(o donde sea…)
¿Debe un niño de primaria aprender reglas de gramática? – El currículo estatal dice que sí; pero muchos educadores que investigan el aprendizaje de los niños, recomiendan que no. Así dice por ejemplo Jane Healy, después de investigar los aspectos neurológicos del aprendizaje en los niños:
«Al obligar cerebros inmaduros a un aprendizaje de nivel superior, serán forzados a trabajar con sistemas de nivel inferior, lo que dañará la habilidad deseada. Yo mantengo que muchos de los fracasos escolares actuales resultan de expectativas académicas que fueron forzadas sobre los alumnos como con una niveladora, antes que sus cerebros estuvieran preparados para ello.
(…) Las reglas abstractas de gramática y uso del lenguaje deberían enseñarse no antes de la escuela secundaria. Entonces, si son preparados para ello, los alumnos pueden incluso disfrutar de los desafíos de esta clase de razonamiento abstracto, lógico. Pero solamente si los circuitos [cerebrales] no están ya demasiado obstruidos por una enseñanza chapuceada de reglas.
Una alumna de tercer grado de secundaria que buscó mi ayuda en gramática, estaba desesperadamente confundida acerca de las partes más sencillas del lenguaje. Aunque ella era inteligente y podría a su edad haber dominado este material dentro de una semana, ella había sido una víctima de entrenamientos de ‘gramática’ sin sentido desde el segundo grado de primaria. Mientras Michelle y yo luchamos acerca de la diferencia sencilla entre adjetivos y verbos, yo deseaba a menudo poder tomar una aspiradora neurológica y simplemente quitar todas estas sinapsis desorganizadas que siempre se metían en nuestro camino. Demoramos seis meses . . . Pero por fin, un día se le prendió la luz. ‘¡Esto es fácil!’, exclamó. Sí, lo es, cuando los cerebros están listos para el aprendizaje, y cuando el alumno tiene una razón de usarlo con verdaderos modelos literarios.»
Jane M.Healy, «Endangered Minds» (Mentes en peligro), Nueva York, 1990
No hay señales de que el sistema estatal tome en cuenta estos datos en un futuro cercano. Pero aun si estamos fuera del sistema, como familia educadora, o enseñando en una escuela alternativa, puede ser que el estado nos obligue a enseñar gramática. (O quizás no estás tan convencido de los datos, y quieres de todos modos que tus niños de primaria aprendan gramática.)
¿Cuál es entonces la alternativa que proponen los investigadores para los niños menores? – Lo más sencillo: Conversar mucho con ellos. Cito otra vez a Healy:
«El lenguaje refinado con una gramática y un vocabulario más complejos, y su uso social, no surge tan fácilmente. Depende de la calidad y cantidad de interacciones en los años preescolares y de primaria. (…) Todo comienza con las interacciones verbales en casa.
El Dr.Gordon Wells, del Instituto de Estudios en Educación de Ontario, investigó las variaciones en el entrenamiento de lenguaje que los niños reciben en casa. Todo lo que sucede en la vida diaria de un niño, es un tema potencial para una conversación que facilita la atención, la interpretación, y la evaluación; pero los padres ‘difieren en el uso que hacen de estas oportunidades’.
La Dra. Bambi Schieffelin, de la Facultad de Antropología en Nueva York, está preocupada porque los niños no reciben suficiente conversación, ni en sus casas ni en la escuela. Ahora que los niños pasan tanto tiempo en centros de cuidado diurno o en la escuela, tenemos que tomar muy en cuenta su necesidad de conversar con adultos y entre ellos, insiste ella: ‘Yo creo que los niños necesitan hablar y tener toda clase de experiencias con el lenguaje. Los niños tienen que hablar, deben ser animados a hablar, y los adultos tienen que participar con ellos, guiarlos, ayudarles a desarrollarse y a expandir sus habilidades.’
La calidad de las conversaciones entre adultos y niños es extremamente importante, dice la Dra. Catherine Snow de la Universidad de Harvard. En estos valiosos tiempos juntos, por ejemplo durante el almuerzo, los padres ayudan a los niños a ser mejores pensadores si toman el tiempo de conversar y razonar acerca de diversos temas, y hablan de sucesos e ideas, en vez de enfocarse solamente en la comida. También les ayuda contar cuentos vez tras vez, añadiendo detalles a los personajes, los sucesos y las ideas. Eso les ayuda a pensar cuidadosamente y dar buenas explicaciones.»
(Op. cit.)
Entonces, ¿podemos de alguna manera relacionar la gramática con nuestra vida diaria, y con la experiencia concreta? – Acerca de esta pregunta deseo hacer unas sugerencias.
Supongamos que estamos cocinando juntos. Mientras pelamos papas, lavamos verduras, o removemos la sopa, es natural que conversemos juntos. Entonces podemos, a manera de juego, mencionar los nombres de todos los objetos que vemos en la cocina: «cucharón», «olla», «fideos», «ajo», «mandil», etc. O podemos jugar el juego: «Yo veo algo que tú no ves, y es negro.» (Entonces los demás tienen que hacer preguntas que se pueden responder con «sí» o «no», hasta que descubran de qué objeto se trata.) – Y mientras hacemos esto, podemos de paso mencionar que todas estas palabras que son nombres de objetos, se llaman «sustantivos».
En otra oportunidad podemos introducir la distinción entre singular y plural: «No quiero una sola cebolla, necesito dos cebollas.» El niño entenderá que «cebollas» no es lo mismo como «cebolla». Y podemos explicarle de paso: «Cuando es una sola, decimos ‘cebolla’, y esta forma se llama ‘singular’. Cuando son varias, decimos ‘cebollas’, y ésta es la forma ‘plural’.» – Podemos practicarlo con otras palabras: «¿Cómo se dice cuando tenemos más que un solo colador? – ¿y cómo se dice con ‘lápiz’? – ¿y con ‘ají’?»
Podemos también coleccionar palabras que describen cómo es un objeto: «Tenemos papas grandes y pequeñas. – Estas papas ya están lavadas, están limpias. Pero éstas están todavía sucias. – ¿Qué más podemos decir acerca de estas papas?» (son redondas o alargadas, crudas, pesadas o livianas, …) Y mientras hacemos esto, mencionamos que todas estas palabras que usamos para describir las papas, se llaman «adjetivos». – De paso encontraremos también alguna oportunidad de introducir el concepto de «antónimos».
De manera similar podemos introducir la concordancia de número y género: «Estas papas ya están limpias. El ajo también está limpio. – ¿Qué piensas, por qué de las papas decimos ‘limpias‘, y del ajo decimos ‘limpio‘?»
En otra oportunidad podemos coleccionar palabras que describen acciones: ¿Qué hacemos para preparar una sopa? – Lavamos y pelamos las verduras; freímos cebollas; hervimos agua; añadimos sal; … – Aquí puede ser un poco más difícil para el niño identificar la palabra que describe la acción: «Pelamos papas» – ¿la acción es «pelamos» o «papas»? Si fuera necesario, tendremos que dar una explicación adicional, por ejemplo así: «Las papas no son lo que hacemos, porque no ‘hacemos papas’. Lo que hacemos es pelar.» – Si el niño sigue sin entender, es probable que su cerebro todavía no haya desarrollado las estructuras necesarias para comprender este asunto; entonces habrá que esperar que madure más.
– Puede ser que unos niños respondan a la pregunta inicial con infinitivos: «Lavar y pelar verduras, freír cebollas, …» Eso nos dará la oportunidad, en algún momento posterior, de explicar la diferencia entre infinitivo y formas conjugadas.
– Y de manera similar podemos señalar como cambia la forma del verbo según la persona: «Mira, tú pelas las zanahorias, Juanito pela la cebolla, y yo pelo las papas. – ¿Te has dado cuenta de que la palabra cambia, según quién lo hace? Tú pelas, Juanito pela, yo pelo… ¿Cómo se dice si lo hacemos juntos?»
Así podemos en la conversación diaria despertar la atención de los niños hacia diversos aspectos del lenguaje y de la gramática. ¿Cuándo decimos ‘unas zanahorias’, y cuándo decimos ‘las zanahorias’? – ¿Por qué decimos ‘el agua está fría‘? – ‘Ayer hicimos torta’ no es lo mismo como ‘hoy hacemos torta’. ¿Y cómo decimos si el día de hacer torta es mañana?
Creo que ya entendiste la idea.
He tomado como ejemplo la cocina porque es un lugar donde pasamos mucho tiempo juntos con los niños. Pero esta misma clase de conversaciones podría tener lugar también en el huerto, en la lavandería, en el taller de carpintería, o donde sea. Lo importante es que suceda como una parte normal de la vida diaria. No hay que dar al niño la impresión de que estamos «dictando una clase». Unos pequeños comentarios de vez en cuando, como «de paso», son suficientes. Y si el niño empieza por sí mismo a hacer preguntas acerca de las formas de las palabras y su uso, entonces tenemos una oportunidad para enseñarle más.
En cambio, la «hora de lectura» me parece menos apropiada para tratar temas de gramática. De niño, como alumno del sistema escolar, siempre me parecía algo de lo más aburrido cuando había que «analizar» un cuento que estábamos leyendo: «¿A qué género literario pertenece este texto?»- «¿Cuál es el tema principal de este texto?» (con cinco alternativas que todas corresponden al texto, pero por alguna razón arbitraria el autor del libro escolar decide que una es correcta y que las otras son equivocadas…) – «Identifica a los personajes principales.» – «Identifica el sujeto y el predicado de esta oración.» – «Convierte esta oración al plural.» – …
Nada de eso pudo despertar mi atención – especialmente cuando estábamos leyendo un cuento donde más que todo me interesaba lo que sucedía en el cuento, y en qué iba a terminar. Hasta hoy no creo que algún autor bueno haya escrito sus cuentos para ser «analizados» de esta manera. Y un niño que disfruta de una comunicación sana y variada con sus padres, comprende los cuentos que lee sin tener que responder a esta clase de preguntas.
Una mejor oportunidad, aparte de las mencionadas, es cuando revisamos juntos algún producto escrito del niño: un cuento escrito por él mismo; una carta a los abuelos; una receta propia; una entrada en su diario; un ensayo … Allí podemos darle pautas de cómo expresarse mejor; podemos señalar las formas correctas de las palabras; podemos explicar algunos aspectos de la gramática. Los libros que leemos, ya son por sí mismos (o deberían ser) ejemplos de buena gramática, ortografía y expresión; a eso no necesitamos añadir nada. Pero las producciones propias del niño son su terreno de entrenamiento en el lenguaje; allí es donde puede suceder un aprendizaje activo. Y además en todas las oportunidades de comunicación oral, personal, que mencionamos arriba.