Este artículo es la continuación del anterior: «De la importancia de tener hermanos mayores y menores». Allí hemos visto la dinámica positiva que se desarrolla en una familia sana entre hermanos mayores y hermanos menores. Hemos visto que Dios en Su sabiduría diseñó la familia de esta manera, con niños de distintas edades que crecen juntos, aprendiendo unos de los otros, y aprendiendo a valorarse mutuamente.
Entonces, ¿qué consecuencias tiene este diseño sabio para el sistema escolar?
Gran parte del sistema escolar se fundamenta en la separación de los niños por edades: Cada niño es asignado a su grado estrictamente según su edad cronológica. A cada grado se asignan currículos, planes de enseñanza y objetivos de conocimientos y habilidades específicos. Las escuelas multigrado se consideran «antipedagógicas» y solamente se admiten como «soluciones de emergencia». Con excepción de unas pocas escuelas alternativas que han descubierto que una escuela multigrado es más cerca del modelo familiar, y por tanto más adecuada para el desarrollo de los niños.
La separación por edades se fundamenta con la idea de «juntar a niños del mismo nivel». Los defensores de esta separación desean poder enseñar a todos sus alumnos lo mismo, y con un mismo método para todos. Por eso desean que sus alumnos estén todos al mismo nivel de comprensión y conocimientos. Pero la realidad escolar demuestra diariamente que esto no funciona así. La madurez de los niños de una misma edad varía grandemente. En una determinada sección de tercer grado, por ejemplo, hay niños que pueden competir en matemáticas con niños de quinto grado, mientras otros niños de la misma edad están todavía en la etapa intuitiva y no pueden encontrar ningún sentido en los números que tienen que escribir en sus cuadernos. Además, los que están más maduros en su pensamiento matemático, no lo están necesariamente en su lenguaje o en sus habilidades manuales, y viceversa. Por tanto, la separación de los niños por edades no cumple con su supuesto objetivo, de juntar a niños de un mismo nivel.
En la pubertad, las diferencias individuales en el desarrollo se acentúan aun más:
«En 1959, Goodlad y Anderson publicaron evidencia irrefutable de que el sistema de aulas por grado (inventado en 1847 y adaptado de un sistema militar prusiano de 1536) está equivocado. La Investigación Medford de Crecimiento y Desarrollo del Niño, llevada a cabo durante doce años por la universidad de Oregon (1957-1969), demostró que entre los «alumnos de séptimo grado» existe una variación fisiológica de seis años: Algunos niños de una edad cronológica de 12 años, tienen fisiológicamente solo 9 ó 10 años, mientras otros tienen un desarrollo correspondiente a los 14 ó 15 años. (…) La variación «académica» entre los «alumnos de séptimo grado» refleja una gama de diez años en el rendimiento – desde puntajes correspondientes al tercer grado hasta el décimotercer grado según exámenes tradicionales estatales. No puede existir una clasificación de «séptimo grado» [basada en la edad cronológica], sin embargo, sigue persistiendo hasta hoy como si fuera un edicto de los dioses.»
(Don Glines: «Cien años de guerra contra el aprendizaje»)
Además, la separación de los niños por grados incentiva una mentalidad de competencia que es antisocial. Puesto que, en la teoría, todos deberían estar «del mismo nivel», un niño que se queda «atrás» se considera fracasado. Los niños compiten entre ellos por alcanzar o superar este «nivel» imaginario. Los pocos que están en la punta, desarrollan orgullo y egoísmo. Los muchos que se quedan «atrás», se desaniman, pierden su autoestima y su deseo natural de aprender. En su lugar adquieren una motivación no natural: Estudian para no ser ridiculizados, o para no tener que repetir el año; pero ya no por el deseo de saber y entender. En un sistema así, los alumnos son masificados: pierden su individualidad y su personalidad propia. Ya no valoran su propia manera de ser; ya no pueden entender que es normal que cada niño es diferente. En vez de ver la diversidad como un valor, la ven como un defecto. En vez de ayudarse mutuamente, compiten todos contra todos. A los niños no se les permiten los beneficios de tener hermanos mayores y menores. En cambio, son obligados a una forma de «socialización» que no es natural, y puede ser hasta cruel.
Es un viejo principio pedagógico que no se debe comparar a los niños entre sí: «Pedro es más inteligente que Arnaldo; Carla es más obediente que su hermana; Felipe es mejor deportista que Juan; Anita es más bonita que Fabiola …» Es que en estas comparaciones siempre hay uno que queda atrás, se siente mal y se desanima. También, estas comparaciones en su mayoría resaltan calidades que no son ningún mérito del niño. (A menudo los principios viejos son mejores que los modernos.) – Es mucho mejor comparar a cada niño solamente consigo mismo: «Ya estás entendiendo este tema mejor que ayer. – Parece que hoy tienes un día malo, yo sé que tú puedes comportarte mejor. – El año pasado todavía no podías dibujar vacas; ¡ahora ya puedes!» Así el niño se da cuenta de sus progresos y es animado a progresar más.
Pero el sistema escolar promueve exactamente aquella clase de comparaciones que es dañina para la autoestima y la motivación de los niños: la comparación de los niños entre sí. En cambio la familia (y en cierta medida también la escuela alternativa multigrado) incentiva mucho más la sana comparación de cada niño consigo mismo.
En una familia, es lógico que no se pueden evaluar a todos los niños con un mismo examen. Se entiende que cada uno está a un nivel diferente. Una buena pedagogía consiste en ayudar a cada uno para que avance desde el nivel actual en el cual se encuentra. Juzgar a todos los niños de una familia basado en un mismo examen, sería muy injusto. Pero raras veces los planificadores escolares se dan cuenta de que es igualmente injusto, juzgar a todos los niños de una determinada edad cronológica basado en un mismo examen. Entre estos niños existen tantas diferencias en su trasfondo familiar y cultural, su desarrollo individual, etc, que no podemos tratarlos como si «todos deberían estar en el mismo nivel».
El sistema escolar no premia a los niños más inteligentes o más esforzados. Simplemente premia a aquellos que están un poco adelantados en su desarrollo, o sea, a los niños precoces. Pero no existe ninguna evidencia de que los niños precoces sigan siendo «sobresalientes» cuando sean adultos – a menudo es lo contrario. La velocidad del desarrollo no dice nada acerca de su calidad. A veces, una inteligencia superior necesita más tiempo para desarrollarse adecuadamente. Por ejemplo, Albert Einstein y Woodrow Wilson eran tales inteligencias superiores que se desarrollaron lentamente. Wilson tenía más de diez años cuando aprendió a leer; pero se graduó de la universidad de Princeton a los 23 años, y más tarde fue presidente de la universidad. Einstein no hablaba ni una palabra hasta los cuatro años de edad, y tuvo dificultades de hablar hasta los nueve años. De adulto, fue uno de los científicos más destacados del siglo XX.
¿Por qué entonces las escuelas insisten en que los niños sean estrictamente separadas por edades?
– No puede ser para «juntar a niños del mismo nivel», porque la separación por edades no es apropiada para alcanzar esta meta. Eso es solamente un pretexto. ¿Cuál es la verdadera razón?
Obviamente, la separación por edades facilita la administración estatal de los niños. Es más fácil dictar leyes y reglamentos basados en el año de nacimiento de cada niño, en vez de preocuparse por conocer y atender a cada uno individualmente. No son razones pedagógicas ni científicas, son solamente razones burocráticas, las que exigen que cada niño sea metido en un cajón que corresponde a su edad. Un educador que realmente ama a los niños, no los someterá a este sistema inhumano.
Una comunidad de familias que educan a sus hijos en casa, o una escuela multigrado y activa, no impide que se formen grupos de niños «de un mismo nivel». Al contrario: estos grupos se forman de manera más natural y espontánea que en una escuela separada por edades. Por ejemplo, un niño escoge de la biblioteca un libro acerca de los países del mundo. Pronto este niño se ve rodeado por tres o cinco otros niños que comparten este mismo interés, y leen el libro juntos. Un padre o profesor puede acercarse a este grupo para incentivar sus investigaciones con preguntas y sugerencias adicionales. Se ha formado un grupo de interés que puede estudiar un mismo tema juntos, y lo hacen con más motivación y naturalidad que una clase de niños reunidos forzosamente. – Lo mismo sucede p.ej. con los materiales de matemática. Un material de fracciones será escogido solamente por aquellos niños que han madurado lo suficiente para poder entender estos conceptos. Los niños «del mismo nivel» se juntarán naturalmente alrededor de este material; mientras aquellos que todavía no están listos para aprender sobre fracciones, no lo encontrarán interesante y buscarán un material más fácil.
Entonces, la idea de juntar a niños «de un mismo nivel», no es ningún argumento a favor de una separación por edad cronológica. Al contrario, es un argumento a favor de la escuela alternativa multigrado, la cual permite avanzar a cada niño según su ritmo individual. Y es un argumento a favor de la familia, donde existen mejores posibilidades para educar a cada niño según su nivel efectivo. (Por supuesto, esto no se aplica a una escuela multigrado tradicional, la cual intenta mantener la separación artificial por grados dentro de sus aulas, imponiéndoles un currículo rígido. Solamente se aplica a escuelas que permiten a los alumnos escoger sus actividades, temas y materiales de acuerdo a su propio nivel de comprensión. Vea «Pedagogía de la escuela activa».)
Muy buenas, soy un alumno de magisterio que he de hacer un trabajo sobre el tema que usted desarrolla, el asunte que me atañe es que hay cosas que no entiendo muy bien sobre este tema:
1º En el artículo comenta que el sistema actual de división provoca la masificación y la perdida de la individualización… ¿Y por que este sistema que implica juntar a los niños en un mismo punto no es masificador? Al fin en cuentas este sistema implica juntar a niños de todas las edades en un mismo lugar… ya es complicado controlar a 20 niños como controlar a todo un colegio ¿ como hacer si todo un colegio esta en una misma zona?
2º ¿como se organizan?
3º ¿Hay un curriculo unico para todo?
Muchas gracias de antemano.
Gracias por su comentario y las preguntas interesantes. Casi me animo a elaborar todo un artículo nuevo con mis respuestas – pero pienso que por ahora me limitaré al formato de un comentario.
Supongo que habrá leído el artículo anterior, «De la importancia de tener hermanos mayores y menores», porque éste provee el contexto para el artículo presente y describe los beneficios de un entorno familiar sano donde existen hermanos mayores y hermanos menores. Además le recomiendo que lea «Pedagogía de la escuela activa». Aun mejor si puede conseguir el libro por Rebeca Wild, «Educar para ser» (Herder, Barcelona 1999). Si sabe inglés, podrá buscar también «Home Grown Kids» y «The Successful Homeschool Family Handbook» por Raymond y Dorothy Moore, The Moore Foundation (http://www.moorefoundation.com).
Ahora, acerca de la «masificación»: Esta sucede no simplemente por juntar a un grupo de niños en un mismo lugar; sucede mayormente cuando al niño se le niega su individualidad; cuando todos los niños se ven obligados a conformarse a un mismo molde y no se valora la diversidad. El sistema de división por edades cronológicas tiene exactamente esto como su objetivo: «estandarizar» a los niños, y lograr un ambiente donde todos los niños hacen lo mismo al mismo tiempo y de la misma manera.
Entonces, si queremos educar niños en un ambiente que no los «masifique», no es suficiente simplemente juntar a niños diversos (por ejemplo de diferentes edades); esto sería un malentendido. Más importante será valorar esta diversidad y permitir a cada niño que tenga su propio proyecto de aprendizaje, que aprenda a su paso individual y según su estilo individual. (El artículo «Pedagogía de la escuela activa» contiene unas pautas de como esto puede funcionar en el contexto de una escuela alternativa.) – Esto ya responde a su pregunta No.3: No, no hay ningún currículo único, y este es exactamente el punto clave. Cada niño tiene su propio currículo (o proyecto de aprendizaje), adaptado a su propio ritmo de desarrollo, su estilo de aprendizaje, y sus intereses.
Pero por supuesto, el juntar a niños de distintas edades facilita esta valoración de la diversidad, porque disminuye la tentación de hacer comparaciones entre ellos («yo estoy en primer lugar de mi sección»; «¿por qué tú estás en segundo grado y todavía no sabes leer?», etc.), y es más obvio que cada niño es diferente. Además, brinda más oportunidades para que los que saben o pueden más, ayuden a los que saben o pueden menos.
Ahora, la idea tampoco es que se junten cien o doscientos o aun más niños en un solo lugar. Viendo el contexto, de que el modelo educativo ideal es la familia, es obvio que no se pueden juntar demasiados niños en un solo grupo. Las escuelas alternativas que no separan a los niños por grados, normalmente ponen un límite de entre 10 a 18 alumnos por profesor – dependiendo de la forma de organización y de la edad promedia de los alumnos; cuanto mayor la proporción de niños pequeños, más adultos se necesita.
¿Cómo «controlar» a los niños? – esto entra al tema de la organización. Primeramente desearía comentar que cuanto más «activa» es una escuela, menos «control» necesitan los niños. Es que la mayor parte de la intranquilidad e «indisciplina» de los alumnos en los colegios actuales, se debe a que se ven condenados a la pasividad y la conformidad, los cuales son contrarios a la naturaleza y las necesidades del niño. En una escuela activa (al igual como en una familia sana), los niños pasan la mayor parte del tiempo trabajando o jugando (para los niños no hay mucha diferencia entre «trabajo» y «juego») en sus proyectos, y solo durante una mínima parte del tiempo (por ejemplo al dar anuncios importantes) se les exige que el grupo entero escuche en silencio lo que alguien habla. Así se reducen considerablemente los esfuerzos necesarios para «mantener disciplina».
En cuanto a la organización, existen muchos sistemas posibles. Las escuelas Montessori, por ejemplo, enfatizan mucho que cada niño aprenda a su paso individual, pero aunque no tienen una separación por grados, sí la tienen por grupos de edad más amplios, juntando a los niños de 3 a 6 años en un grupo, de 6 a 9 en otro grupo y de 9 a 12 años en otro. Así evitan los problemas de un currículo rígido, pero a la vez sacan ventaja de que los niños de edades parecidas tienen (normalmente) características parecidas. (Si puede leer lo que María Montessori escribe sobre lo que ella llama «normalización», verá como estas escuelas logran que los niños pasen tres horas seguidas trabajando independientemente y de manera concentrada con los materiales que tienen a disposición, y así los profesores pueden dedicarse completamente a su labor verdadera de instruir a los niños – normalmente de forma individual -, y no pierden tiempo con «llamadas a la atención» o asuntos disciplinarios.)
– La «escuela activa» según el modelo de Rebeca Wild pone más énfasis en la organización por ambientes; entonces entre los niños se pueden formar grupos según intereses comunes. Por ejemplo, en la carpintería se encuentran los niños que se interesan en hacer un trabajo de carpintería; en el ambiente de matemática se juntan los niños que están interesados en experimentar con los materiales de matemática; los niños interesados en observar plantas o animales se van al jardín, etc. En cada uno de estos ambientes, los niños son libres para trabajar individualmente o juntarse en grupos. En cada ambiente, un adulto se hace cargo de ayudar a los niños, sugerirles materiales o actividades, responder preguntas, etc. Rebeca Wild dice (y esto concuerda con mis propias observaciones) que los niños en un entorno de libertad escogen por sí mismos aquellos materiales o actividades que concuerdan con su actual estado de desarrollo y conocimientos. En otras palabras, ellos mismos descubren un currículo óptimamente adaptado a sus necesidades individuales.
Otro principio que responde a la pregunta de «cómo controlar» a los niños, es que la interacción del niño es en primer lugar con el material, y solo en segundo lugar con el profesor. – «Material» se refiere aquí no simplemente a libros o fichas de trabajo; más que todo se usan materiales concretos que invitan a los niños a manipular, investigar, descubrir cosas nuevas, etc. Por ejemplo una balanza y objetos para pesar; una lupa y un microscopio para observar plantas y animales; rompecabezas de mapas para aprender geografía; etc. etc. Esto permite que los niños puedan trabajar por bastante tiempo por su cuenta sin necesidad de instrucciones o correcciones por parte de un profesor.
Además existen las «leyes de la casa» que establecen cómo respetarse unos a otros, cómo cuidar el material y el ambiente, etc. Estas leyes son las mismas para todos, y cada alumno las conoce; entonces los niños pueden también supervisarse unos a otros en cuanto al cumplimiento de las leyes, y no hay mucha necesidad para que un profesor intervenga. Tampoco existe la necesidad de que un profesor tenga que imponer exigencias arbitrarias («ahora todos tienen que entregar sus hojas»; «ahora siéntense todos»; etc.); lo único que debe imponerse es lo que ya está establecido en las leyes.
(Por el otro lado, también estas escuelas normalmente mantienen una separación entre niños preescolares – hasta los 6 ó 7 años de edad -, alumnos de primaria y alumnos de secundaria. Pero se puede dar a los mismos niños la libertad de decidir cuando están listos para cambiar, por ejemplo, del preescolar a la primaria.)
Además, yo personalmente pienso que ninguna escuela debería tener más de unos cien o ciento cincuenta alumnos en total. Si el número de alumnos aumenta, sería mejor abrir otra escuela nueva, en vez de crear escuelas gigantes centralizadas, porque es justo en estas grandes concentraciones de alumnos y profesores, donde se concentran también los grandes problemas. Moverse en un ambiente con tantas personas que ya no es posible conocer a cada uno personalmente, también lleva a la «masificación».
– Otro sistema (que si se aplica de manera óptima, podría aliviar el problema de que una tal escuela alternativa necesita proporcionalmente más profesores), consiste en encargar a los alumnos de secundaria (adolescentes) como «tutores» o «maestros auxiliares» para los alumnos menores. Personalmente todavía no tuve la oportunidad de ver una escuela que sistemáticamente haya puesto en práctica este sistema, pero en un ambiente «no escolar» lo he visto funcionar muy bien (en algunas organizaciones juveniles). También funciona en mi propio trabajo de refuerzo escolar. John Holt describe un experimento parecido que se realizó en Estados Unidos, con muy buenos resultados, y se suspendió solamente porque constituía una competencia demasiado exitosa contra el sistema escolar tradicional. Un detalle interesante en aquel experimento fue que también los alumnos mayores (o sea, los «maestros auxiliares») mostraron un progreso significativo en sus conocimientos.
– El ambiente más «familiar» es, obviamente, cuando la educación sucede realmente en la familia (como lo fue el diseño de Dios desde siempre). Pero allí también hay distintas formas de organizarse. Algunas familias educadoras usan currículos fijos, normados, igual como las escuelas – y entonces se reproducen casi todos los problemas del sistema escolar dentro de su propia casa. Pero muchas otras familias han descubierto que es mucho mejor aprovechar la excelente oportunidad que tienen, de convertir cada actividad familiar en algo educativo, y por lo demás permitir a cada niño seguir su propio proyecto de aprendizaje individualizado.
Sé que todo esto es un poco difícil imaginarse cuando uno conoce solamente el sistema escolar tradicional. Por el otro lado, una vez que uno se abre para la idea de que «educación» podría ser algo muy diferente de «escuela», es fascinante ver las muchas alternativas y posibilidades que se presentan, ¿verdad?