Los padres y madres peruanos siempre han demostrado un afán diligente de hacerse esclavos del sistema escolar. En el momento de escribir esto, el resultado de las recientes elecciones todavía no es oficial. Pero ya se sabe que aproximadamente la mitad de los electores llevaron ese afán por la escuela a su último consecuencia, eligiendo como presidente a un profesor de escuela. Muchos peruanos se habrán cumplido con esta elección su sueño secreto o inconsciente de niño(a): nunca tener que salir de debajo del mando severo de su profesor temido, y querido justo por eso. Y nunca tener que abandonar el mundo artificial de la escuela, tan alejado del mundo real; un mundo donde siempre alguien te ordena exactamente qué hacer y cómo hacerlo, y donde nunca tienes que asumir la responsabilidad por tu propia vida y tus propias decisiones. Un mundo donde puedes brillar por las apariencias, y donde nadie se interesa por quién eres en realidad.
En continuación lógica de esta particular idiosincrasia peruana, se puede especular que pronto será el máximo orgullo de todo peruano, vestirse cada mañana su uniforme de ciudadano, y formarse en filas ordenadas ante su Profesor de la República, para escuchar sus órdenes y amonestaciones, y después desplazarse obedientemente a sus celdas aulas. Y es posible que los psicólogos tendrán que diagnosticar entre la población adulta un número espectacular de casos de regresión a un comportamiento infantil.
Por supuesto que esta nación-escuela tendrá las mismas características del sistema escolar de siempre. No será un espacio donde cada uno desarrolla sus talentos, ni donde se puede opinar, ni donde se valora la creatividad y el razonamiento independiente. Mas bien, un lugar donde se debe obedecer sin cuestionar; y donde a nadie le preocupa si lo que se hace tiene sentido o no, con tal que todos hagan lo mismo, al mismo tiempo y de la misma manera. Un año de experiencia con clases virtuales ya ha demostrado que aun la tecnología del siglo 21 no logra que los padres y profesores peruanos superen sus costumbres del siglo 18. Así que estas costumbres tampoco cambiarán cuando la escuela se convierta en forma de gobierno. El pueblo ha declarado más claramente que nunca, que lo quiere así.