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El síndrome de Estocolmo y la educación peruana

Hace poco, la siguiente noticia me llamó la atención:

«Con pancartas en mano y arengas, un grupo de personas se reunió en la puerta del local de la Ugel Sur (autoridad local del sistema escolar peruano), en el distrito de José Luis Bustamante y Rivero en Arequipa, exigiendo “justicia” para el docente Ernesto Murillo Laura. Este último es investigado por la Fiscalía por golpear a sus estudiantes por no hacer la tarea.

Según contaron 18 alumnos de la institución educativa Santa María de la Paz, su profesor de matemática, Murillo Laura, los agredió con un palo, provocando que algunos de ellos terminen llorando o quejándose por el dolor.
De acuerdo a las investigaciones de la Fiscalía Provincial Civil y Familia de Paucarpata, los alumnos presentaban hematomas en los brazos y piernas, así como en la cabeza. Los exámenes médicos determinaron que un grupo de los estudiantes requeriría hasta tres días para sanar.

Enterados de las denuncias, la mañana de este viernes, un grupo integrado por padres de familia y exalumnos del colegio Santa María de la Paz, realizaron una manifestación exigiendo que el docente Ernesto Murillo sea repuesto en su trabajo. Esto debido a que las autoridades de la Gerencia Regional de Educación de Arequipa lo suspendieron hasta que culminen las investigaciones.

Una de las madres asistente defendió al profesor asegurando que ella inclusive autorizaba al docente para corregir a su hijo si no cumplía sus tareas o llegaba tarde a clases. «Si lo tiene que rajar, rájelo”, le había dicho la mujer a Ernesto Murillo.

En tanto, un grupo de exalumnos de la promoción 2017 de la I.E. Santa María de la Paz mostró su respaldo al docente asegurando que siempre les prestó apoyo cuando lo necesitaron y que incluso es un profesor ejemplo. Uno de los jóvenes, le dirigió unas palabras al maestro agradeciendo las reprimendas.»

(Diario «La República», Lima, 17 de mayo de 2019)

Maltrato inexcusable

Ahora, éste es un caso claro de maltrato; incluso bordea a tortura. Aun los más ardientes defensores de castigar físicamente a los niños, ¡no podrán sostener que eso implique infligirles «hematomas que demoran tres días en sanar»! Y si uno quisiera argumentar con la Biblia (como es apropiado en un blog sobre educación cristiana), es cierto que hay algunos pasajes que se podrían interpretar en el sentido de un castigo físico (¡aunque no hasta el punto del maltrato!). Pero ésos se refieren exclusivamente al trato de los padres con sus hijos; no dan derecho a nadie a castigar a los hijos de otra gente. Y se refieren únicamente a lo que la Biblia llama «necedad»; o sea la obstinación deliberada, cuando alguien permanece en una actitud claramente pecaminosa, negándose a escuchar y a cambiar. Además, en el entorno hebreo, la responsabilidad disciplinaria de los padres por sus hijos terminaba cuando éste celebraba su «Bar Mitzwa», o sea, a los trece años de edad.

Nada de eso se puede aplicar a la situación referida. No se trataba de una situación entre padres e hijos. Y no se trataba de una actitud obstinada de parte de los alumnos. A lo máximo se trataba de simples negligencias, tales como olvidar sus tareas. Y según los testimonios que escucho de los alumnos del sistema escolar, sé que muy a menudo son castigados por cosas que ni siquiera son culpa de ellos: por no entender un tema (y en consecuencia no poder hacer su tarea); por tener una nota baja en un examen (a pesar de sus mejores esfuerzos); o incluso por asistir a la escuela sin uniforme (aunque la ley dice que a nadie se le puede obligar a usar el uniforme escolar). Nada de eso es una «maldad» por parte del alumno, y por tanto no merece ningún castigo. Pero en el sistema peruano está todavía demasiado arraigada la idea de que toda dificultad académica sea la culpa del alumno; se le grita «¡¿Por qué no estudias?!»; y padres y profesores no se detienen para considerar que quizás le están imponiendo unas exigencias completamente irrazonables. Este sistema castiga al pez porque no logra trepar un árbol, y al mono porque no logra nadar.

Además, la noticia se refiere a alumnos de secundaria, o sea adolescentes, ya no niños. Todo buen pedagogo sabe que con alumnos de esa edad, un buen educador fundamenta sus decisiones, llega a conclusiones dialogando, y no aplica medidas de fuerza bruta. Lo cual es confirmado también por la sabiduría del pueblo hebreo con su institución de «Bar Mitzwa».

Lo que causa el síndrome de Estocolmo en las víctimas

¿Por qué entonces unos exalumnos y padres se ponen a defender a la persona que cometió tales maltratos, y que ahora tiene que sufrir las consecuencias justas de sus actos? ¿Significa eso que el maltrato no era tan malo; que no hizo daño a las personas afectadas? – Al contrario. El daño fue aun más grande de lo que ellos se imaginan. El maltrato no solamente dañó su cuerpo; además indujo en ellos un trastorno psicológico poco frecuente, que es conocido bajo el nombre de «Síndrome de Estocolmo».

Este síndrome fue investigado por primera vez en 1973, en la ciudad sueca de Estocolmo. Los asaltantes de un banco habían mantenido como rehenes a cuatro personas durante seis días, y los amenazaban de muerte. Cuando llegó la policía para liberarlos, los rehenes se pusieron del lado de los asaltantes, y los defendieron contra la policía. También en el juicio contra los asaltantes, los rehenes testificaron a favor de ellos.

Se llegaron a conocer otros casos, donde las víctimas de extrema violencia tomaron partido a favor de los agresores. El síndrome de Estocolmo se ha observado, entre otros, en víctimas de secuestros, prisioneros de guerra, miembros de sectas, y frecuentemente en víctimas de violencia doméstica.
Psicológicamente, se explica como un mecanismo de negación o de disociación cognitiva, para poder soportar una situación extremamente dolorosa que la víctima no puede controlar ni evitar. Trágicamente, este síndrome persiste aun después de que la situación de violencia ya pasó. Así lo demuestra el caso de los rehenes de Estocolmo, y también el caso de los exalumnos mencionados en la noticia arriba. Aun años después de los maltratos, los afectados por el síndrome de Estocolmo salen en defensa del agresor que los victimizó.

El fin no justifica los medios

Quizás alguien me dirá que no se puede comparar un profesor con un asaltante. «El profesor hace un bien a sus alumnos, porque les imparte educación.» – Pero el asaltante que toma rehenes, también les hace bien: por ejemplo, los alimenta, y les provee un lugar donde dormir. ¿Acaso justifica eso el mal que les hace? Igualmente tenemos que preguntar: ¿El «bien» de impartir educación, acaso justifica torturar a los alumnos? ¿Acaso no existen otras maneras de educar?

No conozco al profesor mencionado en la noticia, así que no puedo opinar acerca de su motivación. Pueden existir unos profesores tan mal orientados que sinceramente creen que al maltratar a sus alumnos les hacen un bien. Pero aun si eso fuera el caso: ¿acaso los golpes duelen menos cuando son «bien intencionados», o cuando proceden de ignorancia pedagógica? Y si los alumnos necesitan una corrección cuando no tienen sus tareas hechas, ¿acaso no necesita también un tal profesor una corrección, cuando maltrata a sus alumnos?

Y existen también profesores cuya motivación es menos buena. Algunos «imparten educación», no porque fueran personas buenas; lo hacen simplemente porque tienen que hacer algo para ganarse la vida. Otros lo hacen porque disfrutan de ejercer control sobre otros y dominar sobre ellos.

Y no hay que subestimar las rivalidades que existen entre profesores, y entre escuelas – a menudo incentivadas por un sistema de calificaciones que es tan injusto con los profesores, como lo es con los alumnos. De diversas maneras, profesores y escuelas son premiados cuando sus alumnos muestran un «rendimiento» alto, y son castigados cuando el «rendimiento» es bajo. Eso hace que muchos profesores se preocupen más por su propia reputación y la de su escuela, en vez del bienestar de sus alumnos. Los alumnos se convierten en esclavos que tienen que trabajar para que el profesor avance en su carrera.
Otra consecuencia triste es que muy pocos profesores se disponen voluntariamente a trabajar con alumnos que tienen dificultades de aprendizaje, porque el sistema no los premia por este esfuerzo. Así que justo aquellos alumnos que necesitarían el mayor apoyo, son aun más marginados y maltratados.

¿Hay que ser agradecido por el maltrato?

Un día mi esposa me preguntó: «¿Qué podemos responder a las personas que dicen que son agradecidas por el maltrato que sufrieron en su niñez, porque dicen que gracias a eso han tenido éxito en la vida, han llegado a ser profesionales, etc?» Parece que esos casos son bastante frecuente. Me contó también de otro caso, de una persona que había estudiado tres carreras, pero no concluyó ninguna y sigue hasta hoy sin profesión, y que dijo: «Si mis padres hubieran sido más duros conmigo, yo hubiera terminado mi carrera, y tendría una mejor vida ahora.»

Yo preguntaría a una persona así: «Qué piensas, ¿qué dice eso acerca de tu propio carácter?» – A la edad de abandonar una carrera, uno ya es adulto(a). Tiene una edad donde se espera que una persona sea capaz de gestionar su propia vida, y de responsabilizarse de sus propias decisiones y actos. Si alguien manifiesta que a esa edad necesita todavía un papá, una mamá, o un profesor corriendo tras ella con un palo para que cumpla sus deberes, esa persona testifica que tiene un carácter irresponsable, y que deliberadamente ha escogido seguir siendo irresponsable. Porque las personas responsables asumen ellas mismas la responsabilidad por sus decisiones; no buscan culpar a sus padres o a otras personas.

El maltrato no produce un carácter responsable. En algunos produce un carácter muy sumiso, dependiente, e inmaduro. En otros produce un carácter rebelde y vengativo. Pero no puede producir responsabilidad; porque el maltrato aniquila la voluntad propia, y sofoca la capacidad de hacer decisiones y de responsabilizarse de ellas.
Sin duda, ésa es una de las razones por qué el Perú tiene una cantidad tan grande de profesionales irresponsables. Ingenieros cuyas construcciones se derrumban; médicos que matan a sus pacientes; fiscales y jueces corruptos; profesores que no entienden los temas que deben enseñar … la lista es interminable. Muchos de esos profesionales no escogieron su profesión por voluntad propia: Fueron obligados a ella con golpes, y siguen ejerciéndola solamente porque en su subconsciente siguen sintiendo el palo de sus padres o de sus profesores a sus espaldas. Otros escogieron una carrera, no porque les interesara o les gustase, sino solamente como un medio fácil de ganar plata – y esa motivación también, a menudo es inducida por las presiones de padres o profesores. No sorprende que existan tantos profesionales sin verdadera vocación.

Y ahora, como demuestra la noticia citada al inicio, la gente irresponsable, producto de un sistema de maltrato, sale a las calles para exigir que se cometa otra irresponsabillidad: que un maltratador sea librado de las consecuencias justas de sus actos. Así es como una educación torcida prepara el camino para todo lo que viene después: la irresponsabilidad en el ejercicio de la profesión; las maniobras de encubrimiento para que los errores y defectos no salgan a la luz; el tráfico de influencias para que los menos aptos ocupen los puestos más importantes; la corrupción en el gobierno y el blindaje a los mafiosos. Todo eso está relacionado con esa mentalidad torcida que elogia a los agresores y culpa a las víctimas.

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¿Una lucha por el poder entre padres y niños?

La relación entre padres e hijos sufre un gran daño cuando la desobediencia de los niños se interpreta en términos de una «lucha por el poder». ¡Algunos autores acusan a niños de dos o tres años, cuando desobedecen a sus padres, de planear conscientemente un «golpe de estado» en la familia! Y desde allí aconsejan a los padres que usen todos los medios, aun sumamente crueles, para ganar esta «lucha por el poder»; porque de otro modo, dicen, «perderían toda su autoridad». En consecuencia, los padres creen que sus hijos son sus enemigos. Una tal actitud (de parte de los padres) destruye todo intento de edificar una auténtica relacion de amor y confianza.

Es cierto que los niños pequeños a menudo tienen deseos egoístas. Entonces pueden hacer muchos esfuerzos para satisfacer esos deseos. Eso es parte de su naturaleza. Todos sus pensamientos se enfocan en esa meta: «¡Quiero ese juguete!» – «¡Quiero ese pedazo de torta!» – «!Quiero subir a ese árbol!» – de manera que todas las otras consideraciones se «apagan»; por ejemplo la consideración por los sentimientos de otras personas, o por el orden en la familia que los papás garantizan. Pero ¿será sensato asumir que ese niño pequeño, tan enfocado en su deseo, esté al mismo tiempo pensando: «Quiero echar a papá y a mamá de su trono; yo quiero ser la persona que manda sobre todo lo que hacemos en la familia»?
– No, un niño pequeño ni siquiera es capaz de pensar en tales categorías abstractas y fundamentales. Y en el fondo de su ser sabe muy bien que él mismo no sería capaz de decidir cada día qué comprar para comer, ni de cuidarse de los lugares y objetos peligrosos, ni mucho menos de ganarse la vida. Sabe que es dependiente de sus padres, y que por tanto necesita la guía y autoridad de sus padres.
No pensemos entonces que ese niño pequeño, por desobedecer, se haya convertido en nuestro enemigo. Está simplemente enfrascado en un capricho egocéntrico, en su propio mundo pequeño. Si respondo a eso defendiendo «mi» posición como padre, y me imagino que «mi» autoridad está amenazada, entonces me estoy rebajando al nivel del niño: yo también me concentro en «mi» propio mundo pequeño.

¿De verdad creemos que un niño de cuatro años tenga más poder que sus padres? ¡Deshágase de esa idea ridícula! Descanse confiadamente en el hecho de que usted es la autoridad, que tiene el poder, por naturaleza y no por los esfuerzos suyos. Así será menos tentado(a) a reaccionar de una manera excesiva o desesperada. Usted está experimentando un choque de voluntades, la suya y la del niño, acerca de un asunto específico. Entonces le toca manejar este asunto, de una manera que ayude al niño a madurar, y que no quebrante la relación fundamental de amor y confianza entre ustedes. Eso puede ser difícil, lo sé; pero ciertamente no tiene la envergadura de un golpe de estado.

Por supuesto que usted no tiene el poder de que el niño haga todo lo que usted manda, «inmediatamente y sin cuestionar». Ninguna persona humana tiene este poder sobre ninguna otra persona humana. Felizmente – porque eso sería la pesadilla más terrible de una dictadura totalitaria. Sea agradecido(a) de que Dios dio a sus hijos la capacidad de opinar, de razonar, y de hacer decisiones … aunque a veces utilicen estas capacidades de una manera equivocada. ¿O preferiría usted en su lugar, que sus hijos sean unos robots, completamente incapaces de razonar y de hacer decisiones propias?

Los padres que creen en esa idea de una obediencia «inmediata y sin cuestionar», se imponen una tremenda presión sobre sí mismos. Cada vez que un niño no muestra esa clase de obediencia «perfecta», el padre o la madre tendrá que pensar: «Ahora mi hijo(a) ha ganado la lucha por el poder. Ahora he perdido mi autoridad. Soy un padre / una madre fracasado(a).» Y esa desesperación por no «fracasar» como padre o madre, es una de las causas que tristemente conduce a muchos casos de maltrato contra los hijos.
Entonces, no nos impongamos tales estándares inalcanzables. Como vimos en el artículo acerca de la obediencia de los niños, ni Dios mismo nos impone tales estándares. Adoptar expectativas irreales es una receta segura para el fracaso.

Entonces, queridos padres y madres, por favor quítese de encima esa tremenda carga de tener que «ganar luchas por el poder». En lugar de eso, es más constructivo preguntarse: «¿Qué puedo hacer en esta situación para ayudar a mi hijo(a) a salir de su pequeño mundo egocéntrico?» Dependiendo de la situación y de la madurez del niño, puede estar accesible para diversos elementos o valores más allá de su «pequeño mundo». Por ejemplo la justicia: «Si tú comes este chocolatillo, no va a quedar ninguno para tu hermanito. Eso no sería justo.» – O la empatía: «Mira, tu hermanito está llorando porque le estás quitando su chocolatillo. ¿Ves como tu hermanito está triste? » – Niños mayores podrían también entender por qué no es bueno comer demasiados dulces. – Si nada parece funcionar, podemos simplemente hacer valer nuestra decisión, sin acusar ni insultar al niño: «He decidido no darte este chocolatillo.» – No hay por qué añadir «¡Eres un niño desobediente!»; no hay por qué tratar al niño como a un enemigo en una guerra … solamente hay que manejar el asunto que tenemos a la mano.

Si un niño pequeño arma todo un escándalo por hacer o lograr algo, a menudo ayuda simplemente dejarlo a solas con su pataleta. Su drama dejará de ser interesante cuando no hay público.

Tampoco hay por qué sentirnos fracasados si alguna vez el niño «gana». Hay niños que tienen que hacer primero ciertas experiencias, hasta que acepten el hecho de que las instrucciones de los padres normalmente son buenas. Algunos niños necesitan primero quemarse con una olla caliente, hasta que entiendan lo que significa: «¡Caliente! ¡No tocar!» – Algunos necesitan primero sufrir un dolor de muela, hasta que entiendan por qué no es bueno comer demasiados dulces. – Algunos necesitan primero sufrir una diarrea por comer tierra, hasta que entiendan por qué les decimos que no lo hagan. – No nos sintamos mal si como padres no pudimos evitar uno de esos accidentes. La experiencia educativa para los niños puede ser más intensa que cualquier esfuerzo o castigo de nuestra parte.
Por supuesto que tenemos que cuidar a los niños tanto más, cuanto mayor es el peligro. Un niño de dos años quizás no va a entender por qué lo alejamos a la fuerza de una autopista donde circulan carros a alta velocidad. Pero en la vida diaria hay suficientes situaciones de menor peligro, donde podemos tranquilamente permitir que los niños aprendan por medio de las consecuencias naturales de sus actos, si es que deciden pasar por alto nuestras advertencias.

Sé que las situaciones pueden escalar, sé que hay niños que siguen luchando tercamente por su capricho. Y reconozco que no tengo una «receta» de qué hacer en cada uno de esos casos. Pero hay algo más importante que las «recetas», y es la actitud de nuestro corazón. Si usted ama genuinamente a sus hijos, y hace un esfuerzo serio por comprenderlos, entonces su amor y su comprensión por ellos le dirigirán a hacer lo que es bueno para ellos. Guiar a los niños hacia la madurez, es en primer lugar un desafío a nuestra propia madurez como padres. Continuaré entonces un poco más desde esta perspectiva.

En muchas situaciones, los niños tienden a actuar según la imagen que nosotros tenemos acerca de ellos. Si los tratamos todo el tiempo como desobedientes, van a actuar como desobedientes. Si les decimos todo el tiempo «¡Malcriados!», van a actuar como malcriados. Si constantemente los ponemos bajo sospecha, van a empezar a hacer lo que sospechamos. Si los tratamos como enemigos, se van a convertir en nuestros enemigos.
El concepto de la «lucha por el poder» refuerza esa idea de que «los niños son nuestros enemigos». Por eso es dañino para las relaciones entre padres e hijos. Puede ser un tremendo paso hacia adelante, si llegamos a convencernos: «¡Mis hijos no son mis enemigos!» – y si los tratamos de acuerdo a esta convicción.

Un aspecto de la madurez es la capacidad de manejar ambivalencias. La ambivalencia ocurre cuando un asunto o una persona presenta varios aspectos contradictorios. Eso no tiene cabida en la mente de un niño pequeño: todo o es blanco o es negro; o es bueno o es malo.
Ahora, si ese niño se enfoca en una meta que quiere alcanzar, y yo como padre no estoy de acuerdo y se lo impido o lo prohíbo, el niño me va a percibir como «malo», y me va a tratar como un enemigo. Eso va a suceder, aun si el niño en el fondo tiene una relación amistosa y de confianza conmigo. El comportamiento hostil del niño no significa que ahora se haya convertido «fundamentalmente» en mi enemigo. Simplemente percibe mi acción momentánea como «mala», y eso le hace «olvidar» que normalmente yo soy «bueno» para él. Su mente no puede acomodar la ambivalencia de que su padre «bueno» hace de vez en cuando algo «malo».

Si en esta situación yo reacciono, tratando a mi hijo como enemigo, estoy cayendo en la misma inmadurez: me «olvido» de que tengo una relación amistosa con él, y lo percibo únicamente como «malo», como alguien que amenaza mi autoridad como padre.
Pero de nosotros como adultos y padres se espera un mayor nivel de madurez. Deberíamos ser capaces de acomodar en nuestra mente el hecho de que nuestros hijos momentáneamente estén actuando «mal», sin que eso desplace la relación «fundamentalmente buena» que tenemos con ellos. Es más: Deberíamos incluso ser capaces de conceder que el niño que actúa «mal», desde nuestra perspectiva, puede tener razones «buenas» para su acción, desde su propia perspectiva.
Eso no elimina la necesidad de una corrección. Pero este cambio de actitud nos permitirá corregir al niño de una manera que sea realmente educativa, no hiriente, y que no amenace la relación fundamental de confianza con él.
Y si damos lugar al niño para explique sus razones por su acción, en algunos casos podría incluso resultar que hemos juzgado mal al niño, y que somos nosotros quienes tenemos que corregirnos. Y aun eso, el tener que admitir un error ante los niños, no amenaza de ninguna manera nuestra autoridad. Al contrario, testifica de nuestra integridad.

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La autoridad de los padres

En los dos artículos anteriores hemos hablado del concepto de la «obediencia» de los niños, y del autoritarismo en ciertos círculos cristianos. Para completar el tema, deseo ahora compartir unas ideas acerca de la autoridad de las padres, y las formas de ejercer la autoridad paterna.

Estoy convencido de que como padres, tenemos el derecho y el deber de ejercer autoridad; de «tomar la delantera» en la familia. Los padres tenemos mayores conocimientos, mayor experiencia y madurez que los niños, y por tanto las mayores capacidades para hacer decisiones acertadas y sensatas. Esta diferencia de capacidades es muy obvia mientras que los niños son pequeños, y sigue vigente por lo menos hasta la adolescencia.
Por eso no estoy a favor de una educación anti-autoritaria que permite hacer a los niños todo lo que quieren, o que les da igual voz y voto como a los padres en todas las decisiones de la familia. Hay buenas razones para dar a la opinión de los padres un peso mayor que a la opinión de los niños, cuando se trata de decisiones que afectan a la familia entera.

Por el otro lado, es una pregunta muy diferente cómo se debe ejercer esta autoridad paterna. Hay todavía una gran diferencia entre «ejercer autoridad» y «ser autoritario». En el artículo acerca de la obediencia mencioné cierta corriente de libros sobre educación, de autores con trasfondo cristiano, que promueven un concepto extremista de la autoridad y de la obediencia.

Por ejemplo, un autor de esta corriente instruye a los padres a «entrenar» a sus niños, desde la edad de gatear, a obedecer órdenes arbitrarias; y que los padres castiguen físicamente a los pequeñitos si no hacen caso inmediatamente. Relata como él llama repetidamente a su pequeñita: «Ven donde papá.» Inicialmente, eso es un juego. Pero después, deliberadamente la llama mientras ella está muy concentrada con su juguete favorito; y la castiga si no viene inmediatamente. Dice literalmente: «Sé que algunas personas piensan que fui cruel al haberlo hecho.»
– Sí, eso pienso yo también. La Biblia dice: «Padres, no provoquen a sus niños, para que no se desanimen» (Colosenses 3:21). Lo que hizo ese padre, fue provocar a sus hijos. Y el concepto bíblico de «obediencia» no es uno de obediencia incondicional. Esa clase de obediencia «inmediata» y «sin cuestionar», la debemos únicamente a Dios, porque sólo él es infalible y digno de nuestra confianza ilimitada. Y aun Dios mismo no exige «obediencia» en algo de lo que no somos capaces.

En libros de esa corriente podemos frecuentemente encontrar comparaciones entre la educación de niños y el entrenamiento de un animal doméstico, por ejemplo un perro o un buey. Con eso delatan la influencia de ideas no bíblicas. La Biblia no dice en ninguna parte que habría que tratar a los niños como animales. Quien dice eso, es la psicología y pedagogía conductista. El conductismo efectivamente se basa en experimentos con animales; y desde allí enseña que igual como a los animales, se pueda y deba también «acondicionar» a los niños para que hagan lo que uno quiere, «reforzando» el comportamiento deseado con incentivos positivos y recompensas, y «extinguiendo» el comportamiento no deseado con castigos.
Pero ¡los niños no son animales! Los niños tienen la capacidad de razonar, de hacer decisiones, de ser creativos y de tener ideas propias. Y quien reclama un trasfondo cristiano, debería reconocer que cada niño tiene su dignidad propia, por ser creado en la imagen de Dios. Jesús dijo una de sus palabras más fuertes, no contra los niños desobedientes, pero contra los adultos que hacen daño a los niños: «Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.» (Mateo 18:6)
(Nota aparte: La pedagogía de la confianza también hace comparaciones con animales. Pero lo hace desde una perspectiva completamente diferente: toma como ejemplos el trato de unos animales con sus propias crías; o sea dentro de su misma especie. Esa comparación es más apropiada para el trato de padres humanos con sus hijos. Solamente habría que tomar en cuenta que la naturaleza es «caída», que tiene ahora también su parte en comportamientos crueles, y que por tanto no todo lo que observamos en la naturaleza, puede ser una medida de lo que es «bueno».)

Algunos de estos libros se esfuerzan por equilibrar estas nociones autoritarias con el concepto del amor, y enfatizan que nuestra relación con los hijos debe ser fundamentalmente una relación de amor. Esto es bueno y correcto; pero no enmienda el problema de una autoridad excesiva. Es que en las ocasiones donde el niño no hace caso a las exigencias arbitrarias de los padres, se imponen «acciones disciplinarias» que contradicen el amor. Así se transmite un concepto de «amor condicional» – quizás no en palabras, pero con los hechos: «Te amo … si haces todo lo que yo quiero.» Así, el amor paterno ya no es un regalo; ya no es un compromiso firme; ya no es un fundamento seguro de confianza. Los hijos se quedan en una inseguridad constante de si realmente han hecho lo suficiente para «merecer» el amor de sus padres.
Si tomamos en cuenta que según el diseño de Dios, los padres son «reflejos de Dios» ante sus hijos, ¿qué imagen de Dios transmite un tal amor condicional? Un «Dios» que es difícil de satisfacer; un «Dios» cuyo amor nos falla justo en el momento cuando más lo necesitamos. Para un niño educado de esta manera, será muy difícil más adelante confiar en el Dios verdadero quien se sacrificó a Sí mismo para salvarnos. Será difícil que llegue a una experiencia de la gracia de Dios, y una seguridad de su salvación.

Al examinar las enseñanzas del autoritarismo, hemos distinguido entre autoridad posicional y autoridad relacional. ¿De cuál de estas clases es la autoridad paterna?
Ciertamente no es una autoridad posicional. No existe ninguna instancia superior en la sociedad que tuviera que «autorizar» o «delegar» a los padres para que tengan autoridad sobre sus hijos. Tampoco existe algún procedimiento institucional que pudiera «promover» a ciertas personas a una «posición» de padres, y negar esta posición a otros.
(Algunas ideologías modernas sostienen que el gobierno estatal otorga autoridad a los padres. Pero al seguir esas ideas, efectivamente se destruirán las familias. Ningún gobierno tiene el poder de crear familias. Entonces, si el estado promulga leyes acerca de la autoridad paterna, no se trata de algo que el estado pudiera «otorgar» a los padres. La legislación simplemente reconoce un hecho – la familia – que existe ya antes de toda legislación.)
En una familia sana, los padres tienen autoridad relacional resp. moral, por su ejemplo y su buen trato con los niños, de manera que los niños reconocen esta autoridad. Es de desear que todas las familias funcionen de esta manera.
Pero aun en familias donde eso no es el caso, la autoridad paterna no está completamente anulada. Por tanto, propongo introducir un tercer concepto de autoridad: la autoridad natural. La familia no es una quot;institución» en el sentido de que tenga que regirse por organigramas y estatutos, y que uno pueda afiliarse y desafiliarse de ella. Mas bien, la familia es un organismo natural. Es el ambiente al que pertenece cada ser humano por naturaleza, por nacimiento. Por tanto, los padres tienen autoridad sobre sus hijos por naturaleza, porque los hijos nacieron de ellos y son dependientes de ellos. Y los niños por naturaleza están conscientes de ello. Un niño no necesita legislaciones ni medidas de fuerza, para saber que sus padres tienen autoridad sobre él. (En un artículo posterior trataremos de las situaciones donde los niños parecen cuestionar la autoridad de sus padres.)

Una consecuencia de lo dicho es que un niño no necesita ningún entrenamiento para «reconocer la autoridad de sus padres». Los niños pueden necesitar «entrenamiento» para muchas cosas, en preparación para la vida: para ser responsables en sus quehaceres en la casa; para evitar peligros; para resolver conflictos; para estar dispuestos a compartir con otros y ayudar a otros; para sujetarse a un horario y cumplir compromisos; etc. Pero no necesitan ningún entrenamiento de obedecer a órdenes arbitrarias, con el único fin de demostrar «sumisión» bajo la autoridad de sus padres. Al contrario, una tal clase de entrenamiento destruye la personalidad de los niños. Además es contraproducente: Muchos de estos niños «provocados» y «desanimados», más tarde tienden a rebelarse contra la autoridad y las convicciones de sus padres.


Hablando ahora de cómo ejercer la autoridad paterna en la práctica, eso es tema de muchos libros, y existen muchas opiniones diferentes. Me limitaré a unas pocas ideas:

– Recomiendo estructurar nuestras exigencias en forma de reglas fijas o «leyes de la casa». Los niños son «provocados» o «desanimados» cuando les exigimos hacer caso a órdenes arbitrarias, caprichosas e impredecibles. En lugar de eso, fijemos unas reglas claras acerca de las responsabilidades de cada uno en los quehaceres de la casa; acerca de la conducta unos con otros; acerca de lo que sucederá si alguien rompe las reglas; etc. Eso da a los niños un marco seguro donde pueden saber qué es lo que esperamos de ellos.
Con eso seguimos el ejemplo de Dios quien dio a su pueblo unos mandamientos y leyes claramente definidos. Dios no es caprichoso en las órdenes que él nos da.
Entonces apliquemos la norma que rige también en la justicia secular: «Nadie puede ser castigado por algo que la ley no prohíbe.» – Y por supuesto que las reglas de conducta valen para los padres también.

– Por otro lado, las «leyes de la casa» no son mandamientos inconmovibles. Mientras que los niños son pequeños, los padres tendrán que establecer las reglas. Pero a medida que crecen, los niños deben ser involucrados en establecer o modificar las reglas. No nos neguemos a dialogar con ellos y a tomar en cuenta sus opiniones. Y si decidimos insistir en una regla determinada, estemos siempre dispuestos a explicar nuestras razones. Si no tenemos buenas razones para establecer una regla, probablemente la regla es innecesaria.

– No debemos prohibir expresiones legítimas de emociones, tales como llorar, gritar de dolor, o reírse a voz alta si algo es chistoso. Las emociones son importantes como indicadores y reguladores de nuestra salud psicológica; y reprimirlas nos hace daño. Lea por ejemplo cómo la gente en los tiempos bíblicos
expresaba su tristeza: No era suficiente con llorar; «rasgaron sus vestidos», o «se sentaron en cilicio y ceniza», o se quedaron ayunando varios días.
Lo que sí hay que enseñar a los niños, es distinguir entre expresiones apropiadas y no apropiadas de emociones. Por ejemplo, protestar o zapatear pueden ser expresiones legítimas de la ira. Pero el agredir a otras personas, o destruir cosas de otras personas, serían expresiones inapropiadas.

– Se debe dar lugar a las diferencias individuales entre los niños. «Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijera el pie: «Porque no soy mano, no pertenezco al cuerpo», ¿acaso por eso no pertenece al cuerpo? Y si dijera el oído: «Porque no soy ojo, no pertenezco al cuerpo», ¿acaso por eso no pertenece al cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si el entero fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero ahora Dios puso [para él] los miembros, cada uno de ellos en el cuerpo como quiso.» (1 Corintios 12:14-18) Ayudemos a cada niño a descubrir y desarrollar sus inclinaciones y talentos particulares. Ayudemos a cada uno a manejar los puntos fuertes y las debilidades de su carácter particular.
Al revisar algunos de los libros sobre educación que actualmente están de moda entre evangélicos conservadores, me llamó la atención que ninguno de ellos menciona la individualidad de cada niño, y el trato individual de Dios con cada niño. No hablan de animar a los niños a que busquen a Dios personalmente. No hablan de ayudarles a evaluar bíblicamente lo que uno les enseña, o de ejercer alguna otra forma de discernimiento. No hablan de ayudarles a formarse una opinión propia de un asunto, y defenderla. No hablan de ayudarles a desarrollar sus dones y talentos personales. No hablan de ayudarles a descubrir el llamado personal de Dios para sus vidas. Pero todo eso son aspectos importantes de un ejercicio sano de la autoridad que Dios nos ha dado, «para edificación y no para destrucción» (2 Corintios 10:8, 13:10). Ejercer autoridad buena significa contribuir a la edificación personal de cada uno, no presionar a todos dentro de un mismo molde.

– Al inicio hemos mencionado que los aspectos obvios de la autoridad paterna siguen vigentes «por lo menos hasta la adolescencia». Hay que entender que con la adolescencia ocurre un cambio fundamental en las relaciones entre padres e hijos. La adolescencia es una transición hacia la independencia. Las ventajas «naturales» de los padres disminuyen y empiezan a desaparecer. Tanto más importante es que los padres de hijos adolescentes tengan autoridad relacional y moral: una relación de confianza; integridad personal; sabiduría auténtica; etc.
Por eso, diversas culturas conocen ciertos ritos de transición al inicio de la adolescencia. En la cultura judía, eso se expresa en la ceremonia del «Bar Mitzwa» (a los 13 años para los muchachos, y a los 12 para las muchachas). La Biblia no la menciona explícitamente, pero se practicaba ya en los tiempos de Jesús. (Es el trasfondo para entender la historia de Jesús en el templo a sus 12 años, Lucas 2:41-52.) En esta ceremonia, el muchacho tiene que demostrar su conocimiento de los mandamientos de Dios, en una especie de examen. Después se le declara que a partir de ese momento, él mismo (y ya no sus padres) es plenamente responsable ante Dios por sus decisiones y actos. A partir de ahora, en muchos aspectos se le considera como mayor de edad.
Con eso viene también un cambio en la manera cómo se entiende la autoridad de los padres. Cuando los hijos llegan a la adolescencia, los padres dejan de ser sus guías absolutos, y pasan a ser consejeros y amigos mayores, respetados (cuando las cosas andan bien), pero ya no en la posición de demandar obediencia en cada caso.
Es por eso que por ejemplo el conocido psicólogo cristiano Dr.James Dobson – ¡a pesar de sus propias inclinaciones hacia el conductismo! – opina que el hijo pródigo en la parábola (Lucas 15:11-24) debe haber sido un adolescente; y que el padre hizo lo correcto en dejarlo ir. El hijo adolescente tenía el derecho de hacer sus propias decisiones y llevarlas a cabo; pero tenía también el deber de asumir las consecuencias de una decisión errada.

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Un peligro para el movimiento de la educación en casa

Corrientes autoritarias y abusivas en el movimiento de la educación en casa

Durante varias décadas, el movimiento de la educación en casa en Estados Unidos ha disfrutado de muchas libertades. Tiene ahora bastante prestigio ante la sociedad y ante las instituciones y autoridades del sistema escolar y universitario, debido a sus éxitos en el rendimiento académico y la madurez emocional y social de la mayoría de los estudiantes educados en casa. Diversas investigaciones profesionales testifican de estos éxitos.

Sin embargo, durante los últimos años han aumentado también las críticas contra la educación en casa en aquel país. Eso se debe en gran parte a unos escándalos de maltrato infantil y abuso sexual dentro de algunas familias educadoras. Salieron a la luz un número considerable de testimonios de hijos de tales familias, ahora adultos, quienes relatan cómo en sus familias se cultivaba una «cultura del encubrimiento» respecto a esos delitos. En su mayoría se trata de familias que se identifican como cristianas, pero practican una forma aberrante, muy autoritaria del cristianismo. Tristemente, eso ha hecho que muchos de sus hijos rechazaran no solamente el ambiente autoritario de su familia, sino la fe cristiana en general, como se puede notar en diversos artículos y comentarios en internet.

Se enseña también un concepto extremista de «obediencia» y «sumisión»: una obediencia inmediata, sin cuestionar, sin tomar en cuenta si una orden es irrazonable, moralmente mala, o dañina. (Vea el artículo anterior.) Aun peor es cuando ese concepto errado de «obediencia» se lleva a la esfera de las relaciones entre personas adultas; por ejemplo entre los miembros de una iglesia y sus líderes; en contradicción contra Hechos 5:29: «Hay que obedecer a Dios más que a los hombres».
Los casos de maltrato y abuso sexual que fueron conocidos en los EEUU, tienen una característica particularmente escandalosa en común: Las víctimas y sus familiares, amigos, y líderes religiosos hicieron todo lo posible para encubrir los abusos, y para evitar que el culpable tuviera que asumir las consecuencias de sus actos. Es que el autoritarismo enseña también que «nunca debes hablar mal de tus autoridades» (donde «autoridades» incluye también padres, líderes de iglesias, y otros). Así que en esos círculos, los hijos nunca se atreverían a hablar de un delito cometido por sus padres, una esposa de su esposo, o un miembro de una iglesia respecto a un líder en la iglesia. Si pusieran una denuncia o siquiera hablasen con alguien más, se sentirían culpables ante Dios por «haber hablado mal de una autoridad».
Este es un terrible abuso del nombre de Dios y de la Biblia. Dios manda que los pecados y delitos deben exponerse y confrontarse (Ef.4:11); y es irrelevante si el culpable es a la vez una «autoridad» de alguna clase. Sin embargo, parece que un segmento considerable de quienes se identifican como «cristianos», creen en esas doctrinas aberrantes, de que ellos serían obligados a encubrir los pecados y delitos de quienes llaman «autoridades».
Los documentos enlazados al final de este artículo proveen un poco más de trasfondo acerca de este tema.

Este es entonces el trasfondo ideológico detrás de muchos de los casos deplorables, dentro de una corriente marginal, pero que actualmente amenaza con desprestigiar el movimiento de la educación en casa en los EEUU. Observo con mucha preocupación, que esta misma corriente está ganando terreno también en América Latina. Si eso se extiende más, pronto tendremos los mismos escándalos como en los EEUU. Y eso a su vez podrá causar que los representantes del gobierno y de los sistemas escolares, que actualmente proveen bastante apertura para la educación en casa, podrían cambiar su opinión y podrían empezar a restringir, o incluso prohibir, la educación en casa.

Por supuesto que el mismo autoritarismo existe también en los sistemas escolares. América Latina, por su trasfondo histórico y cultural colonial, es particularmente influenciada por el autoritarismo; de manera que muchos lo consideran «normal», en todas las esferas de la sociedad, y ni siquiera están conscientes de que tienen una mentalidad autoritaria. Pueden incluso mostrarse preocupados porque «en la sociedad ya no se respeta la autoridad». (Eso puede ser cierto para la cultura europea y norteamericana. Pero todavía no he visto eso en América Latina.)
Al contrario, un problema mucho mayor es que mucha gente está demasiado dispuesta a someterse bajo autoridades falsas y corruptas. El famoso experimento de Stanley Milgram demostró que entre 60 a 70% de la población están dispuestos a maltratar, torturar, hasta poner en peligro de muerte a sus prójimos, si una «autoridad» se lo ordena – únicamente con órdenes verbales, sin que la autoridad tenga alguna medida de presión a su disposición. Y un problema complementario, no menor, de la sociedad actual es el abuso de poder por parte de las autoridades.

La Homeschool Legal Defense Association (HSLDA) es una organización estadounidense bastante conocida, que provee apoyo legal a familias educadoras. Esta organización tiene bastante cercanía con las corrientes autoritarias arriba descritas. Sin embargo, incluso el fundador y presidente de esa organización, Michael Farris, se vio obligado a pronunciarse respecto a los excesos que salieron a la luz en los últimos años:

«Algunos jóvenes que fueron educados en hogares patriarcales y/o legalistas están ahora contando sus historias. Por sus historias me he enterado de que las enseñanzas de esos hombres están siendo aplicadas de maneras que son claramente faltos de sabiduría y dañinas desde cualquier punto de vista razonable, sea cristiano o secular. La gente está siendo herida.»
«En la vista de esos escándalos recientes, creo que es ahora tiempo de pronunciarnos – no acerca de los pecados individuales de esos hombres, pero acerca de sus enseñanzas. Sus pecados han dañado las vidas de sus víctimas, y deben investigarse por quienes tienen la autoridad legal y espiritual apropiada; pero sus enseñanzas siguen amenazando la libertad e integridad del movimiento de la educación en casa. Es por eso que HSLDA tiene que ponerse de pie y pronunciarse.»
«Francamente, deberíamos habernos pronunciado más antes. Cuánto más antes, es difícil de decir. Hay una diferencia sutil entre enseñanzas con las que simplemente no estamos de acuerdo, y enseñanzas que son realmente peligrosas.»
«Como un líder de la educación en casa por 30 años, y canciller del Colegio (Universidad) Patrick Henry, he entrado en contacto con muchos jóvenes que fueron educados en hogares patriarcales o legalistas. Casi ninguno de ellos sigue estas filosofías hoy en día. Algunos rechazaron el cristianismo por completo. Con todo, si fueron criados con una idea equivocada de Dios, no debe sorprender a nadie cuando ellos se van – están rechazando algo que no es el Dios de la Biblia. Pero aquellos que siguen siendo cristianos, en su mayoría, rechazaron los puntos de vista extremos de su niñez, y asumieron un punto de vista más equilibrado.»
«En este sentido, el legalismo sucede cuando alguien eleva su punto de vista personal de lo que es una conducta sabia, a un nivel donde reclama que las opiniones propias de esa persona son los mandamientos universales de Dios. Debemos tener sospechas acerca de maestros que pretenden hablar por Dios acerca de asuntos [que dependen] de opiniones personales.»

Michael Farris, «A Line in the Sand» (Una línea en la arena), Circular para los miembros de HSLDA, agosto de 2014

Hasta donde veo, la mayoría de las familias educadoras decidieron educar en casa, porque llegaron a la convicción de que eso es lo mejor para sus hijos; sea desde el punto de vista psicológico, académico, ético, o religioso. Pero en las corrientes autoritarias hay una motivación adicional, que a menudo opaca y anula la preocupación por el bienestar de los niños: el deseo de producir más «soldados» para el «ejército» propio. El autoritarismo no respeta la autonomía de cada familia en cuanto a la educación de sus hijos. Prescribe a los padres cómo deben tratar con sus hijos, y a qué «principios» deben someterlos; no a manera de simples consejos, sino como órdenes no-opcionales; ya que según las enseñanzas del autoritarismo, también los padres de familia deben «sumisión» y «obediencia» hacia sus «superiores». A menudo, esos «superiores» son líderes eclesiásticos que difunden las doctrinas autoritarias, porque eso beneficia su propia posición de poder. De esta manera, las familias educadoras son instrumentalizadas para aumentar el poder y la influencia de un líder en particular.

Quiero aclarar en este momento que no tengo nada en contra de la autoridad paterna en sí. En una familia funcional, los niños por sí mismos respetarán esa autoridad, a base de una relación de confianza, y porque reciben muestras del amor, de la sabiduría, justicia, provisión y protección de sus padres. Es legítimo que los padres ejerzan autoridad, por tener mayor experiencia y madurez que los niños. Pero que lo hagan en amor e integridad, velando primeramente por el bienestar de los niños, y respetando que Dios tiene un diseño individual para cada niño, que solamente el niño mismo puede descubrir. La autoridad paterna no es para presionar a los niños dentro de un molde prediseñado por el padre o por algún «superior», ni para «someterlos» bajo un principio teorético de autoridad.

Siempre existirán diferencias entre una familia y otra. Unos enfatizarán más la autoridad; otros más la libertad y el respeto mutuo. Es legítimo que exista esta diversidad; que cada familia elija el estilo de educación que encaja mejor con su situación particular.

Pero no es legítimo interpretar el concepto de «autoridad» de una manera que justifica abusos, maltratos, y el encubrimiento de delitos.

Y no es legítimo que unos líderes, maestros o escritores se aprovechen de la afiliación religiosa de muchas familias educadoras, para propagar un modelo autoritario como si fuera el único compatible con dicha afiliación religiosa. (Respecto a la validez de alternativas, vea «Educadores alternativos aplicando principios bíblicos«.)
En el pasado, la gran mayoría de los líderes evangélicos que conocí, estaban muy en contra de la educación en casa. (Probablemente no estaban conformes con la gran autonomía de las familias individuales, que la educación en casa promueve.) Pero ahora, unos pastores parecen haber descubierto los modelos autoritarios de la educación en casa, los cuales permiten a los pastores controlar y dirigir directamente lo que las familias hacen en casa, aun más de lo que podrían hacerlo en el caso de una escuela eclesiástica.

Así que hay que ejercer discernimiento también respecto a los grupos de apoyo para familias educadoras. Por un lado, es legítimo que se formen grupos con inclinaciones pedagógicas o religiosas particulares, ya que una razón importante por educar en casa es el derecho de educar a los niños de acuerdo a los valores y convicciones propias de cada familia. Solamente que esos grupos deberían declarar su inclinación abiertamente; por ejemplo: «Somos un grupo que promueve el método Charlotte Mason» (o cualquier otro). – O: «Somos un grupo de cristianos evangélicos.» – O: «Somos un grupo que promueve un estilo de vida vegano.» – O lo que sea.
Por el otro lado, hay que tener cuidado con aquellos grupos que pretenden ser grupos de apoyo entre familias, pero que en realidad son «anexos» de alguna otra organización que está detrás, por ejemplo una escuela a distancia, o una iglesia. En este caso hay una gran probabilidad de que las familias miembros sean sutilmente instrumentalizadas para avanzar los propósitos económicos, religiosos, o ideológicos de la organización que está detrás. Cuando es una escuela o una iglesia que «dirige» a las familias, se desvirtúa la idea fundamental de que los padres son los encargados de educar a sus hijos. Un grupo genuino de apoyo para familias es uno que es gestionado por las mismas familias, y que cuenta con mecanismos internos para asegurar que se elijan como «dirigentes» a familias educadoras con experiencia, y que respeten la autonomía de cada familia, dentro del marco de la inclinación particular del grupo que se ha declarado abiertamente.

Investigando, descubrí que por el lado evangélico, fue mayormente un único hombre de tremenda influencia (y sus seguidores), quien jaló a muchos evangélicos hacia el lado del autoritarismo. Por eso, dos de los tres documentos enlazados abajo se refieren específicamente a sus enseñanzas y prácticas; y los tres documentos se enfocan principalmente en la situación y teología de las iglesias evangélicas. Sin embargo, sé por experiencia que las enseñanzas y prácticas descritas en estos documentos, son representativas de prácticamente todas las corrientes autoritarias y abusivas. – No estoy bien informado acerca de la situación por el lado católico; pero la jerarquía católica romana tiene una larga historia de exigir «sumisión» y de reclamar infalibilidad, así que no me sorprendería si esas mismas corrientes se encontraran también en diversas organizaciones católicas.

Una señal del autoritarismo es que los líderes autoritarios no toleran ningún desacuerdo con sus enseñanzas y prácticas. A menudo siguen a algún líder o maestro, a una organización, o a unos «principios», con una lealtad esclavizante que bordea a idolatría. Cuando se trata de líderes evangélicos, eso debería denunciarse como una desviación de su propia fe. Es que todas las denominaciones evangélicas afirman, por lo menos en teoría, que las Sagradas Escrituras son la máxima autoridad sobre la enseñanza y práctica cristiana. En consecuencia, todo maestro o líder que pretende ser evangélico, debe estar dispuesto a ser evaluado a la luz de la Biblia. Si no está dispuesto a una discusión abierta, basada en la Biblia, acerca de lo que enseña y practica, entonces no es un evangélico genuino; es un seguidor del autoritarismo.

Documentación:

Firmes en la libertad con la que Cristo nos hizo libres. Un análisis bíblico y pastoral de las enseñanzas del autoritarismo.

¿Principios bíblicos? Artículos que examinan las enseñanzas típicas de una corriente representativa del autoritarismo.

Estrategias de un manipulador. Testimonios de personas que experimentaron por experiencia propia las artimañas astutas de un líder autoritario y manipulador.

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PS: Unas notas acerca de la sección de comentarios:
1. Si alguien desea enviar una pregunta o consulta muy personal acerca de sus experiencias con el autoritarismo, respetaré la privacidad de la persona y no publicaré el comentario, excepto si la persona misma lo pide explícitamente.
2. No podré entrar en correspondencia acerca de los artículos en los últimos dos documentos enlazados, ya que no son de mi autoría.
3. No admitiré comentarios contenciosos en defensa del autoritarismo. Quien desea eso, que por favor lleve su contienda a los sitios web indicados como fuentes en los últimos dos documentos enlazados; esos sitios son administrados por personas especializadas en los asuntos.

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La obediencia de los niños

Todo padre, toda madre se alegra cuando sus hijos son obedientes. Y muchos se ponen como meta, educar a sus hijos para la obediencia. Pero ¿qué entendemos con «obediencia»? ¿Y es toda obediencia buena? Es allí donde las opiniones difieren.

Observo con preocupación que dentro del mundo evangélico están ganando popularidad ciertos libros sobre educación que promueven un concepto extremista de «obediencia». Los autores de esa corriente enseñan que los niños deban obedecer a cualquier orden que les dan sus padres, sin tomar en cuenta la situación donde un padre puede dar una orden irrazonable, dañina, o moralmente mala. Así dice uno de esos autores: «¿Qué es obedecer? – (…) Obedecer es hacer lo que se dice: Sin desafíos; sin excusa; sin demora.»

Ya que estamos hablando del mundo evangélico, es legítimo examinar este concepto a la luz de la Biblia. ¿Es éste el concepto bíblico de «obediencia»?

«Pero ¿qué piensan? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero dijo: ‘Hijo, anda hoy a trabajar en mi viña.’ Pero él respondió: ‘No quiero.’ Pero más tarde, arrepentido, se fue. Y acercándose al otro, dijo de la misma manera. Y él respondió: ‘Yo, señor[, iré].’ Y no se fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» – Le dicen: «El primero.» (Mateo 21:28-31)

Jesús usa este ejemplo para enseñar a los sacerdotes y ancianos que «los cobradores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios» (v.31). El hijo obediente contradijo a su padre, y demoró en cumplir la orden. Sin embargo, Jesús lo presenta como un ejemplo de obediencia. ¡El concepto de Jesús acerca de la obediencia es mucho más benigno que el de muchos autores de libros sobre educación cristiana!

Además, existen situaciones donde no hay que obedecer en absoluto. «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29). No hay que obedecer cuando los padres ordenan a los hijos a mentir, a engañar, a hacer daño a alguien, o a dañarse a sí mismos. Una orden que contradice a lo que Dios dijo, no hay que obedecer.
El apóstol Pablo escribe acerca de ciertos líderes, «a los que ni por una hora cedimos en sumisión» (Gálatas 2:5). Hay «autoridades» a quienes no hay que obedecer, porque exigen cosas contrarias a la voluntad de Dios.

La única persona en el mundo que podría exigir una obediencia «inmediata y sin cuestionar», es Dios mismo. Solamente él es infalible; solamente él es digno de nuestra confianza ilimitada. ¡Pero ni siquiera Dios exige una tal obediencia! – De Moisés dice que él fue «el hombre más manso de todos los que había sobre la tierra» (Números 12:3). Pero cuando Dios lo llamó para ir a hablar con el Faraón, Moisés le cuestionó y le contradijo durante más de un capítulo entero (Éxodo, capítulos 3 y 4): «¿Quién soy yo para que yo vaya al Faraón …?» – «…si ellos me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?» – «Pero ellos no me creerán …» – «…Pero yo soy tardo en hablar y torpe de lengua.»
Dios responde pacientemente a cada uno de estos cuestionamientos, y da a Moisés unas señales sobrenaturales para validar su llamado. Solamente al final, cuando Moisés sigue negándose a ir, dice que «Dios se enojó». Pero aun en ese punto, Dios le hace una concesión: le libra de la carga de tener que hablar al pueblo y al Faraón directamente. En su lugar, le permite ir acompañado por Aarón quien iba a ser su portavoz.

Si Dios permitió al «hombre más manso de todos», discutir de esta manera con él, y le hizo concesiones, ¿quiénes somos nosotros, meros humanos, para exigir de nuestros hijos una obediencia «inmediata y sin cuestionar»?

La obediencia de por sí misma no es ningún valor bíblico. La Biblia valora la obediencia hacia Dios, y la obediencia reflexionada, la obediencia responsable, la obediencia por el bien de otra persona, la obediencia de fe (=confianza) … pero no la obediencia «por obedecer» y nada más.

Es natural que los niños analicen, cuestionen, hagan preguntas. Eso es una parte normal y necesaria del desarrollo de su razonamiento. Así es también normal que cuestionen algunas de las órdenes que reciben. Si los amedrentamos para que ya no hagan preguntas ni discutan, dañamos su desarrollo intelectual y espiritual.

Para un niño puede ser un proceso bastante largo y difícil, llegar a entender por qué queremos mantener nuestra casa limpia y ordenada, por qué hay que cepillarse los dientes, por qué es necesario que todos ayuden en los quehaceres de la casa, etc. Es natural que en el transcurso de este proceso surjan preguntas, dudas, cuestionamientos. Entonces es necesario ayudar al niño a resolver esas dudas, para que llegue a una mayor comprensión. Cuando se reprime todo cuestionamiento, el niño no puede completar este proceso de razonamiento y maduración. No llega a ser una persona responsable y capaz de hacer buenas decisiones; solamente aprende a ser una ruedita en una maquinaria.

Una gran ayuda en este proceso consiste en permitir que los niños sean «dueños» de ciertos proyectos o trabajos del hogar. Por ejemplo, ¿por qué deben siempre los niños «ayudar a mamá» a cocinar? ¿Por qué no permitir que un día a la semana los niños decidan acerca del menú, qué quieren cocinar, que hagan la lista de compras, vayan a comprar los ingredientes, organicen los trabajos ellos mismos, etc? Mamá estará allí para dar consejos si los niños llegan a un punto donde no pueden seguir por sí solos. Mamá también decidirá cuáles son los trabajos que ella tendrá que hacer: «Sé que ustedes todavía no saben limpiar el pescado. Yo haré eso, y ustedes pueden mirar cómo se hace.» Así los niños aprenden algo más que la mera obediencia: aprenden a ser responsables, a organizar y a decidir, y a colaborar entre ellos.

Cuando los niños se acomodan a un concepto extremista de obediencia, pierden su capacidad de razonar, analizar, y ejercer discernimiento. Se vuelven vulnerables ante las artimañas de cualquier manipulador e impostor, porque aprendieron a «hacer caso» a todo, sin cuestionar.
Nunca hubo tantas enseñanzas y prácticas aberrantes dentro del mundo evangélico, como en el presente. Hay grupos evangélicos que enseñan que dentro de su local de reunión hay un «lugar santísimo», y que uno debe purificarse de una manera especial para poder entrar allí. Hay grupos evangélicos que enseñan que los padres cristianos deben hacer circuncidar a sus bebés varones. Hay pastores evangélicos que enseñan que Dios les permite tener una amante y concubina, y que si él elige a una joven como su concubina, ella debe «obedecerle» y hacerle caso. Hay grupos evangélicos que hacen peregrinajes a las tumbas de predicadores eminentes, y enseñan que echándose encima de la tumba recibirán el poder del predicador difunto. Hay grupos evangélicos que enseñan que la víctima de una violación tiene la culpa de lo que le hicieron. Etc. etc.
¿Por qué el pueblo evangélico acepta tales monstruosidades sin protestar? – Mucho tiene que ver con el concepto errado de «obediencia» que se les ha enseñado. Muchos evangélicos creen que deben a sus «pastores» la misma clase de «obediencia» como la que se enseña en los libros arriba mencionados acerca de la educación de niños. Por eso no usan su Biblia para examinar lo que un líder les dice, no se atreven a cuestionar y a ejercer su discernimiento, no se atreven a buscar a Dios por sí mismos. El resultado es esa proliferación de enseñanzas y prácticas antibíblicas, porque el pueblo lo acepta todo «obedientemente».
En realidad, quienes hacen eso están traicionando la Reforma. El principio fundamental de la Reforma es que las Sagradas Escrituras son la máxima autoridad sobre las enseñanzas y prácticas de los cristianos. Eso significa que cada cristiano puede y debe examinar a la luz de la Biblia, todo lo que sus líderes enseñan y hacen. Cuando el pueblo evangélico ya no hace esa evaluación, o se le niega el derecho de hacerlo, entonces los evangélicos desecharon sus propias raíces espirituales.

¿Es esta la clase de niños que queremos criar? ¿susceptibles a cualquier engaño y a cualquier práctica extraña que se les presenta con algún aire de «autoridad»? ¿o preferimos a niños capaces de razonar y de discernir?

En algunos círculos existe una tremenda presión sobre los padres, de tener «hijos que se comportan bien». Cuando un niño hace algo que los adultos consideran «inapropiado», sus padres se sienten avergonzados. Por ejemplo si el niño se ríe a voz alta, o si dice abiertamente lo que piensa («¡Mira cuán gorda es esa mujer!»), o si juega con el barro, o si por descuido hace caer un pedazo de su comida – todo eso y un millón de otras situaciones puede causar que los padres sientan vergüenza, y que busquen una oportunidad para reñir y hasta castigar a sus hijos. Esa vergüenza dice más acerca de los mismos padres, que acerca del comportamiento del niño. Los padres dan más importancia a la apariencia exterior, que a un desarrollo sano de sus hijos. Están dispuestos a enemistarse con sus hijos y a echar a perder su buena relación con sus hijos, solamente para evitar que «alguien podría pensar mal» acerca de ellos como padres. Se sienten obligados a castigar un comportamiento infantil normal, como si fuera el peor pecado. Todo eso indica que sus valores están muy fuera del equilibrio:

Qué es más importante: ¿dar la apariencia de un buen padre, o realmente ser un buen padre para sus hijos?

Qué es lo que queremos reforzar en los niños: ¿su transparencia y sinceridad, o su capacidad de fingir y de aparentar algo que no son?

Qué es una motivación correcta por lo que hacemos: ¿lo que otras personas podrían pensar de nosotros, o la determinación de elegir lo bueno y no lo malo?

El «evitar la vergüenza» ciertamente no es un buen criterio para hacer nuestras decisiones. Es el camino más seguro para criar a unos pequeños hipócritas que aparentan un buen comportamiento hacia afuera, pero sin tener ninguna integridad personal. Ese es también un concepto muy errado de «obediencia».

Es algo muy diferente si enseñamos a los niños a hacer o a evitar ciertas cosas por amor al prójimo. Por ejemplo, si les explicamos que la abuela está sufriendo por tener una joroba, y por tanto se pondrá triste cuando un niño la pregunta: «¿Por qué no te enderezas al caminar?» Así los niños pueden aprender a no hablar de manera desconsiderada acerca de la joroba de la abuela, no para evitar una «vergüenza», sino por una consideración genuina por los sentimientos de la abuela. Ahora ya no es una cuestion de «obediencia» o de «mantener la apariencia»; es ahora una cuestión del amor que el niño tiene por su abuela. Y la mamá o el papá ya no necesita sentir vergüenza si el niño a pesar de todo hace un comentario inapropiado: eso es ahora un asunto entre el niño y la abuela.

Un último punto: Un niño que tiene plena confianza en sus padres, va a estar mucho más inclinado a obedecerles. Va a sentirse seguro en saber que sus papás no le van a ordenar nada malo. Va a estar más dispuesto a ayudar a sus padres cuando ve que lo necesitan. Va a obedecer no por miedo a un castigo, sino por amor a sus padres y porque se siente amado por ellos. Eso es una motivación mucho mejor.
Los padres pueden ganar esta confianza cuando demuestran que ellos mismos son honestos, que no mienten o engañan a sus hijos, que hacen lo que es lo mejor para los niños; cuando escuchan a sus hijos y les permiten hablar de sus problemas, dudas, aun quejas, y los toman en serio; cuando no dan órdenes innecesarias o irrazonables.

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¿Qué clase de escuelas privadas quiere el gobierno del Perú?

A grandes rasgos, las escuelas privadas se pueden clasificar en dos categorías: las que existen por convicción pedagógica y amor a los niños; y las que existen por negocio. (Sé que esta clasificación es simplificada; pero para los propósitos de este artículo es suficiente.)

Las críticas generalizadas a las escuelas privadas se dirigen mayormente al segundo grupo: «Solamente sacan plata a la gente.» – «No ofrecen buena educación, pero se lucran con ella.» Etc. Y estas críticas afectan también a las escuelas del primer grupo, aunque los puntos mencionados no se aplican a ellas, pero muchos críticos suelen meter a todas las escuelas privadas en el mismo saco.

¿Qué hace el gobierno frente a esta situación? – Según escucho de fundadores de escuelas, mayormente se aumentan las exigencias a la infraestructura. Por ejemplo, una nueva escuela primaria con jardín, para ser reconocida, debe ahora contar con un terreno de 600 metros cuadrados y 9 aulas. También, si estoy bien informado (que me corrijan si estoy equivocado), ya no existe la figura de una escuela privada «sin fines de lucro», así que todas tienen que pagar impuestos (¿aún si tienen un balance económico negativo?). Entonces, ¿qué sucede?

Las escuelas que existen por negocio, no tienen ningún problema con ello. Estas escuelas pertenecen mayormente a empresas millonarias que saben poco de pedagogía, pero mucho de negocios. A ellas no les faltan los medios para comprar terrenos, construir aulas, y llenar la ciudad con su propaganda hasta que las aulas estén llenas. El trato que los niños reciben en estas aulas es secundario.

No así las escuelas que existen por convicción pedagógica. Estas escuelas, por amor a los niños, aplican pedagogías distintas de las escuelas estatales. Y por ser «diferentes», no encuentran a mucha gente que confía en ellas, porque la mayoría quiere «lo de siempre». Son pocas las familias que aman a sus hijos lo suficiente, y tienen suficiente espíritu pionero, para brindarles una educación que toma en cuenta sus necesidades: la necesidad de moverse, de jugar, de ser comprendido y tomado en serio, de aprender las cosas a manera de niños y no a manera de adultos. Por eso, muchas de esas escuelas comienzan con tan solamente tres o cuatro familias idealistas que desean realizar este sueño de ofrecer a sus hijos una educación diferente. Así que en total tienen quizás diez niños. Y los burócratas del ministerio de educación, ajenos a la realidad, ¡les exigen que construyan nueve aulas para diez niños!

¿Cuál es el efecto de esta política? – Obviamente, que se favorecen las escuelas comerciales, y se marginan las que podrían contribuir a verdaderas innovaciones educativas. ¿Qué motivos tendrá el gobierno para desear eso? ¿Son sus funcionarios tan alejados de toda buena pedagogía, que creen que una empresa comercial educa mejor que un equipo de educadores que aman a los niños? ¿O se incentiva este comercialismo con el fin de poder criticar después aun más a las escuelas privadas, «que es solo negocio», y así poder exigir que se les impongan aun más trabas?

Se manifiesta aquí también el concepto materialista que el gobierno tiene acerca de la educación: Para el gobierno, «educación» es infraestructura, dinero, y reglamentos. Para un verdadero educador, la educación trata de seres humanos. Una familia humilde en una casita de adobe, que trata a sus hijos con cariño y comprensión y les brinda experiencias estimulantes, puede brindarles una educación de mejor calidad que las escuelas estatales y empresas en sus palacios de concreto y cristal. Eso es lo que los burócratas no entienden.

A pesar de todas las afirmaciones del ministerio de educación, de querer impulsar la «innovación educativa», se hace todo lo contrario. Los directores y profesores de las escuelas estatales están siendo estrangulados por el exceso de normas, reglamentos, y procedimientos administrativos. Y a las escuelas privadas, que todavía gozan de ciertas libertades, se las quiere poner poco a poco en la misma situación. Entonces, ¿quién va a innovar todavía? La innovación no puede florecer bajo reglamentos y procedimientos prescritos, porque innovar significa hacer las cosas de manera diferente. Casi todos los observadores del sistema escolar coinciden en que este sistema está mal, que se debe hacer de manera diferente; pero al mismo tiempo el gobierno impide con su política controladora que alguien haga realmente algo diferente. Así que queda un solo grupo de educadores que podrían todavía producir innovaciones y mejoras: los que renuncian completamente al reconocimiento estatal y se colocan deliberadamente afuera de todo sistema. Y estoy observando que esta es efectivamente una tendencia entre educadores alternativos e innovadores. Así que la política del gobierno está logrando lo siguiente: por un lado, que las escuelas privadas se «comercializan» aun más; y por el otro lado, que el potencial creativo e innovador que existe todavía en algunos educadores, migra más y más hacia una subcultura de «educación inoficial» que ha cortado todos los lazos con el sistema escolar existente. ¿Es realmente eso lo que quiere el gobierno?

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Descuento de libros válido solamente hasta el 31 de octubre

Deseo informar que la oferta anunciada anteriormente, de un descuento de 20% sobre las compras en internet de mis libros de Matemática Activa, seguirá válida solamente hasta el 31 de octubre de este año. Esto se debe a circunstancias que no están bajo mi control, ya que para esa fecha el sitio de compras de CreateSpace se traspasará a Amazon, y en Amazon no tengo la posibilidad de ofrecer descuentos a clientes.

Por el otro lado sigue en pie la oferta de descuentos especiales para pedidos en cantidades mayores; por ejemplo si una escuela o varias familias juntas desean comprar varios libros juntos, o si alguien está interesado en comprar varios libros para revenderlos en su país. Para estos casos por favor comuníquense directamente conmigo. Más información en esta página.

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¡Los primeros libros de Matemática Activa están aquí!

Ya están disponibles los primeros libros de la serie «Matemática activa para familias educadoras y escuelas alternativas». Estos libros proveen un método de aprender matemática según la pedagogía de la Escuela Activa, en conexión con la vida diaria, y basada en principios, como está descrito en diversos artículos de este blog. Infórmese en la página enlazada.

 

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Conciencia consumidora

He notado una marcada diferencia cultural entre el Perú, donde vivo, y los países que llamamos «desarrollados»: En los países «desarrollados» existe conciencia consumidora. La gente evalúa conscientemente la calidad de los productos que compra y consume. Si un producto no corresponde a sus expectativas, entonces la gente deja de comprarlo, o compran un producto similar de otra empresa que lo entrega con mejor calidad. O si conscientemente desean comprar un producto de baja calidad para ahorrar gastos, entonces exigen que el precio sea más bajo, en correspondencia a la calidad inferior.

La consecuencia es que en aquellos países, las empresas que venden productos de mala calidad no pueden sobrevivir por mucho tiempo. Pierden sus clientes, y entonces van a la bancarrota. Lo mismo con toda clase de servicios: Empresas de transporte; imprentas; oficinas de ingenieros y arquitectos; médicos; abogados; lo que sea: Si no atienden bien, pronto ya no tendrán a nadie a quien atender. Hay un lema en aquellos países que dice: «El cliente es el rey.»

Esta es una razón importante por qué aquellos países han logrado por mucho tiempo mantener estándares elevados en los productos y servicios que producen: La gente lo exige. Por tanto, entregar calidad es una cuestión de sobrevivencia económica.
No así en el Perú (y en muchos otros países): Aguantamos diariamente que nos vendan alimentos malogrados, que se nieguen a cambiar una pieza defectuosa de un artefacto, que se pierdan encomiendas, que se caigan casas y puentes, que los tratamientos médicos nos enfermen más en vez de sanarnos… y es por eso que las cosas quedan como están. En un tal ambiente es lógico que florezcan aquellas empresas y servicios que estafan a sus clientes; y son las empresas honestas quienes van a la bancarrota.

Hace unos meses escuché por primera vez en mi vida en una radio peruana un llamado a boicotear a una empresa. Se había llegado a saber que esa empresa vendía «leche en polvo» que no era leche. Así que un periodista se acordó de esa medida que en países con conciencia consumidora es muy eficaz para llamar la atención a una empresa: Si una empresa estafa a sus clientes, o destruye el medio ambiente, o financia causas inmorales, entonces un número considerable de clientes dejan de comprar sus productos, y así la empresa se ve obligada a cambiar sus prácticas o a desaparecer.

Aquí en el Perú, se suele exigir «más control» de parte del gobierno para solucionar tales problemas. Eso es más cómodo para el ciudadano común: no necesita informarse, no necesita tomar acción, no necesita renunciar a sus bienes de consumo. Pero el control gubernamental no resuelve nada. Al gobierno se le puede evadir, se le puede sobornar, se le puede chantajear… mientras con una multitud de consumidores conscientes no se puede hacer nada de eso. Un país «desarrollado» es un país donde el pueblo mismo – o sea, usted y yo – asume la responsabilidad de controlar a sus empresas e instituciones; y por eso no tiene necesidad de tanto control gubernamental. Los problemas no se resuelven desde el gobierno; se resuelven partiendo de cada uno de nosotros.

Hay una multitud de asuntos que podrían reformarse con una mayor consciencia consumidora. Mencionaré solamente unos cuantos como ejemplos:

Los servicios de comunicación por internet, tales como e-mail, redes sociales, etc. Muchos de estos servicios son gratuitos. ¿Quién no aceptará si le ofrecen algo gratis? Pero ¿usted alguna vez se preguntó cómo se financian las empresas que manejan estos servicios? – Algunas lo hacen alojando avisos comerciales de otras empresas. Eso es todavía una manera transparente de financiarse. Pero varias otras lo hacen exigiéndole algo a cambio sin que usted se dé cuenta: ¡sus datos personales! La comercialización de los datos y direcciones de potenciales clientes es un negocio muy lucrativo entre las empresas involucradas en internet. Un consumidor consciente se informa primero para saber qué sucederá con los datos que entrega a cambio de contratar un servicio «gratuito», y lo pensará conscientemente para decidir cuáles datos entregar. ¿Realmente será prudente, entregar mi número de teléfono o mi dirección de domicilio a una empresa que después vende estos datos a no sé quiénes?
Desde lejos la peor empresa en este respecto es Facebook. Esta empresa comercializa no solamente los datos personales de usted: comercializa también todo lo que puede enterarse de usted mediante lo que usted y sus amigos postean: sus circunstancias de vida, sus gustos y preferencias personales, sus amistades, sus opiniones políticas y religiosas… En un futuro cercano, tales datos en las manos de un gobierno totalitario pueden llevar a persecuciones políticas y religiosas nunca antes vistas. Expertos en espionaje y privacidad de datos, como Julian Assange y Edward Snowden, ya advirtieron que empresas como «Facebook» son la agencia de espionaje más gigantesca de todos los tiempos. A pensar que con tan solo un poco de conciencia consumidora se podría parar eso…

Los servicios de salud. Ya que en los tiempos presentes, los gobiernos financian y administran una gran parte de los servicios de salud, mucha gente ha llegado a pensar que los trabajadores de salud son algo como «autoridades» o «funcionarios del gobierno», a quienes habría que obedecer sin cuestionar nada. ¡Eso no es así! Si usted solicita una atención médica, entonces usted es cliente y tiene el derecho de exigir una atención adecuada. También tiene el derecho de comparar las ofertas de varios proveedores, y de elegir al que considera mejor. En Estados Unidos por ejemplo se aconseja a los pacientes no conformarse con un diagnóstico médico que reciben, sino que siempre busquen una segunda opinión de otro médico.
Solamente por la actitud (demasiado) sumisa de la gente ante el personal médico, se pueden dar casos como las esterilizaciones forzadas en los tiempos de Fujimori, o los experimentos con vacunas y medicamentos en estado de prueba y con posibles efectos dañinos, que se realizan constantemente en escuelas y en establecimientos estatales de salud, sin informar al público acerca del carácter experimental de esos productos.
Tenemos aquí el problema adicional de que se trata de servicios subvencionados por el gobierno, y por tanto puede ser difícil encontrar otro proveedor. Esa es una razón por qué en estas áreas el gobierno no debería tener tanto poder como tiene: Los servicios estatales se convierten en monopolios privilegiados, y por eso son mucho más difíciles de boicotear que las empresas privadas. El control del pueblo sobre las empresas, que funciona bastante bien en los países «desarrollados» y podría funcionar aquí también, no funciona igualmente con las entidades estatales. Cuando el gobierno asume un servicio, se institucionaliza la mala calidad.

La educación. Necesariamente tengo que mencionar esto en un blog sobre educación. Al igual como los trabajadores de salud, también los profesores y directores de escuelas no son «autoridades», no son «gobernadores» a quienes usted tuviera que someterse. Son proveedores de servicios, y usted y sus hijos son sus clientes. Entonces usted tiene el derecho de comparar las ofertas de diferentes proveedores y de elegir la que les convence.
En la mayoría de los estados modernos, el gobierno está obligado por ley a proveer servicios educativos. Pero eso no implica que usted esté obligado a hacer uso de esos servicios estatales, si usted tiene la posibilidad de brindar a sus hijos una mejor educación en otra parte. Tampoco implica que las escuelas privadas deban funcionar según el mismo modelo como las estatales. (Especialmente en un país como el Perú, donde el gobierno es incapaz de ofrecer un servicio educativo de calidad, no tiene sentido que el gobierno imponga su modelo sobre las escuelas privadas.)
Si las familias tuvieran más conciencia consumidora, las escuelas mejorarían más rápidamente que con todas las intervenciones gubernamentales. Pero la mayoría de las familias se conforman con que ni siquiera se les permite saber cómo trata la escuela a sus hijos. Según la ley, a los padres corresponde «informarse sobre la calidad del servicio educativo y velar por ella» (Ley General de Educación del Perú, Art.54). Pero en la mayoría de las escuelas, a los padres ni siquiera se les permite el acceso a las aulas donde estudian sus hijos. ¡Yo nunca enviaría a mis hijos a una escuela que mantiene tal práctica ilegal e irrespetuosa hacia las familias! – En nuestros programas vacacionales y de refuerzo escolar siempre hemos tenido las puertas abiertas para los padres, incluso los invitamos explícitamente; pero hemos notado que la gran mayoría de ellos ni siquiera tenían interés en saber cómo estaban sus hijos.
En lugar de verse como clientes de las escuelas, en muchas familias todavía prevalece la noción equivocada de que «al profesor se respeta», tan solamente por el hecho de ser profesor. Pero el respeto verdadero se gana, no se exige. Un profesor gana respeto por sus conocimientos, por su habilidad de hacer entender a los niños, por su amor y comprensión hacia los niños, por actuar de manera justa y honesta, … pero no por el mero hecho de tener un título de profesor. Hay todavía demasiados profesores que ni siquiera dominan los contenidos que deberían enseñar a los niños, mucho menos saben explicarlos de una manera entendible para los niños; y otros que dan mal ejemplo con su persona, son corruptos, o son orgullosos y tiránicos y maltratan a los niños. Tales profesores no merecen respeto ni merecen su sueldo; deberían buscarse otra ocupación que saben hacer mejor, para que no sigan haciendo daño a la niñez. Pero por la falta de conciencia consumidora en la población, tales profesores permanecen en sus posiciones y quitan los puestos a los profesores buenos. La conciencia consumidora es un factor esencial para resolver la miseria del sistema escolar; pero es algo que no se puede decretar desde el gobierno. Cada familia individual necesita desarrollarla.

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¿Por qué hay pocos educadores cristianos alternativos?

Advertencia: Este artículo puede tocar sensibilidades y abrir heridas. Deseo aclarar de antemano que mi objetivo no es ofender, es señalar posibles soluciones. Pero como un cirujano necesita realizar una operación (tal vez dolorosa) para que el paciente pueda sanar, los problemas del pasado histórico no se resuelven excepto si uno tiene primero la valentía de enfrentarse con ellos y nombrarlos.

En el artículo anterior he señalado una discrepancia extraña que observo entre quienes buscan una educación alternativa: Hay quienes desarrollan modelos pedagógicos distintos a lo tradicional, más de acuerdo a las necesidades de los niños, y que en diversos detalles concuerdan con principios bíblicos – pero muchos de ellos están ajenos a una fe bíblica. Y por el otro lado hay quienes se identifican como cristianos y abren escuelas que se llaman cristianas, pero su modelo pedagógico se orienta en las escuelas estatales, tradicionales, y no se preocupan por aplicar principios bíblicos como los que he señalado en el artículo anterior. ¿Cómo podemos entender esta situación?

En cuanto a las escuelas cristianas, pienso que la mayoría de ellas deberían más correctamente llamarse «escuelas eclesiásticas». Fueron fundadas como extensión de una iglesia determinada y para seguir la tradición de esa iglesia en particular. Pero la mayoría de las iglesias existentes en la actualidad tienen una tradición que se asemeja más al sistema escolar que a la nueva vida que trajo Jesús. (Vea «Iglesias y escuelas – los mismos problemas».) Hasta ahora he conocido una sola escuela donde por lo menos los fundadores tenían la idea de fundamentar toda su enseñanza y práctica sobre lo que enseña el Señor Jesús en la Biblia. Pero también en esa escuela, después de algunos años de existencia, los usos del sistema escolar tradicional y la visión eclesiástica comenzaron a desplazar la visión bíblica. Eso no fue una escuela católica; fue de los evangélicos quienes dicen no ser tradicionalistas y dar preeminencia a la palabra de Dios. Pero encontré que muchos evangélicos en el fondo mantienen la mentalidad católica de seguir a una tradición y de someterse a una jerarquía de líderes humanos, en vez de evaluar ellos mismos lo que dice el Señor. Y si esa jerarquía está encasillada en los moldes del sistema tradicional y no conoce otra escuela que la tradicional, entonces sus súbditos tampoco se atreven a salirse de este molde; diga la Biblia lo que diga.

El problema de fondo, según mi parecer, es este: Cuando la gente escucha «Jesús», «Cristo», «Dios», inmediatamente piensan: «Iglesia». Aquellos que pertenecen a una iglesia y se identifican con ella, piensan que Jesús es como su iglesia, que Jesús mismo instituyó y avala todo lo que se hace en su iglesia, y no analizan lo que Jesús dijo en realidad, ni se les ocurre la idea de que su iglesia podría haberse apartada de la voluntad del Señor en ciertos puntos. – Por el otro lado, aquellos que no pertenecen a una iglesia o que han percibido el lado oscuro de las iglesias, piensan: «Si Dios es como las iglesias, entonces no quiero saber nada de él.»

Y en este punto tenemos que retroceder a la época más oscura en la historia del Perú y de toda América Latina. El primer encuentro de América Latina con el nombre del Dios cristiano fue sumamente traumático, marcado de abusos, robos, asesinatos, y crueldades indescriptibles. Cuando Francisco Pizarro llegó al reino de los Incas, trajo consigo a un sacerdote y un decreto del papa, del supuesto «vicario de Cristo», según el cual todas esas tierras pertenecerían al rey de España. De manera similar procedieron otros conquistadores. Así abusaron del nombre de Dios para sojuzgar un continente entero.
Hubo muy pocos españoles que se atrevieron a confrontar estos abusos con lo que Jesús realmente había dicho. Uno de ellos, Bartolomé de las Casas, por lo menos logró que el rey lo escuchara; pero el daño ya estaba hecho. Se encontró también el testamento del conquistador Manco Sierra Lejesema, quien aparentemente antes de su muerte se arrepintió de haber participado en la conquista, y se sintió obligado por su conciencia a pedir perdón públicamente. Él lamenta no solamente las crueldades cometidas, sino más que todo la corrupción moral que los españoles trajeron a América, muy en contradicción contra el evangelio de Cristo. (Vea las citas en la Nota 1 al final.) Solamente gracias a estas pocas voces que se atrevieron a ir en contra de la corriente, podemos formarnos una idea de lo que realmente sucedió en la conquista.

Ante esta historia es entendible que hay personas que no quieren saber nada del Dios de la Biblia. Tanto más necesidad hay para aclarar que la conquista no fue culpa de Dios; fue culpa de hombres codiciosos y crueles que nunca fueron autorizados por Dios para hacer lo que hicieron.

Contrastemos esta historia con el efecto que la Biblia tuvo en aquellos países donde su mensaje se tomó en serio – los que son mayormente los países de la Reforma. Los ingleses aprendieron de la Biblia que todas las personas son iguales ante Dios, y que aun los reyes no pueden gobernar según su antojo, sino que tienen que rendir cuentas a Dios. En consecuencia, fueron la primera nación en establecer un estado de derecho constitucional, en 1688. Estas ideas comenzaron a extenderse a otros países, mayormente países reformados (mientras p.ej. España tardó hasta 1977 en conceder a sus ciudadanos los mismos derechos y libertades). – En el siglo 18, la base cristiana de Inglaterra fue profundizada por la influencia del predicador Juan Wesley y sus seguidores, quienes lograron una transformación moral y espiritual de la nación entera. Entre las personas profundamente influenciados por la predicación bíblica de Wesley, se encontró el parlamentario William Wilberforce. En consecuencia dedicó su vida entera a luchar por la abolición de la esclavitud, hasta que en el año 1807 alcanzó esta meta.
Voltaire, el filósofo francés, vivió en Inglaterra de 1726 a 1729 y se impresionó mucho de las libertades, del orden y de la paz que disfrutaban los ingleses. Escribió: «Los ingleses son la única nación en la tierra que ha logrado limitar el poder de los reyes, oponiéndose a ellos; y que en una serie de disputas establecieron por fin un gobierno sabio donde el rey tiene todo el poder de hacer lo bueno, pero se le impide hacer lo malo … y donde el pueblo participa en el gobierno sin que esto lleve a la confusión.» (Voltaire, Cartas acerca de la nación inglesa.)

Este es el verdadero fruto de una cultura influenciada por la palabra de Dios. Lo que hicieron los conquistadores, en cambio, fue un abuso que no se puede justificar con lo que Jesús enseñó. Por tanto es necesario aclarar lo siguiente:

  • Dios no es un conquistador español.
  • La religión de los conquistadores no es lo que trajo Jesús.

Jesús no vino para robar ni para quitar vidas. Él vino para dar Su propia vida por nosotros. Si alguien tuviera dudas acerca de la integridad de Jesús, si alguien quisiera creer que Jesús es cómplice de opresores y conquistadores, que mire no más el ejemplo de Su vida y muerte. Si alguien no quiere creer Sus palabras, que por lo menos crea Su ejemplo.

A los puntos mencionados tenemos que añadir el siguiente:

  • La gran mayoría de las iglesias actuales, tanto católicas como evangélicas, no funcionan según el modelo de la comunidad cristiana fundada por Jesús y sus discípulos.

Acerca de eso habría que decir muchas cosas, más de lo que cabe en un artículo como este. Pero bastaría con leer el Nuevo Testamento sin tener en la mente ya una imagen preconcebida de lo que es «iglesia», y contrastarlo con las prácticas de las «iglesias» actuales. Refiero al lector interesado p.ej. al Evangelio según Mateo, capítulos 5 a 7 y capítulo 23; y al libro de los Hechos de los apóstoles, capítulos 1 a 5 (o si desean, el libro entero).

Si hoy en día hay personas que creen que Dios es un déspota sin misericordia, partidario de dictadores y delincuentes, entonces las «iglesias» llevan una buena parte de la culpa. El apóstol Pablo dice a los que conocen la palabra de Dios, pero no le hacen caso: «Tú que enseñas a otro, ¿a ti mismo no enseñas? Tú que anuncias que no hay que robar, robas? Tú que dices que no hay que adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas en la ley, cometes transgresión la ley y así menosprecias a Dios. Porque ‘el nombre de Dios es difamado entre las naciones por causa de ustedes’, como está escrito.» (Romanos 2:21-24)

También hoy, el nombre de Cristo está siendo difamado en el mundo, por causa de los que dicen ser Sus seguidores, pero que no hacen lo que Él dice. Aunque hoy en día ya no se cometen las atrocidades que se cometían en los tiempos de la conquista; pero hay quienes se dicen cristianos y son mentirosos, estafadores, traidores, codiciosos, …

Según el Nuevo Testamento, el proceso de volverse cristiano comienza con que uno reconozca su culpa y se arrepienta de su pecado; y entonces puede confiar en Jesús quien le dará una vida renovada. Si eso es así, ¿sería pedir demasiado que los representantes de las iglesias reconozcan su culpa y se arrepientan por no haber vivido de la manera como Jesús manda, y por haber dado un mal ejemplo a sus súbditos y al mundo?
(Vea Nota 2 al final.)

Por el otro lado, el llamado de Dios sigue en pie, independientemente de lo que hagan o no hagan los que usan Su nombre. Él no exige que reconozcamos a alguna iglesia que le desobedece; solamente exige que le reconozcamos a Él mismo. Los Incas reconocieron al Dios Creador, simplemente a base de sus observaciones de la naturaleza. (Este hecho es poco conocido porque lo mantuvieron como un secreto entre la clase sacerdotal; pero es testificado en diversas crónicas antiguas.) No hay razón para excluir a Dios de nuestras vidas, solamente porque Él ha sido mal representado por las iglesias. «Dios no hace acepción de personas; sino que en cada nación le es bienvenido el que le teme y obra justicia.» (Hechos 10:34-35).

Por eso, yo creo en la posibilidad de una educación que es «cristiana» y «alternativa» a la vez. Pero para realizar esta posibilidad, tal vez será necesario que algunos de los que se identifican como educadores alternativos, reevalúen su concepto de Dios; y que algunos de los que se identifican como cristianos, reevalúen su concepto de iglesia y de la educación.

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Nota final 1: Citas acerca de la conquista española:

«Todas estas universas e infinitas gentes de todo género creó Dios los más simples, sin maldades ni dobleces, obedientísimas, fidelísimas a sus señores naturales y a los cristianos a quien sirven; (…) Son asimismo de limpios y de vivo entendimiento, muy capaces y dóciles para toda buena doctrina, aptísimos para recibír nuestra santa fe católica …
En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Creador así dotadas, entraron los españoles desde luego que las conocieron como lobos y tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy, y hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas y varias y nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad.
(…) Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son muertas en los dichos cuarenta años por las dichas tiranías e infernales obras de los cristianos, injusta y tiránicamente, más de doce cuentos (millones) de almas, hombres y mujeres y niños …»
(Bartolomé de las Casas: Brevísima relación de la destrucción de las Indias, 1552. Ligeramente modernizado.)

» … que entienda su Majestad Católica que los dichos Incas los tenian gobernados de tal manera, que en todos ellos no habia un ladrón ni hombre vicioso, ni hombre holgazán, ni una mujer adúltera ni mala; ni se permitia entre ellos ni gente de mal vivir en lo moral; (…) y que entienda su Majestad que el intento que me mueve a hacer esta relación, es por descargo de mi conciencia, y por hallarme culpado en ello, pues hemos destruido con nuestro mal ejemplo gente de tanto gobierno como eran estos naturales, y tan quitados de cometer delitos ni excesos así hombres como mujeres, tanto por el indio que tenia cien mil pesos de oro y plata en su casa, y otros indios dejaban abierta y puesta una escoba o un palo pequeño atravesado en la puerta para señal de que no estaba allí su dueño, y con esto según su costumbre no podía entrar nadie adentro, ni tomar cosa de las que allí había, y cuando ellos vieron que nosotros poníamos puertas y llaves en nuestras casas, entendieron que era de miedo de ellos, porque no nos matasen, pero no porque creyesen que ninguno tomase ni hurtase a otro su hacienda; y así cuando vieron que había entre nosotros ladrones, y hombres que incitaban a pecado a sus mujeres e hijas, nos tuvieron en poco, y han venido a tal rotura en ofensa de Dios estos naturales por el mal ejemplo que les hemos dado en todo, que aquel extremo de no hacer cosa mala se ha convertido en que hoy ninguna o pocas hacen buenas, y requieren remedio, y esto toca a su Majestad, para que descargue su conciencia, y se lo advierte, pues no soy parte para más; y con esto suplico a mi Dios que me perdone …»
(Extracto del testamento del conquistador Manco Sierra Lejesema, 1589. Ligeramente modernizado.)

Nota 2: El papa Juan Pablo II pidió perdón públicamente por las crueldades cometidas por los conquistadores. Pero no revocó aquel infame decreto que repartía el entero continente americano entre los reyes de España y Portugal, a pesar de haber sido peticionado acerca de ello repetidamente. Esta petición sigue pendiente con el papa actual. Mientras este decreto sigue en pie, todo «arrepentimiento» del papa carece de credibilidad.

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