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La falacia de la «pedagogía única» – Parte 2

Esta es la continuación de un artículo que responde a las críticas de algunos profesores «cristianos». Estos profesores se molestaron por mi análisis de algunas corrientes pedagógicas (por ejemplo en «Cosmovisión cristiana y educación escolar»), y argumentaron que «La pedagogía es una sola, y además no tiene injerencia en la religión. Por tanto no es aceptable definir y distinguir diversas corrientes pedagógicas.»

Veremos la primera parte del argumento: ¿Es la pedagogía «una sola»?

Si sustiuimos la palabra «pedagogía» por «verdad», entonces resulta un dicho con el cual estoy de acuerdo: «La verdad es una sola.» En cualquier asunto dado, no pueden existir dos verdades que se contradicen entre ellas. Entonces, si la pedagogía fuera idéntica con la verdad, el argumento de los profesores citados sería cierto. Así nos quedamos con dos posibilidades:
A) La pedagogía es la verdad; entonces existe una sola y es única. – En este caso, no existiría contradicción entre los diversos pedagogos, así como no existe contradicción entre los diversos autores (humanos) de la Biblia. Todos los pedagogos enseñarían la misma verdad.
B) Existen diferentes corrientes pedagógicas. – En este caso, algunos conceptos pedagógicos estarían de acuerdo con la Palabra de Dios, y otros serían contrarios a la Palabra de Dios. Puesto que el cristianismo (verdadero) se somete bajo la Palabra de Dios como verdad absoluta, un verdadero cristiano tendría que calificar ciertos conceptos pedagógicos como verdaderos, y otros como falsos.

Ahora, no se necesitan conocimientos muy profundos de pedagogía para darse cuenta de las muchas contradicciones que existen entre diversos pedagogos. Así propuso p.ej. el conductista B.F.Skinner, que los niños pueden y deben ser acondicionados con recompensas y castigos, para que produzcan el comportamiento deseado, de una manera muy parecida a la domesticación de animales. Por el otro lado, pedagogos antiautoritarios como A.S.Neill propusieron que los profesores se despojasen de toda autoridad, y que entregasen toda potestad de decisión a los mismos niños, tratándolos como iguales a los adultos. La contradicción entre los dos es obvia. De verdad no entiendo como personas que se jactan de ser «pedagogos profesionales», no pueden darse cuenta de una contradicción como esta. ¿Será que nunca escucharon ni de Skinner ni de Neill? ¿O será que asimilaron estos conocimientos de la misma manera como ellos ahora lo exigen de sus alumnos: memorizándolos mecánicamente sin reflexionar sobre ellos ni establecer conexiones entre ellos? – Es cierto que el sistema escolar actual es capaz de incorporar unos trozos de Skinner junto con unas cuantas migajas de Neill al mismo tiempo; ¿pero cree usted que eso ya comprueba que los dos son uno?

Bien, señor pedagogo o señora pedagoga: Le propongo un experimento mental. Usted que ha estudiado «la» pedagogía, usted que sabe en qué consiste «la» pedagogía, organice una escuela y enseñe allí según esta pedagogía que usted ha aprendido.
Ahora imagínese que María Montessori viene a visitar su escuela. ¿Ella aceptaría sin crítica todo lo que usted hace en su escuela? ¿Ella organizaría su escuela de la misma manera como usted, y enseñaría de la misma manera como usted? – Si usted me dice que sí, entonces usted no sabe mucho acerca de Montessori. (Excepto si por casualidad usted fuera un(a) profesor(a) Montessori. Pero los profesores Montessori normalmente están muy conscientes de que ellos representan una pedagogía distinta de la «oficial».) En cambio, si usted me dice que no, entonces está admitiendo que María Montessori tenía una pedagogía distinta de la de usted.
Ahora imagínese una visita del viejo filósofo Sócrates. ¿Sócrates estaría contento con todo lo que ve allí? ¿Sócrates enseñaría de la misma manera como usted? Si usted admite que Sócrates haría las cosas de una manera diferente, entonces ya tenemos tres pedagogías: la de Sócrates, la de Montessori y la de usted.
Podríamos mencionar a otras personas que aportaron ideas pedagógicas influenciales y radicales: Juan Amós Comenio, Paolo Freire, Raymond Moore, etc; y también los arriba mencionados B.F.Skinner y A.S.Neill. ¿Realmente quiere decir usted que todos estos personajes concordaron con lo que usted llama «la pedagogía»? – Imagínese una junta directiva de una escuela, consistiendo en estas personas mencionadas, con toda libertad de organizar juntos la escuela según su propio criterio. Si «la pedagogía es una sola», todos ellos se pondrían de acuerdo. ¿Usted cree que esto sucedería? (Por ejemplo, ¿cuál sería el papel del profesor? ¿Debería estrictamente repartir recompensas y castigos para producir las respuestas deseadas en los niños, como diría Skinner? ¿O debería renunciar a todo ejercicio de autoridad, como diría Neill? – ¿Cuál sería la ideología subyacente al proceso educativo? ¿El cristianismo, como diría Comenio; el esoterismo propagado por Montessori; o el marxismo, como diría Freire? – Etc…)

Ahora la pregunta que más debería interesar a un profesor que se llama cristiano: ¿Qué si Jesucristo viniera a visitar su escuela? ¿El estaría de acuerdo con todo lo que usted hace según «la» pedagogía? ¿El enseñaría de la misma manera como usted?
– ¿Y estaría El de acuerdo con los pedagogos arriba mencionados?

Espero que estos ejemplos sean suficientes para demostrar que no existe «una sola pedagogía». Existen muchas pedagogías, distintas en sus bases filosóficas, distintas en sus principios, distintas en sus métodos y propuestas prácticas.

Entonces necesariamente tenemos que aceptar la alternativa B) (arriba): Como cristianos es nuestro deber examinar y evaluar estas distintas corrientes pedagógicas, si están de acuerdo con la Palabra de Dios o no.

Si es tan obvio que existen diferentes corrientes pedagógicas, ¿de dónde viene entonces este argumento absurdo de que «la pedagogía es una sola»? ¿Quién mete esta idea en las cabezas de los profesores?

Pienso que vale la pena seguir esta pregunta – aunque tengo que conjeturar un poco en cuanto a la respuesta -, porque llegamos aquí al meollo del desastre educativo estatal en el Perú (y en otros países por igual). Y a la vez encontraremos algunas pautas que nos pueden explicar por qué en el Perú todavía no existe ninguna pedagogía cristiana, a pesar de existir tantos profesores que se llaman «cristianos».

La primera pauta la encuentro en lo que Rebeca Wild llama el «currículo oculto» que no se puede cambiar. Repito de la cita que puse en la primera parte: «La escuela educa a nuestros hijos para la obediencia (sepas que hay alguien que sabe mejor que tú qué, cómo, cuando y cuánto tienes que aprender), educa para la puntualidad y para el trabajo rutinario.» Obviamente, para que la escuela funcione así, sus profesores tienen que ser forzados en estos mismos moldes. El estado tiene que asegurar que sus profesores sean obedientes (ciegamente), puntuales, y trabajadores rutinarios (o sea, que no reflexionen demasiado acerca del trabajo que hacen). Por tanto, la formación de profesores pone mucho énfasis en la aplicación «correcta» de las políticas educativas del gobierno, y de los procedimientos administrativos burocráticos relacionados con ello. Entonces, el estado no puede permitir que los profesores sean educados en corrientes pedagógicas que contradigan la política educativa del estado. (Que tengan conocimientos teóricos de ellas, sí; pero que no reflexionen demasiado sobre las implicaciones y consecuencias prácticas de estas corrientes.) En última consecuencia, los profesores ya no están siendo formados para ser educadores; son formados para ser funcionarios del estado.

Si las cosas son así, entonces los profesores aprenden efectivamente «una sola pedagogía»: la pedagogía «políticamente correcta» según el sistema escolar estatal. Y – como tengo que deducir de las correspondencias que tuve al respecto – nunca han reflexionado acerca de las creencias fundamentales que se encuentran detrás del sistema estatal. Y nunca se les ha ocurrido la idea de que una pedagogía podría edificarse sobre un sistema de creencias diferentes, y entonces llegaría a resultados diferentes. Hasta tengo que asumir que estos profesores creen erróneamente, que todos los pioneros pedagógicos del pasado, sin importar su trasfondo, hayan sido contribuyentes y precursores directos del sistema escolar estatal actual.

En otras palabras: La formación estatal de profesores simplemente excluye de su campo de vista toda corriente pedagógica alternativa. Los profesores en formación reciben sus conocimientos de pedagogía en una forma «filtrada» que produce en ellos la ilusión de que exista «una sola pedagogía». Mientras se creen muy eruditos en «la» pedagogía, son en realidad mantenidos en ignorancia acerca de muchos aspectos de diversas corrientes pedagógicas que podrían poner en duda esta «única» pedagogía.

– Otra vez dicho de otra manera: Si usted cree que «la pedagogía es una sola», entonces esto demuestra que usted ha sido manipulado con éxito por personas que quieren imponer una «única pedagogía». De la misma manera como muchos fieles católicos han sido manipulados para creer que el catolicismo romano es el único «cristianismo» que existe, y que afuera de la iglesia católica romana existen solamente «negaciones» del cristianismo.

Aun educadores no cristianos se han dado cuenta de este problema. Así me escribió por ejemplo la promotoría de una escuela alternativa, la cual trabaja según la pedagogía de la «escuela activa»:

«Es mentira que no es posible dar una educación diferente, todas las escuelas privadas y del estado podrian hacerlo, el problema es que no creen que exista otra manera de impartir educacion. De hecho nuestro principal problema es encontrar maestros que entiendan nuestro trabajo y tambien encontrar familias que piensen como nosotros.»

Este es exactamente el problema. Existen tantas alternativas pedagógicas; ¡pero los profesores han sido entrenados a creer que existe «una única pedagogía»!

Hay una simple forma de deshacerse de este prejuicio: Abra los ojos y mire más allá del estrecho cerco en el cual su formación profesional le ha encerrado.

(Continuará…)

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La falacia de la «pedagogía única»

Advertencia

Si usted es un(a) profesor(a) que ya sabe todo, no lea este artículo. Usted solamente se va a molestar.

Si usted es un(a) profesor(a) dispuesto a aprender, ¡léalo! Se enterará de algunas cosas que probablemente nadie le dijo durante su formación profesional.

Si usted no es profesor, también podrá enterarse de algunas cosas interesantes…

La necesidad de examinar las distintas corrientes pedagógicas

Como cristiano, la palabra de Dios me obliga a «examinarlo todo, y retener lo bueno» (1 Tesalonicenses 5:21). Cuando vienen a mi puerta, por ejemplo, los «testigos de Jehová» y me dicen que Jesucristo no es Dios, entonces no debo creerles así no más. Debo examinar mi Biblia y ver si es así; y si la Biblia no dice así, entonces no debo creerles.

Pienso que cada cristiano puede entender este ejemplo cuando se trata de los «testigos de Jehová», o de cualquier otra religión falsa. ¿Y cuando se trata de pedagogía? ¿También tenemos que examinar lo que enseñan los pedagogos? – ¡Claro que sí!

Pero me he dado cuenta de que muchos cristianos tienen problemas con esto. Usan la Biblia para sus reuniones religiosas; pero cuando salen a su trabajo o a sus estudios, cierran su Biblia y dicen: «Este es un campo secular, aquí la Biblia no tiene nada que decir.» ¿Se dan cuenta de lo que están haciendo? En otras palabras, están diciendo: «Acepto que Dios gobierne sobre la iglesia y sobre la religión; pero rechazo el gobierno de Dios sobre mi trabajo y sobre mis estudios.» – También dicen: «En el campo de la religión tengo que examinar y rechazar las enseñanzas falsas. Pero lo que me enseña mi profesor en la universidad, no se puede cuestionar, porque esto no tiene nada que ver con la religión, y mi profesor es una autoridad en su campo del saber.» – Esto es casi igual a decir: «En la iglesia no debo mentir ni robar, porque este es un lugar religioso. Pero en mi trabajo y en mis estudios puedo mentir y robar, porque allí estoy bajo otras autoridades.» ¿Se dan cuenta, cristianos (si realmente lo son), como vuestros razonamientos se contradicen? ¿Y se dan cuenta de lo ofensivo que son vuestros razonamientos para Dios? De hecho, ¡están intentando quitar a Dios su gobierno sobre todo lo que se encuentra afuera de las cuatro paredes de vuestras iglesias!

Me ha tocado enseñar sobre pedagogía cristiana en diversos lugares, tanto escuelas como iglesias. Y siempre me he asombrado al ver que son exactamente los profesores de profesión, los que se niegan (con pocas excepciones) a aceptar conceptos cristianos de pedagogía – y a veces aun conceptos generales de pedagogía. ¿Cómo es posible que los profesores «cristianos» se dejen formar (mejor dicho deformar) de tal manera por sus estudios seculares, sin siquiera examinar lo que se les enseña?

Sin duda, una raíz de este problema es que en la cultura latinoamericana, el profesor es considerado un semidiós que no se puede equivocar; y todo lo que el profesor dice, hay que aceptarlo como verdad absoluta sin cuestionarlo. Una caricatura en un diario peruano ilustró esta inclinación cultural: Un policía persigue corriendo a un ladrón. Al lado de la calle está sentado un mendigo que reconoce en el ladrón a su antiguo profesor, y lo saluda: «¡Profesor!» – Poco después pasa el policía. El mendigo lo hace tropezar con su pie, y riñe al policía que se está cayendo: «¡Al profesor se le respeta!»

Rebeca Wild, fundadora de una escuela alternativa en Ecuador, describe el problema de la siguiente manera, bajo el título «El mito educativo dominante»:

«A menudo, se pueden leer artículos de varias páginas con la queja de que incluso los estudiantes que ya han terminado el bachillerato, parecen haber aprendido muy poco de lo que durante doce años de escolarización se les ha intentado inculcar. Pero, a pesar de estas y otras muchas quejas, parece que esté prohibido poner en duda que la escuela sea el único camino que existe para conseguir reconocimiento social, éxito económico, para servir a la patria y finalmente para realizarse personalmente.
(…) Para llegar a obtener una formación escolar reconocida se hacen grandes sacrificios: en las zonas rurales, para ir a la escuela es frecuente tener que hacer largas caminatas y regularmente obsequiar a los maestros con productos agrícolas (…) Para el «día del maestro», para su santo y aniversario, por Navidad y poco antes de la entrega de notas es habitual hacer regalos caros. (…) Lo importante es que (los padres) renovadamente demuestren que, en cuestiones de educación, su confianza en la institución a la que pagan considerables sumas de dinero es absoluta. Es una suerte de ley no escrita, que la escuela constituye la voz más autorizada para opinar sobre los niños, y que posee en exclusiva la capacidad de proporcionar una educación impecable.
(…) ¿Cuál es el verdadero objetivo que se oculta detrás de este deseo de llegar a un saber, una moral y una cultura más elevadas? En este país siempre se está mejorando el currículum – el plan de estudios -, se hacen venir expertos extranjeros y los maestros no paran de hacer cursos (…) Sin embargo, con todo esto, el plan de estudios «oculto» permanece intacto. Se trata de un plan triple que no admite ninguna protesta: la escuela educa a nuestros hijos para la obediencia (sepas que hay alguien que sabe mejor que tú qué, cómo, cuando y cuánto tienes que aprender), educa para la puntualidad y para el trabajo rutinario. (…) Aquél cuyo comportamiento no demuestre que está dispuesto a conformarse con todo, pronto perderá su plaza en la escuela ecuatoriana (¿tal vez también en otras?).
(…) ¿Cuáles son las consecuencias visibles de estas situaciones? (…) Los «listos» aprenden toda clase de trucos para que los adultos – maestros y padres – tengan la impresión de éxito educativo. (…) Muchos niños – a menudo los más sinceros, o los más débiles emocionalmente – son eliminados antes del tiempo de la carrera. (…) Otros experimentan una dolorosa desintegración de su personalidad, se acostumbran a vivir y a aprender con un miedo permanente y odian el aprender. Algunos empiezan a tartamudear, otros sufren incontinencia de orina, dolores de cabeza o de estómago. No son pocos los que se enganchan a la droga.
(…) Las consecuencias del sistema educativo ecuatoriano son a la larga perjudiciales no sólo para el individuo, sino para todo el país. Crea las condiciones ideales para una burocracia monstruosa que procura trabajo a todos aquellos que son capaces de resolver problemas con palabras, papel y lápiz – aunque esto origine nuevos problemas y más difíciles de solucionar.»
(Rebeca Wild, «Educar para ser», Barcelona 1999)

En la opinión general, no se puede cuestionar el sistema educativo. Y casi todos los «cristianos» que conocí, siguen esta opinión general sin examinarla. Ellos otorgan a la escuela una posición de verdad absoluta. Cuando la palabra de Dios contradice a la escuela, ellos votan a favor de la escuela y en contra de Dios. En otras palabras, están dando a la escuela una posición superior a Dios mismo. ¡Esto equivale a idolatría!

A menudo, estos «cristianos» (y especialmente los profesores entre ellos) rechazan no solamente las verdades de Dios. ¡Rechazan incluso las investigaciones científicas de su propio campo, de la pedagogía, donde éstas contradicen su práctica acostumbrada! Así me lo demostraron las reacciones de varios profesores «cristianos», cuando fueron confrontados con las investigaciones del Dr.Raymond Moore, en «Mejor tarde que temprano» . Este trabajo se basa en cientas de investigaciones científicas reconocidas, hechas en los lugares más distintos del mundo. Estas investigaciones llegan unánimemente a la conclusión de que la enseñanza formal, tal como se da en la escuela, perjudica el desarrollo psíquico y mental de los niños menores a ocho a diez años; y que por tanto es más saludable para los niños que no asistan a la escuela antes de esta edad. Sin embargo, ¡varios profesores se negaron a siquiera tomar en cuenta dichas investigaciones!

Ahora, toda práctica y todo sistema educativo se basa en un conjunto de principios y creencias fundamentales. Toda pedagogía comienza con algunas preguntas de fondo como estas: ¿Qué es el hombre en su esencia? ¿Cuál es el origen del hombre? ¿Cuál es el destino del hombre? ¿Cuál es la autoridad suprema sobre la vida del hombre? ¿Cuál es la relación entre el hombre y el mundo que lo rodea? etc.
Muchas personas nunca reflexionan conscientemente sobre preguntas como estas. Sin embargo, cada persona tiene su respuesta personal a estas preguntas (aunque no esté consciente de estas respuestas); y estas respuestas influencian la manera como esta persona piensa y vive. Y si es un pedagogo, estas respuestas influencian su pedagogía.

(Para más detalles sobre estos asuntos de fondo, vea la serie sobre Cosmovisión cristiana.)

Es obvio que existen diversas respuestas posibles a las preguntas mencionadas. Entonces, distintos pedagogos parten de distintas bases de pensamiento. En consecuencia, también sus teorías y prácticas pedagógicas serán diferentes entre sí. Por eso, existen diferentes corrientes pedagógicas.

Es igualmente obvio que la Palabra de Dios tiene respuestas claras y definidas a las preguntas mencionadas. Entonces, existen respuestas cristianas y respuestas no cristianas a estas preguntas. En consecuencia, existen pedagogías cristianas y pedagogías no cristianas: pedagogías que están de acuerdo con la Palabra de Dios, y pedagogías que no lo son. Por eso tenemos que examinarlas a base de la Biblia, como dice 1 Tesalonicenses 5:21, al igual como tenemos que examinar las enseñanzas de los «testigos de Jehová» o de cualquier otro grupo religioso.

Por eso, he dedicado varios artículos y enseñanzas a la examinación de diversas corrientes pedagógicas desde una base bíblica. (Vea p.ej. «Cosmovisión cristiana y educación escolar».) Hasta la fecha, nadie me ha expresado su desacuerdo con mi evaluación de alguna de estas corrientes en particular. Pero a lo largo del tiempo, varios profesores «cristianos» me han atacado, ¡negándome desde un principio el derecho de hacer un tal análisis! Su argumento era en cada caso prácticamente el mismo, y corría más o menos así: «La pedagogía es una sola, y además no tiene injerencia en la religión. Por tanto no es aceptable definir y distinguir diversas corrientes pedagógicas.»

Tenemos que examinar bien este argumento. Porque si fuera cierto, tendríamos que enterrar todos los esfuerzos por encontrar y practicar una educación cristiana. Aun tendríamos que borrar de nuestro diccionario las expresiones «pedagogía cristiana» y «educación cristiana». En lugar de ello, todos tendríamos que inclinarnos bajo esta única pedagogía unificada, de la misma manera como el papa de Roma exige que todos se inclinen ante él como el único maestro infalible de toda la cristiandad.

Igualmente, tendríamos que enterrar todos los esfuerzos por alguna forma alternativa de educación. Tendríamos que aceptar el sistema existente como si fuera un decreto divino, perfecto e imposible de mejorar.

Por tanto, en la continuación daremos una respuesta a este argumento de que «la pedagogía es una sola».

(Continuará…)

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Por qué no es buena pedagogía, juntar a niños de la misma edad

Este artículo es la continuación del anterior: «De la importancia de tener hermanos mayores y menores». Allí hemos visto la dinámica positiva que se desarrolla en una familia sana entre hermanos mayores y hermanos menores. Hemos visto que Dios en Su sabiduría diseñó la familia de esta manera, con niños de distintas edades que crecen juntos, aprendiendo unos de los otros, y aprendiendo a valorarse mutuamente.

Entonces, ¿qué consecuencias tiene este diseño sabio para el sistema escolar?

Gran parte del sistema escolar se fundamenta en la separación de los niños por edades: Cada niño es asignado a su grado estrictamente según su edad cronológica. A cada grado se asignan currículos, planes de enseñanza y objetivos de conocimientos y habilidades específicos. Las escuelas multigrado se consideran «antipedagógicas» y solamente se admiten como «soluciones de emergencia». Con excepción de unas pocas escuelas alternativas que han descubierto que una escuela multigrado es más cerca del modelo familiar, y por tanto más adecuada para el desarrollo de los niños.

La separación por edades se fundamenta con la idea de «juntar a niños del mismo nivel». Los defensores de esta separación desean poder enseñar a todos sus alumnos lo mismo, y con un mismo método para todos. Por eso desean que sus alumnos estén todos al mismo nivel de comprensión y conocimientos. Pero la realidad escolar demuestra diariamente que esto no funciona así. La madurez de los niños de una misma edad varía grandemente. En una determinada sección de tercer grado, por ejemplo, hay niños que pueden competir en matemáticas con niños de quinto grado, mientras otros niños de la misma edad están todavía en la etapa intuitiva y no pueden encontrar ningún sentido en los números que tienen que escribir en sus cuadernos. Además, los que están más maduros en su pensamiento matemático, no lo están necesariamente en su lenguaje o en sus habilidades manuales, y viceversa. Por tanto, la separación de los niños por edades no cumple con su supuesto objetivo, de juntar a niños de un mismo nivel.

En la pubertad, las diferencias individuales en el desarrollo se acentúan aun más:

«En 1959, Goodlad y Anderson publicaron evidencia irrefutable de que el sistema de aulas por grado (inventado en 1847 y adaptado de un sistema militar prusiano de 1536) está equivocado. La Investigación Medford de Crecimiento y Desarrollo del Niño, llevada a cabo durante doce años por la universidad de Oregon (1957-1969), demostró que entre los «alumnos de séptimo grado» existe una variación fisiológica de seis años: Algunos niños de una edad cronológica de 12 años, tienen fisiológicamente solo 9 ó 10 años, mientras otros tienen un desarrollo correspondiente a los 14 ó 15 años. (…) La variación «académica» entre los «alumnos de séptimo grado» refleja una gama de diez años en el rendimiento – desde puntajes correspondientes al tercer grado hasta el décimotercer grado según exámenes tradicionales estatales. No puede existir una clasificación de «séptimo grado» [basada en la edad cronológica], sin embargo, sigue persistiendo hasta hoy como si fuera un edicto de los dioses.»
(Don Glines: «Cien años de guerra contra el aprendizaje»)

Además, la separación de los niños por grados incentiva una mentalidad de competencia que es antisocial. Puesto que, en la teoría, todos deberían estar «del mismo nivel», un niño que se queda «atrás» se considera fracasado. Los niños compiten entre ellos por alcanzar o superar este «nivel» imaginario. Los pocos que están en la punta, desarrollan orgullo y egoísmo. Los muchos que se quedan «atrás», se desaniman, pierden su autoestima y su deseo natural de aprender. En su lugar adquieren una motivación no natural: Estudian para no ser ridiculizados, o para no tener que repetir el año; pero ya no por el deseo de saber y entender. En un sistema así, los alumnos son masificados: pierden su individualidad y su personalidad propia. Ya no valoran su propia manera de ser; ya no pueden entender que es normal que cada niño es diferente. En vez de ver la diversidad como un valor, la ven como un defecto. En vez de ayudarse mutuamente, compiten todos contra todos. A los niños no se les permiten los beneficios de tener hermanos mayores y menores. En cambio, son obligados a una forma de «socialización» que no es natural, y puede ser hasta cruel.

Es un viejo principio pedagógico que no se debe comparar a los niños entre sí: «Pedro es más inteligente que Arnaldo; Carla es más obediente que su hermana; Felipe es mejor deportista que Juan; Anita es más bonita que Fabiola …» Es que en estas comparaciones siempre hay uno que queda atrás, se siente mal y se desanima. También, estas comparaciones en su mayoría resaltan calidades que no son ningún mérito del niño. (A menudo los principios viejos son mejores que los modernos.) – Es mucho mejor comparar a cada niño solamente consigo mismo: «Ya estás entendiendo este tema mejor que ayer. – Parece que hoy tienes un día malo, yo sé que tú puedes comportarte mejor. – El año pasado todavía no podías dibujar vacas; ¡ahora ya puedes!» Así el niño se da cuenta de sus progresos y es animado a progresar más.

Pero el sistema escolar promueve exactamente aquella clase de comparaciones que es dañina para la autoestima y la motivación de los niños: la comparación de los niños entre sí. En cambio la familia (y en cierta medida también la escuela alternativa multigrado) incentiva mucho más la sana comparación de cada niño consigo mismo.

En una familia, es lógico que no se pueden evaluar a todos los niños con un mismo examen. Se entiende que cada uno está a un nivel diferente. Una buena pedagogía consiste en ayudar a cada uno para que avance desde el nivel actual en el cual se encuentra. Juzgar a todos los niños de una familia basado en un mismo examen, sería muy injusto. Pero raras veces los planificadores escolares se dan cuenta de que es igualmente injusto, juzgar a todos los niños de una determinada edad cronológica basado en un mismo examen. Entre estos niños existen tantas diferencias en su trasfondo familiar y cultural, su desarrollo individual, etc, que no podemos tratarlos como si «todos deberían estar en el mismo nivel».

El sistema escolar no premia a los niños más inteligentes o más esforzados. Simplemente premia a aquellos que están un poco adelantados en su desarrollo, o sea, a los niños precoces. Pero no existe ninguna evidencia de que los niños precoces sigan siendo «sobresalientes» cuando sean adultos – a menudo es lo contrario. La velocidad del desarrollo no dice nada acerca de su calidad. A veces, una inteligencia superior necesita más tiempo para desarrollarse adecuadamente. Por ejemplo, Albert Einstein y Woodrow Wilson eran tales inteligencias superiores que se desarrollaron lentamente. Wilson tenía más de diez años cuando aprendió a leer; pero se graduó de la universidad de Princeton a los 23 años, y más tarde fue presidente de la universidad. Einstein no hablaba ni una palabra hasta los cuatro años de edad, y tuvo dificultades de hablar hasta los nueve años. De adulto, fue uno de los científicos más destacados del siglo XX.

¿Por qué entonces las escuelas insisten en que los niños sean estrictamente separadas por edades?
– No puede ser para «juntar a niños del mismo nivel», porque la separación por edades no es apropiada para alcanzar esta meta. Eso es solamente un pretexto. ¿Cuál es la verdadera razón?
Obviamente, la separación por edades facilita la administración estatal de los niños. Es más fácil dictar leyes y reglamentos basados en el año de nacimiento de cada niño, en vez de preocuparse por conocer y atender a cada uno individualmente. No son razones pedagógicas ni científicas, son solamente razones burocráticas, las que exigen que cada niño sea metido en un cajón que corresponde a su edad. Un educador que realmente ama a los niños, no los someterá a este sistema inhumano.

Una comunidad de familias que educan a sus hijos en casa, o una escuela multigrado y activa, no impide que se formen grupos de niños «de un mismo nivel». Al contrario: estos grupos se forman de manera más natural y espontánea que en una escuela separada por edades. Por ejemplo, un niño escoge de la biblioteca un libro acerca de los países del mundo. Pronto este niño se ve rodeado por tres o cinco otros niños que comparten este mismo interés, y leen el libro juntos. Un padre o profesor puede acercarse a este grupo para incentivar sus investigaciones con preguntas y sugerencias adicionales. Se ha formado un grupo de interés que puede estudiar un mismo tema juntos, y lo hacen con más motivación y naturalidad que una clase de niños reunidos forzosamente. – Lo mismo sucede p.ej. con los materiales de matemática. Un material de fracciones será escogido solamente por aquellos niños que han madurado lo suficiente para poder entender estos conceptos. Los niños «del mismo nivel» se juntarán naturalmente alrededor de este material; mientras aquellos que todavía no están listos para aprender sobre fracciones, no lo encontrarán interesante y buscarán un material más fácil.

Entonces, la idea de juntar a niños «de un mismo nivel», no es ningún argumento a favor de una separación por edad cronológica. Al contrario, es un argumento a favor de la escuela alternativa multigrado, la cual permite avanzar a cada niño según su ritmo individual. Y es un argumento a favor de la familia, donde existen mejores posibilidades para educar a cada niño según su nivel efectivo. (Por supuesto, esto no se aplica a una escuela multigrado tradicional, la cual intenta mantener la separación artificial por grados dentro de sus aulas, imponiéndoles un currículo rígido. Solamente se aplica a escuelas que permiten a los alumnos escoger sus actividades, temas y materiales de acuerdo a su propio nivel de comprensión. Vea «Pedagogía de la escuela activa».)

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