen número de familias – consiste en simplemente seguir el programa de una escuela a distancia. Así no hay preocupación por los materiales, y también la certificación oficial de los estudios viene automáticamente. Puedo caminar tranquilamente por un camino que otros han abierto hace tiempo.
El problema con este camino es: El que camina delante de mí con el machete, ¡no es alguien que educó a sus hijos en casa! ¡Tampoco es alguien que hubiera investigado acerca de los métodos más adecuados a las necesidades de los niños! Una escuela a distancia con todos sus materiales ya preparados, representa el sistema escolar tradicional. ¿De verdad vale la pena salirse del sistema escolar, enfrentándose con tantas críticas, dificultades y desafíos, solamente para después volver a traer este mismo sistema a nuestra propia casa? – Quizás algunos dirán que sí, pero yo por mi parte quiero algo mejor para mis hijos. El que sigue un programa fijo a distancia, en el fondo dice lo mismo como tantos padres que mandan a sus hijos a la escuela: «Yo soy incapaz de educar a mis hijos. Solamente la escuela con sus profesores profesionales puede hacerlo.» ¡Y eso es una gran mentira!

Sé que para muchas familias, una escuela a distancia puede facilitar el inicio de una educación en casa. Entiendo que al inicio uno puede quedarse intimidado ante la idea de «tener que hacerlo todo solo», y un programa a distancia provee un alivio. Pero después de uno o dos años de experiencia, ¿por qué no empezar a mejorar? ¿Por qué no empezar a volar con nuestras propias alas, y animar a nuestros hijos a hacer lo mismo? Actualmente, en internet ya se puede encontrar bastante información acerca de métodos más creativos, más prácticos, más adaptados al ambiente de la vida familiar; métodos que no «exasperan» ni «desaniman» a los niños (Col.3:21) como lo hacen los métodos escolares.

Entiendo que no todos los padres tienen el tiempo o la creatividad necesaria para elaborar materiales para sus hijos. Pero por lo menos podemos informarnos acerca de una variedad de materiales disponibles, y elegir sabiamente. Por ejemplo, en vez de libros escolares con su secuencia rígida, podemos usar libros que tratan específicamente de los temas que interesan a nuestros hijos. O si usamos un libro escolar, podemos añadir métodos prácticos y creativos, y en cambio dejar de lado las partes innecesarias del libro. Todo eso ya es mucho mejor que seguir como esclavos a un único programa rígido.
(He escuchado también de familias que pudieron acordar con una escuela a distancia una mayor libertad y flexibilidad, por ejemplo sustituyendo ciertos materiales y métodos por otros, o adaptando el cronograma a las necesidades de los niños. Cuando una escuela a distancia toma en cuenta las necesidades de las familias de esta manera, y las familias hacen un uso sabio de esta libertad, eso también podría ser un sistema bueno.)

Es también una gran ayuda intercambiar ideas y materiales entre varias familias educadoras. Nosotros hubiéramos deseado eso mientras nuestros hijos eran más pequeños; desafortunadamente en aquel tiempo estábamos solos. Pero ahora que ya hay un buen número de familias, ¡hagan uso de estas posibilidades! Tener espíritu pionero no equivale a aislarse. Si son varios que se turnan con el machete, se cansan menos. Estar completamente solo es difícil. Pero por el otro lado, yo preferiría abrir un nuevo camino junto con algunos otros pioneros que tienen las mismas metas como yo, que seguir un camino ya preparado, pero por alguien que no comparte mis metas.

¿Te atreves a tener espíritu pionero?

No Comments »

¿¿Escuelas públicas??

La discusión acerca del sistema escolar es constantemente oscurecida por el uso propagandístico de ciertos términos que en realidad tienen un significado muy distinto. En este respecto he señalado en repetidas ocasiones como la palabra «educación» está siendo abusada por los proponentes de una escolarización total. «Educación» no significa «escuela»; y el supuesto «sistema educativo» no tiene derecho de llamarse así, porque este sistema solamente «escolariza», pero no «educa». (Vea «Por qué las escuelas no educan«.) Es un engaño al público cuando se hace aparentar que «educación» sea equivalente a «escuela». Deberíamos correctamente hablar de un «sistema escolar«, pero no de un «sistema educativo», cuando nos referimos a lo que el estado y las escuelas hacen.

En esta oportunidad deseo señalar otra palabra que fue igualmente puesta al servicio de una propaganda no honesta, y usada en un contexto contrario a su significado verdadero. Es la palabra «escuela pública».

Según el diccionario, «público» significa «perteneciente a todo el pueblo», y «sometido al examen de gentes ajenas al círculo de la intimidad». Una «plaza pública» es un plaza donde todo el mundo tiene acceso; todo el mundo puede usarla. Una «audiencia pública» es una audiencia donde todo el que quiere puede entrar y ver y escuchar lo que sucede allí. Pero todavía no he visto a ninguna «escuela pública» que fuera realmente «pública» en el sentido mencionado.
Ninguna «escuela pública» permite a «gentes ajenas al círculo de la intimidad», entrar a un salón de clases y observar cómo enseña el profesor allí. Ni mucho menos permite a «gentes ajenas» hacer un «examen» de sus actividades. La «escuela pública» no rinde cuentas a nadie que no sea parte del mismo sistema escolar.
En teoría y según todo derecho, los padres son los encargados y responsables de la educación de sus hijos. Pero un padre que tiene a sus hijos en una «escuela pública», no recibe acceso ni siquiera al aula donde estudia su propio hijo. Siendo parte del «público», ¡este padre se ve incomunicado de su hijo por la «escuela pública», durante la mayor parte del día! En realidad estas escuelas deberían llamarse «privadas», porque allí los padres se ven privados de su derecho de velar por la educación de sus hijos.
¿Y qué de «perteneciente a todo el pueblo»? Las «escuelas públicas» no pertenecen al pueblo; pertenecen al «ministerio de educación» (correctamente debería llamarse «ministerio escolar»). Es el ministerio de educación y sus dependencias locales que nombran, contratan o despiden profesores; el «pueblo» no tiene voz ni voto en esos procesos. (A diferencia de países como Estados Unidos o Suiza, donde tradicionalmente las «escuelas públicas» son administradas por gremios elegidos democráticamente por todos los ciudadanos habitantes del distrito respectivo. Pero también en esos países, esta tradición democrática se debilita cada vez más.)
Las «escuelas públicas» almacenan grandes cantidades de materiales educativos a los que ni siquiera sus propios alumnos tienen acceso. La mayoría de las escuelas secundarias tienen laboratorios de química, física y biología; pero como reportan los alumnos, casi nunca reciben la oportunidad de realizar algún experimento o alguna investigación en estos laboratorios. – El «ministerio de educación» del Perú hizo repartir grandes cantidades de regletas Cuisenaire y otros materiales de matemática a las escuelas primarias; pero los alumnos nunca pueden usarlos, sea porque los profesores no tienen idea de como usarlos, o porque tienen miedo de que los alumnos podrían perder o malograrlos. Si esas escuelas fueran «pertenecientes a todo el pueblo», ¿por qué el pueblo no tiene acceso a sus pertenencias?

En resumen, el «público» en general no tiene acceso ni uso ni derechos en las así llamadas «escuelas públicas». Por tanto, en el nombre de la honestidad, ya no usemos esta palabra. Llamemos esas escuelas con su nombre correcto, que es «escuelas estatales» o «escuelas gubernamentales», porque eso es lo que son: escuelas administradas por el gobierno estatal. De «públicas» no tienen nada.

No Comments »

La educación no es un factor económico

Hace algún tiempo ya, el gobierno peruano designó al «ministro de educación» actual – un economista. Eso es quizás la expresión más reveladora de la mentalidad actual que considera la educación como un «factor económico» – un medio para impulsar el desarrollo económico de un país.

Si consultamos a los educadores de renombre, desde los antiguos hasta un pasado bastante reciente, aunque muchos de ellos propusieron teorías con las que no estoy de acuerdo, por lo menos en un punto concuerdan todos: El propósito de la educación es, de una forma u otra, el desarrollo de la persona humana. Y esto implica que la educación es un asunto de las relaciones personales y del «corazón». Sólo en las últimas dos o tres décadas se comenzó a divulgar esa noción materialista de que el propósito de la educación sea el desarrollo económico.

Como ya señalé en otra oportunidad, esa noción prepara el camino para una nueva forma de explotación y abuso infantil. Como escribí allí:

¿Dónde está entonces la diferencia con los niños de los tiempos de la Revolución Industrial, que fueron obligados a trabajar doce horas diarias en las fábricas, en nombre del «progreso»? Los niños de hoy son obligados a pasar doce horas diarias estudiando, supuestamente porque tienen un «derecho a la educación» – pero si examinamos el asunto de cerca, vemos que el único objetivo sigue siendo el trabajo. En realidad es la misma explotación de los niños que ha regresado bajo un disfraz distinto. ¿Qué diferencia hace para un niño si lo obligamos a trabajar todo el día en una fábrica ahora, o si lo obligamos a estudiar todo el día para que trabaje en la fábrica cuando sea adulto? Así o así, se pasan por alto las necesidades características del niño: La necesidad de jugar; la necesidad de vivir en el ambiente conocido, protegido y cariñoso de una familia sana; la necesidad de no tener que «rendir» como un adulto. Así o así, no se permite al niño ser niño. Esto no es educación; es explotación.

Quizás alguien me contestará que «las estadísticas demuestran que los países con un mayor nivel educativo tienen efectivamente un mayor desarrollo económico». Puede ser, pero eso todavía no demuestra el punto. Al interpretar estadísticas, siempre hay que estar conscientes de que una correlación no fundamenta una causalidad. O sea, si observamos una correlación entre el nivel educativo y el desarrollo económico, todavía no está demostrado que la educación sea la causa de este desarrollo. Puede ser también al revés: que el desarrollo económico es la causa, y la educación es el efecto. Una sociedad altamente desarrollada dispone de más recursos y de más tiempo libre para poder proveer una mejor educación a sus niños. Pero si una sociedad menos desarrollada intenta hacer lo mismo, su sistema escolar puede incluso convertirse en un «factor económico negativo»: un gigantesco aparato burocrático que consume los recursos del estado sin producir resultados tangibles. Hay indicios de que exactamente eso está pasando actualmente en el Perú y en otros países.

– Volviendo a la estadística, existe aun otra posibilidad: que ambos factores en correlación son efectos de un tercer factor que no aparece en la estadística. Si estudiamos la historia, podemos suponer que éste es el caso en la mayoría de los países que ahora son «desarrollados»; y que ese tercer factor es la ética del trabajo.
En muchos de los países que lograron un alto nivel de desarrollo y una alta calidad de vida, encontramos que históricamente eran los países más influenciados por la Reforma: Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Suiza, Holanda, los países de Escandinavia (Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia) – todos estos países fueron profundamente moldeados por los principios y valores bíblicos, en consecuencia de la Reforma. Estos países desarrollaron una cultura de honestidad, de responsabilidad, y de trabajo con calidad, porque cada trabajador estaba consciente de que Dios mismo le iba a pedir cuentas por la manera cómo hacía su trabajo. Todavía hasta bien entrado al siglo 20, la corrupción en aquellos países era prácticamente nula. (Actualmente esto está cambiando porque los países mencionados han desechado su herencia reformada y se han vuelto mayormente ateos.) Aun historiadores no cristianos han señalado que «la ética protestante del trabajo» fue un factor decisivo en el desarrollo de los países mencionados.
– En otro grupo de países está sucediendo lo mismo, no desde la Reforma, pero por un fuerte aumento de un cristianismo bíblico en tiempos más recientes. Aquí podemos mencionar más notablemente a China (a pesar de las persecuciones que existen allí) y Corea del Sur. – Una excepción notable que confirma la regla es Japón, que logró desarrollar su propia ética del trabajo sin ninguna relación con la fe cristiana; pero sin una tal ética, Japón tampoco hubiera logrado el nivel de desarrollo que tiene.

Por lo expuesto, veo con mucha preocupación como la «educación» actual pretende convertir a los niños en meras máquinas de producción. No se educa su corazón, y en consecuencia tampoco pueden desarrollar una ética. Sí, se habla de «valores» en las escuelas, pero eso no es nada más que retórica. ¿Qué le sirve a un niño repetir como un loro «La honestidad es un valor», mientras no hay honestidad en su propia vida? ¿y mientras experimenta diariamente que su profesora tampoco es honesta, y que su escuela castiga a los honestos y premia a los deshonestos?
Los verdaderos cambios empiezan en el corazón; y el corazón empieza a cambiar cuando el hombre reconoce su responsabilidad ante Dios. Esto no es un factor económico, y por eso el sistema escolar no está interesado en ello. Pero es lo único que ayudaría a restaurar la sociedad; y con eso a largo plazo también la economía.

No Comments »

Pedagogía de la confianza (4)

Parte 4: Unos pensamientos adicionales

En los artículos anteriores he descrito a grandes rasgos el modelo de la «pedagogía de la confianza», propuesta por el educador suizo Heinz Etter. Añadiré unos pensamientos míos, y unos aspectos adicionales que no tuvieron lugar en los artículos previos.

Cuando encontré este concepto, por un lado me sentí confirmado en muchos aspectos de lo que aprendí y experimenté en la educación de mis propios hijos, y de los niños del refuerzo escolar y de los programas vacacionales. Por el otro lado, el concepto fundamental nunca lo había visto con tanta claridad como lo describe Etter: que los niños tienen un deseo natural, innato, de someterse a sus padres y seguirles. Pienso que si pudiera empezar otra vez, invertiría aun más confianza en mis hijos.

No necesitas tener todo bajo control.

Yo había comenzado mi camino como educador con el trasfondo de una pedagogía bastante conductista, en su variación cristiana. Esta corriente – representada por ejemplo por el Dr.James Dobson – respeta la personalidad del niño, enfatiza la importancia de mostrarle nuestro amor, de valorarlo, y de ayudarle a desarrollar una autoestima sana (que es diferente del orgullo); pero al mismo tiempo parte de la suposición de que el niño tiene una rebeldía innata, y por tanto, cuando desobedece, lo hace con el propósito consciente de cuestionar y desafiar nuestra autoridad como padres. En estas situaciones, entonces, recomienda usar los métodos conductistas de «premios y castigos» para lograr que el comportamiento de los niños se conforme con las normas. O sea, en estos momentos se quebranta la relación entre padres e hijos, se presupone de antemano que el niño tiene motivos malignos, y su sumisión se consigue con medidas de fuerza.
Pienso que la pedagogía de la confianza muestra una perspectiva más constructiva acerca de estas situaciones. (Veremos más abajo lo que dice Etter acerca de las maldades de los niños y los castigos.)

Hace muchos años ya hice una experiencia donde aprendí que el «mantener el control» no es lo más importante en la educación. Fui responsable de un programa infantil cristiano durante las vacaciones. En el último día del programa estábamos ensayando un teatro que queríamos presentar a los padres de los niños en la noche de clausura. Pero en aquella tarde, todo parecía andar mal. Los niños no estaban atentos, olvidaron sus papeles, o no tenían ganas de participar. O sea, estaban en el «modo de resistencia», como diría Etter. Yo mismo estaba con un fuerte resfrío, además me sentí estresado, y comencé a enojarme y a gritar a los niños. En ese momento fue como si Dios me pusiera Su mano sobre el hombro y me dijera: «Tú no necesitas controlar esta situación. YO estoy a cargo de este evento. Solamente sé sincero con los niños.» – Entonces supe lo que tuve que hacer. Detuve el ensayo, junté a los niños y les dije: «Perdónenme por haberme enojado con ustedes. Es que me siento ahora estresado y débil y no estoy bien de salud. ¿Pueden ustedes pedir a Dios por mí, para que El me dé paciencia y nuevas fuerzas?» – Los niños se quedaron en completo silencio. Después uno de ellos comenzó a orar, y después otro. Yo empecé a sentirme mejor. Y los niños estaban totalmente cambiados. Pudimos terminar el ensayo en muy poco tiempo y sin ninguna queja de nadie.

En ese tiempo no supe sacar todo el provecho de aquella enseñanza. Pero ahora entiendo que no fue solamente un incidente curioso; fue la esencia de todo este concepto educativo que ahora Heinz Etter ha descubierto bajo el nombre de «pedagogía de la confianza».

Un poco más de perspectiva cristiana

Desde una perspectiva cristiana, una pregunta importante es: ¿Cómo tratamos con el pecado? – ¿Debemos excusar todo y asumir que el niño no lo hizo con malas intenciones? – Eso sería el error del humanismo, que asume que el hombre es bueno por naturaleza. Pero creo que la parte acerca de la «intervención Join-Up» ya demostró que Etter no cae en este error. Él dice solamente que debemos siempre invertir confianza en el niño, y por tanto siempre comenzar asumiendo que el niño no tuvo malas intenciones. Pero puede haber casos donde esta suposición resulta falsa. ¿Entonces qué?

Renunciemos a la venganza.

Etter señala en primer lugar, que mucha maldad sucede en la suposición errónea de hacer justicia:

«La maldad se procrea en la desconfianza de los hombres. El que se siente tratado de manera injusta, hace venganza y piensa que eso es ‘justo’. Pero quizás la primera injusticia ya era a su vez un intento de hacer venganza justa. (…) Por eso, Jesús nos recomendó vencer lo malo con lo bueno. Si queremos que los niños reconozcan y venzan lo malo en ellos mismos, tenemos que renunciar al derecho de hacer venganza, tanto para ellos como para nosotros mismos.
(…) Lo hacemos más difícil para los niños si les hacemos sentir que nuestras medidas disciplinarias son una venganza por sus transgresiones. Muchos niños que hacen lo malo, lo hacen porque se sienten ofendidos por las sospechas y acusaciones de los adultos.
(…) ¿Cómo entonces guiamos a los niños a reconocer y confesar las maldades que cometieron? – Fácil: dándoles el ejemplo. Si nosotros mismos siempre nos justificamos y ‘cuidamos la apariencia’, los niños nos imitarán. Perfeccionarán el arte de justificarse, de mentir y aparentar. (…) No podemos esperar que los niños experimenten algún arrepentimiento, si nosotros no reconocemos nuestros propios errores. Si yo mismo admito mis motivaciones negativas y me esfuerzo por vencerlas – eso es más importante para el niño que todas las instrucciones, amonestaciones y castigos.»

Transparencia y reconocer los errores

La primera meta es entonces, practicar la transparencia en cuanto a nuestros errores, malas intenciones, y transgresiones. Por ejemplo, si un niño robó los caramelos de su hermano y siente que su conciencia le acusa, deseamos que entienda que la salida es confesarlo (y quizás reconocer que lo hizo por envidia, porque su hermano tenía más caramelos que él). Eso no se puede conseguir con sospechas y amenazas; al contrario: se consigue si nosotros mismos practicamos y demostramos esta misma transparencia.

Castigo y restitución

En este contexto entonces hay que ver los castigos y la restitución. El castigo es lo que nosotros como educadores imponemos para señalar que la acción fue mala y debe tener consecuencias (por ejemplo negando al niño un privilegio que normalmente tiene); la restitución es lo que el niño hace voluntariamente para reparar el daño que causó (por ejemplo devolviendo lo que robó).

«El castigo (o el temor al castigo) puede en el mejor caso limitar la maldad o los defectos del carácter; pero no puede producir lo bueno. (…) Los castigos pueden ser unas ‘sacudidas’ que ayudan al niño a reorientarse. Pero lo bueno se puede hacer sólo voluntariamente.
(…) Por ejemplo, un niño que no puede controlar su ira, puede ser condicionado mediante los castigos de tal manera que fortalece su autocontrol. Pero los castigos no le ayudan a vencer el problema de fondo, la ira. Un niño (o también un adulto) que activamente desea vencer un defecto de su carácter, encontrará oídos abiertos y apoyo en Dios mismo. Él nos promete que en un Join-Up con Él, seremos no solamente ‘remendados’ un poco; seremos hechos nuevos.»

Etter señala aquí un principio importante: Un castigo tiene sentido solamente si el niño está consciente de su culpa. Cuando el niño no está consciente de que estaba mal lo que hizo, un castigo puede incluso ser contraproducente, endureciendo aun más el corazón del niño.
Desde nuestra perspectiva como adultos, eso puede parecer extraño: Justo a aquel niño que no reconoce su error, ¿lo deberíamos aun tratar con clemencia y no castigarlo? – Pero consideremos la perspectiva del niño: El nota que nosotros nos enojamos, pero no comprende por qué, porque no entiende que su acción haya sido mala. Si en estas circunstancias lo castigamos, no podrá percibirlo como una corrección. Al contrario, lo verá como una agresión o una venganza injustificada de nuestra parte. Así el castigo no cumple con su propósito de producir «fruto de justicia» (Hebreos 12:11).

Tanto más importante es entonces proveer un ambiente donde los niños pueden experimentar la «convicción del pecado», y se sienten en la libertad de confesarlo. Yo diría que esto se consigue, aparte de nuestro propio ejemplo, con señalar siempre los principios de Dios acerca de lo que es bueno o malo, y aplicar estos principios a las situaciones de la vida diaria.

Acerca de lo dicho, Etter dice lo siguiente:

«Me parece importante contar con que un niño puede hacerse culpable, igual como todos nosotros. El niño sí tiene tendencias pecaminosas como todos nosotros; y no debemos rehusarles el castigo y la restitución. No digo ‘ahorrarles’ el castigo; porque los niños tienen un buen entendimiento de lo que es justo, y ellos mismos sienten la necesidad de recibir un castigo cuando han cometido una transgresión.
Lo importante es que haya una concordancia entre el castigo y la conciencia de la culpa. Cuando un niño no reconoce su culpa y tú empiezas a caer en el rol de reñirlo y reprocharlo, déjale sentir las consecuencias: Le rehúsas el castigo.
Puede que esto suene paradójico en tus oídos. Nos hemos acostumbrado a confundir la indulgencia con el amor, y el castigo con la venganza. En nuestra convivencia diaria todavía no hemos llegado al mismo punto como los modernos sistemas penitenciarios: Allí se entiende, por lo menos en teoría, que el castigo es para la ‘resocialización’; no es una venganza de la sociedad.
Si un niño te ha mentido, será agradecido si le das una oportunidad de enmendar el daño que ha causado. Si le rehúsas este ‘castigo’, el niño se sentirá menospreciado. (…) Déjame repetirlo: El castigo es una bendición para el niño; pero solamente cuando corresponde a su conciencia de la culpa. Es necesario que el niño entienda su culpa; y a ti te corresponde honrar al niño tomándolo en serio y considerándolo capaz de reconocer su culpa y de responsabilizarse de ella.»

Puedo testificar que un niño que es tomado en serio de esta manera, puede llegar a ser más responsable que muchos adultos. Una vez, uno de mis hijos llegó de la calle y anunció: «Tengo que sacar algo de mis propinas. Necesito comprar un vidrio.» – En ese entonces él tenía unos once o doce años. – Lo que había sucedido, fue que él había jugado a la pelota con otros niños. La pelota se le había escapado y había roto una ventana de una casa vecina. Entonces, para él era claro que tenía que reponer el vidrio. Y él no tenía problemas en avisarnos abiertamente, porque sabía que no le íbamos a reñir ni darle órdenes, viendo que él mismo ya sabía lo que era lo correcto, y lo estaba haciendo. Ese fue un momento de gran alegría para mí, porque vi que la confianza que habíamos invertido en él, estaba dando fruto.

La imagen del padre

Esto ya ha sido señalado por varios otros autores: La paternidad fue diseñada por Dios para que sea un reflejo de Su carácter en la tierra. Aquí está el meollo de la educación cristiana: El trato de Dios con nosotros es el modelo para nuestra paternidad. Y la manera como un niño percibe a su padre, condiciona su relación con Dios.

Así dice también Etter:

«Si los niños ven a su padre como una persona amorosa que se preocupa genuinamente por ellos, estarán más dispuestos a creer que Dios es amor. Si ven a su padre juzgando y castigando arbitrariamente, esperarán lo mismo de parte de Dios, y entonces no estarán interesados en conocerle.»

Aquí hay un estudio más extenso acerca de este tema sumamente importante.

Aplicación a la escuela

Etter dice que también las escuelas funcionarían mucho mejor si allí se aplicaría la pedagogía de la confianza. Ahora, eso sería sumamente difícil en una escuela estatal con todos sus reglamentos y exigencias «obligatorias». Este sistema entero está edificado sobre la desconfianza hacia los niños. Pero Etter dice que aun en una escuela estatal «se puede hacer más de lo que piensas»; y él debe saberlo, ya que ha trabajado como profesor en escuelas estatales.

Por el otro lado, en Suiza existen ahora ya diversas escuelas privadas que se basan explícitamente en la pedagogía de la confianza. Estas escuelas tienen la gran oportunidad de «reinventar» toda su estructura, sus procedimientos y sus procesos de aprendizaje, y en consecuencia disfrutan de unas relaciones mucho mejores entre profesores y alumnos.

Etter resume la adaptación de sus principios al entorno de la escuela en los «10 mandamientos de la pedagogía de la confianza». Los cito aquí con unos comentarios intercalados:

«1. Asume desde el inicio que los niños están por principio dispuestos a someterse a una dirección en confianza y respeto.

2. Asume desde el inicio que los niños están por principio interesados en aprender, y que no necesitan ser obligados a ello, ni con presiones ni con seducciones sofisticadas.

3. Asume desde el inicio que los niños por naturaleza forman jerarquías entre ellos. No combatas estas jerarquías, pero dales una forma positiva. Lo que combates, no lo puedes formar.»

En este contexto, Etter también aboga a favor de juntar a niños de distintas edades, porque así es natural que los niños menores respetan a los niños mayores como «superiores»; mientras las jerarquías entre niños de la misma edad son menos naturales. (Vea también «De la importancia de tener hermanos mayores y menores», y el siguiente.) Pero aun en esta última situación, muchos niños tendrán la tendencia de seguir y obedecer a ciertos otros niños; y no hay que intentar quitar a esos niños su «liderazgo» natural, sino asesorarles a que lo ejerzan de una manera buena y justa.

«4. Dirige tu atención a aquellos alumnos que están en el ‘modo cooperativo’.»

Esto va en contra de nuestra reacción natural. A menudo tenemos la tendencia de ocuparnos más con aquellos alumnos que causan problemas y desorden. Pero así solamente desperdiciamos nuestra energía – sobre todo si nos metemos en una «lucha por el poder» contra los niños problemáticos. Vea en la Parte 3, «Los caballos no tienen manos».

«5. A aquellos alumnos que están en el ‘modo de resistencia’, no los presiones ni los trates como enemigos (o sea, no hay que reñirlos ni reprocharlos). En cambio, colócalos a una distancia y dales una oportunidad de aprender de tal manera que su oposición interior no les presente mayores obstáculos, y que el resto de la clase no necesite sufrir por causa de su comportamiento. Esta actitud provee las mejores condiciones para que esos niños (más tarde) puedan volver a tener confianza y así volver al ‘modo cooperativo’. La transición entre ‘modo de resistencia’ y ‘modo cooperativo’ no sucede de manera gradual, sino en consecuencia de una decisión del niño. No puedes forzar esta decisión.»

En la práctica, esto significa que lo ideal es disponer de dos ambientes que están separados, pero todavía con contacto visual entre ellos. Así el profesor puede dedicarse de manera intensiva a un grupo de niños «cooperativos», mientras en el otro ambiente el otro grupo puede trabajar con materiales alistados allí, a una distancia del profesor y sin presiones, excepto que se les imponen ciertas condiciones para que puedan volver al grupo del profesor.
Esto corresponde a hacer con ellos una «intervención Join-Up» según las pautas descritas en la Parte 3, con algunas adaptaciones.

«6. Libera a tus alumnos del temor de fracasar. Esto ayuda más para el aprendizaje que muchas horas de refuerzo.

7. No des muchas alabanzas y aun mucho menos críticas. Las alabanzas y las críticas son un sustituto ineficaz para el interés verdadero, y a menudo incluso lo disminuyen.

8. Da mucha importancia a la colaboración con los padres. Al fin de cuentas, ellos son los responsables de la educación. Si los padres no tienen confianza en la escuela o en ti como profesor(a), sus hijos difícilmente se desenvolverán en la escuela.

9. Los castigos y las acciones de restitución sirven solamente si el niño ya está consciente de su culpa, y si vuestra relación personal está bien. En cualquier otra circunstancia, el castigo produce amargura y una actitud vengativa.

10. El aprendizaje sostenido sucede donde hay un interés sostenido (por parte del alumno). Dos prerrequisitos importantes son el gozo de aprender, y la gratitud.»

Acerca de la escolarización obligatoria

Deseo aquí citar y comentar también lo que Etter dice acerca de la escuela obligatoria:

«Tus conocimientos, tus materiales educativos, la infraestructura de tu escuela, todo eso tiene algo de importancia; pero es infinitamente más importante si tus alumnos están en el ‘modo de confianza’ o en el ‘modo de resistencia’.
En la tutoría individual con alumnos a menudo hice una experiencia interesante. (Alumno): ‘No entiendo nada de eso …’ – A veces intenté, sin ningún material a la mano, explicar el tema, y casi siempre dijo el alumno después: ‘¡Ahora entiendo!’ – ¿Fue porque yo sabía explicarlo mejor que el profesor de aula? Seguramente no, porque a menudo eran temas de los que yo no sabía mucho. La diferencia era esta: Fue el niño quien hizo la pregunta, sabiendo que yo no estaba de ninguna manera obligado a explicárselo. O sea, él me necesitaba a mí y no al revés. En este modo, un niño puede aprender de una manera muy superior. Esto es lo decisivo; la didáctica es mucho menos importante.

(…) Una vez más: El que tiene necesidad del otro, es el que debe someterse. ¿Te has dado cuenta cuán a menudo tenemos en la escuela una situación donde parece que los profesores tienen necesidad de los alumnos, cuando debería ser al revés? Como dicen los alumnos: ‘Tengo que hacer todavía las tareas para el profesor fulano.’ No los alumnos son los interesados en comenzar la clase, sino el profesor. ¿No es eso extraño? Es el profesor quien desea a todo costo que los alumnos hagan sus ejercicios. La profesora parece tener una enorme necesidad de ser escuchada por todos los alumnos. ¿No es lógico, entonces, que los niños sienten que los profesores son los necesitados, y los niños son quienes les dan lo que necesitan? Entonces, si queremos que los niños se den cuenta de que ellos necesitan a los adultos y no al revés, entonces tendríamos que cambiar muchas cosas en nuestra manera de pensar y de actuar.

(…) Por eso, yo desearía que la escuela sea por principio voluntaria. Cuando se introdujo la escolarización obligatoria en el siglo 19, sin duda era un progreso. Aquellos padres que no sabían leer ni escribir, y hubieran necesitado la ayuda de sus hijos en la granja, fueron obligados a brindarles una oportunidad educativa. Pero los tiempos han cambiado, y en el tiempo actual, la escuela obligatoria me parece contraproducente. La mayoría de los alumnos irían a la escuela aunque fuera voluntaria, de la misma manera como se someten a una formación profesional cuando tienen la posibilidad de hacerlo. Pero asistirían a la escuela con una actitud distinta, porque la pregunta ¿Quién necesita a quién? tendría su respuesta correcta. Entonces el aprender sería mucho más fácil.
No es realista esperar que la escuela se vuelva voluntaria. (¿por qué no? – N.d.tr.) Por eso me parece aun más importante, por lo menos dentro de la escuela obligatoria introducir de alguna manera una ‘voluntariedad’. Eso es lo que tengo en mente, cada vez que uso la expresión de ‘mantener la distancia’ en la relación entre profesor y alumnos.»

Comentario: En general, pensamientos muy buenos. En relación con lo dicho, John Taylor Gatto reporta que el nivel de alfabetización en los Estados Unidos (más específicamente en el estado de Massachusetts) disminuyó con la introducción de la escolarización obligatoria, y sigue disminuyendo.
Sin embargo, hay un punto que veo diferente – pero quizás es una diferencia cultural. No sé cómo es en el sistema suizo, pero en el Perú (como también en EEUU. y probablemente en otros países americanos) los profesores y las escuelas son evaluados, y premiados o «castigados», según el (supuesto) «rendimiento» de sus alumnos. Entonces, si se introduce una «voluntariedad» y un alumno no quiere aprender, no es el alumno que tiene que cargar con las consecuencias de su decisión, sino que es el profesor y el director de la escuela quien es castigado por ello. Así sigue siendo el profesor quien «necesita» al alumno, y si fuera tan solamente para poder mantener su puesto de trabajo. Viendo este temor ante el control estatal, pienso que es aun menos realista esperar que alguna escuela estatal se atreva a realizar esta experiencia. La opción de que la escuela sea voluntaria por principio, me parece todavía más realista que eso.
La situación ya podría mejorar mucho si se diera más apertura para la educación en casa, y para escuelas alternativas privadas que pueden efectivamente poner en práctica una pedagogía de la confianza.

Aplicación a la iglesia

Este es un aspecto que Etter menciona solamente en unos pocos comentarios marginales. Pero la pedagogía de la confianza tiene también implicaciones para el trato mutuo de los miembros de las iglesias cristianas.

En muchas iglesias que conocí, observé que los líderes aplican una «pedagogía de desconfianza». Asumen que tienen que defender su autoridad y su posición contra los demás miembros; y desconfían de la capacidad de los otros miembros de responsabilizarse por su propia vida espiritual y moral. Entonces establecen una red de vigilancia para enterarse de todo lo que los miembros hacen o no hacen, «porque tenemos que velar para que no caigan en pecado». Añaden una multitud de «mandamientos de hombres» a la palabra de Dios, igual como los fariseos en Mateo 15: «No escucharás música mundana.» «No te vestirás a la moda.» «No asistirás a ningún servicio de una iglesia que no sea de nuestra denominación.» «No hagas ninguna decisión importante sin la aprobación del pastor.» Etc… – Algunos líderes que conocí, se sentían obligados a organizar un programa especial obligatorio para los jóvenes en todos los feriados, «porque si les sobra tiempo libre, solamente van a buscar las diversiones mundanas y van a ser expuestos a tentaciones.»

¿Y los resultados? – Con todo este mal concebido «cuidado pastoral», los miembros caen aun más en pecado, se vuelven más débiles espiritualmente, y dejan de buscar a Dios por su propia iniciativa, ya que el pastor y los líderes hacen eso en lugar de ellos (o pretenden hacerlo).
Hace muchos años ya hice esta observación; pero ahora, desde el trasfondo de la pedagogía de la confianza, puedo entender aun mejor por qué sucede eso. Es un típico caso de la «cooperación por compensación» (vea en la Parte 1). Los miembros – y particularmente los jóvenes – solamente «juegan según las reglas» que sus líderes establecieron de antemano. Los líderes decidieron que no se puede confiar en que un «miembro común» siga fiel al Señor, y que es el papel de los líderes, alejar a los «miembros comunes» de las tentaciones. Esta desconfianza se transmite a los miembros, y entonces ellos cooperan de manera complementaria, buscando las tentaciones aun más.

Esta forma de liderazgo controlador es aun más insultante, considerando que aquí no se trata de niños, sino de personas adultas y maduras. Y si se tratase de una iglesia realmente cristiana (según los principios de la Biblia), entonces consistiría en personas nacidas de nuevo por el Espíritu Santo. O sea, personas de las cuales la palabra de Dios dice lo siguiente:

«Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Señor …» (Jeremías 31:33-34)

«Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (…) Él os guiará a toda la verdad (…)» (Juan 14:26, 16:13)

«¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.» (Romanos 14:4)

«…porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.» (Filipenses 2:13)

«Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira …» (1 Juan 2:27)

«Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad …» (Judas 24-25)

Entonces, si un líder de una iglesia piensa que tiene que mantener a los otros miembros bajo vigilancia y que no puede confiar en ellos, ese líder demuestra su propia incredulidad: No cree en las promesas del Señor arriba citadas.

Ahora, puede darse también el caso de que estas promesas realmente no se aplican, porque la mayoría de los miembros de la iglesia no tienen ninguna relación personal con el Señor. Pero en este caso tampoco ayuda presionarlos para que se comporten de manera «conforme» en lo exterior. Nadie se convierte en cristiano imitando el comportamiento de un cristiano; es necesario nacer de nuevo. En este caso mas bien habría que guiar a los miembros hacia el nuevo nacimiento y una relación correcta con Dios.

Tenemos que entender también que de los miembros de una iglesia no podemos esperar la misma clase de relación hacia sus líderes como de un niño hacia sus padres; ni mucho menos podemos exigirlo. En una iglesia cristiana constituida según el Nuevo Testamento, las posiciones de «padre» y de «pastor» ya están ocupadas por el Señor mismo:

«…Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.» (Mateo 23:8-9)

«Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. (…) Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen. (…) Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.» (Juan 10:11.14.27)

Entonces, no es bíblico que los miembros de una iglesia «sigan» a sus líderes de la misma manera como un niño a sus padres, o un discípulo al Señor. Aun los líderes más importantes en una iglesia no son más que «hermanos»; y como tales no pueden exigir más que un hermano mayor de sus hermanos menores. En esta situación se aplica aun más: La confianza no se puede exigir ni reglamentar; solamente se puede ganar. Y si queremos saber si un líder es digno de confianza, el primer lugar para mirar es cómo trata a su propia familia: a su esposa, sus hijos, y otras personas que viven en su hogar. (Vea en «El concepto bíblico de la familia».)

Cuando se respeta la posición del Señor como cabeza de la iglesia, una relación de «Join-Up» entre un cristiano más maduro y uno menos maduro puede ser beneficiosa. Mientras ambos siguen conscientes de que dependen del Señor, y no el uno del otro, se pueden ayudar mutuamente a acercarse más a Dios. El propósito de toda comunión cristiana es que sus participantes lleguen a una relación más cercana y directa con Dios mismo. (Vea Hebreos 4:14-16 y 10:19-22.) El apóstol Pablo tenía tales relaciones de confianza con Timoteo, con Silas, y con varios otros de sus colaboradores. Aquí se pueden aplicar muchos de los principios de la pedagogía de la confianza (distinguiendo con sabiduría).

Y volviendo a la familia: Aquí también es saludable estar conscientes de que nosotros, los padres, no somos la última instancia. El «Join-Up» natural de los niños con nosotros es solamente sombra y reflejo de la relación más grande y más importante que Dios Padre desea tener con nosotros. Guiar a los niños hacia esta relación, y representar esta relación ante el mundo, eso es el gran propósito de la familia.

No Comments »

Pedagogía de la confianza (3)

Parte 3: La «intervención Join-Up»

Esta es la tercera parte de un artículo acerca de la «pedagogía de la confianza», un modelo pedagógico propuesto por el educador suizo Heinz Etter. En la primera parte describí sus principios, y en la segunda parte unas aplicaciones prácticas. Su concepto fundamental es que según el diseño de Dios, las relaciones entre padres e hijos se basan en la confianza mutua, y los niños tienen un deseo natural de someterse a sus padres.
Entonces, si en una familia hay enemistades y «luchas por el poder» entre padres e hijos, y los hijos están en un «modo de resistencia» contra los padres, eso señala que el fundamento de la confianza está ausente. En este caso, los buenos consejos de la pedagogía de la confianza no funcionarán bien. Los padres se sentirán tentados a recurrir a los métodos de las «pedagogías de la desconfianza»: La manipulación, las presiones, amenazas y castigos, o recompensas según un plan sistemático (como en la pedagogía conductista); o la renuncia a la autoridad, quizás de manera resignada: «¡Pues hagan lo que quieren!»
Pero la pedagogía de la confianza nos anima a hacer un esfuerzo para volver a ganar la confianza y la colaboración aun de aquellos niños que se encuentran en un «modo de resistencia». Eso es lo que Etter llama «la intervención Join-Up».

¿Realmente lo deseas?

Esta es la primera pregunta que hay que hacerse en esta situación. ¿Realmente deseas vivir en una relación de confianza mutua con tus hijos (o como profesor(a) con tus alumnos)?

Etter escribe al respecto:

Muchas personas, en lo profundo de su corazón no desean ninguna relación Join-Up con los niños. Están cargados con una necesidad nefasta de ejercer poder, y de mantener el control sobre todas las situaciones. Eso puede tener diversas razones. Para muchas personas inseguras, ejercer poder es la única manera que conocen de escapar de su aislamiento. Muchas personas no creen que exista algo como una relación Join-Up entre personas, ni entre humanos y animales, y tampoco entre humanos y Dios.
Experimentar el Join-Up con un caballo podría quizás ser un incentivo para cambiar de opinión.»

«El principio del Join-Up no es ningún truco para lograr que los niños te hagan caso. Uno podría quizás abusarlo para este propósito; pero entonces se convertiría en una forma de psicoterror que amenaza a los niños con privarlos del amor, les quita toda la seguridad en su relación contigo, y así estropea su desarrollo.
Es una gran ayuda experimentar el principio del Join-Up primero con un caballo, porque según nuestra experiencia, un caballo nunca seguiría voluntariamente a alguien que no merece su confianza, o solamente desde una distancia de dos metros.
Un verdadero Join-Up con los niños sucede solamente donde hay confianza. No se puede forzar; igual como no puedes forzar a nadie a amarte.»

Con un niño «difícil», es natural que nos preguntemos primero: «¿Qué puedo hacer para que este niño cambie?» – Pero la pedagogía de la confianza nos anima a hacer primero un trabajo en nuestra propia persona. Quizás soy yo quien tengo que cambiar, antes que pueda esperar un cambio en el niño.

La Intervención «Join-Up», Paso 1:
Independízate emocionalmente de tus niños; deja de «necesitarlos».

Ya hemos visto este principio en los artículos anteriores: El que necesita al otro, es el que debe someterse. Si nosotros «necesitamos» que el niño se sienta contento, que el niño apruebe nuestras acciones, que el niño tenga éxito, que el niño no sufra, etc. – entonces no tenemos autoridad para guiarlo. Entonces, el primer paso consiste en recuperar nuestra independencia emocional.

Etter dice acerca de este punto:

«Si usted quiere liberarse de esta dependencia, o ni siquiera caer en ella, estará en las mejores condiciones si vive en una relación cariñosa de amor con su esposo/a. (…) Si usted es madre soltera (o padre soltero), cultive unas amistades cercanas. Aun si piensa que los niños no le dejan tiempo para eso, en este caso lo necesitará aun más.»

De hecho, cuando nuestra necesidad de afecto, cariño, consuelo y apoyo emocional se satisface en la relación matrimonial, estamos menos en peligro de esperar que los niños llenen nuestro vacío emocional.
Pero como cristianos podemos saber que tenemos un apoyo aun mucho más grande en Dios mismo. «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar», dijo Jesús (Mateo 11:28). Y también: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.» (Juan 4:13-14). – En la comunión personal con el Señor mismo podemos recibir todo el ánimo y apoyo que necesitamos, especialmente para las situaciones conflictivas con los niños.

Y es que nuestra independencia emocional es esencial para poder aguantar los conflictos con los niños. También necesitamos estabilidad emocional para poder cambiar nuestra propia actitud y nuestra manera de actuar.

La Intervención «Join-Up», Paso 2:
Aléjate un poco de un niño que está en el «modo de resistencia», hasta que una conversación pacífica sea posible.

Voy a citar directamente los consejos de Etter para este paso:

«Mantenga un poco de distancia hacia un niño que no quiere someterse. Hágalo sentir que usted lo ama, pero que no tolera su comportamiento y que usted desea un cambio. No luche, no riña, no amenace. Simplemente diga: ‘Tenemos que conversar.’ Usted decide acerca del momento y del lugar de la conversación; y usted determina el tono que se usa al hablar.

‘No riña al niño’: ¿por qué es eso tan importante? – Esta forma amenazante y acusadora de hablar, pone en peligro la intervención Join-Up. Le animo a confiar en lo que digo: El éxito de su intervención corre peligro si usted empieza a reñir al niño. (…)

El que define y mantiene el tono de la conversación, es superior en la jerarquía.
El que define el comienzo y el fin de la conversación, es superior en la jerarquía.

Si usted desea llegar a una relación Join-Up con un niño, entonces no intente influenciar al niño, hacer acuerdos, etc, mientras la jerarquía todavía no está como debe ser.»

Los caballos no tienen manos

El siguiente pasaje puede ilustrar un poco más la idea de «alejarse» y «mantener cierta distancia»:

«¿Cómo logran los caballos una jerarquía de dignidad igual para todos? Creo que para ellos es mucho más fácil que para nosotros porque no tienen manos. Por eso están libres de la tentación de forzar a otro caballo a seguirles. Los caballos pueden alejar a otros caballos de sí, pero no pueden obligar a ningún caballo a ir por un camino determinado.
Nuestras manos, tan maravillosas como son, nos han seducido a hacer algo que nos causa muchos problemas en nuestro trato entre humanos. Piensa cuántas veces dijiste a un niño: ‘¡Ven acá!’, y esperaste que venga, y si no venía lo reñiste (lo trataste como enemigo). Si lo presionas, el niño probablemente recordará situaciones cuando sus padres lo cargaron para llevarlo a la fuerza a algún lugar.
(…) Cada vez que obligas a un niño a que se acerque a ti, actúas en contra de nuestro ‘sistema operativo’ como humanos. Nuestra cultura ha desplazado nuestro comportamiento natural de tal manera que ya no estamos conscientes de ello. Y quizás la regla tiene unas excepciones. Pero la pedagogía de la confianza saca conclusiones útiles de este descubrimiento. Verás como cambiará tu vida como educador(a) cuando comiences a fijarte en eso.

Jesús tampoco forzó a nadie a seguirle. Nunca obligó a alguien a estar cerca de él. ¡Al contrario!
‘Los zorros tienen guaridas y las aves del cielo tienen nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza.’ (Lucas 9:58) – O sea: ‘Piénsalo bien si realmente quieres seguirme.’ – En una ocasión Jesús se enojó con Pedro porque Pedro le había hablado con los pensamientos de satanás. Entonces alejó a Pedro de sí.
Jesús tenía todo el poder, y él sabía cuan importante hubiera sido para los hombres, hacerle caso. Pero aun así se limitó a invitarles.

Como educadores, queremos entonces formular nuestra exigencia básica de la siguiente manera:

‘Yo no puedo ni quiero forzarte a escucharme o a seguirme aquí y ahora. Pero si quieres estar aquí, en mi esfera de influencia inmediata, entonces tienes que hacer caso a las reglas.’

– ‘No puedo simplemente mandar afuera a todos los niños que no quieren obedecerme’, dirás. Ten un poco de paciencia. Claro que no lo decimos tan tajantemente; pero eso es aproximadamente lo que un caballo ‘dice’ a un potro que quebranta las reglas. La idea es, que brindes la mayor parte de tu energía, de tu incentivo y de tu creatividad a aquellos niños que están en una relación Join-Up contigo; y que ya no intentes forzar bajo tu mando a aquellos que por alguna razón se encuentran en el ‘modo de resistencia’. Sigue tratándolos con respeto, pero mantenlos a cierta distancia, y verás unas maravillas.»

Me parece importante entender que eso de «mantener una distancia» no significa negarle el amor a un niño. No rechazamos al niño; seguimos tratándolo con amor y respeto; pero le hacemos entender que por causa de su comportamiento, por ahora no podemos hacer ciertas cosas con él o para él.
Esto puede significar que dejemos de hacer ciertas cosas por el niño, mientras los asuntos no están aclaradas y mientras no se haya llegado a un acuerdo. Por ejemplo: «Mientras tú sigues dejando tu cuarto en desorden, no lo voy a limpiar.» O: «Mientras sigues descuidando tu ropa de esta manera, no la voy a lavar ni remendar.» (Por supuesto que estas condiciones tienen que ser de acuerdo a la edad y las capacidades del niño; pero no subestimemos sus capacidades.)

La Intervención «Join-Up», Paso 3:
Aclara las cosas en una conversación objetiva, donde tú defines el tono. Lleguen a un acuerdo mutuo.

Aquí se trata primeramente de esperar el momento apropiado:

«Según las circunstancias, puede durar bastante tiempo hasta que un niño esté listo para una tal conversación. Es necesario que el niño acepte el lugar, el tiempo, y el tono de conversación que usted define. Eso es una señal de que reconoce la autoridad de usted. – Pero según nuestras experiencias, raramente durará más que unos cuantos días.»

No solamente es necesario que el niño esté dispuesto a conversar. También hay que hacerle entender que nosotros mismos deseamos cambiar la forma como nos tratamos mutuamente; que no se trata de que «nosotros ganemos la lucha», sino que se llegue a un acuerdo mutuo en paz. (¡Y eso funcionará solamente si eso es nuestra intención verdadera y sincera!) Por eso dice Etter:

«Por mientras, evite toda acción que lo haga dificíl para el niño someterse. No se sorprenda si el niño intenta provocar una pelea, para que vuestra relación continúe según las mismas reglas como antes – las reglas acostumbradas, en las que el niño se siente fuerte. No le haga caso; ignore toda provocación, hasta donde sea posible. Tampoco empiece a discutir acerca de otros asuntos. Evite toda comunicación más allá de lo necesario. Hable de manera decidida, pero amable. Concéntrese enteramente en la conversación que debe tener lugar.»

Entonces, cuando llega el momento, explica al niño qué es lo que te molesta en su comportamiento, y por qué. Concéntrate en los puntos más importantes. Aclara que tú también deseas ayudar al niño para que le sea más fácil cambiar en estos aspectos. Reconoce tu propia parte de la responsabilidad por los conflictos. Aquí puede también ser el lugar de pedir perdón por tus propias reacciones equivocadas. Es importante mantener la conversación en un tono objetivo y pacífico. Etter dice:

«Si el niño reacciona de manera agresiva en esta conversación, no le responda en el mismo tono. En su lugar, interrumpa la conversación y defina otro momento más tarde para continuarla.»

Después conversen de cómo podrían actuar mejor en estos puntos conflictivos; y ambas partes asumirán ciertos compromisos en cuanto a su comportamiento. Valora las sugerencias del niño. Cito el siguiente ejemplo práctico:

«El éxito de la primera intervención es importante. Por eso le animo a planificarla cuidadosamente. (Antes de la conversación,) anote las situaciones acerca de las que desea conversar. Por ejemplo así:

1. ¿Cómo es la situación actual?
Casi todos los días cuando llego a casa, la casaca de Ana está tirada sobre la baranda o en el piso. Yo suelo colgarla en su lugar. Cuando le hablo a Ana de ello, ella solamente dice: ‘Puedes colgarla tú si te molesta.’

2. ¿Cómo reacciono yo en esta situación?
Esa actitud me irrita tanto que ya no digo nada, solamente cuelgo la casaca. Pero cada vez que lo hago, me siento humillado.

3. ¿Qué quiero lograr?
Quiero que Ana cuelgue su casaca ella misma. Pero aun más importante: que ya no reaccione de esta manera insolente cuando le digo algo.

El padre que anotó eso, llevó a cabo la intervención con éxito. Después de mucho tiempo, tuvo por primera vez una conversación seria y amable con su hija, y Ana se mostró enseguida dispuesta a cooperar. Ellos anotaron el siguiente acuerdo:

1. Yo (Ana) colgaré mi casaca yo misma.
2. Si alguna vez lo olvido, mi papi pondrá la casaca sobre mi asiento en el comedor. Entonces la colgaré sin protestar.
3. Mi papi no me hará reproches ni me mirará mal.

El punto 3 deja entrever que hubo algunos aspectos adicionales en juego. Cuando volví a hablar con aquel padre unos meses después y le pregunté en qué había quedado ese asunto, él ya lo había olvidado. Por fin dijo: ‘Ah, ¿eso de la casaca? Creo que una sola vez tuve que ponerla sobre el asiento de Ana. Hace tiempo ya que eso se ha arreglado.'»

La idea detrás de esta estrategia es dar lugar al niño, para que vuelva a darse cuenta de que nos necesita. Después de un tiempo de «distancia» (pero no rechazo), puede despertar nuevamente en un niño su deseo natural de seguirnos. Etter dice:

«Confíe en las fuerzas de apego del niño hacia usted. Estas fuerzas son enormes, aunque en el momento usted no siente que están aquí. Aguante esta situación, donde usted por el momento no recibirá muestras de afecto de parte de su niño. Si usted sufre bajo esta situación, confíe en que el niño sufre igualmente, aunque no quiere mostrarlo.
Su deseo de cercanía con usted es aun más grande que viceversa. Pero este sufrimiento tiene un propósito: Es lo que llevará al niño de regreso a una relación de Join-Up con usted – aunque inicialmente sea solamente por unas cuantas horas o días.»

Para niños pequeños, obviamente habría que adaptar esta estrategia. Con un niño de tres años todavía no podemos llevar una conversación como en el ejemplo citado; y aun de un niño de cuatro o cinco años todavía no podemos esperar que recuerde por sí mismo un acuerdo formal. También hay que tener cuidado cómo entender lo de «mantener distancia» con un niño pequeño: no debe entenderse en el sentido de «dejarlo solo», porque los niños de esa edad siempre necesitan saber que papá o mamá están cerca y accesibles en caso de necesidad, de otro modo se sienten abandonados.
Etter no da muchos consejos acerca del trato con niños muy pequeños. Dice que es más fácil con ellos porque están más fácilmente dispuestos a regresar al «Join-Up» con sus padres, mientras tienen la certeza de que estamos de su lado. Entonces reaccionarán mejor cuando pronunciamos p.ej. prohibiciones no en un tono amenazante, sino de manera amable (pero firme): «Mira, esta tijera es muy punzante. Tiene quedarse aquí en su lugar para que no te lastime.» Y en casos de emergencia todavía es posible cargar a un niño pequeño a otro lugar fuera del peligro – eso sería una de las excepciones a la regla mencionada en el apartado «Los caballos no tienen manos». Pero habría que dar una explicación: «Lo siento, pero ahora tengo que llevarte adentro, porque aquí puede pasar un accidente.»

La Intervención «Join-Up», Paso 4:
Ten confianza en el niño; y cumple por tu parte con los acuerdos.

Si la conversación se llevó a cabo exitosamente, ya se ha ganado mucho:

«Lo más importante es que la conversación haya tenido lugar, bajo condiciones que usted estableció y el niño aceptó. (…) Ahora ustedes tienen un nuevo fundamento para seguir adelante. Evite que la conversación sea una experiencia humillante, o negativa, para el niño. El niño debe darse cuenta de que vale la pena tratarse de una manera más respetuosa. En una conversación de Join-up todos ganan; no hay perdedores.»

Ahora se trata se seguir adelante sobre esta base nueva, y no recaer en el antiguo comportamiento conflictivo o manipulador. ¡Eso vale tanto para los adultos como para los niños! Etter dice que en los casos donde padres buscaron su consejo porque los acuerdos hechos «no funcionaban», casi siempre la causa era que los padres no cumplieron su parte del acuerdo.

Ahora que el niño ha afirmado su decisión de cooperar, es importante confiar en su capacidad, y no desanimarlo con nuestra desconfianza:

«Sea generoso. En lo posible, permita que el niño haga sus propias decisiones. Confíe en que el niño asumirá la responsabilidad por sí mismo; pero asegure que le reconozca a usted como autoridad.
(…) Un niño que vive en una relación de Join-Up, no necesita las constantes amonestaciones y correcciones: ‘No olvides cepillar tus dientes.’ – ‘Guarda tus libros.’ – Tales amonestaciones son incluso contraproducentes.
(…) Muchos padres tienen poca confianza en sus hijos y temen todo el tiempo que los niños olviden sus deberes, que se descontrolen, que no puedan solucionar sus conflictos, que no puedan resistir las tentaciones … Necesitamos cambiar nuestra idea acerca de los niños.
(…) Muchos padres no empiezan a informarse acerca de la educación de los niños, hasta que noten que sus hijos no están en una relación de Join-Up con ellos. Por eso, la mayoría de los libros sobre educación están llenos de consejos para tales situaciones. (Nota: Y esta clase de consejos a menudo hacen solamente que los padres ganen una ‘lucha por el poder’, pero los niños siguen en el ‘modo de resistencia’.) Pero lo que más necesitamos aprender, es cómo tratar con un niño que está en Join-Up con nosotros; y cómo mantener esta relación.»

Como enfatiza Etter, es relativamente fácil llevar a un niño de regreso a una relación de Join-Up – por lo menos por un tiempo. Lo que es más difícil, y más importante, es mantener esta relación a lo largo del tiempo. Allí se aplican todos los principios y consejos mencionados en la Parte 2.

No Comments »