Educación cristiana alternativa

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¿»Escuela en casa» o educación en familia?

Después de muchos años como pioneros solitarios en cuanto a la educación en casa en el Perú, pudimos en los últimos años conocer a diversas familias peruanas que también se están iniciando en esta aventura. Encontramos que un buen número de estas familias tienen sus hijos matriculados en alguna escuela o colegio a distancia.

Eso tiene sus ventajas, sin duda. La escuela provee todos los materiales de estudio ya preparados; entonces los padres no necesitan invertir tiempo ni ideas propias para buscar o fabricar materiales educativos. Además, la certificación oficial de los estudios está asegurada desde el principio. Y en el caso de familias cristianas, podrían incluso encontrar una escuela cristiana que incluye puntos de vista cristianos en sus materiales; entonces dejan también esa preocupación en las manos de la escuela.

A pesar de estas ventajas, nosotros nunca consideramos eso como una opción para nuestros hijos. He aquí nuestras razones:

Toda escuela a distancia se basa en los principios y métodos del sistema escolar. Una familia que sigue el programa de una tal escuela, está prácticamente trayendo el sistema escolar a su casa. Pero para nosotros, una de las razones más importantes para no enviar a nuestros hijos a la escuela, fueron precisamente las fallas pedagógicas de este sistema.

Por ejemplo, el sistema escolar no toma en cuenta la manera como los niños piensan y aprenden. Su fundamento no es la pedagogía ni la comprensión por los niños; su fundamento es la administración masiva de los niños. Por eso, este sistema somete a los niños a un currículo rígido, preprogramado, que no es adecuado para la mayoría de los niños. Y los enseña de manera rutinaria, repetitiva, sin dejar lugar para el razonamiento propio ni para la creatividad. También, la enseñanza abstracta los confunde y los acostumbra a repetir mecánicamente unos procedimientos cuyo sentido no entienden. No los incentiva a pensar por sí mismos, ni les ofrece oportunidades para elegir y decidir. En consecuencia, los alumnos de este sistema no aprenden a razonar, evaluar y hacer decisiones; y no desarrollan su creatividad. Solamente aprenden a repetir lo que dice el profesor, o lo que dice el libro de la escuela a distancia.

«Si traemos el sistema escolar a nuestra casa, traemos también todos sus problemas a nuestra casa.»
También, los conocimientos que exige el sistema escolar a menudo son demasiado avanzados para el nivel de comprensión de los niños. Eso es reforzado todavía por las ambiciones de muchos padres que desean jactarse de que «mi hijo tiene cinco años y ya sabe leer»; «mi hija tiene seis años y ya sabe multiplicar»; etc. Tal vez creen que si apresuran y presionan a sus hijos de esta manera, serán también «más avanzados» en los años posteriores. Pero ya hace años, esta falsa creencia fue refutada por Raymond y Dorothy Moore en su libro «Mejor tarde que temprano«; y las investigaciones más recientes solamente confirman sus hallazgos: Esos niños «apurados» en sus años tempranos, sufren estrés y agotamiento en los años posteriores, de manera que su desarrollo intelectual se estanca y se quedan por detrás de aquellos niños que iniciaron su formación académica más tarde.

Si traemos este sistema a nuestra casa, traemos también todos sus problemas a nuestra casa. Efectivamente he conocido a algunos niños y jóvenes educados en casa que sufrieron del mismo agotamiento y «entumecimiento mental» como los alumnos del sistema escolar, porque fueron sometidos a un programa escolarizado.

Estoy convencido de que nuestros hijos merecen algo mejor. Si ya tenemos la oportunidad de educarlos en casa, usemos esta libertad para ofrecerles una mejor manera de aprender, tomando en cuenta su nivel de desarrollo individual, su manera particular de aprender, y sus campos de interés. Sé que eso requiere una mayor flexibilidad y creatividad de parte de nosotros como padres, y por tanto entiendo que muchos padres educadores prefieren la comodidad de un programa donde todos los materiales ya están preparados. En nuestro caso también fue un paso de fe, comenzar con un método más libre, más flexible y más creativo, y mi esposa y yo nos dimos cuenta en ese camino de cuan «escolarizadas» estaban todavía nuestras propias mentes.

Pero mirando atrás vemos que fue una experiencia muy gratificante. Nuestros hijos, en sus años de primaria, tuvieron muy poca necesidad de «hacer tareas» abstractas con libros y cuadernos. Aprendieron mucho más mediante las experiencias de la vida diaria, los trabajos prácticos y manuales, los juegos, y el ejercicio de sus propios intereses y talentos. Pasamos unas aventuras increíbles como familia; y encontramos que este método fue mucho más eficaz: Al fin de cuentas, nuestros hijos habían aprendido lo mismo como los niños escolares, pero con mucho menos estrés y con una sola «hora académica» al día; y además habían hecho muchas experiencias prácticas que los niños escolares nunca hacen, y recordaron muchas cosas de manera más intensa por haber vivido lo que los niños escolares solamente leen en sus libros. Por eso prefiero esta forma de aprender por encima de todo material pre-programado.

La esencia de la educación en casa consiste en que nosotros, los padres, asumimos la responsabilidad por la educación de nuestros hijos. Entonces, ¿por qué entregar esta responsabilidad nuevamente en las manos de una escuela, aunque sea «a distancia»? Los profesores de estas escuelas, y los autores de sus materiales, en su gran mayoría fueron formados en los caminos del sistema escolar, no en la educación en casa. Son capaces de trasladar el aula escolar a la casa, eso sí. Pero no pueden realmente comprender lo que es la educación en casa, ni mucho menos asesorar a padres educadores – a menos que ellos mismos se hayan desprendido radicalmente de los principios, caminos y métodos del sistema escolar. Y quienes dificultan más con eso, son precisamente los profesores profesionales. (Vea también: «Desescolarizar nuestra mente».)

Raymond Moore, uno de los grandes pioneros de la educación en casa en los Estados Unidos, en un momento se vio obligado a pronunciar la siguiente advertencia a los padres educadores:

«Los líderes del movimiento de educación en casa, al igual como los líderes de movimientos anti-aborto, anti-pornografía, etc, caen en dos categorías:
1) Laicos y profesionales desinteresados que sacrifican dinero y tiempo para elevar la educación en casa a nuevas alturas, y
2) Algunos que no tienen trasfondo o ética profesional (o ambos), que apresuran a los padres no precavidos para que compren materiales educativos estresantes y caros; en consecuencia los padres sufren un quebrantamiento y odian la educación en casa. – Algunos de ellos combatieron la educación en casa hasta la década de los ’80.
Algunos autores, editores y expositores saben poco de investigación, y de manera persuasiva abusan de las Escrituras para transmitir una imagen de un Cristo santurrón a sus amigos seculares. Ellos son la influencia más divisiva en el movimiento de la educación en casa. Por el bien de usted y de sus amigos, estudie para conocer la diferencia.»

Este comentario se refiere a los Estados Unidos. Sin embargo, veo que lo mismo ya está empezando a suceder también aquí en América Latina. Tan pronto como el movimiento de la educación en casa está adquiriendo cierta fuerza, surgen también aquellos productores, editores, y directores de escuelas que ofrecen a las familias educadoras sus materiales y programas en venta – pero a menudo estos programas se basan en los mismos métodos que ya han fracasado en el sistema escolar.
¡Cuidado con los materiales de estudio estresantes y caros!

De todos modos, si usted considera usar un programa a distancia que se dirige explícitamente a familias que educan en casa, recomiendo como mínimo averiguar de antemano en qué experiencias y en qué pedagogía y métodos se basa. Por ejemplo:

  • ¿En qué modelo pedagógico se basa este programa? ¿y qué investigaciones y resultados apoyan este modelo?
  • ¿Existen diferencias significativas y sustanciales entre los métodos empleados por este programa, y los métodos del sistema escolar?
  • Por ejemplo, ¿se deja a los padres y alumnos en la libertad de elegir temas, contenidos, materiales, y actividades a realizar, según el nivel de comprensión, los intereses, y el estilo de aprendizaje individual de cada alumno? ¿O es un programa secuenciado y preprogramado igual como en la escuela?
  • ¿El programa anima a los padres a usar como sus principales oportunidades educativas las experiencias de la vida diaria, trabajos manuales y prácticos, juegos, material manipulable, y otras experiencias que concuerdan con las características de los niños? ¿O se basa mayormente en el trabajo abstracto con libros y cuadernos – o material de instrucción por internet – como el sistema escolar?

Desafortunadamente, todavía no encontré a ninguna «escuela a distancia» o «escuela para familias educadoras» que satisface estos criterios. Todas, de las que encontré información, se basan en los métodos del sistema escolar, y así echan a perder las mejores posibilidades de una educación en casa. Por eso, en vez de apoyarme en uno de estos programas, prefiero hacerlo yo mismo. Requiere más trabajo, más iniciativa, más flexibilidad y más creatividad; pero los resultados serán mucho mejores. No sólo para los niños; también para nosotros como padres.

Por supuesto que existen también escuelas a distancia que no se dirigen explícitamente a familias educadoras; en esos casos no podemos exigir que tengan conocimiento de una pedagogía distinta del sistema escolar. Pero en este caso habrá que estar consciente de que se trata de una extensión del sistema escolar; y la pregunta sería en este caso, cuánta libertad nos deja esa escuela para modificar sus programas y adaptarlos a las necesidades de nuestra familia y a la pedagogía que consideramos la mejor para nuestros hijos. Yo haría uso de una escuela a distancia solamente si existe esta libertad.

En el idioma inglés se estableció la palabra «homeschooling» («escuela en casa») para hablar de la educación en casa. Así que yo también he usado ocasionalmente esta expresión; pero pensándolo bien, ya no me parece tan buena. Una buena educación en casa es algo diferente, y algo mucho mejor, que traer el aula escolar a casa. Como padres educadores tenemos la oportunidad de establecer una alternativa, de liberar a nuestros hijos para que desarrollen los talentos únicos que Dios les dio, de incentivarlos a ser creativos, investigativos, pensadores… Si hemos sacado a nuestros hijos del enjaulamiento de una escuela tradicional, ¡no les construyamos una nueva jaula en casa!

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«Niños protestantes en las escuelas y los conventos de Roma»

Los párrafos que siguen, son otro extracto del libro «Cincuenta años en la iglesia de Roma», por Charles Chiniquy (vea el artículo anterior). El autor escribió estas palabras como advertencia a aquellos padres evangélicos que piensan en mandar a sus hijos a una escuela católica. Eso es es quizás menos frecuente en el mundo de habla hispana. Pero la crítica de Chiniquy es igualmente válida para toda familia evangélica que manda a sus niños a una escuela estatal, o a una escuela privada que se somete a los principios del estado secular. Esas escuelas tampoco enseñan de acuerdo a la palabra de Dios, y tampoco respetan las convicciones de una familia cristiana. Entonces, una familia evangélica que manda a sus niños a una escuela alineada con el sistema estatal, traiciona sus «principios religiosos» de la misma manera como si los enviase a una escuela católica.


Leemos en la historia del paganismo que en aquellas épocas oscuras, padres sacrificaban a sus hijos sobre los altares de sus dioses, para apaciguar su ira o conseguir sus favores. Pero ahora vemos una cosa extraña: ¡Padres cristianos obligan a sus hijos a entrar en los templos y a postrarse a los pies de los ídolos de Roma, bajo la noción errónea de darles educación! Mientras el padre pagano destruyó solamente la vida temporal de su hijo; el padre cristiano, en la mayoría de los casos, destruye su vida eterna. El pagano era consistente: creía en el poder y la santidad de sus dioses, pensaba sinceramente que ellos gobernaban el mundo, y que ellos bendecían tanto a las víctimas como a aquellos que las ofrecían. ¿Pero dónde está la consistencia del protestante que arrastra a su hijo y lo ofrece como sacrificio sobre los altares del papa? ¿Cree él en su santidad o en su poder supremo e infalible para gobernar la inteligencia? ¿Entonces por qué no va él mismo y se echa a sus pies y aumenta el número de sus discípulos? Los protestantes que son culpables de este gran error dicen como excusa, que los superiores de los colegios y conventos les habían asegurado que sus convicciones religiosas serán respetadas, y que nada será dicho o hecho para quitar o sacudir la religión de sus hijos.
Nuestros primeros padres no eran más cruelmente engañados por las palabras seductoras de la serpiente, que los protestantes lo son hoy en día por las promesas engañosas de los sacerdotes y monjas de Roma.

Yo mismo había sido testigo de la promesa dada por nuestro superior a un juez del Estado de Nueva York, cuando unos días después este mismo superior, el Rev.Leprohon, me dijo: «Tú sabes algo de inglés, y este joven sabe el francés lo suficiente para que ustedes dos se entiendan. Intenta hacerte su amigo y atraerlo a nuestra santa religión. Su padre es un hombre de mucha influencia en los Estados Unidos, y éste, su único hijo, es el heredero de una fortuna inmensa. Grandes resultados para el futuro de la iglesia en la república vecina podrían seguir a su conversión.»
Yo respondí: «Se olvidó Ud. de la promesa que Ud. hizo a su padre, de nunca decir o hacer algo que sacudiera o quitara la religión de este joven?»
Mi superior sonrió de mi ingenuidad, y dijo: «Cuando tú hayas estudiado teología, entonces sabrás que el protestantismo no es una religión, sino la negación de la religión. La protesta no puede ser la base de ninguna doctrina. Entonces, cuando yo prometí al juez Pike que se respetarán las convicciones religiosas de su hijo, y que yo no haría nada para cambiar su fe, yo prometí lo más fácil del mundo, puesto que prometí a no interferir con una cosa que ni siquiera tiene existencia.»
Convencido, o mejor dicho cegado por el razonamiento de mi superior, el cual es el razonamiento de cada superior de un colegio católico, me puse a trabajar a partir de este momento para convertir a mi amigo joven en un buen católico romano, y probablemente hubiera tenido éxito, si una enfermedad seria no lo hubiera obligado a regresar a casa unos meses después, donde murió.

Los protestantes que leen estas palabras quizás se indignarán por el engaño cometido por el superior del colegio de Nicolet. Pero yo les digo a estos protestantes, que no es sobre este hombre, sino sobre ellos mismos que tienen que derramar su desprecio. El Rev.Leprohon era honesto. El actuaba conforme a los principios que él creía buenos y legítimos, y por los cuales él hubiera dado alegremente hasta la última gota de su sangre. El creía sinceramente que vuestro protestantismo es nada más que una negación de toda la religión, digno del desprecio de todo verdadero cristiano. No era el sacerdote de Roma quien era despreciable, deshonesto y un traidor de sus principios, sino que era el protestante quien traicionó su Evangelio y su propia conciencia al haber hecho educar a su hijo por los siervos del papa. Además, ¿no podemos decir de verdad que un protestante que desea que su hijo sea educado por un jesuita o una monja, es un hombre de ninguna religión? y que nada es más ridículo que escuchar a un tal hombre pedir respeto por sus principios religiosos. El deseo de un hombre de que se respeten sus principios religiosos, se nota de la mejor manera cuando él mismo los respeta.


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